Ellas tuvieron un papel importantĂsimo en la guerra que dio a luz al siglo XX. Fueron activistas a favor de la paz o incitaron a los hombres a probar su valĂa en la guerra; relevaron en las fábricas a sus hermanos, padres, esposos e hijos que marcharon al frente; fueron enfermeras, secretarias y telefonistas, pero tambiĂ©n fueron espĂas y combatientes; dieron inicio a la RevoluciĂłn Rusa y, acabada la guerra, conquistaron el voto. Aquella generaciĂłn cambiĂł para siempre el rol que tendrĂan las mujeres en el mundo moderno, asĂ que aprovechando que estamos en el Mes de la Mujer, y que seguimos con la conmemoraciĂłn del centenario de la Primera Guerra Mundial, hoy quiero hablarles de MUJERES QUE PATEAN TRASEROS.
En una entrada anterior ya les habĂa platicado sobre el impacto de la Gran Guerra en la historia de la liberaciĂłn femenina y en otra habĂamos hablado de Mata Hari, quizá la mujer más famosa de la guerra. Ahora
tengo otras ocho historias para compartir con ustedes. Comenzamos...
Empecemos por alguien que dedicó toda su vida a la paz y que murió justamente el año en que empezó la guerra. Nació como la Condesa Bertha Kinsky, de una familia
aristocrática austro-checa venida a menos. Tuvo que aceptar un puesto como
institutriz en casa de la rica familia von Suttner y tuvo un romance secreto y
prohibido con uno de los hijos, Arthur, siete años menor que ella. Cuando la
relaciĂłn se descubriĂł, ella se vio obligada a dejar Viena rumbo a ParĂs, donde
se convirtiĂł en la secretaria del mismĂsimo Alfred Nobel.
Después de un tiempo volvió a Viena a buscar a Arthur; la joven
pareja se casó en secreto y se fugó para vivir su romance en Georgia, entonces parte del Imperio Ruso. No fue precisamente un idilio, pues además de las dificultades económicas y el ostracismo social, allà les tocó vivir los horrores
de la Guerra Ruso-Turca (1877-1878), que marcĂł para siempre la ideologĂa pacifista de
Bertha. Cuando en 1885 los enamorados se reconciliaron con la familia von Suttner, pudieron regresar a Austria.
Poco despuĂ©s, en 1889, Bertha publicĂł su obra más influyente Die Waffen nieder!, que significa algo asĂ como ¡Deponed vuestras armas!, y que la colocĂł en el centro del movimiento pacifista europeo. Ella creĂa que la paz universal serĂa el resultado inevitable del progreso social y tecnolĂłgico, pero que habĂa que hacer avanzar ese proceso activamente. Con este objetivo en miras fundĂł publicaciones pacifistas y una organizaciĂłn de la que fue presidenta; abogĂł por la creaciĂłn de una Corte de Justicia Internacional y participĂł en la organizaciĂłn de la Primera ConvenciĂłn de La Haya.
En su afán de abolir la guerra, Bertha fue quien convenció a
su antiguo patrĂłn y amigo Alfred Nobel de crear el premio de la Paz, que ella misma
recibirĂa en 1905. El premio podrá llevar el nombre del rico industrial sueco,
pero es gracias a Bertha von Suttner que existe. Quizá deberĂa haberse llamado Premio von Suttner de la Paz.
Edith Cavell (1865-1915)
Enfermera, mártir... ¿y espĂa?
El caso de Edith Cavell fue muy peculiar, porque su fama se debe menos a sus acciones reales que a las circunstancias de su muerte y cĂłmo fueron aprovechadas por la propaganda aliada. Edith naciĂł en una familia inglesa de clase media. ViviĂł en BĂ©lgica, donde trabajĂł como institutriz durante cinco años, antes de regresar a Inglaterra y estudiar enfermerĂa en Londres.
En 1907 fue reclutada como directora de una nueva escuela de enfermerĂa en Bruselas y fue allĂ en donde realizĂł sus actividades más importantes, pues ella fue la responsable de introducir modernas tĂ©cnicas en la escuela, a pesar de tener que trabajar en condiciones muy desfavorables y con una infraestructura anticuada.
Cuando la guerra estallĂł, Edith se encontraba visitando a su madre en Inglaterra. Eso podrĂa haber sido considerado una gran fortuna (recordarán que BĂ©lgica fue el primer paĂs invadido por el Imperio Alemán, a pesar de ser neutral), pero esta enĂ©rgica mujer no abandonarĂa a sus colegas y alumnas, de modo que, apenas tuvo la oportunidad, volviĂł a BĂ©lgica, en contra de los deseos de sus familiares y amigos.
La escuela de Edith se convirtió en un hospital de la Cruz Roja, abierto para heridos de todas las nacionalidades. Cuando las demás enfermeras británicas regresaron a casa, Edith y su asistente permanecieron en la Bruselas ocupada por los alemanes. "No puedo detenerme mientas haya vidas que salvar" dijo alguna vez. Ante el avance de los ejércitos del Káiser, Edith proveyó de escondite a los soldados aliados y ayudó a más de doscientos de ellos a escapar hacia la neutral Holanda.
Los alemanes descubrieron sus acciones en 1915 y la acusaron de espionaje y colaboraciĂłn con el enemigo. Tras su arresto, ella confesĂł los "delitos" que se le imputaban. Fue sentenciada a muerte y fusilada. Antes de morir, dijo que el patriotismo no era suficiente y que no debĂa sentir odio ni rencor por ninguna persona.
