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martes, 15 de diciembre de 2020

Por qué no hay que leer estos libros de Bram Stoker


El pasado Halloween quise leerme uno de esos libros que conseguí hace años, pero que no había leído. Si ustedes son de las personas que se agencian cuanto libro pueden, seguro saben cómo es eso. En fin, éste en cuestión trae dos novelas de Bram Stoker (1847-1912), famoso por haber creado al vampiro ficticio más célebre de todos, el Conde Drácula (1897). Las novelas son La madriguera del gusano blanco y La dama del sudario. Dice la introducción de este libro que, si no fuera por Drácula, novelas como estas dos habrían bastado para cimentar la fama y el prestigio de su autor.

 

Lol. No.

 

Son malas. Me tomó casi dos meses terminar el volumen, y eso que soy obsesivo y no suelo abandonar un libro una vez empezado. Pero éste me dio tantísima flojera que lo tomaba casi como una tarea porque, si no lo hacía, mis compulsiones me daban amsiedá. Y bueno, no se los voy a recomendar ni ná, pero acabé emputado de haber perdido tanto tiempo con este par de noveluchas, y quería desquitarme sacándoles provecho de algún modo. Entonces pensé que sería divertido darles aquí un resumen despotricado. Con spoilers, claro, porque de verdad no vale la pena leerlas, a menos que quieran embarcarse en el proyecto de abarcar toda la literatura gótica victoriana o algo así. Advierto que esto no es análisis literario ni mucho menos, sino puro ranteo. Bueno, vamos a ello.

 


La primera es la última. O sea, la primera novela que aparece en el volumen es, de hecho, la última publicada por Stoker, La madriguera del gusano blanco. Dicen las malas lenguas que para entonces el autor estaba enloqueciendo de sífilis, contraída por su afición a las prostitutas. En realidad, no hay evidencias de que Stoker tuviera sífilis o frecuentara señoritas urbanas, pero sería una muy buena excusa para haber escrito una cosa tan pinche.

 

¿Por qué digo esto? Ok, pongan atención. La historia va de Adam, un chavón que se muda a la propiedad de su adinerado tío en la campiña inglesa. El problema es que en la propiedad vecina vive Lady Arabella, una señora guapetona que secretamente es una serpiente albina gigante. Bueno, joder, ni siquiera queda claro si la serpiente albina gigante es la señora o controla a la señora. El otro problema es que también por ahí vive Edgar Caswall, un lord perverso que está adquiriendo poderes hipnóticos, y su negro secuaz, un ofensivísimo estereotipo racista con patas, que hace vudú y cosas así.

 

Esta combinación de coloridos personajes podría dar para una aventura muy extravagante, pero está tan mal escrita que se vuelve aburridísima. La novela no tiene ni pies ni cabeza y las cosas sólo pasan porque sí. Pero lo peor es esto: Lady Arabella, la señora culebra, es medio excéntrica y mamona, y una vez le dispara a una mangosta, pero fuera de ello, nunca hace nada malo. Lo único que quería era casarse con Caswall porque ella estaba en bancarrota y le gustaban comprar cosas caras y bonitas. ¿Por qué habríamos de considerarla un monstruo o una villana?

 

Bueno, pues porque nuestro héroe, Adam, y su amigo Sir Nathaniel se ponen a especular durante páginas y páginas que ella es malvada y hay que matarla. La secuencia de su razonamiento es pasmosa. Empiezan con el nombre del lugar, Lair of the White Worm, y el hecho de que ahí hay muchas culebras y leyendas sobre culebras. Deciden que las leyendas tienen que estar basadas en hechos reales, y que ahí debió existir una serpiente monstruosa desde tiempos prehistóricos. Luego, agárrense, de la nada suponen que el bicho debió haber evolucionado a lo largo de los milenios hasta adquirir inteligencia humana. Como una vez, cuando Arabella era niña, la mordió una serpiente, en un non sequitur que haría palidecer a Agustín Laje, concluyen que la doñita es un monstruo. “Sí, sí, a huevo, hay que matarla”.

 


Me quedé así de guadafoc. Incluso por un momento pensé que ésta podría ser la historia de terror de dos maniáticos que creen, por una conspiranoia absurda, que su vecina es un monstruo y deciden asesinarla. Pero no: el libro les da la razón. No porque Lady Arabella haga alguna vez cosas malas; la única ocasión en que lastima a una persona es al negro pervertido que la quería sonsacar.

