¡Hey, humanos! ¿Quieren probar un poco de… ¡RETROFUTURISMO!? Tenemos de todo: cyberpunk, steampunk, dieselpunk, clockpunk, stonepunk, atompunk, sandalpunk… Vengan, entren por este para nada sospechoso túnel que quizá no conoce final ni tiene mucho sentido…
Si no tienen idea de qué significan todas esas palabras que
acabo de decir, no se preocupen: muchas personas están en la misma situación.
Esta colección de etiquetas es un punto de encuentro entre el vasto mundo de la
ficción especulativa y la cultura de Internet, obsesionada por clasificarlo
todo. Tiene que ver con narrativa, claro, ya sea en literatura, cine, cómics o
videojuegos… Pero también con A E S T H E T I C S, artes visuales, diseño y
vibras estilísticas en general.
Y hay muchísima confusión al respecto, de modo que me he
decidido a escribir el siguiente debraye con el objetivo de aclarar términos y
ver si encontramos algún consenso para dejar de hacernos bolas. No se
preocupen: éste no será como esos textos o videos en los que alguien se pone a
enumerar torpemente las características de un supuesto subgénero que lleva el
sufijo punk, para luego enlistar dos que tres obras famosas. Porque eso
es precisamente lo que nos tiene en este caos.
I. EL FUTURO YA NO ES COMO ANTES
Paleofuturos: Arte futurista de Arthur Badebaugh, década de 1940 |
Ok, primero lo primero. ¿Qué es eso de retrofuturismo y
paleofuturos, y cuál es la diferencia entre una cosa y la otra? Y más
importante: ¿a quién le importa? La respuesta a esto último es: a gente
muy ñoña. Sobre lo primero, hace muchos años me encontré con un blog que lo explicaba
muy bien y me aclaró muchas cosas. Por desgracia, no he podido encontrar de
nuevo aquel texto, no sé si porque el blog ya no existe o porque Google se ha vuelto
una porquería. En realidad, no es tan difícil de entender:
Paleofuturo viene del griego palaios que
significa “antiguo”. Los paleofuturos son los “antiguos futuros”, es decir, la
forma en que obras hechas en el pasado representaban lo que podría ser el futuro.
Ciencia ficción viejita, vaya, en la que la representación de “el mañana” ha
quedado muy superada por el ulterior desarrollo tecnológico y cultural.
Paleofuturos. Viñetas francesas de 1900 que imaginaban el año 2000 |
Retrofuturismo viene del latín retro que
significa “hacia atrás”. Una obra es retrofuturista cuando se inspira en las
visiones pasadas del futuro (o sea, los paleofuturos). Desde el presente, se
basa en cómo el pasado imaginaba (o podría haber imaginado) los posibles futuros. Ciencia ficción
nostálgica, vamos, en la que se representa “el mañana” como sabemos que nunca
fue y que ya nunca podrá ser.
Piensen en esto como la diferencia que hay entre lo vintage
y lo retro, que la generación hípster puso tan de moda. Si en una
tienda te encuentras un vestido fabricado en la década de los 80, es vintage.
Si te compras un vestido hecho de forma que imita el estilo ochentero, entonces
es retro.
Arte retrofuturista contemporáneo. Una escena steampunk, de Syrena Li, y una dieselpunk, de Anthony Brault |
Es aquí donde comienzan los problemas, porque mucha gente
bienintencionada en línea confunde los géneros retrofuturistas con los
paleofuturos que los inspiraron. Por ejemplo, el retrofuturismo por excelencia,
el más amplio y popular, es el steampunk (del que di una breve
introducción por acá), que se inspira en la ciencia ficción clásica del
siglo XIX, como la obra de Julio Verne y H.G. Wells, y en la Revolución
Industrial. Suele ambientarse en la época victoriana o en mundos inspirados en
ésta.
Bien, pues en esos “bestiarios” de retrofuturismos que
aparecen por las redes nunca faltará quien ponga precisamente Veinte mil
leguas de viaje submarino (1870) o La guerra los mundos (1899) como
ejemplos de steampunk. ¿No es eso gracioso? ¡¡Pero están mal!! Éstas son la clase
de obras que han inspirado el steampunk, pero no son steampunk. Son
simplemente, ciencia ficción decimonónica o, como se le llamaba en esa época, scientific
romance.
