El italiano Emilio Gentile es uno de los principales
expertos en la historia del fascismo italiano. Este año me leà su obra Fascismo:
Historia e interpretaciĂłn, publicada en castellano por Alianza. Es un
excelente texto, una culminación de años de estudios académicos. De hecho, la
mayorĂa de los capĂtulos habĂan sido publicados antes en forma de artĂculos
cientĂficos, y aquĂ están corregidos y aumentados para conformar una obra que
brinde un panorama bastante completo. Eso sĂ, debo advertir que el libro no
funciona como una introducciĂłn a la historia del movimiento encabezado por
Benito Mussolini; uno de los capĂtulos hace un brevĂsimo recuento de los
acontecimientos principales, pero en general Gentile asume que sus lectores ya
saben cómo estuvo la cosa. El libro presenta más bien una serie de
argumentaciones sobre cĂłmo debemos entender el fascismo, en cuanto a fenĂłmeno
histĂłrico.
Sobre esto, hay que aclarar que Gentile no cree que exista
un “fascismo universal” del cual distintos movimientos como el de Mussolini y
el de Hitler puedan considerarse ejemplos. Para él, el único fascismo es el
italiano; el nacionalsocialismo fue un fenĂłmeno similar, relacionado y con
el que se influyĂł mutuamente, pero no es una especie de versiĂłn alemana del
fascismo. En esto Gentile difiere de muchos otros historiadores y hay que
tenerlo en cuenta. Menos aĂşn le concederĂa el tĂtulo de fascista a otros
regĂmenes autoritarios de derechas del pasado, ni tampoco a los movimientos
reaccionarios que vemos en nuestros dĂas. Todo lo que veremos a continuaciĂłn se
limita exclusivamente al fascismo italiano.
Bien, aclarado esto, ¿quĂ© es lo que Gentile quiere que
entendamos sobre el fascismo?
¿CĂ“MO SE DEFINE?
Para Gentile es imposible definir el fascismo en pocas
palabras. Hay que considerarlo como movimiento, como rĂ©gimen y como ideologĂa;
hay que tener en cuenta sus creencias y valores, pero también la estructura de
sus organizaciones, las relaciones que tuvo con los diferentes actores sociales
de la época y su forma de actuar. O sea, una definición precisa del fascismo
italiano debe incluir sus dimensiones organizativa, cultural e institucional.
AquĂ la tienen textualmente (las negritas son mĂas):
a)
DimensiĂłn organizativa
1.
Un movimiento de masas, con agregaciĂłn interclasista pero en el que prevalecen,
en los cuadros dirigentes y en la masa de militantes, jĂłvenes pertenecientes
principalmente a las clases medias, en gran parte ajenos en la actividad
polĂtica, organizados en la forma original e inĂ©dita del «partido milicia», que
funda su identidad no en la jerarquĂa social y la proveniencia de clase, sino
en el sentido de la camaraderĂa: se concibe investido de una misiĂłn de
regeneraciĂłn nacional, se considera en estado de guerra contra los
adversarios polĂticos y desea conseguir el monopolio del poder polĂtico, usando
el terror, la táctica parlamentaria y el compromiso con los grupos
dirigentes, para crear un nuevo régimen, destruyendo la democracia
parlamentaria.
b)
DimensiĂłn cultural
2.
Una cultura fundada en el pensamiento mĂtico y en el sentido trágico y
activista de la vida, concebida como manifestaciĂłn de la voluntad de potencia,
en el mito de la juventud como artĂfice de la Historia, en la militarizaciĂłn de
la polĂtica como modelo de vida y de organizaciĂłn colectiva.
3.
Una ideologĂa de carácter antiideolĂłgico y pragmático, que se proclama
antimaterialista, antiindividualista, antiliberal, antidemocrática,
antimarxista, tendencialmente populista y anticapitalista, expresada
estĂ©ticamente más que teĂłricamente, a travĂ©s de un nuevo estilo polĂtico y
a travĂ©s de los mitos, los ritos y los sĂmbolos de una religiĂłn laica,
instituida en funciĂłn del proceso de aculturaciĂłn, de socializaciĂłn y de
integraciĂłn religiosa de las masas para la creaciĂłn de un «hombre nuevo».
