Una vez, cuando yo estaba en la prepa, el mojigato que nos daba las clases de “formación humana y cristiana” se aventó un despotrique como de una hora contra la Generación X. Nosotros éramos demasiado jóvenes para ser GenX, pero en ese entonces no se había inventado la palabra Millennial para denostarnos, y para el pelón éste toda la gente más joven que él mismo era una sola cosa. Así, se la pasó refunfuñando sobre cómo éramos la peor generación de la historia, sin valores, sin ideales, apáticos y consumistas, y que además no habíamos sido capaces de crear nada nuevo, “ni un solo género musical”, según él, como si el grunge no existiera.
Siempre me
acuerdo de aquel mequetrefe cuando llegan las inevitables cantaletas sobre “los
jóvenes de hoy en día”. Estaba en mi mente cuando, años después, como
jóvenes adultos, el mundo nos dio un nuevo nombre, y los Millennials nos
convertimos en el chivo expiatorio para todos los males de la humanidad. Ya
saben, generación de cristal y así. Vaya,
hasta la tontería de usar el nombre de una generación para decir “jovenzuelos”
se repitió y a su debido tiempo me encontré con Millennials treintones llamando
“Millennials” a los adolescentes.
Llegamos al día
de hoy, en que los nuevos adultos se quejan de los más jóvenes, como sus
padres y abuelos se quejaron de ellos. Así, no es raro toparse me topo con
contenidos en línea que se quejan de la GenZ, o hasta de la Generación Alpha,
de la que los más grandes son chamaquitos de secundaria.
Uff, paréntesis
aclaratorio: Aunque uso los nombres coloquiales de las generaciones por
comodidad y porque creo que la mayoría de quienes me leen los entenderán, estoy
muy consciente de que se trata de un invento muy gringo y que sólo muy a
grandes rasgos corresponde a nuestra realidad latinoamericana. Además, uno de
los puntos de este mamotreto es precisamente combatir la idea de que cada
generación es esencialmente así o asá.
Como sea, basta
revisar un poco de literatura para darnos cuenta de que
las generaciones mayores siempre se han quejado contra las más jóvenes, y
que siempre son más o menos las mismas quejas: los jóvenes de hoy en día
son flojos, egocéntricos, mimados, hedonistas, poco viriles, irrespetuosos con
sus mayores, carentes de habilidades básicas…
La pregunta ¿cómo
logramos romper ese ciclo? Y también, ¿por qué no lo hemos hecho? Cuando empecé
a ver a los GenX quejarse de los Millennials, y después a éstos quejarse de los
GenZ, me quedé a la vez estupefacto y decepcionado. ¿No recuerdas cuando
los más grandes decían estas cosas de ti? ¿O acaso crees que tus mayores
estaban equivocados sobre los defectos de tu generación, pero tú sí estás en lo
correcto sobre los defectos de las más jóvenes?
Esta forma tan
obtusa de ver el mundo me desespera. Si después de tantos años de haber vivido
en esta tierra de Dios no has aprendido el viejo refrán “como te ves me vi,
como me ves te veras”, entonces ¿qué aprendiste? ¿O sólo vas por la vida repitiendo
los mismos patrones y actitudes de las generaciones anteriores sin
cuestionarlos? Y tratándose de la GenX en adelante me parece más imperdonable
que las anteriores, porque han sido éstas las que han tenido un mayor acceso a
la educación y a la información, las que han experimentado mayores
transformaciones sociales y tecnológicas, las que han tenido la oportunidad de
darse cuenta de que el cambio es la única constante en la existencia, de
que todo varía muchísimo a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo.
Es que de
verdad no entiendo cómo alguien puede vivir en este mundo por -digamos- treinta
años sin darse cuenta de que modas y tendencias vienen y van, que
algunas nos parecerán feas, ridículas y hasta repugnantes, pero ninguna trae
el fin de la civilización.
Esto se conoce
como cronocentrismo o, como a mí me gusta decirle, “provincianismo
generacional”. El provincianismo es creer que las cosas como son en tu
pequeña parcela del mundo son lo normal, lo correcto, lo mejor, lo que todos
deberían hacer. Lo opuesto es el cosmopolitismo, el reconocimiento y la
apertura a diferentes culturas y formas de ver la realidad. Bueno, pues el
provincianismo generacional es cuando alguien piensa que lo de “sus tiempos” es
lo normal, lo mejor, etcétera. Es el “todas las generaciones están mal,
excepto la mía” del abuelo Simpson.
