Esta entrada está dedicada a los actores que dieron voz a los Verdaderos Cazafantasmas:
- Rocío Garcel, Janine
- Martín Soto, Egon
- Gonzalo Curiel Jr, Winston
- Yamil Atala, Peter
- Pedro D’Aguillón Jr, Ray (QEPD)
Saludos,
seres vivientes. En esta ocasión vamos a hablar de Ghostbusters: Afterlife.
Y quizá están pensando “Ego, ya pasaron 84 años”. Bueno, pues tienen razón,
porque esa peli se estrenó en noviembre de 2021 y ya es febrero de 2022, y
hasta ha salido en Blu-Ray. Así que no vengo a decirles sólo si es buena o mala
o vale la pena, sino que voy a hacer lo que mejor me sale: rollos frikis y
sobreanálisis con MUCHO TEXTO. Pues decir “está chida, véanla” es cosa fácil,
pero deja de ser relevante enseguida. Mas un choro innecesariamente sesudo es
algo a lo que siempre puedes volver, y el propósito de este blog no es nomás
andar pendiente de las tendencias de tuiter para hacer clickbait, sino dejar un
archivo que valga la pena consultar incluso tiempo después. Qué trucazo, ¿eh?
I
¿QUÉ ES GHOSTBUSTERS?
Ghostbusters es una película de 1984 dirigida por Ivan Reitman
y estelarizada por Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis, Ernie Hudson,
Sigourney Weaver, Rick Moranis y Annie Potts. Trata de tres excéntricos amigos,
Peter Venkman, Ray Stantz y Egon Spengler (a quien pronto se les une Winston
Zeddemore), quienes, tras ser expulsados de la universidad por sus
investigaciones paranormales, montan un negocio de captura de fantasmas. La
cosa va bien al principio, pero en una de ésas se topan con que un edificio de
Nueva York fue construido como portal para permitir el próximo arribo de Gozer,
una deidad antigua que trae el apocalipsis. Así, este cuarteto de improbables
héroes se ven en la misión de salvar al mundo.
Por
otro lado está su temeraria originalidad. El proyecto era tan innovador
en su momento que los estudios no confiaban mucho en él. Era demasiado caro
para una comedia y demasiado extravagante para un presupuesto tan grande como
el que requería. La mezcolanza de géneros parecía un riesgo. Y, sin embargo,
todo ello fue parte de la razón de su éxito.
La
premisa y la trama son novedosas y originales. Sí, existía el antecedente de The
Ghost Busters, una serie de TV bastante olvidada, y claro que el
concepto de “investigadores de lo paranormal” tiene cierto abolengo en la
ficción (el abuelo de los Cazafantasmas sería el detective Carnacki, de
los cuentos eduardianos de William Hope Hodgson). Pero este modelo de “servicio
de control de plagas sobrenaturales” es una invención del actor y guionista Dan
Aykroyd. La osada mezcla de horror, comedia y ciencia ficción era algo
inaudito, y sobre todo fue un milagro que funcionara tan bien. Cuando quiere
dar miedo, lo logra; cuando quiere dar risa, lo consigue; cuando es una
aventura, emociona. Los diseños de las criaturas y la tecnología se volvieron
icónicos. En todo sentido, es una película sui generis.
Además
de lo anterior, Ghostbusters es uno de los productos culturales más
ochenteros que existen, y queda como testimonio de una era que hoy en día se
mira a través de los anteojos de la nostalgia por quienes pasaron sus
infancias o adolescencias en ella. Pero esto tiene su lado oscuro. Y es que se
trata de una película muy derechosa
en su discurso implícito. No es porque pretenda ser un panfleto adoctrinador ni
nada de eso, es simplemente que refleja la ideología de sus creadores y del
ambiente cultural de la década.
