Este texto apareció en el No. 5 de la revista Nini
A finales del
siglo XV, cuando Italia atravesaba un proceso de transformación cultural y
social sin precedentes que hoy conocemos como Renacimiento, sobresalió la
figura de un personaje que opuso una tenaz resistencia a estos cambios. El
fraile Girolamo Savonarola (1452-1498) estaba convencido de vivir en una era de
decadencia moral, cuya máxima encarnación era el papado en manos de los Borgia.
Para Savonarola no había nada de grandioso en el auge artístico que vivía
Italia (y cuyo epicentro era su misma ciudad natal, Florencia), sino que veía
en él la expresión más perversa de presunción y banalidad terrenales. La
“alegría por la vida”, parte fundamental del espíritu humanista del
Renacimiento, le parecía una aberración, que llevaba a hombres y mujeres a olvidarse
de sus deberes con el Señor y a entregarse al disfrute de lujos y vanidades.
Era la forma más horrible del hedonismo materialista moderno.
Savonarola veía con añoranza los siglos que hoy conocemos como Edad
Media. Él creía en un pasado idílico, ya perdido, en el que los hombres vivían
en austeridad y temor de Dios, conscientes de que esta vida era sólo una
transición, un valle de lágrimas cuyo objetivo era servir como campo de pruebas
para que hombres y mujeres se ganasen la entrada a la Vida Verdadera al
demostrar su fe y viviendo acorde a Ley de Dios.
Convencido de sus
ideales, Savonarola dirigió
un feroz movimiento
de resistencia contra
el Renacimiento y a favor de los valores tradicionales del Medioevo.
Mientras Maquiavelo sentaba las bases de la teoría política moderna y Da Vinci
pintaba La Última Cena, Savonarola y sus seguidores recorrían las calles de
Florencia invitando a todos a quemar sus joyas, adornos, libros, obras de arte
y demás fruslerías en la hoguera de las vanidades.
Veamos otro ejemplo, uno más antiguo. Después de la conquista romana de
Grecia, la cultura helénica llegó con gran fuerza y vigor al territorio romano.
La literatura, el arte y la filosofía de Grecia tuvieron una enorme popularidad
entre las generaciones más jóvenes de romanos, pues desde su punto
de vista, se estaban civilizando
al aprender de una cultura
más desarrollada. Sin embargo,
muchos romanos de
mayor edad estaban
horrorizados ante la transformación que sufría su sociedad.
Catón el Viejo
(234-149 a.C.), un insigne estadista, militar y escritor, es el mejor
representante de esta resistencia
contra la helenización
de la cultura
romana. Para él,
la civilización griega
era decadente, materialista, hedonista y afeminada. Su tendencia a la
contemplación y a la filosofía (una
actividad superflua e inútil) le
parecía un peligro
para los tradicionales
valores romanos, fundamentados en
la vida agrícola y militar, austera y jerárquica, que habían sido la clave del éxito
y la gloria para estos descendientes de Rómulo. Los escritos de Catón se
dirigían en contra de este proceso de erosión de su propio mundo por una
influencia extranjera.
Savonarola y Catón tienen algo en común: ambos estaban oponiendo una
vigorosa resistencia en contra de
lo que ellos
percibían como una
destrucción de su
cultura, su mundo
y los valores tradicionales que
daban sentido a su vida. Sus esfuerzos, podemos ver a la distancia del tiempo,
estaban destinados al fracaso. Más aún, podemos encontrarlos chocantes si
consideramos que tanto la helenización de Roma como el Renacimiento
representaron grandes mejoras con respecto a lo que había antes (lo más brutal, barbárico e
iletrado de la cultura romana
y el Medioevo más
teocéntrico, feudal,
supersticioso).
Hoy en día nos encontramos ante casos de resistencia de las llamadas
“sociedades tradicionales” (en particular los pueblos indígenas de América
Latina) que se oponen a que sus sociedades sean transformadas por
la imposición de
los valores y
costumbres de “la
cultura occidental”, que ostenta la hegemonía a nivel mundial. Desde el
punto de vista de muchos entre los pueblos en resistencia (y de los occidentales que
simpatizan con ellos), la cultura occidental es materialista, individualista,
frívola, superficial, voraz y hedonista; en síntesis, una amenaza a sus
valores, estilo de vida y cosmovisión.
