Imaginación y praxis: ¿Conclusiones? - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

jueves, 26 de junio de 2025

Imaginación y praxis: ¿Conclusiones?


 


Uff. Perdonen, les he sometido durante mes y medio a casi 30 cuartillas de debrayes y ahora debo improvisar una conclusión. Inicié este mapeo de imaginarios y praxis asociadas adelantando mi tesis: que nuestra imaginación política está capturada por el pasado o, cuando mucho, por una prolongación del statu quo presente, siéndonos difícil imaginar panoramas políticos radicalmente distintos. Aunado a ello, nuestra praxis se ve limitada a un sentimiento de impotencia; se nos dificulta pasar a acciones colectivas y verdaderamente transformativas, y nuestros esfuerzos y energías se invierten en acciones individuales de poco impacto.

 

¿Cómo salimos de esto? Ah, caray, pues no lo sé. Qué fácil es ver lo que está mal; que difícil es proponer soluciones, y todavía más difícil es ponerlas en práctica. Como diría Homero, criticar es muy fácil… y divertido. Pero que yo personalmente no tenga la experiencia, los conocimientos o la inteligencia necesarios para encontrar las soluciones a nuestros problemas, no significa que todo este ejercicio ha sido en vano.

 

El pensamiento no ocurre sólo dentro de nuestras cabecitas, aislado de todo lo demás, como imaginaba Descartes; es el resultado de nuestra interacción con el mundo y con las palabras que comunican los pensamientos de los demás. Hasta nuestros monólogos internos más íntimos son parte de una gran conversación. Por eso aquí les dejo todo mi mamotreto, con la esperanza de que contribuya a las conversaciones que puedan dar lugar a nuevas perspectivas y propuestas.

 

Alguna vez un tanqui pejezombi (los hay, los hay), me descalificó porque yo nunca me he agarrado a trompadas con la policía. Cierto es; aunque he estado en protestas y asambleas, no oculto mi falta de experiencia en la calle, y estoy dolorosamente consciente de mis limitaciones. Incluso como ratón de biblioteca estoy lejos de ser experto en nada, y mi único mérito es dar mi mejor esfuerzo para mantenerme informado y analizar la realidad que me rodea, con tanta honestidad intelectual como me sea posible.

 

Dicho lo anterior, creo que sí hay un par de cosillas que podría decir a manera de consejos. Ya que esta serie se ha tratado sobre todo de cómo pensamos respecto a la política, y dado que la pensada es más o menos para lo único que sirvo, me permitiré dar algunos tips para que empecemos a hacerlo mejor (o menos pior).

 

a) Pensar

 


Lo primero es aprender a evitar el dogmatismo; prácticamente todos los demás consejos derivan de éste. Casarnos con un solo paquete de ideas nos ciega a sus defectos e insuficiencias, y nos cierra a las buenas ideas que podrían venir de algún otro lado. Leer, conversar, incluso hacer alianza con quien piensa diferente, puede ayudarnos a tener nuevas perspectivas o a darnos cuenta de nuestros puntos débiles. Ni siquiera tenemos que aceptar las ideas de las otras personas, pero a lo mejor nos ayuda a repensar las propias.

 

Cierto meme popular dice algo así como “podemos tener amigos que opinan diferente sobre la pizza con piña, no sobre los derechos humanos”. Ajá, pero es muy fácil no hacerla de tos con alguien cuyas “opiniones diferentes” se limitan a cuestiones de gustos personales… O quizá no; internet nos ha hecho bien cretinos. En todo caso la barra está muy baja.

 

Por otro lado, quienes difunden discursos de odio usan espuriamente el lenguaje de la tolerancia para exigir respeto a sus ideas, y debemos también tener cuidado con eso. Hay que tener la mente abierta, pero no tanto que se nos caiga el cerebro. Entre alguien cuya forma de pensar nos puede parecer monstruosa y alguien que piensa exactamente igual que nosotros hay muchos puntos intermedios. Debemos crearnos criterios que distingan diferencias que podemos hacer a un lado, aunque sea temporalmente, y posturas que nos parecen absolutamente inaceptables. Se trata de un equilibrio complicado. ¿Dónde trazamos la línea? No tengo una respuesta. Por eso se llama “paradoja de la tolerancia” y no “fórmula cien por ciento infalible de la tolerancia”. Esto es algo que cada quien tiene que valorar por sí mismo, probablemente en cada situación particular que se le presente.

