El pasado mes de enero se perpetró un horrible atentado terrorista en París, cuando un grupo de sujetos armados entraron a la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo y asesinaron a balazos a 12 personas. La revista era conocida por su irreverencia, y le había dedicado no pocas portadas a burlarse del extremismo islámico, violando de paso un tabú del Islam, que prohíbe representar gráficamente al profeta Mahoma. Los asesinos eran fundamentalistas musulmanes que pretendían castigar a los moneros por lo que consideraban era una afrenta contra su religión.
Esto ya lo sabemos todos y no hay mucho que decir al respecto. Lo interesante, y de lo que quiero discutir en las dos próximas entradas es la pequeña "guerra cultural" que se ha desatado a partir de este trágico acontecimiento. Las reacciones a estos atentados en Occidente han sido muchas, y en general las opiniones se han polarizado.
Por un momento pensé en no más hacer comentarios, poniendo mi perspectiva en esta discusión, pero la verdad es que hay muchas personas mucho más inteligentes y elocuentes que yo que han expresado opiniones mas valiosas que las que yo podría aportar. Entonces pensé en hacer una especie de dossier con los textos que me parecieran más lúcidos, escogiendo algunos párrafos relevantes y proporcionándoles enlaces a los textos originales.
Pero luego se me ocurrió algo más divertido. Miren, yo pienso que todos en esta humanidad, pero en especial los que escribimos para un público, formamos parte de una Gran Conversación, un diálogo eterno, un infinito intercambio y combate de ideas. Pensé entonces en tomar esos textos, seleccionar algunos párrafos e intercalarlos con acotaciones mías de forma que parezca que entre todos estamos entablando una conversación, algo así como una mesa redonda. Es un juego que se me ocurrió y que espero que aporte algo de claridad al intenso debate que se ha venido dando.
Advierto que para hacer tomé párrafos textuales de los textos que publicaron sus respectivos autores. En el caso de textos en inglés, los traduje como Dios me dio a entender. Mi propósito fue siempre ser fiel al mensaje que quisieron transmitir los autores, pero si ustedes sienten que al hacer esta mezcolanza algún párrafo quedó descontextualizado y se tergiversa el mensaje, les invito a señalarlo en los comentarios, y de todos modos pongo enlaces a los textos originales para que cada quien pueda leerlos y sacar sus propias conclusiones.
MAIK: A raíz del atentado, muchas personas han
enfatizado que, si bien repudian los crímenes, también rechazan el contenido de
la revista por considerarlo discriminatorio y ofensivo, y recalcan que no
tienen por qué identificarse con los autores de Charlie Hebdo.
Desde luego, yo entiendo que repudiar el
contenido de la revista porque va contra sus principios morales no implica que
justifiquen ni aplaudan el ataque terrorista, aunque algunos se han expresado
de ciertas formas en las que parece que así es. Por supuesto que nadie tiene el
imperativo moral de identificarse con Charlie
Hebdo (el único imperativo moral es reconocer que matar gente no está bien).
Desde luego que cualquiera está en libertad de criticar el contenido de esa
publicación, de señalar si cree que difunde mensajes negativos y de invitar a
otros a no compartir ese discurso.
Empecemos por quienes consideran reprobable el discurso de Charlie Hebdo y deciden no identificarse
con la revista:
JOSÉ ANTONIO
GUTIÉRREZ: No me identifico con la representación degradante y
“caricaturesca” que hace del mundo islámico, en plena época de la llamada
“Guerra contra el Terrorismo”, con toda la carga racista y colonialista que
esto conlleva. No puedo ver con buena cara esa constante agresión simbólica que
tiene como contrapartida una agresión física y real, mediante los bombardeos y
ocupaciones militares a países pertenecientes a este horizonte cultural.
Tampoco puedo ver con buenos ojos estas
caricaturas y sus textos ofensivos, cuando los árabes son uno de los sectores
más marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa, que han
recibido históricamente un trato brutal: no se me olvida que en el metro de
París, a comienzos de los ‘60, la policía masacró a palos a 200 argelinos por
demandar el fin de la ocupación francesa de su país, que ya había dejado un
saldo estimado de un millón de “incivilizados” árabes muertos.
No se trata de inocentes caricaturas
hechas por libre pensadores, sino que se trata de mensajes, producidos desde
los medios de comunicación de masas (sí, aunque pose de alternativo Charlie
Hebdo pertenece a los medios de masas), cargados de estereotipos y odios,
que refuerzan un discurso que entiende a los árabes como bárbaros a los cuales
hay que contener, desarraigar, controlar, reprimir, oprimir y exterminar.
Mensajes cuyo propósito implícito es justificar las invasiones a países del
Oriente Medio así como las múltiples intervenciones y bombardeos que desde
Occidente se orquestan en la defensa del nuevo reparto imperial.
TIM
SANDERS: Ha habido una campaña vocal exaltando los “valores occidentales”
de la libre expresión y el derecho a ofender, clamando que una sátira debe
estar libre de constreñimientos y tener la facultad de ofender indiscriminadamente.
Es aquí donde disiento de los satiristas de Charlie
Hebdo. El punto de la sátira es atacar al poderoso, exponer su hipocresía y
sus absurdos, y por supuesto ser graciosa. Si la sátira se dirige hacia abajo
no es sátira, es abuso.
¿Deberían los caricaturistas ser
ofensivos? Sí, por supuesto, ése es nuestro trabajo. ¿Pero a quén deberíamos
ofender? No es suficiente con decir “Somos groseros con todos, ¡¿cuál es tu
problema?!” porque resulta que no todos somos iguales. Para alguien de orígenes
cristianos aguantar las diatribas del Papa está bien, de hecho se le alienta a
ello; pero agarrarla contra alguien más pequeño y débil que uno mismo, como
todos sabemos desde el jardín de niños, está mal. Es importante no confundir
insultos con sátira; son algunas veces lo mismo, pero la mayoría no. Basarse en estereotipos fáciles y racistas como ha hecho Charlie Hebdo no es sátira, sutil o siquiera remotamente gracioso.
