¿Ustedes tienen alguna película de la que podrían hacer un
audiocomentario completo, escena por escena? Para mí esa película es Gladiador
(Gladiator, 2000). Es una de mis cintas favoritas, a tal punto que soy
capaz de reproducirla en mi cabeza sin necesidad de una tele. Sí, sé que ser
fan de Gladiador es muy de vato básico, así que supongo que a fin de
cuentas tengo mucho de uno. Pero es que el filme épico que ves a los quince
años se queda contigo para siempre. Por ésta y muchas razones, nunca olvidaré
el verano de ese año 2000.
Veinticuatro años después se ha estrenado en cines una
secuela, en el contexto de la interminable regurgitación de productos de
cultura pop del pasado que acosan como fantasmas nuestro triste presente. Ni
modo, ya ni tiene caso volver a lamentarnos por ello. En cambio, aprovecharé la
coyuntura para hacer algo que tengo ganas desde hace muchos años: hablar de Gladiador.
Acompáñenme en este recorrido por una de las piezas de cine de época más
importantes del nuevo milenio, mientras analizamos cómo Ridley Scott logró
construir una historia heroica emocionante y conmovedora que perduraría en la
memoria, y de paso les comparto algunos datos históricos.
Miren, creo que Gladiador es una gran película.
También estoy consciente de que es una peli medio básica. Es muy simple en
cuanto a su historia y los temas que aborda, y está llena de clichés. Tampoco
es muy fiel a la historia real de la antigua Roma. Una revisión honesta y
productiva de la peli implica reconocer todos sus defectos y tonterías, pero
sepan que hasta mis críticas más ácidas vienen de un lugar de amor, pues es
mucho el que siento por esta obra.
Como de costumbre, este ensayo me quedó demasiado largo para
consumo humano, así que voy a dividirlo en dos partes. Hoy hablaremos de cómo Gladiador
construye un héroe icónico y un villano perfecto para él, mientras que en
la próxima clase veremos lo que la película nos dice de Roma, y sobre todo, lo
que dice de cómo vemos a Roma. Por cierto, voy a hablar de ella como si todos
los presentes ya la hubiéramos visto, así que cave spoilers. Bueno,
empecemos….
LIBER PRIMUS:
VIA
HEROICA
I. ARS EPICA
Espartaco |
Gladiador es una película dirigida por el cineasta
británico Ridley Scott, y protagonizada por Russell Crowe y Joaquin
Phoenix. El resto del reparto incluye a Connie Nielsen, Richard Harris, Oliver
Reed, Derek Jacobi y Djimon Hounsou. Scott ya había ganado fama por grandes
clásicos como Alien (1979), Blade Runner (1982), Leyenda
(1985) y Thelma & Louise (1991). Sin embargo, a lo largo de los
noventa parecía haber perdido relevancia, con obras que no obtenían el éxito ni
crítico ni comercial, y que ahora han sido mayormente olvidadas. Tendría que
esperar hasta el cambio de milenios para regresar triunfalmente con un género
que, como él, parecía ya haber dejado atrás sus mejores días.
El cine épico histórico había sido tremendamente popular a
lo largo la Edad Dorada de Hollywood, hasta mediados del siglo XX. Producciones
gigantescas como Los Diez Mandamientos (1956), Ben-Hur (1959), Espartaco
(1960) o Cleopatra (1963) se convirtieron en clásicos del séptimo
arte. No obstante, en la segunda mitad de la década de los 60 se dejaba ver que
la época clásica de Hollywood estaba quedando atrás. El público ya no estaba
interesado en esas grandes producciones y pasaron de moda no sólo la épica
histórica, sino el western y el musical. En cambio, las audiencias se volcaban
hacia el realismo crudo del Nuevo Hollywood, con directores como Martin
Scorsese, Francis Ford Coppola o Sidney Lumet.
Así, el género desapareció del mapa por algunos años. Lo más
cercano que hubo a esa vieja tradición fue el cine de fantasía de los 80,
iniciado por obras como Excalibur (1981) y Conan el Bárbaro (1982),
que a su vez deben mucho al éxito de la trilogía de Star Wars (1977-1983).
Comparadas con el viejo Hollywood, eran producciones muy baratas, y aunque hoy
se consideran clásicas, en su momento no fueron muy bien recibidas por la
crítica mamalona.
Corazón valiente |
A principios de los 90 hubo nuevos intentos por hacer
cine épico “serio”, dejando de lado los elementos fantásticos y quedándose
con lo “realista”, que tampoco lo era mucho. Así vinieron cosillas como Robin
Hood: Príncipe de los ladrones (1991) y Lancelot, el primer caballero (1995).
