Inclusión forzada I: Ya fue demasiado - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

martes, 16 de agosto de 2022

Inclusión forzada I: Ya fue demasiado


PRÓLOGO: LA PRESA

 

Hace un par de semanas se estrenó Prey, la nueva entrega de la saga de Depredador (muy buena, por cierto), y eso ha provocado ciertas reacciones en línea. Muchos comentarios como éste:

 


No fue el único. De hecho, aunque la peli en general ha recibido buenas reseñas de la crítica y de la mayor parte del público, hay un subconjunto de (sobre todo) vatos denostándola, todos diciendo más o menos lo mismo. Tanto en inglés como en español declaraban la peli un “bodrio”, muchas veces sin siquiera haberla visto. Algunos iban todavía más lejos. La premisa no sólo les parecía absurda y propia de una mala película, sino que era el resultado de meter ideologías con el afán de adoctrinar.

 


Pero tampoco se detiene ahí. No sólo la película es mala, no sólo tiene "ideologías", sino que está hecha así con un objetivo perverso que daña gravemente a la sociedad.


Esto no se queda nada más con estos ejemplos ni con esta película. Sucede cada vez que se estrena o se anuncia una peli, serie o cualquier producto de cultura pop en donde figure una mujer, persona no blanca o de la comunidad lgbtq+ en un papel principal, especialmente si es en una franquicia que alguna vez estuvo protagonizada por un hombre blanco cishetero (que, sorpresa, son la mayoría). En cada ocasión las redes se llenan de discusiones bizantinas y se repiten las mismas cantaletas: inclusión forzada, ideología de género, propaganda progre, marxismo cultural y corrección política. Y, tarde o temprano, habrá algunas voces que alerten que esto implica la destrucción del Occidente masculino, blanco y cristiano.

 

¿Por qué, qué es lo que está pasando aquí? ¿Por qué la gente se altera tanto y por qué algunos pasan de una queja contra la “inclusión forzada” a temores apocalípticos sobre el fin de la civilización? Bueno, lo primero que debe quedar en claro es que una cosa lleva a la otra, y no es casualidad. Ése es precisamente el punto de este pánico moral fabricado.

 

Miren, lo primero que hay que reconocer es que esto es un mame que en sí mismo no tiene mucha trascendencia. Si no te gusta ver mujeres ni morenos en las pelis, no las veas, no tienes que pasártela refunfuñando en redes. Y, del otro lado, amigo progre, la mayoría de esas películas en verdad son malonas y no merecen que las defiendas, especialmente las que están producidas por corporaciones multimillonarias que donan dinero a las campañas de políticos ultraconservadores.

 

El problema es que eso no es todo ni es tan simple. Porque en realidad esta discusión no es sobre una película y las opiniones de la gente al respecto, que al cabo a cada quien le gustan cosas distintas. Las implicaciones de este mame van más allá y eso es lo que abordaremos en este ensayo. Atásquense que hay lodo…

 

I. EL AGUJERO DEL CONEJO

 


Sucede que tenemos aquí una narrativa que se ha vuelto muy popular, y que se ve repetida en prácticamente cualquier espacio en el que se discuta sobre cine y cultura pop: La ideología progre, que se expresa en la inclusión forzada, se ha convertido en un problema que está afectando la calidad de las películas, series, etcétera. ¿Cómo exactamente vuelve malas a las películas? Pues porque cambian la esencia de la historia original, o porque con tal de cumplir con cuotas sacrifican la coherencia de la trama, o porque son demasiado radicales y te restriegan su ideología en la cara.

 

Pero sucede que la narrativa no se detiene ahí. Ésta es sólo una primera premisa, que invita a preguntar: “Bueno, ¿y por qué está pasando esto? ¿Por qué estoy viendo tantas mujeres, morenos y gays en mi entretenimiento?” Y aquí viene la respuesta: Porque ciertos grupos ideológicos (feministas, el lobby gay, progres en general, etc.) presionan, cabildean e imponen estos cambios, o de plano controlan a las empresas que hacen el entretenimiento.

