Definiendo: ¿Qué es el fascismo? - Ego Sum Qui Sum

Breaking

PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 4 de agosto de 2025

Definiendo: ¿Qué es el fascismo?



“¡A ver, define fascismo!”, es una respuesta fastidiosamente común que su seguro servidor se encuentra en redes, especialmente cuando me declaro antifascista.

 

Los movimientos reaccionarios de extrema derecha se han vuelto hegemónicos en muchos lugares del mundo, y desde hace varios años se debate, de buena o mala fe, con o sin conocimiento de causa, si la etiqueta de fascistas resulta adecuada para casos como el de Donald Trump (Estados Unidos), Viktor Orbán (Hungría), Javier Milei (Argentina), Marine Le Pen (Francia), Santiago Abascal (España), Matteo Salvini y Giorgia Meloni (Italia), y muchos otros.

 

Pero el propósito de la exigencia “¡define fascismo!” suele ser enredarnos en discusiones bizantinas sobre semántica y taxonomía para desviar la atención de los atropellos, abusos y crímenes que la derecha contemporánea ha cometido o proyecta cometer. Es decir, la persona que llega y repite de buenas a primeras esa frase no está honestamente esperando que le dé una definición de fascismo para satisfacer una duda. Se trata de alguien que simpatiza con esos movimientos reaccionarios (o que por lo menos no los considera tan peligrosos como otras corrientes políticas). Además, son individuos que ven el debate no como una oportunidad para intercambiar ideas y alcanzar el conocimiento, sino como un juego de suma cero en el que hay que ganar o perder. “¡Define fascismo!” es la primera movida de un juego que ya tienen preparado y cuyo desenlace (esperan), será la derrota y humillación del antifascista en cuestión (o sea, yo mero).

 

“¡Define fascismo!” no es algo que se pueda responder en un comentario de Facebook. Por lo general, requiere una explicación detallada. Y es que, en realidad, existen diferentes definiciones de fascismo que han planteado distintos autores a lo largo de la historia. Hoy vamos a conocer algunas. Así, la próxima vez que algún impertinente quiera ponerme en jaque con “¡define fascismo!” puedo nomás ponerle un enlace a esta entrada e irme a jugar Nintendo.

 


El politólogo británico Roger Griffin, en La naturaleza del fascismo (1991), define fascismo como ultranacionalismo palingenésico. Son sólo dos palabras, pero muy complejas pues a su vez comprenden una multitud de conceptos. La parte de ultranacionalismo se refiere a una devoción extrema, al punto de la violencia, por la propia nación. Incluye una concepción homogénea y excluyente de la misma, normalmente sobre líneas étnicas, religiosas o culturales que dejan fuera a muchos grupos humanos, sin importar cuánto tiempo lleven viviendo en el territorio nacional, y que deben ser expurgados para mantener la pureza de la patria. Este ultranacionalismo implica la xenofobia y la animosidad hacia los otros pueblos de la Tierra, sobre los que debe primar el interés de la propia nación.

 

La palabra palingenésico es quizá menos familiar. Viene de las raíces griegas palin “de nuevo” y génesis “nacimiento”. Se refiere al mito de un renacimiento, de un resurgir, de un regreso a una mítica “edad de oro”. Por supuesto, para creer que la nación necesita renovarse hay que creer primero que se encuentra en una etapa de decadencia de la que necesita ser rescatada. Esta narrativa atrae a grandes masas decepcionadas por la política tradicional y las seduce con la promesa de hacer a la patria “grande otra vez”.

 

Básicamente, para Griffin la característica esencial del fascismo, que lo distingue de otras ideologías autoritarias, es el mito de una revolución para lograr un renacimiento nacional tras una etapa indeterminada de decadencia.

 

“Los horizontes míticos de la mentalidad fascista no se extienden más allá de esta primera etapa. Promete reemplazar la gerontocracia, la mediocridad y la flaqueza nacional por la juventud, el heroísmo y la grandeza nacional, expulsar la anarquía y la decadencia y traer orden y salud, inaugurar un nuevo mundo ilusionante en el lugar del ya agotado que existía antes, para poner el gobierno en manos de personalidades extraordinarias en lugar de insignificancias.”