Los
ochenta fueron, después de todo, la década en la que despegó el
neoliberalismo. Éste puede definirse como la doctrina económica
ultracapitalista que sostiene que mientras mayor libertad se dé a las empresas
privadas (que se les quiten regulaciones y se les rebajen impuestos) y más se
haga retroceder el gasto social de los gobiernos, más espectacular será el
progreso económico para todos (o, por lo menos, para quienes se lo merecen por
sus virtudes y esfuerzo).
Así,
tenemos una película en la que unos valerosos emprendedores inician un
negocio y les va bien porque son hábiles y esforzados. Aunque usan equipo
potencialmente peligroso, no es necesario sujetarlos a ningún tipo de
inspección, pues ellos saben lo que hacen; proveen un buen servicio al público
y lucran en una sana relación en la que todos ganan. El principal antagonista
es un funcionario entrometido del gobierno, el infame Walter
no-tiene-pito Peck, de nada más y nada menos que de la Agencia de Protección
Ambiental. Las intromisiones de Peck son lo que desata el caos cuando
desconecta la unidad contenedora y libera a los fantasmas. ¡Ah, el gobierno y
sus regulaciones! Si tan sólo hubieran dejado a la iniciativa privada
hacer lo suyo sin intervenir a todos nos habría ido bien.
Tras
ser puesto en marcha por Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Tatcher
en el Reino Unido durante la década de los 80, el neoliberalismo fue pronto
adoptado por otros gobiernos del mundo con resultados desastrosos. Estoy
contractualmente obligado a incluir un despotrique chairo en todo lo que
escribo, pero no quiero extenderme mucho porque deseo concentrarme en lo que
amo de esta franquicia. Así que nomás les quiero decir que esa ideología y las
políticas económicas que impulsó son
la raíz de muchos de nuestros problemas actuales, empezando por la tremenda desigualdad económica que
vivimos, porque sólo sirvió para concentrar la riqueza en manos de los que ya
eran ricos, y que es la razón por la cual mi generación carece de prestaciones
laborales.
Lo
anterior no debe ser motivo para dejar de amar la película o la franquicia,
faltaba más. Estoy seguro de que la mayoría de los fans nos enamoramos de ella
mucho antes de tener nociones sobre política, economía e ideologías. Pese a
todo, sigue siendo estupenda.
No
hubo una película como Ghostbusters ni antes ni después. Claro, están
sus secuelas y refritos, pero por ser precisamente eso carecen de la
originalidad de la primera cinta. Le tengo mucho cariño a Ghostbusters II
(1989); después de todo, ambas las solía ver una detrás de otra cuando
las pasaban en Canal 5. Creo que Vigo el Cárpata (cuerpo de Wilhelm von
Homburg, voz del enorme Max von Sydow) es un gran villano y que la adición de
Peter McNicol como su esbirro Janosz Poha fue una decisión que enriqueció la
franquicia.
Pero
es cierto que la trama de la peli repite casi punto por punto la de la
original: los Cazafantasmas empiezan como unos fracasados a quienes todo el
mundo cree un fraude, de pronto el negocio empieza a ir bien, Peter empieza a
coquetear con Dana, el equipo descubre hay una amenaza apocalíptica sobre la
ciudad, una cosa gigante camina por las calles durante el duelo final,
etcétera. Y el mismo patrón se repite en el refrito de 2016 y en todo el tercer
acto de Afterlife de 2021. La primera peli fue única; las otras han
sido, bien o mal hechas, repeticiones.
Creo
que la única cinta que se podría considerar su “heredera espiritual”, en cuanto
a que fue muy original en su momento como una mezcla de géneros y con
personajes inolvidables (y tema musical pegajoso), fue Men in Black
(1997). Ni siquiera Ivan Reitman pudo repetir ese éxito, y eso que lo intentó
con la vergonzosa Evolution (2001). Y es que no se podía recrear el
milagro recorriendo paso a paso el mismo camino. Era necesario expandir el
universo.
