Imaginación y praxis. Parte V: La Cuarta Transformación - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

martes, 17 de junio de 2025

Imaginación y praxis. Parte V: La Cuarta Transformación




¿Y qué hay de México? Ésta es la cuestión que menos tenía ganas de abordar, porque me parece la más complicada. México es muy así quién sabe cómo, y tiene su muy peculiar historia, desarrollo político y su propia marca de surrealismo que hacía llorar a André Bretón.

 

La imaginación política en México está capturada actualmente por el fanatismo y el odio hacia Andrés Manuel López Obrador, que se extienden hacia su partido político Morena, la Cuarta Transformación en general, y la ahora presidenta Claudia Sheinbaum. Decía Borges que cielo e infierno le parecen exagerados, que los actos humanos no merecen tanto. Lo mismo creo del odio y amor tan viscerales que tienen polarizado al país y que van mucho más allá de lo que el político tabasqueño o su partido en el gobierno han hecho o dejado de hacer. Alguna vez dije que Amlo era demasiado ordinario como político, y me refería a que su visión para México no me parecía particularmente revolucionaria. Luego entendí lo brillante que ha sido el tipo como comunicador y organizador, de su innegable talento para canalizar las pasiones de la gente, su instinto para manipular lo simbólico, y hasta de su capacidad para transferir su popularidad a sus elegidos.

 

Tanto Morena como la oposición llevan años cultivando una narrativa según la cual esto se trata de un enfrentamiento entre dos grupos esencialmente distintos e irreconciliables, por lo general ideologías y/o clases sociales. Desde Morena, esto se manifiesta como una dicotomía entre el pueblo bueno y los fifís traidores a la patria. Desde la oposición, es entre una turba ignorante de vagos, y la gente culta y civilizada que debería dirigir al país. Estas visiones no se corresponden con la realidad: Morena es una agrupación variopinta, que con una mano impulsa políticas en beneficio de la clase trabajadora, mientras con la otra pacta con empresarios capitalistas y jerarcas religiosos; que incluye entre sus filas a intelectuales y a palurdos, a comunistas, conservadores y exprianistas impresentables. Lo que tenemos es una competencia de estructuras partidocráticas, con sus respectivas alianzas de poderes fácticos, siempre dentro de la maquinaria de la democracia burguesa.

 

Con todo, un discurso populachero en el que elogie las bondades del pueblo y denuncie la perfidia de los fifís entusiasma a unos y hace sentir atacados a los otros, incluso si en decisiones políticas concretas no hace gran cosa por cambiar sus vidas. Por su parte, un discurso elitista puede hacer que gente de clase media crea que sus intereses se alinean con los de la alta burguesía y que su verdadero enemigo es el naco bueno para nada al que gobierno va a mantener con el dinero arrebatado a la gente bien. Sin embargo, no son igualmente efectivos; el discurso de la oposición, por su propia naturaleza, siempre va a llegar a una minoría de la población, pues directamente desdeña a las mayorías. Cuando la oposición lo impulsa, cae sin darse cuenta en la trampa de Morena, prestándole crédito a su versión de la narrativa: “¿Ya vieron? Los fifís nos odian y creen que somos inferiores a ellos”.

 

Decía que los gobiernos de Amlo y de Sheinbaum (sobre todo este último) sí han impulsado algunas reformas que benefician a la clase trabajadora y a los grupos más vulnerables. Sus políticas han ayudado a salir de la pobreza a unas cinco millones de personas (y contando). Más y más estados reconocen el derecho a la interrupción del embarazo, y la presidenta garantizó este ejercicio a nivel federal en las clínicas del ISSSTE (para trabajadoras al servicio del estado). Son pasitos de tortuga, pero comparado con lo que hicieran los gobiernos del PRI y el PAN los últimos cuarenta años se siente como una revolución.

 

Tales acciones siempre serán excesivas para quien comulga con la derecha. En cambio, desde algunas izquierdas son, aunque positivas, muy insuficientes. A esto se suman la indiferencia o de plano hostilidad del régimen hacia movimientos como el magisterial, el de los defensores de la tierra, el de las madres buscadoras, etcétera. Mientras escribo estas líneas me entero de que Claudia Sheinbaum ha negociado la construcción de una cervecera en mi Yucatán, estado en el que ya tenemos un problema de deforestación descontrolada y sobreexplotación de los acuíferos. Este guion nos lo sabemos: una empresa extranjera viene a saquear nuestros recursos naturales y explotar a los trabajadores, y a eso le llaman “desarrollo” y “generar empleos”. Es el mismo guion neoliberal de toda la vida, pero maquillado con una retórica populachera.