 

En el caso de Trump, Griffin ve en él muchos rasgos del fascismo, pero considera que no tiene suficiente congruencia ideológica para ser considerado propiamente fascista. Eso, apunta, no le quita lo peligroso.

 


Por otro lado, tenemos al historiador estadounidense Robert Paxton, autor de Anatomía del fascismo (2004), quien considera que una definición completa del fascismo debe incluir los diferentes aspectos que lo componen, no sólo su ideología, sino también su forma de organización, las diferentes etapas de su desarrollo y sus relaciones con otras fuerzas políticas (las negritas son mías):

 

“El fascismo puede ser definido como una forma de actuar político marcado por una excesiva preocupación por la decadencia, humillación o victimización de la comunidad, y por cultos compensatorios de unidad, energía y pureza, en el que una un partido de masas de militantes nacionalistas comprometidos, trabajando en colaboración tensa pero efectiva con las élites tradicionales, abandona las libertades democráticas y persigue, con violencia redentiva y sin límites éticos o legales, objetivos de limpieza interior y expansión exterior.”

 

La definición de Paxton incluye al nazismo y al fascismo italiano, pero deja fuera algunos regímenes considerados coloquialmente como fascistas, tales como el de Salazar en Portugal o el de Pinochet en Chile. El falangismo en España habría sido fascista en un principio, pero el régimen de Franco tras la Segunda Guerra Mundial se normalizó hasta convertirse en una dictadura conservadora autoritaria tradicional. Por su parte, el Ku Klux Klan tras la Guerra Civil estadounidense, o el movimiento antidreyfusard en Francia a finales del siglo XIX, son considerados proto-fascistas.

 

Ahora bien, lo interesante de Paxton es que en 2004 predijo lo siguiente sobre futuros movimientos fascistas en Estados Unidos y Europa (las negritas son mías):

 

“Mientras que un nuevo fascismo necesariamente satanizaría a algún enemigo, tanto interno como externo, ese enemigo no necesariamente tendría que ser los judíos. Un auténtico fascismo popular estadounidense sería devoto, anti-negro, y después del 9/11, anti-Islam; en Europa occidental sería secular y, estos días, más probablemente islamófobo que antisemita; en Rusia y Europa de este, religioso, antisemita, eslavófilo y anti-occidental. Los nuevos fascismos probablemente preferirán la vestimenta del patriotismo ordinario de su propia época y lugar, en vez de las esvásticas y las fasces.”

 

Todo lo cual casa a la perfección con los movimientos de extrema derecha modernos. Cabe añadir que Paxton mismo dijo a finales de los 2010 que el movimiento encabezado por Donald Trump no era fascista, pero que cambió de opinión cuando presenció el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Si nos atenemos a lo dicho por Paxton, en el trumpismo están la devoción religiosa, la islamofobia y el racismo antinegro, la preocupación por la decadencia y la promesa de “hacer a América grande otra vez”, las milicias nacionalistas (Proud Boys, Boogaloo Bois, etc.), la colaboración incómoda con las élites tradicionales (el apoyo de multimillonarios y la aquiescencia de la cúpula republicana), la limpieza interior (deportaciones masivas de inmigrantes, legales o ilegales, con antecedentes penales o no) y la expansión exterior (amenazas a Canadá, Groenlandia, México y Panamá).



Más popular e influyente en años recientes (por la misma popularidad de su autor) se ha vuelto la definición del filósofo italiano Umberto Eco, en su famoso ensayo Contra el fascismo (1995), basado en una conferencia que dictó en Estados Unidos en la Universidad de Columbia tras los atentados de Oklahoma, perpetrados por fanáticos de extrema derecha en abril de 1995. El ataque causó la muerte de 168 personas, y para muchos estadounidenses significó la chocante revelación de que existían movimientos así en su propio país.