Los paleofuturos nos muestran la forma en que los creadores
del pasado imaginaban cómo podrían desarrollarse la ciencia, la tecnología y la
cultura en un futuro, ya fuera lejano o cercano, basándose en sus
conocimientos, sensibilidades e influencias. En el retrofuturismo los creadores
están conscientes de que miran hacia el pasado, hacia futuros que nunca
existieron y que ya nunca podrán existir. Y no se limitan a simplemente copiar el
estilo de la ciencia ficción de otros tiempos; incluyen sus propios
conocimientos, sensibilidades e influencias, que habrían sido completamente
ajenas a la mentalidad de antaño. Paleofuturos y retrofuturismo tienen raíces y
filosofías muy distintas.
Paleofuturos: Portada de la revista Popular Mechanics, 1932 |
En fin, parece que ha habido retrofuturismo por lo menos
desde la década de 1970, que es justamente cuando la ciencia ficción ya estaba
consciente de sí misma, de su historia y su legado, y es también cuando se ve que
la Edad Dorada había quedado atrás. Wikipedia cita como uno de los primeros
ejemplos a The Space Machine (1976) de Christopher Priest, que es
un pastiche de la obra de Wells.
Sin embargo, el retrofuturismo realmente se disparó y derivó
en múltiples subgéneros y microgéneros a principios del siglo XXI. Creo que
esto responde a dos cosas. Uno, el avance tecnológico se hizo tan acelerado que
se volvió difícil imaginar cómo sería el futuro, pues lo más probable era que
cualquier visión quedaría rápidamente obsoleta y anticuada. Dice J.J. McCullough que
las generaciones que estaban vivas y conscientes a lo largo del cambio de
milenios han visto el mundo transformarse más drásticamente que ninguna otra
antes o después. A lo mejor exagera, pero no demasiado.
Lo que me lleva al punto Dos, el zeitgeist nostálgico
generalizado que ha marcado la cultura de nuestro siglo, que a su vez es una
reacción al desencanto por el desarrollo de la historia. El futuro en las
historias clásicas de ciencia ficción parecía, si bien no necesariamente
utópico, por lo menos emocionante. Es difícil creer en un mañana así cuando
hemos estado enfrentando tantas crisis sociales, económicas y ambientales en
tan pocos años.
Además, la aceleración ha sido sobre todo en las tecnologías
de la comunicación y la información. Tenemos computadoras creando “arte”, pero
seguimos trabajando 48 horas a la semana para enriquecer a un puñado de
miserables, mientras las promesas de los viajes espaciales, abundancia
universal o la cura de enfermedades parecen un chiste cruel. Creo que fue Buzz
Aldrin quien dijo: “Nos prometieron ciudades en la luna. Ahora tenemos
Facebook”.
Paleofuturos: arte de Dean Ellis, década de 1970 |
El futuro dejó de ser ese horizonte imaginativo dinámico y
emocionante y se fue convirtiendo en una extensión burda del presente, que a su
vez se convierte en una extensión burda del pasado. El Internet, que a
principios de siglo se presentaba como una nueva frontera llena de potenciales
emancipadores, es hoy usado para vigilarnos masivamente, el contenido que
consumimos nos es escogido por algoritmos y la mayoría de los usuarios pasa
todo su tiempo en los mismos cuatro o cinco sitios, propiedad de un puñado de
corporaciones. No por nada la serie de ciencia ficción más influyente de la
última década es Black Mirror (desde 2011), que proyecta las
ansiedades actuales sobre el cyberpespacio hacia escenarios hiperbólicos en un
futuro tan próximo que se distingue poco de nuestro presente.
En fin, ante todo esto parece lo más natural que volviéramos
la mirada hacia atrás, hacia épocas que parecían más simples. O sea, el
retrofuturismo viene del mismo lugar que nos ha dado la interminable oleada de
refritos, secuelas y pastiches de la cultura pop de las décadas pasadas (desde Stranger
Things a la última entrega de Cazafantasmas), o expresiones
artísticas interneteras como el vaporwave y el synthwave. Parafraseando al
filósofo Mark Fisher: cuando el futuro se cancela, el presente se inunda de pasado.
Ok, éstas son generalidades, y no significa que toda la
ciencia ficción del siglo XXI haya sido nostálgica o pesimista; sólo explica
por qué hemos visto tanto de esto en nuestros tiempos. Otro factor, por cierto,
ha sido la llegada de Internet: permitió que se formaran
comunidades de entusiastas de expresiones culturales que no habrían triunfado
en el mainstream. Conectó a los ñoños, pues, que son los que han creado
las decenas de etiquetas confusas y contradictorias terminadas en punk.