 

Cada premisa lleva a una siguiente y, conforme la narrativa se va presentando en su totalidad, se revela cada vez más paranoica y radical. Pues cabe aquí preguntarse “¿cómo es que esos grupos ideológicos, que son minoritarios y no representan a la sociedad, tienen el poder de imponer su agenda en las grandes corporaciones mediáticas?”. Aquí la respuesta puede variar, pero al final se puede resumir en Existen élites que apoyan y financian estos movimientos, porque quieren que se difundan sus ideologías. ¿Y por qué lo harían? Y éste es el paso más importante, porque los motivos tienen que ser siniestros y el peligro tiene que ser existencial: Esto se hace con el objetivo de debilitar y ultimadamente destruir la cultura occidental.

 


Antes de llegar a este punto puede ser que no se revele quién exactamente compone esa élite, esos marxistas culturales o globalistas, pero tarde o temprano alguien termina admitiendo que cree que Son los judíos los que están detrás de todo esto. Y si llegamos aquí, ya estamos consumiendo propaganda nazi, literalmente.

 


Entonces podemos ver que ésta es una narrativa típicamente reaccionaria y conspiranoica, y apreciamos que sirve para introducir ideas extremistas en conversaciones cotidianas y a personas que por lo general no se asumen como conservadoras, o que de hecho no están muy interesadas en lo político. Pues en principio no parece que éste sea un tema político; más bien se presenta como que algo apolítico (el entretenimiento) está siendo contaminado por ideas políticas invasoras.

 

Tratemos de entender y desmenuzar en qué consiste esta narrativa y su función como elemento que jala hacia el radicalismo de derechas. Y veremos que el verdadero adoctrinamiento no es poner mujeres, morenos y gays en todas las películas. Ver una película con mujeres, morenos o gays y asumir de inmediato que hay una agenda perversa detrás de todo ello es el resultado de un adoctrinamiento muy eficaz.

 

“Oye, Ego, pero estás planteando aquí una cuesta resbalosa. Yo puedo perfectamente estar de acuerdo con la parte de La inclusión forzada se ha convertido en un problema que está afectando la calidad de las películas…, sin que por ello me vaya a convertir en un neonazi ni caer en esas otras ideas absurdas.”

 

Va, de acuerdo, eso es perfectamente posible y creo que ése es el caso de la mayoría de las personas que se topan con esta narrativa. Voy a tratar de explicar por qué ni siquiera esa primera premisa tiene validez y por qué al difundirla se contribuye a hacer que las partes más extremistas de la narrativa tengan un mejor terreno para echar raíz. Si aun así no te convences, no le hace, por lo menos ya estarás consciente de en qué consiste el paquete completo, hasta dónde llega el agujero del conejo, y podrás estar alerta para no caer por él.

 

II. ¿EN QUÉ TIENEN RAZÓN?

 


Como todo mito, éste tiene ciertas dosis de verdad. Hay tres cosas en las que la narrativa de la “inclusión forzada” tiene más o menos la razón.

 

Uno: Estamos en una época de falta de creatividad y exceso de reciclaje, que lleva a que se nos inunde con secuelas, refritos, spin-offs, adaptaciones y readaptaciones de obras y franquicias clásicas. Esta falta de creatividad produce mucho contenido malo o mediocre.

 

Dos: hoy en día vemos más personajes que no son hombres blancos cisheteros en roles importantes en las obras de la cultura pop.

 

Tres: Como resultado, vemos que cada vez más franquicias, en las que antaño los hombres blancos cisheteros eran los principales, ahora tienen protagonistas que son mujeres, personas racializadas o de la comunidad lgbtq+. Incluso, algunos personajes que eran hombres, blancos o cisheteros han sido cambiados en nuevas versiones y adaptaciones.

 


En donde la narrativa se equivoca (o miente) es en las relaciones de causa y consecuencia entre estos tres puntos. Plantea que el segundo punto es la causa del primero: que las películas de ahora son malas por causa de esa inclusión. Lo cierto es que una cosa es independiente de la otra. Sí cansa la falta de originalidad, producto de la creencia (no del todo injustificada) de que puedan sacar cualquier cosa con un nombre conocido y tendrá éxito. Por otro lado, siempre ha habido y habrá cine bueno y cine malo, y si las franquicias ya te saturaron, pues ve y busca más allá.

 

¿Y por qué vemos tanta inclusión? Esto no es resultado de una conspiración malvada, sino simplemente de cambios sociales y culturales que hemos estado observando en las últimas décadas. Vivimos en una sociedad en la que desde hace muchos años existen esfuerzos por conseguir cierta igualdad entre los hombres blancos heterosexuales, que hasta ahora han tenido todas las ventajas, y el resto de la población.