Dan
Aykroyd es lo que yo llamaría, de forma de despectiva, un magufo. Es
decir, un firme creyente en lo sobrenatural que tiene ideas muy locas sobre
esoterismo, extraterrestres y cosas así. A diferencia de otros magufos que nada
más andan por ahí haciendo el ridículo, Aykroyd volcó esta pasión y el montón
de conocimientos que tiene sobre estos temas para hacer algo creativo. Desde la
primera cinta se notaba una mitología muy rica (y locochona) que valía la pena explorar. Y
eso nos lo dio la serie animada, The Real Ghostbusters, que se
transmitió entre 1986 y 1991.
Esta
serie fue cómo toda una generación de peques conoció a los Cazafantasmas.
Producida por DIC, se caracterizó desde un principio por su estupenda
animación, lograda en colaboración con Toei Animation, el estudio de
anime responsable de clásicos para otakus como Mazinger Z, Dragon
Ball y Sailor Moon. También destacaba por el arte de los escenarios
y el diseño de las criaturas; para nada parecían fantasmines de sábanas blancas
o humanoides transparentes, sino que eran abominaciones éldricas salidas de
pesadillas lovecraftianas. Esto es obra de otro artista recién fallecido: Everett Peck, quien luego trabajaría en series como Duckman, Jumanji, Men in Black y, por supuesto, la secuela Extreme Ghostbusters. Por último, estaba la música, que podía llegar a
ser tan alegre, épica o lúgubre según se le requiriera, obra de Haim Saban y Sjuky Levi. Eventuales canciones pop, muy ochenteras, aparecerían en el show de vez en cuando, obra del dúo musical Tahiti.
Con
todo, lo mejor de la serie siempre fueron sus historias. Para ello contó con la
participación de Michael Straczynski como guionista y jefe del equipo de
escritores. Straczynski ha tenido después una prolífica carrera escribiendo
para televisión, cine y cómics, y ya desde su trabajo en The Real
Ghostbusters se notaba su talento y su voluntad para explorar el potencial
de los conceptos con los que trabajaba. Bajo su batuta, los escritores de la
serie expandieron el lore del mundo de los Cazafantasmas, crearon
historias ingeniosas; incorporaron montones de referencias a la literatura
de horror y la mitología; dieron a los personajes incluso más dimensión que
en las películas y, junto a cimas en acción, comedia y espanto, crearon algunos
momentos auténticamente conmovedores.
Mientras
otras caricaturas de la época tenían un reparto fijo de villanos y esbirros que
presentaban nuevos y alocados planes para perjudicar a los protagonistas, The
Real Ghostbusters tenía
enemigos nuevos cada semana, lo que evitaba las situaciones repetitivas
y predecibles que otros padecían. Creo que lo único que habría podido mejorar esta
serie habrían sido arcos argumentales que abarcaran varios capítulos o
temporadas completas. Algunas premisas eran tan intrigantes que se siente como
un desperdicio que las resolvieran en un solo episodio de media hora (ejemplo: el
enfrentamiento conta Cthulhu). Pero así era como se hacían las cosas
entonces.
Muchos
fans consideramos que las primeras dos temporadas fueron las mejores. A
partir de la tercera, la intromisión de los ejecutivos empezó a perjudicar su
calidad, con modificaciones para hacerla más infantil y estereotipada. Hasta
hoy es infame la decisión de cambiar al personaje de Janine para que fuera “más
maternal y menos putona”; así como la de reducir a Winston, el único negro
del equipo, al papel de chofer (les digo: los 80 eran conservadores con ganas).
A
partir de la cuarta temporada se decidió que el show se centrara más en
Pegajoso, a tal punto que se le cambió el nombre a Slimer and the Real
Ghostbusters. También se produjeron algunos cortometrajes cómicos sobre
el fantasma verde, que servían como acompañamiento de la serie principal. Estos
eran realmente malos y tenían un estilo de animación y diseño radicalmente
distintos del show principal. Éste nunca dejó de ser bueno, pero, salvo
episodios muy puntuales, ya no volvió a alcanzar las alturas del inicio.