La cosa es que
de hecho esto no sólo le pasa a los mayores. Muchas veces los más jóvenes
tienden a creer que están inventando el hilo negro, que las cosas de tiempos
pasados carecen de valor, que todo lo viejo es aburrido, soso o moralmente
repudiable. Es natural, pues no conocen otra cosa más que su presente.
Creo que se les debe dar a conocer las perspectivas y experiencias de tiempos
pasados, para que vayan ampliando su visión del mundo, pero no se puede esperar
que las aprecien, o que siquiera las conozcan, si no hay un aprendizaje de por
medio.
Los que no
tienen excusa para estas actitudes son los rucos que ya vieron ir y venir
tantas cosas y siguen pensando que “lo suyo” es el único parámetro para
medir el mundo. Y es absurdo que los mayores se burlen de que los jóvenes no
conozcan cosas que nadie les enseñó. No, tío, no tienes ningún mérito por saber
utilizar un aparato que era cotidiano en tu tiempo y que ahora ha caído en
desuso, ni por conocer una banda que era lo más mainstream en tu juventud. No
eres más inteligente ni más chingón; sólo existías en ese momento.
Ni le quita valor al chaval que no sabe nada de eso.
Una vez escuché
a Adam Connover
decir algo sobre la tecnología que creo que aplica muy bien a tendencias
sociales y culturales de cualquier tipo. Lo que estaba ahí cuando tú naciste o llegó
cuando apenas adquirías consciencia, te parece lo normal, lo habitual, aquello
sin lo que no imaginas la vida. Lo que llega cuando eres adolescente o joven, te
parece fresco y emocionante, un anuncio del futuro, y al comprenderlo
tienes, por primera vez, una ventaja sobre tus mayores, que hasta entonces eran
quienes lo sabían y lo explicaban todo. Pero lo que llega cuando ya estás
envejeciendo te asusta, te parece una amenaza, ya no quieres que nada
cambie más.
¿Son los jóvenes pendejos? Sí, un poco. Es decir, creo que hasta el más listo y sabio de nosotros reconocerá que a los 17 años estaba medio idiota. Es natural, dada la falta de experiencias, de conocimientos y de maduración del sistema nervioso. Pero no pasa nada, que para eso se es joven, para cagarla y aprender de ello. Lo que es un error es pensar que tú eras más listo a los 17 que el chaval que tiene 17 ahora. Ése es otro sesgo: pensar que tus cualidades (o las que te gusta creer que son tus cualidades) actuales son las mismas que tenías cuando eras chamaco, y juzgar con ese estándar personal imaginario a los chamacos de hoy en día. Y también hay muchísimo joven que es bastante más listo que la mayoría de rucos con los que se topa.
Es cierto que
algunas actitudes, valores y creencias tienden a ser más comunes en unas
generaciones que en otras. Los millennials y zoomers tienden a ser más
progresistas temas de género que las generaciones anteriores. Pero ojo, que
éstas son generalidades, no reglas. Tampoco he de negar que hay ciertas estupideces
que son más propias de ciertos grupos generacionales que de otros. A mí
me exaspera que millennials y zoomers hayan resucitado la astrología, el tarot
y otras supercherías que ya habían pasado de moda. Pero hey, los boomers son
los que más caen en imágenes
engañabobos generadas con IA.
La realidad
sobre el pasado y el presente es que hoy algunas cosas son mejores, algunas
cosas están peor, otras sólo son diferentes. Vivimos en un mundo en el que
la tecnología nos permite un acceso al conocimiento, la información y la
cultura de forma que era inconcebible hace décadas. Pero hay también hay
desinformación y vigilancia masiva. Los avances en materia de igualdad de géneros
y aceptación de las personas de la diversidad sexual han sido increíbles desde
que yo era niño. Pero hay también hay movimientos reaccionarios muy fuertes que
quieren echar para atrás esos avances.
Los desastres
ocasionados por el cambio climático están peor que nunca y seguirán empeorando
por algún tiempo. Pero los esfuerzos para combatirlo son hoy mucho más intensos
y ya se están viendo resultados; las proyecciones de lo que habría pasado si de
verdad no se hubiera hecho nada eran mucho peores. Las clases trabajadoras
están hoy más precarizadas que en el pasado, pero también surgen movimientos
por los derechos laborales como no se habían visto en décadas. Una de cal,
una de arena. Y con todo, yo sí creo que la tendencia de la historia humana
es a estar un poquito mejor cada vez, y que habremos de superar estas crisis.
