La Edad del Bronce, aquella época que para Roma y Grecia era la antigüedad más remota, fue el momento en el que surgieron las primeras grandes civilizaciones y en el que se formaron los primeros imperios: Mesopotamia, Egipto, China… Pero hubo una civilización, pacífica e igualitaria, que las superó a todas en extensión territorial y población: Harappa.
A principios del siglo XX los europeos pensaban que la cultura tan avanzada de la India debía haber surgido a partir de las invasiones de los indoeuropeos en la zona, porque “estos morenitos no pudieron hacerlo solos, obviamente, necesitaban el impulso que sólo da la mente superior de un cuerpo con poca melanina, jojojojojo, ay qué racistas somos”.
Pero en aquellos años los británicos en la India empezaron a desenterrar los vestigios de una civilización tan antigua que no existían registros de ella, ni siquiera en las más remotas leyendas hinduistas. Una civilización de origen local que había desarrollado su propio sistema de escritura, que construyó grandes ciudades perfectamente planificadas y habitadas por decenas de miles de habitantes. Una sociedad igualitaria y pacífica, que inventó ingeniosos sistemas de plomería y desagüe, que abarcó un territorio de un millón de kilómetros cuadrados, más grande que la mayoría de los países europeos modernos… Todo a lo largo de dos mil años entre el 3,300 y el 1,300 a.C. (con su apogeo entre los 2,400 y 1,600 a.C.), más tiempo del que duró Roma.
Se trata de la Civilización del Valle del Indo, o civilización de Harappa, por la primera ciudad que fue descubierta. Se desarrolló a lo largo de este caudaloso río, principalmente de su tributario el Ghaggar-Hakra, en el extremo noroccidental del subcontinente indio (principalmente, en lo que hoy es Pakistán). Múltiples ciudades fueron construidas en estas riberas, de las cuales las más importantes son Harappa y Mohenjo-daro.
Esta cultura tenía unos rasgos verdaderamente sorprendentes. En primer lugar, se encuentran sus grandes logros en ingeniería y urbanística. Las ciudades estaban planificadas con una regularidad impresionante. Las calles principales eran rectas y corrían de norte a sur y este a oeste. Estas avenidas estaban adornadas con árboles y palmeras que proveían de sombra a los transeúntes. Se han encontrado, instaladas junto a las avenidas, vasijas para que la gente pusiera allí su basura, misma que luego era llevada a tiraderos fuera del área urbana.
Callejuelas más irregulares partían de las avenidas para el acceso a residencias. Éstas se encontraban en edificios de varias plantas que tenían un gran patio interior, y pocas ventanas o puertas que dieran hacia la calle, para así asilar a las familias del bullicio y la suciedad del exterior. En los techos de las casas se construían aberturas “atrapa-viento”, que permitían la entrada de corrientes de aire que las mantenían frescas y ventiladas.
Se calcula que Harappa y Mohenjo-daro pudieron haber albergado hasta 40 o 50 mil habitantes; una barbaridad, teniendo en cuenta que el promedio para las ciudades de Egipto y Mesopotamia era de 10 mil. Lo que no deja de asombrar es que estas ciudades no crecieron a partir de aldeas que se fueron expandiendo con el tiempo. Fueron planificadas desde un inicio; se escogió el lugar para fundarlas, se trazó cómo estarían sus calles y edificios, se anticipó cuidadosamente toda la infraestructura que sería necesaria para sus habitantes. Aun así, la mayor parte de la población se dedicaba a la agricultura y vivía en el campo, como con todas las civilizaciones antiguas.
Cada ciudad contaba con una ciudadela, construida sobre un montículo artificial. Ahí es donde se encontraban los edificios públicos. Tanto la ciudadela como las áreas residencial y comercial estaban amuralladas. Sin embargo, como se han encontrado pocas armas y ninguna evidencia de grandes ejércitos o conflictos bélicos, se cree que la función de las murallas era proteger a las ciudades de las inundaciones, no de enemigos externos.
