En la
entrada anterior les compartía mis temores -quizá exagerados, me
dicen- acerca del ascenso de la ultraderecha en el mundo occidental. Después de
todo, temer la llegada de otro Hitler u otro Mussolini podría ser hiperbólico;
los populismos de derecha al estilo Donald Trump o Norbert Hoffer tienen más
probabilidades de convertir a sus naciones en repúblicas bananeras que en
dictaduras fascistas; más que campos de concentración y guerras mundiales, de
ellos podemos esperar formas de gobernar estrafalarias e ineptas, que sólo agudicen
los problemas sociales que de por sí ya tenemos [actualización: sí hubo campos de concentración].
Con todo, más que a los dictadores,
creo que habríamos de temer a las turbas enardecidas por el odio. Puede ser que
los demagogos como Trump no estén de acuerdo con acciones, ya sea de grupos o
“lobos solitarios”, que violentan a migrantes, homosexuales u otras minorías,
pero su ascenso decididamente envalentona a quienes cometen esos actos. Ahora,
en un mundo interconectado, imagínense que esos grupos se alientan e inspiran
unos a otros a través de las redes sociales en todos los rincones del globo:
algo así como Anonymous mezclado con el Ku Kux Klan [actualización: eso es justo lo que ha pasado].
Pero si bien podemos delinear las
características de estos grupos de odio en ascenso (nacionalismo, racismo,
xenofobia, homofobia, misoginia, antiintelectualismo y demagogia), más
difícil resulta identificar las causas del surgimiento. En una
columna previa enlisté algunos de los probables factores: el terrorismo
islámico; la crisis de refugiados producto de la guerra en Siria; la ineptitud de
la izquierda primermundista para atender los problemas de la clase trabajadora;
los cambios hacia una sociedad más diversa y multicultural, que para
generaciones más viejas han sido “demasiados en muy poco tiempo”; el lento pero
progresivo giro de los partidos conservadores hacia el antiintelectualismo y su
cada vez mayor dependencia de bases radicales incómodas pero necesarias, y
añadía yo, la falta de un modelo educativo humanista, cosmopolita y
racionalista que fomente el pensamiento crítico.
Hoy quiero hacer énfasis en uno de
esos factores, que no es menor: la crisis del neoliberalismo. Claro,
“neoliberalismo” es uno de esos términos convenientes que engloban diferentes
posturas, escuelas de pensamiento y prácticas políticas (no siempre
compatibles) más que una sola ideología monolítica. Sin embargo, el término es
útil, siempre que reconozcamos sus limitaciones, para referirse a una visión de
la economía y la política que favorece mercados lo más libres posible y
gobiernos que intervengan lo mínimo en la economía, y que se opone al Estado de
bienestar y a la socialdemocracia. Llegado al poder en la segunda mitad de la
década de los 70 en Estados Unidos (y a principios de los 80 en México), se ha
convertido en la ortodoxia de diversos gobiernos sin importar que se
autodenominen conservadores o liberales.
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Amanecer Dorado, el fascismo en Grecia. |
¿A dónde nos ha llevado este
paradigma? Aunque parece que la extrema pobreza a nivel global se ha reducido (y esto ya es bastante discutible), es un hecho que la
desigualdad en la distribución de la riqueza ha aumentado drásticamente: nunca
antes el 1% más rico había sido tan rico, y nunca antes la diferencia entre
ellos y los demás había sido tan pronunciada. La clase media está en retroceso:
trabaja más y tiene menos poder adquisitivo. Por primera vez esta generación de
jóvenes sabe que no tendrá un futuro mejor que la de sus padres y abuelos. Es
natural que esto genere descontento social y un resentimiento hacia las élites
económicas y la clase política.
Quiero citar algunos extractos de
textos que ilustran lo que quiero decir y que dan una idea de lo que está
pasando (las traducciones son mías). El primero es de George
Monbiot de The Guardian:
“Quizá el impacto
más peligroso del neoliberalismo no son las crisis económicas que ha causado,
sino las crisis políticas. Mientras el dominio del Estado se reduce, nuestra
habilidad para cambiar el curso de nuestras vidas mediante el voto se contrae.
En cambio, nos dice la teoría neoliberal, la gente puede ejercer su facultad de
elegir a través del gasto. Pero algunos tienen más para gastar que otros; en la
democracia del gran consumidor o el accionista, los votos no están
equitativamente distribuidos. El resultado es el desempoderamiento de los
pobres y la clase media. Ya que los partidos en la derecha y la antigua
izquierda adoptan políticas neoliberales similares, el desempoderamiento se
convierte en enajenación. Grandes números de personas han sido alienadas de la
política.
