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Arte de John Jude Palencar |
Todo lo que tocas
lo cambias.
Todo lo que cambias
te cambia
La única verdad duradera
es el Cambio
Dios
es Cambio
Este año leí la duología de Earthseed, de Octavia
Butler (1947-2006). La autora estadounidense es famosa como una pionera de
ciencia ficción escrita por mujeres negras, y uno de los ejemplos primordiales
de afrofuturismo. Su obra era un pendiente grande que tenía y éstos son
los primeros libros suyos que leo.
Los títulos que componen esta breve saga son La
parábola del sembrador (1993) y La parábola de los
talentos (1998). Butler tenía planeada una tercera parte, pero falleció
antes de escribirla. De todos modos, la duología funciona muy bien por sí misma
y al final del segundo libro no se siente inconclusa en lo absoluto.
Es una obra distópica y utópica a la vez. Mientras
que muchas distopías se quedan con la descripción del escenario más horrible
imaginable, ésta va más allá y propone posibles caminos para superar el horror
y la miseria. La filosofía Earthseed es la clave para que los personajes
puedan resistir los muchos horrores de una sociedad que está colapsando y
construir un futuro mejor basado en la solidaridad, la gentileza, la
disciplina, el conocimiento y la aceptación del cambio como algo inevitable,
pero que la voluntad humana es capaz de moldear hasta cierto punto. Se le puede
considerar uno de los antecedentes de tendencias en boga como el solarpunk
y el hopepunk: la clase de ficción que nuestro mundo necesita, a la
vez brutalmente honesta y esperanzadora, anclada en la realidad, pero que nos
invita a imaginar otros mundos, mejores mundos.
En algunos lugares leerán que las novelas son
post-apocalípticas. Esto no es exacto; el mundo que nos presenta Butler no es
resultado de un Armagedón, sino de un paulatino empeoramiento de las
condiciones materiales de vida, la erosión de las instituciones políticas,
los estragos del cambio climático y la disolución del tejido social. Todo lo
cual, porsupuestísimo, es resultado del capitalismo salvaje, faltaba más. La
serie, que se ambienta en los 2020s, resulta perturbadoramente profética, como
verán a continuación.
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Arte de Megan Dirsa Dubois |
En el primer libro se nos presentan unos Estados Unidos
terriblemente desiguales y violentos. Las ciudades se han convertido en
zonas de guerra para pandilleros atiborrados de drogas. La otrora clase media
está precarizada y literalmente bajo asedio. Los vecindarios clasemedieros que
querían sobrevivir al crimen y la rapiña tuvieron que amurallarse. La policía
es inútil y del gobierno no se sabe nada más que las provocativas declaraciones
de un presidente fantoche en la lejana capital. Cada comunidad está por su
cuenta. Enfermedades que parecían extintas, como el sarampión, regresan como
epidemias por la falta de salubridad y de vacunas.
Los únicos que gozan de paz y prosperidad son los ricos, que
pueden pagar guardias privados, sistemas de seguridad de alta tecnología para
sus mansiones, y medios de transporte que les permiten pasar por encima de las
ciudades devastadas. Los lugares más seguros para los profesionistas son ciudades
gobernadas por corporaciones, en las que todos los habitantes son
empleados. Allí cualquiera estaría a salvo de la violencia exterior, pero a
cambio tendría que someterse a los designios de la corporación correspondiente
y convertirse en un empleado de por vida, pues quienes entran a trabajar allí
adquieren deudas que les será imposible pagar jamás.
El primer libro está narrado desde el punto de vista de Lauren
Oya Olamina, una adolescente negra que vive uno de estos barrios
amurallados, junto con su padre, su madrastra, y sus medios hermanos. Lauren es
una joven excepcionalmente inteligente y con una gran fuerza de voluntad. Ella
misma se considera fea, se describe como de aspecto masculino, con rasgos
faciales toscos y muy alta para ser una chica. Tiene, además, una condición
especial: hiperempatía. Es capaz de sentir lo que ve que las otras
personas sienten, ya sea dolor o placer, alegría o tristeza. En un mundo tan
lleno de penas, esto puede ser una gran desventaja: mirar a una persona con una
herida grave, la lleva a sufrir de inmediato y la paraliza como Lauren misma
estuviera herida.
