Órale, pues después de muchos años, y de que otra banda ya haya echado
sus propios choros, por fin me atrevo a hablar de la ideología del Universo
Cinemático Marvel. Con “ideología”, no quiero decir lo que quizá algunos de
ustedes están pensando, algo como “siií, Marvel nos está queriendo imponer la
ideología de género y la inclusión forzada”. No, mi apuesto amigo, en este blog
somos un poco más instruidos que eso.
De hecho, toda expresión de la creatividad humana conlleva una
ideología, y no porque esté hecha con el propósito de servir como panfleto,
sino porque inevitablemente refleja la visión del mundo y los valores de la persona
que la crea y de la sociedad de la que surge. Así pues, vamos a hablar de qué
dicen las películas de Marvel respecto a temas como el poder, el bien y el mal,
el orden, la justicia, y demás asuntos políticos, éticos y sociales.
Primero habría que aclarar que las historias de superhéroes, de fondo,
tratan de seres con habilidades extraordinarias que enfrentan a otros seres con
habilidades extraordinarias, por lo regular en un contexto fantástico. Eso es
lo que queremos ver. Todo lo demás que sucede en este tipo de narraciones está
supeditado a ello.
NOTA: Sobra decir que aquí voy a hablar del MCU como si ustedes ya lo conocieran de pe a pa, con todo y spoilers.
Para empezar, hablemos del superhéroe más emblemático de Marvel en el
cine: el invencible Hombre de Hierro. En su primera aventura, Tony Stark, billonario
y genio tecnológico, tras ser capturado por terroristas, decide convertirse en
un superhéroe para luchar contra el mal. Sencillo, ¿no? Ah, pero hay más.
La primera etapa del MCU, y en particular la primera Iron Man,
tenía un tono más sobrio y un escenario más realista, claramente tomando lo
aprendido del éxito de las X-Men de Bryan Singer y las Batman de
Chris Nolan. Así, en algo que sería muy inusual en futuras entregas, esta cinta
tiene como escenario un conflicto bélico del mundo real: la guerra de
Afganistán. Además, la organización criminal antagonista, los Diez Anillos, es
reinterpretada para remitirnos directamente a Al Qaeda o el Talibán.
Estábamos a finales de la era Bush; la cultura pop gringa era muy
patriotera y parecía Iron Man sería otra tonta historia de “el héroe
patriota contra los terroristas del Medio Oriente”. Pero, aunque a primera
vista es eso, plantea algunas ideas muy interesantes. Para empezar, que Tony
Stark es alguien que se ha hecho asquerosamente rico por la fabricación y venta
de armas, y luego se ve envuelto por los horrores del mundo que ha contribuido
a crear. El mismo negocio que lo ha hecho rico ha convertido el mundo en un
lugar violento e injusto.
Recordemos que los Estados Unidos, en tiempos de la Guerra Fría, dieron
armas, entrenamiento y recursos a los talibanes para luchar contra los soviéticos,
y a Saddam Hussein para luchar contra los iraníes. Que Tony se viera siendo
atacado con sus propias creaciones es una especie de poética ironía que
recuerda cuando los engendros de Estados Unidos luego se volvieron contra ellos.
Aunque es probablemente los creadores de la película no estuvieran pensando en
ello, es algo que difícilmente se pasa por alto a quien conozca la historia.
Luego hay un plot twist y nos enteramos de que detrás del grupo
terrorista está un malvado capitalista gringo: Obadiah Stane, falso amigo
de Tony. De hecho, ésa sería la trama de las tres películas del Hombre de
Hierro: aparece un villano extranjero (Ivan Manko, El Mandarín), proveniente de
algún lugar históricamente enemistado con los Estados Unidos (Rusia, Medio Oriente) y
luego resulta que el verdadero enemigo es un capitalista occidental (Justin
Hammer, Aldrich Killian).