El verdadero antecedente que estamos buscando es Corazón valiente
(1995) de Mel Gibson. La peli iba sobre el héroe medieval escocés William
Wallace, fue un exitazo en taquilla y acabó ganando cinco premios Óscar,
incluyendo el de mejor película. Además de mostrar que era posible, rentable y
prestigioso hacer producciones de ese tamaño, Gibson dejó en claro que si sabes
contar bien una narración heroica puedes armar una orgía de falsedades
históricas y salirte con la tuya.
Ya en 1992 Ridley Scott había incursionado en la épica
histórica con 1492: La conquista del paraíso, en la que demostró que le
gustan las producciones GIGANTOSÁURICAS y que la exactitud histórica le
tiene sin cuidado. Además, la peli fue bastante polémica, estrenada para el
500 aniversario del descubrimiento de América, en especial por retratar a
Cristóbal Colón (interpretado por un colosal Gérard Depardieu) como un buen
tipo, algo que ciertamente no era.
En la segunda mitad de los 90, el guionista David Frazoni
presentó el proyecto que se convertiría en Gladiador a la recién creada
casa productora DreamWorks, que a su vez convocó a Ridley Scott para dirigir la
cinta. El resto es historia: fue un éxito rotundo en taquilla y se llevó
un montón de Óscares, incluyendo los de mejor película y actor (pero, por
alguna razón, no el de director). Detonó el verdadero inicio de una nueva racha
de películas épicas, entre las que destacan Troya (2004), Alejandro
Magno (2004) y 300 (2006). Y claro, alucinó a cierto nerd
quinceañero y lo marcó para siempre.
La caída del Imperio Romano |
El mismo Ridley Scotto pasaría años intentando repetir el éxito con más grandilocuencias épicas, como El Reino de los Cielos (2005), Robin Hood (2010), Éxodo: Dioses y reyes (2014), El último duelo (2021) y Napoleón (2023). Una peli de Scott puede ser buena o mala, pero lo que es seguro es que siempre va a ser algo CICLÓPEO, y hay que reconocer el tesón y energía del señor, que siendo un octogenario sigue sacando películas DESCOMUNALES cada dos o tres años.
Gladiador en sí debe mucho al cine épico clásico,
en especial a Espartaco de Stanley Kubrick y a una joyita menos conocida
llamada La caída del Imperio Romano (1964), con la cual guarda muchas
similitudes en cuanto a la trama. También hay que mencionar la novela Those
About to Die (1958) de Daniel Mannix, que inspiró a Frazoni. Por último, Scott
nos cuenta que se sintió fascinado por la pintura Pulgar invertido
(1872), del artista francés Jean-Léon Gérôme.
Gladiador está construida más con tropos populares
sobre la antigua Roma que con datos históricos reales. Pero, caray, están
empleados con una maestría narrativa tal que hasta nerds de la historia como su
seguro servidor están dispuestos a perdonarlo. Y uno de los mejores aspectos de
la cinta es la construcción de su héroe y su villano.
II. MAXIMUS DECIMUS MERIDIUS
La verdad es que la ética en Gladiador es bastante
blanco-y-negro. Hay uno que otro personaje con ciertos tonos de gris
(Próximo, Lucila, Quinto), pero casi todos los demás son o claramente buenos o
claramente malos. Y no hay bueno más bueno que nuestro protagonista,
interpretado por un insuperable Russell Crowe: Maximus Decimus Meridius,
comandante de los Ejércitos del Norte, general de las Legiones Félix, etcétera,
etcétera.
Lo primero que vemos de Maximus es su ensoñación; se
visualiza caminando por los campos de trigo que, sabremos después, significan
el regreso a su finca en su natal Hispania. Esto nos dice su anhelo, el deseo
más profundo de su corazón: volver a casa. Y es que Maximus es un hombre de
familia, alguien que no desea más que la paz y disfrutar de la compañía de
sus seres queridos. Más adelante, en la conversación que tiene con Marco
Aurelio, sabemos que lleva la cuenta de los días que ha pasado lejos de casa, y
que aun así tiene muy vivas las imágenes de su familia.
Algunos detalles adicionales nos revelan más de la
personalidad de Maximus. Por ejemplo, se detiene por un momento a observar un
pajarillo antes de la batalla y sonríe, mostrándolo como un hombre capaz de
apreciar los bellos detalles de la vida. Y claro, tiene un perro. Si
quieres dejar en claro que un personaje es el bueno, muéstralo con su perro. El
perro desaparece sin dejar rastro poco después de la batalla, y es que en una
escena eliminada se mostraba que sería ejecutado por órdenes de Cómodo.