Esta condición, se nos dice al principio, es resultado de la
adicción de su difunta madre a una droga sintética que consumía. Uno se imagina
a una mujer yonki que se inyectaba fuertes narcóticos en la búsqueda de placer,
pero más adelante se explica la realidad. La madre de Lauren era una profesora
universitaria que, para cumplir con las crecientes exigencias del ambiente
académico, se volvió adicta a una droga que servía para aumentar el
rendimiento, la memoria, la concentración, etcétera. Es decir, ella y su
hija fueron víctimas no de una “falla moral personal” (como a menudo se explica
la adicción), sino de un sistema que pone expectativas de productividad
inhumanas sobre los trabajadores, que tienen que cumplirlas a riesgo de caer en
la pobreza.
Para cuando la historia comienza, tanto el padre como la
madrastra de Lauren son profesores universitarios, es decir, personas
instruidas. Pero los empleos disponibles para la clase media son cada vez más
precarios y el costo de vida no deja de aumentar. El dinero en efectivo,
las medicinas, los libros, los insumos normales… todo escasea. Excepto, claro,
las armas y las drogas, que abundan. Primos, tíos y abuelos tienen que vivir
hacinados en casas que habían sido construidas para papá, mamá y algunos hijos.
En el barrio muchos adultos están desempleados.
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Arte de John Jennings |
El padre de Olamina es un líder en su comunidad, en la que
la mayoría son negros o latinos. Él es pastor y la sala de su casa se convierte
cada domingo en lugar de oración. También incita a los chicos del vecindario a aprender
habilidades de supervivencia, como disparar armas de fuego. Ya no hay
escuelas: los chicos mayores enseñan a los más jóvenes. Resulta tremendamente
peligroso salir del vecindario, por lo que los vecinos procuran hacerlo lo
mínimo posible, y siempre en grupos armados.
El Prodigio es, en esencia,
adaptabilidad, persistencia y obsesión positiva. Sin persistencia, sólo queda
el entusiasmo del momento. Sin adaptabilidad, lo que queda puede canalizarse en
fanatismo destructivo. Sin obsesión positiva, no hay nada en absoluto.
“Dios es Cambio” es la formulación fundamental de la
filosofía Earthseed. Esto implica no sólo resignarse al cambio, sino prepararse
para él y trabajar para moldearlo. Desde un inicio Lauren se da cuenta de que
su comunidad vive en una ilusión. Su padre y los otros adultos se aferran como
pueden a su estilo de vida suburbano y clasemediero, con la esperanza de que en
algún momento las cosas mejorarán y volverán a “la normalidad”, al mundo como
fue años antes. Pero Lauren se hace consciente de que eso nunca ocurrirá, de
que el estilo de vida de sus padres ya no es sostenible, que el mundo ha
cambiado demasiado y por eso se necesitan nuevas ideas, nuevos valores, nuevas
formas de organización.
De ahí que vaya desarrollando Earthseed como una serie de
verdades intuitivas que deberán guiar su vida y, algún día, las de miles de
personas. Lauren inicia escribiendo de forma más o menos irregular en sus
cuadernos, en verso, a sabiendas de que así sus ideas serían más fáciles de
recordar y digerir para los demás. Con el tiempo, sus notas darían lugar a los Libros
de los Vivos (para Lauren ya había demasiados “Libros de los Muertos”).
Earthseed es una suerte de religión secular, sin dioses, más bien una serie
de preceptos morales y filosofía de vida que sigue principios generales y
prescinde de los dogmas eternos (al cabo, todo cambia).
Aquí vienen algunos spoilers menores… En la segunda
mitad del primer libro, Lauren abandona su vecindario y emprende una larga
caminata en busca de un lugar donde pueda iniciar de nuevo. Acompañada por un
par de amigos, en el camino se les van uniendo más y más personas, que forman lazos
de comunión unas con otras, en un mundo que está desmoronándose a su
alrededor.
