Esta entrada fue publicada con una semana de antelación para mis mecenas en Patreon
El pasado miércoles 10 de septiembre de 2025 el influencer
de derechas Charlie Kirk fue asesinado en Utah. Ríos de tinta digital se
han derramado desde entonces. No pretendo subirme a ningún tren del mame; estoy
muy cansado de esta mierda, y no quiero seguir gastando energía en hablar de la
vomitiva política del país más estúpido en la historia de la civilización
humana. Mientras medio Internet continúa discutiendo sobre la muerte de un solo
hombre, decenas de personas son asesinadas cada día en Gaza. Habría pasado de largo este asunto si no
fuera que ha capturado la discusión más allá de las fronteras y los idiomas.
No puedo celebrar el atentado contra la vida de Kirk. No
creo que queramos vivir en un mundo en que la única forma de acallar a quien difunde
el odio sea con violencia asesina. En un país que no estuviera tan
deteriorado por años de discurso extremista, Kirk ni siquiera habría tenido un
público y, de haberlo tenido, ninguna institución decente le habría concedido
jamás una plataforma. Pero tampoco voy a fingir que siento lástima por él, ni a
dejar de señalar que era un individuo horrible cuyo discurso contribuyó,
directa o indirectamente, a los actos violentos que voy a enlistar aquí.
Tampoco me interesa discutir si alguna vez es ético burlarse
de la muerte de una persona. Me preocupa menos la moralidad o inmoralidad
de hacerlo que el riesgo que implica mandar el mensaje desde la izquierda, de
que estamos listos para los balazos. ¿Lo estamos? Quién sabe, pero la derecha
lo ha estado desde hace tiempo. Luego volveremos a ello.
El punto de señalar lo que sigue es arrojar un tu
quoque; no quiero decir “como ustedes lo hacen, está bien que los otros
lo hagan”. Lo que quiero es ilustrar cómo funcionan el discurso y la mentalidad
de la extrema derecha contemporánea y contrarrestar algunas narrativas que están
circulando.
Para empezar: es mentira que la izquierda sea la parte más
violenta e intolerante en esta guerra ideológica, como la derecha quiere
hacernos creer. Por su parte, el liberalismo centrista quiere convencernos de
que tenemos un problema de polarización. No, tenemos un problema de extremismo
de derechas, de conservadurismo
radicalizado, fascismo, o como le quieran decir. Sí, en abstracto todos
los extremos son malos, pero en la realidad es un extremo (o una familia de
extremos) lo que está provocando toda esta violencia.
DERECHA ASESINA
La siguiente lista incluye sólo algunos de los casos más
notorios de terrorismo de derechas en Occidente. Claro, la mayoría de los
casos ocurrieron en Estados Unidos, porque ese país es el epicentro de la
extrema derecha contemporánea, y porque está lleno de armas y de orates. Marcar
una línea para empezar a contar es difícil, pero he escogido 2011 porque
entonces tuvo lugar un tiroteo en Noruega que inspiraría otros atentados
similares en los años por venir.
2011:
En
julio, un neonazi asesinó a 77 personas en Noruega en un frenesí
asesino, con la intención de combatir la “islamización de Europa” y el
“marxismo cultural”.
2012:
En
agosto, un supremacista blanco abrió fuego en un templo Sikh en
Wisconsin, matando a cinco e hiriendo a otros cuatro practicantes.
2014:
En mayo,
un incel llevó a cabo un tiroteo en el que mató a seis personas e hirió a otras
14 en Isla Vista y Santa Bárbara, California. En su manifiesto, aseguraba que
había llegado e “Día de la Retribución” contra las feministas y las mujeres en
general. Encontraría imitadores en los años por venir.
2015:
En junio,
un blanco supremacista asesinó a nueve afroamericanos que asistían a misa en
una iglesia metodista en Charleston, Carolina del Sur. Según el propio
manifiesto del tirador, se había radicalizado tras leer sobre “crímenes de
negros contra blancos” en el sitio web del Concejo de Ciudadanos Conservadores.
En julio,
un tirador de extrema derecha mató a dos personas e hirió a nueve otras antes
de quitarse la vida en un cine de Lafayette, Lousiana.