 

Ahora, bien puede ser que los artistas que trabajan para las grandes empresas de entretenimiento tengan especial simpatía por estos esfuerzos. O puede ser que las corporaciones simplemente han visto que para seguir vendiendo hoy en día es necesario tener en cuenta a una población mucho más diversa y que reconoce mejor esa diversidad que antaño. Lo más seguro es que sea una mezcla de las dos


Yo sospecho que Disney hace estos cambios de raza en sus refritos live-action en parte porque sabe que eso atraerá polémica y llamará la atención. Es publicidad gratuita si tienes a cientos progres y regres en Tuiter peleando por las producciones mediocres de Disney. Como dice Reagan en Inside Job, la mayoría de las teorías conspiranoicas nada más son capitalismo. Aunque tengo que admitir que no tengo la menor idea de por qué parece que son los personajes originalmente pelirrojos los que más sufren estos cambios...


Más adelante veremos cómo la retórica reaccionaria convierte esta situación, resultado de cambios graduales en nuestras sociedades, y de la respuesta de las corporaciones a esos cambios, en una amenaza terrible, obra de los esfuerzos malévolos de fuerzas hostiles. Por ahora, empecemos a explorar el agujero del conejo en sus círculos superiores.

 

III. ¿CUÁL ES EL PROBLEMA?

 


En este primer nivel tenemos a las personas a las que no podemos acusar de racistas o intolerantes, y mucho menos de reaccionarias. Son personas que quizá han empezado a considerar que la narrativa anti-progre tiene algo de cierto, pero no han ido más lejos. Son personas con las que todavía se puede dialogar y razonar.

 

La primera premisa de nuestra narrativa dice: La inclusión forzada se ha convertido en un problema que está afectando la calidad de las películas, series, etcétera. Una de las formas en las que esto sucede es cambiando personajes que, en la fuente original, eran hombres y/o blancos y/o heteros.

 

Ésta es una queja que hasta cierto punto es comprensible, porque a muchos fans simplemente no les gusta que cambien cosas en adaptaciones de sus obras favoritas. Es un sentimiento que muchas veces he compartido. Digo, estoy seguro de que a muchas personas no les molesta en general tener personajes que sean mujeres, personas racializadas o de la comunidad lgbtq+ como protagonistas; es sólo que no les parece bien que para ello se tenga que modificar algo ya existente. Por eso digo que es comprensible, y que no sería justo ni útil acusar de intolerantes a estas personas, incluso si creemos que pueda haber ciertos prejuicios inconscientes detrás de sus objeciones.

 

A esta queja se pueden responder varias cosas. En primer lugar, que todas las adaptaciones cambian necesariamente algunos aspectos de la obra o historia original, y que eso por lo general nunca ha molestado a la mayor parte del público, poco familiarizado con ella. Molestaba a los fans puristas, que sin embargo eran una minoría. Entonces nos preguntamos, ¿por qué nos deberían molestar los cambios de raza, género, orientación o identidad de los personajes, si otros tipos de cambios no nos molestan?

 


Tenemos que entender que una adaptación nunca es la obra original, sino que necesariamente pasa por el filtro de otra época, otra cultura, otras mentes creativas. El mundo descrito por Homero en sus epopeyas sobre la Guerra de Troya no corresponde a la civilización micénica de la historia, sino a la cultura helénica arcaica de la época del rapsoda. Y la Troya de Wolfgang Petersen no es la de Homero, sino que está vista a través de los ojos de la cultura de finales del siglo XX, con sus héroes bonitos, sus villanos feos, la bisexualidad eliminada y sus romances heteros forzados. Y, a su vez, Troya: La caída de una ciudad refleja el clima cultural de finales de los 2010. Pero si al público en general no le molestó un Aquiles heterosexual, sí que causa conmoción un Aquiles negro 14 años después. ¿Por qué?