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Arte de Paul Levin |
El primer libro termina en una nota optimista. A pesar de
todo el sufrimiento, a pesar de tanta muerte y destrucción, Lauren y sus amigos
construyen una nueva comunidad, Acorn, basada en los ideales de
Earthseed. Ella se convierte así en mucho más que una líder: es una profeta. La
descripción de Acorn recuerda a un anarquismo solarpunk. Es casi
utópica; optimista, pero realista. No es que falten las dificultades e incluso
los conflictos internos, es que se crean mecanismos para enfrentarlos. Tampoco
es una comuna de hippies comeflores: los habitantes de Acorn se entrenan para
el combate y no dudan usar la violencia para defenderse de sus atacantes, al
mismo tiempo que dan la bienvenida a quien quiera unirse a ellos.
La inteligencia es
adaptabilidad individual constante. Adaptaciones que una especie inteligente
puede realizar en una sola generación, a otras especies puede tomarle muchas
generaciones de reproducción selectiva y muerte selectiva. Pero la inteligencia
es demandante. Si se le dirige mal por accidente o adrede, puede fomentar sus
propias orgías de reproducción y muerte.
El siguiente libro, sin embargo, destruye esa ilusión
(vienen spoilers algo mayores). El escenario nacional cambia cuando un
movimiento de extrema derecha, llamado América Cristiana, llega al poder en
Estados Unidos con la promesa de “hacer a América grande otra vez”. La frase es
enunciada literalmente en el libro.
El caso es que el nuevo gobierno lanza una serie de campañas
militares para poner orden en el país. Con el pretexto de atacar a las bandas
criminales, las tropas de América Cristiana, llamadas Cruzados,
proceden con extrema violencia y no respetan ningún proceso legal. Y, por
supuesto, aprovechan para aniquilar a todos los enemigos de su movimiento, y a
cualquiera que represente un peligro para su asalto al poder. Esto incluye
comunidades que no estén siguiendo los preceptos architradicionalistas del
fundamentalismo cristiano… Como Earthseed.
El primer libro ya es bastante duro, pero el segundo es absolutamente
brutal. El sufrimiento al que son sometidos Lauren y su comunidad es
desgarrador, sobre todo por lo real que resulta. Lo que los vecinos de Acorn
experimentan está tomado directamente de las páginas de la historia de la
humanidad, de la esclavitud de los afroamericanos, de las víctimas de las
dictaduras, de los genocidios actuales. Llega un momento en que es difícil
creer que las cosas podrán ponerse bien.
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Arte de Wayne Barlowe |
Pero esto es, después de todo, un ejemplo temprano de lo
que ahora es llamado hopepunk, un tipo de narrativa en el que la
esperanza persiste a pesar del dolor y de los horrores del mundo real. El espíritu humano es capaz de sobreponerse
incluso a las peores atrocidades. Hasta las personas que quedan con traumas de
por vida pueden hallar propósito y significado en el mundo.
La creencia inicia o guía la
acción… O no hace nada.
Nuestra protagonista es bastante imperfecta. Peca de
arrogancia y obstinación, comete errores que tienen graves consecuencias. Esto
es más claro en el segundo libro, que está narrado en parte desde el punto de
vista de su hija, Larkin, quien tiene una visión de su madre mucho menos
idealizada de la que tienen sus seguidores (entre los que ella no se cuenta).
Pero Lauren también es fiel a sus ideales y a sus amigos; es tenaz, aprende y
se adapta, su valentía y su resiliencia son admirables.
Hay algunas decisiones narrativas que… hum… resultan algo turbias. Ocurren muchas
violaciones, hay sexo entre menores de edad, y nuestra protagonista tiene una
relación amorosa con un hombre mucho mayor (en la que ella tiene la
iniciativa). Nada de esto está ni romantizado ni tratado de forma
sensacionalista, pero no dejo de pensar que si un hombre blanco hubiera escrito
lo mismo y de la misma manera estaría canceladísimo.
