Gentile: Lo que debes entender sobre el fascismo - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 11 de agosto de 2025

Gentile: Lo que debes entender sobre el fascismo


El italiano Emilio Gentile es uno de los principales expertos en la historia del fascismo italiano. Este año me leí su obra Fascismo: Historia e interpretación, publicada en castellano por Alianza. Es un excelente texto, una culminación de años de estudios académicos. De hecho, la mayoría de los capítulos habían sido publicados antes en forma de artículos científicos, y aquí están corregidos y aumentados para conformar una obra que brinde un panorama bastante completo. Eso sí, debo advertir que el libro no funciona como una introducción a la historia del movimiento encabezado por Benito Mussolini; uno de los capítulos hace un brevísimo recuento de los acontecimientos principales, pero en general Gentile asume que sus lectores ya saben cómo estuvo la cosa. El libro presenta más bien una serie de argumentaciones sobre cómo debemos entender el fascismo, en cuanto a fenómeno histórico.

 

Sobre esto, hay que aclarar que Gentile no cree que exista un “fascismo universal” del cual distintos movimientos como el de Mussolini y el de Hitler puedan considerarse ejemplos. Para Ă©l, el Ăşnico fascismo es el italiano; el nacionalsocialismo fue un fenĂłmeno similar, relacionado y con el que se influyĂł mutuamente, pero no es una especie de versiĂłn alemana del fascismo. En esto Gentile difiere de muchos otros historiadores y hay que tenerlo en cuenta. Menos aĂşn le concederĂ­a el tĂ­tulo de fascista a otros regĂ­menes autoritarios de derechas del pasado, ni tampoco a los movimientos reaccionarios que vemos en nuestros dĂ­as. Todo lo que veremos a continuaciĂłn se limita exclusivamente al fascismo italiano.

 

Bien, aclarado esto, ¿quĂ© es lo que Gentile quiere que entendamos sobre el fascismo?

 

¿CĂ“MO SE DEFINE?


Para Gentile es imposible definir el fascismo en pocas palabras. Hay que considerarlo como movimiento, como régimen y como ideología; hay que tener en cuenta sus creencias y valores, pero también la estructura de sus organizaciones, las relaciones que tuvo con los diferentes actores sociales de la época y su forma de actuar. O sea, una definición precisa del fascismo italiano debe incluir sus dimensiones organizativa, cultural e institucional. Aquí la tienen textualmente (las negritas son mías):

 

a) DimensiĂłn organizativa

 

1. Un movimiento de masas, con agregaciĂłn interclasista pero en el que prevalecen, en los cuadros dirigentes y en la masa de militantes, jĂłvenes pertenecientes principalmente a las clases medias, en gran parte ajenos en la actividad polĂ­tica, organizados en la forma original e inĂ©dita del «partido milicia», que funda su identidad no en la jerarquĂ­a social y la proveniencia de clase, sino en el sentido de la camaraderĂ­a: se concibe investido de una misiĂłn de regeneraciĂłn nacional, se considera en estado de guerra contra los adversarios polĂ­ticos y desea conseguir el monopolio del poder polĂ­tico, usando el terror, la táctica parlamentaria y el compromiso con los grupos dirigentes, para crear un nuevo rĂ©gimen, destruyendo la democracia parlamentaria.

 

b) DimensiĂłn cultural

 

2. Una cultura fundada en el pensamiento mítico y en el sentido trágico y activista de la vida, concebida como manifestación de la voluntad de potencia, en el mito de la juventud como artífice de la Historia, en la militarización de la política como modelo de vida y de organización colectiva.

 

3. Una ideologĂ­a de carácter antiideolĂłgico y pragmático, que se proclama antimaterialista, antiindividualista, antiliberal, antidemocrática, antimarxista, tendencialmente populista y anticapitalista, expresada estĂ©ticamente más que teĂłricamente, a travĂ©s de un nuevo estilo polĂ­tico y a travĂ©s de los mitos, los ritos y los sĂ­mbolos de una religiĂłn laica, instituida en funciĂłn del proceso de aculturaciĂłn, de socializaciĂłn y de integraciĂłn religiosa de las masas para la creaciĂłn de un «hombre nuevo».

 

4. Una concepción totalitaria de la primacía de la política, como experiencia integral y revolución continua, para realizar, a través del Estado totalitario, la fusión del individuo y de las masas en la unidad orgánica y mística de la nación, como comunidad étnica y moral, adaptando medidas de discriminación y de persecución contra aquellos considerados excluidos de esta comunidad, por ser enemigos del régimen o por pertenecer a razas consideradas inferiores o de todas maneras peligrosas para la integridad de la nación.

 

5. Una ética civil fundada en la subordinación absoluta del ciudadano al Estado, en la devoción total del individuo a la comunidad nacional, en la disciplina, en la virilidad, la camaradería, el espíritu guerrero.

