IntroducciĂłn
Pues ha llegado el momento de hablar de feminismo. No es la
primera vez que toco el tema, claro está, pero es la primera vez que me animo a
hacer el ejercicio de exponer mi pensamiento de forma estructurada. Me parece
necesario porque hay muchĂsima confusiĂłn, de la ingenua y de la malintencionada,
acerca de términos, conceptos, causas y luchas. Asà pues, hablo aquà a otros vatos y personas que en general miran al feminismo con escepticismo o suspicacia.
Con esta serie de entradas no pretendo (¡faltaba más!),
escribir el texto definitivo al respecto. Hubo muchas ideas que por falta de
espacio se quedaron en el tintero, muchos temas que no toqué y muchas posibles
objeciones en las que pensé pero no tuve chance de abordar (y por supuesto,
muchĂsimas cosas de las que mi ignorancia me impide hablar). Lo que quise más
bien fue aclarar algunos puntos y asà apartar varios obstáculos que nos impiden
iniciar una conversaciĂłn ilustrada.
Comprendo también que el papel de los hombres que simpatizan
con el feminismo es usar los espacios a los que tienen acceso para ayudar a la
causa, y que no nos corresponde pontificar ni arrogarnos el papel de voceros
del feminismo ni mucho menos. No pretendo imponer mis opiniones sobre lo que
creo que el feminismo deberĂa ser o lo que deberĂan hacer las feministas. TratarĂ© simplemente del feminismo como yo lo
entiendo, de los valores que yo defiendo y de los hechos que yo conozco.
Cualquier pifia es responsabilidad mĂa.
Parte I: Nombres y conceptos
1.- ¿De quĂ© va?
Empecemos por el principio: ¿quĂ© podemos entender por
“feminismo”? Como yo lo veo, el tĂ©rmino puede interpretarse principalmente de
dos maneras, una de las cuales deriva y depende de la otra. La primera es como
el conjunto de principios, valores y actitudes que favorecen la equidad entre
los géneros, la liberación de las mujeres y la oposición al sexismo. Con base
en esta definiciĂłn amplia, todas las personas que comparten estos valores
pueden ser llamadas “feministas”. Denme
chance, sé que no todos están de acuerdo con esta interpretación.
La segunda forma de entender “feminismo” es como el conjunto
y cada una de las muchas corrientes de pensamiento, y los movimientos
militantes derivados de ellas, avocadas a la realizaciĂłn social y polĂtica de
los valores arriba mencionados. En este sentido, es fundamental comprender que
no existe UN feminismo, sino muchas vertientes feministas, algunas de las
cuales divergen bastante, e incluso se contraponen. Es más, las opiniones
varĂan mucho entre individuos. Todas, sin embargo, tienen en comĂşn un objetivo:
lograr la equidad entre los géneros al eliminar la opresión en la que se
encuentran las mujeres. Es a partir de este principio básico que todos los
feminismos divergen en análisis, métodos, paradigmas, metas, etcétera. Esto
implica que una persona puede compartir valores feministas sin formar parte de un movimiento
militante ni identificarse con corriente alguna.
A su vez existen dos principales formas de antifeminismo. Una es la
conservadora o reaccionaria, que se aferra a los roles de género tradicionales y
se opone de plano a la equidad, a menudo por motivos religiosos. Es decir, se
opone a los valores feministas y en consecuencia a los movimientos feministas.
La otra es más “liberal”, y está a favor de la equidad, pero piensa que Ă©sta ya
se ha logrado, por lo menos en las sociedades desarrolladas, y/o que no es
necesario el activismo en forma de movimientos feministas militantes para
alcanzarla. Es decir, se opone o se desentiende del activismo feminista y no
cree que esos valores sean potestad exclusiva del feminismo contemporáneo.