Oh,
también estaría interesante hablar de Ghostbusters, la serie animada
de Filmation, basada en la vieja comedia de los 70, que se estrenó el mismo
año que The Real Ghosbusters para tratar de capitalizar el éxito de la
película. No era mala, pero sí muy inferior a su competidora y muy del
montón para series ochenteras. Algún día le dedicaré una entrada.
En 1997 vio la luz Extreme Ghostbusters (en los
noventa todo era ¡EXTREMO!). Era una continuación de la serie original, con un
nuevo equipo más joven, bajo la mentoría de un Egon veterano. El tono del show
era bastante más oscuro (¡y EXTREMO!) y el estilo de dibujo muy diferente, pero
en cuanto a las historias fue una digna continuación del original. Lástima que
sólo tuvo una temporada.
El
universo de los Cazafantasmas no se detiene en las películas y las dos series
animadas. También hubo una serie de cómics inspirados en The Real
Ghostbusters, publicada entre 1988 y 1990 por NOW, y una revista de Marvel
UK que incluía historietas y narraciones en prosa. A principios de los dosmiles
se dio una racha de revitalizaciones de caricaturas ochenteras en versión, pero
todo hecho más dark y edgy. A los Cazafantasmas les tocó Ghostbusters:
Legion, publicada en 2004 por 88MPH y que trasladaba la acción de la
película original al nuevo milenio. Desde 2008 a 2022 IDW publicó diversos títulos
sobre los Cazafantasmas con mucho éxito. En alguna ocasión deberé dedicarles
unas palabras.
Videojuegos
ha habido un montón, de los cuales el más importante ha sido Ghostbusters:
The Videogame (2009), que contó con las voces del reparto original y un
guion revisado por Dan Aykroyd y Harold Ramis. Fue tan aclamado y popular por
la fanaticada que durante años se le consideró la verdadera secuela oficial de
las primeras dos películas, un sentimiento que compartía el mismo Aykroyd. Es
una pena que, después de Afterlife, ya no sea canon.
Todos
estos productos expandieron, con mayor o menor éxito, el mundo creado por las
películas, sin limitarse a repetir la misma fórmula. Así que, como ven la
franquicia de Ghosbusters podría no ser tan popular como otras, pero
cuenta con un fandom muy leal y todo un submundo de creaciones por descubrir.
Antes
de enamorarme de Star Wars, antes de convertirme en fan de Superman, mi
cosa favorita en el mundo era la serie animada de los Cazafantasmas. Estaba
obsesionado con ella. Imaginaba mis propios fanfics sobre los personajes, mucho
antes de que existiera el concepto de fanfic. Dibujaba (muy mal) a los
Cazafantasmas peleando con monstruos horribles. No había cosa que yo quisiera
más que ser uno de ellos. Tuve algunos muñecos (incluyendo un Ecto-1) que jugué
una y otra vez hasta desgastarlos.
Muchos
de mis recuerdos más tempranos tienen que ver con estos personajes. Una de mis
primeras prendas de ropa fue una playera con el logo. El sueño más antiguo que
puedo recordar fue una pesadilla sobre el Espantaniños (este bicho traumatizó a
toda una generación).
Por
décadas jamás noté ese subtexto capitalista de la primera película, pero ni de
lejos. Nunca vi a los Cazafantasmas como unos sujetos poniendo un negocio de
“exterminadores de plagas”; en mi mente eran más bien como superhéroes,
no diferentes a sus contemporáneaos, las Tortugas Ninja: tipos buenos que
luchan contra el mal para proteger a los demás. En la serie animada poquísimas
veces se hacía mucho reparo en que los Cazafantasmas tenían una empresa privada;
iban y perseguían a los monstruos porque tenían que hacerlo. En más de una ocasión
declinaron cobrar sus honorarios cuando las personas necesitadas no podían
pagarlos. Simplemente, para mí, eran héroes.
