alienación
del
latín Alienus: extraño, ajeno
1.
(f) Conversión de los productos de las actividades, las
propiedades y las capacidades humanas en algo independiente y ajeno al ser
humano, y que lo domina.
I
Incluso las fantasmagorías del cerebro humano son sublimaciones que
resultan, necesariamente, de su proceso de vida material
A finales de los 70, un visionario director presentó
una película de ciencia ficción que, para sorpresa de propios y extraños, acabó
convertida en un éxito comercial y de críticas, además de pasar a ser un
clásico instantáneo. Algunos años más tarde llegó una secuela, bajo la batuta
de otro realizador, que fue tan bien recibida como la primera parte; algunos
fans hasta dirían que la superó. A partir de ahí se desarrolló una exitosa
franquicia multimediática que abarcaría novelas, cómics, videojuegos, etc.
Ya en el siglo XXI, el director de la cinta original quiso
retomar la franquicia después de décadas. Comenzó así a planificar una serie
de precuelas que expandirían el universo ficticio. El resultado fue
controvertido; muchos fans pensaban que el tono y enfoque se había alejado
mucho de la serie original y que las nuevas revelaciones echaban a perder mucho
del misterio y encanto que había caracterizado a las primeras entregas.
Con el tiempo, la cada vez más inconmensurable
megacorporación Disney adquirió la compañía madre de la saga junto con todos
los derechos para producir nuevas películas. En seguida se comenzó a planear
una nueva entrega, con la que quería “regresar a lo básico”. Los estudios
querían asegurar a los fans que su vieja saga había vuelto a sus sencillas
raíces, ya sin pretensiones intelectualoides, y para eso la llenaron de
referencias, reminiscencias y hasta repeticiones de los episodios clásicos.
Ok, a estas alturas ya vieron lo que estoy haciendo,
¿verdad? Se habrán dado cuenta de que estoy hablando de… ¡Star Wars! Ah
sí, y de Alien también. El paralelismo no es casual; fue el éxito de Star
Wars lo que motivó a dar luz verde a Alien, y Fede Álvarez, el
director de Romulus, ha declarado que considera a ésta la hermana
siniestra de la saga de George Lucas. ¿Ya lo ven? Todo rima, como en la poesía…
ALIEN: ROMULUS
(2024)
Dir: Fede Álvarez
Guion: Fede Alvarez y Rodo Sayagues
Con: Cailee Spaeny, David Jonsson, Isabela Merced, Archie
Renaux, Spike Fearn y Aileen Wu
Esta película me dejó ambivalente, pero no indiferente.
De hecho, la vi una segunda vez, me ha tenido dándole vueltas por semanas, y me
motivó a investigar sobre la saga completa, a volver a ver varias de las
entregas y hasta a hacer una revaloración de las precuelas de Ridley Scott en
un ensayo innecesariamente luengo al que titulé Dios
ha muerto. Y bueno, eso como quiera habla bien de la peli.
¿Por qué digo que me dejó ambivalente? Creo que en parte fue
que me creé expectativas demasiado altas, y no de la nada, sino porque
vi muchos comentarios laudatorios, tipo: “¡La mejor película desde Aliens!”.
Que es cierto, pero ése no es un estándar muy alto, y hasta ahora la que ostentaba
ese título era Prometheus. También había mucho hijo de vecino hablando
de esta cinta como si fuera la cosa más aterradora que hubiera visto en la
vida, y yo me quedé así de: “Bueno, ¿pero es que ésta fue su primera película
de Alien o qué?”. En fin, nada de eso es culpa de la peli, y cuando la
vi una segunda vez pude apreciarla mejor en vez de estar esperando que
cumpliera un estándar imaginario.
Lo que sí noté desde un inicio es que en todos los aspectos
de su realización la película es ESPECTACULAR. Fede Álvarez ha hecho
gala de todo su talento, además de su indiscutible amor por esta franquicia. La
dirección de cámara, la fotografía, la música… Todo eso aquí es increíble.
Mención especial merecen los efectos especiales y el diseño de arte. En el
primer rubro, hubo un regreso a los efectos prácticos, con marionetas, modelos
a escala, disfraces y hasta animación cuadro por cuadro, todo perfectamente
mezclado con el CGI cuando se requería. No sólo se ve todo her-mo-so, sino que
se siente real, tangible, algo que se agradece mucho tras muchos años de uso
indiscriminado de CGI feo en las grandes producciones.
