Saludos, ciudadanos. El siguiente ensayo está dividido en
tres partes: una reflexión mafufa, un aburrido episodio autobiográfico y una
conclusión igualmente mafufa.
Reflexión mafufa
La reflexión
parte de la premisa que da título a la presente ponencia: “el cómic como
lectura iniciática”, lo que nos lleva a hacernos una pregunta que suelen acosar
las mentes de profesores, escritores, intelectuales, padres de familia o gente
lectora por igual: ¿cómo difundir la lectura? Es decir, ¿cómo hacer que la
gente lea? Esta pregunta podría desembocar en otra aún más tortuosa y difícil
de contestar ¿por qué queremos que la gente lea?
Ante la usual la respuesta romántica
del lector idealista “lo maravilloso de la lectura es que no tiene que servir
para nada”, me gustaría responder con la felizmente recibida noticia de que, en
efecto, leer sí sirve y para mucho. Resulta que, según estudios recientes de
diversas disciplinas, entre las que se encuentran las neurociencias, las
ciencias cognitivas, la culturonómica y la memética, leer y producir
literatura, en especial buena literatura, resulta beneficioso para sociedades e
individuos, por diversos motivos que les dejaré de tarea investigar.
Ahora bien, ¿puede
ser el cómic una herramienta para iniciarnos en la lectura? Para contestar a
esta pregunta, primero quisiera hacer una aclaración importante: la lectura es
una capacidad de la mente humana, y como tal debe ser desarrollada y
ejercitada. Permítaseme, (y espero que no ofenda demasiado a quienes quieren
defender una cualidad esotérica en el acto de la lectura) comparar la lectura
con la aritmética, en cuanto a que son habilidades mentales. Se suele criticar
que en las escuelas se marque la lectura como tarea obligatoria, porque el
descubrimiento de la literatura debe estar motivado por la decisión libre y
espontánea del sujeto. Pero yo digo, “¡pamplinas!”. No podemos obligar a los
estudiantes a amar la aritmética, pero necesitamos que nuestros alumnos desarrollen
un mínimo de capacidades numéricas, y para ello necesitamos, por obligación si
es necesario, ponerles ejercicios y tomarles exámenes.
Tampoco podemos obligarlos a amar la
literatura, pero debemos desarrollar en ellos un mínimo de capacidades lectoras,
y para ello hay que ponerles ejercicios y aplicarles pruebas. Y habiendo
desarrollado ya sus habilidades para leer y comprender lo que leen, a ellos les
será más fácil adquirir el gusto por la literatura. Y como en el caso de las
habilidades numéricas, habría que empezar por lo más sencillo (si quieren matar
el gusto de un adolescente por la lectura, háganlo empezar por El Quijote).
Ahora quiero hacer una diferencia
entre arte y entretenimiento. El arte es algo grandioso, sublime, elevado en un
sentido estético, intelectual y hasta espiritual, y que me maten si cometo la
pedantería de pretender definirlo. Más fácil es definir el entretenimiento como
aquello con lo que buscamos evadirnos de la realidad y descansar mente y cuerpo
de las fatigas que nos impone la vida. Dicho sea de paso, el entretenimiento es
una necesidad humana tanto como lo es arte. Puesto que no podemos sólo
dedicarnos a trabajar para proveer a la familia, ni clavarnos con profundas
meditaciones metafísicas todo el día, necesitamos la distensión que nos
proporciona el entretenimiento.
Existe
también una diferencia entre el entretenimiento barato y el entretenimiento de
calidad. El último es original, ingenioso, efectivo para despertar emociones y
respeta la inteligencia del público. El primero es repetitivo, trillado, apela
a las emociones más bajas y confía en la pasividad, conformidad y falta de
memoria del público.
Pues bien,
existe literatura de arte y literatura de entretenimiento. De la primera
tenemos a Víctor Hugo y en la segunda tenemos a Julio Verne, por mencionar a
dos de la misma nacionalidad. Julio Verne, Arthur Conan Doyle y Emilio Salgari
y otros hacían entretenimiento de calidad.