Creo que una
persona mayor que se quejara de cosas como el aumento de la inseguridad, del
tráfico o de la contaminación estaría en lo correcto, en especial si vive en
una ciudad que ha crecido mucho a lo largo de las últimas décadas (como mi
natal Mérida). También estaría en lo correcto si apuntara que antes los
salarios alcanzaban para más, que la vida no era tan cara, o que las
cosas se hacían para durar.
Pero aun en
esos casos existe entre la gente mayor una tendencia a ignorar las causas
sistémicas de los problemas, como lo son cuarenta putos años de puto
neoliberalismo. En cambio, culparán a un ambiguo deterioro en la calidad de las
personas: las cosas están mal porque la gente ya no es como antes, ya no tiene
los mismos valores o la misma fortaleza. Je, como si la gente rica y poderosa que toma las decisiones en este mundo no fueran principalmente señoros polvosos.
Como dije, el
provincianismo generacional no sólo es cosa de ancianos. Cuando éramos más
jóvenes, los millennials progres tendían a estar fastidiosamente convencidos
de su propia superioridad moral, a creerse la primera generación que realmente
estaba en lo correcto respecto a absolutamente todo. Me tocó verlos
menospreciar los esfuerzos y luchas de generaciones anteriores por no ser lo
suficientemente progres, sin tener en cuenta que, si entonces podían ver más
lejos, era porque se estaban parando sobre los hombros de quienes les
precedieron. Y nótese que no digo los millennials, sino específicamente
el subconjunto de los millenials progres, a quienes parecía
gustarles creer que ser de una generación y poseer superioridad moral eran una
misma cosa, y se complacían en ignorar que nuestra generación también dio montones y montones
de reaccionarios, conservadores y peña indiferente.
Esto llegó a
tal punto que creían que todo lo relacionado a su época era inherentemente
progre y por lo tanto moralmente superior. Si generaciones anteriores
rechazaban lo más viejo porque era soso o aburrido, los millennials progres,
que necesitaban reafirmar su superioridad moral como parte ineludible de su
identidad, rechazaban lo viejo por “problemático”. Y a veces tenían razón, pero
otras no tanto. Una vez escuché una muy confusa defensa del reguetón: los millennials
tienen valores progresistas, el reguetón está de moda entre los millennials,
luego el reguetón es progre. También se mencionaba que rechazar el reguetón era
una forma de adultocentrismo, lo que ni venía al caso, porque los millennials
ya eran todos adultos para ese momento… Pero si no metes de cajón el nombre de
alguna forma de opresión en la defensa de tus gustos, ¿eres realmente un
millennial progre?
Entre
paréntesis, ustedes saben que no me gusta el reguetón y no voy a fingir lo
contrario. Pero también sé que no representa el fin del mundo, ni de la
buena música, ni de los valores occidentales, ni nada. Quienes se veían
ridículos eran los rockeros y metaleros rasgándose las vestiduras, olvidando
que la generación de sus padres también se escandalizaba por el rock y el
metal. Muchos rockerillos no entienden que lo sucedió es que su música pasó de
ser contracultural a ser mainstream, a ser canónica, y finalmente a ser de
nicho. Vaya, como le pasó al jazz. Pero de nuevo, para captar esto hay que
tener perspectiva, estar conscientes del paso del tiempo y de los cambios que
se inevitablemente se dan.
Cuando los
zoomers comenzaron a crecer y a expresar sus propias ideas, algunos millennials
progres adoptaron la actitud opuesta a la que las generaciones pasadas tuvieron
con ellos. Esto era necesario para mantener la narrativa de superioridad
moral generacional: los millennials progres tenían que rendirse a la
superioridad de los zoomers, y entonces se deshacían en zalamerías patéticas,
tratándolos como héroes y rayos de esperanza, cuando la realidad es que también
entre ellos hay fachos, progres, pendejos, genios y normis.
Y es que
también me parecen patéticos esos rucos que reniegan de todo lo de su propia
generación y se ponen a mamar con lo de los jóvenes, como queriendo decir “miren,
yo soy un ruco de los buenos, yo sí estoy en onda con ustedes”. Carajo, si
no fingía que me gustaban las cosas de adolescentes cuando yo era adolescente,
no voy a empezar a hacerlo ahora. Lo cierto es que cosas bien estúpidas se han
puesto y se seguirán poniendo de moda. Ahora que sí a ti te gustan
sinceramente, pues adelante, que mi opinión de valga cacahuate. O sea, tienes
derecho a que te guste o no lo que sea, independientemente de si está de moda o
ya pasó.