4.
Una concepciĂłn totalitaria de la primacĂa de la polĂtica, como experiencia
integral y revolución continua, para realizar, a través del Estado
totalitario, la fusión del individuo y de las masas en la unidad orgánica y
mĂstica de la naciĂłn, como comunidad Ă©tnica y moral, adaptando medidas
de discriminaciĂłn y de persecuciĂłn contra aquellos considerados excluidos de
esta comunidad, por ser enemigos del régimen o por pertenecer a razas
consideradas inferiores o de todas maneras peligrosas para la integridad de la
naciĂłn.
5.
Una ética civil fundada en la subordinación absoluta del ciudadano al Estado,
en la devociĂłn total del individuo a la comunidad nacional, en la
disciplina, en la virilidad, la camaraderĂa, el espĂritu guerrero.
c)
DimensiĂłn institucional
6.
Un aparato de policĂa que previene, controla y reprime, incluso con el
recurso al terror organizado, la disensiĂłn y la oposiciĂłn.
7.
Un partido único, que tiene la función de asegurar, a través una propia
milicia, la defensa armada del régimen, entendido como el conjunto de las
nuevas instituciones pĂşblicas creadas por el movimiento revolucionario; de
proveer a la selecciĂłn de los nuevos cuadros dirigentes y a la formaciĂłn de
la «aristocracia del mando»; de organizar las masas en el Estado
totalitario, comprometidas en un proceso pedagĂłgico de movilizaciĂłn permanente,
emocional y religiosa; de actuar dentro del rĂ©gimen como Ăłrgano de la «revoluciĂłn
continua» para la permanente ejecuciĂłn del mito del Estado totalitario en
las instituciones, en la sociedad, en la mentalidad y en la costumbre.
8.
Un sistema polĂtico fundado en la simbiosis entre partido y Estado, ordenado
segĂşn una jerarquĂa de funciones, nombrada desde arriba y dirigida por la
figura del «jefe» investido de sacralidad carismática, que gobierna, dirige
y coordina las actividades del partido, del régimen y del Estado y obra como
árbitro supremo e indiscutible en los conflictos entre los potentados del
régimen.
9.
Una organizaciĂłn corporativa de la economĂa, que suprime la libertad
sindical, amplĂa la esfera de intervenciĂłn del Estado e intenta realizar,
según principios tecnocráticos y solidaristas, la colaboración de las clases
productoras bajo el control del régimen para la consecución de sus fines de
potencia, pero preservando la propiedad privada y la divisiĂłn de las clases.
10.
Una polĂtica exterior inspirada en la bĂşsqueda de la potencia y de la
grandeza nacional, con objetivos de expansiĂłn imperialista en vistas a la
creaciĂłn de una nueva civilizaciĂłn.
TUVO UNA IDEOLOGĂŤA PROPIA
Algunos comentaristas han tratado de negar la existencia de
una ideologĂa propia del fascismo italiano, y que no fue más que la dictadura
personal de Mussolini. Se ha dicho que el fascismo renegaba de las ideas en su
exaltaciĂłn de la acciĂłn, y que por ello el Duce no se preocupaba por la teorĂa,
sino que iba acomodando ideas a modo segĂşn la situaciĂłn. Gentile niega esto
categĂłricamente, siendo en efecto la ideologĂa del fascismo su principal objeto
de estudio, y considera que ignorar la dimensiĂłn ideolĂłgica y cultural del
fascismo no ayuda a entenderlo y, por el contrario, ha contribuido a muchos
errores y equĂvocos.
Que el fascismo exaltara el irracionalismo y fuera a menudo
contradictorio no quiere decir que no tuviera una base ideológica más o menos
coherente; es más, hay que tener en cuenta que fue la mezcla de la
irracionalidad de los mitos ideolĂłgicos con la racionalidad de la organizaciĂłn
y la instituciĂłn lo que hicieron del fascismo un movimiento tan exitoso.