Cuando Maximus camina entre sus tropas es saludado por sus subalternos
de una forma que indica un aprecio más allá del respeto a su autoridad. O sea,
nuestro general es alguien que despierta admiración y lealtad en sus hombres,
algo que volvería a demostrar ya como gladiador. No menos importante, está la
conversación entre Quinto y Maximus cuando ven venir a los bárbaros:
-La
gente debería reconocer cuando ha sido conquistada.
-¿Lo reconocerías tú, Quinto? ¿O yo?
Maximus es el único romano en toda esta secuencia que demuestra
tantita empatía por los bárbaros a los que viene a conquistar, el único que
los considera tan humanos como sí mismo, que entiende por qué han de seguir
luchando. La conversación también es una premonición de lo que está por venir.
Tras la muerte de Marco Aurelio, Quinto acepta sin tapujos la autoridad de
Cómodo, pero Maximus sigue luchando, porque él no reconoce cuando ha sido
conquistado.
Encima de todo esto, Maximus demuestra que es un excelente
peleador y un hombre valiente, luchando en medio del caos contra múltiples
enemigos. Está claro que es más que capaz de ejercer violencia; de
hecho, es extremadamente bueno en ello. Pero, y esto es el meollo del asunto,
no es algo que disfrute, sino que lo hace porque es su deber.
Todavía hay más: en su conversación con Marco Aurelio,
cuando éste le ofrece heredar el trono y la tarea de transformar a Roma de
vuelta en una República, queda claro que, aunque Maximus es un gran líder, no
tiene ambiciones personales de poder. Se debate entre si aceptar el
ofrecimiento de su Emperador, pues sería su obligación obedecer sus órdenes,
pero la prospectiva le pesa, puesto que todo lo que ambiciona es volver a casa.
Como con la violencia, Maximus sólo ejercería el poder si su deber así se lo
dicta, y nunca para beneficiarse a sí mismo.
La mayor parte de lo que hemos visto ocurre en la primera
secuencia, y el resto poco después; te deja saber qué clase de persona es nuestro
protagonista desde el principio, lo cual desde un punto de vista narrativo es
muy eficaz. Pero, sobre todo, nos revela un tipo de personaje. En efecto, Maximus
es un ejemplo primordial de masculinidad heroica tradicional, de la más
tradicional, más heroica y más masculina que podrán encontrar ustedes en la
cultura pop.
Quizá ahora se están preguntando… ¿Existió Maximus o
alguien como él? Y la respuesta es: obvio que no. Bueno, hubo varios personajes
en la historia de Roma llamados Maximus (incluso uno que otro hispano), pero
ninguno tiene nada que ver con nuestro personaje. A Cómodo sí lo mató un
atleta, pero probablemente no era un gladiador, sino un luchador, y se
llamaba Narciso. En las primeras versiones del guion de Gladiador el
héroe se iba a llamar así, pero supongo que al final no les sonó muy viril ni
heroico, probablemente porque recuerda a personajes mitológicos vanidosos… O a
tu ex tóxico.
En realidad, Maximus está inspirado más bien en Espartaco,
tal como lo interpretara Kirk Douglas en la película de Kubrick, como un
esclavo convertido en gladiador que lidera una revuelta contra un orden
tiránico. Otra fuente de inspiración es Gaius Livius, el ficticio protagonista
de La caída del Imperio Romano, con quien guarda muchas similitudes.
Interpretado por Stephen Boyd, Livius es también un honorable general
romano al que Marco Aurelio elige para sucederle. Cómodo lo traiciona para
asegurar el trono y, tras una serie de peripecias, Livius termina matándolo en
un combate singular.
III. DE NOMINIBUS ROMANORUM
Hagamos una breve desviación para hablar del nombre de
nuestro héroe. Maximus Decimus Meridius… Los nombres romanos solían
componerse de tres partes. Primero viene el praenomen, que es el nombre
de pila; luego el nomen, que es el nombre de la gens o familia,
es decir, el apellido; y por último el cognomen, que es un apodo o
apelativo. El nombre de nuestro héroe… Es un desmadre.
