Carmilla: Amor de vampiras - Ego Sum Qui Sum

Breaking

PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

jueves, 10 de diciembre de 2020

Carmilla: Amor de vampiras


Dedicado a mis queridas amigas Karen y Beatriz


En una entrada anterior platicamos de Carmilla, la seminal novela gótica que introdujo el primer caso de vampirismo lésbico a la literatura. Entonces decíamos que, en realidad, el tropo de “vampiras lesbianas” es mucho más común en la ficción de lo que podrían sospechar quienes no se han adentrado en este submundo. De hecho, el tema es tan amplio que ha dado lugar a múltiples artículos, ya fuere de Wikipedia o de TvTropes, o de diferentes medios especializados en terror y cultura pop.

 

Así pues, me pareció que no tenía mucho caso hacer otra “historia de las vampiras lesbianas”. En cambio, lo que les traigo hoy es un análisis de tres adaptaciones cinematográficas de la novela Carmilla (hay muchas otras), hechas en momentos muy diferentes del último siglo, que reflejan a su vez cambios culturales y sociales muy interesantes. Vamos a ello…

 

Primera etapa
LA HIJA DE DRÁCULA

 


Según Wikipedia, la primera cinta que tomó algunas influencias de Carmilla fue la temprana Vampyr, del danés Carl Theodor Dreyer. Estrenada en 1932, es una pionera del cine de terror sonoro. En realidad, la relación de esta película con la novela de Sheridan Le Fanu es muy, muy tenue; fuera del hecho de que hay una vampira y una víctima femenina, no tienen casi nada en común.

 

Hay que trasladarnos a los Estados Unidos. El ciclo gótico de Universal Studios, empezando con Drácula en 1931, definió el cine de terror por las décadas siguientes. Al clásico de Tod Browning con Bela Lugosi siguió una plétora de adaptaciones de obras literarias y algunas historias originales. En 1935 el éxito de La novia de Frankenstein, de James Whale, animó a los estudios a probar con otra secuela: La hija de Drácula (Dracula’s Daughter), de Lambert Hillyer. Aunque comentaristas posteriores han señalado influencias de Carmilla en esta cinta, lo cierto es que se trata de una historia original y no de una adaptación. Sin embargo, esta obra es tan fundamental en la historia del vampirismo lésbico que es necesariamente nuestro punto de partida.

 


Menos célebre que otras del ciclo gótico, La hija de Drácula ha sido revalorada con el tiempo, hasta el punto de ser considerada como una de las mejores películas de vampiros jamás realizadas. Cuenta con las excelentes actuaciones de Gloria Holden como Marya Zaleska (la vampira titular) y de Irving Pichel como Sandor (su siniestro secuaz, que le sirve por la promesa de vida eterna). Sobresale también por su hermosa fotografía expresionista, con impresionantes tomas de un Londres cubierto de niebla.

 

Marya no es hija de Drácula, sino que fue transformada en vampira por él. Tras la muerte del Conde, Marya espera verse libre de la maldición, pero no es así. Ésta es la primera película en la que el vampiro sufre explícitamente su condición de no-muerto y ansía encontrar la paz. Sucede que la condesa depreda a jovencitas, las atrae a su morada y, con el pretexto de usarlas como modelos para sus pinturas, las hace descubrirse tanto como lo permitía la censura de la época, para luego, pues, “comérselas”. Y luego se siente muy culpable. Ahí está el muy poco velado subtexto lésbico de la cinta.

 


Marya intenta curarse consultando con un psiquiatra. Si la peli versara sobre vampirismo, esto sería ridículo. No te puedes curar de una maldición sobrenatural con terapia, todo el mundo lo sabe. Ah, pero cuando caemos en cuenta de que lo que realmente le pasa a Marya es que es lesbiana, condición considerada patológica en aquella época, todo cuadra.

 

Así, La hija de Drácula se convierte en el ejemplo primordial de la forma en la que la sociedad aproximaba al lesbianismo: como una enfermedad. La persona enferma podía inspirar cierta compasión; es víctima de sus compulsiones enfermizas, quizá resultado de trauma y abuso (en este caso, por parte de su “padre”, Drácula), y no de su naturaleza. Pero, a fin de cuentas, la paciente es también una especie de monstruo, un depredador a quien se debe detener y, si es necesario, destruir. Entra aquí la figura masculina redentora, que libera a la mujer del falso y torcido amor vampírico y la devuelve a los protectores brazos patriarcales. Esta perspectiva es la misma con la que Le Fanu aborda el tema en Carmilla.

