Lo que hacemos en vida tiene eco en la eternidad - Parte I - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 13 de diciembre de 2024

Lo que hacemos en vida tiene eco en la eternidad - Parte I



¿Ustedes tienen alguna película de la que podrían hacer un audiocomentario completo, escena por escena? Para mí esa película es Gladiador (Gladiator, 2000). Es una de mis cintas favoritas, a tal punto que soy capaz de reproducirla en mi cabeza sin necesidad de una tele. Sí, sé que ser fan de Gladiador es muy de vato básico, así que supongo que a fin de cuentas tengo mucho de uno. Pero es que el filme épico que ves a los quince años se queda contigo para siempre. Por ésta y muchas razones, nunca olvidaré el verano de ese año 2000.

 

Veinticuatro años después se ha estrenado en cines una secuela, en el contexto de la interminable regurgitación de productos de cultura pop del pasado que acosan como fantasmas nuestro triste presente. Ni modo, ya ni tiene caso volver a lamentarnos por ello. En cambio, aprovecharé la coyuntura para hacer algo que tengo ganas desde hace muchos años: hablar de Gladiador. Acompáñenme en este recorrido por una de las piezas de cine de época más importantes del nuevo milenio, mientras analizamos cómo Ridley Scott logró construir una historia heroica emocionante y conmovedora que perduraría en la memoria, y de paso les comparto algunos datos históricos.

 

Miren, creo que Gladiador es una gran película. También estoy consciente de que es una peli medio básica. Es muy simple en cuanto a su historia y los temas que aborda, y está llena de clichés. Tampoco es muy fiel a la historia real de la antigua Roma. Una revisión honesta y productiva de la peli implica reconocer todos sus defectos y tonterías, pero sepan que hasta mis críticas más ácidas vienen de un lugar de amor, pues es mucho el que siento por esta obra.

 

Como de costumbre, este ensayo me quedó demasiado largo para consumo humano, así que voy a dividirlo en dos partes. Hoy hablaremos de cómo Gladiador construye un héroe icónico y un villano perfecto para él, mientras que en la próxima clase veremos lo que la película nos dice de Roma, y sobre todo, lo que dice de cómo vemos a Roma. Por cierto, voy a hablar de ella como si todos los presentes ya la hubiéramos visto, así que cave spoilers. Bueno, empecemos….

 

LIBER PRIMUS:
VIA HEROICA

 

I. ARS EPICA

Espartaco

Gladiador es una película dirigida por el cineasta británico Ridley Scott, y protagonizada por Russell Crowe y Joaquin Phoenix. El resto del reparto incluye a Connie Nielsen, Richard Harris, Oliver Reed, Derek Jacobi y Djimon Hounsou. Scott ya había ganado fama por grandes clásicos como Alien (1979), Blade Runner (1982), Leyenda (1985) y Thelma & Louise (1991). Sin embargo, a lo largo de los noventa parecía haber perdido relevancia, con obras que no obtenían el éxito ni crítico ni comercial, y que ahora han sido mayormente olvidadas. Tendría que esperar hasta el cambio de milenios para regresar triunfalmente con un género que, como él, parecía ya haber dejado atrás sus mejores días.

 

El cine épico histórico había sido tremendamente popular a lo largo la Edad Dorada de Hollywood, hasta mediados del siglo XX. Producciones gigantescas como Los Diez Mandamientos (1956), Ben-Hur (1959), Espartaco (1960) o Cleopatra (1963) se convirtieron en clásicos del séptimo arte. No obstante, en la segunda mitad de la década de los 60 se dejaba ver que la época clásica de Hollywood estaba quedando atrás. El público ya no estaba interesado en esas grandes producciones y pasaron de moda no sólo la épica histórica, sino el western y el musical. En cambio, las audiencias se volcaban hacia el realismo crudo del Nuevo Hollywood, con directores como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o Sidney Lumet.

 

Así, el género desapareció del mapa por algunos años. Lo más cercano que hubo a esa vieja tradición fue el cine de fantasía de los 80, iniciado por obras como Excalibur (1981) y Conan el Bárbaro (1982), que a su vez deben mucho al éxito de la trilogía de Star Wars (1977-1983). Comparadas con el viejo Hollywood, eran producciones muy baratas, y aunque hoy se consideran clásicas, en su momento no fueron muy bien recibidas por la crítica mamalona.