Sorprendente también es su ingeniería hidráulica. Estos indios antiguos lograron dominar el agua como pocas culturas lo hicieron antes o después. Tenían, por supuesto, pozos, cisternas, canales artificiales, puertos fluviales, sistemas de riego para los cultivos y ductos para llevar agua potable a las ciudades. Pero además, como valoraban mucho la higiene, casi cada vivienda en la ciudad contaba con cuarto de baño y un retrete. Los cuartos de baño eran espacios en los que los habitantes se aseaban a diario. Estaban construidos con un piso a desnivel para que el agua se pudiera ir fácilmente. Algunas viviendas tenían escalinatas para que una persona se subiera y vertiera agua sobre otra, como en una ducha.
Los indios antiguos valoraban tanto el baño que se cree que podría tener connotaciones religiosas, relacionadas con antiguos rituales de baños fluviales. Mohenjo-daro, por ejemplo, contaba con una gran piscina pública. También se han encontrado juguetes de baño para niños, incluyendo lo que parece ser la primera y más antigua versión de un patito de hule.
Los retretes eran cuartos con agujeros en el piso, por donde se iban los desechos hacia el subsuelo; algunas casas tenían cómodos asientos para estos fines. Las viviendas contaban con tuberías que llevaban las aguas negras hacia afuera, y estaban construidas en las paredes exteriores de los hogares, de forma que los edificios no guardasen los malos olores. Todas estas aguas iban a parar a un magnífico sistema de drenaje que sacaba los residuos de la ciudad, manteniéndola limpia y sin apestes. Miles de años más tarde, los europeos todavía arrojaban sus heces por las ventanas hacia las calles.
No fue ésta la única rama del saber en la que la cultura de Harappa se destacó. Sus habitantes tenían un avanzado sistema de pesos y medidas que anunciaba el futuro desarrollo del sistema decimal, y que estaba muy estandarizado para la enorme extensión del área que ocupaba esta cultura. Desarrollaron notablemente la agricultura, la ganadería, la alfarería, la metalurgia y la industria textil, y extrajeron minerales y piedras preciosas. Sobre todo, los indios antiguos fueron grandes comerciantes que se lanzaron a navegar por el Océano Índico, alcanzando así tierras tan lejanas como Mesopotamia y la Península Arábiga.
Lo más sorprendente es que los beneficios de todos esta ciencia, ingenio e industria eran gozados, no por una clase privilegiada, sino por todos los habitantes de la comunidad. He aquí el punto más fascinante de la civilización de Harappa: su organización social.
Solíamos pensar que todas las civilizaciones humanas siguen más o menos una misma línea evolutiva (las famosas “leyes de la historia” que muchos pensadores han tratado de descubrir). Cuando una sociedad desarrolla la agricultura y se vuelve sedentaria, el excedente en la producción de alimentos permite la división del trabajo y con ello la aparición de las clases sociales y la desigualdad. Todas las civilizaciones antiguas fueron rígidamente jerárquicas, poseían esclavos, una casta sacerdotal poderosa y reyes que eran adorados como dioses.
Pero no fue así para la Civilización del Valle del Indo. En ninguna de las ruinas de las grandes ciudades que se desarrollaron en esta región del mundo se han encontrado grandes palacios, mansiones o templos. Las habitaciones de los ciudadanos son bastante similares entre sí, aunque ciertamente existían diferencias en cuanto a posesiones de lujo. Los edificios administrativos y los lugares de culto eran también modestos. Los únicos edificios que sobresalen por su tamaño eran de uso público, como almacenes, graneros y baños.
No hay evidencias de reyes, sumos sacerdotes o una clase gobernante que ejerciera un gran poder. El arte que parece representar individuos sobresalientes es bastante escaso. Sin embargo, es evidente por la magnitud de sus proyectos, por el hallazgo de sellos oficiales, y por la avanzada estandarización de pesos, medidas y materiales de construcción, que existía una planeación bien organizada y que requería de una especie de aparato estatal. ¿Cómo era éste?
No se sabe, pero los historiadores sospechan de un sistema asambleario en el que todos los ciudadanos participaban en la toma de decisiones. Probablemente cada ciudad importante, como Harappa y Mohenjo-daro, tenía su propio consejo o asamblea, órgano encargado de administrar las regiones circundantes. Si esto es así, la organización social de Harappa se habría adelantado miles de años a la democracia ateniense.