Este segundo grupo, además, tiende a identificar al
feminismo contemporáneo con las corrientes actuales más extremistas de la
militancia (ver apartado 3) y ello provoca que algunas personas prefieran no
identificarse con la etiqueta. Es decir, para estas personas “feminismo” es un
término identitario que se relaciona con corrientes y movimientos particulares
que incluyen muchos elementos con los que no están de acuerdo. A su parecer,
las actitudes a favor de la igualdad de gĂ©nero no tendrĂan que estar
supeditadas a identificarse con dichas corrientes, sino que serĂan simplemente
los valores de cualquier persona ilustrada y decente. Después de todo,
histĂłricamente ha habido movimientos y posturas a favor de la equidad, que si
bien retroactivamente se clasifican como feministas, en su momento nunca usaron
la etiqueta. De ahĂ que rechacen el mote y digan cosas como “sĂ estoy a favor
de la igualdad, pero no soy feminista”.
Ante estos reveses, algunas feministas responden que si una
persona está a favor de la equidad de género y en contra del sexismo y la
opresiĂłn, entonces es feminista. Pero esta discusiĂłn se encuentra en un
callejón sin salida porque cada bando está hablando de dos acepciones distintas
de una misma palabra. Para aceptar el argumento de estas feministas se necesita
partir del supuesto de que tal conjunto de valores debe ser nombrado
categĂłricamente feminismo. Yo comparto esta opiniĂłn, y por tanto alegar “sĂ
estoy a favor de la equidad, pero no soy feminista” me parece un poco tonto,
como decir “sĂ creo en el gobierno representativo del pueblo, pero no me
identifico como demĂłcrata” o “no creo en las religiones ni en la existencia de
ningĂşn dios, pero no me considero ateo” o “sĂ creo que la homosexualidad es
inmoral, pero no me gusta que me digan homofĂłbico”. Sin embargo, entiendo que
no todos aceptan esto.
Asà pues, el debate se ha vuelto semántico y, por lo mismo,
llegado a un punto muerto. Lo que sucede es que alguien dice “SegĂşn lo que YO
entiendo por feminismo, no soy feminista” a lo que se responde “SegĂşn lo que YO
entiendo por feminismo, sĂ lo eres.” Se convierte en una discusiĂłn sobre
palabras…
2.- El nombre...
Una de las objeciones más comunes (y molestas) que se le
hacen al feminismo va más o menos asĂ: “si buscan la equidad entre hombres y
mujeres, ¿por quĂ© llevan el nombre de un solo gĂ©nero?”. La respuesta es más
bien sencilla: porque se trata de acabar con la opresiĂłn que sufren las
mujeres; porque son las mujeres el género que histórica y actualmente se ha
encontrado en desventaja y que debe liberarse.
Otras etiquetas como “humanismo” o “igualitarismo” resultan
imprecisas. En sus orĂgenes el humanismo no incluĂa especĂficamente la lucha contra
el sexismo. El igualitarismo es un término demasiado amplio que implica
igualdad entre individuos, razas, géneros, clases sociales, etc; puede pedir
igualdad de oportunidades o de resultados; puede alegar que las diferencias
innatas entre individuos son irrelevantes para la igualdad de derechos, o puede
negar que existan diferencias innatas; puede aceptar u oponerse a la
meritocracia.
Naturalmente, en sus acepciones modernas tanto humanismo
como igualitarismo incluyen la equidad entre géneros como un principio cardinal,
pero aĂşn asĂ se hace necesario nombrar de forma especĂfica a las actitudes y valores
encaminados hacia ello, y es por eso que sigo defendiendo el uso del término
“feminismo”.
Toda injusticia es mala, desde luego, y toda persona decente
se indigna ante ella. Pero no todos los grupos humanos sufren las mismas formas
de injusticia, ni con la misma intensidad, ni por los mismos motivos, ni por
parte de los mismos victimarios. AsĂ como se necesitan movimientos que combatan
especĂficamente el racismo, el maltrato infantil, la explotaciĂłn laboral, la
corrupciĂłn polĂtica, la represiĂłn a las libertades civiles o el deterioro del
medio ambiente, se necesitan otros que se concentren en luchar contra las
injusticias que sufren las mujeres. Es decir, se necesitan movimientos
feministas.