 

Corazón valiente

A principios de los 90 hubo nuevos intentos por hacer cine épico “serio”, dejando de lado los elementos fantásticos y quedándose con lo “realista”, que tampoco lo era mucho. Así vinieron cosillas como Robin Hood: Príncipe de los ladrones (1991) y Lancelot, el primer caballero (1995). El verdadero antecedente que estamos buscando es Corazón valiente (1995) de Mel Gibson. La peli iba sobre el héroe medieval escocés William Wallace, fue un exitazo en taquilla y acabó ganando cinco premios Óscar, incluyendo el de mejor película. Además de mostrar que era posible, rentable y prestigioso hacer producciones de ese tamaño, Gibson dejó en claro que si sabes contar bien una narración heroica puedes armar una orgía de falsedades históricas y salirte con la tuya.

 

Ya en 1992 Ridley Scott había incursionado en la épica histórica con 1492: La conquista del paraíso, en la que demostró que le gustan las producciones GIGANTOSÁURICAS y que la exactitud histórica le tiene sin cuidado. Además, la peli fue bastante polémica, estrenada para el 500 aniversario del descubrimiento de América, en especial por retratar a Cristóbal Colón (interpretado por un colosal Gérard Depardieu) como un buen tipo, algo que ciertamente no era.

 

En la segunda mitad de los 90, el guionista David Frazoni presentó el proyecto que se convertiría en Gladiador a la recién creada casa productora DreamWorks, que a su vez convocó a Ridley Scott para dirigir la cinta. El resto es historia: fue un éxito rotundo en taquilla y se llevó un montón de Óscares, incluyendo los de mejor película y actor (pero, por alguna razón, no el de director). Detonó el verdadero inicio de una nueva racha de películas épicas, entre las que destacan Troya (2004), Alejandro Magno (2004) y 300 (2006). Y claro, alucinó a cierto nerd quinceañero y lo marcó para siempre.

La caída del Imperio Romano

 

El mismo Ridley Scotto pasaría años intentando repetir el éxito con más grandilocuencias épicas, como El Reino de los Cielos (2005), Robin Hood (2010), Éxodo: Dioses y reyes (2014), El último duelo (2021) y Napoleón (2023). Una peli de Scott puede ser buena o mala, pero lo que es seguro es que siempre va a ser algo CICLÓPEO, y hay que reconocer el tesón y energía del señor, que siendo un octogenario sigue sacando películas DESCOMUNALES cada dos o tres años.


Gladiador en sí debe mucho al cine épico clásico, en especial a Espartaco de Stanley Kubrick y a una joyita menos conocida llamada La caída del Imperio Romano (1964), con la cual guarda muchas similitudes en cuanto a la trama. También hay que mencionar la novela Those About to Die (1958) de Daniel Mannix, que inspiró a Frazoni. Por último, Scott nos cuenta que se sintió fascinado por la pintura Pulgar invertido (1872), del artista francés Jean-Léon Gérôme.

 

Gladiador está construida más con tropos populares sobre la antigua Roma que con datos históricos reales. Pero, caray, están empleados con una maestría narrativa tal que hasta nerds de la historia como su seguro servidor están dispuestos a perdonarlo. Y uno de los mejores aspectos de la cinta es la construcción de su héroe y su villano.

 

II. MAXIMUS DECIMUS MERIDIUS


La verdad es que la ética en Gladiador es bastante blanco-y-negro. Hay uno que otro personaje con ciertos tonos de gris (Próximo, Lucila, Quinto), pero casi todos los demás son o claramente buenos o claramente malos. Y no hay bueno más bueno que nuestro protagonista, interpretado por un insuperable Russell Crowe: Maximus Decimus Meridius, comandante de los Ejércitos del Norte, general de las Legiones Félix, etcétera, etcétera.

 

Lo primero que vemos de Maximus es su ensoñación; se visualiza caminando por los campos de trigo que, sabremos después, significan el regreso a su finca en su natal Hispania. Esto nos dice su anhelo, el deseo más profundo de su corazón: volver a casa. Y es que Maximus es un hombre de familia, alguien que no desea más que la paz y disfrutar de la compañía de sus seres queridos. Más adelante, en la conversación que tiene con Marco Aurelio, sabemos que lleva la cuenta de los días que ha pasado lejos de casa, y que aun así tiene muy vivas las imágenes de su familia.