Entre los elementos principales que constituyen la ideologĂa
fascista se encuentran:
El
irracionalismo, la difidencia respecto de la bondad natural del hombre mixto de
bien y de mal, el casuismo de las vicisitudes humanas y la negaciĂłn de
cualquier proyecto providencial y objetivo en el curso histĂłrico; la concepciĂłn
de la Historia como movimiento sin progreso ni direcciĂłn, ciclo eterno de una
humanidad inmutable; la exaltaciĂłn del instinto y del sentimiento como
los orĂgenes más autĂ©nticos de la personalidad, el desprecio al moralismo y
al utilitarismo pequeño-burgués, la aversión por el industrialismo y el
urbanismo, la imagen de la vida como lucha y manifestaciĂłn de la voluntad de
poder, el culto de la acciĂłn y el desprecio de las doctrinas, el
relativismo moral y una especie de religiĂłn pagana y naturalista, el
anticapitalismo ideolĂłgico y el rechazo del materialismo comunista, el espĂritu
de camaraderĂa y el antiigualitarismo, el culto al individuo superior y
el encanto hipnĂłtico de las grandes masas organizadas, el patriotismo y el
nacionalismo europeĂsta, las tendencias racistas de tipo biolĂłgico y de
tipo espiritualista o eugenésico, el optimismo trágico y el sentimiento de una
decadencia fatal de la civilizaciĂłn europea, la pasiĂłn por la vida y el sentido
de la muerte.
NO FUE UNA FORMA DE SOCIALISMO
Desde la derecha se trata de achacar la maldad del fascismo
a las ideologĂas de izquierda. Esto es un absurdo, que sĂłlo repiten charlatanes
intelectuales en los medios de comunicaciĂłn, no estudiosos de la historia o el
pensamiento polĂtico. Con todo, Gentile se siente en la necesidad de refutarlo:
Genética,
histĂłrica y culturalmente la antĂtesis entre fascismo, socialismo y comunismo
es total, y como tal fue, tanto para el fascismo como para el comunismo, una
consciente y ostentada hostilidad irreducible entre enemigos mortales.
A menudo se alude al pasado de Mussolini y de otros miembros
del movimiento fascista como militantes socialistas. Gentile aclara que ese
cambio de una ideologĂa a su opuesto total no significa que una sea variante de
otra.
En
el fascismo el papel de los militantes provenientes del socialismo
revolucionario fue claramente importante en la formaciĂłn de la ideologĂa, de la
organizaciĂłn y de la praxis fascista. Pero se debe precisar con claridad que
estos militantes, cuando dieron vida o se unieron al fascismo, ya habĂan
repudiado los cimientos fundamentales y la entera ideologĂa del marxismo y
del socialismo: la lucha de clase, la primacĂa revolucionaria del proletariado,
la emancipación total de la humanidad a través de la igualdad y la libertad, el
fin de la sociedad dividida en clases, la extinciĂłn del Estado y el
internacionalismo.
El fascismo no fue ni siquiera una “herejĂa” del marxismo.
Un hereje del cristianismo no deja de creer en Jesucristo, sino que sigue
creyendo de una manera distinta. Con respecto al marxismo, el fascismo es más
bien como una suerte de “ateĂsmo”: una negaciĂłn total de todas sus creencias y
valores.
NO FUE SÓLO UN INSTRUMENTO DEL CAPITAL
La tradiciĂłn marxista dice que el fascismo es simplemente la
respuesta violenta de un capitalismo en crisis para frenar todo intento
revolucionario de la clase trabajadora y proteger los privilegios de la clase
burguesa. Para Gentile esta interpretaciĂłn es reduccionista. En efecto el
fascismo se aliĂł con las clases dirigentes para combatir a la izquierda, pero
tambiĂ©n representĂł una amenaza a las Ă©lites tradicionales, a las que querĂa
reemplazar con sus propios “hombres nuevos”, y a las estructuras de poder que
querĂa reorganizar con el partido fascista a la cabeza.