En
octubre, un tirador incel mató a nueve personas en un campus de Oregón.
Antes había manifestado odio a los hombres negros y a las mujeres, a quienes
culpaba por su soledad.
En
noviembre un fanático provida abrió fuego en una clínica de Planned
Prenthood, asesinando a tres personas e hiriendo a otras nueve.
2016:
En junio
Jo Cox, parlamentaria británica, fue asesinada por un neonazi inglés al grito
de “¡Britania primero!” en Bristall, Inglaterra.
En
julio un chico de 18 años radicalizado en línea con ideas racistas y
xenófobas, abrió fuego contra migrantes de origen inmigrante en un McDonald’s
de Munich. Mató a 10 e hirió a 36. Irónicamente, el atacante era de ascendencia
iraní.
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Fuente: The Washington Post |
2017:
En
agosto se llevó a cabo el rally “Unite the Right”, en el que un
supremacista blanco arremetió con su automóvil contra manifestantes
antifascistas, asesinando a una mujer e hiriendo a otras 28 personas.
2018:
En abril,
en Toronto, un conductor embistió su van contra los peatones, matando a 11
personas e hiriendo a otras 15. El perpetrador se identificaba como incel y
admiraba al asesino de Isla Vista.
En
octubre, un supremacista, citando la teoría conspiratoria del “gran
reemplazo”, según la cual los judíos conspiran para reemplazar a la raza
blanca, asesinó a 11 personas e hirió a 6 más en una sinagoga en Pittsburgh.
Entre
octubre y noviembre, un fanático de Donald Trump envió 16 paquetes
explosivos contra miembros del Partido Demócrata y críticos notables del
entonces presidente. El FBI logró recuperar todos los paquetes y ninguno
cumplió su propósito.
En noviembre,
un incel mató a dos mujeres e hirió a otras cuatro y a un hombre, en un tiroteo
misógino en Florida. El tirador se había inspirado en los ataques de California
y también expresó odio a los negros y los inmigrantes.
2019:
En marzo,
un fanático de extrema derecha perpetró un tiroteo, que transmitió en vivo, en
una mezquita en Nueva Zelanda, matando a 51 personas e hiriendo a otras 89. El
asesino aseguró que luchaba contra el reemplazo de la gente blanca y la
expansión del Islam.
En abril,
un supremacista que acusaba a los judíos de estar perpetrando a un “genocidio
blanco”, abrió fuego en una sinagoga en California, asesinando a una mujer e
hiriendo a otras tres personas. Se había inspirado por el ataque en Nueva
Zelanda.
En agosto,
un supremacista blanco mató a tiros a 23 personas en El Paso, Texas, alegando
que quería detener la invasión de inmigrantes hispanos a Estados Unidos.
2020:
En
febrero, un tirador de extrema derecha mató a 9 personas de origen
inmigrante en dos bares de shishas en Hanau, Alemania.
En
mayo, otro incel, inspirado por los ataques de Isla Vista, perpetró un
tiroteo en Glendale, Arizona. Hirió a algunas personas, pero no logró matar a
nadie.
En
octubre, el FBI anunció la captura de 13 hombres que planeaban
secuestrar a Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan. Los sujetos pertenecían
a una milicia paramilitar de extrema derecha llamada Wolverine Watchmen, que
quería defender al país del “comunismo” impulsado por el partido Demócrata.
2021:
El
6 de enero, una turba de fanáticos de Trump, que negaban la validez de
las elecciones presidenciales, tomó por asalto el Capitolio, amenazando de
muerte a varios políticos. Dos personas perdieron la vida en el ataque y 147
fueron heridas. Aunque varios de los que participaron fueron juzgados y encontrados
culpables de varios delitos por este acto, Donald Trump los indultó al volver a
la presidencia y así pudieron salir de prisión.
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Fuente: Al Descubierto |
2022:
En
mayo un supremacista blanco transmitió en vivo el tiroteo que llevó a
cabo en Búfalo, NY, en el cual asesinó a 10 personas, todas afroamericanas. Su
manifiesto hablaba también de la teoría del “gran reemplazo”.