 

Podríamos señalar que, a lo largo de la mayor parte de la historia del cine, se ha dado el fenómeno inverso. Personajes que originalmente eran de una raza son cambiados por actores blancos. Así tenemos desde Marlon Brando haciendo de Emiliano Zapata (1952) y John Wayne como Genghis Khan (1956), hasta tiempos más recientes, como Gerard Butler como Attila el Huno (2001). Y no sólo los ficticios: en la trilogía de Batman de Nolan (2005-2012) tres personajes, que en el cómic no son blancos, son interpretados por actores blancos europeos: Ra’s Al Ghul, Thalia y Bane. Sin embargo, señalar esto podría ser entendido como un tu quoque y se podría responder que una cosa no justifica la otra y que nunca está bien cambiar la raza de un personaje histórico o ficticio.

 


A esto, el argumento progresista suele ser que estos cambios tienen efectos sociales positivos, como dar trabajo a intérpretes que pertenecen a grupos históricamente oprimidos y tener una mayor representación para ellos en pantalla. La representación es importante, no sólo para beneficio de los grupos representados, sino para que las personas de otros grupos aprendan a normalizar la presencia de aquéllos. Quizá sí sería mejor crear nuevas obras con nuevos personajes, pero sucede que ahora las que se están haciendo son puro reciclado, y es mejor eso que nada. Así, mientras cambiar a un personaje de moreno a blanco era una forma de perpetuar la exclusión y la discriminación, hacer lo mismo en el sentido inverso sería apenas un poco de compensación por todos los siglos en los que se puso a los hombres blancos cisheteros en el centro de todo.

 

A su vez se puede responder que el arte y entretenimiento no tienen por qué ser activismo. A lo que tendríamos que decir que es muy ingenuo no darse cuenta de que toda obra creativa refleja los valores y cosmovisión de quien la realiza (volveremos a esto más adelante). Además, si quienes están a cargo de la creación quisieron hacerla así, ¿a ti qué te molesta? ¿Es tan difícil creer que simplemente escogieron al mejor actor para el papel, independientemente de lo demás?



Podríamos añadir que antaño se hicieron cambios de raza sin que nadie hiciera un alboroto, como cuando Billy Dee Williams interpretó a Harvey Dent en Batman (1989), o Will Smith hizo del Agente J en Hombres de negro (1997). Quizá es que la mayor parte del público no sabía que los personajes originales eran blancos. O quizá es que, como eran menos frecuentes, no llamaban la atención. Pero algunos cambios se han dado en productos que al final resultan bien recibidos; por ejemplo, ya nadie se queja del Aquaman de Jason Momoa. Así que, ultimadamente, la obra puede ser buena o mala independientemente del cambio en la identidad del personaje.

 

En fin, el caso es que entiendo perfectamente de dónde viene esa resistencia, y que los argumentos a favor de esos cambios puedan no ser del todo convincentes. Creo que nomás se puede proponer una cosa: si no te gusta, no lo veas; siempre puedes regresar a la obra original tal como es. No hay necesidad de enfurruñarse ni hay por qué considerar esto “un problema”.

 

Lo anterior me lleva a reconocer que hay muchas personas que se ponen suspicaces respecto a la “ideología progre”, pero que su capacidad de apreciar una peli o serie no ha sido arruinada por ello. Es decir, creen que algunas obras de verdad han sido estropeadas por el progresismo, pero si hay alguna, pasada o presente, que les parece lo suficientemente buena, la toman como un ejemplo de algo que “se hizo bien”, en donde “no fue forzado” o “no te lo restriegan en la cara”. A estas personas las invitaría a reconsiderar dos cosas: ¿Están seguras de que fue lo progre lo que echó a perder esas obras, de que no fue más bien algo completamente independiente de eso? Y, ¿no será que a las obras que se ven progres les exigen más para considerarlas buenas que a las demás?

 

Como sea, dejemos a estas personas en paz. Me preocupan más quienes están más profundo en el agujero del conejo. Personas (casi siempre vatos) a las que lo que de verdad les molesta es que haya mujeres, morenos y gays protagonizando películas, series, cómics, videojuegos, etcétera. Pero, como no pueden admitir eso abiertamente (y quizá tampoco lo reconocen ellos mismos), lo racionalizan diciendo que son otras cosas las que les no les gustan. ¿Cómo sabemos que no les ofende lo uno sino lo otro? Pues porque hasta cuando no se cambia nada, sino que se crean personajes nuevos, se siguen quejando. Así que para ello tienen que presentar nuevas “razones”.  Y es entonces que se revela que sus argumentos no tienen el menor sentido.