En cuanto al diseño de arte, esta cinta regresa a la
estética cassette futurism de la película original. No es como las
precuelas, que usaron efectos especiales modernos para crear un estilo visual
que parecía todavía más futurista que películas que se supone que ocurren
varias décadas en el futuro (el mismo problema que tenían las precuelas de Star
Wars).
Todos los actores hacen un gran trabajo en sus respectivos
papeles, en especial en los momentos de terror y suspenso, en que transmiten
perfectamente las emociones que se requerían. En definitiva David Jonsson,
quien ya ha recibido mil halagos por su trabajo, se roba la película como el
sintético Andy. Hasta Spike Fearn, quien interpreta al insoportable de Bjorn,
actúa muy bien como un pendejazo sin ninguna cualidad que lo redima.
Entre la bandita de la escuela Cinema Sins del
comentario sobre películas, ésa que confunde ponerse a encontrar
‘contradicciones’ con hacer crítica de cine, ha habido algunas quejas que
realmente no se sostienen mucho o se refieren a cuestiones de muy poca
importancia. Por ejemplo, no tengo ningún problema con que el xenomorfo pueda
sobrevivir en el vacío del espacio; es más, yo siempre había asumido que es lo
normal en ellos. Vaya, ¿sabían que en el canon ni siquiera está claro que estos
bichos necesiten comer? Mi problema con el papel de Big Chap en esta peli es
otro, de lo que hablaré en un momento.
Lo que presenta Romulus acerca de qué tanto sabe
Weyland-Yutani sobre los xenomorfos y cuáles son sus intenciones con ellos
difiere un poco de lo que se había dicho en otras películas, pero no hay una
verdadera contradicción ahí. La compañía es tan vasta que tiene no sólo
distintas secciones y departamentos, sino diferentes facciones con sus propias
agendas, y que no son siempre transparentes las unas con las otras.
Hay algunas cosillas exageradas, una que otra coincidencia
conveniente, pero nada muy ofensivo, ni mucho menos ajeno al estilo de la
serie. Los personajes sí toman algunas decisiones estúpidas, pero
ninguna tan absurda como las que vimos en las precuelas, y casi siempre en
sintonía con su caracterización como jóvenes desesperados. El único caso en el
que sí sentí que se abusaba un poquito de nuestra incredulidad es cuando el
personaje de Kay decide confiar en el siniestro y obviamente malvado androide
Rook e inyectarse el líquido negro.
Es cierto que un abrazacaras impregna a su desafortunada
víctima en cosa de minutos y que el revientapechos emerge en lo que parece
incluso menos tiempo. A nivel intradiegético, esto lo podemos obviar como
resultado de la experimentación genética que los científicos de la Renacimiento
estaban llevando a cabo en los aliens, que explícitamente se nos dice tiene que
ver con su metabolismo. A nivel extradiegético, tiene todo el sentido del mundo
y está en función de mantener el ritmo de la cinta; como público ya sabemos qué
pasa cuando un abarazacaras te abraza la cara, así que no tiene caso retrasar
la revelación, pues no será una fuente de suspenso ni sorpresa.
En todo caso, el único agujero de guion importante que
encuentro es que no queda claro por qué la compañía no detectó la presencia de
la base Renacimiento en la órbita del planeta, cuando nuestros héroes,
unos simples obreros, sí lo hicieron. En la misma línea, también me hace ruido
que estos chicos pudieran salir del planeta en su nave, sin toparse con ningún
tipo de restricción por parte de la empresa, misma que vimos tenía un estricto
control sobre quién tenía permiso para irse.
II
La
tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el
cerebro de los vivos
Entonces, ¿si está tan chida, por qué no me he unido a los
coros que cantan sus alabanzas? ¿Cuáles son los peros que le pongo? Uff. Mi problema
principal con Romulus tiene menos que ver con la calidad de la cinta que
con su dependencia en el factor nostalgia y un evidente temor a desviarse
demasiado de la fórmula.
Una vez más, tenemos a nuestra panda de pobresdiablos
entrando a un lugar desolado y claustrofóbico donde serán eliminados uno a uno
por los xenomorfos, y del que tienen que huir antes de que se destruya. Una vez
más tenemos una pseudo-Ripley, que sabemos desde el inicio que va a ser
la única sobreviviente, lo cual, al menos para mí, le quitó muchísimo de
suspenso desde la primera vez que la vi.