Por su parte,
otros millennials han seguido el curso tradicional de convertirse en viejos
rancios y rabiar contra los jóvenes. En fin, todas esas son formas de
provincianismo generacional, que sólo se quita sacando la cabeza del
ombligo.
Miren, yo soy una persona profundamente nostálgica. Ya desde que era un niño en los 90 echaba de menos las caricaturas de los 80, y así con cada década. Debe ser simplemente mi temperamento. Me regodeo en visitar y revisitar la música, las series, videojuegos y películas de décadas anteriores y me emociono cuando las comparto con mis hijos. Me encanta todo ese arte nostálgico-hautológico como el vaporwave y el synthwave. Me fascina leer y hacer análisis de aquellos productos culturales del pasado y de la cultura nostálgica actual. Pero estoy consciente de que nada de eso es necesariamente mejor que lo de ahora sólo por ser “de mis tiempos”. Estoy contento con poder ver Thundercats cuando me apetezca; no necesito que lo que sale hoy en día sea igual que Thundercats.
Veamos un ejemplo.
A mí me gusta mucho ver caricaturas, y claro que atesoro las que formaron parte
de mi infancia y mi adolescencia. Pero también creo que los dosmildieces
fueron una época dorada para las series animadas, probablemente la mejor
desde que tengo consciencia. Y en medio de ese apogeo cultural, aparecían
quejas de señores treintones y cuarentones comparándolas negativamente con las
caricaturas “de antaño”.
En el siguiente meme,
que le vi compartir a un genX, “las de antes” incluye como 70 años de la
historia de la animación, y “las de ahora” tienen sólo cuatro ejemplos, que
además no son imágenes originales de sus respectivas series. Estos contrastes
siempre tienen mucho cherry picking. Como la eterna queja de todo señor
rancio es que el mundo actual se está “mariconizando”, les da por hacer
comparaciones todas pendejas como Dragon Ball Z contra Bluey.
A ver, pedazo de carcamán, a Bluey la comparas con Bosque Mágico y
a Dragon Ball Z con Attack on Titan y a ver si sigue cuadrando tu
narrativa de que “antes todo era mejor”.
Creo, eso sí,
que ciertas expresiones culturales pasan por buenos y malos momentos;
que algunas tendencias llegan a un punto de agotamiento y que podemos decir con
confianza que más tarde no fueron tan buenas como antes. Por ejemplo, creo que Los
Simpson nunca ha sido tan bueno como llegó a serlo en los 90; Tim Burton,
quien fuera mi director favorito en la adolescencia, no ha podido ser tan bueno
en el siglo XXI como lo fue en el anterior. Pero eso aplica para corrientes,
creadores o franquicias específicas, no para artes completas como lo son la
animación o el cine. E incluso así es posible que haya repuntes; hoy por hoy se
dice que Los Simpson están viviendo un renacimiento y que Burton ha
regresado a su antigua gloria con la secuela de Beetlejuice.
También creo
que la cultura de cada época es única, y que por eso vale la pena
conocerla. Los cuentos góticos del siglo XIX, los cómics de los 30, la ciencia
ficción de los 50, el rock de los 60 y 70, el cine de terror de los 80, el
Internet de los primeros dosmiles… Cada momento tuvo su propia identidad, y por
eso es irrepetible e irremplazable. Conocer las diversas expresiones del
espíritu humano en el pasado es una forma de expandir nuestra visión y
comprensión del mundo. Y también aplica para lo nuevo: cerrarte a ello es como quedarte por siempre en el mismo metro cuadrado en el que naciste. Aunque claro, la vida es corta, y nadie se puede dar la
tarea de conocer a profundidad toda la cultura de la historia de la humanidad.
Necesariamente conectaremos con unas cosas más que con otras y lo más probable
es que esa conexión esté influida por la proximidad temporal y geográfica.
Para ser
sinceros, hay muchos individuos que no pueden distinguir entre algo que es
bueno y algo que les gustó nomás porque lo vieron cuando eran unos mocosos
sin criterio. Y así tienes a gente que te dice sin vergüenza que ama Chicken
Little. Y el otro día un chavorruco se quejaba de que por culpa de la corrección política ya no hacen cosas farsescas y vulgarsonas tipo Una loca película de superhéroes. Ah chinga, pues qué bueno, porque esos churros eran lo más pedestre y oligofrénico que la comedia de principios de este siglo
tenía para ofrecer. Ya sé, dije que cada quien tiene derecho a que le guste lo
que sea, pero eso no evitará que yo le juzgue por eso.