Desde
peque siempre tuve una fascinación con el horror y los monstruos; ya
fueran las películas o las “historias reales” que contaba la gente, pasando por
los disfraces de Halloween. Al mismo tiempo, era muy miedoso, propenso a las
pesadillas y a sugestionarme solito hasta tener paranoia de que un monstruo
pudiera asomarse de pronto por la ventana de mi cuarto o sorprenderme mientras
me tomaba una ducha.
Los
Cazafantasmas eran, en mi imaginación infantil, los que vencían a los
monstruos, los que hacían retroceder a las pesadillas. De niño, cuando una
película de terror me daba mucho miedo, me ponía a pensar cómo los
Cazafantasmas podrían derrotar a esos espantos, ya fueran Freddy Krueger o
Pennywise. Me ofendió ese cameo de Dan Akroyd en la película de Casper.
¡Cómo no iban a poder mis héroes favoritos vencer a unos espectros de
pacotilla! ¡Cómo iba Ray Stantz a salir huyendo cobardemente! Hasta el día de
hoy me cae mal el chistecillo.
Algo
que me fascinaba de los Cazafantasmas era que enfrentaban a lo sobrenatural
con ciencia. Se trataba de humanos normales, sin más poder que la
tecnología creada por ellos mismos, combatiendo a demonios y dioses
ancestrales. Me flipaba, porque también era un pequeño nerd interesado en las
ciencias. Quería ser como Egon Spengler y hasta fantaseaba con algún día llegar
a tener un copete estilo pompidou como el suyo.
Conocí
las películas después de ser un fan de la serie. ¡Qué emocionante! ¡Estos
personajes a los que yo tanto admiraba tenían una película de acción en vivo!
En un principio me sacó de onda que el aspecto visual y el estilo de la peli
fuera tan distinto al de la serie animada (¡y los perros del terror me daban
muchísimo miedo!), pero pronto le agarré cariño, así como a su secuela. Aunque,
eso sí, siempre he sido principalmente fan de Los Verdaderos
Cazafantasmas, y sólo en segundo lugar de lo demás.
Hablando
de eso, tuve la inmensa fortuna de no presenciar cómo la serie decaía.
En su momento sólo vi episodios de las dos o tres primeras temporadas. La
transmisión por tele local (y después por cable) siempre fue errática e
intermitente. Nunca salió completa en DVD para la región 4 (y me niego a verla
a no ser con el doblaje mexicano original), y el poco tiempo que estuvo
en Netflix no la pude aprovechar porque justo por esa época mi hijo menor le
tenía verdadero TERROR y se ponía a gritar si la veía. De hecho, hasta la fecha
no he visto (no he encontrado cómo ni dónde) más que algunos capítulos aislados
de las temporadas más tardías. En mi memoria, la serie siempre estuvo en su
apogeo.
No
fui muy fan de Extreme Ghostbusters; la veía siempre que la pasaban y
algunas de las historias me parecieron buenísimas, pero no me terminaba de
convencer ni el diseño de personajes, ni sus actitudes de chavitos
noventeros edgy (eran todos medio cretinos). Para mí, los Cazafantasmas
debían ser Egon, Winston, Peter y Ray; no aceptaría substitutos. A pesar de
todo, con el paso del tiempo he aprendido a apreciarla.
Casi
no he consumido otros productos de la franquicia en todos estos años. Leí Legion
con una ceja lazada, y eso tardíamente. No me he sumergido por completo en los
cómics de IDW, pero sí en las dos miniseries Get Real y Crossing
Over. En la primera los Cazafantasmas del cómic conocen a los
Verdaderos Cazafantasmas de la serie animada. Es una absoluta chulada. La
segunda incluye también a los Extreme Ghostbusters y a las Cazafantasmas del
refrito de 2016, entre otras versiones multiversales; es muy divertida, pero no
tan entrañable como la primera.