La primera mitad de Romulus recrea la situación de Alien,
con un solo monstruo acechando a personajes indefensos. La segunda parte recrea
la situación de Aliens, con un ejército de monstruos enfrentando a los
héroes, que ahora van armados. Una vez más tenemos un cuarto acto en que los
héroes deben enfrentar un nuevo horror inesperado cuando pensaron que ya
estaban a salvo. Una vez más tenemos un enfrentamiento final entre la heroína y
el monstruo que acaba cuando ella lo expulsa de la nave hacia el espacio. Hasta
tenemos otro híbrido alien-humano, que era la contribución más novedosa (y
controvertida) de Resurrection.
Ya lo había dicho Ridley Scott cuando retomó la serie: “El
monstruo ya está terminado. Cocinado”. No había más que hacer con él. Por
eso fue a experimentar con otros enfoques, explorar otros temas dentro del
mismo universo. Esto no gustó. Después del tibio recibimiento de Prometheus,
Fox obligó a Scott a hacer que su siguiente película fuera más del estilo
tradicional. Irónicamente, el resultado fue que Covenant gustó todavía
menos (en un universo paralelo Scott pudo llevar a cabo su plan original para Paradise
Lost, una cinta más arriesgada e interesante). Tiempo después Disney
compró Fox, dejó inconclusa la que debió ser una trilogía, y en cambio
ordenó un regreso total a una fórmula ya probada y aprobada.
Supongo que todo se reduce a preferencias personales. Me
atrae una obra que expresa una visión personal y que intenta algo novedoso,
aunque sea imperfecta, más que una que sea técnicamente irreprochable, pero
derivativa y formulaica. Por eso siempre preferiré The Phantom Menace sobre
The Force Awakens, o el Snyderverse por encima de la mayoría de las
películas de Marvel. O, en el caso que nos ocupa, prefiero la chabacana y medio
ridícula Resurrection por encima de Alien3. Y por la
misma razón siento que Prey hizo más por la saga de Predator de
lo que Romulus ha hecho por la suya propia.
Hablando de Fede Álvarez, puedo reconocer su maestría
técnica absoluta en su refrito de Evil Dead, y aun así prefiero Evil
Dead Rise de Lee Cronin, nomás porque cambia el escenario y el tipo de
personajes y sus relaciones entre sí, aunque vuelva a ser la misma historia de
gente en un espacio aislado siendo poseída una a una por demonios horribles.
A lo largo de Romulus hay muchos huevos de pascua
y referencias a otras obras de la saga. A veces éstas se expresan en forma
de detalles discretos, ya sea elementos del diseño de producción o de la banda
sonora, diálogos que aluden a hechos ocurridos en otras películas y cosas así.
No tengo problema alguno con este tipo de fan service. Es una forma de
recompensar a los seguidores de la saga por sus conocimientos y su atención,
además de que contribuye a dar una sensación de continuidad.
Un ejemplo que me gusta en particular. En la original Alien,
cuando Kane tiene el abrazacaras, Parker insiste en que se intente congelar
al bicho para retirarlo. Esta sugerencia se queda en el aire; quizá sólo
sirve para mostrar que el resto de la tripulación no le hacía mucho caso a
Parker, porque era un obrero de un rango más bajo, lo que cuadra a la
perfección con los temas de clasismo que toca esa cinta. Bueno, pues después de
45 años a otro personaje se le ocurre la misma idea, la pone a prueba… ¡y
funciona! Aquí el tener presente lo que has visto en la película original mejora
tu apreciación de la nueva.
Pero hay otro tipo de referencia que es mucho más obvio,
imposible de ignorar. Me refiero a tomas, a veces escenas completas, que recrean
momentos icónicos de las películas clásicas, y hasta repiten textualmente
frases memorables. Éste es el tipo de fan service que ya me tiene harto,
porque me saca de una película.
El canal The Nerd Writer tiene un videoensayo en el
que explica el concepto de weaponized
intertextuality (que podríamos traducir como ‘intertextualidad
manipuladora’). Hace ya ocho años, el autor denunciaba cómo las
películas del Hollywood emplean referencias a otras versiones o entregas de
una misma franquicia, para provocar con poco esfuerzo una reacción emocional en el público. Al hacerlo, los estudios y realizadores se muestran incapaces de
crear personajes, relaciones y situaciones que puedan conectar emocionalmente con el público, y en cambio dependen de manipularlo con el recuerdo de otras
obras que sí pudieron crear esa conexión.