SIMON
DAWES: De hecho, hay razones válidas y convincentes para criticar al
periódico por haber contribuido a la estigmatización de los musulmanes en
Francia, y a una amplia banalización de la islamofobia que algunos han
diagnosticado en los medios franceses, así como por ser una publicación hecha predominantemente
por y para hombres blancos de clase dominante.
No obstante, hay algunos que han
reaccionado instintivamente a este evento proclamando que la libertad de
expresión –y, por extensión, la libertad de prensa –es un derecho absoluto. Más
aún, que Charlie Hebdo representa
este derecho –y, por extensión, todos los valores occidentales. El peligro aquí
es que esto puede ser expresado estratégicamente para justificar la
representación de los musulmanes como fundamentalmente opuestos a los valores
occidentales, así como la necesidad de mayor vigilancia estatal para monitorear
a posibles terroristas y prevenir ataques.
MICHAEL MUHAMMAD KNIGHT: He escrito mi cuota de material ofensivo.
Particularmente en mi trabajo más temprano, blasfemaba contra todo lo que mis
hermanos y hermanas musulmanes consideran sagrado. Por esa razón, después de la
controversia de las caricaturas danesas, la edición británica de mi novela The Taqwacores fue publicada en una
versión muy censurada. Permií estas purgas editoriales con la condición de que
cada pasaje censurado fuera marcado con un asterisco dentro del texto,
convirtiendo la censura en una especie de performance.
Mi historia con The Taqwacores lleva
a algunos a asumir que estoy con los racistas y los xenófobos, pero yo puedo
defender la libertad de expresión sin apoyar la supremacía blanca. Yo no soy
Charlie.
MAIK: Veamos
si podemos clarificar las ideas. ¿Es Charlie
Hebdo en verdad racista, islamófoba? ¿Está realmente burlándose del débil?
¿Cómo se puede marcar la línea entre abuso y sátira? ¿Qué dicen ustedes sobre
los que insisten en esas acusaciones?
CHARB y FABRICE NICOLINO: El Charlie Hebdo de los años 70 ayudó a
formar el espíritu crítico de toda una generación, burlándose, ciertamente de los poderes y de los
poderosos. Riéndose, a veces a mandíbula batiente, de las desgracias del mundo,
pero siempre, siempre, siempre defendiendo a la persona humana y los valores
humanos que están asociados a ella.
Nos reímos, criticamos y soñamos todavía con las mismas cosas. No traicionamos
secreto alguno, si les contamos que el equipo actual se compone de partidarios
de la izquierda, de la extrema izquierda, de los anarquistas y de los
ecologistas. No todos votan, pero todos aportaron su granito de arena a la derrota de Nicolas Sarkozy en el mes de mayo de
2012.
¿Dónde están, entonces, los supuestos racistas? No tenemos miedo
de confesar que somos militantes antirracistas convencidos y desde
siempre. Sin
necesariamente tener una tarjeta que lo acredite, en este
ámbito hemos elegido bando y jamás los cambiaremos. Si por casualidad -y no
sucederá nunca- se publicase una palabra o un dibujo racista en nuestra
revista, la eliminaríamos al instante y con bombo y platillo.
Por eso, falta saber el porqué. El porqué de esta idea loca que
se extiende como una enfermedad contagiosa. Según esa idea
proclamada por nuestros difamadores, seríamos islamófobos. Lo que, en su
vocabulario, significa racistas. Ejemplo paradigmático de la involución que se
apodera de tantas mentes.
Hace cuarenta años, era obligatorio execrar y hasta maldecir las
religiones. El que quería criticar la marcha del mundo no podía dejar de
abominar de los grandes poderes de los principales clérigos. Pero, según
algunos, cada vez más numerosos, hoy habría que callarse al respecto.
Pase todavía que Charlie consagre muchas de sus viñetas a los
papistas. Pero la religión musulmana, bandera impuesta a innumerables pueblos
del planeta (hasta Indonesia) debería respetarse. ¿Por qué diablos
tendríamos que hacer algo así? ¿Cuál es la relación, más que
ideológica, que hay entre el hecho de ser árabe y la pertenencia al Islam?
ZINEB EL RHAZOUI: La islamofobia. Qué concepto más maravilloso. Tan
amplio como la chilaba de un integrista. Es capaz de absorber todo lo que no le
plazca: la razón, el espíritu crítico, incluso el humor. El término, hoy día
tan consagrado como la xenofobia -concepto mucho más preciso-, se escuchó por
primera vez de boca de los mulás iraníes que exigían asesinar a Salman Rushdie. Eso les importa poco a los (y las)
idiotas útiles de los islamistas, cuando hoy lo ponen al servicio de su falsa
filantropía.
El resultado de sus investigaciones es la conclusión, sin la sombra de una
duda, que ser islamófobo es ser racista, y de paso atacan a la religiofobia,
igual de sospechosa. Para ellos, el derecho de criticar una religión se debe
limitar al catolicismo. Los musulmanes, en cambio, se meten en el saco de los
minusválidos, víctimas por haber nacido así, en resumen: aquellos de los que
uno no se puede reír porque la vida ya los ha castigado lo suficiente. Vaya visión
de igualdad.
El (o la) idiota útil sostiene que un
religiófobo no tiene derecho a criticar el islam, dado que sin duda no lo
conoce lo suficiente como para hacerlo. Este argumento lo he escuchado mil
veces de parte de los radicales al sur del Mediterráneo, allí donde el islam
ocupa el lugar de la ley, y donde sería muy extraño llamar racistas a los
“islamófobos”, hijos del país; es más fácil tacharlos de occidentalizados.
“Usted critica el islam porque lo desconoce: usted no tiene derecho a hablar de
él”. Porque evidentemente, si una conoce el islam, con sus cinco rezos diarios,
su ramadán y sus placeres polígamos, no hay más remedio que amarlo.