No hay evidencia de que toda la Civilización del Valle del Indo estuviera sometida a un solo gobierno central, pero la homogeneidad cultural, la evidencia de una vasta red comercial, y la ausencia de indicios de grandes ejércitos, indican que las relaciones entre las distintas zonas eran pacíficas y cooperativas. Es probable que las diferentes ciudades-estado de la inmensa región del Valle del Indo formaran una suerte de confederación.
¿Cómo fue esto posible? ¿Sería que los antiguos indios eran simplemente más nobles? La respuesta está quizá en el entorno y las condiciones materiales. La Civilización de Harappa se desarrolló en un lugar del mundo en el que al mismo tiempo había muchas riquezas naturales, pero no enemigos con los cuales pelear. Las otras grandes civilizaciones urbanas estaban muy lejos para significar un peligro, y cuando Harappa finalmente tuvo contacto con ellas, fue a través del comercio y la diplomacia, no la guerra. Los pueblos más cercanos eran nómadas o seminómadas; pastores, cazadores y recolectores. Se solía pensar que cuando culturas urbanas se encontraban con nómadas, el conflicto era el resultado natural. Pero no fue así con los indios antiguos, que en cambio comerciaban con sus vecinos.
Aún queda mucho por estudiar y aprender de la antigua Civilización del Valle del Indo, y no deberíamos precipitarnos y entusiasmarnos en exceso. Pero su existencia nos indica que el desarrollo de las sociedades humanas en la historia es más diverso y menos determinista de lo que a menudo suponemos. Quizá no fuera perfectamente igualitaria ni cien por ciento pacífica, pero era mucho más igualitaria y pacífica de lo que habríamos imaginado. Nos muestra que una sociedad rica, próspera y avanzada puede existir sin grandes desigualdades ni jerarquías rígidas, sin concentración del poder ni de la riqueza, sin esclavitud ni guerra. Es un ejemplo a tener en cuenta cuando nos digan que los males de nuestras sociedades son inevitables.
Pero, si eran tan buenos, ¿por qué se murieron? No hay evidencias de una sola catástrofe violenta, tales como invasiones o conquistas. En vez de eso, parece que la culpa la tiene el cambio climático. Conforme avanzaron los siglos, la zona comenzó a hacerse más y más calurosa y seca. El Ghaggar-Hakra se fue secando paulatinamente, dejando inhabitables las numerosas ciudades que se habían construido a lo largo de su ribera. Con el tiempo, los asentamientos fueron abandonados y el conocimiento de la antigua civilización de Harappa se perdió de la memoria. Quizá el recuerdo del Gaggar-Hakra sobrevivió en las leyendas hinduistas del mítico río Sarasvati, también desaparecido.
Así que, como ven, hasta las civilizaciones más prósperas y poderosas son vulnerables a la fuerza de la naturaleza. Otra lección que nos conviene recordar, pues si los antiguos indios no tenían el conocimiento ni la facultad de combatir o adaptarse a esos cambios, nosotros sí podríamos hacerlo, de tener la voluntad.
Coincidiendo con la etapa de declive de esta cultura está la llegada de los arios a la zona. Ojo: contrario a lo que dicen los neonazis y otra gentuza que se quedó en el siglo XIX, los “arios” son simplemente los habitantes de la zona del río Hari, en el antiguo Irán. Antaño se creía que estos iranios habían invadido y conquistado la zona del Indo, pero hoy se sabe que más bien se dio una serie de migraciones paulatinas y un proceso de amalgamación étnica y cultural. Los arios eran indoeuropeos, que es una clasificación lingüística, no étnica; quiere decir que hablaban una lengua de la familia del persa, el griego y el latín. De la fusión de este pueblo con los habitantes nativos del Indo surgió una nueva cultura, la védica. Inicia así una nueva etapa en la historia de la India, en la que se van conformando la lengua sánscrita y la religión hinduista. Es ésta la cultura que los persas y después los griegos encontrarían en la India al expandirse hacia el oriente. Pero ésa es otra historia.
FIN
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