 

IV. HECHOS Y LÓGICA

 


La verdad es (y esto lo digo como alguien que ha estudiado literatura y cine formalmente) que muchas personas no tienen los elementos para analizar y juzgar los diferentes aspectos de un producto narrativo. Puede decir si le gustó o no, si le pareció divertido o aburrido, etcétera. Esto es particularmente cierto de quienes se quejan que “la ideología progre está arruinándolo todo”. Cuando tratan de explicar por qué es mala la película (o serie o lo que sea) que tiene este supuesto defecto, no pueden articular gran cosa. En la mayoría de los casos se limitarán a calificarla con adjetivos muy subjetivos, como “está forzado”, “se ve mala”, “es pésima actriz”, “cae mal”, pero sin desarrollar argumentos que pudieran siquiera considerarse siquiera cerca del análisis cinematográfico. Es decir, son incapaces de explicar por qué consideran mala una actuación, mal desarrollada una trama o cómo se distingue algo forzado de algo que no lo es, etcétera.

 

En el mejor de los casos, irán a buscar algo que pueda ser percibido como incongruente dentro de la lógica de la narración: “Es inverosímil que una mujer sea tan competente y que venza a un hombre tan poderoso. Pero, como querían cumplir con una agenda feminista, forzaron eso en la trama, arruinando la historia”. Y les juro que ya había escrito los dos párrafos anteriores cuando me encontré con un comentario de un vato que lo confiesa con todas sus letras:

 


Entonces, el único argumento que medio pueden construir descansa sobre la “falta de lógica”. Como suele suceder en estos casos, por “lógica”, lo que quieren decir es “lo que a mí se me hace que tiene sentido a primera impresión y sin pensarlo mucho”. Pues si analizamos lo que realmente pasa en una película como Prey, veremos que no carece de congruencia. Empecemos con la queja que estos sujetos repiten como perico: “no es posible que una india con un arco y una flecha le gane a un cazador alienígena con tecnología futurista que hemos visto vencer a soldados de élite”.

 

Bueno, cualquiera que haya visto la cinta (y no tenga el cerebro atrofiado) habrá notado que, en primer lugar, este Yautja (la raza de los Depredadores) es un novato en su primera cacería en la Tierra. También que tiene menos tecnología que el de la primera película, la cual transcurre dos siglos y medio más tarde. Segundo, que antes de la última pelea contra Naru (la cazadora comanche), el Yautja había recibido mordidas, zarpazos, disparos, flechazos y estocadas. Está herido y cansado cerca del final.

 

Hay más: desde que empieza la película se nos muestra que Naru ya llevaba tiempo esforzándose por ser una gran cazadora, que ya era especialmente buena en el arte del rastreo, y además que era ingeniosa y que pensaba fuera de la caja (como su idea de ponerle una cuerda a su hacha Tomahawk). Naru tiene bastante oportunidad de observar cómo el Depredador opera y pelea, y cuáles son sus puntos ciegos, algunas veces porque el mismo Yautja no la consideraba una amenaza (grave error del extraterrestre) y se distraía con otras cosas.

 

Finalmente, ella no vence a su enemigo con la fuerza, sino con la astucia y mediante trampas, justo como Dutch, el personaje de Schwarzenneger, había hecho en la primera película. Ambos protagonistas se dan cuenta que tienen que pensar fuera de la caja para poder sobrevivir. Es decir, la película se toma el trabajo de hacer verosímil que Naru pueda vencer al Depredador.


Parecería que los quejosos están diciendo que Naru peleó cuerpo a cuerpo con un alienígena de dos metros y medio y lo sometió nada más con la fuerza del guion; eso no fue lo que pasó en la peli, ésos no son los hechos. Ah, pero es que me he topado con las dos quejas opuestas: Naru es mal personaje porque forzaron la trama para que pudiera vencer al Depredador, y Naru es mal personaje porque es una mediocre que sólo pudo vencer a un Depredador ya herido. Les digo que el chiste es odiar a la morra.

 

Algunos han apuntado a la flor que, al comerla, hace que la temperatura del cuerpo baje, y que el humano se vuelva invisible a la visión térmica del Yautja. Esta flor no existe y ese efecto en el cuerpo humano sería imposible sin causar graves daños. Y vale, esto es un elemento fantasioso (aunque no tanto), pero tampoco es más fantasioso que un extraterrestre antropomorfo de dos metros y medio que puede hacerse invisible y realiza viajes interestelares para cazar en nuestro planeta. Además, lo de la flor no viola la coherencia interna; se presenta como algo que existe y funciona de tal forma en el mundo ficticio de la película, tal como existen los extraterrestres cazadores.