¿Por qué
creemos que todo tiempo pasado fue mejor? Bueno, pues porque conforme
envejecemos tenemos más problemas, más preocupaciones, nos han lastimado y
decepcionado más, y estamos más conscientes de que el mundo no es color de
rosa. Y además tendemos a minimizar las cosas malas de nuestra infancia y
adolescencia, y a idealizar las buenas. Se le llama retrospección
idílica o, como a mí me gusta decirle, falacia del paraíso
perdido. Es por eso que la gente tiende a volverse más conservadora con la
edad. Eso lo sé y aun así me saca de onda ver a mis coetáneos, aquéllos que
escuchaban a Marilyn Manson, escandalizarse porque ahora permitan a los
estudiantes traer las greñas pintadas a la escuela.
Ya hemos visto
antes cómo estas
quejas sobre la “mariconización” no solamente son absurdas, sino que pueden
llevar a ideologías destructivas. La narrativa de la decadencia
es parte fundamental del pensamiento reaccionario, sobre todo en cuanto
se considera como negativo el avance de los derechos de grupos oprimidos, la
reducción de la agresividad en las relaciones interpersonales o la erosión del
autoritarismo arbitrario: todo era mejor cuando los “inferiores” o los “desviados”
conocían su lugar y hay que regresarlos a él, por la violencia si es necesario.
Yo sé que
muchos cuarentones y cincuentones no son realmente reaccionarios, pero
sí que se han vuelto viejos rancios, ancianos gritándole a las
nubes, alarmados por una decadencia imaginaria, asustados por cambios que en
realidad son positivos o neutrales, o señalando como culpable de lo negativo a quienes
que no tienen vela en el entierro. Y esa ranciedad es terreno fértil para el
pensamiento reaccionario.
La buena
noticia es que podemos entender estos sesgos para evitar caer en
ellos. Lo contrario es ser un viejo rancio: no estar consciente de que
las cosas cambian, creer que la perspectiva de “los buenos viejos tiempos” es
la única que vale, que todo tiempo pasado fue mejor. Y la cura no es
comportarte como si tuvieras otra vez 17 años, sino reconocer que la
generación que ahora cursa los 17 tiene una perspectiva propia del mundo,
para bien o para mal, y que vale la pena detenerse a escuchar en qué consiste.
Es saber que, incluso si tenemos algo que aportarles, no son vasijas vacías
esperando pacientemente a que vengamos a trasplantarles nuestra sabiduría.
Escribo estas
líneas a pocos días de haber cumplido 40 años. No me siento nada mal al
respecto. Digo, sí tengo ya varios achaques, pero ése es otro tema. O sea, por
lo menos no ando por ahí lamentándome de que “todo tiempo pasado fue mejor”,
que los problemas del mundo son culpa de la gente joven, o que la música buena
ya murió y cosas así. Me desespera la estupidez de mi prójimo, pero eso de
siempre, y de hecho le tengo más paciencia a los jóvenes que aun tienen
oportunidad de aprender que a los carcamanes que decidieron no hacerlo. Podré
estar ruco, pero hago todo lo posible por no ser rancio. En fin, creo que lo
que quiero decir es que gaznápiros cretinos hay en todos los grupos de edad. Ahora lárguense de mi patio.
3 comentarios:
Yo, curiosamente, era más rancio antes, de joven, precisamente porque no tenía experiencia y me faltaba la sabiduría que, quiero creer, he estado adquiriendo ahora que tengo 33 años, para saber que toda época ha tenido cosas buenas y malas y que las épocas futuras también las tendrán, así como para apreciar las cosas buenas anteriores a mi juventud (antes me chocaba la música disco, por parecerme cursi y anticuada, pero ya no) y las posteriores.
Algo que me causa rabia de toda la vida es la gente que te acusa de estar cegado por la nostalgia y ser un viejo rancio por decir que te gusta más algo de tu época -o de las anteriores a ti- que algo moderno, no importando que de verdad seas un viejo rancio o no. No conciben que la cosa te pueda gustar por parecerte buena genuinamente; a la fuerza tiene que ser porque no ves que en realidad es una basura y siempre lo ha sido y tú vives engañado. He visto a gente agarrarse de esta actitud como si se les fuera la vida en ello y se tratara de una lucha contra un ejército de las tinieblas empeñado en retrotraer a toda la especie humana a la Edad Media, al que hay que detener de una vez por todas. En una ocasión vi a alguien decir que renegar del CGI y venerar los efectos especiales prácticos como si fueran lo único bueno era como decir que "con Franco esto no pasaba". Imagínate el desastre que tienes que tener en la cabeza como para creer que ambas cosas son remotamente comparables.