 

De hecho, es por lo mismo que la 4T evita usar términos ideológicos claros. No se asume socialista, o siquiera socialdemócrata (la etiqueta de “humanismo mexicano” no significa nada, aunque los amlovers hayan corrido a adoptarla apenas la escucharon). Se puede posicionar vagamente como izquierdista y a favor del pueblo, y como opuesta al conservadurismo, a la derecha y al neoliberalismo, pero de ahí no pasa. Y hasta esos términos los usa a su conveniencia, acabando por significar “todo lo que se oponga a nosotros”. Esto le permite tanto ganarse la lealtad de marxistas-leninistas como formar alianzas con plutócratas. El juego retórico sirve para asegurar simpatías y para descalificar oponentes, nada más.

 

a) Imaginarios anti-4T

 


Tanto quienes la odian visceralmente, como quienes aman fanáticamente a la 4T se han construido un imaginario sobre lo que es; un imaginario que tiene diferentes grados de correspondencia con la realidad. He distinguido cuatro narrativas anti-4T, que no necesariamente se excluyen unas a otras: la del peligro comunista, la de la amenaza a la democracia liberal, la del narcogobierno y la de la opresión a las clases medias.

 

En otro lugar he hablado de las personas que creen de verdad que Morena es comunista y que nos va convertir en Cubazuela, una narrativa tan oligofrénica que no vale la pena volver a tratar. Otra, con ciertas bases en la realidad, plantea a la 4T como una amenaza a la democracia liberal. Ésta, claro, apela al liberalismo centrista con cierta ilustración, representado por algunos sectores de la oposición prianista, parte del empresariado, e intelectuales como Enrique Krauze y los colaboradores de Letras Libres (como ejemplo, véase los ensayos de Pascal Beltrán del Río y del expresidente Ernesto Zedillo, publicados en sus páginas). Podemos sintetizarlo así: “Sí, la democracia mexicana no era perfecta, pero lo que se necesitaba era fortalecer sus instituciones liberales, no desmantelarlas, para que poco a poco las cosas fueran mejorando”.

 

Ahora bien, comparto que son preocupantes el desmantelamiento de los organismos autónomos y la erosión de la separación de poderes, que tienen como resultado la concentración de poder en el ejecutivo. Sin embargo, la retórica liberal centrista está destinada al fracaso. Trata a esos principios, instituciones y reglas liberales como si fueran sagrados en sí mismos, independientemente del bienestar o miseria en que se encuentre la mayoría de la población. Con una mano al aire y la otra en sus collares de perlas, gritan “¡¿Quiere alguien pensar en las instituciones de la democracia liberal?!” a unas mayorías por las que esas instituciones han hecho muy poco. De nuevo, lo único que tienen para proponer es regresar al statu quo neoliberal, un proyecto que ya no entusiasma a nadie.

 

El segundo error es del liberalismo centrista es equiparar a la 4T con otros gobiernos autoritarios, incluyendo los de extrema derecha. Para ser justos, Amlo y Trump sí tienen algunos rasgos en común. Están muy convencidos de su propia grandeza, promueven un culto a su persona, manejan un discurso polarizante de “ellos vs nosotros”, achacan los errores y las dificultades a complots de sus enemigos, se enemistan con la prensa, los expertos y los intelectuales… Y sobre todo, ambos son líderes de los tiempos de post-verdad: donde uno tiene “hechos alternativos” el otro tiene “otros datos”. Ambos representan una reacción populista y autoritaria a los fracasos de la democracia liberal.

 

Pero el populismo, nos recuerda Enzo Traverso, no es una ideología, sino una estrategia, y puede tener objetivos muy distintos. Trump gobierna por decreto y ordena la violación de los derechos humanos de grupos enteros en pos de un proyecto etnonacionalista e hipercapitalista. La 4T está impulsando derechos laborales y reformas sociales progresistas, mientras mantiene muchos aspectos del neoliberalismo al que dice haber derrotado, combinadas con una militarización que haría mojar los calzones a cualquier pinochetista. Amlo concluyó su sexenio y se retiró de la política, mientras que Trump sueña con un tercer mandato. Sheinbaum es mucho menos demagógica y escandalosa, más profesional y mesurada, de lo que fue su predecesor; ni hablar de compararla con Trump. Ah, pero como ambos han violado las reglas de la democracia liberal y la política respetable, los liberales centristas se rasgan las vestiduras y los declaran iguales. Y nadie fuera de su burbuja de señoros rancios comprará esa equivalencia.

