Millennials en redes están pidiendo que se cancele el golf. Que el deporte simplemente deje de practicarse y que los campos de golf se conviertan en reservas arboladas, humedales, áreas verdes de acceso pĂşblico, o terrenos para construir viviendas de interĂ©s social. Soy yo. Yo soy millennials en redes. Pero no soy el Ăşnico. ¿Les parece que es una postura exagerada y radical? Pues no es asĂ. De hecho, es una medida mĂnima y que ya tendrĂamos que haber implementado AYER. DĂ©jenme les explicĂł quĂ© y por quĂ©. Es verano de 2022 mientras escribo estas lĂneas. Una ola de calor está azotando al hemisferio norte. En Europa se están viendo temperaturas tan altas como pocas veces se han registrado, junto con graves incendios forestales, y esto pinta para ser la nueva normalidad en los años por venir. En mi paĂs, MĂ©xico, casi el 50% del territorio experimenta una sequĂa sin precedentes. Es infame el caso de Monterrey, la ciudad más grande del norte, en donde los cortes de agua de todo el dĂa (salvo unas pocas horas) se han vuelto comunes. Hace unos dĂas, la Nasa compartiĂł imágenes satelitales de la presa de Cerro Prieto, uno de los principales suministros de agua de la ciudad. La mayor reserva de agua de los Estados Unidos, el lago Mead, tambiĂ©n se está secando. Las catástrofes de este tipo se han vuelto más frecuentes en los Ăşltimos años, y a Ă©stas sĂşmenles otros efectos secundarios del cambio climático, como el desplazamiento de refugiados y el aumento de pandemias como la que nos metiĂł dos años de cuarentena. Las cosas van mal, muy mal, y sĂłlo empeorarán si no actuamos YA.
Si en cambio quieres aprender más sobre este fenĂłmeno y quĂ© podemos hacer al respecto, continĂşa leyendo. He preparado un par de listas de reproducciĂłn de muy buenos canales educativos y de divulgaciĂłn cientĂfica. Puedes ir directo a ellas o volver cuando terminemos por acá:
El principal origen del cambio climático es la emisión de gases de efecto invernadero, en particular el dióxido de carbono (CO2), que aumentan la temperatura promedio de la Tierra, ocasionando cambios en el clima global, junto con la acidificación de los océanos y el derretimiento de los glaciares y los polos. También hay que tener en cuenta que el problema es multifactorial, y la catástrofe ecológica no se limita sólo a esto, sino que también se relaciona con la contaminación de los suelos, aguas y atmósfera, la deforestación, la destrucción de hábitats naturales, la sobreexplotación de los recursos, etcétera. Todos estos fenómenos están interrelacionados y se retroalimentan.
Entonces, la actividad humana está causando estos problemas. Un aumento en la temperatura global promedio de 1.5°C será catastrĂłfico y es poco probable que consigamos evitarlo. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, en su reporte de este 2022, advierte que las emisiones de CO2 tienen que alcanzar el máximo este año, y empezar a reducirse a más tardar en 2025. Necesitamos urgentemente reformar nuestros sistemas de energĂa y transporte, claro está, pero tambiĂ©n nuestros modelos de producciĂłn, distribuciĂłn y consumo de la riqueza.
Aunque las vidas de todos los seres humanos se verĂan afectadas en mayor o menor medida, existe un grupo de personas cuyos estilos de vida tendrĂan que cambiar más drástica y urgentemente para que las demás podamos tener un futuro en un planeta habitable: los millonarios. El 1% más rico de la poblaciĂłn contamina más que el 50% más pobre. El 10% más rico es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero, y su huella de carbono es 11 veces mayor que la del 50% más pobre (aquĂ, aquĂ y aquĂ).