 

Eco plantea el concepto de un fascismo eterno o ur-fascismo, que tiene la posibilidad de manifestarse en cualquier momento. Nos presenta con una forma muy interesante para pensar sobre el fascismo: imagina que tienes una entidad con las características ABC, otra con las características BCD, otra con las características CDE y una más con las características DEF. Hay parecidos entre cada entidad y la siguiente, pero entre la primera y la última no hay ningún elemento en común. Sin embargo, podemos notar el “parecido familiar”, pues hay una secuencia progresiva entre la una y la otra. Dice Eco:

 

“El término fascismo se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o a Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico.

 

Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto a la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán a uno de los gurús fascistas más respetados: Julius Evola.

 

A pesar de esta confusión, considero que es posible elaborar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar ur-fascismo, o fascismo eterno.”

 

Así, más que ofrecer una sola definición coherente de fascismo, lo que hace Eco es enlistar una serie de características. Un movimiento o régimen no necesita presentar todas ellas para considerarse fascista, y a pesar de las diferencias, el “parecido familiar” entre los diferentes fascismos puede distinguirse:

 

1) Culto a la tradición

2) Rechazo a la modernidad

3) Culto a la acción sobre el pensamiento

4) El desacuerdo como traición

5) Miedo a la diferencia

6) Gusto por la clase media frustrada

7) Obsesión por un complot

8) Caracterización de un enemigo despreciable pero peligroso

9) Culto a la guerra permanente

10) Desprecio por los débiles

11) Culto al heroísmo y a la muerte heroica

12) Machismo, misoginia, desprecio por la sexualidad atípica

13) Populismo selectivo

14) Manipulación del lenguaje contra el pensamiento crítico

 

Esta caracterización del fascismo es más amplia que la de Paxton, y permite la inclusión de figuras, movimientos y regímenes que el estadounidense explícitamente deja fuera. Eco murió en 2016, el mismo año en el que Trump ganó las elecciones presidenciales por primera vez, y no sé si alguna vez opinó directamente sobre él. Sin embargo, salta a la vista que al trumpismo, así como a otros movimientos reaccionarios modernos, se aplican la mayoría, si no es que todos, los catorce puntos. No son pocos los artículos de opinión que se han basado en la caracterización de Eco para denunciar a Trump y similares como fascistas.

 


Luego tenemos una definición todavía más estricta que la de Paxton, y es la del historiador italiano Emilio Gentile, uno de los más importantes expertos en el fascismo original, el que surgió en su propia tierra en la década de 1920. Para Gentile no existe un “fascismo genérico”, es decir, no hay un género fascismo del cual el italiano, el alemán o el español sean especies particulares. Existe un solo fascismo, el histórico, el italiano. El nazismo y el fascismo serían fenómenos distintos, con muchas características en común e influencias mutuas, pero no son dos variantes de la misma cosa. En Fascismo: Historia e interpretación (2003), Gentile da la siguiente detalladísima definición, que contempla las tres dimensiones constituyentes del fascismo (las negritas son mías):

 

a) Dimensión organizativa

 

1. Un movimiento de masas, con agregación interclasista pero en el que prevalecen, en los cuadros dirigentes y en la masa de militantes, jóvenes pertenecientes principalmente a las clases medias, en gran parte ajenos en la actividad política, organizados en la forma original e inédita del «partido milicia», que funda su identidad no en la jerarquía social y la proveniencia de clase, sino en el sentido de la camaradería: se concibe investido de una misión de regeneración nacional, se considera en estado de guerra contra los adversarios políticos y desea conseguir el monopolio del poder político, usando el terror, la táctica parlamentaria y el compromiso con los grupos dirigentes, para crear un nuevo régimen, destruyendo la democracia parlamentaria.

 

b) Dimensión cultural

 

2. Una cultura fundada en el pensamiento mítico y en el sentido trágico y activista de la vida, concebida como manifestación de la voluntad de potencia, en el mito de la juventud como artífice de la Historia, en la militarización de la política como modelo de vida y de organización colectiva.

