En la
entrega anterior vimos cómo las quejas sobre “la inclusión forzada” carecen
de validez. Ahora nos falta abordar cómo es que esta narrativa de “la ideología
progre está destruyendo el entretenimiento y la cultura” es en realidad una
teoría de la conspiración que sirve para predisponer a la gente contra
los movimientos por la justicia social y en última instancia jalarla hacia el extremismo ideológico.
VI. LA ILUSIÓN DE LA CEGUERA
Estoy en un grupo de fans de los Cazafantasmas, y vieran que
es más saludable que otros grupos de fans en los que he estado. En general a la
inmensa mayoría del grupo le gustó la
nueva entrega, Afterlife. Cierto día, poco después del estreno de la
película, alguien compartió en el grupo una entrevista con el director Jason
Reitman, en la que decía que para él era muy importante que este nuevo
equipo fuera diverso. “¡Pero para qué lo tiene qué decir! ¡Así la riegan!”,
expresó un fan molesto.
Este intercambio me pareció ejemplar de ciertas actitudes
ante la “inclusión forzada”. Personas que aseguran que “no les importa” el
género, la raza o la orientación sexual de los personajes, que “ni se fijan
en eso”, que lo que no les gusta es que “se lo estén restregando”. Como este
colega; la película le gustó, y no le molestó que de los cuatro nuevos
Cazafantasmas sólo uno fuera un vato blanco. Pero le molestó que el director
saliera a decir que para él la diversidad era importante; es decir, reveló que
no era casualidad que el equipo fuera diverso. Esto enojó a nuestro amigo, ¿por
qué?
Un factor que facilita la hostilidad hacia “la ideología
progre que lo arruina todo” es lo que llamo la ilusión de la ceguera a la
identidad. Es el afán de autoconvencernos de que somos ciegos al género, la
raza, la orientación sexual o cualquier otro rasgo importante de la identidad
de una persona, que simplemente “ni los vemos”. Queremos creer que juzgamos su
valía independientemente de estos factores. Es una ilusión peligrosa,
porque a lo que nos hace ciegos es a los prejuicios que podamos tener sobre
personas que pertenecen a otros grupos identitarios. También nos hace ignorar
que estos otros grupos enfrentan y han enfrentado distintas formas de opresión
o discriminación que quizá nosotros no hemos tenido ni qué pensar.
Esto no es culpa nuestra; el liberalismo contemporáneo
ha promovido la ceguera a la identidad como la postura ilustrada frente al
racismo, el sexismo y la misoginia; es el ideal que deberíamos tratar de
alcanzar. Por desgracia, la experiencia nos ha demostrado que la desigualdad
no se soluciona fingiendo que no vemos las diferencias, sino que tenemos
que estar muy conscientes de ellas. En fin, es un tema que da para largo y para
el que no tenemos tiempo.
Si acaso en algún momento de nuestras vidas estuvimos cerca
de una auténtica ceguera a la identidad fue en la infancia. Veíamos personajes,
reales o ficticios, con diversas identidades en los medios de comunicación y no
reparábamos mucho en ello. En las caricaturas ochenteras siempre había una
chica y/o un negro (o miembro de otra minoría), pero no teníamos ni idea de
lo que había detrás, ni nos preguntábamos por qué casi nunca eran los
protagonistas. Sucede que simplemente éramos ignorantes de cuestiones
políticas.
El problema es que algunas personas han llegado a pensar que
lo que pasaba era que no existían esas cuestiones políticas. Que nuestra
ceguera infantil era porque en esos tiempos la sociedad ya había alcanzado la
ceguera. Que el reparto multirracial de Mr. T o Capitán Planeta
no era “forzado”, sino que había surgido así espontáneamente, porque todo el
mundo era ciego a la raza. O que Ripley y Connor no fueron escogidas para
protagonizar sus películas “por ser mujeres”, sino porque todo el mundo era
ciego a las diferencias de género.