Hay algo que me falta mencionar y es el significado del
nombre Earthseed. El otro fundamento de esta filosofía es la convicción de que la
humanidad está destinada a extenderse a través de las estrellas. Somos las
semillas de la Tierra, que en un futuro echarán raíces en otros mundos,
llevando consigo la vida y la conciencia. Pero esta visión del mañana es muy
distinta a la de, por ejemplo, los tecnomillonarios actuales, que piensan que
es correcto que una parte de la humanidad viva en la miseria mientras ellos
juegan a los astronautas y sueñan con que sus herederos constituyan una élite
que gobierne otros mundos. No, Earthseed implica que, si queremos algún día
dispersarnos por el cosmos primero tenemos que mejorar como personas,
desarrollarnos y crear mejores tipos de sociedad. Tenemos que dejar atrás esta
etapa de formación y convertirnos en lo que estamos destinados a ser. La
humanidad que conquiste las estrellas tendrá que ser más sabia, más
solidaria, más ética de lo que es ahora. No será perfecta, porque nada en
lo humano es perfecto. Pero siempre puede ser mejor, y es ese potencial, el de
la semilla, lo que debe alimentar nuestras acciones.
Todos somos semillas de Dios,
pero no más ni menos que cualquier otro aspecto del universo. Dios es todo lo
que hay, todo lo que cambia. Earthseed es todo lo que expande la vida de la
Tierra a nuevas tierras. El universo es simiente de Dios. Sólo nosotros somos
semillas de Tierra. Y el Destino de Earthseed es echar raíces entre las
estrellas.
Quizá lo que más me impactó de la novela es que su
perspectiva sobre la clase media y su lugar en un mundo en proceso de
colapsar. Claramente, Butler se basa en sus vivencias como afroamericana de una
modesta familia suburbana de California, y es una experiencia que no resultará
demasiado ajena para lectores de otros países; por lo menos para mí no lo fue.
Veamos: la generación de los padres de Lauren Olamina fue la última en
experimentar lo que podríamos llamar un estilo de vida de clasemediero.
Fueron a la universidad y llegaron a tener trabajos estables y a ser dueños de
sus propias viviendas unifamiliares en suburbios tranquilos.
Al momento en el que inicia la novela (¡en 2024!) esa época
ha quedado atrás. Las familias suburbanas están rodeadas de miseria y
violencia. La situación no hace más que empeorar, pero la generación más vieja
se aferra a esa vida con la esperanza de que algún día todo volverá “a la
normalidad”. Lauren, en cambio, se da cuenta de que esto es una ilusión. Todo
es cambio, y las personas deben adaptarse a él y moldearlo, no aferrarse a un statu
quo moribundo.
Este estilo de vida clasemediero se convirtió en la
aspiración de varias generaciones a lo largo del siglo XX, hasta el punto en
que lo llegamos a considerar como algo natural. Pero en realidad es una
excepción en la historia de las sociedades humanas y a largo plazo resulta
insostenible. Los Millennials, mi generación, recibimos el cubetazo de agua
fría de la realidad. En promedio trabajamos más horas, ganamos menos y la
mayoría de nosotros no tendrá acceso a vivienda y no digamos a un retiro digno.
Demonios, si no fuera por la ayuda constante de mis padres y suegros no
podríamos mantener a mis hijos en una vida parecida a la que nosotros tuvimos
en nuestra infancia (pero con menos comodidades).
Como muchos jóvenes clasemedieros de mi generación, nunca
me preocupé por aprender habilidades básicas como plomería, mecánica, etc.
Pensé, pensamos, que con tener una carrera universitaria y trabajar duro
siempre tendríamos el dinero para pagar a alguien que arregle el inodoro o dé
mantenimiento al auto. Que no necesitaríamos saber cultivar un huerto o
remendar un pantalón porque siempre podríamos comprar lo que se necesitara en
el supermercado. Pero esto se vuelve más y más difícil. Mientras que los más ricos
acceden a lujos y tecnologías que sólo la ciencia ficción había soñado,
el costo de vida se hace impagable para el grueso de la población.
De ahí la importancia de las ideas de Lauren como una
propuesta para salir de este estancamiento civilizatorio en el
que nos encontramos. Aceptar y moldear el cambio, crear comunidades unidas por
la solidaridad, cultivar y transmitir distintos conocimientos, tanto prácticos
como teóricos. Tras leer este par de novelas se han despertado en mí nuevas
inquietudes, en especial viendo que un mundo muy parecido al que describen se
va haciendo realidad.