En octubre
un extremista de derechas abrió fuego contra un negocio gay en Bratislava,
Eslovaquia. Mató a dos personas e hirió a una más. El tirador se había
radicalizado en 4chan
Ese
mismo mes, un hombre irrumpió en la residencia de legisladora Demócrata
Nancy Pelosi, con la intención de secuestrarla. En cambio, halló y atacó a su
esposo Paul con un martillo, causándole heridas graves. Este hombre tenía un
blog en el que difundía ideas de la alt-right y Gamergate, promovía las teorías
conspiratorias de QAnon y expresaba simpatía por Jordan Peterson, entre otros
tópicos de derecha.
En noviembre,
un chico de 16 que se había vuelto neonazi en línea realizó un tiroteo escolar
en Aracruz, Brasil. Cuatro personas murieron y otras 12 fueron heridas.
2023:
En mayo,
un hombre de 33 años mató a ocho personas e hirió a otras siete en un centro
comercial de Allen, Texas. Había abrazado ideas nazis e incel, y sus redes
sociales estaban llenas de discurso de odio contra las mujeres, los judíos y
las minorías raciales.
En agosto,
un supremacista blanco mató a tres personas en Jacksonville, Florida.
2025:
En
junio, la legisladora del Partido Demócrata Melissa Hortman y su esposo
fueron asesinados a tiros en Minnesota. Cuando el tirador fue capturado, se le
encontró una lista de 70 personas a las que planeaba asesinar, principalmente
políticos Demócratas y activistas proaborto.
El
10 de septiembre, el mismo día del asesinato de Charlie Kirk, un chico
de 16 años perpetró un tiroteo en su escuela, donde hirió gravemente a dos
compañeros de clase antes de quitarse la vida. En sus redes sociales se
encontró contenido supremacista.
En cambio, si quieren ponerse a buscar atentados
terroristas desde la izquierda en ese mismo lapso de tiempo van a encontrar
menos casos de los que puedan contar con una mano. Después de la violencia de
derechas, en proporción le sigue el terrorismo islámico. Seguro la
derecha querría achacarlos también a la izquierda, porque no pueden distinguir
entre ser un fundamentalista islámico y ser una persona en contra de la
discriminación por islamofobia. También querrán achacar a la izquierda dos o
tres tiroteos escolares llevados a cabo por personas trans (entre MILES
perpetrados por hombres cisgénero) porque no les da el coco para entender la
diferencia entre no querer que se violente a una persona y permitir que esa
persona violente a todas las demás. Y todo lo anterior dejando de lado que,
desinformación aparte, parece ser que el asesino de Kirk ni siquiera era un
izquierdista, sino un
fascista todavía más extremo que el finado.
DOBLES Y TRIPLES ESTÁNDARES
Desde que la extrema derecha se reunió en Charlottesville
a cantar “¡Los judíos no nos reemplazarán!” se ha hablado del terrorismo
estocástico. En pocas palabras, consiste en satanizar a ciertas personas o
grupos, incitando a la violencia de forma indirecta, a través de
plataformas de amplio alcance, lo que lleva a que, tarde o temprano, alguien
decida tomar cartas en el asunto y atacar directamente. Funciona así: la
conspiranoia de “los judíos están promoviendo la inmigración, la homosexualidad
y el aborto para acabar con la raza blanca” se difunde en medios de
comunicación de forma impune, incluso por parte de figuras de alto perfil, y
sólo es cuestión de tiempo para que ocurran atentados como varios de los que he
listado.
Durante años, la derecha ha negado que se pueda hablar de
terrorismo estocástico. Ha dicho que era sólo un ardid de la izquierda para limitar
la libertad de expresión. Pero tras el intento de asesinato contra Donald
Trump en julio de 2024, la derecha empezó a decir que la izquierda, al
satanizar al magnate naranja, era responsable de esa violencia. El mismo tópico
se repitió, con mayor vehemencia, tras el asesinato de Kirk.
Mientras, Donald Trump puede
decir esto de sus oponentes políticos:
"Nos
comprometemos con ustedes a eliminar a los comunistas, marxistas, fascistas y a
los matones de la izquierda radical que viven como alimañas dentro de los
confines de nuestro país”.
