Uno de mis temas favoritos en la historia del arte es el de Las tentaciones de San Antonio, representaciĂłn de un episodio mĂstico de la mitologĂa cristiana. San Antonio Abad fue un monje que viviĂł por ahĂ entre los siglos III y IV de nuestra era (se dice alcanzĂł los 105 años de edad). AquĂ©lla era la Ă©poca en la que el cristianismo estaba definiĂ©ndose, pasando de ser una secta de sĂłlo algunos loquillos a convertirse en la religiĂłn oficial del Imperio Romano. De hecho, Antonio fue contemporáneo de Constantino y uno de los fundadores del movimiento eremĂ©tico, es decir, de los eremitas o ermitaños, hombres santos que vivĂan en soledad, apartados del mundo y en condiciones precarias. En su retiro, Antonio fue tentado por el Demonio en varias ocasiones, pero resistiĂł firmemente gracias al poder de su fe.
Lo que me parece fascinante de la leyenda de San Antonio es la concepciĂłn de la santidad y de la tentaciĂłn, dos de los aspectos que se me figuran de los más morbosos de la religiĂłn cristiana. La santidad se equipara a la privaciĂłn, las carencias, incluso al sufrimiento. Un eremita se aĂsla de un mundo cruel y pecaminoso, y se vuelve santo por ayunar y tolerar penurias. En lo personal me preocupa quien piense que uno se hace bueno soportando carencias sin necesidad, en especial cuando tal sufrimiento no le hace bien a nadie. Pero existe en la tradiciĂłn religiosa una nada sana corriente de pensamiento asceta que cree que para purificar el alma hay que castigar al cuerpo. Es justamente este culto al sufrimiento lo que me parece abominable en
la reciĂ©n canonizada Teresa de Calcuta, quien no daba la atenciĂłn mĂ©dica necesaria a los pobres a los que "ayudaba", porque querĂa que ofrecieran su dolor a Cristo.
Pues bien, todos esos santos apartados del mundo me parecen, además de todo, inĂştiles. Su santidad no servĂa para aliviar el sufrimiento en el mundo, y sus milagros eran de lo más chafas. AhĂ está Pablo el Simple, por ejemplo, quien segĂşn la leyenda era alimentado por un cuervo que le llevaba un pedazo de pan todos los dĂas. Dios no podĂa enviar a sus cuervos a alimentar a los hambrientos del mundo, pero sĂ a un viejito loco que se apartaba de la civilizaciĂłn para vivir orando todo el santo dĂa.
Entiendo que estos siglos de decadencia del Imperio Romano y ascenso del cristianismo eran Ă©pocas de violencia e inestabilidad. El cristianismo no ofrecĂa la posibilidad de mejorar el mundo, sino de hallar consuelo en un mundo hostil y maligno, en la esperanza de la vida futura. De ahĂ que el colmo de la santidad fuera apartarse de todo lo mundano para dedicarse a Dios. Pero de todos modos estas ideas siguen causándome escalofrĂos.
En cuanto a la tentaciĂłn, Ă©sta suele presentarse precisamente como los aspectos del mundo material a los que ha renunciado el santo, tales como las riquezas, el poder y los lujos. Pero, sobre todo, el sexo. Porque, a huevo, el mal no es hacerle daño a los demás sino echarse una follada. Si en las obras más antiguas vemos demonios de pesadilla que hacen de estas pinturas obras realmente macabras (y podrĂan muy bien estar en
esta colecciĂłn o en
esta otra), a partir del Barroco podemos ver que en la vasta iconografĂa artĂstica sobre San Antonio las tentaciones suelen estar representadas en la forma de mujeres atractivas y desnudas.
El erotismo se desborda de algunas de estas obras de arte, y apostarĂa a que la mayorĂa de estos pintores (en especial del Romanticismo en adelante) le tenĂan más respeto a las tentaciones que al santo. Me los imagino creyendo que Antonio es un viejito ridĂculo más que un hombre que merece veneraciĂłn, y que son las tentadoras las que merecĂan un lugar en nuestros altares. O quizá es sĂłlo que yo lo veo asĂ. Como sea, aquĂ están algunas obras de arte basadas en la leyenda de San Antonio:
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Empezamos con el rey de la locura, Hyeronimus Bosch, el Bosco (1450-1516) |
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De Domenico Ghirlandaio (1449-1494) |
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De Jan Brueghel el Viejo (1568-1625) |
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De Joos van Craesbeeck (1605-1660) |
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De David Teniers el Joven (1610-1690) |
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De Jan van der Venne (1616-1651) |
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De Mattheus van Helmont (1623-1685) |
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De Giovanni Battista Tiepolo (1696-1770) |
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De Paul Delaroche (1797-1856) |
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De Eugène Isabey (1803-1886) |
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De Henri-Pierre Picou (1824-1895) |
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De Alexandre-Louis Leloir (1843-1884) |
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De FĂ©licien Rops (1833-1898) |
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De Paul CĂ©zanne (1839-1906) |
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De John Charles Dollman (1851-1934) |
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De Lovis Corinth (1858-1925) |
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Otra de Corinth, hecha once años después de su primera versión. |
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De Robert Auer (1873-1952) |
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De Max Ernst (1891-1976) |
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De Salvador DalĂ (1904-1989) |
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De Leonora Carrington (1917-2011) |
Espero que esta pequeña muestra de mis favoritas, por delirantes, siniestras o erĂłticas, les invite a buscar más del trabajo de estos artistas y de este fascinante tema. ¡Saludos! Y no sean como San Antonio: dĂ©jense llevar por las tentaciones.
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3 comentarios:
Hola Ego, es muy interesante tu artĂculo, como todos los demás. Desde mi punto de vista profano, creo que se sobrevalorado la condiciĂłn de santidad. Me explico, para mi alguien santo es aquel que hace aquello que es correcto aplicando el imperativo categĂłrico postulado por Kant. Y eso es lo que, yo considero,se ha perdido. Estamos acostumbrados a creer en los "santos" impuestos por la religiĂłn catĂłlica, seres casi divinos (a riesgo de ser esto una blasfemia) que prácticamente no tienen un lado oscuro. Y desde mi personal Ăłptica, se trata sĂłlo de seres humanos, con errores y defectos como los de cualquier otro. No niego que, investigando o un poquito, uno puede encontrarse con actividades loables de la madre Teresa, pero eso no puede eliminar nuestro ojo crĂtico para detectar las que no lo son segĂşn nuestro punto de vista y cuestionar aquellas que pudieron realizarse de una mejor forma. En resumen, yo no pretendo desmerecer lo que hizo, pero no voy a voltear el rostro y dejar de criticar lo que pudo realizarse mejor.
Saludos Ego:
Me gustĂł mucho este artĂculo. InvestigarĂ© en dichos artistas para conocer sus obras. Muchas gracias por este impulso hacia el conocimiento.
Le deseo salud que es lo Ăşnico que necesitamos realmente.
Gran artĂculo, La primera obra que aparece en esta entrada, de tinta negra sobre fondo blanco, a quien corresponde? Gracias
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