 

Algunos detalles adicionales nos revelan más de la personalidad de Maximus. Por ejemplo, se detiene por un momento a observar un pajarillo antes de la batalla y sonríe, mostrándolo como un hombre capaz de apreciar los bellos detalles de la vida. Y claro, tiene un perro. Si quieres dejar en claro que un personaje es el bueno, muéstralo con su perro. El perro desaparece sin dejar rastro poco después de la batalla, y es que en una escena eliminada se mostraba que sería ejecutado por órdenes de Cómodo.

 

Cuando Maximus camina entre sus tropas es saludado por sus subalternos de una forma que indica un aprecio más allá del respeto a su autoridad. O sea, nuestro general es alguien que despierta admiración y lealtad en sus hombres, algo que volvería a demostrar ya como gladiador. No menos importante, está la conversación entre Quinto y Maximus cuando ven venir a los bárbaros:

 

-La gente debería reconocer cuando ha sido conquistada.

-¿Lo reconocerías tú, Quinto? ¿O yo?

 


Maximus es el único romano en toda esta secuencia que demuestra tantita empatía por los bárbaros a los que viene a conquistar, el único que los considera tan humanos como sí mismo, que entiende por qué han de seguir luchando. La conversación también es una premonición de lo que está por venir. Tras la muerte de Marco Aurelio, Quinto acepta sin tapujos la autoridad de Cómodo, pero Maximus sigue luchando, porque él no reconoce cuando ha sido conquistado.

 

Encima de todo esto, Maximus demuestra que es un excelente peleador y un hombre valiente, luchando en medio del caos contra múltiples enemigos. Está claro que es más que capaz de ejercer violencia; de hecho, es extremadamente bueno en ello. Pero, y esto es el meollo del asunto, no es algo que disfrute, sino que lo hace porque es su deber.

 

Todavía hay más: en su conversación con Marco Aurelio, cuando éste le ofrece heredar el trono y la tarea de transformar a Roma de vuelta en una República, queda claro que, aunque Maximus es un gran líder, no tiene ambiciones personales de poder. Se debate entre si aceptar el ofrecimiento de su Emperador, pues sería su obligación obedecer sus órdenes, pero la prospectiva le pesa, puesto que todo lo que ambiciona es volver a casa. Como con la violencia, Maximus sólo ejercería el poder si su deber así se lo dicta, y nunca para beneficiarse a sí mismo.

 

La mayor parte de lo que hemos visto ocurre en la primera secuencia, y el resto poco después; te deja saber qué clase de persona es nuestro protagonista desde el principio, lo cual desde un punto de vista narrativo es muy eficaz. Pero, sobre todo, nos revela un tipo de personaje. En efecto, Maximus es un ejemplo primordial de masculinidad heroica tradicional, de la más tradicional, más heroica y más masculina que podrán encontrar ustedes en la cultura pop.

 

Quizá ahora se están preguntando… ¿Existió Maximus o alguien como él? Y la respuesta es: obvio que no. Bueno, hubo varios personajes en la historia de Roma llamados Maximus (incluso uno que otro hispano), pero ninguno tiene nada que ver con nuestro personaje. A Cómodo sí lo mató un atleta, pero probablemente no era un gladiador, sino un luchador, y se llamaba Narciso. En las primeras versiones del guion de Gladiador el héroe se iba a llamar así, pero supongo que al final no les sonó muy viril ni heroico, probablemente porque recuerda a personajes mitológicos vanidosos… O a tu ex tóxico.

 

En realidad, Maximus está inspirado más bien en Espartaco, tal como lo interpretara Kirk Douglas en la película de Kubrick, como un esclavo convertido en gladiador que lidera una revuelta contra un orden tiránico. Otra fuente de inspiración es Gaius Livius, el ficticio protagonista de La caída del Imperio Romano, con quien guarda muchas similitudes. Interpretado por Stephen Boyd, Livius es también un honorable general romano al que Marco Aurelio elige para sucederle. Cómodo lo traiciona para asegurar el trono y, tras una serie de peripecias, Livius termina matándolo en un combate singular.

 

III. DE NOMINIBUS ROMANORUM

 


Hagamos una breve desviación para hablar del nombre de nuestro héroe. Maximus Decimus Meridius… Los nombres romanos solían componerse de tres partes. Primero viene el praenomen, que es el nombre de pila; luego el nomen, que es el nombre de la gens o familia, es decir, el apellido; y por último el cognomen, que es un apodo o apelativo. El nombre de nuestro héroe… Es un desmadre.