 

c) DimensiĂłn institucional

 

6. Un aparato de policĂ­a que previene, controla y reprime, incluso con el recurso al terror organizado, la disensiĂłn y la oposiciĂłn.

 

7. Un partido Ăşnico, que tiene la funciĂłn de asegurar, a travĂ©s una propia milicia, la defensa armada del rĂ©gimen, entendido como el conjunto de las nuevas instituciones pĂşblicas creadas por el movimiento revolucionario; de proveer a la selecciĂłn de los nuevos cuadros dirigentes y a la formaciĂłn de la «aristocracia del mando»; de organizar las masas en el Estado totalitario, comprometidas en un proceso pedagĂłgico de movilizaciĂłn permanente, emocional y religiosa; de actuar dentro del rĂ©gimen como Ăłrgano de la «revoluciĂłn continua» para la permanente ejecuciĂłn del mito del Estado totalitario en las instituciones, en la sociedad, en la mentalidad y en la costumbre.

 

8. Un sistema polĂ­tico fundado en la simbiosis entre partido y Estado, ordenado segĂşn una jerarquĂ­a de funciones, nombrada desde arriba y dirigida por la figura del «jefe» investido de sacralidad carismática, que gobierna, dirige y coordina las actividades del partido, del rĂ©gimen y del Estado y obra como árbitro supremo e indiscutible en los conflictos entre los potentados del rĂ©gimen.

 

9. Una organización corporativa de la economía, que suprime la libertad sindical, amplía la esfera de intervención del Estado e intenta realizar, según principios tecnocráticos y solidaristas, la colaboración de las clases productoras bajo el control del régimen para la consecución de sus fines de potencia, pero preservando la propiedad privada y la división de las clases.

 

10. Una polĂ­tica exterior inspirada en la bĂşsqueda de la potencia y de la grandeza nacional, con objetivos de expansiĂłn imperialista en vistas a la creaciĂłn de una nueva civilizaciĂłn.

 

TUVO UNA IDEOLOGĂŤA PROPIA


Algunos comentaristas han tratado de negar la existencia de una ideología propia del fascismo italiano, y que no fue más que la dictadura personal de Mussolini. Se ha dicho que el fascismo renegaba de las ideas en su exaltación de la acción, y que por ello el Duce no se preocupaba por la teoría, sino que iba acomodando ideas a modo según la situación. Gentile niega esto categóricamente, siendo en efecto la ideología del fascismo su principal objeto de estudio, y considera que ignorar la dimensión ideológica y cultural del fascismo no ayuda a entenderlo y, por el contrario, ha contribuido a muchos errores y equívocos.

 

Que el fascismo exaltara el irracionalismo y fuera a menudo contradictorio no quiere decir que no tuviera una base ideológica más o menos coherente; es más, hay que tener en cuenta que fue la mezcla de la irracionalidad de los mitos ideológicos con la racionalidad de la organización y la institución lo que hicieron del fascismo un movimiento tan exitoso.

 

Entre los elementos principales que constituyen la ideologĂ­a fascista se encuentran:

 

El irracionalismo, la difidencia respecto de la bondad natural del hombre mixto de bien y de mal, el casuismo de las vicisitudes humanas y la negación de cualquier proyecto providencial y objetivo en el curso histórico; la concepción de la Historia como movimiento sin progreso ni dirección, ciclo eterno de una humanidad inmutable; la exaltación del instinto y del sentimiento como los orígenes más auténticos de la personalidad, el desprecio al moralismo y al utilitarismo pequeño-burgués, la aversión por el industrialismo y el urbanismo, la imagen de la vida como lucha y manifestación de la voluntad de poder, el culto de la acción y el desprecio de las doctrinas, el relativismo moral y una especie de religión pagana y naturalista, el anticapitalismo ideológico y el rechazo del materialismo comunista, el espíritu de camaradería y el antiigualitarismo, el culto al individuo superior y el encanto hipnótico de las grandes masas organizadas, el patriotismo y el nacionalismo europeísta, las tendencias racistas de tipo biológico y de tipo espiritualista o eugenésico, el optimismo trágico y el sentimiento de una decadencia fatal de la civilización europea, la pasión por la vida y el sentido de la muerte.

 

NO FUE UNA FORMA DE SOCIALISMO


Desde la derecha se trata de achacar la maldad del fascismo a las ideologĂ­as de izquierda. Esto es un absurdo, que sĂłlo repiten charlatanes intelectuales en los medios de comunicaciĂłn, no estudiosos de la historia o el pensamiento polĂ­tico. Con todo, Gentile se siente en la necesidad de refutarlo:

 

Genética, histórica y culturalmente la antítesis entre fascismo, socialismo y comunismo es total, y como tal fue, tanto para el fascismo como para el comunismo, una consciente y ostentada hostilidad irreducible entre enemigos mortales.