 


Veamos otro ejemplo. Rey, la heroína de Star Wars: El despertar de la Fuerza. Hasta la fecha, siete años después, hay gente quejándose de que es una Mary Sue (un personaje femenino injustificablemente capaz e infalible) y que no es verosímil que ella y su coprotagonista Finn (que es negro) pudieran haber sostenido una pelea de sables de luz con Kylo Ren, un poderoso usuario del Lado Oscuro. Se les dio la victoria nada más por progresismo, haciendo que la historia se volviera inverosímil.

 

Una vez más, no están tomando en cuenta lo que reamente sucede en la película. Rey es una joven acostumbrada a sobrevivir por su cuenta; una escena temprana nos muestra que es muy hábil en el combate con su báculo, un arma que se maneja de una forma no muy diferente a una espada de luz. Además, se establece que Rey es extraordinariamente poderosa con la Fuerza. Sí, parte de la explicación es mágica, pero esa magia forma parte de la coherencia interna del universo de Star Wars.

 

Acerca de Finn, una escena previa nos lo muestra peleando con un sable de luz contra otro Stormtrooper (el que le grita “¡traidor!”), el cual tiene un arma diseñada precisamente para contrarrestar el sable. Esa escena nos muestra que por lo menos algunos soldados estaban entrenados en esa clase de combate y que obviamente Finn era uno de ellos porque sabía cómo moverse.

 

Finalmente, en la última pelea Kylo Ren no está en la cúspide de su poder. Primero, porque estaba aturdido emocionalmente después de haber matado a su propio padre. Más importante, acababa de recibir un disparo de la ballesta de Chewbacca, y se ve que está usando todo su poder para mantenerse en pie con tamaña herida (también nos muestran que la ballesta era un arma muy poderosa). Kylo pelea con Finn y lo derrota, y sólo después pelea y pierde contra Rey, cuando él ya está bastante disminuido. Es decir, una vez más, la película se toma el trabajo de hacer esta victoria verosímil.

 


Los quejosos llaman a esto deus ex machina, porque, como he dicho, no tienen ni puta idea de análisis narrativo. Un deus ex machina es una solución que sale de la nada, no como consecuencia de lo que ha acontecido en la historia. Lo que hay tanto en Prey como en El despertar de la fuerza son “pistolas de Chékhov”: objetos, situaciones, información que se presentan a lo largo de la narración porque van a cumplir una función más adelante.

 

Lo chistoso es que esto que digo no es algo nuevo ni lo descubrí yo; cualquier persona con dos dedos de frente ve la peli y nota todo eso. Estas explicaciones se les han dado a los quejosos una y otra vez, y su única reacción suele ser un “me divierte” y algún comentario burlón. No tienen argumentos válidos y en el fondo lo saben. Pero necesitan hacer de cuenta que no es la raza, género u orientación del personaje lo que les molesta, sino “las incongruencias”. Y quizá ellos de verdad lo quieren creer, porque saben que el racismo, sexismo y homofobia demasiado abiertos todavía acarrean cierto rechazo social. Y cuando se les señala que las supuestas incongruencias no existen, ya no tienen nada, más que hacerse a los trolls jodones.


V. ALIEN ES PROPAGANDA FEMINISTA

 


Cuando se les dice que, de fondo, lo que no quieren es ver a mujeres, negros o gays como héroes en las películas, normalmente apuntan a obras pasadas que tuvieron eso y que “estaban bien” porque “no era forzado” o “no querían imponer ideologías”. Éstas suelen ser clásicos cuya calidad no se pone en duda. Ellen Ripley en Alien y Sarah Connor en Terminator suelen los dos ejemplos de cajón.

 

En realidad, Ripley y Connor funcionan para estos vatos como el amigo gay que prueba que no son intolerantes, aunque el resto de su conducta y sus comentarios sean constantemente homofóbicos. Digo, güey, si los dos únicos ejemplos que te parecen aceptables son de hace 40 años y de películas tan excelentes que sería un despropósito irse en contra de ellas, no quedas mejor parado.