Para empezar, “Maximus” no era un praenomen en la
antigua Roma, sino un cognomen. Los personajes históricos conocidos como
“Maximus” recibieron ese apodo. De hecho, es normal que muchos personajes sean
conocidos hasta la fecha más por su cognomen que otra cosa. Para no
irnos tan lejos, Julio César era Caius Iulius Caesar; “Julio” era su
apellido y “César” su apodo (probablemente porque estaba pelón). O, para la
historia que nos compete, Cómodo se llamaba Lucius Aurelius Commodus. Entonces,
tendría sentido que todos sus conocidos se refirieran a Maximus de esa forma, pero
él mismo no debería enlistarlo al principio de su nombre, sino al final.
“Decimus” no debería ir al medio. No existió como nombre de
familia, pero sí como nombre de pila. Los romanos a veces nombraban a sus hijos
según el orden en el que iban naciendo, especialmente cuando ya se les
acababan las ideas después de los primeros tres o cuatro. Por ejemplo, el segundo
al mando de Maximus, Quinto, debía llamarse así por ser el quinto hijo de la
familia. Entonces Maximus habría sido el décimo hijo de su padre, suponemos.
“Meridius” vendría a significar algo así como “sureño”, lo que sí tiene sentido
como cognomen, para indicar el lugar de procedencia del general romano,
de alguna zona del sur de Hispania.
La cosa se complica más que el maestro de ceremonias en el
Coliseo presenta a nuestro héroe como “Aelius Maximus”… Aelius (o Elio)
sí era un nombre de familia, y también era muy común que se conociera a un
individuo sobre todo por su nomen y cognomen (tipo, Scipio
Africanus, Escipión el Africano). Entonces, podríamos suponer que nuestro
personaje en realidad se llamaba algo así como Decimus Aelius Maximus Meridius.
Lo de los dos cognomina es raro, pero no inaudito. O podemos dejar de
mamar y suponer que en el universo de la película existe Maximus como
nombre de pila y Decimus como nombre familiar. Y lo de Aelius… qué sé yo.
IV. LUCIUS AURELIUS COMMODUS
Si nuestro héroe es una encarnación de la masculinidad
tradicional positiva, nuestro antagonista no podría ser otra cosa que una
representación de la masculinidad fallida. Interpretado por Joaquin Phoenix (lo
mejor de toda la película), Cómodo es lo contrario a Maximus. Desde el
principio se nos presenta como un niño mimado, arribando a Vindobona en una
lujosa litera después de la batalla en la que el general había luchado por su
vida literalmente en el lodo. Y si Maximus se gana fácilmente el aprecio y la
lealtad de quienes lo tratan, el hijo del Emperador tiene un sentido de ego
agraviado que se nota desde un inicio; se cree merecedor de un amor que no ha
sabido ganarse, y por eso resiente a quienes no lo aprecian, ya sean su padre,
su hermana o el pueblo de Roma. “Habría masacrado al mundo entero sólo para que
amaras” le dice a su padre antes de asesinarlo entre lágrimas. Su propia
derrota viene de esa desesperación por ser admirado: podría simplemente
haber asesinado a Maximus, pero necesitaba los vítores de las masas y
por ello se expuso al combate.
Mientras que Maximus es guiado por el honor y el deber,
Cómodo actúa por ambición personal y resentimiento. Si Maximus es un hombre
casto que le es completamente fiel a su difunta esposa, aun teniendo la
posibilidad de estar con cualquier otra mujer (apenas le concede un beso a
Lucilla), Cómodo es un pervertido que desea sexual y románticamente a su
propia hermana, y cuando la persuasión falla recurre a la violencia para
someterla a su voluntad.
Maximus es, por supuesto, mucho mejor en el combate que
Cómodo. Si una escena temprana no hubiera mostrado al príncipe entrenando
con sus soldados, no pensaríamos siquiera que es capaz de pelear. Y todavía
tiene que tramposamente herir a Maximus antes de su pelea final en el Coliseo.
Aun así, Cómodo pierde porque es un alfeñique.
Pero la habilidad para la violencia es menos importante que
la relación que cada uno de estos personajes tiene con ella. La violencia que
Maximus ejerce es directa, honesta. “En la guerra, puedes ver a tu enemigo de
frente”. Cómodo, en cambio, recurre a la traición y a la conspiración. Asesina
a su propio padre y ordena horrorosas muertes para la familia de Maximus.
Para Maximus la violencia es práctica: un medio para
lograr un fin. Pero ese fin tiene que ser legítimo: servir a su patria,
proteger su propia vida y las de sus hombres o derrocar a un tirano. De la
misma forma, sólo ejerce violencia contra objetivos legítimos, es decir,
enemigos capaces de pelear de vuelta; Maximus no ve necesidad de ejecutar a un
enemigo vencido, como cuando perdona la vida a Tigris de Galia. Es por eso que
al principio le cuesta trabajo convertir sus peleas en espectáculos y por lo
que no oculta su desdén al público de los combates. En contraste, Cómodo se
regodea en la violencia y en la crueldad más allá de toda necesidad
práctica, y no duda en mandar a asesinar mujeres y niños.
