Sólo la ciencia ficción y la literatura fantástica pueden
mostrarnos mujeres en ambientes totalmente nuevos o extraños. Pueden aventurar
lo que podemos llegar a ser cuando las restricciones presentes que pesan sobre
nuestras vidas se desvanezcan, o mostrarnos nuevos problemas y nuevas
limitaciones que puedan surgir.
Pamela Sargent
En la segunda mitad del siglo XVII, durante
el auge de la Revolución Científica, la filósofa británica Margaret Cavendish publicó
The Blazing World, una novela utópica sobre una armoniosa sociedad
ubicada en el Polo Norte y poblada por animales antropomorfos; se trata de una
obra que ponía en tela de juicio el androcentrismo y al antropocentrismo de la
cultura occidental. Del otro lado del mundo, su contemporánea Juana de Asbaje
escribía Primero sueño, un poema culterano cargado de elementos
fantásticos, simbolismos metafísicos y reivindicaciones feministas.
En el periodo romántico, Anne Radcliffe le
dio forma a la literatura gótica, y más tarde su compatriota Mary Shelley marcó
para siempre la cultura con Frankenstein. En la tradición de ese mismo
Romanticismo fue que en el siglo XIX las argentinas Juana Manuela Gorriti y
Eduarda Mansilla de García incorporaron elementos fantásticos en su obra.
Mientras las letras anglosajonas dejaban
atrás su Edad Dorada de la ciencia ficción y se aproximaban a la Nueva Ola, en
América Latina se experimentaba el boom, en el que el realismo mágico
despuntaba en la obra de autoras como Elena Garro y Silvina Ocampo. Pero si en
Estados Unidos la primera antología de ciencia ficción escrita por mujeres, Women
of Wonder, apareció en 1974, las letras hispanas tuvieron que esperar hasta
la década de 2010, con la compilación española Alucinadas y la mexicana La
imaginación: la loca de la casa.
Todo esto nos lo recuerdan Teresa
López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón en la introducción de Insólitas.
Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España. La literatura fantástica
ha sido durante mucho tiempo menospreciada por la academia. La literatura hecha
por mujeres ha sido invisibilizada y excluida del canon literario. Incluso cuando
no ha sido así, las letras europeas y anglosajonas han tenido preeminencia
sobre las hispánicas. Esto, por fortuna, ha comenzado a cambiar en el siglo XXI.
Insólitas pretende ser una antología que en el futuro ya no
resulte necesaria. Llegará el día en que la literatura fantástica escrita por
mujeres sea tan respetada como cualquier otra cosa en el canon de las letras, y
no haya necesidad de rescatarla ni reivindicarla. Mientras tanto, aquí queda
como testimonio de que, en efecto, las escritoras españolas y latinoamericanas
han estado creando mundos fantásticos todo este tiempo.
La antología, por supuesto, es excelente.
Ningún relato tiene desperdicio. Por eso vengo aquí a hacerles la
recomendación. Tres generaciones de escritoras de España y América Latina están
reunidas en este riquísimo volumen. Pero además la introducción es de muchísimo
interés.
¿Qué es lo fantástico? En la introducción
se explican dos criterios. El primero sigue la propuesta de David Roas, que a
su vez tiene ecos de la taxonomía clásica de Tzvetan Todorov. Aquí se distingue en lo fantástico, el
tipo de narración en la que se incluye un elemento sobrenatural e imposible que
trasgrede las leyes del mundo real; tanto los lectores como los personajes
están conscientes de esta transgresión, que genera desconcierto o espanto. Aquí
cabe la tradición europea del phantastique. Luego está lo maravilloso,
un tipo de literatura en la que existen mundos en los cuales la magia y lo
sobrenatural forman parte de la normalidad. Aquí cabe lo que en la tradición
anglosajona se conoce como fantasy. Por último está la ciencia
ficción, basada en especulaciones sobre la ciencia, la tecnología o el
desarrollo social.
El segundo criterio es más acorde a las
categorizaciones del mercado editorial, que llama literatura fantástica
a toda la que no es realista o mimética (es decir, que no pretende simplemente
imitar la realidad); a su vez se dividiría en las ramas de la fantasía, el
terror y la ciencia ficción, con sus múltiples subdivisiones y combinaciones.
Para evitar confusiones, esta antología ha escogido el término insólito,
para referirse a todo aquello que encontraremos entre sus páginas.