¿Cómo es diferente la resistencia de estos pueblos que quieren preservar
sus tradiciones a los esfuerzos de hombres como Catón, Savonarola? ¿Cómo es
diferente esta resistencia a la de los conservadores (como los panistas
mexicanos o el Tea Party gringo) que miran con horror cómo los valores
tradicionales que antes eran la guía de toda su sociedad ahora se encuentran
amenazados por una modernidad a la que ellos perciben decadente y materialista?
¿Acaso no caemos a menudo en una
idealización del pasado
pre-colonial de la misma
forma en que
Savonarola idealizaba la Edad
Media?[1] ¿Por
qué algunas resistencias
parecen heroicas a
ojos de los izquierdistas mientras otras son
descartadas y desestimadas como mero conservadurismo, si no reacción violenta?
Estas preguntas
se nos plantean
desde el liberalismo
anglosajón clásico (que
en México está representado por intelectuales como
Enrique Krauze) como una forma de evidenciar la falta de congruencia en
las ideologías de
izquierda. Y aunque
es válida hasta
cierto punto y
tales incongruencias ocurren muy a menudo, la cuestión no es tan
sencilla como se antoja a simple vista.
Veamos, en el
caso de Savonarola
hallamos un ejemplo
de resistencia en
contra de una transformación que
provenía (y ésta
es la clave) del
seno su propia
cultura. Había influencias extranjeras (provenientes
del recién destruido
Imperio Bizantino), pero
el Renacimiento era un
fenómeno fundamentalmente italiano. Catón se resistía a la influencia de una
cultura extranjera, sí; pero los griegos habían sido conquistados por los
romanos y carecían de todo poder militar o político, mientras
que los romanos
fueron quienes adoptaron
libremente la cultura
griega, fascinados por ésta. Es decir, Catón, Savonarola, como los
conservadores actuales en Occidente, se resisten contra cambios que se originan
desde sus propias culturas.
Las sociedades tradicionales del mundo, por otra parte, oponen
resistencia contra cambios que les vienen
impuestos por civilizaciones que
ostentan la hegemonía
política, que no
les permiten escoger cuáles
de esos rasgos
culturales importados les
convienen y cuáles
no, cambios que muchas
veces penetran en su mundo
con tal violencia
que lo desbaratan
y provocan la descomposición de
su tejido social
(verdadera descomposición, no como la
que alucinan los conservadores que ocurrirá si, por
ejemplo, se legaliza el matrimonio gay).
Más allá de los beneficios que los desarrollos culturales de Occidente
podrían ofrecer, hay que tener en cuenta la diferencia
entre resistir ante la imposición externa y resistir ante el cambio inevitable
que experimenta la propia sociedad. Esta diferencia no es suficiente para
saldar la cuestión sin más argumentos, y desde luego que hay otros factores a
tener en cuenta, pero es un elemento importante que no se debe descartar.
Un reclamo similar que desde el liberalismo clásico se hace a la
izquierda es que mientras en Europa la
xenofobia (otra forma de resistencia) es propia de los círculos conservadores
(y hasta reaccionarios), en América Latina es un rasgo de los grupos progresistas
de izquierda. Pero si bien la xenofobia (entendida
como el rechazo
hacia todo lo extranjero)
es una actitud
sin duda irracional, en
Europa tiene su
origen en el
odio a los inmigrantes
pobres que llegan
a buscar trabajo (provenientes de
países que fueron alguna vez sus colonias), mientras que en América Latina se
dirige contra los
dueños de grandes
corporaciones que llegan
a explotar recursos naturales y
mano de obra
barata (provenientes de
países que históricamente colonizaron
o explotaron estas tierras). Y esa no es una diferencia que se pueda
simplemente desestimar.
En conclusión, el
conservadurismo es una
forma de resistencia,
y algunas resistencias
son en principio conservadurismo. Un
izquierdista, en especial
un izquierdista occidental,
que quiera subirse al carro de la
defensa de las tradiciones de una cultura ajena a la suya, debe preguntarse en cada
caso si lo que está apoyando es una resistencia basada en los principios de los
derechos humanos, el antiimperialismo y
el anticolonialismo, el
respeto a la
diversidad cultural y el
derecho de todas las personas a tener una identidad comunitaria, o si, por otro
lado, está defendiendo alguna forma de conservadurismo cimentada en el
aferrarse a la tradición y a un pasado idílico que nunca existió. De lo
contrario, podríamos encontrarnos con que, lejos de ser progresistas, nos hemos
subido al mismo barco que Savonarola y compañía.