En suma, Cómodo es un fracaso total en todas las virtudes
que se supone debería tener un varón heroico. Es más, se lo dice explícitamente
a su padre, en el primer acto de la película:
“Una
vez me escribiste, enlistando las cuatro virtudes cardinales: sabiduría,
justicia, fortaleza y templanza. Mientras leía la lista, me di cuenta de que no
tenía ninguna de ellas. Pero tengo otras virtudes, padre. Ambición; puede ser
una virtud si nos impulsa a la excelencia. Inventiva. Valor; quizá no en el
campo de batalla, pero hay muchas formas de valor. Devoción, a mi familia y a
ti. Pero ninguna de mis virtudes estaban tu lista. Incluso entonces era como si
no me quisieras como tu hijo.”
De las virtudes que cacarea, Cómodo sólo demuestra tener
dos: ambición e inventiva. De valor, nanay; es un cobarde. ¿Y devoción a su
familia? El tipo asesina a su propio padre y aterroriza a su hermana; no tiene
más lealtad que por sí mismo. ¿Quién, en cambio, demuestra tener todas esas
virtudes? Maximus, por supuesto.
Ahora bien, nada de eso tiene que ver con el Cómodo
histórico (161-192 d.C.). Bueno, más o menos. Sí era un patán y un pésimo
gobernante y al final de su reinado nadie lo quería. Paranoico, caprichoso y
cruel, se dio a una vida de vicios y gobernó usando el terror, siendo el
extremo opuesto de su padre Marco Aurelio.
Pero Cómodo no era para nada un debilucho. De hecho, era
un gigantón corpulento y barbado al cual le gustaba compararse con Hércules;
es más, se mandó a hacer esculturas caracterizado como el semidiós. Es cierto
que le interesaba menos gobernar que los espectáculos de gladiadores, que le
daba por meterse a pelear él mismo a las arenas del Coliseo, y que obviamente
los combates estaban arreglados. Como vimos, sí lo mató un luchador, pagado por
unos senadores intrigosos, aunque no lo hizo de forma espectacular en la arena
del Coliseo, sino ahorcándolo en su propio baño.
Por otra parte, es falso que Marco Aurelio no quisiera
dejar el trono a Cómodo. De hecho, hizo todo lo posible por preparar al
muchacho para gobernar. Y digo muchacho porque cuando el emperador filósofo
murió, su hijo tenía diecinueve años. Marco Aurelio era estricto y estoico, y
Cómodo era bastante cabeza dura y la filosofía nomás no le entraba; detestaba
las reuniones políticas y todo el asunto de gobierno le aburría horrores. Lo
único que quería era irse a jugar a ser Hércules. Por eso, apenas se murió su
jefecito, Cómodo le dio vuelo a la hilacha. Con todo, hay que tener en cuenta
que gobernó durante doce años, y además al principio no estuvo taaan mal.
¿Por qué la película opta por una caracterización de Cómodo
que tiene poco que ver con su personaje histórico? ¿Acaso no es material para
un buen villano? Quizá, pero es que lo más importante, el eje dramático de la
película, es la oposición entre Maximus y Cómodo, y para que el primero
resaltara como ejemplo de masculinidad heroica, el segundo debía ser su
opuesto total. Para que esa oposición funcione tan bien, es necesario que
exista un vértice que sirva como punto de encuentro y desencuentro, un tercer
personaje que complete el triángulo. No, no es Lucila, si es que estaban
pensando en ello. Es Marco Aurelio.
V. PHILOSOPHUS REX
Fue el historiador iluminista Edward Gibbon quien popularizó
la idea de que, en cierto momento de su historia, Roma tuvo la inmensa fortuna
de ser gobernada por una sucesión de cinco buenos emperadores: Nerva,
Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. ¡Imagínense: cinco buenos
gobernantes consecutivos! Digo, México no ha tenido cinco buenos presidentes,
no digamos ya seguidos.