Si tĂş defiendes los valores que llevan hacia la equidad de
géneros, pero crees que esos valores no tienen por qué ser etiquetados de
feministas, y entonces prefieres llamarte “humanista” o “equidista”, aunque
pienso que no es lo más acertado, ¿quĂ© te puedo decir? Si crees que puedes
aportar a la lucha contra las injusticias que sufren las mujeres sin necesidad
de usar un nombre con el que no te sientes identificado, ¡enhorabuena!
Pero tengo que decirlo: he notado que muchas de esas
personas que dicen “sĂ, estoy a favor de la equidad y en contra del sexismo
pero no soy feminista” tienden a negar que las mujeres sigan sufriendo opresiĂłn
en las sociedades desarrolladas y en general rechazan de antemano cualquier
discurso que provenga del feminismo. Y esto puede ser peligroso. A menudo
cuando se habla de la violencia machista, los que suelen responder “pues toda
violencia es mala, venga de quien venga”, son los que de todos modos no hacen
nada por apoyar las luchas contra esas formas de violencia. Son como los que a un "Black lives matter" responden tranquilamente "All lives matter" y siguen igual.
Como sea, si la principal objeciĂłn que le pones al feminismo
es su nombre, pues vaya, creo que de todos modos no tienes mucho qué decir.
3.- Oye, pero hay feminazis
De entre de las mĂşltiples y muy variadas corrientes de
feminismo hay muchas cosas con las que personalmente no estoy de acuerdo. Hay posturas que me
parecen debatibles o equivocadas (¿es la censura la mejor forma de combatir el discurso misĂłgino? ¿sirve de algo el lenguaje incluyente?). Pero hay que saber distinguir
la gimnasia de la magnesia.
Tengo amigas (y amigos) feministas con los que estoy de
acuerdo en la mayorĂa de las cosas que profesan, pero con los que tengo ciertos
puntos de desencuentro, que por lo general nos llevan a tener las mismas
discusiones una y otra vez (y a veces nos acaloramos bastante). Pero no las
descalifico llamándolas “feminazis”, porque entiendo que esas discrepancias no
desvirtĂşan los valores que defienden ni hacen que el resto de su lucha carezca de legitimidad. Las gente decente puede disentir sin enemistarse.
Ciertamente algunas posturas y algunas personas me parecen irremediablemente
irracionales, dogmáticas y delirantes. SĂ, yo tambiĂ©n he leĂdo a quienes dicen
que los hombres son inherentemente malvados y que el mundo serĂa mejor si sĂłlo
existieran mujeres, o que una verdadera feminista tendrĂa que ser lesbiana porque
toda forma de coito heterosexual equivale a violación, y demás cosas por el estilo. Si hubiera que colocar
el mote de “feminazi” a alguien, se lo reservarĂa exclusivamente a estas
personas. Pero como a menudo (y por lo general desde la derecha) se usa esa
palabreja para insultar a todas las feministas y rechazar acrĂticamente todo lo
que pueda venir del feminismo, he optado por ya no usarla (no sea
que me confundan con los machirrines).
No dirĂa que esas posturas o esas personas no son “el
feminismo real” puesto que se identifican como tales. Simplemente dirĂ© que son
feminismos con los que no puedo estar de acuerdo. De la misma manera soy de
izquierda, pero no estoy de acuerdo con todas las corrientes, posturas, movimientos
e individuos que se identifican como izquierdistas. Y asĂ como critico a la
izquierda irracional, he criticado y seguiré criticando esas posturas
feministas que me parece que están cagando la banana. Pero por ahora creo que
es más importante defender aquello con lo que estoy de acuerdo que criticar
aquello con lo que no. Es que a fin de cuentas las “feminazis” pueden ser
irritantes, pero el machismo mata.