 

No hay que caer en la idolatría. Aunque algunos puedan ganarse nuestro apoyo, incluso nuestra admiración, ningún líder, ningún intelectual, ningún partido, ningún gobierno merecen nuestra devoción total. Evitemos también el tribalismo. Tenemos la mala costumbre de juzgar a las personas y sus acciones por la “tribu” a la que pertenecen. Si lo hace alguien de nuestra tribu, está bien; si lo hace alguien de la tribu enemiga está mal. Si una afirmación hace a nuestro colectivo ver bien, o al enemigo quedar mal, entonces es verdad; si al contrario, es falsa. Debemos tener mejores criterios de moralidad y de verdad, y ser capaces de criticar hasta lo propio cuando sea necesario.

 

Esto no significa aceptarlo ni respetarlo todo. El neonazi ha elegido una ideología de odio, opresión y destrucción; formar parte de esa tribu implica aceptar un proyecto que podemos calificar como malvado. Por lo tanto, no estaremos mal en descartar cualquier cosa que el neonazi tenga que decir y, además, si tenemos la oportunidad, pegarle en la cara. Pero, repito, no siempre es fácil marcar límites, y no todos los que no son nosotros son neonazis. Por cierto, esto implica evitar el maniqueísmo, el pensar en términos binarios: ellos y nosotros. El mundo no es tan simple; incluso entre las posturas que nos pueden parecer inaceptables hay diferencias, y ni siquiera nuestros enemigos son todos iguales ni forman una misma tribu.

 

Algunos derechistas suelen decir “a todo lo que no te gusta le dices fascista” para descalificar cualquier denuncia al fascismo contemporáneo. Es un ardid retórico deshonesto y muy irritante, pero mentiríamos si no admitiéramos que, en efecto, muchos progres y zurdos sí le dicen fascista a cualquier cosa.  Alguna vez alguien me llamó hipócrita porque estoy a favor de golpear fachos, pero no quise pelearme con un amigo virtual. ¿Qué hizo este amigo para ganarse el mote de facho y que el otro sujeto decidiera que merece ser tratado igual que un cabeza rapada? Burlarse del lenguaje inclusivo. No sé, eso puede ser de señoros rancios, pero no convierte a una persona ipso facto en un supremacista neonazi sin posibilidad de redención, creo yo.

 

Las redes sociales favorecen estas actitudes. Es muy fácil personalizar nuestra experiencia en línea, bloqueando todo lo que nos contraría. Es muy fácil juzgar el valor total de una persona por un solo comentario o una sola publicación. Es más difícil hacerlo cuando interactúas en vivo. Sabes que tienes vecinos, colegas, familiares que a lo mejor tienen una que otra idea rancia, pero que en el fondo no son malas personas. O puede ser que no te agraden, pero como tienes que convivir con ellos con regularidad, te las arreglas para las cosas funcionen. Una vez más, todo tiene límites; tú tendrás que sopesar qué actitudes o conductas de las otras personas son faltas imperdonables que te lleven a romper toda relación con ellas.

 

Seamos muy conscientes de lo que sabemos y de lo que no; no caigamos en el error de creer que sabemos mucho cuando no es así. Procuremos informarnos antes de opinar, y no nos creamos la primera afirmación que encontremos. Aprendamos a distinguir la información confiable de la que no lo es. No confundamos lo que quisiéramos que fuera verdad, o lo que nos convendría que fuera verdad, con lo que puede demostrarse que es verdad. Esto lo he repetido muchas veces: necesitamos conocimiento y pensamiento crítico, no sólo convicción ideológica y certeza moral.