En realidad, la historiografía moderna ha demostrado que la
visión de Gibbon estaba un pelín idealizada y que la cosa fue más compleja; no
obstante, la idea de los Cinco Benévolos ha permeado en la cultura
popular, y sí es cierto que el reinado de los emperadores de la Dinastía
Antonina fue una época de apogeo cultural y hegemónico para el Imperio
Romano, así como que Marcus Aurelius Antoninus fue el último gobernante de esta buena racha
De todos los emperadores romanos, Marco Aurelio es quien
tiene la mayor fama de hombre sabio y bondadoso. Emitió leyes para
proteger a algunos grupos vulnerables, como los esclavos, las viudas y los
niños. Lo más cercano que tuvo el mundo antiguo al filósofo rey con el que
soñara Platón, fue autor un célebre libro titulado Meditaciones. Todo
esto lo coloca como una de las figuras más señeras de la corriente estoica.
Hay una escena de Gladiador en la que Marco Aurelio
señala un mapa del Imperio y se lamenta con remordimiento haber pasado la vida haciendo
la guerra y extendiendo sus fronteras. “Éste es el mundo que he creado”.
Meh, no realmente. Fue Trajano quien llevó el Imperio a su máxima expansión, y
la política exterior de Marco Aurelio fue principalmente defensiva.
Eso sí, no eres el gobernante del mayor imperio del mundo
jugándole al buena gente, y hasta los cinco más benévolos podían ser bastante
hijueputas cuando se trataba de mantener la hegemonía romana. Marco Aurelio fue
brutalmente efectivo para defender sus fronteras, aplastar rebeliones, ejecutar
traidores y masacrar cristianos. Y, obviamente, nunca tuvo intenciones de
restaurar la República ni heredar el trono a nadie que no fuera el inútil
de su hijo.
De hecho, ése podría haber sido el origen de todo este jaleo.
Fíjense que, por azares del destino, ninguno de los otros Antoninos había
tenido herederos varones que vivieran para heredarle, así que cada uno de
ellos adoptó a su sucesor. Cuando tienes un hijo a quien dejarle todo, la
decisión es muy fácil, aunque el chiquito sea un completo incompetente. Cuando
en cambio tienes que escoger quién se va a encargar de tu changarro, pues te lo
piensas con más detenimiento, y procuras elegir al mejor candidato disponible.
Esto aseguró la continuidad de buenos gobiernos, hasta que llegó Cómodo.
Se nos hace difícil pensar que alguien sabio como Marco
Aurelio no hubiera visto que su hijo no le convenía a Roma, y quizá por ello
sea fácil aceptar la idea de que tenía otros planes para la sucesión y que ahí
hubo chanchullo. Pero la sangre es más densa que el agua y hasta al hombre más
sabio y estoico puede jugarle chueco el gen egoísta.
Sir Richard Harris (1930-2002), quien había sido el
rey Arturo en la clásica Camelot (1967) y que daría vida a Albus
Dumbledore en las dos primeras cintas de Harry Potter, es el Marco
Aurelio de Gladiador. Todo en él subraya esa imagen paternal sabia y
benévola con la que el emperador pasó a la cultura popular (para más inri, en La
caída del Imperio Romano fue interpretado por el mismísimo Obi-Wan Kenobi,
sir Alec Guiness).
Él es el punto de encuentro y ruptura en la relación
entre Maximus y Cómodo. Éste último será el hijo biológico del emperador,
pero es completamente indigno de él y de su legado. Maximus, en cambio, es el
hijo que Marco Aurelio habría querido tener. La oposición entre Maximus y Cómodo
se fundamenta en que uno es el realizador de los valores predicados por el rey
filósofo, mientras que el otro es su destructor. Hasta el último momento,
Cómodo resiente y envidia el amor paternal que Marco Aurelio tuvo por Maximus.
¡Olvídabaseme decirlo! Marco Aurelio sí murió en Vindobona durante sus campañas contra los bárbaros, pero claro que no lo mató su propio hijo, sino que murió de viruela.
VI. HOMINES VERI
Como mencionamos, Marco Aurelio es uno de los exponentes más
notorios de la corriente filosófica llamada estoicismo. Ésta surgió a
principios del siglo III a.C., fundada por el griego Zenón de Citio, y fue una
de las escuelas de pensamiento más importantes de la Antigüedad grecolatina. En
nuestros días el estoicismo y los escritos del mismo Marco Aurelio se han
vuelto a poner de moda, especialmente entre varones jóvenes.
No hay chance aquí de hablar a profundidad del estoicismo, así
que me limitaré a resumir sus puntos más básicos: El cosmos está regido por
la razón (logos), a la que a veces llamamos “Dios” o “Naturaleza”;
todo es uno mismo. Aquello que sucede es lo único que puede suceder, y lo que
parece terrible, trágico o desgraciado desde nuestra limitada perspectiva, no
es nada visto a la escala cósmica.