El capital y el fascismo deben entenderse como socios
independientes que se alĂan y que tienen enemigos en comĂşn. Que el capitalismo
reaccionará con violencia y autoritarismo ante amenazas es de esperarse, pero
eso no necesariamente tiene que dar lugar al fascismo, con sus caracterĂsticas
especĂficas tan particulares.
El fascismo fue principalmente un movimiento de hombres
jóvenes de las clases medias, frustrados con el estado de cosas contemporáneo,
radicalizados por la experiencia de la Primera Guerra Mundial. Para Gentile,
asĂ como para otros autores (incluyendo algunos marxistas a los que cita), ya
es momento de entender que las clases medias pueden tener un papel autĂłnomo e
independiente tanto de la burguesĂa como del proletariado. Considera que fue un
error polĂtico para las izquierdas ignorar la importancia de las clases medias
como una masa con sus propias aspiraciones. Esto me parece muy relevante, ya
que todavĂa hoy muchos izquierdistas niegan que siquiera exista una
clase media, y piensan que lo que hay que hacer es convencer a las personas que
se consideran clasemedianas que en realidad son proletarias.
La
adhesiĂłn de las clases medias al fascismo fue el resultado de vicisitudes
histĂłricas que no tenĂan nada de necesario y de inevitable, entre las cuales, y
no la Ăşltima, la incomprensiĂłn que, en distinta medida, tanto el Partido
Popular como el Partido Socialista demostraron hacia los intereses materiales y
los ideales, y especialmente los valores nacionales, en los que gran parte de
las clases medias se reconocĂan.
Es
de sobre sabido que el Ă©xito del fascismo naciĂł en parte notabilĂsma de la
capacidad de agregar muchos miembros de las clases medias, a los que
concedieron una Ă©lite dirigente, una organizaciĂłn y una ideologĂa que comprendĂa
y exaltaba los valores y la funciĂłn de la clase media con formas de
participaciĂłn polĂtica colectiva, distintas de aquellas de los otros partidos
más eficaces para la conquista del poder.
FUE REVOLUCIONARIO Y TOTALITARIO
A diferencia de las ideologĂas de derechas tradicionales, el
fascismo era revolucionario e innovador, puesto que buscaba un cambio radical,
una transformaciĂłn total no sĂłlo de la forma de gobierno, sino de todos los
aspectos de la vida social. Aunque invocaba los mitos del pasado, como la
gloria del Imperio Romano, no pretendĂa simplemente restaurar una de edad de
oro, sino conducir a la sociedad a un mundo nuevo, a una modernidad
alternativa.
El fascismo pretendĂa tener control de toda la sociedad para
moldear un nuevo tipo de ser humano, un “hombre nuevo”, que, a diferencia del
“burguĂ©s respetable” o del “buen campesino” de la tradiciĂłn, debĂa ser un
soldado perfecto en todo momento y en todos los aspectos de la vida. En efecto,
a diferencia del simple conservadurismo, que preferĂa el cambio gradual y
concedĂa un lugar a la esfera privada, el fascismo pretendĂa borrar cualquier
distinciĂłn entre lo polĂtico y lo personal y subordinar todo al Estado. Esto
implicaba llevar a cabo una verdadera “revoluciĂłn antropolĂłgica”, la creaciĂłn
de un nuevo tipo de ser humano. Al final de la guerra, Mussolini se lamentaba
que el pueblo italiano no estaba a la altura de sus sueños revolucionarios,
como si la materia prima fuera indigna del artesano.
Hannah Arendt en Los orĂgenes del totalitarismo niega
que el fascismo italiano entre en esta categorĂa, que reserva sĂłlo al nazismo y
al estalinismo. Esta opiniĂłn ha sido muy influyente desde que se publicara ese
libro a mediados del siglo. Gentile rebate esto, empezando por señalar que
Arendt no sabĂa casi nada de lo que habĂa sucedido en Italia y que se habĂa
basado en unos pocos textos poco fiables para hacer sus juicios.