 

Pero una observación atenta muestra que, por ejemplo, las películas de Alien tienen un montón de detalles que, si salieran ahora, harían rabiar a los quejosos. Por ejemplo, en la primera cinta Ripley logra no sólo sobrevivir, sino derrotar al monstruo que mató a toda su tripulación (compuesta por puros hombres, excepto otra mujer). Además, en la segunda ella sobrevive mientras un pelotón completo de marines coloniales es aniquilado por los monstruos. Todo a pesar de que Ripley no tiene experiencia previa en combate (era una trabajadora en una nave de carga) y que el único entrenamiento que recibe es que un soldado le enseña a disparar en una escena que dura pocos minutos.

 

Si realmente pusieran atención a las películas se darían cuenta de que las habilidades de Naru en Prey están mejor justificadas que las de Ripley. O que la victoria de Rey está mejor justificada que la de Luke. O, para el caso, observarían que los cuerpos de los protagonistas de la original Depredador corresponden a los de fisiculturistas, no a los de soldados; son cuerpos moldeados para lucir los músculos, no para combatir en la selva. Esa película refleja las tendencias estéticas del cine de acción de los ochenta y no la realidad.

 

Y no es mi intención aquí cagarme en Alien, Star Wars o Depredador. Yo estoy feliz con que Dutch sea Arnie (lo quiero mucho), estoy satisfecho con que Ripley sólo haya entrenado treinta segundos para aprender a usar armas de asalto, y estoy de acuerdo con que un granjero que sólo cazaba ratas desde su troca haya podido combatir contra pilotos imperiales experimentados. Es que sería mamonsísimo quejarse de esas cosas. Además, las conveniencias poco probables son la sal y pimienta de la ficción; toda obra necesita una pizca.

 

Lo que estoy diciendo es que, si aplicáramos los criterios absurdos de los vatos que lloran por “los guiones se vuelven incoherentes por la ideología progre” a películas clásicas, que a ellos mismos les gustan, las encontrarían igual o más inaceptables que las que ahora provocan sus quejas airadas. Pero así como en su mente borraron todo lo que justifica la victoria de Naru, también reescribieron Alien para inventarle justificaciones a la victoria de Ripley. Es que si hay que cambiar los hechos para mantener su narrativa lo harán:

 


Si además se dieran cuenta de cuántas de ellas reflejaban valores verdaderamente progres, les volaría la cabeza. En la saga de Alien, la heroína no sólo es una mujer contra un monstruo que, en parte, es una metáfora de la violación y del parto forzado, sino que es una obrera en una historia en la que una megacorporación capitalista es el verdadero villano. Desde Sobreviven de John Carpenter como una obvia metáfora del capitalismo y la manipulación mediática, hasta Star Wars como una fábula antifascista, o toda la filmografía de James Cameron con personajes femeninos fuertes, corporaciones capitalistas corruptas, y fuerzas armadas y policiacas que son malvadas o inútiles, la ciencia ficción con la que crecieron los GenXers y Millennials tienen mucho de eso para escoger.

 

Pero, ¿por qué estos sujetos no las juzgan con el mismo rasero? ¿Por qué no se ponen de quisquillosos a buscar incongruencias en las viejas películas? ¿Cómo es que no se dan cuenta de la política progresista que sirve como base de muchos de esos clásicos? Bueno, creo que hay varias respuestas. Una es que ésas son películas verdaderamente buenas, que tienen el estatus de clásicos incuestionables y constituyen referentes para la generación de los vatos quejosos, que suelen tener estar en sus treintas o cuarentas.

 

Más importante aún, son obras que vieron y apreciaron con ojos inocentes, completamente ignorantes de cuestiones políticas, y muchísimo antes de haber sido expuestos a la narrativa de “el progresismo está destruyendo la cultura pop” y de que empezaran a juzgarlo todo a través de ese lente paranoico...  Ése es el meollo del asunto y lo que vamos a tratar en la segunda parte de este debraye. Hasta la próxima.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno puedes poner mierda en un plato y tratar de convencer al mundo entero de que es el mejor platillo que probarán, tiene un sabor único, que aunque te dijeran en el pasado que sabe mal y no se debe comer debes abrir tu mente y probarla. Pero al fin y al cabo las personas se dan cuenta de que estás tratando de convencerlos de comer mierda. Punto.

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