Como les decía, todos los cuentos son
muy buenos, pero tengo mis favoritos. Aquí los comento para despertar su
interés y ganas de leer:
Gracia de Susana Vallejo: Nos transporta a Barcelona a un futuro cercano. No hay grandes cambios
tecnológicos, pero sí un deterioro social muy marcado. La fertilidad humana ha
caído, los disturbios sociales y su feroz represión son cosa de todos los días
y los recursos escasean. En este contexto, se explora la relación entre una
joven y su abuela.
El libro pequeñito de Sofía Rhei: Es uno de los más extraños y originales de toda la antología. ¿Fantasía, ciencia ficción o terror? Es difícil definir. Empieza de una forma y cuando crees que seguirá un camino te sorprende a cada paso con situaciones cada vez más insólitas y perturbadoras. Y todo empieza con una niña que habla con su muñeca.
El huésped de Amparo Dávila: Un marido distante y autoritario impone en su hogar la presencia de una
extraña criatura. Es un relato breve en el que cada línea y cada momento están
logrados con maestría. Pocas veces he leído tan perfecta metáfora de la
violencia intrafamiliar y de género.
WeKids, de Laura Gallego: Este relato podría servir de lección para los escritores de Black Mirror.
Va sobre las vidas paralelas de dos chicos que alcanzan la fama en una red
social exclusiva para niños. Difícil de leer desde un momento en que se ha
consolidado la sociedad del espectáculo, y hasta en los sectores supuestamente
progresistas se celebra la frivolidad y prima el antiintelectualismo.
Loca de Elia Barceló: Mi segundo favorito, es una historia sobre viajes en el tiempo y la
fuga en busca de la libertad, sobre nuestras concepciones románticas sobre el
pasado, y la realidad de un presente violento y letal para las mujeres. Relato
crudo cuando retrata nuestro presente e imaginativo cuando crea mundos
distantes.
La casa de Adela de Mariana Enríquez: Fue mi favorito de toda
la antología. Es un increíble relato terrorífico sobre una casa embrujada y un
trío de osados chicuelos que se atreven a visitarla un día. El desconcierto y
la perturbación que causa este cuento lo hacen una obra maestra de la
literatura de terror. Al terminarlo asenté el libro y me quedé en silencio
repasando en mi mente lo que acababa de leer. Me dejó con ganas de conocer más
de esta autora.
En otros textos recientes he hablado acerca
de cómo, para quienes disfrutamos de lo fantástico, es importante escapar de
los oligopolios que tienen capturadas nuestras fantasías y conocer voces distintas y a menudo acalladas. Este libro es un
excelente inicio. Y, si ya lo leyeron, me gustaría conocer sus opiniones al
respecto. Saludos y felices días.
Más sobre escritoras, literatura fantástica y otras cosas insólitas:
7 comentarios:
La literatura hecha por mujeres ha sido invisibilizada excluida del canon literario.
Decía una futbolista profesional que ellas estaban marginadas porque cobraban menos que los hombres. Es una manera posmoderna de interpretar que perciben lo que generan. Además, ¿por qué se compara con los jugadores mejor pagados? ¿Ignora deliberadamente que hay muchos más futbolistas en divisiones inferiores, que ganan muy poco, en un deporte muy competido?
En un sistema de libertades cada autor o profesional gana de acuerdo a la riqueza que genera. Hoy día no son pocas las escritoras que se ganan bien la vida.
Si partimos de la premisa de que estamos en un sistema que margina a las mujeres y que no tiene solución la respuesta única será el cambio de sistema. Sin embargo, dicha premisa es discutible.
Un saludo liberal.
Hola de nuevo. No hay nada intrínsecamente posmoderno en cuestionar la desigualdad. La idea de que vivimos en una meritocracia libre en la que cada quien recibe lo que genera, por otra parte, sí es muy ingenua, afín a supersticiones que han servido para justificar órdenes sociales desiguales, tal como el derecho divino de los reyes en la Europa de la modernidad temprana (contra la que los ilustrados se rebelaron), o el karma para el sistema de castas de la India. Esto es lo que se conoce como "falacia del mundo justo", y hablo detalladamente de ello por acá:
https://www.maikciveira.com/2017/02/la-falacia-del-mundo-justo-parte-i.html
Ahora, no estaba hablando de las ganacias de las autoras, sino de su inclusión en el canon. Aun si consideramos que hoy vivimos en tiempos menos machistas, no podemos afirmar lo mismo de hace 100 o incluso 50 años. El canon literario y artístico es heredado de tiempos pasados en los que ciertos prejuicios reinaban sin ser cuestionados. Por ejemplo, acabo de leer dos manuales de historia de literatura y de hsitoria de la filosofía, ambos editados a mediados del siglo XX. En filosofía no se incluye ni a una sola mujer, y en literatura no hay más que un puñado.