Quizá el régimen de Mussolini no llegó a tener un control
tan absoluto sobre su poblaciĂłn como Hitler y Stalin, pero eso no significa que
sus intenciones no fueran totalitarias. De hecho, apunta Gentile, la palabra totalitario
fue inventada para describir al fascismo, y luego los mismos fascistas la
adoptaron orgullosamente.
El
presupuesto fundamental del régimen totalitario es un movimiento
revolucionario de masas, con una ideologĂa integrista y la vocaciĂłn de
conquista del monopolio del poder polĂtico. El rĂ©gimen totalitario es un
sistema polĂtico fundado en la simbiosis entre Estado y partido y en un
conjunto de potentados institucionales, gobernados por los principales
exponentes de una nueva aristocracia de mando, elegidos por el jefe del
partido, que domina con su autoridad carismática la entera estructura del
rĂ©gimen. El sistema polĂtico totalitario funciona como un laboratorio donde se
experimenta una “revoluciĂłn antropolĂłgica” para la creaciĂłn de un nuevo tipo
de ser humano.
FUE UNA RELIGIÓN POLÍTICA
En el fascismo se conjugan las cuatro dimensiones
fundamentales de toda religiĂłn: fe, mito, rito y comuniĂłn. PretendĂa sustituir
a las religiones tradicionales como fuente de toda moral, significado de la
vida y propĂłsito de la existencia. Como toda religiĂłn, el movimiento tenĂa sus
propios dogmas y sacramentos, sus mártires y sus santos. El fervor de los
fascistas sólo puede compararse con el de los fanáticos religiosos; Mussolini
era su profeta y sus seguidores se veĂan a sĂ mismos como misioneros o cruzados.
La relaciĂłn entre el fascismo y el catolicismo fue tensa,
toda vez que el Duce pretendĂa sustituir a la Iglesia en sus funciones
tradicionales como formadora de conciencias. Al mismo tiempo, Mussolini querĂa
incorporar a la Iglesia como parte del rĂ©gimen. No veĂa al catolicismo como
fuente de una verdad universal, sino como parte importante de la identidad
italiana, de la romanitĂ .
Todo
el universo simbĂłlico del fascismo, como ideologĂa institucional que
ambicionaba socializar su propio “cosmos sacro”, rivalizando con las religiones
para reivindicar la prerrogativa de definir el significado de la existencia,
buscaba interiorizar en las masas “un sentido religioso donde se hace la
voluntad de Dios, que viene escuchada también a través de la voluntad del
Estado”. Desde la infancia, la idea del Estado debĂa actuar en los italianos
“con la sugestiĂłn del mito que, creciendo la edad, se realiza en formas de
disciplina civil y de activa militancia”. De esta manera, el Duce creĂa que
podrĂa moldear el carácter de los italianos y crear la raza de los “modernos
romanos” capaces de vencer el reto del destino.
HOY ES IMPORTANTE ENTENDERLO
Si bien Gentile rechaza que se pueda aplicar la etiqueta de fascista
a otros regĂmenes y movimientos de extrema derecha, tanto histĂłricos como
actuales, no por ello deja de señalar que existen puntos en común y que, al fin
y al cabo, todos son peligrosos y aborrecibles. Aunque él está muy preocupado
por la precisiĂłn histĂłrica, su propĂłsito al tratar de comprender el fascismo no
es el simple conocimiento del pasado por sĂ mismo, sino la necesidad de extraer
de él lecciones importantes para el presente y el futuro.
La
interpretaciĂłn propuesta en este libro no relega el problema del fascismo a un
pasado remoto y concluido, como el problema del feudalismo, sino que impone, al
contrario, Estudiar el fascismo como aspecto esencial de un problema igualmente
dramático y potencialmente trágico, y actual, es decir la vulnerabilidad de
la democracia liberal frente al desafĂo de los movimientos que consiguen
movilizar las pasiones colectivas en nombre de ideologĂas integristas e
intolerantes, brutales y agresivas. Los estudios sobre el fascismo
recogidos en este libro pretenden dotar de material para reflexionar también
sobre la fragilidad de la democracia liberal en una época de la modernidad que
no ha dejado de cultivar el fanatismo del odio como una virtud noble del
ser humano.
FIN
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