Yo, Zineb, nacida en Casablanca, donde me he criado, me
reservo el derecho. En nombre de los dieciseis años de educación islámica
obligatoria, desde Primaria al bachillerato, me reservo el derecho de criticar
el islam como me venga en gana, sin que ningún(a) idiota útil de los barbudos
me explique que yo estoy sufriendo un síndrome de odio a mí misma. Estos impostores
de la diversidad deben en primer lugar comprender que criticar una idea no es
lo mismo que insultar a quien la defiende. Sin este postulado de base, no se
puede llevar a cabo ningún debate de opiniones.
OLIVER TONNEAU: Valdría la pena saber que el blanco principal de Charlie Hebdo era el Fruente Nacional y
la familia Le Pen. Luego venían bandidos de todo tipo, incluyendo jefes y
políticos (incidentalmente, una de las víctimas del tiroteo fue un economista
que mantenía una columna semanal sobre los desastres causados por las políticas
de austeridad en Grecia). Finalmente, Charlie
Hebdo era un oponente a todas las formas de religión organizada, a la
manera del anarquismo de vieja escuela: ¡Ni
Dios, ni madre! Ridiculizaban al papa, a los judíos ortodoxos y a los
musulmanes, en la misma medida y con la misma mordacidad. Tomaron posiciones
feroces contra los bombardeos en Gaza.
Su sentido del humor se inserta
perfectamente en la tradición francesa de sátira -y a fin de cuentas estaba
dirigida sólo a un público francés. Sólo es leyéndola o viéndola fuera de
contexto que algunas de sus caricaturas parecen racistas o islamofóbicas. Charlie Hebdo también denunciaba
continuamente las injusticias sufridas por las minorías y abogaban
incansablemente por que los inmigrantes ilegales tuvieran derecho de residencia
permanente. Espero que esto ayude a entender que si ustedes forman parte de la
izquierda radical, acaban de perder valiosos amigos y aliados.
Teniendo esto en claro, el ataque se
presenta más trágico y absurdo: dos jóvenes franceses de ascendencia árabe no
asaltaron los numerosos periódicos de extrema derecha que existen en Francia
(Minute, Valeur Actuelles), que incesantemente confunden árabes, musulmanes y
fundamentalistas, sino la publicación misma que hace mayor lucha contra el
racismo. Para mí, una de las preguntas que este evento en particular plantea
es: ¿cómo pudieron estos jóvenes llegar a este nivel de confusión y locura?
¿Qué alimenta la furia fundamentalista? ¿Cómo podemos combatirla?
ALBERTO FERNÁNDEZ: Mi crítica es a ciertas denuncias superficiales de
racismo e islamofobia contra la revista que aparecen en algunos artículos de
opinión en la prensa estadounidense para justificar la postura de “Je ne suis
pas Charlie”; denuncias que me parece que están menos motivadas por una
análisis profundo de los contenidos y lenguaje gráfico del semanario y más por
el apego a ciertos lugares comunes de un multiculturalismo que da por sentada
la legitimidad de toda apelación a la cultural y la religión.
Concediendo sin regatear el punto sobre lo
“ofensivo” de la revista, el punto es que los señalamientos mencionados
coinciden en no profundizar en las razones para asignar los adjetivos y le
dejan a uno varias dudas: ¿la sola representación de Mahoma en una caricatura
es inherentemente islamofóbica? ¿La islamofobia es en sí misma racista? ¿Por
qué exactamente la religión de una minoría marginada y oprimida merece mayores
consideraciones que la religión del grupo dominante, que en el caso del
semanario francés fue ridiculizada con una saña notable? El problema, creo yo, es que algunos de los críticos de Charlie
Hebdo se han tomado en sentido literal las denuncias por “blasfemia”
emitidas por algunos voceros de las comunidades musulmanas y han terminado por
pensar que el respeto por una minoría conlleva una visión acrítica sobre sus
prácticas religiosas y culturales, las cuales, por supuesto, son siempre
cambiantes y renegociadas al interior de las comunidades que las practican.
GABRIEL
ANDRADE: El problema de Gutiérrez, típico
entre los multiculturalistas, es que nos chantajean con el anti-colonialismo.
Sí, ciertamente el colonialismo es reprochable. Pero, no por ello, la crítica
de las sociedades del Tercer Mundo es inaceptable. Gutiérrez asume que el
criticar la misoginia, los castigos bárbaros, la legislación teocrática, la
persecución a minorías religiosas (judíos, cristianos, yezidíes, bahais, etc.)
en el Medio oriente, entre otras, es una “agresión simbólica”. Describir la
realidad no es ninguna agresión. Las denuncias que gente como Ayaan Hirsi Ali,
Christopher Hitchens, Salman Rushdie o Ibn Warraq han hecho sobre el mundo
islámico, no son ninguna caricatura. Desde su privilegiada posición en
Occidente, seguramente a Gutiérrez le parecerá que lo que estos críticos describen
es una caricatura, precisamente porque él está acostumbrado a vivir en una
civilización más tolerante, y le cuesta creer que en el resto del mundo no
exista esta tolerancia. Pero, se equivoca.
Ninguna de estas caricaturas se burla de
la lengua árabe, del color de piel de los árabes, de su olor, etc. En ese caso,
las caricaturas sí serían racistas. Pero, insisto, no es el caso. Se burlan de
la religión islámica (vale agregar, los árabes son minoría en el
Islam, algo que Gutiérrez parece ignorar). Y, la religión islámica, como
cualquier otra religión, merece nuestras burlas. Exigir creer que el creador
del universo (que supuestamente es omnipotente y omnibenevolente, pero aún así
permite el sufrimiento) se apareció a un comerciante analfabeta en el siglo
VII, es algo digno de burla.
Las caricaturas no presentan a los árabes
como bárbaros que hay que contener. Presentan al Islam radical como una
religión bárbara que hay que contener. Y, en esto, apoyo sin reservas a Charlie
Hebdo. Vale agregar, además, que esta misma revista se ha burlado de
Cristo y del Papa. No veo a Gutiérrez señalar que, a partir de estas
caricaturas, Charlie Hedbo es una revista que pregona odio
contra el mundo occidental, y que expresa el mensaje de que los occidentales
deben ser exterminados.