AsĂ que, si bien todas las personas del mundo tendremos que hacer cambios en cĂłmo hacemos prácticamente todo, y serán necesarias reformas estructurales profundĂsimas en la sociedad, hay algunas actividades e industrias que podrĂamos detener AHORA, en este mismo momento, pues son innecesarias, altamente destructivas y solamente benefician a una minorĂa privilegiada de la poblaciĂłn. Entre Ă©stas se encuentran:
Los jets privados: Este verano muchas personas se indignaron por un post de Instagram de una de las Kardashian (porfa, no me obliguen a tratar de distinguirlas), en el que se ve que usan los jets privados de la forma más casual del mundo. Viajecitos de 15 minutos o menos que arrojan una tonelada de diĂłxido de carbono cada uno, y que les sirven para ahorrarse el tráfico terrestre que sĂłlo los mortales indignos debemos sufrir. Un solo jet privado emite en una hora lo que un ser humano promedio emite durante todo un año. A lo mejor podamos entender que un jefe de estado tenga que trasladarse rápidamente a otros lugares en caso de emergencia, pero la mayorĂa de los vuelos de los ultrarricos son completamente superfluos y no tienen razĂłn de ser, en especial ahora que las tecnologĂas de la comunicaciĂłn permiten resolver muchos asuntos a distancia. En general necesitamos reducir los vuelos en aviĂłn a sĂłlo lo estrictamente necesario, pero hay que tener en cuenta que el 1% más rico del mundo es responsable del 50% de las emisiones de CO2 relacionadas con el vuelo.
Los mega yates: La flota de mega yates de los sĂşper ricos arroja aproximadamente 285 mil toneladas de CO2 a la atmĂłsfera cada año. Si tomamos sĂłlo a los 20 multimillonarios más multimillonarios, encontraremos que en conjunto sus estilos de vida producen 8000 toneladas de CO2 al año, de las cuales hasta una tercera parte son de sus yates. No estamos hablando de lanchas para dar paseos en altamar, sino de palacios flotantes; algunos de los más grandes tienen helipuertos, muelles para botes más pequeños, amarraderos para sumergibles y tripulaciones de hasta 100 miembros. Se necesita 30 millones de dĂłlares para comprar el más pequeño de estos mega yates; 1000 millones para el más caro. Estamos hablando de cantidades de dinero que una persona promedio jamás verá ni sumando todos los centavos que hayan pasado por sus manos a lo largo de toda su vida. Y durante la pandemia, mientras las personas normales se preocupaban por sobrevivir, aumentaron las ventas de mega yates a multimillonarios que querĂan aislarse del mundo.
Los campos de golf: Y llegamos a la estrella de la noche. En realidad estas dos Ăşltimas actividades son mucho menos exclusivas que las dos primeras. No se necesita contar fortunas en millones ni formar parte del 10% más rico del paĂs para jugar golf o haber viajado alguna vez en crucero, ya que esto es hasta cierta medida accesible a la clase media alta. Estoy seguro de que nadie que estĂ© leyendo esto es dueño de un mega yate o de un jet privado, pero no me extrañarĂa que algunos de mis lectores hubieran tenido una membresĂa en algĂşn club deportivo con campo de golf o tomado unas vacaciones en crucero (ser el dueño de un club de golf o accionista en una de las grandes lĂneas de cruceros es otra cosa, por supuesto). Vamos, en una vida de dar clases en escuelas privadas, he tenido varios alumnos que juegan golf. De hecho, por eso elegĂ ponerlo en el tĂtulo. Y, sin embargo, hay que tener en cuenta que, junto con los viajes en cruceros, sigue siendo una actividad de la que sĂłlo puede disfrutar una minorĂa privilegiada.
Para construir y mantener un campo de golf se destruyen o disrumpen ecosistemas naturales, se eliminan variedades pasto nativas para sustituirse con otras invasoras; se utilizan fertilizantes, pesticidas y herbicidas contaminantes, y se emite CO2 al quemar gasolina en las podadoras de cĂ©sped. Un campo de golf es básicamente una gran extensiĂłn de monocultivo: una sola especie de pasto donde antes habĂa una gran variedad de plantas. Como sabemos, los monocultivos son dañinos para el medio ambiente, pues agotan los nutrientes del suelo, trastornan los ciclos del agua y vulneran la biodiversidad. Pero además Ă©ste monocultivo ni siquiera se puede comer; sirve para que algunos ricachones hagan de cuenta que están haciendo ejercicio. Por Ăşltimo, está el problema del agua: sĂłlo en los Estados Unidos, los campos de golf absorben dos mil millones de galones cada dĂa. En medio de la dura sequĂa que ha dejado sin agua a miles de personas en Nuevo LeĂłn, campos de golf en clubes para ricos siguen siendo regados a diario.
Lo primero que puedo responder es: TĂş no quieres que se apliquen medidas a todos por igual, quieres que nadie moleste a tus queridos millonarios, y por eso planteas un escenario imposible de llevar a cabo como la Ăşnica soluciĂłn ‘justa’.