Como bien se sabe, los autores mencionados produjeron obras
de literatura iniciática, es decir, obras con las que muchas personas, en su
infancia, empiezan a leer. Seguramente muchos de nosotros tuvimos La Isla del Tesoro o Viaje al Centro de la Tierra como uno de
nuestros primeros libros, como desde hace más de una década, muchos niños y
niñas se han iniciado en la lectura con los libros de Harry Potter, y más recientemente con Los juegos del hambre.
Los
más optimistas ven esto con muy buenos ojos: si empiezan a leer Harry Potter, con el paso del tiempo se
convertirán en férreos lectores y llegarán a las grandes obras de la
literatura. Después de todo, uno puede empezar leyendo Spider-Man y llegar hasta Maus.
Pero esto me lleva a preguntarme si en
realidad empezar por el entretenimiento lleva a los lectores tarde o temprano
al arte. Según veo, una persona puede pasarse la vida viendo churros
hollywoodenses sin jamás echarle un ojo a una película de Fellini; o consumir
pasivamente basura como el reguetón y jamás prestarle oído a una sinfonía de
Tchaivkosky. De la misma manera, conozco gente que empezó leyendo best-sellers y en su vida adulta
continúa leyendo best-sellers, sin
atreverse a agarrar Crimen y castigo;
conozco gente que de niños leían Superman
y que hasta la fecha siguen con lo mismo y le rehúyen a Watchmen, porque les parece complicado, aburrido y con muchas
palabrotas.
También los
cómics constituyen lecturas iniciáticas. Valdría la pena, antes de seguir,
preguntarnos si los cómics son literatura. Personalmente, creo que no. Creo que
son un arte independiente, con un lenguaje propio. Es tan diferente el cómic a
la literatura, como el cine al teatro; y el cómic no es “literatura ilustrada”
como el cine no es “teatro filmado”. Pero cómic y literatura tienen algo en
común: el lenguaje escrito (aunque hay cómics “mudos”), y el acto de leer como
forma de fruición. También, por cierto, hay en el cómic una diferencia entre
arte y entretenimiento. Sea como sea, lo cierto es que las primeras obras
leídas por muchos niños y niñas son precisamente historietas y éstas pueden
llegar a ser muy atractivas en la cultura ferozmente visual en la que nos
vivimos.
Quizá hay personas cuyas mentes no
dan para pasar del entretenimiento al arte. Quizá como dicen algunos
pesimistas, la literatura no es para todos, y el hecho de que suene presuntuoso
o elitista no lo hace menos verdadero. Como dijo una vez un camarada: “Leer no
hace inteligente a nadie, son los inteligentes los que agarran y leen”.
Entonces, ¿eso significa que maestros, padres de familia, escritores,
intelectuales y demás, perdemos el tiempo en tratar de difundir el hábito de la
lectura?
Me inicié casi al mismo tiempo en la
lectura en tres medios: los libros de cuentos para niños, los libros sobre
ciencia y naturaleza (también para niños), y las historietas. Los primeros
cómics que leí fueron los de Garfield el
Gato, seguidos casi simultáneamente por Mafalda.
Dos tiras con un estilo muy diferente, que ayudaron a definir mi sentido del
humor. En casa de unos primos descubrí los Astérix
de Goscinny y Uderzo, que fueron los primeros cómics “largos” que leí y que
despertaron en mí la fascinación por la historia de las culturas antiguas.
Mi primer cómic “serio” estaba basado
en una obra literaria: era una adaptación de Tarzán de los monos de Edgar Rirce Burroughs, ilustrada por el gran
Hugh Hogart. Recuerdo que me impactó mucho la lectura de este libro, por la
violencia y el drama que podía alcanzar lo que antes creí que era una historia
para niños. A su vez, descubrí la magnificencia que podía alcanzar el arte en
un cómic.