MARJANE SATRAPI: Yo aplaudo la voluntad de Charlie
Hebdo de "pintarle el dedo" a todo tipo de autoridad, fuera
religiosa política. No siempre me encantaba lo que ellos hacían. Sin embargo,
estaba enamorada de la idea de que teníamos una revista que era así de
subversiva.
MAIK: Parece haber mucha confusión en el debate
generalizado alrededor de estos hechos. Por ejemplo, una comentarista en mi
blog comparó los ataques a Charlie Hebdo
con un hijo que al ver que el patrón veja y humilla a su madre, reacciona
dándole un golpe al abusivo. Es decir, miren cómo confunde la sátira de una
religión con la violencia real hacia personas reales, igual que lo hace
Gutiérrez, que equiparó a los franceses que hicieron
un dibujo con los ingleses que cazaron y mataron a nativos de Tierra del
Fuego para después exhibirlos como trofeos... ¿En serio creen que hay punto de
comparación? Y vean cómo implícitamente comparan los asesinatos con un acto de
justicia contra el poderoso.
En
mi entrada sobre la corrección política escribí que para que una
ofensa o insulto sea realmente un abuso, éstos deben venir de alguien con poder
sobre el insultado, de forma que éste no tenga las opciones de ignorar o
devolver el insulto. Por ejemplo, es abuso si viene de un jefe, un policía, un
político, un gángster, un profesor o el bravucón de la escuela, de los que no
puedes simplemente hacer caso omiso y que te pueden castigar física, social o
económicamente si te atreves a devolverles el insulto.
¿Estaban los moneros y escritores de Charlie Hebdo abusando de los débiles?
No lo creo. En primer lugar, como se ha dejado en claro, sus burlas no se
dirigían hacia las personas, sino a creencias, y las creencias no son sujetos
de derecho: las personas lo son, pues tienen la libertad de creer lo que
quieran sin que nadie se los impida o les imponga otras creencias. Pero las
creencias en sí no deben ni deberían estar protegidas de la burla y de la
crítica, ni aún si resulta que por la coyuntura del lugar y el momento quien
sostiene dichas creencias se encuentra oprimido y marginado.
Si así fuera, sería válido entonces
burlarse del Islam en Egipto, pero no sería justo burlarse del cristianismo
allí, porque en ese país los cristianos son minoría. Sería válido burlarse del Islam
en Afaganistán, donde el poder de los talibanes aún se hacen sentir, pero no estaría
bien burlarse del budismo, porque ahí es religión minoritaria. Sin embargo,
estaría bien burlarse del budismo en Myanmar, pero no del Islam, porque en ese
país los budistas persiguen violentamente a los musulmanes.
De hecho, eso de considerar al Islam como
religión de débiles y oprimidos es de lo más etnocéntrico y paternalista,
porque es practicada por millones de personas, en decenas de países, y por
algunos de los gobernantes y clérigos más ricos y poderosos del mundo. Lo
irónico es que mientras en Occidente algunos se deslindan de Charlie Hebdo para dejar en claro que
son bien progres y multicultis, en algunos países árabes (donde la libertad de
expresión tiene muchas más restricciones) los
moneros se solidarizaron sin reservas con las víctimas del atentado.
Pero volviendo a Francia, ¿estaban los
colaboradores de Charlie Hebdo en una
posición de poder con respecto a los musulmanes de allí? Bueno, estaban en una
posición de privilegio, toda vez que como hombres blancos su vida había sido
hasta ese momento más fácil, con más oportunidades y sin el peligro de sufrir
discriminación en el mismo lugar en el que viven.
Pero ellos, como individuos, no tenían
poder sobre los musulmanes de Francia, no eran ellos quienes los marginaban ni
los oprimían. Hay una confusión enorme cuando se mencionan las atrocidades de
los países occidentales contra las naciones árabes, porque quienes las traen a
colación parecen creer que por el hecho fortuito de haber nacido en el país
abusivo lo hace a uno compartir la culpa y la responsabilidad de lo que han
hecho sus gobiernos, como si el ser francés le confiriera un poder
incontestable sobre los árabes y musulmanes en Francia, igual al que tiene el señor
sobre el siervo.
Pero no era así. Ultimadamente, cualquier
árabe o musulmán en Francia a quien no le gustara el discurso de Charlie Hebdo podía simplemente ignorarlo,
o podía responder con críticas a la publicación o con caricaturas igual de
mordaces, sin peligro a sufrir represalias por eso. Pero los colaboradores de Charlie Hebdo no pudieron ignorar ni
contestar las balas.
Respecto a eso de considerar los
asesinatos como la respuesta desesperada de los débiles, tengan por seguro que
a los fanáticos no les interesaba liberar a los musulmanes oprimidos, sino
castigar el insulto contra sus símbolos religiosos. No atacaron a los políticos
protonazis que son los que están oprimiendo realmente a la población de origen
árabe y musulmán en Europa, sino a los que se atrevieron a pitorrearse de seres
imaginarios. Para los fanáticos ésa es una afrenta más grave que causar
daño real a gente real. Si empezamos a autocensurar las críticas y sátiras al
Islam no será para beneficio de "los oprimidos", sino de los gozan
del privilegio de poder que da el estar en la cúpula de una organización
religiosa, dictando a creyentes y no creyentes cómo deben comportarse.
Los izquierdistas que no ven la diferencia
entre la burla hacia los ídolos y los apoderados de las religiones organizadas,
y la opresión, marginación y violencia reales que sufren personas reales, y que
entienden la reacción violenta contra esa sátira como lucha anticolonial y
libertaria, caen en el mismo esquema mental que los terroristas fanáticos... Y
eso me asusta, porque yo me considero de izquierda.
Esto me lleva a preguntarme, ¿qué pasa con
esa izquierda que repudia a Charlie Hebdo,
que insiste en que la libertad de expresión debería tener límites, que señala
con el dedo gritando “revisa tu privilegio”? ¿Cuándo dejó la izquierda de tener
como sus valores principales la libertad de expresión y el cuestionamiento de
toda autoridad? O sea, ¿qué pedo con esa izquierda?