O sea, cuando Tyler le enseña a Rain a disparar imitando una
escena casi igual con Hicks y Ripley en Aliens, no me emociono ni me
conmuevo; me salgo de esta película para acordarme de otra que es mucho
mejor. Me queda claro que lo que Disney quería era algo así como absorber
por asociación el prestigio de las primeras películas.
Creo que la peor ofensa fue meter a la fuerza el “Get
away from her, you bitch!”, la línea más icónica de toda la saga, en boca
de un personaje que ni siquiera tiene sentido que la dijera. A mí me causó
grima, y es que hasta los fans de la peli admiten que eso fue ir demasiado
lejos. Siguiendo con los paralelismos con Star Wars, es el equivalente a que le dieran el “No. I am your father” a otro personaje que ni habla
así en un contexto en el que no tuviera sentido. Vaya, eso sí que es inclusión
forzada.
La otra ofensa grave de Romulus, aunque por otras
razones, fue el acto de nigromancia digital que se usó para traer de
vuelta al difunto actor Ian Holm, o más bien su aspecto y su voz, para dar vida
a un nuevo personaje androide. Hey, no me parece de forma alguna contradictorio
que haya otros androides que se parezcan al Ash de Alien; de hecho,
pienso que tiene sentido que fuera el modelo estándar para sintéticos que
trabajaran como científicos. En cuanto a coherencia interna, nada lo impide…
Pero tampoco lo exige. La cuestión es más bien de tipo ético, el repelús moral
que debería causarnos que se siga explotando la imagen de una persona
fallecida, cuando no había ninguna necesidad de hacerlo. Y que la familia
del actor haya dado el visto bueno lo hace un poco menos grave, pero no menos
cuestionable.
Varios fans han dicho ya que ese mismo personaje podría
haber tenido cualquier aspecto. Que, si querían un rostro conocido, bien podría
haber sido el de Michael Fassbender o el de Lance Henriksen, que siguen con
vida. En efecto, yo sospecho que originalmente Rook fue concebido para
Henriksen. ¿Qué me hace pensar eso? Los nombres. Acuérdense del ajedrez:
Bishop se traduce como ‘alfil’; mientras que Rook es la torre.
De hecho, me he quedado pensando en si Romulus
tendría que haber sido una ‘intercuela’, colocada narrativamente entre Alien
y Aliens. La mismita historia podría haber ocurrido después de la
segunda o de la tercera película, o como un spin-off sin relación. Me parece
que la colocaron entre las dos mejores y más populares con el objeto de parasitar
su grandeza.
¿Recuerdan lo que les decía de Big Chap? No había ninguna
necesidad de traer al mismo xenomorfo individual de la primera película.
Sabemos que LV-426 no es el planeta de origen de los aliens y Weyland-Yutani
bien podría haber encontrado alguno en otro rincón de la galaxia. ¿Qué caso
tiene traerlo de vuelta? Sobre todo cuando el resultado de hacerlo es quitarle
fuerza a ese momento climático y catártico al final de Alien. Nos
están diciendo que Ripley, nuestra heroína, no mató a su terrible antagonista
en esa escena; le quitan el puesto como el primer ser humano en lograr esa
hazaña. Y encima nos revelan que uno de los monstruos más emblemáticos de la
historia del cine murió quién sabe cómo, fuera de cámaras, entre una película y
la otra. Pero no se preocupen, que eso lo explican en un cómic de Marvel. “Somehow,
Big Chap has returned”.
Ninguna de estas decisiones era necesaria. Es decir, Romulus
es una película bastante sólida, no es un producto mediocre que precisara
recurrir a estos ardides para obtener alguna respuesta de la audiencia. A mi
gusto, estas decisiones, que sospecho fueron tomadas por los estudios, no
sólo no suman, sino que le restan a la película. Aunque, por otro lado, tenemos
una generación de chavorrucos nostálgicos que han sido educados para creer que
una película es buena cuando tiene muchas referencias y cameos, así que supongo
que a los estudios les va a redituar.
Pero, además, nada de esto no ocurre en el vacío. Este 2024
las carteleras se llenaron de superproducciones que capitalizaron la nostalgia
por franquicias iniciadas hace décadas. Meses atrás, Disney anunció que, en
cuanto animación, no habría más ‘proyectos personales’ como Lucca o
Turning Red, sino más secuelas de éxitos como Toy Story, Frozen
y hasta Ice Age. Es el mismo año en que se anunció el regreso de
Robert Downey Jr. y los hermanos Russo al Universo Cinemático Marvel; el
año en que canceló la serie The Acolyte de la franquicia de Star Wars.