El año de 1992 será recordado por
muchos de mi generación. Una noticia apareció en televisión, radio y prensa y
nos sacudió a todos: Superman había muerto. Como muchos de mi generación,
empecé a leer cómics de superhéroes, especialmente de Marvel y DC, justo
después de La Muerte de Superman
(antes sólo conocía a los superhéroes por películas y series animadas). En esos
años (estaba aún en la primaria) descubrí que los superhéroes de cómic eran
mucho más complejos que sus contrapartes de la televisión. Me impactó el nivel
de violencia, tragedia y hasta sensualidad que podía alcanzar las historietas
de justicieros encapuchados. Recuerdo en especial una novela gráfica de Gambit,
que era tan cachonda, que para mí y mis amiguitos era un tesoro como para otros
niños menos nerdosos podía serlo una Playboy
robada al hermano mayor.
Dejé los cómics de superhéroes por
unos cuantos años, hasta que los retomé durante una crisis de varicela en la
adolescencia. Durante esta conflictiva etapa, las historietas fueron casi
exclusivamente mi única lectura. Pero lo importante es que me mantuvieron
leyendo, es decir, mantuvieron mis capacidades lectoras activas y
ejercitándose, y cuando decidí madurar como lector para pasar a las bellas
letras, los cómics me habían dejado un bagaje cultural muy valioso. Por esos
años leí Arkham Asylum, Kigndom Come, Batman: Year One y Dark Knight Returns, The Killing Joke, Marvels, Daredevil: Born
Again y muchos títulos más que me mostraron que el cómic, hasta en el
género de superhéroes, podía ser una pieza de arte.
Además, los cómics editados por la
finada línea de superhéroes de Editorial Vid tenían un plus: incluían breves artículos que contaban el
origen y desarrollo de las historietas, hablaban de grandes escritores y
artistas del medio, filosofaban sobre la ideología o las implicaciones
sociológicas del cómic e invitaban a los lectores a conocer títulos como Watchmen o V for Vendetta (que a su debido omento conocí). A veces compraba
los cómics de Spider-Man sólo para
leer dichos artículos.
Cuando a los 18 años decidí ponerme a leer en serio,
el cómic siguió acompañándome. Alan Moore, Frank Miller, Art Spiegelman, Daniel
Clowes, Robert Crumb, entraron a mi vida en mis primeros años de joven adulto,
junto con Dostoievsky, Borges, Unamuno, Stendhal, Flaubert, Milton y Chéjov. Y
pues aquí sigo, después de una licenciatura en Letras y dos libros publicados,
no sólo leo a los autores que acabo de citar, sino que sigo dedicándole algunas
horas felices a Superman y a Spider-Man, como también al Capitán Nemo y a
Sherlock Holmes.
Conclusión mafufa
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6 comentarios:
Mmm... ¿no creciste en realidad en Aguascalientes y fuiste un compañero de primaria al que no recuerdo? ¿Por qué siento que nuestros años formativos fueron taaan similares? Creo que a mí me pasó lo mismo con la lectura de cómics y obras de entretenimiento.
¿O acaso me espías? ¬¬
Saludos.
De no ser porque soy 7 años más joven que tu, juraría que somos contemporáneos. Comparto tu opinión. Pero no olvidemos que por cada lector de Frank Miller y Unamuno, hay como 20 lectoras de Crepúsculo, y 30 de Dan Brown... (aunque quiero volver a ver la estadística, quisiera que no fuese así, snif)
Saludos.
@Danielov, @David: Je, je, je. Es fenómeno generacional de geeks, supongo. Saludos!
Cuando vuelven los temas chairos?
Completamente de acuerdo y además militante.
Aunque no dejo de sentir un sudor frío cada que le presto algún comic o libro inicático a alguno de mis alumnos.
Felicidades por tu artículo. Debes ser un gran pedagogo. Tomaré en cuenta la sugerencia de la cual he experimentado su realidad. La lectura de Watchmen me dejó escalofrías. La adaptación que hizo hollywood es como en la mayoría de los casos puro afrecho, puro bagazo y espectacularidad en vez de contenido. Un saludo.
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