Más contenido relacionado:
[1] Me viene a la mente Evo Morales diciendo que
antes de la conquista los indígenas podían llegar a vivir 200 años, y otras
afirmaciones por el estilo.
4 comentarios:
Bastante flojita esta entrada
Has partido tu analisis de una premisa falsa o no comprobada. De que los pueblos buscan quedarse tal y como estan cuando es obvio que todas sus nuevas generaciones buscan tener el smartphone de moda y adaptarse lo mas rapido y pronto posible a la cultura occidental citadina. En su mayoria quienes buscan tener a los pueblos tal y colo estan en su estado puro son neohippies occidentales newageros, caciques que ven perdidos su privilegios, o populistas demagogos como Chavez o Evo.
El propósito de esta entrada era mostrar que el conservadurismo puede venir tanto de la izquierda como de la derecha, y exhortar a los camaradas de izquierda a reflexionar siempre sobre sus propias posturas, no sea que caigan en el conservadurismo creyendo que están siendo progresistas.
Quizá la entrada me quedó flojita, pero no sé a qué premisa falsa o no comprobada te refieres. En cambio, generalizaciones como "todas sus nuevas generaciones buscan tener el smartphone de moda" es pueril y refleja ignorancia sobre las resistencias indígenas y la lucha contra el colonialismo. Algunas personas sí, otras no; algunas comunidades son más abiertas al contacto con el mundo occidental, otras más cerradas; muchas escogen lo que hallan conveniente de la modernidad y rechazan lo que amenaza su estilo de vida.
Decir que "en su mayoría quienes buscan tener a los pueblos tal y como están en su estado puro son neohippies, caciques y populistas demagogos" es igualmente falso: es cierto que esas actitudes existen en los personajes que mencionas, pero también se dan, y con fuerza, en el seno de las comunidades indígenas, del tercer y cuarto mundos. Es también una actitud condescenciente y paternalista, análoga a la de los hippies demagogos y demás "ellos quieren tener smartphones de moda, pero los hippies no los dejan" "ellos quieren vivir en su tradición, pero los occidentales les imponen la modernidad", actitudes arrogantes que tienen en común el presumir de saber lo que el otro quiere y lo que le conviene sin dignarse a preguntar.
Esta es la premisa falsa
"Hoy en día nos encontramos ante la resistencia de las llamadas “sociedades tradicionales” (en particular los pueblos indígenas de América Latina) que se oponen a que sus sociedades sean transformadas por la imposición de los valores y costumbres de “la cultura occidental”, que ostenta la hegemonía a nivel mundial. Desde el punto de vista de los pueblos en resistencia (y de los occidentales que simpatizan con ellos), la cultura occidental es materialista, individualista, frívola, superficial, voraz y hedonista; en síntesis, una amenaza a sus valores, estilo de vida y cosmovisión"
Asi tal y como está se lee como si la mayoria de los integrantes de la mayoria de los pueblos indigenas estuvieran en contra de la occidentalización y esto es algo que no pones enlaces como en otras ocasiones para sustentarlo.
Asumo que tal vez no querias decirlo asi, pero asi es como suena.
De acuerdo, admito que la redacción se presta a esa interpretación. Lo que quise decir no fue que siempre es así, sino que existen los casos, y en abundancia. Voy a corregir la redacción, gracias por el comentario.
No puse enlaces porque el texto original es para una revista impresa. Pero hay varios casos ejemplifican la complejidad de esta situación, la dualidad entre tomar lo bueno de la modernidad (como caminos, celulares o medicinas) pero preservar la identidad cultural que los caracteriza, los conflictos generacionales, la lucha contra la cultura hegemónica, etc. Soy lector de la National Geographic y a menudo aparecen reportajes sobre estas sociedades. Para muestra, un botón, le pongo algunos de los que me acordé sin ponerme a revisar:
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/ng_magazine/reportajes/8912/valor_los_kapayo.html
http://www.nationalgeographic.com.es/2012/01/27/los_ultimos_nomadas_las_cuevas.html
http://ngm.nationalgeographic.com/2012/08/pine-ridge/fuller-text
http://www.mediasolutions.com.mx/ncpop.asp?n=201302020257237401&t=
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/ng_magazine/reportajes/7115/voces_que_extinguen.html
Publicar un comentario