 

Para empezar, “Maximus” no era un praenomen en la antigua Roma, sino un cognomen. Los personajes históricos conocidos como “Maximus” recibieron ese apodo. De hecho, es normal que muchos personajes sean conocidos hasta la fecha más por su cognomen que otra cosa. Para no irnos tan lejos, Julio César era Caius Iulius Caesar; “Julio” era su apellido y “César” su apodo (probablemente porque estaba pelón). O, para la historia que nos compete, Cómodo se llamaba Lucius Aurelius Commodus. Entonces, tendría sentido que todos sus conocidos se refirieran a Maximus de esa forma, pero él mismo no debería enlistarlo al principio de su nombre, sino al final.

 

“Decimus” no debería ir al medio. No existió como nombre de familia, pero sí como nombre de pila. Los romanos a veces nombraban a sus hijos según el orden en el que iban naciendo, especialmente cuando ya se les acababan las ideas después de los primeros tres o cuatro. Por ejemplo, el segundo al mando de Maximus, Quinto, debía llamarse así por ser el quinto hijo de la familia. Entonces Maximus habría sido el décimo hijo de su padre, suponemos. “Meridius” vendría a significar algo así como “sureño”, lo que sí tiene sentido como cognomen, para indicar el lugar de procedencia del general romano, de alguna zona del sur de Hispania.

 

La cosa se complica más que el maestro de ceremonias en el Coliseo presenta a nuestro héroe como “Aelius Maximus”… Aelius (o Elio) sí era un nombre de familia, y también era muy común que se conociera a un individuo sobre todo por su nomen y cognomen (tipo, Scipio Africanus, Escipión el Africano). Entonces, podríamos suponer que nuestro personaje en realidad se llamaba algo así como Decimus Aelius Maximus Meridius. Lo de los dos cognomina es raro, pero no inaudito. O podemos dejar de mamar y suponer que en el universo de la película existe Maximus como nombre de pila y Decimus como nombre familiar. Y lo de Aelius… qué sé yo.

 

IV. LUCIUS AURELIUS COMMODUS


Si nuestro héroe es una encarnación de la masculinidad tradicional positiva, nuestro antagonista no podría ser otra cosa que una representación de la masculinidad fallida. Interpretado por Joaquin Phoenix (lo mejor de toda la película), Cómodo es lo contrario a Maximus. Desde el principio se nos presenta como un niño mimado, arribando a Vindobona en una lujosa litera después de la batalla en la que el general había luchado por su vida literalmente en el lodo. Y si Maximus se gana fácilmente el aprecio y la lealtad de quienes lo tratan, el hijo del Emperador tiene un sentido de ego agraviado que se nota desde un inicio; se cree merecedor de un amor que no ha sabido ganarse, y por eso resiente a quienes no lo aprecian, ya sean su padre, su hermana o el pueblo de Roma. “Habría masacrado al mundo entero sólo para que amaras” le dice a su padre antes de asesinarlo entre lágrimas. Su propia derrota viene de esa desesperación por ser admirado: podría simplemente haber asesinado a Maximus, pero necesitaba los vítores de las masas y por ello se expuso al combate.

 

Mientras que Maximus es guiado por el honor y el deber, Cómodo actúa por ambición personal y resentimiento. Si Maximus es un hombre casto que le es completamente fiel a su difunta esposa, aun teniendo la posibilidad de estar con cualquier otra mujer (apenas le concede un beso a Lucilla), Cómodo es un pervertido que desea sexual y románticamente a su propia hermana, y cuando la persuasión falla recurre a la violencia para someterla a su voluntad.

 

Maximus es, por supuesto, mucho mejor en el combate que Cómodo. Si una escena temprana no hubiera mostrado al príncipe entrenando con sus soldados, no pensaríamos siquiera que es capaz de pelear. Y todavía tiene que tramposamente herir a Maximus antes de su pelea final en el Coliseo. Aun así, Cómodo pierde porque es un alfeñique.

 

Pero la habilidad para la violencia es menos importante que la relación que cada uno de estos personajes tiene con ella. La violencia que Maximus ejerce es directa, honesta. “En la guerra, puedes ver a tu enemigo de frente”. Cómodo, en cambio, recurre a la traición y a la conspiración. Asesina a su propio padre y ordena horrorosas muertes para la familia de Maximus.