Vamos, que la peli te dice prácticamente que ese horror extranjero, ese
coco de rostro siniestro al que te han enseñado a temer, en realidad es una
creación de ricos industrialistas occidentales, tanto como Osama Bin Laden (en
cuya imagen se basa el Mandarín de Ben Kingsley en Iron Man 3) fue
creado por el mismo imperialismo yanqui, en el sentido de que fue éste quien le
permitió convertirse en quien llegó a ser.
O sea, Marvel no te va a decir que puedes confiar en todos los multimillonarios,
que todos son buenas personas que se han ganado su fortuna con puro esfuerzo,
inteligencia y habilidad para los negocios. Todo lo contrario, nos dice que hay
millonarios corruptos hasta la villanía. Que detrás de tantos conflictos en el
mundo hay gente perversa que sólo quiere hacerse más rica. Que es su poder
económico y acceso a la alta tecnología lo que les permite ser tan malvados,
hacer tanto daño y permanecer impunes por tanto tiempo. Es más, la gente
adinerada en Marvel que es buena se cuenta con los dedos de una mano:
Tony Stark, Hank Pym y T’Challa. Todos los demás millonarios o aristócratas son
tipos sórdidos y maliciosos.
Entonces, ¿está criticando Marvel el armamentismo, el capitalismo y el
imperialismo? Eh, no. Porque todos estos casos de millonarios horribles se
plantean como un problema de virtud individual. No es que sean malvados por ser
capitalistas, es que son millonarios y, qué mala suerte, se da el caso de que
resultan ser malvados. O sea, son sólo malas manzanas, como dicen ellos.
Tony Stark, en cambio, es un buen tipo, y además un verdadero genio, mucho más
brillante que esos otros wannabes envidiosos.
Así, para Marvel el problema del mal en el mundo no es un sistema
injusto que produce desigualdad y en el que unas pocas personas ostentan
demasiado poder sobre el resto; el problema es que algunas personas son malas, ni modos. Lo
cual nos lleva a definir el primer principio ideológico de Marvel: Existe
mal en el mundo porque hay gente que es mala.
Esto a su vez nos lleva a hablar del problema del poder. Para Tony
Stark, y la trilogía de Iron Man parece darle la razón, los problemas se
dan cuando el poder lo tiene la gente mala, por lo tanto, y éste es el segundo
principio ideológico de Marvel: La solución es que las buenas personas
tengan el poder.
No importa que ese poder sea inconmesurable, que no tenga oposición
posible, que no le rinda cuentas a nadie; mientras ese poder esté en buenas
manos, todo irá bien. Por eso Tony no deja de crear armas; por el contrario,
las va fabricando más y más poderosas, sólo que las guarda todas para sí mismo
y para la gente en quien personalmente confía. Esto alcanza su máxima expresión
en Spider-Man: Far From Home, en la que confía al joven Peter Parker un
ejército de drones asesinos que además pueden espiar la privacidad de las
personas; pero eso está bien, porque mientras no caigan en manos de Mysterio no
habrá problemas.
Esto tiene mucho que ver con la relación entre el MCU y el ejército
yanqui. Es bien sabido que el
Departamento de Defensa de los Estados Unidos colabora financieramente con las
películas de Marvel, así como con muchas otras superproducciones de acción
y efectos especiales. A cambio de consultoría, acceso a recursos,
instalaciones, equipo y extras, Hollywood tiene que mostrar al ejército de una
forma positiva, nunca crítica. Por eso en las películas de Transformers
el ejército tiene tanto protagonismo, algo que nunca vimos en la serie animada
clásica. Lo mismo con Man of Steel de Zack Snyder; en los cómics
Superman no es un personaje que se caracterice por colaborar con los militares.
Producciones de este tamaño saldrían mucho más caras a los estudios sin el
patrocinio del Pentágono.
Así, Marvel nunca criticará al ejército o siquiera lo retratará desde
una perspectiva que sea algo menos que heroica. Ése es el aspecto más claramente
ideológico y panfletario de las películas y constituye el tercer principio
ideológico de Marvel, que se basa en los dos anteriores: Las fuerzas armadas
estadounidenses constituyen una entidad benévola, así que está bien que
ostenten el poder en el mundo. Y lo que es más, merecen y necesitan poder
operar con toda libertad en cualquier situación, ya que sus acciones siempre
serán para beneficio de todos.
