Para aquellos a quienes nos apasiona el conocimiento de la Historia, nuestra fuente principal de este deleite suelen ser los libros. Los libros de historia, valga la obviedad, pero también la literatura. Porque, como verán, hay por lo menos dos historias.
Una es la historia objetiva, la de (perdónenme tanta rebuznancia), los libros de historia, desde los que nos dan una idea general de los sucesos, fechas, lugares y nombres más importantes, hasta los que profundizan con erudición y agudeza en las causas, factores, procesos y significados de aquellos sucesos históricos, para no sólo saber qué pasó, sino comprender por qué ocurrió y de qué forma moldeó el mundo en que ahora vivimos.
Pero esa historia objetiva rara vez, si acaso, nos proporcionará algĂşn vistazo a los detalles que suelen dejarse soslayados y quĂ© no pocas veces nos preguntamos. Un libro de historia podrá explicarnos las causas, desarrollo y consecuencias de la Primera Guerra Mundial, pero ¿quĂ© sentĂa y pensaba el individuo anĂłnimo que tuvo que pasar noches en vela en las trincheras? El libro de texto podrá detallar los cambios econĂłmicos, polĂticos y sociales que se vivieron en la URSS tras su revoluciĂłn, pero ¿quĂ© significaron estos cambios para una familia? ¿CĂłmo afectaron su vida, el crecimiento de los hijos, la relaciĂłn entre ellos y sus padres?
¿QuĂ© era para un niño escuchar las historias de un anciano que habĂa sobrevivido a los campos de exterminio nazis? ¿QuĂ© comĂan, quĂ© bebĂan, de quĂ© hablaban y quĂ© cantaban los soldados de Pancho Villa entre batallas? ¿QuĂ© sintieron las personas que observaban por TV cuando Neil Armstrong pisĂł la Luna? ¿A quĂ© olĂa el Titanic el dĂa que los pasajeros lo abordaron? ¿CĂłmo era un dĂa ordinario en las ciudades que estaban lejos del campo de batalla durante los años de la Segunda Guerra Mundial?
Esto no puede decĂrnoslo un libro de historia. Para eso está la literatura, que nos cuenta las otras historias, las historias subjetivas. No son las historias de las masas de seres humanos que se mueven de aquĂ para allá, haciendo la guerra y cambiando al mundo, sino las historias de los individuos frágiles, vulnerables y prescindibles, y por lo tanto Ăşnicos e invaluables. La historia objetiva hace a la subjetiva y viceversa, y el conocimiento de una complemente el de la otra.
Si quieren conocer la historia subjetiva de México, en especial la del México posrevolucionario, les recomiendo enérgicamente las novelas de Calos Fuentes (1928-2012), el narrador mexicano más importante de su tiempo. En especial les recomiendo estas tres novelas que leà recientemente. Hagamos un breve recorrido; trataré de decirles lo suficiente de cada una para animarlos a leerlas, pero sin quemarles lo importante:
La región más transparente (1958)
Carlos Fuentes escribiĂł esta novela cuando acababa de cumplir los 30 años, y aĂşn asĂ es ya una obra de sorprendente madurez. La acciĂłn principal se da en ese universo caĂłtico, plural y multidimensional que es la Ciudad de MĂ©xico en la dĂ©cada de los 50. Conocemos allĂ a una rica galerĂa de personajes de todo tipo: el populacho, la vieja aristocracia porfirista venida a menos, los cultosos decadentes, la nueva burguesĂa surgida a partir de la RevoluciĂłn... Paseándose por la ciudad va Ixca Cienfuegos que apenas es protagonista, sino más bien testigo o confidente de lo que ocurre. Es a Ixca a quien la mayorĂa de los personajes le cuentan sus historias y es a travĂ©s de las historias personales de cada uno que podemos aprender un poco de la historia objetiva.
