En el estudio de las religiones se le llama "fetichismo" a la adoración de objetos que se cree que tienen un valor sagrado o un poder en sí mismos, o bien que se confunden en la mente del religioso con aquello que representan. Para, digamos, un polinesio, el ídolo con la imagen de su dios no es sólo una representación del dios, sino que es la deidad misma, a la que hay que dejar ofrendas y tratar con respeto.
Así, para algunos de esos paganos idólatras y orates que se hacen llamar católicos, la cruz no es solamente la representación del máximo acto de amor que un Dios puede hacer por sus creyentes: morir de una forma horrible y humillante. No, para ellos, la cruz es sagrada, protege a quienes la portan, trae desgracias si es rota y es capaz de espantar a los vampiros.
El término "fetichismo" no sólo se aplica al estudio de las religiones. En sexología, fetichismo es cuando un individuo convierte en parte importante de su vida sexual a un objeto determinado. A veces, el individuo no puede tener placer o siquiera excitarse sin la presencia / uso del objeto en cuestión.
"Fetichismo" también se aplica, desde luego, en sociología. Aquí se usa para designar al fenómeno que se da mucho en nuestras sociedades consumistas de dotar a un objeto de un valor simbólico mucho mayor que su valor real. Las productos de ciertas marcas son adorados por quienes los poseen y los desean y son vendidos en cantidades absurdas aunque su costo de producción sólo haya sido lo suficiente para pagarle al niño vietnamita que los hizo, y que éste pueda seguir trabajando sin morir (por algún tiempo).
También se puede llamar "fetichista" al patrioterismo mexicano que confunde a la propia nación con los emblemas que la representan. El mal uso de los símbolos patrios es un delito penado por la ley. Vender el patrimonio natural y cultural de los mexicanos, aparentemente no lo es. Mientras se respete al fetiche y a Paulina Rubio no se le ocurra envolver su cuerpecito desnudo en la bandera nacional, todo va bien.
Ahora tenemos la proliferación de otro fetiche: el título académico. Un título, diploma o certificado de estudios debe ser la constancia de un conocimiento obtenido. Sin embargo, en nuestra sociedad mexicanopendeja, los títulos tienen un valor en sí mismos. No importa cuánto sepa de hecho el pelagatos que lo ostenta, porque "papelito habla". ¡Sí, el papelito tiene el poder! ¡Todos alaben al papelito! ¡Hasta habla!
A la escuela no se va a aprender, sino a obtener el título, y la manera más apropiada de elevar el nivel de educación en nuestro país, parecen creer muchos, es repartiendo esos "papelitos" a diestra y siniestra para que en las estadísticas todos salgamos como bachilleres y licenciados.
Por ello ahora tenemos preparatorias que dan diploma de bachillerato ¡EN TRES MESES! y otras que ofrecen el mismo certificado con ¡SÓLO DOS EXÁMENES! Ambos son ejemplos reales avalados por la SEP (institución cuyas siglas podrían ser Seguimos Enseñando Pendejadas). Uno piensa que ya es bastante discutible si se puede aprender todo lo necesario en tres años y salen con que sólo se necesitan seis meses. No es de extrañarse que los maestros de universidad se quejen de que los alumnos vengan tan poco preparados de las preparatorias (qué aliteración tan paradójica, ¿no?) y que los empresarios se quejen de que los egresados de universidad no tengan la preparación necesaria.
Pero no importa tener conocimientos. En nuestra sociedad fetichista, "papelito habla".
4 comentarios:
Estoy muy de acuerdo contigo en el fetichismo del papel y en la roña a las escuelas que ofrecen el certificado de prepa en un examen y cosas así, pero esporádicamente trabajo en una de ellas.
Ja!
Pero no hay pedo, hasta ahora ninguno ha pasado.
Qué jodido, ¿no?.
Creo que te faltó mencionar a la Mayab, esa es otra fábrica de pendejos con papelito.
Bueno, te dejo, tengo que terminar mi tesis para avalar mis muchos/pocos/nulos conocimientos de literatura.
Un saludo.
Bravo.
Esa es exactamente la idea que quería trasmitir cuando hablé de las calificaciones.
Muy bien.
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