Dedicado a Toño y Mario, mis mejores amigos de la infancia
Como
todo niño de los 80, este verano que me quedé fascinado con la nueva serie de
Netflix, Stranger Things, uno de los
pocos productos nostálgicos que han valido la pena. Además de su ambientación y
de las referencias, obvias y veladas, a filmes clásicos de la década, esta
serie tuvo el tino de recoger uno de los elementos más característicos de la
época: la representación de la pubertad.
Bien se dice que la década de los 50 descubrió (o inventó) la adolescencia. Que fue el
momento de la primera gran brecha generacional, en que los jóvenes marcaron su
propia identidad diferenciándola de la generación de sus padres. Fue la era de
los rebeldes sin causa, de los pantalones de mezclilla, chaquetas de cuero, los
arrancones y el rock n’ roll.
The Goonies |
De
la misma manera yo diría que la década de los 80 descubrió la pubertad, en
particular la de los varones, esos años increíbles entre la infancia y la
adolescencia (más o menos entre los 10 y los 13), de cambio y descubrimiento,
de amistades únicas, experiencias nuevas y despertar sexual. Es la etapa en la
que nuestros amigos dejan de ser simples compañeros de juegos y se convierten
en nuestros confidentes y consejeros –aunque estén tan despistados como
nosotros-, en las personas con las que compartimos las vivencias más
importantes, y con los que vivimos en un mundo del que los adultos no tienen
idea.
Es la etapa en la que descubrimos que nuestros cuerpos cambian, que los
cuerpos de las chicas también están cambiando, que las niñas siguen siendo
fastidiosas pero también se vuelven extrañamente fascinantes. Es la edad en la
que los más osados de nosotros roban cigarros de los bolsos de sus madres,
cervezas de las neveras y revistas porno de sus hermanos mayores. Es la etapa
en la que los inadaptados nos dimos cuenta de qué tan inadaptados estábamos, de
qué tan diferentes éramos a los demás en nuestros gustos y nuestras ideas, pero
aún soñábamos con la aceptación y la popularidad, inconscientes de que en
realidad iniciábamos toda una adolescencia de nunca encajar.
Stand by Me |
Un puñado de películas clásicas abordaron esos aspectos de la pubertad y se ganaron un lugar en nuestros corazones. Niños, adolescentes y adultos habían protagonizado sus propias historias, pero la pubertad nunca había sido tan explorada como en esos años en los que la cultura pop fue tan extraña, tan sui generis, que aún seguimos viendo con fascinación y nostalgia sus productos, aunque sepamos en el fondo que no eran tan buenos como quisiéramos creer.
E.T. (Steven Spielberg, 1982) es quizá
la obra seminal, en la que tenemos por primera vez la dinámica del grupo de
chavillos que tiene que esconder a un amigo de otro mundo mientras se enfrentan
a la vigilancia de un gobierno en el que no se puede confiar. Los
Goonies (The Goonies, Richard
Donner, 1985) es quizá la película
arquetípica, la que viene a la mente de todo mundo. Además de presentar una
aventura fantástica, esta película tiene como protagonistas a chicos irreverentes
que, entre otras cosas, no tienen timidez en hacer chistes sexuales. Cuenta conmigo (Stand by Me, Rob Reiner, 1986) es probablemente la mejor, por su
realismo y la rica caracterización de sus personajes. Como suele ser en las
historias de Stephen King, ésta muestra los horrores detrás del idilio del
típico pueblito estadounidense.
Pero si he de escoger el non plus ultra de la pubertad ochentera, le doy el título a El escuadrón anti monstruos (The Monster
Squad, Fred Dekker, 1987), en la que los chavos se dan a toda clase de
conductas y situaciones inapropiadas, y son los héroes que salvan al mundo de
las fuerzas de las tinieblas. Era el sueño de todo chicuelo adicto al terror
–como quien esto escribe. Del mismo año llega Los muchachos perdidos (The
Lost Boys, Joel Schumacher, 1987) que aunque está protagonizada por
adolescentes, incluye a un grupo de pubertos amantes de los cómics de terror
que entiende mejor la situación que sus mayores y saben cómo enfrentarse a los
vampiros glam. La primera parte –a mi gusto, la que vale la pena- de la
miniserie Eso (It, Tommy Lee Wallace, 1990) se centra en la infancia de los
protagonistas que tienen que enfrentar al diabólico payaso Pennywise. De nuevo
Stephen King nos muestra los horrores del mundo a través de los ojos de los
preadolescentes.