AhĂ está Federico Robles, peĂłn de hacienda convertido en soldado revolucionario convertido en rico empresario; ahĂ está Rodrigo Pola, el rencoroso hijo de un revolucionario que no sobreviviĂł a la guerra y por lo tanto dejĂł a su familia en la incertidumbre; ahĂ está Norma Larragoiti, la escaladora social, aceptada por la vieja aristocracia porfirista en un sucio intercambio de dinero por estatus social... En fin, en esta novela están todas las historias subjetivas que conjugan para construir la historia del paĂs. No faltan episodios que ilustran cĂłmo era la Ă©poca: fiestas decadentes, tejemanejes corruptos entre funcionarios sin escrĂşpulos, corridas de toros, pleitos de cantina, viajes por carretera hacia Acapulco, y muchos más.
No sĂ© ustedes, pero cuando leo de historia lo que más me fascina son los momentos de convulsiones, grandes guerras, revoluciones y movimientos sociales que transformaron drásticamente al mundo. Los periodos de cambio gradual y pacĂfico me parecen aburridos... en la historia objetiva. Pero en la historia subjetiva estos momentos cobra un interĂ©s especial, porque se puede apreciar cĂłmo estos cambios graduales afectaron las vidas de las personas, sus relaciones, sus amores, sus profesiones, etcĂ©tera. A veces solemos pensar que tras la RevoluciĂłn Mexicana nada cambiĂł; sĂłlo cambiĂł el grupo en el poder y se trocĂł una dictadura (el Profiriato) por una dictablanda (el PRI). Pero en realidad sĂ cambiaron las cosas, y mucho. Para bien o para mal, MĂ©xico ya no era el mismo y esta novela nos permite apreciarlo.
Carlos Fuentes hace un mosaico magnĂfico de historias en La regiĂłn más transparente. Les recomiendo adquirirla en la ediciĂłn de las Academias de Lengua Española.
La muerte de Artemio Cruz (1962)
Otra de las novelas más famosas de Carlos Fuentes. En ella, en vez de tener a una multitud de personajes, nos concentramos en uno solo, a travĂ©s de cuya vida podemos atestiguar los episodios más importantes de la historia de MĂ©xico desde finales del siglo XIX a principios del XX. Artemio Cruz es un soldado revolucionario que se convierte en cacique, empresario y demás. Acostumbrado desde niño a ver por sĂ mismo y luchar por sobrevivir, Cruz se alza desde la miseria y la soledad hasta hacerse con el poder econĂłmico y polĂtico. Pero si Federico Robles tiene algunos elementos que lo redimen, Artemio Cruz es un individuo cuya ambiciĂłn sĂłlo rivaliza con su falta de escrĂşpulos, y no le importa pasar por encima de quien tenga que pasar.
Escrita en tres personas (yo, tĂş, Ă©l) y en tres tiempos verbales (pretĂ©rito, presente y futuro), la novela construye poco a poco la historia y la personalidad del caudillo. Como lectores vamos saltando por el tiempo, aterrizando por vez en un dĂa de un año en la vida del protagonista, mientras en el presente, el viejo agoniza... ¿DĂłnde quedan todo el poder, todos los logros y ambiciones?
No pude evitar que La muerte de Artemio Cruz me recordara a Ciudadano Kane, pues es la historia de un hombre que de no tener nada se hizo con muchĂsimo poder, y al final acabĂł odiado por todos y enfrentando a la hora de la muerte los fantasmas de su pasado. Es un gran libro que les recomiendo mucho. Lo leĂ por primera vez hace algunos años, pero no le agarrĂ© bien la onda, porque habĂa varias cosas sobre la historia de MĂ©xico que no conocĂa. LĂ©anlo, pues.
Los años con Laura DĂaz (1999)
Esta novela pertenece a una Ă©poca totalmente distinta en la vida de Carlos Fuentes. Si las primeras dos las escribiĂł un treintañero, Ă©sta es la obra de un hombre de 70 años de edad. Más tradicional y mucho menos experimental e innovadora que los dos ejemplos anteriores, y con un estatus menos prestigioso en la bibliografĂa del autor, encontrĂ© con grata sorpresa que me gustĂł más. Aclaro, no digo que sea mejor, ni más importante, sĂłlo digo que a un nivel visceral la disfrutĂ© más. Ahora me explico.