 

Nomás por no dejar, marquemos una diferencia importante en un rasgo que aparentemente tienen en común: la apelación al pasado como parte del imaginario político. En el caso del postfascismo trumpista, se trata del retorno a un pasado idílico en el que las cosas eran mejores. La 4T, hasta en su mismo nombre, invoca las gestas de la Independencia, la Reforma y la Revolución, también idealizándolas. ¿Esto no los hace iguales? ¡Para nada! La 4T no promete el regreso a un pasado, ni la detención del progreso social. Al contrario, se legitima como la continuación de una larga tradición revolucionaria; en su narrativa, México es un país con una historia heroica que va siempre hacia adelante, y a Morena le toca dirigirlo en nueva etapa de transformación. Es una narrativa teleológica sensiblera y simplista, que continúa con el nacionalismo postrevolucionario del PRI jurásico, pero que puede ser compatible con una visión liberal, e incluso con una marxista, y de ninguna forma con el postfascismo.

 

Por cierto, mientras el liberalismo centrista equipara a Amlo con Trump, la extrema derecha mexicana desearía que nuestro país tuviera a su propio Trump para salvarlo de la amenaza comunista que es Morena. Y luego tenemos a fans de Amlo que también admiran a Trump, pero nomás porque les excitan los líderes fuertes. Ya nada tiene sentido.

 

Por otro lado, está la narrativa del narcogobierno, que surgió cuando la del “peligro comunista” demostró ser demasiado estúpida como para ser considerada por mucho tiempo cualquiera con dos dedos de frente. Y miren, no dudo que haya infiltrados del narco en el gobierno, ni que éste tenga pactos con ciertos cárteles. Sólo no creo que sea peor que con cualquier otro gobierno de cualquier otro partido en este país. Además, el índice de homicidios en México sí ha estado disminuyendo, aunque sigue siendo inaceptable, y el combate al narco se ha intensificado notablemente con el gobierno de Sheinbaum.

 

Ello no es razón para dejar de denunciar alianzas impías; tampoco hay que caer en los “pero el PRI robó más”. No obstante, los detractores de la 4T imaginan el escenario como una catástrofe inaudita, algo tan extraordinario que están dispuestos a aprobar, o hasta pedir, una intervención estadounidense, algo que no habrían soñado con Calderón, bajo cuyo mandato la crisis de derechos humanos era mucho, mucho peor. Si bien la repugnancia que Trump les causa (o debería causarles), impide a los liberales centristas subirse a ese tren, no es algo que descarten ciertos sectores de la clase media y media-alta…

 

Hay quienes se creerían cualquier cosa negativa, por más absurda que sea, que se le atribuya a la 4T, desde planes para instaurar una dictadura personal, abolir la propiedad privada, expropiar las casas de la gente o hasta disolver a las fuerzas armadas (eso decía una cadena de WhatsApp). En el contexto de los actuales disturbios de Los Ángeles, no han faltado los anti-4T que repitan la tontería de que Claudia Sheinbaum los está alentando o hasta dirigiendo.

 


Ésta es sólo gente crédula repitiendo cosas tontas que gente taimada y sin escrúpulos ha confeccionado, y debería ser fácil desestimarla. Pero si algo nos han enseñado los últimos años es que los bulos más ridículos pueden convertirse en la base de movimientos de odio con el potencial de crecer y tomar el poder en naciones enteras. Desde el Pizzagate hasta los cuentos sobre inmigrantes comiendo perros y gatos, el movimiento postfascista encabezado por Donald Trump ha aprovechado hasta las falsedades más estúpidas.

 

Me parece que esto se da, sobre todo, entre ciertos clasemedieros que están bastante desubicados. Están en contra de la 4T, pero muchas veces no saben ni por qué; a veces es por la amenaza comunista, o por la destrucción de la democracia, o por lo del narcogobierno, o alguna incoherente combinación de las tres. Se sienten vulnerados por los gobiernos de Amlo y Sheinbaum, y juran y perjuran que sus problemas y precariedades vienen de que la 4T está arruinando su economía por ocurrencias populistas y por darle dinero “a los que no se lo merecen”.