No puedo creer que sea necesario decirlo, pero también en
los ochenta había movimientos contra el racismo, la misoginia y la homofobia (y
hostilidad contra esos movimientos). Y las empresas de entretenimiento practicaban la
“inclusión”, y también con el afán de llegar a un público más amplio. Si el
niño negro ve en tu caricatura un personaje con el cual sentirse identificado
es más probable que la vea y que compre su parafernalia. Eso no pasaba en
décadas anteriores; les reto a encontrar UN personaje negro en las series
originales de Los Picapiedra o Scooby-Doo. Y no es que no hubiera
negros en los Estados Unidos de entonces; es que no tenían lugar en las caricaturas. Asimismo,
han cambiado muchas cosas entre los ochenta y el presente: entonces no eran
reconocidas tantas identidades como ahora (por ejemplo, no se incluía a las
personas de la diversidad sexual), y casi siempre los “incluidos” estaban en
papeles secundarios.
Pero algunas personas no se dan cuenta de nada de esto.
Piensan que toda la alharaca sobre justicia social es algo nuevo, que ha salido
de la nada, y que antaño las cosas “ya estaban bien”. En realidad, lo que están
diciendo es: “Si no me estuvieran restregando su identidad todo el tiempo, yo
podría volver a ser ciego a todas las identidades, como antes. Pero como no me
dejan, se han ganado mi aversión”. La realidad es que no se puede ser ciego,
lo único que lograrán es ignorar por completo sus propios
prejuicios y los problemas de las demás personas. Que sí, es lo más cómodo,
pero lo siento, ya eres un adulto y te toca estar consciente del mundo en el
que vives.
VII. EL MITO DEL PASADO APOLÍTICO
Como ya había dicho, muchas personas no tienen elementos
para analizar críticamente lo que consumen. Esto es cierto sobre todo para los
chavitos. Cuando tienes 10 años y ves Robocop, piensas “órale, qué
chido, un policía robot, las balas no le hacen daño y mata a los malos, pum,
pum”. Necesitas haber vivido y aprendido para regresar a la película y darte
cuenta de que es una crítica al capitalismo y a la militarización de la
policía, y lloras porque a Alex Murphy le jodieron la existencia.
Toda obra de arte refleja una ideología, si
entendemos como tal una visión del mundo, un conjunto de valores, ideales y
creencias sobre cómo debe ser la sociedad, unos criterios que nos sirven para
juzgar qué es bueno, correcto, verdadero, etcétera. Incluso si sus creadores no
tienen la intención de aleccionar a nadie, la obra necesariamente reflejará sus
valores y los de la cultura en la que viven.
Pero, a menos que se aprenda a observar el mundo de una
manera crítica, el statu quo cultural es invisible. Se asume que los
valores, las costumbres, las creencias y estándares de la propia sociedad y
cultura son lo normal, lo natural, lo de sentido común, las cosas como siempre
han sido o, por lo menos, como deberían ser. Y, en contraste, todo lo que se
desvía de esa normalidad o la pone en entredicho es “ideología, propaganda y
adoctrinamiento”. Se requiere cierto aprendizaje para darnos cuenta de que TODOS
los valores, costumbres, creencias, etcétera son resultado de muchos factores
como el desarrollo histórico, la evolución de las sociedades, eventos
revolucionarios y las relaciones de poder existentes. Y que, por
lo tanto, las cosas bien podrían ser de otra manera.
Para colmo, los seres humanos de por sí tendemos a juzgar
que “todo tiempo pasado fue mejor”, acordándonos selectivamente de lo bueno
y descartando lo malo; es la falacia del paraíso perdido. De ahí el choro de
“el progresismo lo está arruinando todo”. Para que funcione, se necesita
creer tres premisas sobre el pasado: que antes la cultura pop era mejor
(paraíso perdido), que no era ideológica (statu quo invisible), y que era mejor
porque no era ideológica. Eso implica ignorar inconsciente o
deshonestamente que la mayoría de esas obras se hacían siguiendo una línea
ideológica dominante, y que algunas películas adrede se desviaban o subvertían
esa línea.
Así tenemos a vatos que asumen (o a lo mejor es que no lo
piensan mucho) que, si la casi totalidad de las películas de antaño tenían
como protagonistas a hombres blancos heterosexuales, es nomás porque ése es
el orden natural del mundo, y no porque fueron hechas por una sociedad cuya
ideología hegemónica los privilegiaba sobre todas las otras personas.