En fin, es válido y necesario utilizar el propio criterio
para juzgar qué posturas, acciones, narrativas, metas y objetivos dentro de los
feminismos nos parecen sensatos y cuáles descartables. Lo que no se vale, lo
que es deshonesto, injusto y muy estĂşpido, es tomar como ejemplo lo obviamente
infumable para deslegitimar todo lo demás. No dejaré de apoyar el feminismo
sĂłlo porque en su interior existan posturas con las que no estoy de acuerdo, asĂ
como no dejaré de ser izquierdista sólo porque en la izquierda abunden los
chairos y magufos, y asà como no dejaré de ser fan de Star Wars porque la mitad de ellos sean tetos y chavorrucos.
4.- ¡Patriarcado!
Patriarcado es sencillamente el nombre para designar un
orden social que favorece a los hombres en detrimento de las mujeres, y que se manifiesta a través de leyes, instituciones, costumbres, creencias, valores,
prácticas y otras expresiones culturales. VarĂa mucho de una sociedad a
otra, incluso dentro de clases o cĂrculos sociales.
No es un sistema que haya sido diseñado por nadie, ni es el
resultado de una gran conspiraciĂłn, ni una fuerza mĂstica invisible que lo
controla todo, aunque haya una que otra feminista que asĂ lo entienda y
antifeministas que usen esa absurda interpretaciĂłn para negar que exista. Como,
por ejemplo, el capitalismo, es simplemente la forma en la que nuestra sociedad
evolucionĂł por diferentes causas histĂłricas. Casi todas las sociedades humanas han sido patriarcales en mayor o menor
medida, mientras que la equidad sĂłlo ha podido avanzar mediante la acciĂłn
consciente y deliberada. Debido a que el patriarcado se expresa en valores y
creencias muy arraigadas, la lucha en su contra topa con una fuerte resistencia,
incluso entre las personas que no se benefician de Ă©l, de ahĂ que muchas
mujeres contribuyan con sus acciones a perpetuarlo.
Esto no significa que cada hombre oprima a cada mujer
personalmente, ni niega que haya hombres decentes y mujeres culeras. Quiere
decir que los hombres, como clase, oprimen a las mujeres, como clase. Se trata
de una opresión sistémica, no personal. Tampoco implica que todas las mujeres
estén igualmente oprimidas ni que todos los hombres estén igualmente
privilegiados. Existen otros ejes de opresiĂłn, tales como raza, clase social,
edad, orientaciĂłn sexual, religiĂłn, posiciĂłn al interior de una estructura
jerárquica, condiciones de salud, etcĂ©tera. Un anciano campesino indĂgena y
pobre seguramente enfrenta condiciones más difĂciles que una mujer “criolla”
joven y rica de la gran ciudad. Pero una mujer anciana indĂgena pobre la tiene
aĂşn más difĂcil que el hombre precisamente por su condiciĂłn de mujer (a esto se
refiere el concepto de “interseccionalidad”; bĂşsquenlo).
O sea, lo importante es entender que cuando un cabrĂłn golpea
a su esposa, cuando un patán toca las nalgas de una señorita en el metro,
cuando un jefe le da los ascensos a otros hombres aunque sus empleadas sean
igual o más eficientes, no estamos ante casos de individuos que son
cretinos (aunque obviamente tienen responsabilidad individual por sus
acciones), sino ante pautas de conducta muy comunes detrás de las cuales están
una serie de factores sociales, culturales e institucionales generalizados en
la sociedad.
Cuando las feministas dicen que están luchando contra el
patriarcado, quieren decir que luchan no solamente contra las acciones culeras
de algunos hombres especĂficos, sino contra el sistema social que las produce, las alienta o las normaliza.