Poseo la colección "Los grandes libros del mundo occidental" editada por la Enciclopedia Británica por esa misma época. Ninguno de los volúmenes principales fue escrito por alguna mujer, y sólo en las compilaciones de obras menores aparecen un par opúsculos de Marie Curie y de Virgina Woolf.
¿Cómo explicamos esto? Si aceptamos la premisa meritocrática, y estos textos y colecciones sólo incluyen los mejores trabajos literarios y filosóficos, tendríamos que preguntarnos por qué tan pocos de ellos fueron escritos por mujeres. Una respuesta sería que ellas simplemente no tienen la capacidad, lo cual sería bastante misógino, y muy discutible. Una posibilidad es que ellas no tenían la oportunidad de escribir, lo cual nos regresa al tema de la opresión y la desigualdad.
Pero luego descubrimos que esas obras sí existen y sí fueron relevantes, pero excluidas adrede de las historias y el canon. Entonces, ¿qué de malo hay en revisar ese canon y ajustarlo a una visión libre de los prejuicios de antaño? Hablo más al respecto aquí:
https://www.maikciveira.com/2021/03/por-que-deberias-leer-mas-mujeres.html
https://www.maikciveira.com/2021/03/el-canon-occidental-y-los-hombres.html
Muchos saludos y gracias por leer y comentar.
Soy consciente de que la meritocracia es imperfecta; depende mucho de las circunstancias. Pero la veo muy positiva por dos razones.-
- Es un sistema sencillo para retribuir trabajos. Por el contrario, la equidad requiere un Estado híper-intervencionista.
- Si rechazamos la meritocracia y redistribuimos a cada persona según su colectivo, ¿quien se va a esforzar para hacer méritos? Esto nos recuerda el resultado de los países comunistas; repartir miseria.
No discuto el papel secundario que ha tenido la mujer en literatura y filosofía y reconozco el mérito que tiene tu labor de divulgarlas. Ahora bien, ¿en la actualidad el sistema funciona igual de deficiente?
Tal como dije antes:
Si partimos de la premisa de que estamos en un sistema que margina a las mujeres y que no tiene solución la respuesta única será el cambio de sistema. Sin embargo, dicha premisa es discutible.
¿El sistema no ha cambiado? ¿No es el mejor en este tema de los conocidos en toda la historia? ¿No podemos confiar en que este sistema llegará a soluciones aceptables y hay que cambiarlo (tengo entendido que esto es lo que defienden los SJWs)?
Nota: mezclo temas de varios artículos tuyos. Esto último no se encuentra en este. Discúlpame el off-topic.
Creo que definitivamente ha cambiado. Y puede y debe seguir cambiando. En tiempos pasados había más sexismo que impedía a las mujeres obtener reconocimiento y aceptación. Hoy son menores esas trabas. Podemos hacer que sean todavía menores.
Pueden existir mejores prácticas, pueden derribarse prejuicios, pueden reformarse programas educativos,etc. A eso es a lo que se dedican los activistas, porque esas mejoras no se dan automáticamente. Si el sistema ha mejorado no ha sido por su propia bondad, sino por luchas a las cuales de enfrentaron siempre quienes creían que el sistema ya era justo y que sólo había que dejarlo actuar.
Creo que en este punto estamos de acuerdo, con un matiz. Los que se enfrentaron a la evolución de las libertades eran los tradicionalistas, no los liberales. La lucha no fue activistas vs liberales.
¿Pero crees que los activistas de la Justicia Social luchan por mejorar el sistema y no por una revolución del sistema?
Pues eso depende. ¿De qué propuestas estamos hablando? ¿Qué contaría para ti como una mejora dentro del sistema? ¿Qué sería un cambio tan drástico como para considerarlo revolución del mismo? Todo eso lo tendríamos que matizar.
¿Te parece si continuamos la conversación en un solo hilo? Para no hacernos bolas...
Es buena idea continuar en el otro hilo. En él puse que los sistemas políticos más desarrollados tienen mucho mejores resultados en este tema; una evolución de la democracia obtiene esas mejoras sin necesitar cambio de sistema. Es decir, y no lo digo por tus escritos sino por lo que se ve con cierta frecuencia en el activismo de izquierda, no hace falta acabar con el "heteropatriarcado capitalista".
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