Aterricemos esto en unos ejemplos sencillos: cuando no conocemos un idioma, al oírlo hablar es solamente para nosotros una serie de sonidos ininteligibles, y si lo vemos escrito será un montón de letras, pero no palabras y menos aún conceptos que podamos identificar. Conforme empezamos a familiarizarnos con el idioma, nos damos cuenta de que suena distinto a otros, aunque aún no podamos distinguir palabra por palabra. Cuando conocemos bien el idioma, entonces podemos comprender palabra por palabra y ya no es más un washa washa sin sentido.
El ejemplo anterior es por demás sencillo y obvio, pero aquí les va uno más interesante. Recuerdo que en el libro La sintaxis de la imagen se mencionaba que unos investigadores habían mostrado una fotografía de un pastel a unos aborígenes australianos. Pero ellos no pudieron ver el pastel; lo único que pudieron percibir fue un montón de manchas. ¿Por qué? Nos preguntamos. Al fin y al cabo, el pastel está ahí, ¿no? No. En realidad lo que está en la fotografía es una serie de líneas, puntos y formas, que nosotros estamos educados para interpretar como una imagen, a través de la larga tradición pictórica de la que gozamos en Occidente. Pero los aborígenes, que no tenían una tradición pictórica muy desarrollada, ni estaban acostumbrados a representar ni ver objetos tridimensionales complejos en plataformas bidimensionales, simplemente no podían interpretar esas formas como un pastel.
Bueno, pero tampoco hay que irnos a extremos como el caso extravagante de los postmodernistas que afirmaban que los indígenas americanos no podían ver las grandes naves europeas en los primeros días de la conquista. Obviamente sí podían verlas, aunque no pudieran entender de qué se trataban esas insólitas moles flotantes. Es lo que le pasaría a cualquiera de nosotros al estar frente a un artefacto desconocido: claro que lo veríamos, pero no entenderíamos qué es ni cómo funciona.
Bueno, pero tampoco hay que irnos a extremos como el caso extravagante de los postmodernistas que afirmaban que los indígenas americanos no podían ver las grandes naves europeas en los primeros días de la conquista. Obviamente sí podían verlas, aunque no pudieran entender de qué se trataban esas insólitas moles flotantes. Es lo que le pasaría a cualquiera de nosotros al estar frente a un artefacto desconocido: claro que lo veríamos, pero no entenderíamos qué es ni cómo funciona.
¿Difícil de creer? Vean lo que pasa cuando una persona que no está acostumbrada a jugar videojuegos tridimensionales de pronto se pone frente a uno. La persona no conocerá el lenguaje con el que el videojuego representa la profundidad, la distancia, la dirección y el movimiento (los cuales no están ahí, de la misma forma en que el pastel no está en la foto) y por lo tanto no podrá ver lo mismo que el jugador experto ve en pantalla. Esto sucedió cuando inicié a una novia en el arte de los videojuegos: simplemente no veía lo que estaba pasando, para ella todo era una sucesión desordenada de polígonos y colores brillantes.
Cuando doy la clase de historia del arte a mis alumnos, les hago notar el gran invento que es la percepción: cómo los pintores del Renacimiento descubrieron que al colocar un objeto más arriba y más pequeño se daba la ilusión de distancia y profundidad. "¡Pero es obvio!" me dijo un chico, y no, no lo es. Nosotros ya estamos educados para interpretar así ese código, pero no es lo más obvio. Los niños pequeños, por ejemplo, a menudo no entienden que ese objeto pequeño no está arriba de los demás, sino que se supone que está a lo lejos.
Cuando doy la clase de historia del arte a mis alumnos, les hago notar el gran invento que es la percepción: cómo los pintores del Renacimiento descubrieron que al colocar un objeto más arriba y más pequeño se daba la ilusión de distancia y profundidad. "¡Pero es obvio!" me dijo un chico, y no, no lo es. Nosotros ya estamos educados para interpretar así ese código, pero no es lo más obvio. Los niños pequeños, por ejemplo, a menudo no entienden que ese objeto pequeño no está arriba de los demás, sino que se supone que está a lo lejos.
Si esto sucede en situaciones cotidianas, imagínense lo que pasará en casos de mayor complejidad. Por ejemplo, un occidental de hoy, que no conoce los códigos y la simbología del arte maya, podría ver en la lápida del rey Pakal en Palenque a un astronauta, pues en cambio sí estaría familiarizado con los códigos de la cultura pop y la ciencia-ficción. Interpretar los códigos del arte maya no es una tarea nada sencilla, pero quienes han estudiado arduamente para hacerlo nos dicen que la lápida representa al rey Pakal descendiendo al Xibalbá, con una ceiba, el árbol sagrado de los mayas, creciéndole del pecho; todo lo cual constituye, por cierto, una representación común del paso a la otra vida, según tengo entendido.