 

Y bueno, hablemos de Oolanga, el negro. La caracterización de este personaje es tan brutalmente racista que ya ni da risa. Y miren que yo leo mucha cosa decimonónica de hombres blancos civilizadores, y normalmente sé qué esperar. Pero esto es atroz. Oolanga es poco más que un animal que sólo quiere matar, violar y adorar a alguien que sea más malvado que él. En este caso, Edgar Caswall, el lord siniestro con los poderes hipnóticos.

 

Además de chuparle la energía vital a una joven vecina, Caswall se dedica a hacer experimentos con un papalote gigante, el cual también es siniestro y de alguna manera pone nerviosas a las muchachas de la campiña y espanta a los gorriones. Tan comprometido está con lo del papalote, que ignora los coqueteos de Lady Arabella, y eso que la señora está bien sobres. De hecho, el que la doña haga cosas como presentarse ella sola en los aposentos de un hombre, es parte de lo que convence a nuestros héroes de que es una aberración de la naturaleza y hay que matarla. Victorianos, usté sabe.

 

¿Y cómo acaba? Los dos héroes llenan la propiedad de Lady Arabella con explosivos porque son unos putos lunáticos. Luego, de pura casualidad, ella se roba unos alambres de Edgar Caswall, desairada porque el güey no la pela. Les digo, malvadísima. Pero resulta que esos alambres estaban conectados al papalote, y entonces cae un rayo y explota todo, la torre de Caswall, la mansión de Lady Arabella, todo. Se oyen gritos aterradores y caen cachos de culebra gigante por todas partes. Pero debajo de la propiedad de la señora había un mineral valioso y ahora nuestros héroes son ricos y pueden vivir felices para siempre. Fin.

 


La segunda novela del volumen es La dama del sudario, publicada antes, en 1909. Empieza muy bien, y está en general mucho mejor escrita, mejor estructurada y con mejor prosa que la otra. Debe ser porque la sífilis todavía no terminaba de joder a Stoker. Eso me devolvió esperanzas; a lo mejor este libro sí lo iba a disfrutar.

 

Pero no. Sí es mejorcito, pero muuuy aburrido. Terriblemente aburrido. Miren, la historia es bien simple. Un vato llamado Rupert hereda un castillo en una nación balcánica ficticia llamada la Tierra de las Montañas Azules. Estando ahí se gana el respeto de sus habitantes porque es fuerte, valiente y todo lo hace bien. Una misteriosa joven amortajada en un sudario (la dama titular) se aparece una noche llamando a la ventana de su cuarto, y por un momento pensamos que ésta va a ser una novela de vampiros o algo sobrenatural. Pero no, resulta que la joven, llamada Teuta, es la princesa del país, y se está escondiendo de sus enemigos, los otomanos. Un día, los malvados musulmanes la secuestran a ella y a su padre, y nuestro héroe los rescata a ambos. Tras ello, y una rápida victoria naval contra los otomanos, los montañeses coronan a Rupert como su rey y todos viven felices para siempre.

 

Bueno, pues para contarnos todo esto Stoker se avienta páginas y páginas de puro relleno. Cincuenta páginas son nomás para explicar cómo es que Rupert llega a heredar el castillo. Pero las últimas cien páginas son lo peor. La historia ya había terminado y luego vienen un centenar de páginas pormenorizando cómo deciden todos nombrar rey a Rupert, cómo es la ceremonia de coronación, qué se sirvió de comer, en qué consistieron los números de baile, y cómo el nuevo rey convierte a la Tierra de las Montañas Azules en un país primermundista con industria, aviones y ferrovías. Son cien páginas carentes por completo de conflicto o tensión dramática. Cien páginas de extender artificialmente el “vivieron felices para siempre”.

 

O sea, Stoker tenía la idea como para una novela breve o un cuento (y quizá habría quedado decente). Pero sospecho que su editor le pidió un mínimo de páginas para que se pudiera comercializar, y entonces se puso a meter paja a lo bestia. Hasta echó mano del recurso de hacer de cuenta que la novela es en realidad una colección de cartas, diarios y documentos, como lo había hecho en Drácula. Lo chistoso es que, a poco de empezar el libro, uno de los personajes dice en tono sarcástico que los escritores siempre se las ingenian para añadir más palabras y que les paguen más. ¿Confesando que sólo haces esto por dinero, Bram?