 


No obstante, nada impide revalorar la obra con una óptica adecuada a nuestros días y darle una lectura más empática. Sabemos que en realidad Marya nunca estuvo enferma; no habría tenido que ocultarse en las sombras, no habría tenido que sufrir tanto buscando una “cura”, y quizá habría podido ser feliz aceptando su propia naturaleza. Como sea, aquí celebramos el detallazo de que se haya escogido “Marya”, el nombre de la Virgen, para nombrar a una vampira lesbiana. Bien ahí, Universal.

  

Segunda etapa
LAS AMANTES VAMPIRAS

 


A finales de la década de los 50, la productora británica Hammer Films revivió el horror gótico con sendas adaptaciones de Drácula y Frankenstein. En la década siguiente, un prolífico ciclo gótico de Hammer nos dejó algunas obras maestras del horror, obras con un sello característico en actuaciones, narrativa, fotografía y diseño de producción; todo altamente estilizados para efectos melodramáticos.

 

Los realizadores de Hammer aprovecharon que la censura se había relajado mucho desde tiempos de los clásicos de Universal, y se atrevieron a decorar sus cintas con violencia gráfica y sensualidad que habrían sido inimaginables en los años 30. Las hermosas actrices de Hammer lucían amplios escotes en sus excéntricos vestidos “de época”, para deleite de sus admiradores.

 

Para finales de los 60, sin embargo, la creatividad de Hammer comenzaba a decaer; la etapa de sus grandes clásicos estaba quedando atrás, y en la década de los 70 la casa se apoyaría más y más en la violencia y el erotismo, y menos en las historias bien narradas y personajes bien construidos. Gradualmente, los elegantes escotes dieron lugar a desnudos frontales.

 


Hay una película que se sitúa justo en el momento en que Hammer empieza a encaminarse a esa dirección, pero todavía retiene mucho de lo que hizo su grandeza: The Vampire Lovers, de 1970. Conocida en español como Las amantes vampiro y Amores vampiros, se trata de una adaptación de Carmilla dirigida por Roy Ward Baker y, como tal, es sorprendentemente fiel. No fue la primera; la antecede Et mourir de plaisir (1960), película francesa de Roger Vadim que, como la inmensa mayoría de adaptaciones de la novela de Le Fanu, se desvía abismalmente del texto original. Si a ello le sumamos que Hammer tendía a hacer adaptaciones muy libres de las obras literarias, esta película resulta una anomalía por donde se le mire.

 

La cinta omite, añade y cambia, como en cualquier adaptación, pero en general sigue fielmente los hechos narrados en la novela. Por ejemplo, los nombres de los personajes Emma y Laura son intercambiados por alguna razón. Si acaso, la peli peca de revelar el destino de Laura y la naturaleza vampírica de Carmilla demasiado pronto, aunque por otro lado eso ya no debía ser sorpresa para nadie. La mayor diferencia está en que, donde Le Fanu sugiere, Baker te lo muestra todo. Es una película sumamente erótica.

 

Ingrid Pitt sin duda fue una mujer extraordinaria, que vivió de todo; de origen judío, sobrevivió al campo de concentración nazi; se casó en la adolescencia con un soldado y se divorció a los pocos años; vivió entre los indios americanos de quienes conoció sus rituales mágicos; pasó de ser una humilde camarera en California a una scream queen del cine de horror, y a una autora de éxito en sus últimas décadas de vida. Y encima de todo era bellísima.

 


En The Vampire Lovers, Pitt da vida a una sensual Carmilla; Madeline Smith interpreta a su amada y víctima, la inocente Emma. Ambas actrices eran algo mayorcitas para el papel de adolescentes, así que son presentadas como jóvenes adultas. Aún así, Pitt ya tenía más de treinta años y la diferencia con la veinteañera Smith se nota mucho. Tampoco se puede decir que las actuaciones sean excelentes…

 

En realidad, ésta no es precisamente una gran película, pero es un producto fascinante. Tiene todo lo que hace encantadoras a las obras más clásicas de Hammer Films, incluyendo al gran Peter Cushing, a quien siempre es un placer ver en pantalla. Pero sí es más cutre de lo usual, incluso para Hammer, y hay no pocos momentos de humor involuntario y cosas que nomás quedaron bien chafas.