GERARDO VILCHES: Pienso que hay, en ciertas personas, una necesidad de
disentir casi patológica, de ir más allá de la mayoría, incluso de los de su cuerda, de ver lo que nadie ve, de querer
ser más papista que el papa: de ser más izquierda que nadie. Normalmente esto
conlleva una seriedad exagerada, un ansia de trascendencia que deviene en una
superioridad moral tan dañina como la de la derecha más tradicional. Desde
arriba, nos juzgan y señalan nuestros pecados. Y se pasan, claro. Creo de veras
que cierta izquierda, en esa especie de carrera por ver quién es más abierto,
tolerante y respetuoso, han acabado dando la vuelta completa y cayendo en
cierto tipo de conservadurismo. Es lo que ha sucedido estos días en torno
a Charlie Hebdo.
Obviamente muchas de esas personas ni siquiera conocían la revista
previamente. A partir de cuatro portadas que satirizaban el Islam se han
formado una rápida opinión para desmarcarse de la corriente y descubrirnos que
ahora lo verdaderamente de izquierdas es censurar y poner límites, porque,
claro, Charlie Hebdo es una revista islamófoba. Porque
satiriza el Islam. Da lo mismo que durante sus cinco décadas de historia hayan
disparado a todo y a todos, da lo mismo que tengan multitud de portadas y
chistes donde arremeten contra otras religiones, incluyendo la católica. Da lo
mismo que hayan cargado abiertamente contra la derecha y contra las políticas
xenófobas de la misma, da igual que varios de los dibujantes sean de origen
árabe. Han visto una imagen en la que han detenido la mirada tres segundos y
eso es suficiente para sentar cátedra.
Criticar el Islam es racista y xenófobo, dicen. Es una falta de respeto
innecesaria a las creencias de unas personas. Ok. Supongo entonces que toda esa
gente se sentirá fatal cuando Mongolia ridiculiza
las creencias de los católicos españoles. Pero no, por supuesto. A esas
personas de izquierda les parece bien eso, les parece bien la crítica sin
límites a nuestras tradiciones, entienden que eso es progresista, y de hecho
ponen el grito en el cielo con cada condena de nuestra deficiente legislación a
un humorista. Porque, dicen, la libertad de expresión es sagrada. Cómo ha
cambiado el cuento en tres días. De repente, las mismas personas que
seguramente compartirían entusiasmados viñetas de El Papus de los años setenta cargando contra la
Iglesia, los mismos que quizás sin saber su procedencia hayan aplaudido antes
alguna portada de Charlie Hebdo crítica
con Franco— por ejemplo—, nos dicen que libertad de expresión sí PERO.
ZINEB EL RHAZOUI: Qué cómodo es ser
intelectual y cerrar filas con quienes nunca se ven amenazados por los cócteles
molotov, ni corren riesgo de aparecer en la lista de una web de Al Qaeda, todo
en aras de redimirse ante cualquier sospecha de racismo!
Idiota útil, permíteme que te diga: tu obsesión con que te puedan tomar por
racista hace que defiendas a la extrema derecha musulmana. Entre los mil
quinientos millones de musulmanes en cuyo nombre tú crees hablar, sólo algunas
miles quieren llevar el niqab. La mezquita de La Meca, el lugar más sagrado del
Islam, prohíbe entrar con niqab, y tú defiendes que se lleve en la Universidad
en Francia. Al tomar partido por el ala fascista del islam, arrojas a sus
fauces a los demás, a la mayoría silenciosa y a la minoría laica militante. La
Historia no te lo agradecerá.
ILYA U. TOPPER: Una izquierda que ha enterrado su cabeza todavía
mucho más profundamente en la arena que la derecha. No han aprendido: apenas ha
dejado de retumbar el eco de los disparos de París cuando una legión de
pensadores de izquierda se ha abalanzado sobre Charlie
Hebdo para denunciar que caricaturizar a Mahoma es racista y
xenófobo y se burla de los débiles.
Los débiles: como si el islam en Europa
fuera la religión de los débiles. No lo es: ese islam que defienden los
predicadores europeos, ese de las mezquitas de ostentación, sea la de la M-30 o
sea la que pretenden construir en Colonia, de débil no tiene nada. Es la religión de varias
monarquías bañadas en oro negro, países cuyos dirigentes son los dueños
de Harrods y parte del resto de Londres. Países con dinero suficiente como para
financiar cadenas satélite, universidades con becas para todos (a condición de
convertirse al islam) y milicias cortacabezas por medio Oriente.
Seguramente también han financiado el
mejor gabinete de relaciones públicas del mundo, si la izquierda europea cree
que una revista satírica francesa al borde de la quiebra estaba humillando
a “los débiles” cuando esta revista desafió la prohibición de dibujar a
Mahoma, prohibición que no existe en el islam y de la que nunca han sabido nada
los obreros magrebíes o turcos, hasta que no la proclamasen urbi et
orbi los teólogos saudíes.
Y la izquierda probablemente desgastará
sus últimos cartuchos de tinta en intentar convencerse a sí misma de que luchar
contra siglos de opresión eclesiástica y contra los coletazos de la reciente
dictadura nacionalcatólica es justo y necesario, pero que el islam de los
saudíes es diferente, exótico, intocable, digno de todo respeto como cualquier rito de una lejana tribu caníbal.
Mientras se coman entre ellos.
GONZALO FRASCA: Charlie Hebdo es hija
del 'Siglo de las Luces' francés, de la defensa de las ideas ante todo, por más
ofensivas que puedan ser. El actual discurso de la cultura estadounidense
proclama la coexistencia pacífica, el no ofender al vecino con la esperanza de
vivir en paz. Aclaro que hablo de un discurso ideológico; no me refiero a lo
que hace el gobierno de Estados Unidos, que es distinto. Es lo que llamamos ser
políticamente correctos, una estrategia que Estados Unidos necesitó para lidiar
con su diversidad y sus conflictos raciales internos y que ahora ofrece como
receta para convivir en un mundo que se globalizó de golpe.