Últimamente he estado dando vueltas a la idea de que nuestro
sistema de educación escolarizada no tiene sentido. Y no me refiero a las
quejas de quienes creen que la escuela debería formar emprendedores y buenos
empleados (o sea, explotadores y explotados). La mayor parte de lo que se
enseña en la escuela es valiosísimo, pero los estudiantes olvidan la mayoría
tras graduarse (incluso los más aplicados), además de que se les enseña en una
etapa de sus vidas en las que no podrían ni aprovechar ni valorar todo ese
conocimiento. Nos parece normal hacinar a seres humanos por veinte años en
aulas para aprender y el resto de sus vidas hacinarlos en oficinas y fábricas
para trabajar. Cuando tanto el aprendizaje como el trabajo son inclinaciones
naturales del ser humano en todo momento de sus vidas.
En cambio, en Acorn es diferente. Los niños, desde
pequeños, combinan tareas sencillas con aprendizaje. Los adultos también
intercalan horas de labores con horas de estudio. Todos trabajan por el bien de
la comunidad. Todos aprenden los unos de los otros. Y no sólo se valoran las
habilidades más indispensables para la supervivencia inmediata, como la
horticultura, sino que la comunidad atesora libros de todas las ramas del
saber que caigan en sus manos. Después de todo, aspiran a convertirse en
una civilización capaz de conquistar las estrellas.
La civilización es a los
grupos lo que la inteligencia es a los individuos. Es una forma de combinar la
inteligencia de muchos para conseguir una progresiva adaptación del grupo. La
civilización, como la inteligencia, puede servir bien, de forma adecuada, o
fallar en su función adaptativa. Cuando la civilización fracasa, debe
desintegrarse a menos que actúen sobre ella fuerzas unificadoras externas o
internas.
Sin embargo, la destrucción de Acorn también conlleva una
difícil lección: no se puede construir la utopía en aislamiento. Lauren
pensó que, aunque el mundo se fuera al demonio, ella y su gente estarían bien
mientras se mantuvieran aparte y preservaran la salud y unión de su comunidad.
No fue así; el destino del mundo es el de todas las personas. La teocracia
fascista que estaba creciendo en Estados Unidos tarde o temprano llegaría hasta
su hogar. Y cuando lo hizo, Acorn no estaba preparada.
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Arte de Fahamu Pecou |
Por eso, en la segunda mitad del segundo libro, Olamina
cambia de estrategia. No busca construir una sola comunidad sino echar sus
semillas por distintos lugares del mundo, creando una red de creyentes que
practican y difunden sus preceptos. Dios es Cambio, y hasta las dictaduras
fascistas habrán de caer algún día, porque hasta los tiranos y sus seguidores
son mortales, y entonces Earthseed podrá florecer…
La duología de Earthseed es una lectura muy oportuna para
nuestros tiempos. Nos dice que hasta las situaciones más sombrías llegan a
un final y que el espíritu humano es capaz de sobreponerse a todo, que siempre
habrá personas que sueñen y trabajen por un mundo mejor, que prediquen la
generosidad y la cooperación, y que estén dispuestas a luchar por la justicia.
Con la claridad que sólo pueden ofrecer los relatos míticos, expone ideas que
pueden servirnos de inspiración en el presente. No por nada hasta hay
seguidores de esta filosofía-religión
en la vida real. También, mientras escribía esta reseña, me topé con una adaptación en cómic, una ópera y un álbum de música
electrónica inspirados en las novelas, así como un colectivo artístico
llamado Earthseed.
Así pues, en días que se antojan desesperanzados, debemos
empezar a aceptar que el mundo está cambiando, pero también que tenemos la
posibilidad de moldear nosotros mismos ese cambio. Sobre todas las cosas, no
olvidemos la que quizá sea la lección más valiosa de Earthseed, en uno de sus
versos más sencillos y hermosos:
La bondad hace que el Cambio
sea más fácil
¡Hola! Este ensayo fue publicado con una semana de anticipación para mis mecenas en Patreon. Tú puedes leer el ensayo de la próxima semana y de paso ayudarme a seguir creando con módica subscripción. Mientras, puedes seguir leyendo por acá:
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