Así es como ven Terminator, Aliens y otras
obras que tienen el estatus de clásicos incontestables, y con la misma ceguera
llegan a creer que poner a una mujer protagonista en una película de acción, en
una época en la que eso era muy inusual y sobresaliente, no es resultado de una
decisión consciente de llevar la contraria a la normalidad, sino sólo la
forma en la que la película surgió orgánicamente, como margaritas de la nieve. Este hilo de Tuiter lo ejemplifica muy bien:
En resumen, el vato conservador cree que la cultura pop del pasado era
apolítica. Que la serie animada Gárgolas, que tenía como protagonista a
Eliza Maza, una mujer birracial y detective de policía, fue hecha así nomás
porque sí. Pero que si Gárgolas volviera a salir hoy tal cual fue,
nuestro conservador sabe que entonces habría intenciones políticas detrás.
Sería chistoso sino fuera peligroso.
Ese pasado apolítico, esa ceguera a las diferencias, nunca
fueron tales. Era sólo ignorancia e inconsciencia. Y lo que ahora vemos es la
hostilidad de gente inmadura que está resentida porque ya no puede mantener su
inocencia infantil.
VIII. BAJANDO POR EL AGUJERO
Si eso de “el statu quo es lo normal y lo demás son
ideologías raras” es más o menos la posición default de la gente común en cualquier
sociedad, también es una de las bases de las ideologías conservadoras y
reaccionarias. Si el conservadurismo quiere preservar ciertas partes del
statu quo actual, en especial lo que tiene que ver con las jerarquía tradicionales,
la reacción pretende regresar a un pasado en el que sus valores favoritos eran
más fuertes e incontestables (o imaginar un pasado así y guiarse por esa época
idílica ficticia). Como la falacia del paraíso perdido también está muy
difundida, tenemos un terreno fértil para que narrativas reaccionarias
florezcan. Ése es el peligro político de la nostalgia, tan exacerbada en
nuestros tiempos.
La reacción siempre está tratando de reclutar a personas que no se asumen como reaccionarias, que se creen apolíticas o centristas, y para ello es necesario hacer pasar el pensamiento reaccionario como “lo normal”, y el pensamiento progresista como “una imposición ajena y peligrosa”. Para ello aprovechan la ilusión del pasado apolítico y de la ceguera a la identidad, con una buena dosis de paraíso perdido: “¿Ves este mal que nos han hecho los progres? ¿Ves lo que nos han quitado y lo que nos están imponiendo?” Esto ya por sí mismo genera una aversión contra todo lo progresista. Una persona que no se considera racista, misógina ni nada, puede llegar a creer que los movimientos feministas, antirracistas y demás son una molestia que arruina la diversión.
Estamos apenas dentro del agujero del conejo. ¿Qué hay más abajo? Pues creer que dichos movimientos son ideologías terribles y peligrosas en sí mismas. Es así como tienes a vatos adoctrinados para buscar y rebuscar en todo lo que ven y encontrar supuestos radicalismos ideológicos que arruinan las películas y demás.
Ciertamente hay un tema moderadamente feminista en Prey:
Una mujer cuyas capacidades son menospreciadas por todos los hombres con que se
topa, al final demuestra ser competente. Y por supuesto que hay un
componente ideológico en películas que tienen como personajes importantes
mujeres, personas racializadas o del colectivo lgbtq+: la idea de que tener
mujeres, personas racializadas o del colectivo lgbtq+ en papeles importantes
es, o debería ser, tan normal como tener hombres blancos heterosexuales.
Ahora, ¿es algo de esto terriblemente radical? ¿Es tan
ofensivo y opresivo como para pensar que está “destruyéndolo todo”? No es
más radicalmente feminista el arco de personaje de Naru que el de Ripley.