ALBERTO FERNÁNDEZ: Cuando conocí a las amigas de la universidad de mi
esposa, hace casi 13 años, me contaron una historia sobre malentendidos
interculturales. Todas habían asistido a una pequeña universidad muy liberal
del medio oeste estadounidense en la segunda mitad de los años 90, en plena
reconfiguración de la izquierda en torno a la política identitaria y el
multiculturalismo. La historia es esta: una chica de la misma generación de
este grupo de amigas había conocido a un joven mexicano durante una estancia
semestral en el D.F. En la ciudad se enamoraron y decidieron vivir juntos en
Estados Unidos. Luego de un tiempo al otro lado del río, sin embargo, el
paisano debió darse cuenta que su corazón era muy grande para una sola gringa y
le hizo a la chica una propuesta: le dijo que la relación había caído en la
monotonía, que debían abrirse a salir con otras personas y que ellos debían
seguir queriéndose sin compromisos en un proceso que él llamo “reconquista”.
Una de las amigas de mi esposa le advirtió claramente que el mexicano le estaba
echando un choro barato para no perder los privilegios de su
cama, pero “sin ataduras”. Sin embargo, la chica se retorcía de angustia. “¿Y
qué tal –respondió llorando- si la ‘reconquista’ es una práctica cultural
legítima en México y yo no la puedo entender desde mi etnocentrismo?”
Después del ataque extremista contra Charlie Hebdo hubo una
explicable condena unánime a la infamia, pero también una clara división acerca
de la forma de expresar la solidaridad a la revista. Hubo quienes hicieron suya
sin reservas la consigna “Je suis Charlie” y también quienes se apresuraron a
deslindarse de ella ofreciendo una amplia gama de razones. Me interesa
especialmente cómo se expresó esa división en la izquierda porque me parece que
algunos de los argumentos en contra de ofrecer una solidaridad irrestricta a la
publicación reflejan un poco de ese sentimiento de culpabilidad y pérdida de
autoconfianza frente al multiculturalismo de la historia de la chica
universitaria y el mexicano con corazón de condominio.
XABEL VEGAS: Paradójicamente a la
progresía de esta parte del planeta le gusta recurrir a un elemento propio del
cristianismo más beato como es el de la culpa. La mala conciencia nubla el
entendimiento y distorsiona la mirada que tenemos hacia la realidad.
Pertenecemos a la parte privilegiada de la humanidad y eso pesa tanto que
buscamos la explicación de todos los males del mundo en nuestra propia maldad primigenia,
en nuestro particular pecado original. No falta quien utiliza el imperialismo
occidental como comodín justificatorio de todas las barbaridades que comenten
otros, como si un mal justificase siempre un mal contrario. La reacción de una
parte de la izquierda europea ante los atentados contra el Charlie Hebdo ha puesto de manifiesto una vez más ese tipo de
ideas.
Van a disculparme que no solo no reniegue de formar parte de la región del
mundo que disfruta de más libertades individuales sino que celebre dichas
libertades e incluso las desee para los ciudadanos de otros lugares del
planeta. No pienso caer en la trampa de la mala conciencia que desprecia
elementos tan fundamentales como la libertad de expresión, la libertad de
prensa, la libertad de orientación sexual o la igualdad de género, como si
fuesen caprichos occidentales. El deseo de exportarlos a aquellas partes del
mundo donde no pueden disfrutar de ellos no es un síntoma de imperialismo
uniformizador, por más que algunos se empeñen en ello. Solo una
mentalidad aburguesada puede restar valor, en nombre del particularismo, a
derechos que para nosotros son innegociables. Como si el resto del mundo no
estuviese preparado para entender su significado y como si los europeos
tuviésemos la obligación de ayudar a quienes no lo son a preservar sus
culturas, por más preceptos aberrantes que puedan contener. Una actitud
paternalista que victimiza al no occidental y lo discrimina tratándole como un
menor de edad no preparado para comprender nuestros valores más elementales.
MAIK: Hay dice que la libertad de expresión
tiene o debería tener limites...
GERARDO
VILCHES: Nos estamos equivocando terriblemente. En serio. Si ése va a ser
el discurso, si la izquierda va a ser así, perdón pero yo me bajo. Esto no es
ser de izquierdas, o al menos no es la idea que yo tengo de ser de izquierdas.
Primero: la oración «Estoy a favor de la libertad de expresión» debe ser simple
y terminar con un punto. No admite matices. Si los tiene, entonces ya no es
libertad. Si consideras que una cosa es la libertad de expresión y otra faltar
al respeto, entonces no has entendido absolutamente nada. La libertad de
expresión incluye la posibilidad de faltar al respeto. Porque si tenemos que
respetar las creencias, entonces tenemos que respetarlas todas; incluso las
absurdas o las que sólo sostiene una persona. Lo cual equivale a decir que no
podemos reírnos de nada. Pero si la cuestión es que alguien considera que no
puede satirizarse una religión porque es la que profesa un pueblo oprimido, entonces vamos todavía peor. Primero,
por el paternalismo etnocentrista de quien está intentando ser más tolerante y
multicultural que nadie. Y segundo, porque precisamente es la versión dura de
esa religión la que está oprimiendo a millones de árabes.
Musulmanes o no, religiosos o no. Estáis errando el tiro: no es con el
radicalismo y el fanatismo con el que debéis ser tolerantes. No son «sus
costumbres»; es un sistema de control totalitario y asfixiante que está
matando, sobre todo, árabes. Que oprime a las mujeres, que castiga la
disidencia, que tortura. Que hace todo lo que aquí hemos luchado, desde la
izquierda, por erradicar. Y ahora, por no querer pecar de lo que con acierto
denunciáis en la derecha, por no dar pie a que nadie dude de vuestro respeto a
otras culturas, estáis comulgando con ruedas de molino. Ruedas de molino
peligrosas, además. Y se cae en una esquizofrenia cultural llamativa: se
defiende el velo porque las monjas también llevan la cabeza cubierta y al mismo
tiempo se critica la iglesia católica por relegar a las mujeres a ese rol. Se
exige el laicismo para nosotros pero
se respeta el integrismo para ellos. Sólo que ya
no hay un nosotros separado de un ellos.