En la siguiente entrega hablaremos de realidades y luchas, de si las mujeres realmente están oprimidas en esta sociedad (spoiler alert: sĂ), de si los hombres tambiĂ©n sufren por culpa del sexismo, de cuáles son las causas actuales por las que batallan las feministas cuando derechos como la educaciĂłn y el voto hace tiempo que se reconocen, y otras dudas que seguramente les surgieron en este ratito.
6 comentarios:
Pero Ego, que no tu ya eres chavorruco? :P
No, yo soy un señor cool :v
Yo renuncié a mi trabajo porque le aumentaron el sueldo a una chica y ganaba más que yo!!
Pero no por pensar que no tenga capacidad, si no porque en todas las empresas que he estado es la primera vez que alguien de esa área gana más que los de mi área.
No creas que soy machirrin, igual mi jefa ganaba más que yo pero era de mi misma área.
Saludos
Joako =P
Hola! me gustarĂa hacerte un comentario sobre lo que comentas de que consideras acerca de que el lenguaje incluyente esta totalmente equivocado. Yo considero que es algo fundamental que ayudarĂa mucho en la lucha de gĂ©nero. ExplicarĂ© mi punto. Los grandes actos de machismo (como podrĂan ser violencia fĂsica, violaciones o asesinatos) son la punta del iceberg que esta fundamentada en una base muy amplia de "pequeñas" cosas. Una de ellas es el lenguaje. AclararĂ© aĂşn más mi punto. Yo personalmente tenĂa muchas dudas en relaciĂłn a este punto hasta que me convertĂ en mamá...de una niña. Y fue precisamente ella la que me mostrĂł de la manera mas sencilla la importancia de un lenguaje incluyente. Cada vez que yo citaba un plural (acostumbrada culturalmente) como "niños" por ejemplo, ella me contestaba (con solo 2 años de edad) ¿y las niñas no? o si mencionaba algo sobre los "papás", ella me corregĂa "¿y las mamás tambiĂ©n?" Otro ejemplo, yo nombraba (inconscientemente) el masculino por default para todo: oso, gato, perro, etc. no usaba femeninos a pesar de que podĂa (y debĂa) hacerlo. Lamentablemente tan solo con un año más (ahora mi hija tiene tres años) ya se acostumbrĂł a que "ella" no es nombrada. Que el importante para todo es el masculino. Cuando me di cuenta de esto e intentĂ© corregir era muy tarde. Ya no me corrige (y me duele muchĂsimo), ya se acostumbrĂł a que ella esta "incluida" en ese masculino plural. AĂşn peor. Ahora cada vez que quiero decirle que su muñequito de peluche es una osa, ella ame contesta muy firme "No mamá, es un oso" y asĂ para todo...
El femenino ya no existe como relevante en su vida. Fue entonces cuando me di cuenta de que si no se nombra, no existe. ProgramĂ© a mi hija como me programaron a mĂ... el masculino es el importante. En la palabra "niños" están incluidas tambiĂ©n ellas (¿que no es obvio?)o eso se supone.
No cuento con datos tĂ©cnicos, ni referencias...sĂłlo con experiencia de vida, pero he leĂdo otras cosas tuyas que me han encantado (esta tambiĂ©n) y solo tenia intenciĂłn de darte mi opiniĂłn para que tuvieras un punto diferente sobre el cual ver esa posiciĂłn.
Gracias por leerme.
BuenĂsimo, lo compartirĂ© con varias personas de mi familia. Sin embargo pienso que el concepto feminazi en realidad no existe, sobre todo entre personas informadas. Sea que estemos de acuerdo con algunos tipos de feminismo radical o no, simplemente no puede existir la idea de un feminazismo; es un adjetivo tan denigrante y tan distante de la forma histĂłrica que la subyace, que su uso arremete directamente a la propia ignorancia de su usuario.
Gracias, como siempre, por todos sus comentarios :)
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