Chris Hedges
señala que ‘los movimientos fascitas construyen sus bases no con los activos
políticamente, sino con los inactivos, con los perdedores que sienten, a menudo
acertadamente, que no tienen voz ni rol que jugar en el establishment
político’. Cuando el debate político ya no se dirige a nosotros, la gente
empieza a responder a eslóganes, símbolos y sensacionalismo. Para los
admiradores de Trump, por ejemplo, los hechos y los argumentos son
irrelevantes.”
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Donald Trump anuncia un resurgimiento del populismo de derechas en Estados Unidos |
“Las sociedades
occidentales de hoy están más atomizadas que nunca desde la revolución
industrial. Los arreglos corporativistas del siglo XX fueron desestabilizados
por la revolución informática y desmantelados por gobiernos centristas en el
afán de quitar obstáculos a los mercados competitivos. Las ganancias en
eficiencia han sido reales en muchos sectores, pero al precio de la pérdida de
agencia de la mayoría de los trabajadores. Un desempoderamiento similar de los
ciudadanos siguió a la desintegración de la maquinaria política basada en la
pertenencia a grupos y la transformación de los partidos políticos en meras
etiquetas que pueden ser capturadas por activistas o compradas por individuos
adinerados y cabildos de donantes.
La pertenencia a partidos
políticos, iglesias, grupos comunitarios, caridades y clubes ha declinado en
todas las naciones occidentales. El universo social se ha reducido al trabajo,
la familia y la realidad virtual provista por la televisión, la radio y la
Internet. Con todos sus defectos, las viejas instituciones sociales empoderaban
a la gente a la vez que los educaban en valores cívicos. “Los modales son la
moral pequeña” dice el dicho. Pero los medios masivos, que recompensan la
majadería y el impacto junto con la celebridad, actúan como una influencia
decivilizatoria.
Ahora que el acceso a la
influencia política depende, no de organizaciones populares descentralizadas
como gremios y sindicatos, sino del dinero movilizado y de la celebridad
mediática, es natural que quienes se sienten marginados se vuelvan hacia
caudillos que son billonarios como Ross Perot, celebridades de la TV como el
italiano Beppe Grillo, o una combinación de ambos como Donald Trump.”
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Trump se ha ganado el apoyo de grupos racistas, incluido el Ku Kux Klan. |
“Las oligarquías siempre
colapsan porque están diseñadas para extraer la riqueza de los niveles más
bajos de la sociedad, acumularla en la cima, y bloquear cualquier cambio al
concentrar también el poder político. Aunque puede tomar un tiempo, tal
extracción finalmente eviscera a los niveles productivos de la sociedad y el
sistema se vuelve más y más frágil. Presiones internas y un sentimiento de
haber sido traicionados crece mientras la desesperación y la desesperanza se
multiplican en todas partes, excepto en la punta; pero reformas efectivas se
antojan imposibles porque el sistema parece por completo amañado. En las etapas
finales, surgen líderes advenedizos, algunos honestos y otros fascistoides, que
buscan canalizar la frustración para sus propios fines. Si tenemos suerte, el
público se movilizará junto a líderes honestos para llevar a cabo reformas
efectivas. Si no tenemos suerte, el establishment continuará respondiendo con
ineficiencia hasta que la economía colapse o los fascistas tomen control y
creen condiciones demasiado horribles para contemplar.”
El problema es que los defensores
del establishment parecen estar ciegos a esta crisis. Desde sus cómodas
posiciones, las manifestaciones de descontento les toman por sorpresa. Pero más
que asustados, se ven ofendidos por
esta incursión de los advenedizos en un reino que ellos creían tener bien
dominado. Con desdén regañan a las masas ignorantes y esperan que éstas acepten
humildemente su propia estupidez, asuman “su lugar” en la jerarquía social y
dejen trabajar a las élites que saben lo que hacen (estos textos de James
Traubs, John Carlin y Richard
Dawkins respecto al Brexit ejemplifican tal falta de visión).
Sí, las masas iracundas pueden
estar absolutamente equivocadas respecto a quién tiene la culpa de esta crisis
(“las élites gobernantes corruptas que nos obligan a aceptar migrantes que nos
quitan los empleos y destruyen nuestra cultura”) y cuáles son los pasos para
solucionarla (“que nos gobierne un líder fuerte que haga a nuestra nación
grande otra vez sin importar lo que diga el mundo”). Pero no se puede
desestimar las causas de su descontento: la reducción en su calidad de vida, la
sensación de empobrecimiento y de falta de control sobre su propio destino, y
el hartazgo hacia clases gobernantes por las que se sienten traicionadas. No es
que la gente estuviera tranquila y feliz antes de ser seducida por los
demagogos: el descontento ya estaba y sólo precisaba de una forma para
canalizarse.