 

Para Maximus la violencia es práctica: un medio para lograr un fin. Pero ese fin tiene que ser legítimo: servir a su patria, proteger su propia vida y las de sus hombres o derrocar a un tirano. De la misma forma, sólo ejerce violencia contra objetivos legítimos, es decir, enemigos capaces de pelear de vuelta; Maximus no ve necesidad de ejecutar a un enemigo vencido, como cuando perdona la vida a Tigris de Galia. Es por eso que al principio le cuesta trabajo convertir sus peleas en espectáculos y por lo que no oculta su desdén al público de los combates. En contraste, Cómodo se regodea en la violencia y en la crueldad más allá de toda necesidad práctica, y no duda en mandar a asesinar mujeres y niños.

 


En suma, Cómodo es un fracaso total en todas las virtudes que se supone debería tener un varón heroico. Es más, se lo dice explícitamente a su padre, en el primer acto de la película:

 

“Una vez me escribiste, enlistando las cuatro virtudes cardinales: sabiduría, justicia, fortaleza y templanza. Mientras leía la lista, me di cuenta de que no tenía ninguna de ellas. Pero tengo otras virtudes, padre. Ambición; puede ser una virtud si nos impulsa a la excelencia. Inventiva. Valor; quizá no en el campo de batalla, pero hay muchas formas de valor. Devoción, a mi familia y a ti. Pero ninguna de mis virtudes estaban tu lista. Incluso entonces era como si no me quisieras como tu hijo.”

 

De las virtudes que cacarea, Cómodo sólo demuestra tener dos: ambición e inventiva. De valor, nanay; es un cobarde. ¿Y devoción a su familia? El tipo asesina a su propio padre y aterroriza a su hermana; no tiene más lealtad que por sí mismo. ¿Quién, en cambio, demuestra tener todas esas virtudes? Maximus, por supuesto.

 

Ahora bien, nada de eso tiene que ver con el Cómodo histórico (161-192 d.C.). Bueno, más o menos. Sí era un patán y un pésimo gobernante y al final de su reinado nadie lo quería. Paranoico, caprichoso y cruel, se dio a una vida de vicios y gobernó usando el terror, siendo el extremo opuesto de su padre Marco Aurelio.

 

Pero Cómodo no era para nada un debilucho. De hecho, era un gigantón corpulento y barbado al cual le gustaba compararse con Hércules; es más, se mandó a hacer esculturas caracterizado como el semidiós. Es cierto que le interesaba menos gobernar que los espectáculos de gladiadores, que le daba por meterse a pelear él mismo a las arenas del Coliseo, y que obviamente los combates estaban arreglados. Como vimos, sí lo mató un luchador, pagado por unos senadores intrigosos, aunque no lo hizo de forma espectacular en la arena del Coliseo, sino ahorcándolo en su propio baño.

 

Por otra parte, es falso que Marco Aurelio no quisiera dejar el trono a Cómodo. De hecho, hizo todo lo posible por preparar al muchacho para gobernar. Y digo muchacho porque cuando el emperador filósofo murió, su hijo tenía diecinueve años. Marco Aurelio era estricto y estoico, y Cómodo era bastante cabeza dura y la filosofía nomás no le entraba; detestaba las reuniones políticas y todo el asunto de gobierno le aburría horrores. Lo único que quería era irse a jugar a ser Hércules. Por eso, apenas se murió su jefecito, Cómodo le dio vuelo a la hilacha. Con todo, hay que tener en cuenta que gobernó durante doce años, y además al principio no estuvo taaan mal.

 

¿Por qué la película opta por una caracterización de Cómodo que tiene poco que ver con su personaje histórico? ¿Acaso no es material para un buen villano? Quizá, pero es que lo más importante, el eje dramático de la película, es la oposición entre Maximus y Cómodo, y para que el primero resaltara como ejemplo de masculinidad heroica, el segundo debía ser su opuesto total. Para que esa oposición funcione tan bien, es necesario que exista un vértice que sirva como punto de encuentro y desencuentro, un tercer personaje que complete el triángulo. No, no es Lucila, si es que estaban pensando en ello. Es Marco Aurelio.

 

V. PHILOSOPHUS REX 


Fue el historiador iluminista Edward Gibbon quien popularizó la idea de que, en cierto momento de su historia, Roma tuvo la inmensa fortuna de ser gobernada por una sucesión de cinco buenos emperadores: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. ¡Imagínense: cinco buenos gobernantes consecutivos! Digo, México no ha tenido cinco buenos presidentes, no digamos ya seguidos.