Cuando la legisladora Melissa Hortman y su esposo fueron
asesinados, Trump no le dirigió a su familia ni siquiera una llamada
telefónica. Mientras, Kirk, quien no era más que un influencer, mereció
que las banderas en los edificios públicos se colgaran a media asta y el
vicepresidente Vance fue uno de los que cargó el ataúd en su funeral. La semana
pasada, un servicio cívico religioso espectacular se llevó a cabo para honrar
la memoria de alguien que, en vida, ni siquiera era tan importante ni tan admirado
en los círculos de la derecha. Ahora, hasta en México y América Latina se le
alaba como si hubiera sido un gran líder, un héroe, y no sólo otro charlatán que
promovía ideas reaccionaras, como muchos que pululan por las redes sociales.
Los derechistas que hoy se rasgan las vestiduras y piden
una guerra civil contra la izquierda por el asesinato de Kirk, se
burlaron abiertamente de los ataques contra Pelosi y Hortman. Son los
que llenan de “me divierte” las notas que hablan de violencia contra las
personas trans o de las matanzas en Palestina, los que se regodean y hacen
memes sobre la deportación y encarcelación de migrantes.
Y, de nuevo, no estoy tratando de decir “como ustedes lo
hicieron, entonces está bien que lo hagamos nosotros”. Es que quiero que quede
muy claro cómo opera la lógica de la derecha radical. Podríamos estar
aquí días y días señalando la disociación entre el discurso de la derecha y los
hechos del mundo real; podemos presentar ejemplo tras ejemplo del doble
rasero con el que miden todo. Pero nada de eso hará mella en ellos. Ya
encontrarán la manera de negar o racionarlo todo, o simplemente demostrar que
no les importa. Ni la honestidad intelectual ni la congruencia ética son sus
prioridades. El triunfo total sobre sus enemigos es el objetivo, y todo lo
demás es instrumental.
No digo que sea inútil señalarlos ni que haya que dejar de
hacerlo. Al mentiroso, al hipócrita, hay que seguir gritándole, frente a todo
el mundo “¡Sabemos que eres un mentiroso y un hipócrita!”, aunque ni la
vergüenza ni los escrúpulos vayan a hacerles cambiar su conducta. Hay que
hacerlo por mero compromiso con la verdad y con la ética. También,
quizá, para evidenciarlos ante quienes no se han dejado seducir del todo por
sus manipulaciones , pero tampoco han terminado de dimensionar su perfidia.
No es prioridad para la derecha radicalizada la construcción
y observancia de un conjunto de normas básicas que nos regulen a todos por
igual, el implícito contrato por el que nos regimos para vivir en sociedad.
Para ellos, romper el contrato social es muestra de osadía, de astucia,
de poder. Es un “miren lo que puedo hacer y cómo nadie puede detenerme”. Pero
si nosotros rompemos ese contrato una sola vez, entonces se trata de una
afrenta imperdonable que sólo demuestra la necesidad de nuestro completo
exterminio.
Los liberales centristas intentan con desesperación mantener
el contrato social, pero no tienen ni el poder ni la voluntad para que la
derecha lo cumpla y nada más pueden hacer impotentes apelaciones al honor y
la decencia. La derecha radicalizada cuenta con que el resto de nosotros
siga las reglas para poder violarlas impunemente.
Claro, la prospectiva de declarar abiertamente nulo el
contrato social es aterradora. Reconocer que ya no existen reglas (políticas,
éticas, sociales) comunes que nos gobiernen a unos y otros significaría que
todo vale en esta lucha y que el único camino para dirimirla es la fuerza.
Si ahora mismo empezara una ola de ataques mortales desde la izquierda hacia la
derecha (que, repito, sería sólo tras años de estar bajo asedio) la respuesta
de la derecha sería todavía más brutal. Por otro lado, la derecha no necesitaba
que la izquierda asesinara a uno de los suyos para querer exterminarnos. Llevan
años difundiendo el discurso de odio, planteando a toda la izquierda, a los
inmigrantes, a las personas trans, como un peligro existencial. Así, cuando
usen la violencia contra nosotros podrán alegar autodefensa.