Vivimos en un mundo en el que la mayoría de las cosas que
nos rodean están completamente fuera de nuestro control. ¿Qué sí podemos
controlar? Nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras reacciones. No
podemos evitar que cosas malas nos pasen: nuestros seres queridos van a morir, los
accidentes y las enfermedades ocurren, nuestra fortuna puede cambiar
drásticamente de un día para otro… Pero podemos decidir cómo reaccionamos a
ello. Aceptar lo que está fuera de nuestras manos nos evita torturarnos con
lamentos y recriminaciones. En ello consiste la verdadera libertad.
El estoicismo nos enseña que ser racionales es ajustar
nuestros pensamientos a la realidad, no a lo que quisiéramos que fuera o pensamos
que debería haber sido, y a no dejarnos llevar por nuestras pasiones
destructivas. Siguiendo estas enseñanzas, hasta un esclavo puede ser libre, en
cuanto a que lo que ocurre dentro de sí es completamente independiente de lo
que pasa a su alrededor. En cambio, hasta un emperador puede ser esclavo de sus
propias pasiones y vicios. Nos dice el mismo emperador filósofo:
“El
dolor no puede ser nunca ni insoportable ni de larga duración, a menos que tú
lo agrandes a fuerza de la imaginación; debes verlo dentro de sus límites
naturales”
Aunque las enseñanzas del estoicismo me parecen valiosas, en
lo personal no me acomodan tanto; soy más de los epicúreos y los atomistas. Mi
problema principal con el estoicismo es que puede usarse enseñar la aceptación
de realidades que no deberíamos estar aceptando. Por ejemplo, los
pensadores antiguos no tenían problemas con la esclavitud ni con la sumisión de
las mujeres ni con mandar legiones por medio mundo conquistando a la gente; en
general enseñaba a aceptar el orden social sin cuestionarlo.
Es una filosofía que se ajusta a una era en la que el
individuo común y corriente no se sentía capaz de influir en la realidad en la
que vivía, y no le quedaba más remedio que aceptarla. Muy ad hoc cuando
eres habitante de un imperio gigantesco gobernado por una monarquía sustentada en
la maquinaria de guerra más poderosa del mundo. No lo es tanto para democracias
globalizadas en la que se supone que los ciudadanos deberían creerse capaces
de influir en el destino de sus sociedades.
Lo que es peor, las redes sociales están llenas de charlatanes
vendiendo humo con el nombre de estoicismo, aprovechándose de adolescentes y
jóvenes que buscan una respuesta ante una realidad difícil y confusa. Un tip: si
alguien te quiere enseñar cómo seducir mujeres o cómo triunfar en los negocios
y hacerte rico, no es estoico. El estoicismo verdadero rechaza tales ambiciones
mundanas, precisamente porque sabe que la buena o mala fortuna no depende por
completo de uno mismo. Segundo tip: si está promoviendo ideas conservadoras
rancias, intolerancia y discriminación, tampoco es estoicismo, cuyo
propósito es enseñar a vivir una vida buena y virtuosa, y predicaba la hermandad
universal de los seres humanos.
Oiesamamada |
Por último: el estoicismo no enseña una supresión de las
emociones al estilo de macho man tradicional. El machismo suprime
algunas emociones en el hombre, tales como la tristeza, el miedo y la ternura,
pero exalta otras, especialmente la ira y la agresión. Lejos de lograr que los
hombres controlen sus emociones, aprenden a expresarlas todas en forma violenta
y a creer que esa agresividad siempre está justificada.
El estoicismo nos alienta a meditar sobre nuestros juicios,
a analizar cuáles son las creencias, a menudo irracionales, que subyacen bajo
nuestras respuestas emocionales. Nos exhorta a cultivar nuestra racionalidad y a
temperar nuestras pasiones, pero reconociendo que por naturaleza somos seres
emocionales, pues de lo contrario tales esfuerzos no serían necesarios. El
machismo tradicional hace creer que los hombres, al contrario de las mujeres,
son racionales por default y eso los lleva a confundir sus propios prejuicios y
pasiones con actitudes razonables.
¿Qué tiene que ver todo esto con Gladiador? Bueno, que
a menudo aparece citada como una “película estoica” y me temo que muchos chavos
están extrayendo las lecciones equivocadas.
Maximus, como he dicho, es uno de los mejores ejemplos de
masculinidad heroica tradicional en la cultura popular. Ahora bien, yo
pienso que existen muchas formas válidas de ser hombre, que las virtudes
tradicionalmente consideradas masculinas o femeninas en realidad las puede
cultivar cualquiera, y que lo importante es que seas una persona decente que
trate con respeto y dignidad a los demás. Pero si tu forma de ser se ajusta a
los intereses, habilidades y objetivos que tradicionalmente se esperan de un
hombre, y estás cómodo con eso, adelante; sólo procura ser una buena persona, ¿sí?