Lo segundo es: Estás haciendo falsas equivalencias. SĂ, todos contaminamos nomás por existir, pero no todos contaminamos igual ni todas las actividades contaminantes podrĂan ser abolidas igual de rápido y fácil.
Por ejemplo, pensemos en todos los automĂłviles en las ciudades. Obviamente necesitamos dejar atrás esta clase de vehĂculos. Pero todavĂa hay muchas personas, en especial familias de clase media, que los necesitan para ir al trabajo, llevar a los niños a la escuela, transportar las compras del mandado, etcĂ©tera. Y a menudo a travĂ©s de largas distancias y un clima hostil. Hemos construido nuestras ciudades modernas alrededor del automĂłvil, y las hemos hecho hostiles para los peatones y ciclistas. Los sistemas de transporte pĂşblico no podrĂan absorber a todos los automovilistas si de la noche a la mañana se proscribiera el uso de los coches.
Definitivamente es algo que tendrĂamos que estar empezando YA, porque nos va a tomar tiempo y una planeaciĂłn meticulosa. En cambio, en cosa de unos meses podrĂamos desmantelar la industria de jets, yates y cruceros, y abolir los campos de golf, para nunca usarlos más.
“¿Y quĂ© hay de los trabajadores que se benefician de esas industrias? No son sĂłlo los ricos, sino todas las personas que trabajan en la construcciĂłn, operaciĂłn, mantenimiento y servicios en esas industrias. ¿QuĂ© pasará con ellas?”
Claro que sĂ, persona que seguramente sĂłlo está pensando en los intereses de la clase trabajadora. Necesitaremos un plan para colocar a todas esas personas en empleos con los que puedan seguir satisfaciendo sus necesidades, tras una buena compensaciĂłn, de preferencia financiada con multas, impuestos y/o expropiaciones a esos individuos y corporaciones tan astronĂłmicamente millonarios y tan absurdamente destructivos (oh sĂ, me voy full bolchevique con este tema). Porque, miren, si todas esas actividades existen es porque se han acumulado fortunas tan enormes que sus dueños ya no saben quĂ© hacer con ellas. Y no es aceptable que la Ăşnica manera en la que esa fortuna pueda derramarse hacia la clase trabajadora sea haciendo a las personas desgastarse en empleos que no contribuyen en nada a la sociedad y que de hecho están haciendo daño al planeta. Y es que la riqueza que se produce hoy en dĂa ya serĂa suficiente para satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos, de no ser porque una gran parte de ella se acumula en unas pocas manos. De eso he hablado en mis entradas ¿Por quĂ© trabajamos tanto? y Por quĂ© la desigualdad sĂ es un problema. Necesitamos nuevas maneras de concebir la distribuciĂłn del trabajo y la riqueza entre toda la poblaciĂłn.
Por ahora sĂłlo dirĂ© dos cosas. Primero: Lo siento, señor don ricachĂłn, su derecho a la propiedad de un megayate no puede estar por encima del derecho de toda la humanidad a vivir en un planeta sano. Segundo: no se asusten, personas comunes y corrientes, esto no tiene que ser una cuesta resbalosa; abolir yates, jets, cruceros y campos de golf NO significa que le vayan a quitar la casa donde vive con su familia. SerĂan medidas extraordinarias aplicadas porque es cuestiĂłn de vida o muerte.
Nuestra sociedad está a punto de cambiar drásticamente, lo queramos o no. Puede cambiar como resultado de transformaciones conscientes que hagamos para prepararnos para los efectos del cambio climático y evitar que se siga poniendo peor. O puede cambiar como resultado de un colapso civilizatorio que traiga caos y barbarie. Lo que no podemos es seguir haciendo de cuenta que todo continuará más o menos igual, nomás que alimentado con energĂa solar o algo asĂ.
Sin embargo, esto no tiene por quĂ© ser tan malo. Las clases más adineradas tendrán que renunciar a muchos lujos y comodidades, pero a cambio las mayorĂas podrĂan mejorar notoriamente su calidad de vida, sobre todo si nos guiamos por modelos econĂłmicos no centrados en el crecimiento ilimitado, sino en la satisfacciĂłn de las necesidades humanas y el respeto a los lĂmites del planeta. Debemos dejar de tenerle miedo a molestar a los ricos con las medidas necesarias para salvarnos del desastre. Ellos no temen jodernos a todos con tal de dejar las cosas como están. Tampoco podemos esperar a que por pura bonditud dejen sus actividades destructivas. Vamos a tener que obligarles a ello.
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