El martes 4 de mayo el maestrazo Joaquín Sabina se presentó en esta ciudad. El concierto estuvo chévere, y en un arranque de irresponsabilidad hasta me compré un sombrerito oficial de la gira, baratón, pero bien pinche caro, y luego me dieron remordimientos de comprador. De lo que no me dieron remordimientos fue de haber ido al concierto. Muy chido. Aunque sentí a la gente un poco apagada, debía ser que estaba lleno de posers. Es que a mí me gusta en los conciertos compartir el entusiasmo y la embriaguez musical con otros fans. Y otra cosa, a lo mejor soy muy ignorante, pero las canciones de Sabina que más me gustan son las más rockeras, aunque muchos dicen que, por el contrario, ésas sobran. Es que en este mundo hay dos tipos de personas: los cursis y los rockeros. Y pos yo soy rockero. Ches cursis.
Después del concierto me fui con Isaac y tres nenas de agasajo (una de las cuales hasta es mi novia) a una pizzería, no muy buena ni muy barata, pero fue divertido. No dormí más de dos horas, porque a las 4 de la mañana del 5 de mayo me tuve que despertar para ir al aeropuerto, donde tomaría un avión (obviamente no un submarino, es el aeropuerto). Una vez a bordo, el copiloto nos dio la bievenida en español y luego agregó "En inglés se las debo, por lo de la ley de Arizona". Qué simpático, él. Después, la aeronave partió con rumbo a la bella ciudad de Oaxaca.
Ah... Oaxaca. Mi papá trabajó allí unos tres años, así que pasé buenos veranos, navidades y semanas santas en esta bella ciudad, llena de cultura, gente amable y un clima muy agradable todo el año. Los oaxaqueños se quejan del calor, pero es que no saben nada de la vida. Ah, pero es imposible recuperar el pasado. No sentí como si volviera a una tierra que había sido como mi segundo hogar en aquella bonita época que es la pubertad. Me sentía como en un sitio nuevo y desconocido, muy chido, sí, pero no me sentí como cuando niño. Ni pex, a seguirle con el paseo, tampoco hay que ser niño.
Me di cuenta de que la memoria es como un teléfono descompuesto. Mi yo de hace 10 años le cuenta lo que hizo a mi yo de hace 5 años, quien se lo cuenta a mi yo de hace 2 años, quien se lo cuenta a mi yo de hace 1 año, quien me lo cuenta a mí (la división cronológica es simplista y artificial, en realidad sería infinitesimalmente divisible). Yo sé lo que mi yo de hace 10 años hizo, pero no lo recuerdo. Luego me dije, "¡no seas emo!" y me dejé de tonterías.
¿Que a qué fui a Oaxaca? Ah, pos fui a un encuentro de escritores oxaqueños, colombianos y yucatecos, que se celebró en esa ciudad en el marco del festival de arte Humanitas. ¿Que qué hacen los escritores cuando se encuentran? Pos leen. Sí, leen. Ah, bueno y también beben, fuman, comen, bailan y se dan la buena vida, pero sobre todo leen. O sea, cada día algunos de los escritores pasan a una mesa pánel y leen su trabajo frente a un público. Al terminar los espectadores se acercan a felicitarlos, o a mentarles la madre, según sea el caso. ¿Y qué hacía yo allá? Ah, pos que resulta que soy escritor. Chafita, pero escritor al fin y al cabo, diga lo que diga Tatto, pues me invitaron a un encuentro de escritores y en ningún momento me dijeron "Pero vas en calidad de edecán", labor que también habría podido desempeñar de manera honrosa.
Pues sí, fui invitado. Viaje en avión, tres comidas, hotel bien bonito con habitación para mí solito y aire acondicionado... ¿Quién decía que ser culto y leer mucho no me iba a llevar a ningún lado gratis? ¿Eh, eh, eh? Entre los otros escritores yucatecos que fueron invitados se encuentran mi buen amigo Agustín, Karla Marrufo, el maestro Jorge Cortés, Roberto Azcorra, Luis Alcocer y Sergio Salazar. Y por si fuera poco, también estuvo por ahí el gran poeta Raúl Renán. Y tuvimos la oportunidad de conocer a varios poetas y narradores oaxaqueños (y a un colombiano) con obras muy interesantes todos ellos. De hecho, entre tantas cosas tan chingonas me sentí fuera de lugar; me di cuenta de que mi libelo es en el mejor de los casos simpático y que con simpatía no se hace literatura... Pinche libro estúpido, mejor ni lo compren... No, mejor cómprenlo, necesito el dinero.