 

3. Una ideología de carácter antiideológico y pragmático, que se proclama antimaterialista, antiindividualista, antiliberal, antidemocrática, antimarxista, tendencialmente populista y anticapitalista, expresada estéticamente más que teóricamente, a través de un nuevo estilo político y a través de los mitos, los ritos y los símbolos de una religión laica, instituida en función del proceso de aculturación, de socialización y de integración religiosa de las masas para la creación de un «hombre nuevo».

 

4. Una concepción totalitaria de la primacía de la política, como experiencia integral y revolución continua, para realizar, a través del Estado totalitario, la fusión del individuo y de las masas en la unidad orgánica y mística de la nación, como comunidad étnica y moral, adaptando medidas de discriminación y de persecución contra aquellos considerados excluidos de esta comunidad, por ser enemigos del régimen o por pertenecer a razas consideradas inferiores o de todas maneras peligrosas para la integridad de la nación.

 

5. Una ética civil fundada en la subordinación absoluta del ciudadano al Estado, en la devoción total del individuo a la comunidad nacional, en la disciplina, en la virilidad, la camaradería, el espíritu guerrero.

 

c) Dimensión institucional

 

6. Un aparato de policía que previene, controla y reprime, incluso con el recurso al terror organizado, la disensión y la oposición.

 

7. Un partido único, que tiene la función de asegurar, a través una propia milicia, la defensa armada del régimen, entendido como el conjunto de las nuevas instituciones públicas creadas por el movimiento revolucionario; de proveer a la selección de los nuevos cuadros dirigentes y a la formación de la «aristocracia del mando»; de organizar las masas en el Estado totalitario, comprometidas en un proceso pedagógico de movilización permanente, emocional y religiosa; de actuar dentro del régimen como órgano de la «revolución continua» para la permanente ejecución del mito del Estado totalitario en las instituciones, en la sociedad, en la mentalidad y en la costumbre.

 

8. Un sistema político fundado en la simbiosis entre partido y Estado, ordenado según una jerarquía de funciones, nombrada desde arriba y dirigida por la figura del «jefe» investido de sacralidad carismática, que gobierna, dirige y coordina las actividades del partido, del régimen y del Estado y obra como árbitro supremo e indiscutible en los conflictos entre los potentados del régimen.

 

9. Una organización corporativa de la economía, que suprime la libertad sindical, amplía la esfera de intervención del Estado e intenta realizar, según principios tecnocráticos y solidaristas, la colaboración de las clases productoras bajo el control del régimen para la consecución de sus fines de potencia, pero preservando la propiedad privada y la división de las clases.

 

10. Una política exterior inspirada en la búsqueda de la potencia y de la grandeza nacional, con objetivos de expansión imperialista en vistas a la creación de una nueva civilización.

 


Una de las cosas que más preocupan a Gentile es el uso indiscriminado que se ha hecho de la palabra fascismo, pues se ha empleado de una forma tan laxa que ha acabado por perder todo significado; su propósito es recuperarlo. En esta entrevista para Nueva Sociedad, Gentile rechaza el concepto de “fascismo eterno” de Eco, pues lo considera ahistórico. Gentile niega que exista un fascismo platónico que pueda manifestarse en cualquier momento y lugar; para él, el fascismo fue un fenómeno histórico bien delimitado en el tiempo y el espacio.

 

También rechaza categóricamente que los modernos populismos de derechas puedan ser llamados fascistas. Ojo, Gentile no niega que estos movimientos sean reaccionarios y peligrosos para las democracias, sólo cree que aplicarles la etiqueta ayuda poco a entenderlos y a entender el fascismo histórico. Esto debe aclararse porque no falta quien saca a Gentile de contexto y lo usa para atacar a quien califique a los modernos reaccionarios como fascistas. “¿Ya ven? El mayor experto en fascismo en el mundo dice que esto no es fascismo”. Vale, ok, pero igual cree que es abominable, ¿ya?

 

A mayor comprehensión, menor extensión, nos dice la lógica aristotélica. Es decir, mientras más características incluya nuestra definición, menos entidades cabrán dentro de ella, y viceversa. Si tomamos las definiciones que hemos visto, podemos ver una progresión que va de la más amplia (Eco) a la más estricta (Gentile). Eco enlista muchas características posibles, pero como no todas tienen que estar presentes, y no explicita cuántas o cuáles son necesarias para calificar, deja espacio para que muchas entidades puedan ser categorizadas como fascistas.