El mensaje es claro: se acabó la experimentación, de ahora en adelante sólo
volveremos a ver más de lo mismo. Y el público rompe en aplausos.
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Todo esto apareció en 2024 |
Los apólogos dicen que los estudios sólo dan al público lo
que quiere y que no se les puede reprochar eso. Es demanda y oferta. Pero la
cosa no es tan sencilla. Las corporaciones no están simplemente respondiendo a
los deseos de las audiencias, surgidos espontáneamente del fondo de sus almas.
Hay una retroalimentación, un círculo vicioso en el que lo que se produce
contribuye a moldear el gusto del público. La única forma de romper el ciclo es
cuando artistas y productores osados apuestan por algo nuevo, a riesgo de que
no sea un éxito de inmediato, algo difícil que suceda cuando la mayor parte
de la industria está en manos de unas pocas compañías alérgicas a la
experimentación.
El resultado es un estancamiento de la cultura. Y sí, la
queja de que “el cine está muriendo” es bastante exageradilla y tiene un
regusto rancio; es su propia forma de nostalgia. Grandes y originales películas
hay y siempre habrá. Pero es cierto que los productos de esa tendencia dominante
a la homogeneización y regurgitación cultural consume muchos recursos y
talentos, y acapara los espacios y la atención. Lo que la existencia y el éxito de Romulus me dice es que una película como la original Alien no podría hacerse hoy.
III
Lo que hay de cariñoso y de moral en la naturaleza de la mujer se vuelve el
instrumento de su esclavización y de su miseria
Peeero, la verdad es que Romulus no es exactamente el
The Force Awakens de Alien. Para empezar, es mejor película, no
sólo porque Fede Álvarez es un más talentoso cineasta que J.J. Abrams, sino
porque entiende Alien mucho mejor de lo que aquél entiende Star Wars.
Y, a pesar de la nostalgia y las referencias, tampoco es completamente
derivativa, sino que sí se atreve a probar cosas nuevas y a expandir los temas
planteados tanto por las películas originales como por las precuelas. En ese
sentido, Romulus se acerca a ser el Rogue One de esta serie.
Un ejemplo de algo que implica a la vez continuidad y
expansión: si Covenant había trabajado con parejas de cónyuges, Romulus
explora relaciones de hermandad, pues los seis personajes principales
son parejas de hermanos, ya sea por sangre o crianza. Esto da sentido a la
elección del título, referencia a Rómulo y Remo, los gemelos fundadores de
Roma, y continúa con la tradición iniciada por Scott de hacer referencias a
la mitología y la religión. Adquiere todavía más sentido cuando entendemos que
precisamente Romulus y Remus son los nombres de cada mitad
modular de la estación Renacimiento, donde Weyland-Yutani pretendía
establecer una nueva fundación para la humanidad como el inicio de un imperio
que se extienda por las estrellas. Todo muy bien pensado.
Se puede apreciar el talento creativo de Álvarez sobre
todo en el diseño de varias de sus secuencias de acción, suspenso u horror (a
menudo una mezcla de las tres). Secuencias como la del ataque de los
abrazacaras en el cuarto rojo o la de la sangre ácida en gravedad cero no sólo
están armadas de una forma increíble, sino que crean tensión y espanto de
formas nuevas que no se habían visto antes en esta saga.
También introduce un nuevo elemento al ciclo de vida del
xenomorfo, el capullo. Antes sólo habíamos visto al quebrantapechos
salir de su anfitrión y esconderse para luego aparecer como un adulto. Ahora
sabemos que esa metamorfosis se da en una especie de pupa que el monstruo crea
pegada a la pared. Y ese momento en el que el alien emerge de su crisálida
lentamente y se va estirando poco a poco está chulísimo por todas partes. El
capullo ha sido llamado por los fans ‘wallgina’, por su aspecto que
recuerda los labios de una vulva. Lo cual nos lleva a hablar de cómo Álvarez no
sólo continuó, sino que expandió otro de los temas principales de la serie: el
horror de la violencia sexual.
Ya habíamos visto que el xenomorfo está diseñado adrede para
ser una metáfora de la violación y el parto forzado. Todo alrededor del
monstruo se construye con una imaginería agresivamente genital, desde la
criatura física con sus formas fálicas, hasta sus colmenas que evocan canales
vaginales. Es obvio que el asalto de un abrazacaras remite a propósito a una
felación forzada, pero nunca había estado tan claro como en las escenas de Romulus
en que el ‘falo’ del bicho entra visiblemente en la boca de sus víctimas.