EscogĂ leer esta novela inmediatamente despuĂ©s de haber leĂdo las otras dos porque, al igual que aquĂ©llas, Los años con Laura DĂaz conjuga y entrelaza las historias personales con la historia nacional, y aĂşn más, con la historia del mundo. De hecho, al igual que en La muerte de Artemio Cruz, en ella seguimos la vida de un personaje a travĂ©s del siglo XX. Pero si Laura DĂaz me gustĂł más es porque pude identificarme mejor con los personajes.
Quizá es que a los 30 años Carlos Fuentes era más cĂnico, o querĂa dar la impresiĂłn de ser un tipo duro, o quizá con el tiempo se hizo más sensible, pero lo cierto es que ni en La regiĂłn más transparente ni en La muerte de Artemio Cruz se pueden hallar personajes muy entrañables. Casi todos parecen ser unos patanes, o unos canallas, o unos hipĂłcritas, mezquinos, cobardes o, por lo menos, unos bravucones. En cambio, en Laura DĂaz hay muchos personajes con los que uno puede congeniar, empezando por la protagonista. Son personas más cercanas a la realidad, humanos que cometen errores y que tienen sus defectos y manĂas, como todo mundo, pero que tambiĂ©n son capaces de generosidad, de amor autĂ©ntico, de valentĂa y sacrificio. Me pareciĂł desde el principio una obra más sincera y personal, lo que comprobĂ© al leer el postfacio del mismo Fuentes, en el que admite que muchas de las historias que cuenta en la novela son las de su propia familia.
Otra cosa que me gustĂł es que este libro va más allá de la RevoluciĂłn y el orden postrevolucionario; en esta novela algunos eventos histĂłricos internacionales tienen un papel fundamental para Laura DĂaz y los personajes que la rodean: la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, el Macartismo, el Movimiento Estudiantil del 68... todos Ă©stos son temas que me fascinan. La forma en la que Carlos Fuentes detalla la vida de Laura y los demás es magnĂfica: sabemos a quĂ© juega la niña, a quĂ© baila la adolescente, a quiĂ©nes ama la mujer, quĂ© fotografĂa la anciana; sabemos quĂ© viste, quĂ© come, quĂ© lee, quĂ© pelĂculas va a ver, y cĂłmo cambia a lo largo de toda su vida, y asĂ podemos participar un poquito de esa historia subjetiva, Ăntima, que es tan nuestra, tan de todos los mexicanos (o más), como lo es la otra historia, la objetiva, la nacional, la universal, la que está hecha de nombres, datos y fechas.
Esta novela, por su parte, me recordĂł a pelĂculas como Forrest Gump, en la que se puede ver la vida de un paĂs en la vida de un individuo. Y creo que más que eso de la historia, lo importante en esta novela es precisamente la vida: todas las cosas grandes y pequeñas que pueden ocurrir en el lapso de una vida humana: los amores, las amistades, las pasiones, las tragedias, los desengaños, los ideales, las personas que vienen y van, las experiencias que nos marcan, las anĂ©cdotas en apariencia intrascendentes, pero que nunca podemos olvidar... ¿Se nota que me gustĂł mucho el libro?
Por eso, no puedo dejar de recomendarles esta novela. Les sugerirĂa leer las tres de corrido, pero si eligen leer sĂłlo una, les recomiendo empezar por Los años con Laura DĂaz. Saludos y que tengan una buena lectura.
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8 comentarios:
ya leiste Armablanca de JosĂ© AgustĂn? el contexto es el movimiento del 68. Hay sexo, infidelidades, rockanroll y harta polaca. que más quieres?
Si me propusiera comprar todos los libros que has recomendado, me quedarĂa sin quincena. Ahora que lo pienso, es una buena inversiĂłn.
Saludos.
Si yo fuera Sir DAvid Von Templo me compro un Kindle y me dejo de pretextos.
Gracias por las recomendaciones, Ego.
Gracias por las recomendaciones, las leere apenas tenga chance ( y dinero).
No son las historias de las masas de seres humanos que se mueven de aquà por allá, haciendo la guerra y cambiando al mundo, sino las historias de los individuos frágiles, vulnerables y prescindibles, y por lo tanto únicos e invaluables.