 

En realidad, la historiografía moderna ha demostrado que la visión de Gibbon estaba un pelín idealizada y que la cosa fue más compleja; no obstante, la idea de los Cinco Benévolos ha permeado en la cultura popular, y sí es cierto que el reinado de los emperadores de la Dinastía Antonina fue una época de apogeo cultural y hegemónico para el Imperio Romano, así como que Marcus Aurelius Antoninus fue el último gobernante de esta buena racha

 

De todos los emperadores romanos, Marco Aurelio es quien tiene la mayor fama de hombre sabio y bondadoso. Emitió leyes para proteger a algunos grupos vulnerables, como los esclavos, las viudas y los niños. Lo más cercano que tuvo el mundo antiguo al filósofo rey con el que soñara Platón, fue autor un célebre libro titulado Meditaciones. Todo esto lo coloca como una de las figuras más señeras de la corriente estoica.

 

Hay una escena de Gladiador en la que Marco Aurelio señala un mapa del Imperio y se lamenta con remordimiento haber pasado la vida haciendo la guerra y extendiendo sus fronteras. “Éste es el mundo que he creado”. Meh, no realmente. Fue Trajano quien llevó el Imperio a su máxima expansión, y la política exterior de Marco Aurelio fue principalmente defensiva.

 

Eso sí, no eres el gobernante del mayor imperio del mundo jugándole al buena gente, y hasta los cinco más benévolos podían ser bastante hijueputas cuando se trataba de mantener la hegemonía romana. Marco Aurelio fue brutalmente efectivo para defender sus fronteras, aplastar rebeliones, ejecutar traidores y masacrar cristianos. Y, obviamente, nunca tuvo intenciones de restaurar la República ni heredar el trono a nadie que no fuera el inútil de su hijo.

 


De hecho, ése podría haber sido el origen de todo este jaleo. Fíjense que, por azares del destino, ninguno de los otros Antoninos había tenido herederos varones que vivieran para heredarle, así que cada uno de ellos adoptó a su sucesor. Cuando tienes un hijo a quien dejarle todo, la decisión es muy fácil, aunque el chiquito sea un completo incompetente. Cuando en cambio tienes que escoger quién se va a encargar de tu changarro, pues te lo piensas con más detenimiento, y procuras elegir al mejor candidato disponible. Esto aseguró la continuidad de buenos gobiernos, hasta que llegó Cómodo.

 

Se nos hace difícil pensar que alguien sabio como Marco Aurelio no hubiera visto que su hijo no le convenía a Roma, y quizá por ello sea fácil aceptar la idea de que tenía otros planes para la sucesión y que ahí hubo chanchullo. Pero la sangre es más densa que el agua y hasta al hombre más sabio y estoico puede jugarle chueco el gen egoísta.

 

Sir Richard Harris (1930-2002), quien había sido el rey Arturo en la clásica Camelot (1967) y que daría vida a Albus Dumbledore en las dos primeras cintas de Harry Potter, es el Marco Aurelio de Gladiador. Todo en él subraya esa imagen paternal sabia y benévola con la que el emperador pasó a la cultura popular (para más inri, en La caída del Imperio Romano fue interpretado por el mismísimo Obi-Wan Kenobi, sir Alec Guiness).

 

Él es el punto de encuentro y ruptura en la relación entre Maximus y Cómodo. Éste último será el hijo biológico del emperador, pero es completamente indigno de él y de su legado. Maximus, en cambio, es el hijo que Marco Aurelio habría querido tener. La oposición entre Maximus y Cómodo se fundamenta en que uno es el realizador de los valores predicados por el rey filósofo, mientras que el otro es su destructor. Hasta el último momento, Cómodo resiente y envidia el amor paternal que Marco Aurelio tuvo por Maximus.


¡Olvídabaseme decirlo! Marco Aurelio sí murió en Vindobona durante sus campañas contra los bárbaros, pero claro que no lo mató su propio hijo, sino que murió de viruela. 

 

VI. HOMINES VERI


Como mencionamos, Marco Aurelio es uno de los exponentes más notorios de la corriente filosófica llamada estoicismo. Ésta surgió a principios del siglo III a.C., fundada por el griego Zenón de Citio, y fue una de las escuelas de pensamiento más importantes de la Antigüedad grecolatina. En nuestros días el estoicismo y los escritos del mismo Marco Aurelio se han vuelto a poner de moda, especialmente entre varones jóvenes.