 

Lo gracioso es que nada de lo que han hecho los dos presidentes morenistas ha afectado notablemente a las clases medias, por más que griten “nos están ahogando”. Lo único que las ha perjudicado es la crisis inflacionaria, que tiene más que ver con los efectos de la pandemia, la guerra en Ucrania y el desarrollo del capitalismo tardío en general, que con cualquier decisión de la 4T. Y hasta eso, su manejo de economía ha dejado a México en una posición relativamente estable en un mundo en crisis.

 

Sucede que la ofensa ha sido simbólica. Ha estado en el discurso que desdeña a “los fifís” y a “los aspiracionales”, que halaga a los pobres, que equipara la pobreza y la humildad a la virtud. Es decir, por primera vez en sus vidas no se sienten representadas por las élites en el poder; creen que los gobernantes trabajan para gentuza que debería estar por debajo. Es decir, ofende sus sensibilidades pequeñoburguesas. Y que quede claro; la ofensa simbólica va primero, la racionalización viene después.

 

Es hilarante, porque los hinchas de la 4T también alucinan que de alguna manera los gobiernos morenistas han afectado a las clases privilegiadas. A cualquier crítica responderán “lero, lero, te quejas porque te quitaron tus privilegios”. ¿Cuáles? ¿A quién? Tanto clasemedieros como fanáticos están hablando de una situación completamente imaginaria, que unos deploran y otros celebran, como extraños compañeros de delirio.

 

El peligro latente está en que este segmento de la clase media, convencido de estar en una situación desesperada, se vuelva hacia el postfascismo, quizá no como conversos, sino como compañeros de viaje. De ésos hubo mucho en la Europa de entreguerras; como dijera Bertolt Brecht: “no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”.

 

Claudia Sheinbaum encabeza el gobierno más popular en la historia de México, y es hoy uno de los jefes de estado con mejores índices de aprobación del mundo. A sus detractores les cuesta comprender el por qué, adjudicando a los seguidores de Morena una estupidez congénita que los hace caer bajo el engaño de un discurso demagógico. Esta incapacidad de comprender la popularidad de Morena, y de diseñar estrategias para contrarrestarla, hace de la oposición mexicana una cosa ridícula e inefectiva.

 

De hecho, yo creo que esa oposición le sirve muy bien a la 4T. Está desconectada de la realidad, es hipócrita y convenenciera, y sus defectos son muy evidentes y sus pecados muy bien conocidos. Para deslegitimar cualquier crítica al régimen, basta relacionarla a esa oposición atolondrada.

 

b) Imaginarios pro-4T


Los resultados de las recientes elecciones para el poder judicial muestran una participación muy baja. La oposición prianista llamó a no votar en estas elecciones, pero dudo que eso haya tenido gran influencia. Sheinbaum afirmó que más gente votó en esta elección que por los candidatos presidenciales de la oposición en 2024; es necesario jugar un poco con los números para decirlo así, pero lo que no se puede negar es que la oposición sigue siendo abismalmente impopular. Creo que los números tan bajos se explican más bien por una mezcla de falta de interés y/o de respaldo hacia la reforma judicial en específico. Claudia sigue gozando de mucha aprobación, pero eso no significa que cada cosa que haga o impulse la 4T será recibida con vítores.

 

Pienso que el asunto evidencia que la mayoría de los mexicanos no son incondicionales de Morena. Las personas saben bien qué cosas aprueban y cuáles no. Quienes aplaudirán como focas a cualquier cosa que haya la 4T son una minoría. También lo son, obviamente, quienes se rasguen las vestiduras por todo. En medio hay muchas gradaciones de personas que están de acuerdo con algunas cosas pero que desaprueban otras. Una persona puede ver bien en lo general a una administración, pero estar en contra, incluso de forma vehemente, de una o varias políticas en particular. Se puede pensar que Morena es la menos mala de las opciones disponibles, pero que, si queremos que trabaje en efecto por el bienestar de los mexicanos, serán necesarias la crítica, la protesta, la presión y la negociación constantes.

 

Luego hay un conjunto de simpatizantes que pueden no estar de acuerdo con ciertas acciones, alianzas y políticas de Morena, pero que creen que la 4T es la única esperanza para realizar un proyecto de izquierdas. Por ello, argumentan que las críticas y protestas sólo debilitarían al gobierno, y arriesgan el regreso de la derecha al poder. Siguiendo esa lógica, lo mejor es no darle armas al enemigo. Por lo general aseguran que las alianzas del partido con otras fuerzas políticas son desagradables pero estratégicas, necesarias para que la 4T tenga el poder suficiente para hacer las reformas que vendrán en beneficio del país. Vaya, quisiera compartir ese optimismo, pero me preocupa demasiado el costo que se está pagando para mantener esas alianzas, y la posibilidad de que al final triunfen los intereses de esos aliados incómodos.