Los aliados rescataron su historia y la convirtieron rápidamente en material de propaganda; una muestra de las atrocidades cometidas por esos bárbaros alemanes. FuncionĂł; la indignaciĂłn estallĂł no sĂłlo en el Reino Unido (donde precipitĂł una oleada de nuevos reclutamientos), sino en Francia y del otro lado del Atlántico. Se erigieron monumentos en su honor y hasta se bautizĂł una montaña en Canadá con su nombre. Justo lo contrario de lo que ella querĂa, pues habĂa expresado sus deseos de no ser recordada como mártir o heroĂna, sino como una enfermera que cumplĂa con su deber.
Ahora, dos datos curiosos e irĂłnicos. Uno, que por esos mismos dĂas los franceses fusilaron a una enfermera alemana por ayudar a compatriotas suyos a escapar de Francia. Sin embargo, el alto mando alemán ni protestĂł por este caso ni lo usĂł como propaganda: creĂan que los franceses tenĂan todo el derecho a fusilarla. Dos, que recientemente el MI5 (la agencia de inteligencia británica) revelĂł que en efecto Cavell estaba espiando para los ingleses, por lo que las acusaciones de los alemanes resultaron ser acertadas.
Louise de Bettignies (1880-1918)
La reina de los espĂas
Louise tenĂa 34 años de edad cuando los alemanes atacaron su
ciudad natal, Lille (Francia), en octubre de 1914. Para entonces ya habĂa viajado por media Europa, tratado con la realeza y acumulado muchas vivencias.
Mientras la ciudad era bombardeada por la artillerĂa
alemana, Luoise, que hablaba cuatro idiomas (francés, inglés, alemán e
italiano) y tenĂa una enorme capacidad de organizaciĂłn, asegurĂł redes de
abastecimiento de vĂveres y municiones para las tropas que resistĂan el asedio.
Incluso se ocupĂł de sus propios enemigos y tomĂł dictado de cartas que soldados
alemanes agonizantes querĂan dirigir a sus familias.
Cuando los alemanes tomaron Lille, ella se las arreglĂł para escapar, pero regresĂł poco
despuĂ©s, disfrazada de monja y con el pseudĂłnimo de Alice Dubois. Su nuevo objetivo era servir como espĂa para los Aliados. Desde un convento dirigiĂł una
enorme red de espionaje con más de 100 agentes a travĂ©s del norte de Francia, BĂ©lgica y Holanda. Sus medios de comunicaciĂłn eran una radio que le habĂa sido
contrabandeada por partes y, sobre todo, palomas mensajeras. Louise ayudĂł a varios hombres a huir del continente hacia Inglaterra y su informaciĂłn
salvó miles de vidas de soldados aliados; los altos mandos británicos, impresionados por sus talentos, la apodaron "la Reina de los
EspĂas".
Fue hecha prisionera por los alemanes en 1915 y condenada a
trabajos forzados de por vida. MuriĂł por un absceso pleural mal operado en
1918, a menos de dos meses que terminara la guerra. RecibiĂł pĂłstumamente
muchos reconocimientos por parte de los ejércitos británico y francés, y tiene
un monumento en su honor en su natal Lille.
Maria Bochkareva (1889-1920)
LĂder del BatallĂłn de la Muerte
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El BatallĂłn de la Muerte. Maria Bochkareva se encuentra al frente, de uniforme. |
Maria naciĂł en una familia campesina y desde su juventud errática se notaba que no tendrĂa una vida ordinaria. Se casĂł a los 15 años con un hombre que resultĂł ser un patán abusivo. AbandonĂł a su marido sĂłlo para caer en las manos de una proxeneta que la obligĂł a trabajar en un burdel; despuĂ©s tuvo una relaciĂłn con un carnicero judĂo, a quien siguiĂł fielmente al destierro en Siberia, pero al que finalmente abandonĂł cuando aquĂ©l se convirtiĂł en un borracho violento.
Iniciada la guerra, Maria se unió al Ejército Imperial Ruso. Al principio sus compañeros varones la ridiculizaban o acosaban sexualmente, hasta que ella demostró su valor en combate. Fue herida en dos ocasiones, condecorada tres veces por su valor, y se sabe que apuñaló con su bayoneta a un soldado alemán hasta matarlo.
Tras la RevoluciĂłn de Febrero en 1917, el gobierno provisional tomĂł la inconmesurablemente mala idea de continuar con los esfuerzos de la guerra contra Alemania. El mismo Alexander Kerensky comisionĂł a Maria la creaciĂłn de un cuerpo militar exclusivamente formado por mujeres: el Primer BatallĂłn de la Muerte.
DespuĂ©s de un intensivo entrenamiento, Maria y sus soldadas marcharon hacia el frente y tuvieron una brillante participaciĂłn en la Batalla de Smarhon. Sin embargo, la mayorĂa de los soldados rusos ya estaban hartos del combate y el objetivo principal del batallĂłn femenino, elevar la moral de las tropas, fracasĂł.
Luego tuvo lugar la RevoluciĂłn de Octubre encabezada por los bolcheviques. Mientras Maria se recuperaba de unas heridas de combate, su BatallĂłn de la Muerte se desintegrĂł ante la creciente hostilidad de las tropas masculinas en el frente. Maria, por su parte, fue arrestada por sus conexiones con el gobierno provisional y condenada a la ejecuciĂłn. Sin embargo, un soldado que habĂa servido bajo sus Ăłrdenes en tiempos del EjĂ©rcito Imperial, intercediĂł por ella. Finalmente la dejaron exiliarse.
Estuvo en los Estados Unidos y en Gran Bretaña abogando por la intervención de los Aliados contra los comunistas en la Guerra Civil Rusa. Desesperada, regresó a Rusia poco después, con la intención de luchar en el Ejército Blanco. Para su mala fortuna, fue capturada por los bolcheviques una vez más y fusilada en 1920.
Continuaremos la prĂłxima semana con otras cuatro mujeres que patearon traseros.
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