 

No hay chance aquí de hablar a profundidad del estoicismo, así que me limitaré a resumir sus puntos más básicos: El cosmos está regido por la razón (logos), a la que a veces llamamos “Dios” o “Naturaleza”; todo es uno mismo. Aquello que sucede es lo único que puede suceder, y lo que parece terrible, trágico o desgraciado desde nuestra limitada perspectiva, no es nada visto a la escala cósmica.

 

Vivimos en un mundo en el que la mayoría de las cosas que nos rodean están completamente fuera de nuestro control. ¿Qué sí podemos controlar? Nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras reacciones. No podemos evitar que cosas malas nos pasen: nuestros seres queridos van a morir, los accidentes y las enfermedades ocurren, nuestra fortuna puede cambiar drásticamente de un día para otro… Pero podemos decidir cómo reaccionamos a ello. Aceptar lo que está fuera de nuestras manos nos evita torturarnos con lamentos y recriminaciones. En ello consiste la verdadera libertad.

 

El estoicismo nos enseña que ser racionales es ajustar nuestros pensamientos a la realidad, no a lo que quisiéramos que fuera o pensamos que debería haber sido, y a no dejarnos llevar por nuestras pasiones destructivas. Siguiendo estas enseñanzas, hasta un esclavo puede ser libre, en cuanto a que lo que ocurre dentro de sí es completamente independiente de lo que pasa a su alrededor. En cambio, hasta un emperador puede ser esclavo de sus propias pasiones y vicios. Nos dice el mismo emperador filósofo:

 

“El dolor no puede ser nunca ni insoportable ni de larga duración, a menos que tú lo agrandes a fuerza de la imaginación; debes verlo dentro de sus límites naturales”

 


Aunque las enseñanzas del estoicismo me parecen valiosas, en lo personal no me acomodan tanto; soy más de los epicúreos y los atomistas. Mi problema principal con el estoicismo es que puede usarse enseñar la aceptación de realidades que no deberíamos estar aceptando. Por ejemplo, los pensadores antiguos no tenían problemas con la esclavitud ni con la sumisión de las mujeres ni con mandar legiones por medio mundo conquistando a la gente; en general enseñaba a aceptar el orden social sin cuestionarlo.

 

Es una filosofía que se ajusta a una era en la que el individuo común y corriente no se sentía capaz de influir en la realidad en la que vivía, y no le quedaba más remedio que aceptarla. Muy ad hoc cuando eres habitante de un imperio gigantesco gobernado por una monarquía sustentada en la maquinaria de guerra más poderosa del mundo. No lo es tanto para democracias globalizadas en la que se supone que los ciudadanos deberían creerse capaces de influir en el destino de sus sociedades.

 

Lo que es peor, las redes sociales están llenas de charlatanes vendiendo humo con el nombre de estoicismo, aprovechándose de adolescentes y jóvenes que buscan una respuesta ante una realidad difícil y confusa. Un tip: si alguien te quiere enseñar cómo seducir mujeres o cómo triunfar en los negocios y hacerte rico, no es estoico. El estoicismo verdadero rechaza tales ambiciones mundanas, precisamente porque sabe que la buena o mala fortuna no depende por completo de uno mismo. Segundo tip: si está promoviendo ideas conservadoras rancias, intolerancia y discriminación, tampoco es estoicismo, cuyo propósito es enseñar a vivir una vida buena y virtuosa, y predicaba la hermandad universal de los seres humanos.

 

Oiesamamada

Por último: el estoicismo no enseña una supresión de las emociones al estilo de macho man tradicional. El machismo suprime algunas emociones en el hombre, tales como la tristeza, el miedo y la ternura, pero exalta otras, especialmente la ira y la agresión. Lejos de lograr que los hombres controlen sus emociones, aprenden a expresarlas todas en forma violenta y a creer que esa agresividad siempre está justificada.

 

El estoicismo nos alienta a meditar sobre nuestros juicios, a analizar cuáles son las creencias, a menudo irracionales, que subyacen bajo nuestras respuestas emocionales. Nos exhorta a cultivar nuestra racionalidad y a temperar nuestras pasiones, pero reconociendo que por naturaleza somos seres emocionales, pues de lo contrario tales esfuerzos no serían necesarios. El machismo tradicional hace creer que los hombres, al contrario de las mujeres, son racionales por default y eso los lleva a confundir sus propios prejuicios y pasiones con actitudes razonables.

 

¿Qué tiene que ver todo esto con Gladiador? Bueno, que a menudo aparece citada como una “película estoica” y me temo que muchos chavos están extrayendo las lecciones equivocadas.