Las películas del MCU a menudo van más allá y quieren establecer una
identidad entre las fuerzas armadas estadounidenses y los superhéroes. Iron Man
yendo a Afganistán para ejecutar personalmente a los terroristas, los Avengers
irrumpiendo en Sokovia para tomar el cuartel de Hydra, el Capitán América
dirigiendo un equipo para localizar criminales en Nigeria, o más recientemente,
Sam y Bucky viajando por medio mundo en busca de los Flag Smashers. Son casos
de héroes traspasando fronteras y pasándose por el culo el derecho
internacional para atrapar a los malos.
Y sí, dentro de la lógica del Universo Marvel es bueno y necesario que
lo hagan, pero ése es precisamente el problema. Porque al plantear las cosas
así, parece que quieren decirnos que, así como la solución es que sean los
héroes quienes tengan el poder para hacer el bien, debemos dejar el poder
político y militar en manos de Estados Unidos, que son los buenos. Y ésas son
patrañas, patrañas peligrosas que ningún adulto debería creer, porque a estas alturas
bien sabemos que el
imperialismo yanqui ha sido una fuerza desestabilizadora en el mundo,
siempre para el lucro y poder de la clase gobernante estadounidense y nunca a
favor de la democracia o la paz mundial como tanto cacarean, y ni siquiera beneficia
al ciudadano estadounidense promedio.
“Momento, Profe. ¿Acaso no siempre ha sido ésa la concepción de los
superhéroes?” Ok, sí y no. O sea, sí, ésa ha sido a menudo la idea con la que
se han trabajado a los encapotados, pero no ha sido la única. En sus orígenes,
y véase la primera aparición de Superman
o del Capitán
América, los superhéroes fueron creados por personas de clase trabajadora
(muchos de ellos judíos) como un anhelo: ¿qué pasaría si hubiera alguien con el
poder de hacer justicia y defender a los débiles contra los poderosos y los
corruptos?
Podemos entender que la ideología del género superheroico es “confía en
quienes tienen el poder, que siempre harán lo correcto para ti, mientras
quienes retan el poder son malvados que quieren destruir el mundo”, y
ciertamente así es como se ha manejado muchas veces. Pero en
otras tantas ocasiones, el mensaje ha sido justo el opuesto. No olviden Superpower,
ese cómic de la Liga de la Justicia que critica el intervencionismo
yanqui y manda el contundente mensaje de que la solución nunca es simplemente
“que los buenos tengan más poder y lo usen”.
En lo personal, me gusta pensar que el ideal detrás de la figura del
superhéroe es éste: Si posees algún talento, alguna habilidad o fortaleza, lo
correcto es ponerlo al servicio del bien común, de los demás. Quienes lo
utilizan para su propio provecho son los supervillanos. Con un gran poder viene
una gran responsabilidad, y cada quien debe dar de acuerdo a sus capacidades
para que cada quien pueda recibir de acuerdo a sus necesidades.
Los cómics de Marvel siempre se caracterizaron por ser relativamente
críticos con el sistema y las instituciones de poder, ya sea el Capitán América
denunciando la invasión estadounidense a Panamá o Punisher persiguiendo peces
gordos de Wall Street. Spider-Man es el héroe marginado por excelencia, no el
patiño del empresario multimillonario que aparece en el MCU tomándose fotos con
los polis. No creo que ni incorporando a los Hombres-X alguna vez lleguemos a
ver escenas como la de Wolverine acuchillando soldados que irrumpen a media
noche en una escuela llena de niños en X-Men 2.
Sin embargo, toda esta propaganda y discurso imperialista es apenas la
superficie, el mensaje más obvio y del cual todo mundo habla. Pero no es lo
único, ni lo más interesante que hay en el MCU. Hay más de lo que el ojo ve.
Incluso, me atrevo a decir, hay propuestas que contradicen directamente todo lo
que acabamos de decir.
Pero eso lo veremos en nuestra próxima entrega…
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