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Mapa del crecimiento del nacionalismo en Europa. |
La ceguera de los defensores del
establishment se ve también en su incapacidad de distinguir entre diferentes
manifestaciones de descontento, y entonces ponen al Tea Party y a Donald Trump
en el mismo saco que Occupy Wall Street y Bernie Sanders (este texto del Washington Post es ejemplar). Desde el punto de vista del establishment,
todos son movimientos de advenedizos que se atreven a cuestionar la sabiduría
de la clase política y la eficacia del sistema, y que enardecen a las masas
(que de otra forma no darían lata).
Que de un lado se predique el odio,
el miedo y el regreso a un pasado idílico que nunca existió, mientras que del
otro se predique la esperanza, la justicia social y un futuro que puede ser
mejor para todos, no parece marcar ninguna diferencia para los defensores del
establishment. Ignoran lo que con lucidez señala, acerca de los movimientos
populistas, Yascha
Mounk de Foreign Affairs.
“El populismo de
izquierda, que se revitaliza entre las democracias occidentales, se concentra
en asuntos económicos. A diferencia de su contraparte en la derecha, cuyas
plataformas se basan en amenazas exageradas o inventadas, ellos se enfocan en
problemas muy reales: corrupción gubernamental y corporativa, desigualdad
económica creciente y el estancamiento de la calidad de vida.
Estos populistas
económicos están en lo cierto al señalar que las democracias contemporáneas
están lejos de ser infalibles. Dejada a sí misma, la democracia capitalista
tiene una tendencia a poner más poder en manos de los ya poderosos y más
riqueza en manos de los ya ricos. Para contrarrestar esta gradual erosión de la
justicia económica y política, las democracias necesitan ocasionales erupciones
de ira popular. En este sentido, el populismo de izquierdas puede ser un
correctivo importante a la tentación autocomplaciente a la que toda élite es
susceptible a caer tarde o temprano.”
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Agrupaciones fascistas en Europa: un mapa contemporáneo. |
Pero en vez de reconocer las muchas
formas en las que el sistema que han creado está roto, desgastado y
desprestigiado, las élites se preparan para defenderlo a capa y espada. Ejemplo
de ello es el respaldo oficial del Partido Demócrata a Hillary Clinton, la más insider de los insiders, representante de ese centro neoliberal que nos trajo a
donde estamos. Como señala Nathan
Robinson en Current Affairs, esto se ha hecho a pesar de que encuesta tras
encuesta demuestra que Clinton es casi tan despreciada nacionalmente como Trump
y que Sanders tenía una mucho mejor oportunidad de vencer al millonario en las
urnas. Después de que la retórica de los medios favorables al Partido Demócrata
logró convencer a los liberales de que una victoria de Clinton era más
factible, ya están achacando la culpa a Sanders de la más que probable victoria
de Trump, por haber “dividido a los votantes”. De nuevo, no ven las causas del
descontento en las características del sistema y sus representantes, sino que
culpan de todo a los advenedizos.
Mientras tanto Sanders siempre ha
tenido el cuidado de decir que no tiene nada en contra de Clinton, sino que
sólo difieren en sus posturas sobre temas importantes, y a quien ha asegurado
su apoyo en las elecciones. Viéndose fuera de la competencia electoral, Sanders
está determinado a asegurarse de que los objetivos del movimiento popular al
que él representa (mejorar el salario mínimo, ofrecer educación superior
gratuita, poner a Wall Street bajo control, etc.), encuentren un lugar en la
plataforma de Clinton. Sanders no busca división sino inclusión, y he ahí una
de las diferencias más importantes entre un demagogo y un líder popular. Se
podría debatir la viabilidad de las soluciones que propone Sanders, pero no hay
forma honesta de equipararlo a Trump (Obama entiende muy bien las
diferencias, como le demostró a Peña Nieto en su reciente visita a Canadá).
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Tess Ausplund se le plantó enfrente a un contingente de neonazis que marchaban libremente por las calles de una ciudad sueca. |
No tenemos que irnos muy lejos para
hallar una pista de lo que está sucediendo. Ya antes el modelo
del laissez-faire había traído crisis
económicas y políticas profundas. Con la Gran Depresión que
iniciara en 1929, también surgieron movimientos políticos que se oponían a las
élites gobernantes de siempre y prometían soluciones a un pueblo empobrecido y
frustrado. Pero si por un lado surgió Benito Mussolini, por el otro surgió Franklin
D. Roosevelt.
El sistema actual está en crisis.
Puede reformarse, experimentar una transición hacia otro más funcional y sustentable.
O puede aferrarse a sí mismo hasta el final, con sus defensores tapándose ojos
y oídos al enojo creciente de la población y hundiéndonos a todos en el proceso.
11 comentarios:
Hola, me gustaría saber a qué te refieres exactamente con antielitismo.