Me preparé para la visita de Oaxaca leyendo la obra de Diego Enrique Osorno, "Oaxaca sitiada", muy interesante, ahí luego les subo la reseña. En realidad, la ciudad estaba muy tranquila. Pero eso sí, está llena de graffittis con máximas izquierdosirijillas: "2 de octubre no se olvida", "Zapata vive", "presos políticos, libertad", "2010: estamos listos". Y había imágenes del Che, pósters de las Fuerzas Revolucionarias Populares y hasta a la vuelta de nuestro hotel estaba el cuartel de unos troskos. Muy pintoresco.
No hubo mucho chance de pasear, aunque pudimos visitar El Tule y Monte Albán (el árbol de El Tule no es un tule, sino un ahuehuete, ¿sabían eso?) Nos pasamos casi todo el tiempo en los eventos del congreso. Y cuando no, íbamos a comer. Es que, fuera de Agustín y Karla (de hecho, yo era el más joven), íbamos con puros ñores, y vieran cómo les gusta la comida a los ñores. Cuando yo ando de viaje puedo vivir con una bolsa de cacahuates con tal de pasear más. Pero para los ñores la comilonga es parte del paseo, así que después de cada lectura la preocupación era "¿Y dónde vamos a comer?", y tras la comida venían largas sobremesas. Eso sí, se come de maravilla en Oaxaca.
Por cierto, que entre tantas literaturas, tlayudas, queso, chapulines y mezcal, escuché de un pueblito llamado San José del Pacífico. Me dijeron que ahí se practicaba el arte de María Sabina y que si quería aventurarme para allá, debía renunciar al alcohol y la carne por unos días, cosa que hice, y por lo cual me sentí muy bien, la verdad. El domingo 9 de mayo era el único día en el que podría ir a San José, así que desde el sábado me fui a la terminal de autobuses a averiguar cómo estaba la jugada. El nueve, apenas pude me fui para la terminal. Pregunté a qué hora salía el siguiente autobús para San José. Me dijeron que a las 2.30, pero que todavía no sabían si iba a haber corrida, porque no había llegado el camión (???) y que por lo tanto no podían venderme boletos. Esperé. Cerca de las 2.30 pregunté y me dijero que la siguiente corrida era las 4.30. Me mandaron de una ventanilla a la otra. No sabían si habría corrida de las 4.30... Al final, harto de que le estuviera pregunte y pregunte, el señor de la ventanilla dijo "No va a haber corrida hasta la noche". Imposible, yo regresaría a Mérida a las 10 de la mañana. No pude ir a San José y no hubo homenaje a María Sabina :( Pero no pude resistir poner así el título.
Al llegar a Mérida, en el aeropuerto había un gran anuncio que decía, en inglés, lo siguiente: "¿Puedes imaginar este lujo en Mérida? ¡Es más fácil de lo que piensas! Compre casas en no sé dónde" Y abajo la imagen de una joven y cosmopolita pareja de güeritos en una casa bien pipirisnáis siendo atendidos por una mujer maya. Como diciendo: "en Mérida tendrás tales lujos que pondremos a los habitantes originarios de esta región a servir tu mesa". No hay lugar como el hogar.
4 comentarios:
Órale, cuántas aventuras en tan pocos días; lo único malo fue que no pudiste ir a San José del Pacífico, y la neta si se siente gacho que no puedas visitar un lugar en específico muy lejos de casa (como me pasó en Chiapas, al no poder ir a Palenque).
Y el anuncio del aeropuerto, una "joya" que indica el regreso a la cruda realidad de todos los días.
Creo que toqué un nervio, pero gracias por la mención Mike!
Sabina es apellido de grandeza, y si, el rock es lo mejor, aunque tambien hay que disfrutar todo joaquin...
Y por cierto, muy buena analogia del telefono descompuesto.
Saludos
Jajaja. Qué risa, Maik. Vendré más seguido a visitar tu blog. Cuándo nos echamos otro mezcal? Ha dejado de arderme el estómago. Salud!
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