 

A todo ello viene a compensar el erotismo de la cinta: es ex­-qui-si-to. Lo suficientemente explícito para estimular la imaginación, pero no tanto que se vuelva vulgar. Los besos y mordidas que Carmilla le da a sus víctimas en el cuello y el pecho desnudo, son capaces de hacer sentir escalofríos de sólo verlos. Además, la peli tiene el tino de introducir a una tercera mujer para armar un triángulo erótico-amoroso, Mademoiselle Perrodot (Kate O'Mara), la institutriz de Emma, quien también es seducida por Carmilla.

 


Alguna vez les hablé de la preeminencia de la girl on girl action en la cultura pop. ¿Por qué a los hombres heteros nos prende tanto ver o pensar en dos chicas hermosas dándose cariño? Una respuesta tentativa es que nos permite erotizar al máximo la figura femenina sin la intrusión de un elemento masculino.

 

Y he aquí el meollo de esta segunda etapa nuestra: la explotación. El cachondeo lésbico tan explícito y bien logrado en The Vampire Lovers existe para llamar la atención y despertar el morbo, principalmente de hombres heterosexuales. La película no trataba de fomentar la empatía hacia las mujeres que se enamoran de otras mujeres. No quería crear consciencia de la dificultad con la que viven las personas LGTBQ+, ni pretendía fomentar su aceptación en la sociedad. De toda una realidad sumamente compleja, con todas sus emociones y dificultades, su belleza y sus tragedias, la película toma sólo el cachondeo. Y eso aplica a prácticamente todo material que explota el lesbianismo como elemento sensacionalista, desde el porno a la publicidad.

 

Carmilla, completamente desnuda, correteando a Emma por la habitación, era el siguiente paso en un largo recorrido que había iniciado simplemente con escotes reveladores y que con cada paso se había vuelto más atrevido. Esto no quiere decir que personas de cualquier género u orientación no puedan apreciar los méritos estéticos de esas escenas, sino que, como quiera, el enfoque es eminentemente androcéntrico.

 


Esto caracteriza a nuestra segunda etapa en la historia de las vampiras lesbianas en la ficción. Vivimos en una doble moral que permite que el entretenimiento se apropie de la parte erótica de la experiencia lésbica y la explote para beneficio de un público principalmente masculino y heterosexual; mientras al mismo tiempo se sigue discriminando a las lesbianas reales en el mundo real.

 

El uso del lesbianismo como elemento erótico explotable dominó las obras de vampiras lesbianas desde los 70 y a lo largo de las décadas siguientes, en un espectro que va de lo sensualmente sugerido a lo abiertamente pornográfico, y desde lo auténticamente artístico a lo cínicamente sensacionalista. Esto incluye no sólo las múltiples adaptaciones de Carmilla, sino toda una plétora de materiales. Desde las dos sucesoras (no realmente secuelas) de The Vampire Lovers producidas por Hammer, pasando por la horrenda Vampyros Lesbos del horrendo Jesús Franco, y por Catherine Deneuve seduciendo a Susan Sarandon en The Hunger, y hasta Monica Bellucci en la escena de las novias en Drácula de Francis Ford Coppola, las vampiras lesbianas (o, muy a menudo, bisexuales) han estado ahí para estimular las fantasías de los vatos básicos, yo entre ellos. Era ya muy necesario un cambio de sensibilidades…

 

Tercera etapa
CARMILLA

 


En 2014 se estrenó en YouTube una serie web creada por Jordan Hall, Steph Oaknine y Jay Bennett. Se tituló sencillamente Carmilla, y estaba inspirada muy libremente en la novela de Le Fanu, adaptada a un escenario contemporáneo. En esta serie, Laura y Carmilla (interpretadas respectivamente por Elise Bauman y Natasha Negovanlis) son compañeras de cuarto en la universidad, y junto a sus amigas tienen que enfrentarse a una amenaza sobrenatural muy antigua.