 

No podemos dejar de lado movimientos y agrupaciones que tienen objetivos concretos, y que se han enfrentado a la 4T porque ésta no ha resuelto sus exigencias o de plano les ha sido hostil: el movimiento magisterial, los defensores de la tierra, las comunidades zapatistas, las colectivas feministas, etcétera. Están también diferentes grupos izquierdistas que acusan a la 4T de trabajar para el gran capital, lo mismo que todos los partidos de la democracia burguesa, de los cuales no se distingue en lo importante.

 

No olvidemos a gente común y corriente, que no participa en las discusiones ideológicas abstractas, que conoce de primera mano a gobiernos locales y estatales de Morena, y que saben muy bien que los viejos caciques, porros y mafiosos, simplemente se cambiaron las camisetas a unas de color guinda. Son personas conscientes de que la política se trata más de tejemanejes, chanchullos y grilla que de ideologías. De nuevo, pueden aprobar la gestión de Claudia Sheinbaum, pero no hay forma de convencerles que el bautismo morenista purificó a los mañosos y corruptos de toda la vida.

 

Por último, tenemos a los verdaderos fanáticos de Morena, para quienes la lealtad sólo puede ser absoluta e incondicional; cualquier desviación es una perfidia que pone en peligro la transformación. De ahí la acusación de “golpistas” a manifestantes y críticos. En realidad, ni la crítica ni la protesta, por más erróneas, falaces o malintencionadas que puedan ser, equivalen a un golpe de estado ni un intento de derrocar al gobierno… Excepto en las mentes de quienes sólo conciben dos posibilidades: la lealtad absoluta o la traición.

 

Éstos insisten que la 4T está en una posición de heroica rebeldía, con todo y que tiene la presidencia, un montón de gubernaturas, mayoría en el legislativo, y ahora en el judicial. Sin importar cuánta gente rica y poderosa esté ahora asociada con el régimen, insistirán que es un movimiento del pueblo contra las élites y la oligarquía. De ahí la invocación al “pueblo” que, se figuran, ha dado todo su apoyo primero a Amlo y luego a Claudia, pues movido por su sabiduría y bondad, reconoce en ellos al rayito de esperanza. Con la aprobación del pueblo, ¿qué importa lo que digan los demás?

 

Sucede que el morenismo fanático tiene una sola Gran Verdad Central: la grandeza de Amlo (y, por extensión, a Morena, la 4T, Sheinbaum, etc.). Todo lo que hace es correcto; todo lo que dice es cierto. Toda afirmación se juzga frente a esta verdad; cualquier cosa que la contradiga debe ser falsa, maliciosa o desdeñable. (Los Anti-Amlo tienen su propia Gran Verdad Central: que el tipo es un peligro existencial para México, etc.). Y en eso se parecen mucho a los seguidores de Trump y otros postfascistas, que aseguran que su führer está en una cruzada contra las élites y su “estado profundo”.

 


Creo que el ejemplo más repugnante de ello es la actitud de muchos morenistas ante los hallazgos de evidencias de asesinatos masivos en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco. Estos descubrimientos atroces de las madres buscadoras fueron recibidos con sorna y descrédito por los fieles a la 4T. “Jajaja, hacen escándalo por algunos zapatos abandonados”, fue un tipo de comentario que se repitió por las redes. No faltó el comentario del tipo “pues los muertos en algo andaban” que bien podría haber dicho un apólogo de Peña Nieto en tiempos de Ayotzinapa. Y sí, era bastante obvio que el PRI, el PAN y los medios hostiles al gobierno estaban capitalizando la tragedia para atacarlo. Esto a su vez fue aprovechado por los fieles para desestimar todo el asunto como una exageración, o incluso un montaje, armado por la oposición. De pronto las madres buscadoras eran aliadas del Prian, o por lo menos, estaban siendo manipuladas por éste. Les digo, la continua existencia de esa oposición papanatas favorece al régimen.

 

Los incondicionales de Morena pueden asumirse de izquierdas, marxistas, incluso ser neoestalinistas. Pero son, sobre todas las cosas, lopezobradoristas. Cuando las acciones de la 4T chocan con los ideales que supuestamente profesan, la lealtad hacia Amlo y su legado se impone; ya luego se encargarán de racionalizarlo. Insisto, muchos izquierdistas son menos leales a un conjunto de ideales políticos que vulnerables al encanto de líderes fuertes.