 

He dicho que nuestra imaginación política está capturada por el pasado, y quizá ello dé a entender que no debemos mirar para nada hacia atrás. ¡No es así! Del pasado pueden venir buenas ideas; algunas cosas que ahora nos parecen imposibles en realidad han sucedido antes. Entender que las ideas que damos por sentadas en realidad tienen una historia es un profiláctico contra el dogmatismo. Lo que digo es que no se puede revivir el pasado. No podemos simplemente aspirar a recrear realidades pretéritas. Ni siquiera las mejores ideas pueden trasplantarse de época y lugar sin hacer adaptaciones.

 

b) Actuar

 


No sólo trata de una cuestión de tolerancia o apertura de mente como valores abstractos, sino de pragmatismo: no puedes esperar a que todas las personas piensen igual que tú para unir fuerzas y trabajar por un cambio. Realizar acciones efectivas que ayuden a mejorar las vidas de personas reales es más importante que la pureza ideológica. Pero hay que tener cuidado con quién nos aliamos: no querríamos ayudar a que se empodere alguien que pudiera destruir aquello por lo que trabajamos.

Parecería que estoy abogando por una especie de centrismo moderado. Les juro que no: necesitamos ideas y acciones radicales si queremos atajar las crisis que amenazan nuestro mundo. La tibieza y la indecisión son hoy en día callejones sin salida. Pero eso no quiere decir que dejemos de ser críticos y pragmáticos. El radicalismo no es excusa para ser estúpidos.

 

Por último, recordemos que la teoría es muy buena, pero que no sirve sin la práctica. Hay una razón por la cual las comunidades barriales, rurales o de oficios son muy buenas organizándose, mientras que los clasemedieros urbanos con mucha educación académica se quedan todos desorientados. Estas comunidades saben cuáles son sus necesidades y sus problemas, y saben que la única fuerza que tienen está en la organización y la solidaridad; los -ismos son secundarios. Sobre todo, tienen redes de apoyo y comunidad cuya existencia antecede a los movimientos, porque ya eran vecinos, amigos, familia, colegas, etc. Mientras, los clasemedieros urbanos están alienados por una ideología individualista que les hizo creer que no necesitaban de la comunidad y que podrían alcanzar el éxito y la grandeza en solitario.

 

Entonces hay que salir de nuestros cuartos, dejar nuestras pantallas un rato, y sumarnos a las acciones reales que se están llevando a cabo ahora mismo. Busca una organización que trabaje por una causa en la que tú crees y que pienses que puede hacer algo positivo. Haz comunidad, con tus vecinos, con tus colegas, para que juntos puedan atender sus problemas y necesidades. Esta última parte es la más difícil para mí. Soy introvertido, sufro ansiedad social y no hay nada más placentero para mí que estar en mi hamaca leyendo tranquilamente. Pero me doy cuenta de que necesitamos crear redes solidarias si queremos salir de este atolladero, y trato de hacerlo en la medida de lo posible.

 

Nadie puede saberlo todo y nadie puede hacerlo todo. Por eso necesitamos unir esfuerzos. Y claro, cada uno de nosotros es humano; cometemos errores, nos cansamos, nos deprimimos. Pero cuando el esfuerzo es colectivo y constante, uno como individuo puede retraerse un tiempo para descansar, sanar, llorar un poco, con la confianza de que los demás camaradas continuarán con la tarea mientras tanto.

 

Sobre todo, no abandonemos la esperanza. No dejemos de creer en la utopía. Todo cambia. Hasta los imperios caen, y hasta los tiranos son mortales. Los más pequeños logros de un día pueden ser la base de las futuras victorias en el mañana. Otro mundo es posible. 

 

FIN


Si leíste hasta acá, ¡muchas gracias! De verdad he dedicado mucho trabajo a esta serie. Si crees que mi trabajo tiene algún valor y quieres ayudarme a seguir creando, por favor considera unirte a mi Patreon o también puedes hacer una sola donación en Paypal. Mientras, aquí hay otras entradas para ampliar lo que hemos discutido en esta serie:

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