Dejemos algo claro: si la derecha radical no ha caído con
toda violencia sobre sus enemigos es porque todavía no está segura de poder
hacerlo sin encontrar oposición, sin salir indemne. Por eso ha avanzado de poco
a poco, rompiendo un tabú social o desobedeciendo una regla institucional por
vez, hasta que llegue el momento en el que haya eliminado todas las barreras
para actuar como les dé la gana. Recuerden lo que dice Hannah Arendt en Los
orígenes del totalitarismo:
"En
los regímenes totalitarios la oposición política no es el pretexto para el
terror, sino el último impedimento para que desate toda su furia."
Este escenario podría haber sido evitado. Hace unos días, el
expresidente brasileño Jair Bolsonaro fue
condenado a más de 20 años de cárcel por incitar a un golpe de estado. Con
estas acciones, perfectamente dentro de los marcos de la ley, se asesta un
golpe a un movimiento de extrema derecha. Es lo que debían haber hecho en
Estados Unidos tras los disturbios del Capitolio, pero los liberales gringos
están muy comprometidos con su propia pusilanimidad, con mantener su
falsa equidistancia, con preservar la ilusión de que todo esto es nomás
política normal, y que lo único que hay que hacer es convencer a la gente de
que vote correctamente.
LIBRE EXPRESIÓN Y DISCURSO DE ODIO
Yo solía tener una idea muy ingenua de la libertad de
expresión. Creía que hasta al discurso más odioso y falaz se le debe combatir
mediante un discurso empático y racional. Creo que eso sigue siendo
verdad en circunstancias normales. Pero desde entonces he aprendido que el
asunto es más complicado que eso. Me di cuenta, por ejemplo, de que no
aceptamos dentro de la “libertad de expresión” las amenazas de muerte o la
calumnia… Siempre que se dirijan de individuos concretos a individuos concretos;
si por alguna razón va dirigido a grupos enteros (los judíos, las personas
trans, los migrantes, la izquierda) no hay problema.
Entonces si alguien comienza a decir “las personas trans son
un peligro para la civilización y no deben ser reconocidas”, lo único que
tenemos para contrarrestarla es un discurso bien respaldado con hechos y
lógica, ¿no? Bueno, ¿y qué pasa si eso no funciona? ¿Qué pasa si más y más
personas comienzan convencerse? ¿Qué pasa si esta postura llega a ser
mayoritaria? ¿Qué pasa si quienes la proclaman llegan a ser electos, y a
conformar gobiernos, y a hacer las leyes? ¿Qué pasa si, por medios
perfectamente legales, terminan quitándole todos sus derechos a las personas
trans? ¿La argumentación sería la única forma legítima de defenderse?
¿En qué punto sería válido pasar a otro tipo de acciones? ¿Cuando les nieguen
los documentos legales que validen su identidad, como ya está ocurriendo?
¿Cuando criminalicen a los centros médicos que proporcionen cuidados de
afirmación de género, como también ya está ocurriendo? ¿Cuando estén haciendo
redadas para llevar a las personas trans a campos de concentración, como ya
están haciendo con los migrantes?
Es un dilema. ¿Cómo podemos progresar si nuevas ideas no se
tienen la oportunidad de circular y ser debatidas, especialmente si son
incómodas para las mayorías o para los poderosos? Pero también, ¿cómo podemos
progresar si cada generación vamos a tener un gran debate sobre si la
esclavitud está bien?
Está muy bien documentado que el discurso de odio ha
jugado un papel fundamental en los genocidios del siglo XX. En Ruanda, la Radio
Télévision Libre des Mille Collines se dedicó a satanizar a la población Tutsi,
a difundir discursos de odio y hacer chistes deshumanizantes, movilizando a
hombres jóvenes que luego saldrían a cometer asesinatos en masa. Medio siglo
antes, en la Alemania nazi, Julius Streicher
dirigió el tabloide Die Strumer, dedicado a difundir información
falsa y discurso de odio antisemita. En los Juicios de Nurember fue encontrado
culpable de genocidio, aunque él personalmente no metió a nadie a una cámara de
gas. Esto debería sentar un precedente, pero yo imagino que los liberales
centristas estarían pidiendo que a Streicher se le combata sólo en el mercado
de las ideas.