No es una cuestión cultural. Se trata de opresión y tiranía. Y,
creedme, a nadie le gusta ser oprimido. Pensaba que eso sí lo teníamos claro.
Si ante la prohibición de dibujar a Mahoma la respuesta es no dibujarlo,
entonces han ganado los opresores.
MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ: Por principios creo en la libertad de expresión y me alarma
mucho el peligro de que la conducta individual o social se vea controlada y
regida, y sobre todo censurada, por lo "ofendido" que se pueda sentir
alguien por lo que diga otro. Cualquier cosa puede ser interpretada como algo
"ofensivo", y entonces no se podría decir nada porque todo ofende. Lo
que estoy escribiendo ahora puede ser ofensivo para alguien, ¿ya por eso pierdo
el derecho de escribirlo?
Lo que parece estar prevaleciendo es la idea de que se debe
censurar sólo aquello a lo que los "ofendidos" respondan con brutal
violencia, ya sea verbal, psicológica o físicamente. Que no puedas criticar a
los terroristas islámicos porque miles de willystoledos salten babeantes a
llamarte "racista", que no puedas expresar una opinión de izquierda
porque los derechistas puedan presionar a tu empresa para que te despidan... es
la censura por la vía del miedo y convierte en blanco de la crítica sólo a
aquél que no está dispuesto a atacar, golpear, destruir o matar por sentirse
"ofendido".
Quizá a algunos les parezca de mal gusto, pero esta caricatura tiene tanto derecho de existir y ser publicada como las que hacía Charlie Hebdo. |
El colmo de la ironía: fui expulsado de Facebook durante siete días por postear esta imagen |
Defender la libre expresión es defender que la gente diga cosas
que no nos gustan. O estar dispuesto a callarnos si a cualquiera resulta que no
le gusta lo que decimos, que equivale a convertir al mundo entero en una mezcla
aterradora de Irán, Corea del Norte y la Alemania Nazi.
JORGE
HILL: ¿Qué importa si te ofende? ¿Qué importa que algo que para ti es
sagrado, para otra persona sea un absoluto absurdo digno de risas? Nada, si
viviéramos en un mundo en el que la gente ha aprendido que su moral y su visión
del mundo no es la única ni la válida, que es únicamente la suya aunque la
comparta con otro puñado de millones.
Pero no, ellos quieren “límites”. ¿Desde
dónde vendrá el límite? ¿Qué discurso, qué poder y qué moral lo impondrá? ¿Le
hará gracia y le parecerá muy bien al que quiere poner “límites” cuando se los
pongan a él, cuando se limite o se anule la adoración y expresión de sus
símbolos más queridos y sagrados?
No, aquel que quiere poner límites a la
libertad de expresión asume que se impondrán desde su moral, que serán cómodos
para él, que estarán “de su lado”. Tremenda inocencia, la que deviene de vivir
el delirio de una única y verdadera moral: ¿cómo habría otra opción?
NOAM CHOMSKY: La apasionada y ubicua consigna "Yo soy Charlie", no
debería entenderse como un indicio, ni siquiera como una insinuación, de
asociarse con la revista. En cambio, debería expresar la defensa del derecho a
la libre expresión sin importar lo que se opine de los contenidos, incluso si
se les considera odiosos y depravados.
GONZALO FRASCA: Es cierto que hay vestidos, ideas, dibujos y textos que nos
pueden molestar y hasta ofender. Muchos dibujos de Charlie Hebdo (y de su equivalente edulcorado estadounidense, South Park) no me hicieron gracia y varios me
indignaron. Pero las únicas alternativas civilizadas son ignorarlos o responder
en el mismo plano: escribiendo, dibujando y argumentando. Si reaccionamos con
violencia física nos convertimos en bestias. Y como dijo Buda: “quien te
enfada, te domina”.
La dificultad de convivir con el
otro es parte de la naturaleza humana. Pero en los últimos años, gracias a las
redes sociales, está quedando documentada por escrito y eso nos ayuda a ver
cómo nosotros mismos reaccionamos frente al debate y la intolerancia.
SANTIAGO ALBA RICO: No es que uno no pueda hacer daño escribiendo y dibujando
-enseguida hablaremos de esto-; es que escribir y dibujar son tareas que una
larga tradición histórica compartida sitúa en el extremo opuesto de la
violencia; si se trata además de la sátira y el humor, nadie nos parece más
protegido que el que nos hace reír. En términos humanos, siempre es más grave
matar a un bufón que a un rey porque el bufón dice lo que todos queremos oír
-aunque sea improcedente o incluso hiperbólico- mientras que los reyes sólo
hablan de sí mismos y de su poder. El que mata a un bufón, al que hemos encomendado el decir libre y general,
mata a la humanidad misma. También por eso los asesinos de
París son fascistas. Sólo los fascistas matan bufones. Sólo los fascistas creen
que hay objetos no hilarantes o no ridiculizables. Sólo los fascistas matan
para imponer seriedad.
MAIK: Hablando de eso, otros han dicho que
publicar esos contenidos simplemente era imprudente...
GERARDO VILCHES:
El argumento del miedo me apena más incluso que el anterior, que más bien me
cabreaba. «¿Qué necesidad hay de provocar? Hombre… seamos juiciosos». Tanto
darle vueltas a los límites del humor y de la libertad de expresión para llegar
a la conclusión de que el límite está en las pistolas. Así de triste. Di lo que
quieras pero si te pueden pegar un tiro, cállate. Esto no me lo estoy
inventando, ni estoy haciendo parodia: son comentarios que se escuchan y leen
en estos días, dichos por gente supuestamente tolerante y abierta. «Se lo han
buscado», «Ya sabían el riesgo que corrían». El argumento de ser tolerante con
la intolerancia porque las consecuencias pueden ser sangrientas es, lo voy a
decir claro, aterrador. Supone una derrota absoluta, en mi opinión, de unos
valores y una ideología que debería buscar todo lo contrario: la valentía, el
arrojo, la lucha por lo que se cree. Si nos metemos con unos porque no nos ponen
bombas pero con los que sí lo hacen nos callamos, hemos perdido. Y ellos han
ganado.