 

Para aclarar las cosas, podemos observar este diagrama de Venn, en el que cada círculo contiene a los concéntricos. En rojo están los nombres que caben en la definición de Gentile, en morado la de Paxton, y en azul la de Eco:

 


¿Y cuál definición resulta más válida? Bueno, pues todas. O más bien, depende de cuál sea nuestro propósito. Tomemos dos propuestas: la más amplia y la más estricta. Emilio Gentile es un historiador profesional y experto en el tema. Él está preocupado por la precisión historiográfica; quiere tomar un término muy manoseado y devolverle su significado preciso. Quiere también comprender con la mayor claridad en qué consistió un fenómeno histórico concreto: qué fue y qué no el fascismo italiano.

 

Nadie podría decir que Umberto Eco fuese ignorante en historia, pero no era historiador profesional. Era todo un polímata, pero su especialidad era la semiótica. Estaba preocupado sobre todo por la construcción de los significados. Por eso, para él lo más importante es entender cómo el fascismo construye su poder a través del lenguaje, los símbolos, los mitos… Analiza al fascismo no como un régimen histórico o una ideología política, sino como un constructo semiótico.

 

Más importante, Eco no pretendía simplemente definir un asunto del pasado, sino lanzar una advertencia para el presente y el futuro. El propósito de su listado es que aprendamos a reconocer los síntomas del fascismo cuando los tengamos de frente. Si nos topamos con personajes, movimientos o gobiernos que cumplen con varios de estos puntos, lo de menos es si la etiqueta de fascista es históricamente exacta; lo que importa es que son lo suficientemente parecidos al fascismo como para saber que debemos resistirlos, denunciarlos y combatirlos.

 

Y ése es el meollo y lo más importante de todo este debraye: que el punto no es si queremos ponerle a Trump, Orbán, Milei, Netanyahu, Le Pen o Abascal una u otra etiqueta. Si los quieren llamar fascistas, post-fascistas, conservadores radicales, neorreaccionarios, o cualquier otra cosa, importa menos que las vidas humanas que están destruyendo, los derechos que están aplastando, las catástrofes que están propiciando, el futuro que están poniendo en riesgo… Ésa es la razón por la cual debemos organizarnos para combatirlos en todos los frentes que podamos, hoy y siempre, y no cederle ni un poco de terreno.

 


APÉNDICE: QUÉ NO ES EL FASCISMO

 

No podemos irnos sin algunas aclaraciones sobre qué NO es el fascismo, algo en lo que todos los autores que hemos mencionado estarían de acuerdo:

  • No es (solamente) un tipo de régimen o forma de gobierno. Antes de conquistar el poder, es un movimiento y una ideología; no es necesario que un movimiento controle un país o instaure una dictadura para ser llamado fascista.

  • Inversamente, tampoco cualquier dictadura o régimen autoritario puede ser llamado fascista.
  • No es cualquier forma conservadurismo ni cualquier ideología de derechas puede ser llamada fascista.

  • Aunque el fascismo es populista, colectivista y estatista, no se reduce a estas características; algo no es fascista sólo por ser populista, colectivista o estatista.

  • No es una ideología de izquierdas ni una forma de socialismo; aunque el fascismo italiano y el nazismo emplearon algo de retórica anticapitalista en sus inicios, pactaron con la clase empresarial, protegieron la propiedad privada, persiguieron el sindicalismo y trataron de erradicar a todas las izquierdas.


¡Hola, gracias por leer! Necesitamos prepararnos para enfrentar este Invierno Fascista. Si crees que mi blog aporta ideas de valor, por favor considera ayudarme a seguir creando con una suscripción a mi Patreon, o puedes hacer una sola donación en Paypal. En cualquier caso, aquí tienes algunos otros textos relacionados:

No hay comentarios.:

Apóyame en Patreon

Apóyame en Patreon
Si te gusta mi contenido, pudes ayudarme a seguir creando