La mayoría de las obras acusadas de ser “propaganda radical”, en especial las
grandes producciones de los mayores estudios, son más bien de un liberalismo
bastante tibio. Pueden poner a protagonistas racializados, pero rara vez
denunciarán el racismo directamente. O el sexismo, la homofobia y la
transfobia, para el caso. De hecho, la mayoría de esas obras le siguen jugando
a la ceguera a la identidad,
aunque sus creadores sepan bien lo que están haciendo.
Nada hay de radical en proponer que alguien más que un
hombre blanco heterosexual pueda ser un héroe… A menos… A menos que se crea de
antemano que no debe ser así, que ni esa modesta propuesta es aceptable. Pero, repito,
esto es algo que no pueden admitir. Así que lo que queda es tratar de hacer
ver algo moderado como si fuera peligrosamente radical. Que es, por cierto,
otro truco clásico de la retórica reaccionaria. Para ello también es necesario hacer
pasar la igualdad como opresión.
El discurso reaccionario siempre tratará de satanizar
cualquier esfuerzo por nivelar las cosas como una persecución contra el
grupo que está en el lugar privilegiado. Pones a una mujer negra como un
personaje hábil y competente, y se interpreta como una forma de denigrar a los
hombres blancos. Pones a una pareja del mismo sexo dándose un beso, y se
interpreta como un terrible ataque a la familia tradicional. Además, claro, todo tiene que tener un nombre siniestro. No puede ser nada más "aceptar a las personas lgbtq+"; tiene que llamarse "ideología de género". Así, cuando un personaje femenino enumera las situaciones irritantes por las que pasan las mujeres y señala que a ellas se les educa para reprimir sus emociones agresivas, mientras a los hombres se les educa para reivindicarlas, termina siendo llamado "comunismo de género".
Es la misma lógica que hay detrás de expresiones como
“antirracismo es código para antiblanco”, o “el feminismo busca la supremacía
de las mujeres sobre los hombres”, o “el laicismo es persecución contra el
cristianismo” o “el activismo trans va en contra de las mujeres”. Este
victimismo es necesario, porque hay cosas que los reaccionarios no pueden decir
abiertamente (salvo en algunos círculos), y es que quieren de que los blancos,
los hombres, las personas cis y la cristiandad sigan teniendo lugares
privilegiados en la jerarquía social. Necesitan hacer pasar la defensa de su
privilegio como una defensa de su existencia y sus derechos contra grupos
hostiles. Es “voltearnos la tortilla”, como decimos en México.
O
sea, es la misma retórica que se usa para enrarecer la discusión de temas
políticos y sociales, pero aplicada al entretenimiento, que se ha convertido,
lo queramos o no, en un campo de batalla importante para la guerra entre
progresismo y reacción. Y es aquí donde se pone peor…
XIX. LA DECADENCIA DE OCCIDENTE
Punisher Rorschac, antes Punisher Panther, es uno de los
mejores representantes de la ideología reaccionaria en el mundo de la
geekósfera. Y digo “mejores”, no porque el sujeto tenga algo de bueno, sino
porque es quien mejor ejemplifica la mentalidad del geek reaccionario. Sus
publicaciones consisten casi exclusivamente en denunciar cómo la ideología
progre está destruyendo la cultura pop y sus argumentos se reducen a los
clichés usuales e información falsa o descontextualizada. Es un incel patético,
pero cuenta con 20 mil seguidores en su página de Facebook (aunque sospecho que
muchos están ahí para reírse de sus tonterías) y en grupos en los que estoy a veces
comparten su contenido.
En fin, un día publicó la siguiente imagen:
Esto es ya bastante ingenuo, pero lo que sigue es de risa
loca:
No, las empresas de entretenimiento están tan interesadas
en hacer dinero como antes; realizan estudios de mercado, están al
pendiente de las tendencias, hacen proyecciones de prueba y limitan la libertad
creativa de los artistas para encauzar las obras hacia lo comercial. Y eso de
que se enteraban de la voluntad de los fans porque los invitaban a hacer
recorridos a sus estudios es lo más absurdo que he leído.
Esto es simplemente la narrativa reaccionaria clásica, que no
deja que los hechos interfieran con sus sentimientos. Empezamos con la falacia
del paraíso perdido: antes las películas eran mejores y todo era bueno.