No es por llevarte la contraria pero: ¿No crees que estas olvidando la gran cantidad de documentos histĂłricos "subjetivos" que existen? Memorias personales y correspondencia personal.
Ahà tenemos Tempestades de acero de Ernst Junger, veterano alemán de la primera guerra mundial.
Cuando uno atraviesa de noche una posiciĂłn no ocupada, aun en el caso de que no haya un fuego especialmente intenso, una sensaciĂłn de inquietud se apodera del ánimo; se sufren extrañas alucinaciones visuales y auditivas. Todo es frĂo y extraño, como en un mundo maldito.
Fue allĂ donde hice la observaciĂłn —y propiamente, durante toda la guerra, fue sĂłlo en aquella batalla donde la hice— de que existe una clase de espanto que al ser humano le resulta extraña, como si fuera una regiĂłn no explorada. Y asĂ, en aquellos instantes no notĂ© miedo, sino una ligereza grande, casi demonĂaca; tambiĂ©n unos sorprendentes ataques de risa, que no conseguĂa dominar.
O las memorias de Albert Speer, el ministro de armamento y guerra en la Alemania nazi.
Hitler me hablĂł alguna vez de la posibilidad de fabricar una bomba atĂłmica, pero era evidente que la idea superaba su capacidad de comprensiĂłn, igual que se le escapaba el carácter revolucionario de la fĂsica nuclear. En las transcripciones que se han conservado de mis conversaciones con Hitler, constituidas por 2.200 puntos, la fisiĂłn nuclear sĂłlo aparece una vez, y se trata además muy brevemente.
Pero esa historia objetiva rara vez, si acaso, nos proporcionará algún vistazo a los detalles que suelen dejarse soslayados y qué no pocas veces nos preguntamos.
No necesariamente, de hecho, hay muchos libros de historia que hablan de "las voces" de los acontecimientos, es decir los testimonios personales, por ejemplo El dĂa D de Antony Beevor esta lleno de testimonios de los soldados de ambos bandos.
El alemán que los vigilaba le dijo al teniente: «Creo que será mejor que nos pongamos a excavar una trinchera, ¿no le parece?», y los dos hombres empezaron a cavar juntos. Se sentaron codo con codo en el refugio improvisado mientras seguĂan los bombardeos, encogiĂ©ndose cada vez que alguna bomba pasaba por encima de ellos. «En pocos dĂas volverán al mar», exclamĂł el alemán. «No, lo siento», replicĂł Bannerman. «En una semana estaremos en ParĂs.» Tras reconocer que nunca se pondrĂan de acuerdo, el granadero alemán sacĂł del bolsillo una fotografĂa de su novia y se la mostrĂł al teniente. Este correspondiĂł a su gesto enseñándole otra de su esposa. No podĂa dejar de pensar que apenas media hora antes habĂan intentado matarse el uno al otro.
También esta This Kind of War: The Classic Korean War History de T. R. Fehrenbach
It has always been customary to separate officers from sergeants, and sergeants from other ranks, in POW camps. It is the most effective way of breaking down possible resistance and cohesion in any group of prisoners, American or Hungarian. But the Chinese tried a new twist.
"No one here has any rank—you are all the same," the Chinese said. To Sergeant Schlichter's horror, this had an immediate appeal for many men.
One soldier went up to an officer and slapped him on the back. "Hey, Jack, how the hell are you?" He thought it was very funny.
The Chinese smiled, too.
Schlichter saw men who refused to eat the meager slop he was eating, in his own effort to stay alive. He heard men mumble fantasies, living in a dream world of their own warm, protected past. One boy angrily told him, as he urged the youth to eat, "My parents never made me do things like this!"
Another told him one night, sobbing, "I know my mother is bringing me a pie tonight—a pie, Sergeant."
En fin los ejemplos son inagotables.
Saludos!
Pues no veo que me estĂ©s llevando la contraria, sĂłlo ampliando el tema. ¡Saludos!
¿campos de exterminio nazis? ¿que onda con la "objetividad"?
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