 

El tono de la serie es cómico, con un dejo de Buffy la Cazavampiros. Es divertidísima, con diálogos ingeniosos, buenas actuaciones y muchas referencias a literatura y cine de horror clásico. Además, se gana puntos de creatividad por estar hecha con bajísimo presupuesto: gran parte de la serie es el videoblog de Laura y sólo se ve su dormitorio. El resto es pura imaginación, en una experiencia muy cercana al teatro.

 

El encanto principal de la serie es la relación entre la ingenua pero valiente Laura, y Carmilla, un poco el estereotipo de chica gótica cínica pero que de fondo tiene un gran corazón. Por supuesto, se hacen novias. Toda la serie es una celebración del amor diverso y cuenta con un colorido reparto LGBTQ+. Señal de cómo han cambiado las cosas. Pueden verla aquí.

 


La web serie es una mención obligatoria, pero quiero centrarme en una película también titulada Carmilla, de 2019, y dirigida por Emily Harris (es la del póster que encabeza esta sección). Está muy bellamente filmada, con una dirección de cámara y una fotografía excelentes que compensan el poco presupuesto con el que trabajó la realizadora (hay pocos actores y menos locaciones). Además, tiene una intrigante edición de sonido, en la que los ruidos de la naturaleza son amplificados al máximo, creando una atmósfera casi psicodélica.

 

Como adaptación es bastante fiel del libro de Le Fanu, pero con un enfoque completamente distinto. Aquí los elementos sobrenaturales están sólo sugeridos, y se pone en duda si el supuesto vampiro no estará simplemente en la imaginación supersticiosa de los personajes. Uno de los mejores aspectos de la película es la construcción de Lara (no Laura) como personaje, interpretada por Hannah Rae. A diferencia de la heroína de Le Fanu, no es sólo una niña inocente que se deja llevar por las circunstancias, sino una joven con mucha mayor agencia. Antes de la aparición de Carmilla, Lara ya tiene una obsesión mórbida con libros de anatomía y fantasea sexualmente con un hombre conocido.

 


Un detalle que me pareció brillante es que, en esta adaptación, Lara es zurda, algo que en tiempos pasados era considerado un defecto a ser corregido. Es más, en la primera escena vemos a la institutriz amarrando el brazo izquierdo de Lara para obligarla a sólo usar el derecho, como era la costumbre. Vamos, que no hace falta mucho análisis semiótico para entender que todo esto se refiere a la sexualidad de Lara y a su represión por parte de las normas sociales de la época. Hoy en día se compara el ser gay con ser zurdo: algo que simplemente se es, pero que una sociedad llena de prejuicios se niega a aceptar y se esfuerza por corregir.

 

Lo cual nos lleva al meollo de esta adaptación cinematográfica. Carmilla, interpretada por Devrim Lingnau, es misteriosa y hay algo de perturbador en su forma de ser. Pero si la cinta tiene un villano, éste es la institutriz, Miss Fontaine, interpretada por Jessica Raine. Fontaine es una mujer reprimida y represiva, obsesionada con corregir la desviación. La cinta hace un paralelismo; tanto el rechazo a la mano izquierda y el temor a los supuestos monstruos chupasangre, como la homofobia y lesbofobia, son por igual supersticiones de tiempos oscuros.

 


El romance entre Lara y Carmilla ya no predatorio como lo leíamos en la obra de Le Fanu, y no solamente es sexi, como nos lo planteaba la versión de Hammer. Es hermoso, es tierno, y uno como espectador no puede sino desear que las chicas logren escapar y amarse por siempre. Es decir, esta reinterpretación moderna de la historia clásica nos da un mensaje muy claro: los monstruos nunca han sido las personas que aman diferente, sino los prejuicios que las oprimen y las violentan.

 

Es precisamente esta visión la que caracteriza esta más reciente etapa en la historia de los amores vampíricos y que es digna de celebrarse: estas historias funcionan ahora para reivindicar a las mujeres que aman a otras mujeres y para denunciar al horror verdadero que es la intolerancia. No es casualidad que Carmilla, tanto la serie web como la película, sean creaciones de mujeres; son ellas reclamando las narrativas sobre sí mismas, libres de la mirada masculina que había estado sobre ellas.

 


FIN

 

Si te gustó esta entrada, checa estas otras:

No hay comentarios.:

Apóyame en Patreon

Apóyame en Patreon
Si te gusta mi contenido, pudes ayudarme a seguir creando