Pero, ¿por qué antes todo era mejor? Para el PunIncel es porque a los
productores les interesaba vender y para ello escuchaban la voluntad de los
fans. O sea, el pasado era mejor porque funcionaba según el libre mercado,
lo cual es importante porque a estos vatos suelen gustarles mucho las culebras.
El ánimo de lucro lleva al éxito económico para las empresas y a la
satisfacción para los fans. Era una motivación legítima que daba buenos
resultados.
¿Y por qué se volvió peor? Porque ahora están bajo el poder
del progresismo. Sucede que, para la retórica reaccionaria, los cambios
sociales nunca suceden orgánicamente, sino que son resultado del trabajo
insidioso de fuerzas externas e ilegítimas. Por eso no pueden concebir que si
la cultura pop tiende a ser “más progre” se debe a que la sociedad en general
ha cambiado. Esta transformación tuvo que haber venido de alguien de fuera: los activistas progres que se han
apropiado de Hollywood.
Por la misma razón insisten tanto en que esas obras no sólo
son malas, sino que son un fracaso comercial. Lo cierto es que estas pelis
fracasan o triunfan tanto como cualquier otra cosa, pero esto no es una verdad
que puedan aceptar. Si una cinta condenada por “progre” tiene buenas reseñas y
taquilla, es porque los estudios sobornan a los críticos e inflan los números.
Y aquí ya estamos en los terrenos de las teorías conspirativas.
Pero no es aquí donde termina el agujero de conejo. Porque,
como ya habíamos adelantado, lo anterior invita a preguntarse ¿cómo y con qué
objetivo es que los progres se han apoderado de Hollywood? Y aquí la
narrativa sigue poniéndose más y más radical.
Para la mentalidad reaccionaria los cambios sociales también implican siempre un empeoramiento, una decadencia. Y no sólo son negativos: representan un peligro existencial. Nada menos que un colapso civilizatorio viene de ellos. Los reaccionarios están obsesionados con el concepto de decadencia. No de a gratis uno de los libros más influyentes para el movimiento nazi fue La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler.
Abolir la esclavitud, darle el voto a las mujeres, aceptar la homosexualidad como normal… Todo esto en algún momento iba a causar el colapso de la civilización, según conservadores y reaccionarios. Cuando los reaccionarios hablan hoy de la “caída de Occidente”, nunca les preocupa la crisis climática, la desigualdad extrema, las futuras pandemias o la guerra nuclear. No, siempre son cosas como la inmigración, el aborto, las personas trans… O sea, cosas que hacen retroceder el estatus privilegiado del hombre blanco heterosexual.
La pérdida de la masculinidad tradicional es otra cosa que obsesiona a los reaccionarios. Siempre están pegando la alarma sobre que la sociedad se está “feminizando” demasiado. Ya les hablé cómo esa obsesión formó parte fundacional de la ideología nazifascista e hizo que las guerras mundiales fueran todavía peores. Esa misma forma de pensar se aplica a la cultura pop contemporánea. De ahí viene no sólo considerar que una película como Thor: Love and Thunder sea sosa y bobalicona; hay que denunciarla como una amenaza para el tejido social.
La narrativa reaccionaria atrae a personas que sienten que han sido afrentadas, vulneradas en su sentimiento de
mérito, que se les ha quitado algo que antes tenían por derecho. Las crisis de
nuestro mundo actual han creado las condiciones para que muchos hombres se
sientan así. Y así como los nazis podían llegar con un padre de familia
desempleado y decirle “¿ves lo que te han quitado los judíos?”, hoy los
reaccionarios hacen lo propio y dicen “¿ven lo que te han quitado los
migrantes?”. O, en el caso de los nerds socialmente ineptos que nada más se
preocupan por Star Wars, “¿ves lo que te han quitado las feministas?”.
XX: LA CUESTIÓN JODIDA
Según la narrativa reaccionaria, la gente causando esta
debacle a lo mejor tiene buenas intenciones, pero es demasiado tonta para
entender el peligro en el que está poniendo el mundo. Mas quienes manipulan a estos
tontos útiles tienen la intención de destruir la sociedad, de
debilitarla, de sembrar el caos para ponerse a sí mismos en un lugar de poder.