 

A menudo se alude al pasado de Mussolini y de otros miembros del movimiento fascista como militantes socialistas. Gentile aclara que ese cambio de una ideologĂ­a a su opuesto total no significa que una sea variante de otra.

 

En el fascismo el papel de los militantes provenientes del socialismo revolucionario fue claramente importante en la formación de la ideología, de la organización y de la praxis fascista. Pero se debe precisar con claridad que estos militantes, cuando dieron vida o se unieron al fascismo, ya habían repudiado los cimientos fundamentales y la entera ideología del marxismo y del socialismo: la lucha de clase, la primacía revolucionaria del proletariado, la emancipación total de la humanidad a través de la igualdad y la libertad, el fin de la sociedad dividida en clases, la extinción del Estado y el internacionalismo.

 

El fascismo no fue ni siquiera una “herejĂ­a” del marxismo. Un hereje del cristianismo no deja de creer en Jesucristo, sino que sigue creyendo de una manera distinta. Con respecto al marxismo, el fascismo es más bien como una suerte de “ateĂ­smo”: una negaciĂłn total de todas sus creencias y valores.

 

NO FUE SÓLO UN INSTRUMENTO DEL CAPITAL


La tradiciĂłn marxista dice que el fascismo es simplemente la respuesta violenta de un capitalismo en crisis para frenar todo intento revolucionario de la clase trabajadora y proteger los privilegios de la clase burguesa. Para Gentile esta interpretaciĂłn es reduccionista. En efecto el fascismo se aliĂł con las clases dirigentes para combatir a la izquierda, pero tambiĂ©n representĂł una amenaza a las Ă©lites tradicionales, a las que querĂ­a reemplazar con sus propios “hombres nuevos”, y a las estructuras de poder que querĂ­a reorganizar con el partido fascista a la cabeza.

 

El capital y el fascismo deben entenderse como socios independientes que se alían y que tienen enemigos en común. Que el capitalismo reaccionará con violencia y autoritarismo ante amenazas es de esperarse, pero eso no necesariamente tiene que dar lugar al fascismo, con sus características específicas tan particulares.

 

El fascismo fue principalmente un movimiento de hombres jóvenes de las clases medias, frustrados con el estado de cosas contemporáneo, radicalizados por la experiencia de la Primera Guerra Mundial. Para Gentile, así como para otros autores (incluyendo algunos marxistas a los que cita), ya es momento de entender que las clases medias pueden tener un papel autónomo e independiente tanto de la burguesía como del proletariado. Considera que fue un error político para las izquierdas ignorar la importancia de las clases medias como una masa con sus propias aspiraciones. Esto me parece muy relevante, ya que todavía hoy muchos izquierdistas niegan que siquiera exista una clase media, y piensan que lo que hay que hacer es convencer a las personas que se consideran clasemedianas que en realidad son proletarias.

 

La adhesiĂłn de las clases medias al fascismo fue el resultado de vicisitudes histĂłricas que no tenĂ­an nada de necesario y de inevitable, entre las cuales, y no la Ăşltima, la incomprensiĂłn que, en distinta medida, tanto el Partido Popular como el Partido Socialista demostraron hacia los intereses materiales y los ideales, y especialmente los valores nacionales, en los que gran parte de las clases medias se reconocĂ­an.

 

Es de sobre sabido que el éxito del fascismo nació en parte notabilísma de la capacidad de agregar muchos miembros de las clases medias, a los que concedieron una élite dirigente, una organización y una ideología que comprendía y exaltaba los valores y la función de la clase media con formas de participación política colectiva, distintas de aquellas de los otros partidos más eficaces para la conquista del poder.

 

FUE REVOLUCIONARIO Y TOTALITARIO


A diferencia de las ideologĂ­as de derechas tradicionales, el fascismo era revolucionario e innovador, puesto que buscaba un cambio radical, una transformaciĂłn total no sĂłlo de la forma de gobierno, sino de todos los aspectos de la vida social. Aunque invocaba los mitos del pasado, como la gloria del Imperio Romano, no pretendĂ­a simplemente restaurar una de edad de oro, sino conducir a la sociedad a un mundo nuevo, a una modernidad alternativa.

 

El fascismo pretendĂ­a tener control de toda la sociedad para moldear un nuevo tipo de ser humano, un “hombre nuevo”, que, a diferencia del “burguĂ©s respetable” o del “buen campesino” de la tradiciĂłn, debĂ­a ser un soldado perfecto en todo momento y en todos los aspectos de la vida. En efecto, a diferencia del simple conservadurismo, que preferĂ­a el cambio gradual y concedĂ­a un lugar a la esfera privada, el fascismo pretendĂ­a borrar cualquier distinciĂłn entre lo polĂ­tico y lo personal y subordinar todo al Estado. Esto implicaba llevar a cabo una verdadera “revoluciĂłn antropolĂłgica”, la creaciĂłn de un nuevo tipo de ser humano. Al final de la guerra, Mussolini se lamentaba que el pueblo italiano no estaba a la altura de sus sueños revolucionarios, como si la materia prima fuera indigna del artesano.