Relacionado con lo anterior está el tema de la maternidad,
la elegida y la forzada. Que el emerger de un revientapechos es como un parto
violento resulta bastante obvio; el monstruo representa la maternidad
forzada en una sociedad que todavía pretende decidir sobre los cuerpos de
las mujeres. Esto es sobre todo más claro en Alien3, en que Ripley
prefiere destruirse antes que “dar a luz” a la reina alien que lleva dentro y
que la corporación quiere obligarle a parir. En contraste está la maternidad
elegida libremente por Ripley en Aliens, en que adopta a Newt y la
protege con toda ferocidad, pero también con enorme ternura.
Y luego tenemos las dos escenas que hacen alegorías poco
sutiles del aborto, como procesos dolorosos y traumáticos, pero necesarios
para salvar y liberar a las heroínas. Una es más metafórica, en Resurrection,
cuando Ripley tiene que matar a su ‘hijo’, el monstruo híbrido, y para ello
abre un agujero en la ventana de la nave, que lo succiona al vacío del espacio
y lo despedaza. La otra es todavía más literal, en Prometheus, cuando
Elizabeth se somete a una cirugía mecanizada para extraerse al monstruoso Trilobite
que crecía en su vientre.
En Romulus, Kay, una chica embarazada, es la única en
atestiguar la muerte de Navarro cuando el revientapechos sale de ella. Incluso
cuando es deseado, un embarazo pone presiones enormes sobre el cuerpo de una
mujer (o cualquier persona gestante) y un parto es un proceso doloroso y
arriesgado; no por nada antes de la medicina moderna era una de las causas
de muerte más comunes para las mujeres (y lo sigue siendo en comunidades
empobrecidas).
Y es que en Romulus se explora un tercer tipo de
maternidad: la robada. Kay ha decidido tener a su bebé, y de hecho su
motivación principal para huir de la colonia es buscar un mejor lugar para
ambos. Weyland-Yutani le arrebata lo que tendría que haber sido una experiencia
difícil pero hermosa. Mediante engaños, Rook, que encarna la frialdad maquinal
de la corporación, convence a Kay de infectarse con el líquido negro, lo que
transforma a su bebé en un monstruo.
Con menos mutaciones, algo similar le sucede a millones de
madres alrededor del mundo, pues el sistema laboral le ‘roba’ a sus criaturas.
Madres de clase trabajadora tienen que dejar pronto a sus bebés para
reincorporarse a la fuerza laboral, sin poder atenderlos tan cercanamente como
ambos lo necesitan. Además, los niños se ven obligados a trabajar ellos mismos
apenas tienen la edad suficiente para completar las exiguas ganancias
familiares. Y si están pensando que esto sólo ocurre en lugares muy jodidos del
‘tercer mundo’, tengan en cuenta que Estados Unidos es el único país
desarrollado en el que no
existen los permisos de maternidad remunerados, y en donde hoy se
discute desregular el trabajo infantil. La tierra de la libertad, en
efecto.
IV
La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización
del mundo de las cosas.
Pues sí, el mensaje de Alien siempre ha sido
anticapitalista, o por lo menos crítico de las grandes corporaciones
capitalistas. La todopoderosa corporación Weyland-Yutani es, en muchos
sentidos, el verdadero villano de la serie. Los xenomorfos son animales que
actúan principalmente por instinto; son letales y horribles, pero es la
ambición de la compañía y su monstruosa indiferencia por la vida humana lo que
arroja una y otra vez a las personas a las garras de las bestias.
Weyland-Yutani es una entidad tan poderosa que, como
algunas megacorporaciones actuales, rivaliza con los estados-nación del
mundo. Por lo que estuve investigando, en el canon no está del todo claro
si los Marines Coloniales son propiedad de la compañía o de alguna entidad
estatal. No importa, pues de todas formas la corporación tiene control directo
total sobre estas tropas, que están al servicio de sus intereses. Su mismo
nombre nos recuerda que la expansión militar y la violencia colonialista
de Europa y Estados Unidos sobre el resto del mundo estuvo y siguen estando
motivadas por los intereses de sus corporaciones capitalistas.
Por cierto, no se supone que admiremos a los Marines
Coloniales cual héroes, como pretendían los comerciales de juguetes que veíamos
de chavales. A lo mucho, se supone que sintamos piedad por estos hombres y
mujeres, que son desechados como carne de cañón en los proyectos imperialistas de
la compañía.