Y es aquí donde llegamos a la pregunta: ¿quiénes mueven los
hilos? Y tras algunas respuestas medio ambiguas como “las élites globalistas”, terminarán
diciendo “los judíos”. Y al final, si ya te creíste todo lo anterior, si de
verdad piensas que los progres, financiados por los judíos, están destruyendo
todo lo que amas, ¿qué no sería legítimo hacer para evitar esa debacle?
Repito: no todos llegarán tan bajo en el agujero de
conejo, ni siquiera la mayoría de las personas. Pero algunos sí lo harán. Está
documentado que el discurso anti-progre es una de las puertas de entrada al
radicalismo de extrema derecha (aquí,
aquí, aquí).
También quiero aclarar que no de a huevo te tienen que
gustar estas películas, series, videojuegos o lo que sea que esté causando el
mame del momento. Cada quien tiene diferentes gustos y ni que fueran
obras maestras tan sublimes que fuera obligatorio amarlas. Sólo es una
banderita roja cuando alguien sale con lo de la “inclusión forzada” o “tiene
ideologías” para explicar por qué no les gusta.
Otra cosa, porque sé
que los malintencionados van traerlo a colación: no estoy diciendo que los hombres
blancos cisheteros sean "los malos". Es el sistema jerárquico
que los pone en un lugar de privilegio, y los esfuerzos por perpetuar ese
sistema, lo que está mal.
¿Y qué hacemos al respecto? Pues qué sé yo. Nomás sé
escribir debrayes larguísimos. A lo mejor alguien recapacita de sus opiniones
con esto, pero creo que para la mayoría será muchotexto. Quizá algún influencer
que le sepa a esto de los algoritmos haga una versión más fácil y digerible que
pueda salir en el Tikititok o como se llame eso que ven los jóvenes de ahora.
Espero que este choro le aproveche a la gente progre, que le
ayude a entender de qué se trata este asunto y pueda pensar en estrategias para
abordarlo. Algo que sí me parece muy importante es que se den cuenta de cómo los
fachos están logrando, con mucho éxito, introducir sus ideas, conceptos y narrativas en la conversación normal, y que esto lo hacen de poco en poco.
Mientras, los progres van por las redes sociales imprecando a desconocidos y
diciéndoles que son poco menos que unos monstruos si cometen la mínima
infracción percibida contra un protocolo que nadie les enseñó.
Eso sí: estoy absolutamente convencido de la importancia de
promover el pensamiento crítico y el alfabetismo mediático, que permita
a las personas analizar lo que consumen. No vaya a ser que el primer y único
paradigma con el que se topen para interpretar los medios sea “estar alerta
para detectar y rechazar cualquier propaganda progre”, porque eso no lleva a
nada bueno.
FIN
Fuera de bromas, sin el apoyo de mis mecenas en Patreon no habría podido pagar los útiles escolares de este nuevo curso. Les agradezco muchísimo. Tú también puedes ayudarme a dar educación a mis hijos y que yo pueda seguir adoctrinando a las masas con este blog y otros proyectos. Mientras, aquí te dejo otros textos relacionados:
3 comentarios:
Un DIEZ, amigo. Pero los progres estamos perdiendo la batalla cultural. Llevo años dando batalla en redes. Siendo hombre, blanco y hetero. Pero me rendí porque me siento solo: nunca hay mujeres, ni no-blancos, ni LGTBI que me apoyen. Por qué no luchan en redes, si es donde está la lucha REAL? Saludos. No cambies. Te leo hace años y es la primera vez que escribo.
Gracias también por tus maravillosos artículos frikis de Star Wars, Superman/Batman. Saludos de un Psicólogo de España, amigo! Eres alma gemela! Ya está. Ya lo dije. Por fin te escribí después de tanto tiempo. FUerte abrazo!
¡Hola! Muchas gracias por leer. Lamento no haber visto estos comentarios antes. ¡Muchos saludos hasta España!
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