 

Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo niega que el fascismo italiano entre en esta categoría, que reserva sólo al nazismo y al estalinismo. Esta opinión ha sido muy influyente desde que se publicara ese libro a mediados del siglo. Gentile rebate esto, empezando por señalar que Arendt no sabía casi nada de lo que había sucedido en Italia y que se había basado en unos pocos textos poco fiables para hacer sus juicios.

 

Quizá el régimen de Mussolini no llegó a tener un control tan absoluto sobre su población como Hitler y Stalin, pero eso no significa que sus intenciones no fueran totalitarias. De hecho, apunta Gentile, la palabra totalitario fue inventada para describir al fascismo, y luego los mismos fascistas la adoptaron orgullosamente.

 

El presupuesto fundamental del rĂ©gimen totalitario es un movimiento revolucionario de masas, con una ideologĂ­a integrista y la vocaciĂłn de conquista del monopolio del poder polĂ­tico. El rĂ©gimen totalitario es un sistema polĂ­tico fundado en la simbiosis entre Estado y partido y en un conjunto de potentados institucionales, gobernados por los principales exponentes de una nueva aristocracia de mando, elegidos por el jefe del partido, que domina con su autoridad carismática la entera estructura del rĂ©gimen. El sistema polĂ­tico totalitario funciona como un laboratorio donde se experimenta una “revoluciĂłn antropolĂłgica” para la creaciĂłn de un nuevo tipo de ser humano.

 

FUE UNA RELIGIÓN POLÍTICA


En el fascismo se conjugan las cuatro dimensiones fundamentales de toda religión: fe, mito, rito y comunión. Pretendía sustituir a las religiones tradicionales como fuente de toda moral, significado de la vida y propósito de la existencia. Como toda religión, el movimiento tenía sus propios dogmas y sacramentos, sus mártires y sus santos. El fervor de los fascistas sólo puede compararse con el de los fanáticos religiosos; Mussolini era su profeta y sus seguidores se veían a sí mismos como misioneros o cruzados.

 

La relación entre el fascismo y el catolicismo fue tensa, toda vez que el Duce pretendía sustituir a la Iglesia en sus funciones tradicionales como formadora de conciencias. Al mismo tiempo, Mussolini quería incorporar a la Iglesia como parte del régimen. No veía al catolicismo como fuente de una verdad universal, sino como parte importante de la identidad italiana, de la romanità.

 

Todo el universo simbĂłlico del fascismo, como ideologĂ­a institucional que ambicionaba socializar su propio “cosmos sacro”, rivalizando con las religiones para reivindicar la prerrogativa de definir el significado de la existencia, buscaba interiorizar en las masas “un sentido religioso donde se hace la voluntad de Dios, que viene escuchada tambiĂ©n a travĂ©s de la voluntad del Estado”. Desde la infancia, la idea del Estado debĂ­a actuar en los italianos “con la sugestiĂłn del mito que, creciendo la edad, se realiza en formas de disciplina civil y de activa militancia”. De esta manera, el Duce creĂ­a que podrĂ­a moldear el carácter de los italianos y crear la raza de los “modernos romanos” capaces de vencer el reto del destino.

 

HOY ES IMPORTANTE ENTENDERLO 


Si bien Gentile rechaza que se pueda aplicar la etiqueta de fascista a otros regímenes y movimientos de extrema derecha, tanto históricos como actuales, no por ello deja de señalar que existen puntos en común y que, al fin y al cabo, todos son peligrosos y aborrecibles. Aunque él está muy preocupado por la precisión histórica, su propósito al tratar de comprender el fascismo no es el simple conocimiento del pasado por sí mismo, sino la necesidad de extraer de él lecciones importantes para el presente y el futuro.

 

La interpretación propuesta en este libro no relega el problema del fascismo a un pasado remoto y concluido, como el problema del feudalismo, sino que impone, al contrario, Estudiar el fascismo como aspecto esencial de un problema igualmente dramático y potencialmente trágico, y actual, es decir la vulnerabilidad de la democracia liberal frente al desafío de los movimientos que consiguen movilizar las pasiones colectivas en nombre de ideologías integristas e intolerantes, brutales y agresivas. Los estudios sobre el fascismo recogidos en este libro pretenden dotar de material para reflexionar también sobre la fragilidad de la democracia liberal en una época de la modernidad que no ha dejado de cultivar el fanatismo del odio como una virtud noble del ser humano.

 

FIN


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