GONZALO FRASCA: ¿Por qué burlarse de lo que para
otros es sagrado? ¿Por qué provocar a los extremistas islámicos si sabían que
podían reaccionar con violencia? Como lector de su publicación y de sus bromas,
creo que lo hacían porque estaban convencidos de una verdad: no se puede
convivir con fanáticos irracionales.
En la visión del semanario
francés, la tolerancia políticamente correcta es como intentar convivir con un
esposo golpeador. Es creer que el esposo es naturalmente bueno, pero sólo
golpea cuando se lo provoca. Es convencerse de que la culpa no es del violento
sino de la víctima. Es creer que si nos portamos bien, nada malo pasará. La
experiencia muestra que, tarde o temprano, el golpeador golpeará.
Podemos ser políticamente
correctos y decir que los dibujos de Charlie
Hebdo eran “demasiado controvertidos”. Pero eso es lo mismo que argumentar
que el vestido de una mujer violada era “demasiado sexy”. Aquí no hay
controversia alguna: por un lado tenemos dibujos y por el otro balas asesinas.
¿Podemos convivir con fanáticos
si no los provocamos? ¿O debemos dejarlos en evidencia para tomar consciencia
de su brutalidad? No es una pregunta simple, pero coincido con Charlie Hebdo que es un problema con el
que hay que lidiar más temprano que tarde. Por eso creo que, a pesar de no
compartir muchas veces su humor, era y seguirá siendo necesario.
JORGE
HILL: Ya no sorprende a nadie que automáticamente se escupan al aire
cretinismos repetitivos vacíos como “Se lo buscaron”, con esas palabras u
otras, con velos lingüísticos y desarrollos innecesarios que buscan el
eufemismo intelectualizado. Al final, la lógica tan común (y tan vista en el
mexicano) de culpar a la víctima por sus expresiones y por el ejercicio de sus
libertades, termina cerrando su ciclo y logrando su función: atemorizar o
devaluar, ejercer poder desde una moral específica (de las millones que
existen) e instaurar la censura y autocensura para obstaculizar el progreso de
otras morales, otros poderes, otros caminos, otras posibilidades.
Curiosamente -o no- se parece mucho al
proceso terrorista. En el caso de Charlie
Hebdo y otros parecidos, de la historia reciente y antigua, los dos
procesos se unen para formar la aniquilación y el mensaje claro: “esto no
se va a soportar, si lo haces, sufrirás el mismo destino”.
“Provocativa”, su palabra favorita. De la
misma manera en la que considerarían “provocativa” a una mujer en minifalda,
“ella se habrá buscado la violación”. Y se pierden en largas y absurdas
apologías, justificaciones y “diferenciaciones” de esta “lógica”, en tantos “yo
no dije eso”, cuando se pueden decir tantas cosas a través de una “lógica” o
método de pensamiento sin usar las tantas palabras y ejemplos específicos que
los pueden ir revistiendo. Un método específico y tan simple de pensamiento no
se puede usar cuando conviene y ocultar cuando no. O sí, es lo que algunos
creen demostrarnos.
Así, aquellos reaccionarios y victorianos
trasnochados que piensan que debe haber un “límite” para la libertad de
expresión nos muestran “una evidencia más” de su lógica. “¿Ya ven lo que
pasa?”. Entonces nos aliamos al terror, sin ponernos el uniforme, sólo uno de
los calcetines.
¿Esto nos hará terroristas? evidentemente
no. ¿Aterrados? probablemente sí. ¿Moralistas mórbidos que necesitan ejercer su
poder sobre todos los demás? definitivamente sí. El pan de todos los días, lo
“normal”. No vaya a ser que alguien se ofenda.
MAIK: Una reflexión final y para ello trazaré un símil. He dicho antes que en general no estoy de acuerdo con la violencia y la destrucción como expresiones de protesta, porque no me parece la estrategia más inteligente ni la más efectiva. Aún así, desconfío de aquellos que se esmeran más por expresar su repudio enfático hacia ventanas rotas y coches incendiados de lo que se atreven a manifestar su indignación por violaciones a derechos humanos y crímenes de Estado. Si por cada vez que expresas que matar personas no está bien, dices diez veces que "pero eso no justifica el vandalismo", algo te está fallando.
De la misma manera, desconfío de la brújula moral de cualquiera que se esmere más por expresar su repudio hacia unos dibujitos de lo que se esfuerza por condenar un asesinato. Si por cada vez que aceptas que matar personas no está bien, apuntas diez veces que las caricaturas eran muy ofensivas, algo anda mal contigo.
Como sea, más grave aún que las
reacciones moralinas y mojigatas de la izquierda buenrollera contra las
caricaturas de Charlie Hebdo, me
parece la reacción de la derecha xenófoba y fascistoide, empezando por exigencias
de que los musulmanes en general se disculpen por el atentado, que de otra
forma pensaríamos por default que lo aprueban, hasta llegar a proclamas de que
el Islam es un peligro para Europa y que por ello hay que expulsar o tener bien
vigilados a todos los musulmanes… Éste será el tema de nuestra próxima mesa redonda,
al igual que comprender los orígenes del terrorismo islámico, la
responsabilidad de Occidente en su surgimiento y los peligros de una creciente
islamofobia en el mundo. ¡Nos vemos!
3 comentarios:
Magnífica entrada, Maik. Nadie tiene derecho de utilizar sus creencias o dogmas para imponer a los demás lo que deben dibujar, escribir e incluso pensar.
Felicidades, de tus mejores entradas de todo el blog, aunque hayas escrito poco. El mérito está en la labor compilatoria y de análisis, de cotejar y categorizar las aristas del fenómeno, para quien no tenga oportunidad de leer todas las fuentes de primera mano.
Si la parvada de imbéciles que tenemos por "periodistas" en México hicieran la mitad de la labor que realizaste aquí, hasta serían voces útiles en el proceso de toma de decisiones sociales.
Tus alumnos no tienen idea de lo afortunados que son de tenerte como profesor.
Hola, muchas gracias por sus comentarios. Saludos.
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