Pero también he observado que los antinostalgieros, como los llamo, siempre, siempre, terminan convirtiéndose en nostalgieros cuando la nostalgia que está siendo capitalizada o criticada es la de ellos, como el caso de otro sujeto que vi, que siempre aborrecía y atacaba constantemente la serie de He-Man de Filmation porque He-Man nunca usaba su espada para atacar, pero defendía la serie de Calabozos y dragones de 1983 porque era una de sus favoritas de pequeño, *a pesar* de que los personajes nunca usaban sus armas para atacar, porque "era lo que había en esa época". Dudo mucho que haya cambiado de opinión desde entonces.
Como se le atribuye a Muhammad Ali: "el hombre que a sus 50 años ve el mundo igual que como lo veía a los 20 ha desperdiciado 30 años de su vida".
Lo mismo me pasaba. Soy fan de la música de los 60 y 70 y durante mucho tiempo tuve la actitud de que no habría nunca más música igual de buena. Vaya ceguera! Pero igual me topé con millennials progres quw decían que nada bueno había venido de esa música, como si su influencia en la cultura posterior no hubiera sido determinante. Y una vez una página de millennials progres que se dedicaba a burlarse de los conservadores -con toda razón- publicaba que el reguetón era la música de una generación rebelde - también con toda razón- y que las generaciones anteriores no habían tenido nada así. Alguien le comentó que el rock de los 60 fue emblemático de movimientos sociales de aquella época, y el admin de la página sólo se burló de él por "voejo rancio" sin soquiera responderle con argumentos. Y luego tienes a los que dicen que los Beatles no aportaron nada, que nomás eran una boy band. Y perdón, pero eso ya sólo es ser ignorante.
Después de tantos años de no comentar en algún post tuyo, esta vez lo hago porque en verdad, mucho, pero mucho de lo que comentas es el mismo tipo de sentimiento por la que ando viendo.
Para empezar, está el caso de gente de mi generación, de mi edad, con las que compartí clases en secundaria y prepa copiando la idílica juventud de nuestros padres, no adaptándolo, COPIANDO, y ahí ves compartiendo u opinando de que "en mis tiempos sí jugábamos fuera de casa, no teníamos videojuegos, la tele nomás 3 canales, etc." y yo así de "güey, eso eran los tiempos de nuestros padres, jugabas fútbol sí, pero luego te ibas a jugar Street Fighter y después ir a tu casa a ver TV por cable, ¿a quién engañas?", o peor, cuando hablan de valores y su pérdida por culpa de la chaviza actual, "es que nosotros sí respetábamos a los maestros, nos portábamos bien, ahorita, el alumno se le pone tú al tú con el docente, ¿dónde están los valores?" y yo pensando "no sé dónde estaban esos valores cuando clarito te veía poniéndole apodos a maestros, llegando tarde, haciéndole bromas a algunos maestros, etc."; o sea, de verdad que es increíble la ceguera de mi generación, gente que se reía de Jackass o de Viva La Bam y ahora se la pasan superofendidísimos con los estúpidos retos virales en TikTok, claro, uno podría pensar que tal vez lo critican porque han pasado y han hecho pendejadas similares, pero no, no lo hacen por autocrítica, sino porque creen que simple y llanamente ellos han sido la "más mejor generación", ¡ME QUIERO VOLVER CHANGO!
Y mire Maik, en otras redes sociales he conocido gente más joven que yo, y confieso apenado que a veces sí me sale lo viejo rancio y pienso que muchas de las cosas con las que crecieron (como El Chavo Animado) formen parte de su bagaje cultural, pero me calmo y pienso precisamente como lo que mencionas, la gente crece con las culturas del momento, para bien o para mal pero es un hecho, y sería muy latoso y mamón de mi parte hacerle notar sobre "lo mal que están" nomás por haber nacido después de mí, y al final de cuentas, pues también la cultura pop de su época y posterior (hasta el presente) tiene varios aspectos positivos.
Y esa famosa comparación de caricaturas que gente de mi generación comparte sin pudor, coño, ¿cómo es que comparan a Los Caballeros del Zodíaco con Peppa Pig? Es como si quisieran comparar un librito para colorear con Crítica de la Razón Pura de Kant, como me choca cuando salen con esas mamadas.
En fin, creo que ya me desquité con mi generación, jajajaj.
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