El problema es cuando se quiere reducir la masculinidad a
la agresión, la capacidad de ejercer violencia, a “ser guerreros”. Ciertos
rincones de Internet exaltan a Maximus porque es bueno matando, e ignoran otros
aspectos del personaje. Al contrario de nuestro héroe, glorifican la
violencia y hasta presumen de ser “gladiadores”. Pero los gladiadores eran
esclavos; ¿qué tiene de glorioso arriesgar la vida para el entretenimiento de
las masas y el enriquecimiento del amo? Para Maximus, haber llegado a gladiador
había sido una desgracia, y aunque supo sacar lo mejor de la situación, lo que
quería era su libertad y la de sus hombres, y siempre mostró desdén por la
chusma que disfrutaba de los combates. ¿Quién sí glorificaba la violencia y disfrutaba
el espectáculo? Cómodo, el villano.
Y es que ser fuerte y bueno para los trancazos no es lo
que hace admirable a un héroe, ni es su debilidad física y pocas habilidades
combativas lo que hacen despreciable al villano. Si fantaseas con tener
poder para cumplir tus caprichos, obligar a las personas a hacer lo que tú
quieras y castigar a quienes, según tú, te han agraviado, no eres Maximus; eres
Cómodo. Si a pesar de haber nacido y crecido entre privilegios sientes que “mereces
más” y que es válido que aplastes a los demás para conseguirlo, eres Cómodo. Si
crees que mereces que ciertas personas te amen y sueñas con ordenar las cosas
de forma que se vean obligadas a hacerlo, eres Cómodo. Si romantizas la
violencia, te divierte el dolor ajeno y te regodeas en la idea de hacer sufrir
a quienes odias, eres Cómodo.
Sólo eres parecido a Maximus si crees no sólo en la
fuerza, sino en el honor; si usas el poder que tienes para proteger a
quienes no son tan fuertes; si eres capaz de empatizar hasta con tus enemigos;
si desprecias la tiranía y la injusticia; si procuras cumplir con tu deber
incluso dejando de lado tus deseos; si tratas a todas las personas,
independientemente de su estatus social, raza o género, con la misma dignidad y
respeto.
Veamos un ejemplo. ¿Está bien que los hombres lloren? El
machismo nos dice que no. Gladiador nos dice otra cosa. Maximus y Cómodo
tienen sendas escenas en las que cada uno llora a lágrima suelta y moco
tendido. Para Cómodo, es cuando su padre le anuncia que no le dejará el trono. Él
llora por sí mismo, por su ego herido y sus ambiciones frustradas; lo suyo es
un berrinche patético. Maximus llora cuando ve a su familia asesinada; llora
por el horror y por la pérdida de las personas que más amaba en el mundo, por
la destrucción de su felicidad, por el pensamiento de lo que debieron haber
sufrido. Su llanto es comprensible y justificado. No es el acto de llorar lo
que determina si eres heroico o no, sino la nobleza de los sentimientos
que provocan esas lágrimas.
Venga una reflexión final. Una de las frases más famosas de
la película es lo que dice Maximus a sus hombres antes de la batalla de
Vindobona:
"Lo
que hacemos en vida tiene eco en la eternidad."
Pero Maximus no estaba hablando de gloria o fama, sino de responsabilidad.
Todo lo que hacemos tiene consecuencias, para bien o para mal, por lo
que debemos estar conscientes de nuestros actos y cómo afectan la realidad más
allá de este momento y este lugar. Como lo expresó el escritor José Saramago:
“Los
buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van
distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por
todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no
estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón,
hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla.”
O, para volver a Marco Aurelio:
“No
actúes en la idea de que vas a vivir diez mil años. La necesidad ineludible
pende sobre ti. Mientras vives, mientras es posible, sé virtuoso.”
¡Gracias por leer! Quiero cerrar el año con broche de oro con este par de entradas sobre una de mis películas favoritas. Si te gusta mi trabajo, por considera ayudarme con una suscripción a mi Patreon, o puedes hacer una sola donación en Paypal. Mientras tanto, aquí están otros textos que pueden ser de su interés:
2 comentarios:
¿Qué es un bato básico?
Un tipo cualquiera, con los mismos gustos y actitudes de todos los tipos cualquiera
Publicar un comentario