Como pilón, en Alien3 la historia
transcurre en un planetoide que es una prisión privada de Weyland-Yutani.
Hoy en día, en algunos países, corporaciones
capitalistas son dueñas de prisiones, y cabildean para que los gobiernos
pasen leyes que hagan más lucrativo ese negocio.
Llegamos a Romulus, donde vemos por primera vez la
vida de los obreros en las colonias mineras, donde tienen que enfrentar
condiciones terribles para saldar sus deudas con la compañía, mismas que pueden
aumentarse de forma arbitraria hasta volverse impagables. Álvarez y Sayagues,
como latinoamericanos, seguro que tuvieron en mente las colonias industriales
(‘company towns’)
estadounidenses en nuestros países, ciudades que eran por completo propiedad de
las corporaciones capitalistas, a las cuales gobernaban como estados
independientes.
El sueño de nuestros protagonistas es escapar hacia una
comunidad que sea libre de las garras de la corporación, un lugar donde se
pueda ver la luz del sol. Saben muy bien que Weyland-Yutani nunca hará nada
para que puedan mejorar sus vidas. De nuevo, como latinoamericanos, esta
historia pega muy duro. Miles de nuestros compatriotas tienen que emigrar todos
los años para huir de la miseria y la violencia… Irónicamente, hacia tierras
que han logrado prosperar gracias a las mismas políticas que tienen a nuestros
países sumidos en la miseria y la violencia.
Tampoco es casualidad que los protagonistas de Romulus
sean jóvenes. Son la generación Z, la que ha venido a un mundo con pocas esperanzas,
en el que décadas de capitalismo salvaje les aseguran que tendrán una vida peor
que las de sus padres y de sus abuelos.
En Romulus la intención de Weyland-Yutani, si le
creemos a Rook, es usar el líquido negro para mejorar la resistencia de los
trabajadores en las colonias espaciales, porque estaban muriendo en grandes
números debido a las condiciones adversas, como epidemias, exposición a
sustancias tóxicas, etcétera. Mas el objetivo no es ayudar a la humanidad, sino
mantener a la mano de obra trabajando. Weyland-Yutani no quiere cambiar
las condiciones horribles que causan la mala calidad de vida y las numerosas
muertes de los trabajadores; quiere darles una medicina a para que puedan
seguir produciendo y enriqueciendo a la compañía.
Como el capitalismo actual, que crea las
condiciones que nos sumen en la depresión, la ansiedad y otros
padecimientos mentales, y que luego nos llena de medicamentos (pagados de
nuestro sueldo) y nos invita a practicar el autocuidado (en nuestro tiempo
libre), para que luego podamos seguir trabajando y consumiendo, pues ésa
es una inversión más redituable que cambiar las condiciones de explotación y precariedad
económica.
Ok, el capitalismo es muy malo, pero ¿es una entidad de
horror cósmico? Meh, sería exagerado ir tan lejos… ¿o no? Ok, síganme la
corriente un momento. Ante entidades como las megacorporaciones, como sistemas
financieros completos, ¿qué puede hacer un simple individuo? ¿Qué opciones tiene, más allá de elegir
nimiedades como qué marca de cereal o de fast fashion comprar?
¿Te has endeudado con un banco? ¿Has tratado de hacer valer
tus derechos como cliente frente a una empresa? ¿Has tratado de negociar tus
condiciones laborales con la compañía que te emplea? ¿Has visto a tu gobierno
pasar leyes y políticas que favorecen a las corporaciones sin que puedas hacer
nada al respecto? Entonces has sentido esa pequeñez, esa insignificancia e
indefensión ante una entidad que es mucho más grande que tú.
El capitalismo se convierte en algo parecido a un horror
cósmico en cuanto a que reduce a los individuos a la insignificancia,
cuando los usa y desecha como harían deidades inmisericordes. Lo cual es
irónico teniendo en cuenta que los fans del capitalismo cacarean mucho su
respeto por la individualidad.
Bueno, esto no es exclusivo del capitalismo. Otros
sistemas a lo largo de la historia han sido tanto o más opresivos. Convierten
el trabajo y el conocimiento de la colectividad en poder para ser ejercido por
una élite. Esa insignificancia e indefensión que sentimos ante las
corporaciones actuales también las experimentaríamos ante un estado totalitario
con un gobierno absoluto, y sería igual de aterrador.