 

Lo que nos lleva a otra de las características más criticadas y criticables de la 4T: la concentración de poder en el ejecutivo y las fuerzas armadas. Para los fieles no hay problema alguno; sólo hay que quitar todos los obstáculos que impiden a la presidencia hacer lo que es necesario para el bien del país. ¿Para qué quieres instituciones autónomas si estaban controladas por el Prian? ¿Por qué te preocupa darle poder al ejército, si es el pueblo bueno en uniforme? Es la vieja creencia de que el problema del poder se resuelve si quien lo ejerce es la persona adecuada; por principio las personas adecuadas YA están ahí, así que sólo hace falta retirar todas las trabas. ¿Acaso no quieres que los Buenos hagan el Bien? ¡Debes tenerle miedo a ese Bien! ¡Debes estar con los malos!

 

Sobra decir que razonamientos tan bastos pueden usarse para justificar a cualquier monarca o dictador. El problema es, incluso si for argument’s sake aceptáramos que este gobierno es el Bueno, ¿qué pasará con todo ese poder concentrado cuando quien lo blanda ya no sea “de los buenos”? ¿Qué sucederá cuando los intereses de las fuerzas armadas choquen con un proyecto izquierdista? ¿Creerán acaso que ningún otro partido fuera de Morena llegará a la presidencia, y que todos los presidentes morenistas serán buenos por ser morenistas?

 

Pensemos en Lázaro Cárdenas, una de las figuras históricas a las que Amlo le gusta invocar. Cárdenas fue probablemente el presidente más de izquierda que hemos tenido (y, en mi opinión, el mejor). Fue también uno de los que más contribuyó a consolidar el régimen presidencialista y la dictadura de partido que duraría otros 60 años. Bien sabemos cómo evolucionó el PRI, cada vez más lejos del ideal cardenista, y que costó décadas de lucha social, organización política, presión internacional y mucha violencia para ir desmantelando. ¿Qué les hace pensar que Morena no podría pasar por un proceso similar? ¿Acaso han descubierto la fórmula para asegurarse de que sólo los individuos más probos y virtuosos lleguen a puestos de poder? El punto de la democracia, el pluralismo, los contrapesos y los límites a la arbitrariedad no es garantizar que los gobernantes siempre tomen las mejores decisiones, sino que evitar que lleven a cabo las más atroces.

 

Como sucede con todas las izquierdas autoritarias, el fandom de la 4T tiene una relación complicada con el progresismo social. Hay quienes consideran los derechos de las mujeres, las personas racializadas y el colectivo lgbtq+ como algo muy importante, pero que sólo dentro de la 4T se pueden realizar. Las agrupaciones que antagonizan con el régimen, por tanto, no son legítimas. Luego tenemos el ala que considera inválidos esos objetivos emancipatorios. El feminismo, el antirracismo, el activismo lgbtq+ son tonterías descalificadas con términos como “progre”, “liberales”, “wokes”, “posmo”; etiquetas que denotan que ésas son falsas causas de falsas izquierdas. La única lucha es contra el capitalismo, y todas las demás son distracciones creadas por el establishment. En fin, como vimos en el capítulo anterior, son conservadores que se visten de rojo (o de guinda).

 

Para acabar pronto, el imaginario político en nuestro país está capturado por actitudes tribales a favor o en contra de Amlo. En cuanto a la praxis, los opositores del régimen no tienen ni idea de qué hacer, mientras sus fieles exigen que se limite a la acción dentro de los márgenes del proyecto cuatroteísta. Sólo los grupos activistas de raíces populares están haciendo algo diferente. Necesitamos colectivamente salir de estas dicotomías y empezar a ver nuestra realidad y posibilidades políticas más allá de odios y devociones por un caudillo y su partido.

 

Con esto terminaríamos nuestro escueto mapeo de imaginarios políticos contemporáneos. En la conclusión abordaremos una pregunta que me han hecho respecto a esta serie: ¿y qué hacemos? Espóiler: no sé.


CONCLUIRÁ EN LA PRÓXIMA ENTREGA

1 comentario:

alexmansiz dijo...

le das mucho credito al vejete apestoso cabeza de pañal, sus fans no son precisamente los mas brillantes, cualquier pendejo los manipula. En lo demas,estoy de acuerdo

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