Es un asunto sumamente complejo. Lo he dicho: por algo se
llama “paradoja de la tolerancia” y no “fórmula cien por ciento
infalible de la tolerancia”. El punto de la libertad de expresión no es
asegurar que todos siempre digan cosas buenas y correctas, sino evitar el
peligro de que una sola persona o institución tenga el poder para decidir
qué se dice y qué no. Pero el que sea una discusión difícil, y que quizá
nunca pueda llevar a una respuesta definitiva que se aplique de aquí a la
eternidad, no significa que no debamos tenerla. Que es lo que la derecha
quiere: que simplemente no se discuta. “Fijar límites sería muy peligroso, así
que no fijemos ninguno y déjenme decir las falsedades y vilezas que yo quiera.”
LA LEY DEL EMBUDO
Pero, de nuevo, se ha visto que ni siquiera pretenden que ese
principio se aplique de igual manera para todos; es otra cosa que este caso
demuestra fehacientemente. Si declarar
cosas como “Los niños deberían presenciar ejecuciones públicas”, “Los
negros andan merodeando por las ciudades y matan a los blancos por diversión”,
“Debemos tener juicios como los de Nuremberg contra los doctores que proveen
afirmación de género”, o “La estrategia del gran reemplazo, en curso cada día
en nuestra frontera sur, pretende reemplazar a la América rural con algo
diferente” es parte del ejercicio de la libertad de expresión, entonces
decir “Qué chistoso que hayan matado a
Charlie Kirk” también lo es. Y si la respuesta aceptable a la primera expresión
no puede pasar de una educada contraargumentación, lo mismo para la segunda.
Ah, pero no. Los despidos
contra personas que se han burlado de la muerte de Charlie Kirk se cuentan
ya por centenas. Hay personas dedicadas a rastrear a quienes se burlen para
procurarles un castigo. El programa de comediante Jimmy Kimmel fue temporalmente
suspendido, ni siquiera por burlarse Kirk, sino por señalar que su asesino es
también un derechista. ¿No es ésta la cultura de la cancelación con la que la
izquierda iba a destruir Occidente? El gobierno trumpista (y otros gobiernos
pro-israel) llevan meses persiguiendo como “antisemitismo” o “apología del
terrorismo” toda
expresión en contra del genocidio en Gaza. Los gobiernos republicanos han prohibido centenares de libros
en escuelas y bibliotecas. Es ilegal hablar de identidad de género ni
orientación sexual en Florida, y la derecha quiere llevar
la prohibición a todo el país. Antes de Kimmel, Stephen Colbert perdió su
programa de TV por criticar a Trump, el cual acaba de declarsr el activismo antifascista (lo que incluye las protestas contra la policía antiinmigración), con terrorismo.
Tal parece que la libertad de expresión no es ni para todos
ni para todo. Pero señalen esto a un derechista y encontrará la manera de
justificar toda esta censura: es contra lo woke, y lo woke es una amenaza
existencial, así que toda medida es válida para destruirlo. Todo esto es
pretexto para ir contra los enemigos que desde hace mucho la extrema derecha
quiere destruir: las universidades, los activistas, los medios de comunicación
liberales.
Así que déjenme decirlo claramente: es la derecha la que incita
a la violencia con discursos de odio y que usa el poder institucional
para perseguir a sus críticos, al mismo tiempo que descalifica de discurso
de odio la crítica a sus posturas y denuncia como violencia la
reacción defensiva que provocan. Y esto no es casualidad, no es simple
estulticia, es parte del plan. Ya Hannah Arendt nos había advertido de cómo los
fascistas abusan de las libertades democráticas para luego destruirlas. La
cuestión es: ¿por cuánto tiempo se va a permitir que este proceso continúe?
Hola, gracias por leer. Así como como esta entrada salió una semana antes para mis mecenas de Patreon, ya puedes leer ahí mismo la entrada de la próxima semana (y de paso ayudarme a llegar a fin de mes). Mientras te animas, aquí tienes algunos otros textos relacionados:
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