 


El libro es típicamente colonialista en cuanto a que va de un inglés que llega a un país atrasado y se convierte en su gobernante porque es bien bergas y ya. El protagonista, Rupert, es el típico héroe de estas historias; no comete errores, no se cansa, es bueno para todo lo que hace, nunca siente miedo y siempre toma las mejores decisiones. Por eso los hombres lo admiran y las mujeres lo desean. Es que así se dio la conquista del mundo por parte del Imperio Británico, ¿no? Sólo llegaban a un lugar, sus habitantes se daban cuenta de que los ingleses son bien bergas, y ya se ponían a sus pies para beneficiarse de su infinita bonditud y sabiduría.

 

Al final el país adopta monarquía constitucional al estilo británico porque OBVIO ésa es la mejor forma de gobierno, la más racional y civilizada, porque los británicos son lo mejor que existe en el mundo mundial. Y aprovecha Stoker para hacer apologías de este tipo de gobierno diciendo “¡si vieran esos anarquistas lo mucho que trabaja un rey!”. Y claro que la Tierra de las Montañas Azules se vuelve una potencia, porque sólo faltaba gente de Europa occidental a la que se le ocurriera cómo explotar sus recursos naturales y crear industria. ¿No es eso lo que necesitaba todo el mundo subdesarrollado en el siglo XIX? ¿Qué vinieran los ingleses a explotar sus recursos? Para beneficio de los habitantes, claro.

 

Tampoco falta la defensa de los roles de género, cuando pone en boca de la princesa Teuta que “en esta época en la que muchas mujeres quieren igualdad, les voy a mostrar que nuestra felicidad de mujeres está en aceptar nuestro lugar junto a nuestros maridos”. Les recuerdo que por esos años las mujeres estaban peleando por el voto.

 

Una cosa bien rara que pasa es que en un principio se nos dice que la tía Chonita de Rupert tiene un sexto sentido o algo así, y le sabe mucho a eso del ocultismo. Pero este poder premonitorio y los temas esotéricos sólo aparecen cuando está en duda si la Dama del Sudario que se le aparece a Rupert es un vampiro o algo; en el momento en el que se revela que no, que ésta es una novelita de aventuras e intriga en Ruritania, los poderes psíquicos de la tía Chonita desaparecen por completo de la narración. Rarísimo.

 


Drácula es un libro extraordinario, pero desde hace tiempo siento que su importancia está más en su legado histórico y cultural que en su calidad literaria. Hay también un puñado de cuentos de Stoker que me han parecido muy buenos. La casa del juez es excepcionalmente aterrador, por ejemplo. Esperaba algo a la altura, no esta tremenda mediocridad. Ambas novelas, contrario a lo que la introducción de este volumen quiere hacernos creer, fueron en su momento muy mal recibidas y ahora nadie las pela. Las portadas pulp de sus varias ediciones son mucho más interesantes que las obras en sí. De Gusano blanco dice el mismo Lovecraft que Stoker la regó. Hay otra novela suya, La joya de las siete estrellas, que, tengo entendido, es una obra seminal en la literatura sobre momias y maldiciones egipcias. Tenía ganas de leerla, pero creo que por ahora no lo haré.

 

Pero hey, Gusano blanco tuvo un legadillo por ahí. Hay una película de 1988, dirigida por Ken Russell y protagonizada por Hugh Grant, que supuestamente se basa en la novela de Stoker, aunque muy libremente (o sea, es totalmente otra cosa). No la he visto, pero dicen que está bien psicodélica y locochona, y se ha vuelto de culto. También existe un álbum de la banda metalera God Dethroned, titulado The Lair of the White Worm (2004); no tengo idea de si se inspira en la novela o en la peli. De todos modos, no me gusta mucho el death metal, así que paso.

 


Quizá Bram Stoker siempre fue un one hit wonder, uno de esos creadores capaces de hacer una sola cosa extraordinaria entre un montón de cosas olvidables. Realmente Drácula fue como un milagro.


PD: Tras la publicación de esta entrada, varios fans de Stoker me han dicho que he sido injustamente duro con el autor. Y sí, probablemente no debemos juzgarlo por estas dos obras, que escribió muy tardíamente en la vida. Como bien señalan, aunque el irlandés nunca hubiera podido repetir el prodigio que fue Drácula, esa sola obra basta para haber influido en la cultura universal más de lo que la inmensa mayoría de los mortales puede soñar. Eso sí, nadie se ha aventado a defender las dos novelitas aquí comentadas, así que debe ser que en ello no erró mi apreciación.


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