Pues como el nombre lo dice, el rechazo a las élites, entendidas como las personas que detentan el poder o que son percibidas como parte del establishment (de ahí que el rechazo se dirija también a los expertos, académicos, intelectuales y científicos), pero en el caso de los popualismos de derechas que estamos viendo, no necesariamente a la idea de que existan personas superiores a otras.
"El populismo de izquierda se concentra en asuntos económicos. Ellos se enfocan en problemas muy reales: corrupción gubernamental y corporativa, desigualdad económica creciente y el estancamiento de la calidad de vida.".
Soy de Venezuela, desde que tengo uso de razón tenemos un gobierno que sin lugar a dudas se podría describir como populista de izquierda pero no se parece nada a lo que se describe en ese párrafo. El gobierno de Venezuela siempre se ha enfocado en dividir al pueblo con odio hacia los "burgueses", termino que anteriormente se refería a personas de clase media para arriba pero que actualmente se usa también hacia personas pobres (pues casi todos lo somos) con las que se tenga alguna diferencia social o de punto de vista político. En fin, lo del gobierno populista de izquierda venezolano siempre han sido los discursos de odio no los asuntos económicos.
Anónimo: no te lo discuto ni por un momento. El chavismo ha resultado catastrófico. El autor del artículo se refería más bien a movimientos de masas como OWS o el 15M. Chéca el artículo completo, es muy esclarecedor.
El movimiento de Sanders me da mucha esperanza. Hay cosas que no me convencen de él como su rechazo a los transgénicos y al TLC (aunque entiendo porque lo critica). No obstante si fuera gringo votaría por el cien veces antes de votar por Hillary y deseo que hubiera un agente político con su capacidad, apertura y su influencia en la política mexicana.
Ahora bien, recordemos que el neoliberalismo surgió en parte por la incapacidad del sistema económico anterior para dar fin a las crisis inflacionarias y de estancamiento económico en los años 70. La nueva izquierda no debe de consistir en una añoranza del sistema pasado (Que en el caso de México además era cerrado y autoritario). No es que tu lo sugieras, pero creo que hay personas que caen en eso al tratar el tema. Parecerá anticuado, pero hace poco leí "la tercera vía" de Tony Blair y me pareció un libro muy sugestivo. Saludos.
Hola, Jorge Alex. Estoy de acuerdo contigo: no podemos volver al pasado. También he leído "la tercera vía" y su continuación "La tercera vía y sus críticos", y son básicos para entender la política en la era de la transición entre milenios. Aparte, en algún lugar dice Slavoj Zizek que se suele considerar el desmantelamiento del Estado de bienestar como una traición hacia algo muy noble que estaba funcionando muy bien, cuando en realidad era un modelo agotado que ya estaba muriendo, como bien señalas respecto al estancamiento económico de los 70. De la misma manera, el neoliberalismo ya se agotó. Por eso hay que ir hacia el futuro, no hacia el pasado, aunque claro que podemos aprender qué del pasado aún es útil y aplicable.
Últimamente he estado checando un sitio de economía que me parece muy interesante (uno de los que cito en este texto). Es Evonomics, y lo recomiendo mucho:
http://evonomics.com/
Muchas gracias Maik. Está muy buena la página, veo que hay varios artículos sobre la desigualdad. Justamente la entrada que acabo de subir a mi blog trata ese problema http://sidudoexisto.blogspot.mx/2016/07/el-fin-de-la-herencia.html. Saludos.
Excelente sitio ese de Evonomics.
Un Abrazo
Hola Ego.
A proposito de la entrada:
http://www.lavanguardia.com/cultura/20170109/413193584994/entrevista-zygmunt-bauman-sociologo.html?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=cultura&utm_campaign=botones_sociales&utm_source=twitter&utm_medium=social
Pero vamos a ser sinceros, el neoliberalismo era apoyado por tus amigos del Círculo Escéptico. O no te acuerdas de cuando apoyaban a Monsanto? Claro, como ahora se hicieron LGBTs friendly es que dejaron de ser la misma porquería ideológica? O es que cambiaron del giro transgénico al giro trans con hormonas?
Falacia de asociación, whattabaoutismo... Nada de lo que dices responde a los argumentos e información presentados en este texto.
No sé cuáles de mis amigos del Círculo Escéptico apoyaban el neoliberalismo, pero yo no soy responsable de eso ni viene al caso. Los escépticos sí defendemos los ogm, porque la evidencia científica demuestra que no son peligrosos para el consumo humano. Eso es muy diferente a defender a la corporación Monsanto y sus prácticas cuestionables (por no decir criminales). Y si varios de ellos apoyen a la causa LGBTQ, es porque es completamente compatible con los principios del humanismo secular y con lo que sabemos de ciencia alrededor de la sexualidad humana.
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