Si bien la pubertad es ingenua, a la vez implica la pérdida de ciertas inocencias, y el
mayor tino del cine de esa década fue precisamente captar esa paradoja. No es
la infancia idealizada, de niños bien portados con sueños puros e imaginación
dorada. No: nuestros pubertos del cine dicen groserías, se pelean a golpes, se
escapan de la escuela, ven cosas prohibidas para chicos de su edad, fantasean
con las hermanas mayores de sus amigos. Como pubertos, disfrutábamos de estas
conductas que tanto habrían escandalizado a nuestros padres.
The Monster Squad |
Los geeks están de moda, y por eso los
cuatro protagonistas de Stranger Things
lo son en grado extremo, al punto que parece improbable que chicos de sólo 10
años tuvieran tal acervo de referencias ñoñas. Nuestro ensemble de los 80 habría sido una panda de inadaptados con
problemas de bullying, sin duda, pero
aunque seguramente habrían demostrado gran pasión por cosas como los cómics,
los videojuegos o las películas de terror, no habrían sido tan abiertamente geeky.
Entre todos, habría uno que fuera el Nerd, el gafapasta, más ñoño que
los demás, pero capaz de construir aparatos geniales; quizá habría habido uno
que llamemos el Loco, más excéntrico y atrabancado que sus camaradas, el
primero en lanzarse al peligro y tener los planes más descabellados; alguno de
ellos tendría que ser el Líder, protagonista de la historia y el más sensato;
por lo menos tendría que haber un chico Cool, quizá un poco mayor que los
otros, más rudo y apto para los golpes, pero también un marginado, quizá porque
la sociedad lo considera un delincuente juvenil o porque su familia tiene mala
fama. Además, puede haber una Chica (interés romántico del Líder), una
hermanita o hermanito menor, u otros chicos que no entren en estas categorías.
Nuestra historia no sería sólo un retrato de la vida púber de estos chicos, sino que
sería justamente el momento de su iniciación, su ritual de paso, el momento que
les llevará a tener las experiencias que los marcarán por siempre o que incluso
los convertirán en héroes. Ayudar a un extraterrestre a volver a casa, desterrar
a un montón de monstruos a su dimensión, encontrar un tesoro pirata, vencer a
la misma encarnación del miedo o proteger el cuerpo de un compañero caído ante
el acoso de los bravucones… ¡la anécdota es lo de menos! Lo importante era cómo
esa aventura fortalecía nuestras amistades, permitía descubrir valor y
fortaleza insospechados en nuestro interior, y nos enseñaba lo que era tener un
propósito que va más allá de nosotros mismos.
Y digo “nosotros” porque los
chicos de este lado de la pantalla participábamos de la aventura casi tanto
como los de aquel lado. Aunque no hubiéramos visto esas películas en el cine,
sino en video o en la TV; aunque viviéramos en una realidad muy distinta a la
del suburbio gringo; aunque esas experiencias fantásticas estuvieran fuera de
nuestro alcance, nosotros que a lo mucho andábamos en bicicleta por nuestros
barrios y nos metíamos a una que otra casa abandonada a buscar fantasmas y
duendes, compartíamos el mismo sentir que nuestras contrapartes ficticias y
anglosajonas.
Stranger Things |
Creo que gran parte del éxito de Stranger Things se
explica precisamente por esto. Así, mientras recordamos nuestros años
pubescentes con nuestros camaradas de la infancia, ya fuera esas tardes que
pasamos en busca de aventuras, o esas veces que fuimos al cine en bolita,
esperamos también las nuevas temporadas.
1 comentario:
No termino de pillarle el punto.
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