Hablando
de las señoras Cazafantasmas, cuando salí de ver su película en 2016 mi opinión
fue “eh, no estuvo mal”. Sin embargo, con el paso del tiempo jamás he
tenido ganas de volverla a ver y hoy pienso que fue una película demasiado regularsona
para la tormenta de arena que causó en redes. Dicen que la versión extendida mejora mucho la experiencia. Deberé checarla algún día.
Así,
cuando me enteré de que saldría una nueva secuela de la dupla original,
me mantuve escéptico. No confío mucho en este reciente afán de los estudios de,
en vez de renunciar a una franquicia, querer tapar un fracaso con una iteración
nueva de lo mismo en vez de probar por caminos distintos. En 1989 la mala
recepción de Ghostbusters II enterró la franquicia por dos décadas y
media. Hoy en día la actitud de los estudios es: “¿No funcionó tu adaptación de
esta propiedad intelectual? No le hace, en cinco años empezamos con una nueva
que responda exactamente a lo que el público quiere.”
Las
generaciones que suelen ser llamadas Gen X y Millennial han demostrado ser incurablemente
nostálgicas; sospecho que se debe a que nuestra niñez fue bonita comparada
con este futuro de mierda. Así que mucho me temo que esta tendencia de
regurgitar la una y otra vez la misma cultura pop seguirá hasta que haya un
relevo generacional.
Entonces,
¿qué podría ofrecer Ghostbusters: Afterlife que justificara este
asalto a los cajones de nuestros recuerdos? Resulta que para entenderlo era necesario
hablar no sólo de qué es la franquicia, sino de lo que podía significar para
sus fans, pues la nueva película trata más de lo segundo que de lo primero.
Pero ése será el tema de nuestra próxima entrega.
Seguimos con los Cazafantasmas en la segunda parte. También puedes checar estas otras entradas sobre temas relacionados:
- Los 10 villanos más geniales de Los Verdaderos Cazafantasmas
- Cómo el neoliberalismo le abrió la puerta al fascismo
- Retrowave: El arte de la nostalgia
3 comentarios:
No entendía para qué hacía falta una "verdadera tercera película" (además de lo obvio, que era combatir al feminismo cultural judío s-ll-w de Carlos Mark que puso mujeres en mi película) si ya teníamos The Video Game, que era la tercera película. Como bien señalas, el propio Dan Aykroyd lo había dicho.
Luego me enteré de que Jason Reitman es libertariano, y todo tuvo sentido.
Sabía que el libertariano era Ivan, no sé de Jason, que en pelis como "Thank You For Smonking" y "Up in the Air" hace unas críticas bien agudas, si no al capitalismo en sí, por lo menos a las corporaciones.
En cualquier caso, la peli del 2016 fue producida por Ivan, Jason dijo que la apreciaba mucho (aunque fuera por diplomacia), y aunque fuera con mujeres, seguía teniendo la misma trama de "underdogs montan un negocio y la petan en grande".
Es parte de mi infancia, fue mi primer contacto con el frikismo antes que Batman, empecé con los dibujos animados de la Filmation, que emitían en tv los sábados por la mañana, después una cinta de video con 3 capítulos de The Real Ghostbusters alquilada por mi padre, y por ultimo el clásico de Ivan Reitman (grabada desde TV1 el canal nacional español, en VHS con anuncions) que marcó mi vida entera con 5 años, y me la vería trillones de veces sin cansarme, y su secuela también, despertó en mi lo que sería mi primer amor y mi primera pasión: el cine. La de 2016 no la he visto ni la veré jamas, “Afterlife” me encantó fue un bello homenaje a Harold Ramis. Esperemos que esta franquicia no acabe por ser explotada como Star Wars y acabe en decadencia, porque la tengo mucho cariño y es parte de lo que soy.
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