Otro ejemplo relacionado es la supuesta similitud que existe entre las culturas maya y egipcia. Para una persona que no conoce los códigos arquitectónicos y artísticos de dichas culturas, las pirámides de Egipto y las de Chichén-Itzá se ven iguales, o por lo menos sospechosamente parecidas. Esta percepción proviene, una vez más, de su ignorancia. La persona en cuestión sólo sabe que esas culturas son diferentes a la suya, y por eso las ve parecidas. De ahí que estén dispuestas a aceptar teorías extravagantes sobre el supuesto contacto cultural entre Egipto y el Área Maya, ya sea a través de la Atlántida, de los extraterrestres o ambos. Estas personas argumentan que esas similitudes “no pueden ser coincidencia”, pero lo cierto es que no existen tales similitudes, y es por ello que quienes pasan la vida estudiando a los mayas y a los egipcios se ríen de esas ridículas teorías, mientras que son los que ignoran sobre el tema quienes se dejan convencer “himbestigadores” de lo paranormal.
Pero también tendemos a configurar el mundo natural mediante “códigos” de los que se necesita conocimientos para interpretarlos. Cuando yo veía las abundantes palmeras que crecen en esta ciudad tropical en la que vivo, se me figuraba que todas eran de una misma especie. No veía diferencia alguna entre ellas, más que el tamaño, que atribuía a su edad.
Fue hasta que estábamos armando nuestro jardín, que mi novia bióloga me hizo notar que en realidad hay muchísimas especies y variedades de palmera y me enseñó a ver los detalles que las caracterizan. No es que literalmente no pudiera ver esos detalles, por supuesto, es sólo que no significaban nada para mí y por eso mi mente los ignoraba. Ahora, cuando paseo por la calle, veo los diferentes tipos de palmeras, sin confundirlas unas con otras, algo que antes simplemente no podía hacer.
Así, una persona que no tenga los elementos para interpretar un fenómeno de forma adecuada, no podrá ver lo que en realidad es, sino lo que sus preconcepciones le permitan. Fenómenos físicos sencillos, como la contracción y expansión de la materia debido al cambio de temperatura; o químicos, como la combustión de materia orgánica en un cementerio o pantano, podrían hacer oír o ver fantasmas a quien no tuviera conocimientos básicos de física o química. Fenómenos meteorológicos o astronómicos, u objetos aeronáuticos inusuales podrían ser confundidos con naves espaciales por quien no tiene los conocimientos para interpretarlos como se debe.
Por ello, creo que para ver el mundo es necesario adquirir conocimientos. De lo contrario, sería como verlo a través de una pantalla muy nebulosa, o con una resolución muy baja en dieciséis colores. O dicho de otra forma, el conocimiento nos libra de la ceguera.
Para saber más:
5 comentarios:
Chispas, y yo que creí haber visto a la byrjenzita aparecida en la superficie de mi mollete...
Es lo divertido de las pareidolias, las cuales pueden ser incluso peligrosas experimentadas por los tontitos ultrafanáticos.
Saludos.
Interesante post, yo recuerdo que en un museo de merida uno de los guias nos dijo eso que dices, que quiensabequienes decian que ah Pakal se lo estaban llevando los ovnis O.o
Eso de que si volteamos la lápidad del rey Pakal hacia la izquierda, con la parte de arriba orientada hacia la izquierda y la inferior a la derecha, vemos en realidad al rey montado en una nave espacial, salió en esa famosísima escoria televisiva de "Extranormal", en TV Azteca. Pura cultura.
El mismo Platón ya nos lo había alertado, en su alegoría de la caverna. Y apropósito de “Caverna”; ¿cómo estuvo el homenaje al entrañable Saramago?
…Siempre es lo mismo con estos temas, me da por divagar.
Saludos y nos estamos leyendo
Nota: Que pena que al gran Pakal, siempre lo anden subiendo a naves magufas
“COGITO, ERGO SUM”
Oye Ego, cheque tu comentario en la última función del Circo: Las dos ideas que propones son bastante buenas, principalmente la de los correos en cadena. En cuanto a la segunda idea yo considero prudente no nada más preguntarle a la Diabla. Sugiero que además de a ella le preguntemos a Alexander Strauffon o al Falso Profeta
Yo puedo preguntarle a Strauffon, creo que la idea le gustaría bastante. Con el Falso Profeta tendriamos mas pedos, pero a lo mejor si la podríamos armar
De cualquier manera creo que si deberíamos estar en contacto para ver quien organíza el proximo circo.
Saludos desde el Edo. de Mex.
Ahi estamos en contacto.
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