 


Maximus, como he dicho, es uno de los mejores ejemplos de masculinidad heroica tradicional en la cultura popular. Ahora bien, yo pienso que existen muchas formas válidas de ser hombre, que las virtudes tradicionalmente consideradas masculinas o femeninas en realidad las puede cultivar cualquiera, y que lo importante es que seas una persona decente que trate con respeto y dignidad a los demás. Pero si tu forma de ser se ajusta a los intereses, habilidades y objetivos que tradicionalmente se esperan de un hombre, y estás cómodo con eso, adelante; sólo procura ser una buena persona, ¿sí?

 

El problema es cuando se quiere reducir la masculinidad a la agresión, la capacidad de ejercer violencia, a “ser guerreros”. Ciertos rincones de Internet exaltan a Maximus porque es bueno matando, e ignoran otros aspectos del personaje. Al contrario de nuestro héroe, glorifican la violencia y hasta presumen de ser “gladiadores”. Pero los gladiadores eran esclavos; ¿qué tiene de glorioso arriesgar la vida para el entretenimiento de las masas y el enriquecimiento del amo? Para Maximus, haber llegado a gladiador había sido una desgracia, y aunque supo sacar lo mejor de la situación, lo que quería era su libertad y la de sus hombres, y siempre mostró desdén por la chusma que disfrutaba de los combates. ¿Quién sí glorificaba la violencia y disfrutaba el espectáculo? Cómodo, el villano.

 

Y es que ser fuerte y bueno para los trancazos no es lo que hace admirable a un héroe, ni es su debilidad física y pocas habilidades combativas lo que hacen despreciable al villano. Si fantaseas con tener poder para cumplir tus caprichos, obligar a las personas a hacer lo que tú quieras y castigar a quienes, según tú, te han agraviado, no eres Maximus; eres Cómodo. Si a pesar de haber nacido y crecido entre privilegios sientes que “mereces más” y que es válido que aplastes a los demás para conseguirlo, eres Cómodo. Si crees que mereces que ciertas personas te amen y sueñas con ordenar las cosas de forma que se vean obligadas a hacerlo, eres Cómodo. Si romantizas la violencia, te divierte el dolor ajeno y te regodeas en la idea de hacer sufrir a quienes odias, eres Cómodo.

 

Sólo eres parecido a Maximus si crees no sólo en la fuerza, sino en el honor; si usas el poder que tienes para proteger a quienes no son tan fuertes; si eres capaz de empatizar hasta con tus enemigos; si desprecias la tiranía y la injusticia; si procuras cumplir con tu deber incluso dejando de lado tus deseos; si tratas a todas las personas, independientemente de su estatus social, raza o género, con la misma dignidad y respeto.

 

Veamos un ejemplo. ¿Está bien que los hombres lloren? El machismo nos dice que no. Gladiador nos dice otra cosa. Maximus y Cómodo tienen sendas escenas en las que cada uno llora a lágrima suelta y moco tendido. Para Cómodo, es cuando su padre le anuncia que no le dejará el trono. Él llora por sí mismo, por su ego herido y sus ambiciones frustradas; lo suyo es un berrinche patético. Maximus llora cuando ve a su familia asesinada; llora por el horror y por la pérdida de las personas que más amaba en el mundo, por la destrucción de su felicidad, por el pensamiento de lo que debieron haber sufrido. Su llanto es comprensible y justificado. No es el acto de llorar lo que determina si eres heroico o no, sino la nobleza de los sentimientos que provocan esas lágrimas.

 


Venga una reflexión final. Una de las frases más famosas de la película es lo que dice Maximus a sus hombres antes de la batalla de Vindobona:

 

"Lo que hacemos en vida tiene eco en la eternidad."

 

Pero Maximus no estaba hablando de gloria o fama, sino de responsabilidad. Todo lo que hacemos tiene consecuencias, para bien o para mal, por lo que debemos estar conscientes de nuestros actos y cómo afectan la realidad más allá de este momento y este lugar. Como lo expresó el escritor José Saramago:

 

“Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón, hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla.”

 

O, para volver a Marco Aurelio:

 

“No actúes en la idea de que vas a vivir diez mil años. La necesidad ineludible pende sobre ti. Mientras vives, mientras es posible, sé virtuoso.”

 

CONTINUABIT IN LIBRO SECUNDO



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué es un bato básico?

Maik Civeira dijo...

Un tipo cualquiera, con los mismos gustos y actitudes de todos los tipos cualquiera

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