Hay, con todo, una diferencia importante: sólo el
capitalismo tiene la necesidad del crecimiento infinito. Requiere crecer
para sobrevivir; aunque ese crecimiento agote los recursos y destruya los
ecosistemas de la Tierra, aunque una corporación ya tenga más poder que el que
ni siquiera los imperios de antaño habrían soñado, tiene que seguir creciendo o
morirá. Justo igual que el xenomorfo, que tiene el único impulso de
reproducirse y eliminar a todas las otras formas de vida. Entonces, como un
tumor cósmico, Weyland-Yutani se extiende por incontables mundos estableciendo
su autoridad, saqueando sus minerales, explotando a más y más personas.
Bien, pero no exageremos. A diferencia de los horrores
cósmicos, el capitalismo es una creación humana y puede ser desmantelado
por los seres humanos, aunque sólo a través de enormes esfuerzos colectivos y
de procesos graduales.
Ahora bien, yo creo que, como género narrativo, el horror cósmico cumple una función: nos recuerda nuestra pequeñez e insignificancia en el cosmos. Pero tras un desconcierto, vértigo o hasta pánico inicial, un poco de reflexión sosegada nos ayuda a resignarnos a ello. De hecho, puede ser liberador. Miren, yo soy ateo. Hace mucho que hice las paces con la convicción de que no existe ninguna entidad poderosa y benévola que nos esté cuidando ni guiando, y de que la mente humana individual se extingue cuando perece el cuerpo. No encuentro perturbador reconocer que la vida no tiene un propósito ni un sentido predeterminados. Pues si bien puede ser que los seres humanos no seamos nada frente al universo, somos el mundo los unos para los otros. Mis seres queridos son mi universo, y eso es lo que importa.
Por otro lado, el capitalismo, a diferencia de las fuerzas que dominan el cosmos, no tendría que ser inevitable. Las
cosas podrían ser diferentes; tanto sufrimiento, explotación y destrucción
podrían evitarse… Pero no sucede. El capitalismo no es, como la ley de la
entropía, un hecho ineludible del universo, pero yo, como individuo, estoy casi
tan indefenso ante él como lo estoy ante la entropía. Y eso me causa un horror
mayor que pensar en bestias extraterrestres esperando en los rincones oscuros
del espacio profundo.
Hay microplásticos en nuestra sangre, especies completas se
están extinguiendo, los glaciares se derriten, los océanos arden y los
arrecifes mueren. Ni siquiera los hombres más poderosos, en cuanto individuos,
pueden detener esto. Frente a la destrucción de nuestro mundo, una persona
sola es tan insignificante como frente a un agujero negro, una tormenta de
radiación cósmica o una deidad primigenia que despierta de su letargo.
Cuando se supo que Disney sería el nuevo dueño de Alien,
el temor entre parte de los fans no era que una sola corporación se estuviera
haciendo con tantos medios; era que no fueran a arruinar la franquicia volviéndola
‘progre’. Si contratas su servicio de streaming, Disney
te obliga a renunciar a demandarlos si alguien de tu familia muere en
alguno de sus parques. Pero todo está bien mientras no sigan metiendo mujeres
negras en las películas.
Disney se perfila para convertirse en la Weyland-Yutani
del entretenimiento, y nos muestra que ni la muerte de un actor la detendrá
de explotar su imagen y su voz para seguir extrayendo valor. El público celebra
que el monopolio de la imaginación permitirá crossovers divertidos y aplaude a
rabiar cameos y referencias, mientras el planeta agoniza incapaz de restaurar
los recursos que extraemos de él, mientras miles perecen en guerras
imperialistas patrocinadas por las corporaciones, y millones agonizan en la
miseria en un mundo que desperdicia la abundancia.
Y muchas veces sientes que lo único que puedes hacer es
denunciar las mismas injusticias, rugir la misma rabia, clamar al vacío, pero
sin hacer mella en esta entidad inefable, en este monstruo de tentáculos
infinitos. Vives en el capitalismo tardío y aquí nadie escuchará tus gritos.
FIN
¡Adivinaste! Las citas con las que inicia cada sección de este ensayo son todas de Karl Marx. Le eché un montón de trabajo a esta serie, por lo que tardé más de lo usual en publicarla. Espero que sea de tu agrado. Quiero agradecer a mis mecenas de Patreon por su apoyo y su paciencia. Ya toca enlistarles de nuevo:
- J. Emilio Rodríguez
- DadaDan
- Monte S
- Claudia Jimenez Teutli
- Aswang
- Berenice
- Jolex41
- Yussef Ríos
- Rodrigo Cervantes
- Marcos
- Emmanuel Vera Prestado
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