II. EL CIELO EN FRECUENCIA MUERTA
Cyberpunk: Blade Runner (1982) |
Entendida la diferencia entre paleofuturos y retrofuturismo,
pero antes de explicar todos los subgéneros que han proliferado, tenemos que
hablar del cyberpunk, que se origina a inicios de la década de los 80. Se
trata de uno de los más importantes desarrollos en la historia de la ciencia
ficción y hablar de su origen, raíces culturales, filosofía e impacto podría
dar para un libro completo, así que me limitaré a exponer lo básico.
El ethos del cyberpunk se puede resumir en la frase hi
tech, lo life, “alta tecnología, baja calidad de vida”. Sus historias se
suelen ambientar en entornos urbanos distópicos, megalópolis opresivas en las
que el poder de las grandes corporaciones capitalistas es omnipresente,
mientras el declive social se expresa en forma de desigualdad, pobreza,
adicciones y crimen. Los temas recurrentes del género incluyen la alienación
del individuo en la sociedad moderna, el uso de la alta tecnología para
enriquecimiento de las élites y control de las masas, y la difuminación de las
fronteras entre lo humano y lo artificial. Sus protagonistas suelen ser
marginados sociales, individuos solitarios y renegados.
El cyberpunk es hijo de su tiempo: una época de crisis
económica en la que el crimen violento estaba a la alza, las ciudades estaban
deterioradas y atestadas, los políticos neoliberales quitaban las riendas al
capitalismo salvaje y la tecnología cibernética por fin comenzaba a formar
parte de la vida cotidiana. Se suele citar tres obras clásicas
como las que fundaron y dieron forma al género: la película Blade Runner (1982)
de Ridley Scott, la novela Neuromancer (1984) de William Gibson
y el manga Akira (1982-1990), así como su adaptación en anime (1988), ambos de Katsuhiro Otomo. Por cierto, la obra que inauguró el cyberpunk mexicano es La primera calle de la soledad (1992) de Gerardo Horacio Porcayo.
El cyberpunk NO es retrofuturista; presenta un futuro como
parecía probable a los creadores de entonces. No obstante, tiene un papel
fundamental en el surgimiento de los retrofuturismos. Para empezar, con el
nombre, que apareció por primera vez como el título del cuento Cyberpunk (1983),
de Bruce Bethke. La parte de cyber se refiere a la tecnología, claro
está, y la parte de punk, a su espíritu contracultural y rebelde,
crítico de la sociedad de su época.
El nombre steampunk fue el primero en derivar de
ahí, y bastante pronto, también en la década de los 80. Quien lo acuñó fue
el escritor K.W. Jeter, por analogía con cyberpunk y medio en broma,
para referirse al tipo de retrofuturismo con el que él y otros contemporáneos
estaban experimentando. Parece que después de eso vendría el nombre dieselpunk,
para el retrofuturismo inspirado en la primera mitad del siglo XX, especialmente
la etapa entre el inicio de la una guerra mundial y el final de la otra. El
resto es historia; la palabra punk dejó de tener relación alguna con
la contracultura para convertirse en un sufijo que indica algún tipo de
obra fantástica, ya no sólo los retrofuturismos. Para inventar un
nuevo “género” basta con agregar punk a cualquier palabra que más o
menos indique el tema o estilo: desertpunk, oceanpunk, splatterpunk, decopunk, afropunk,
solarpunk…
Por otro lado, el cyberpunk mismo ha inspirado su propio
retrofuturismo, obras que intentan captar la estética y el espíritu del
género como se veía en la década de los 80. No debería sorprendernos; luego de
cuatro décadas, el cyberpunk se siente poderosamente actual, el género que
mejor representa la realidad del capitalismo tardío. Además, incluso si el
cyberpunk es distópico, estéticamente es fascinante, y a pesar de su atmósfera
pesimista, ofrece fantasías de rebeldía antisistémica.
Cyberpunk: Akira (1988) |
Y es aquí donde empiezan los problemas taxonómicos. Pues,
¿qué es el cyberpunk? ¿Un género, un movimiento, una estética? Quizá es las
tres cosas, pero en ese caso, ¿pueden separarse las unas de las otras? Por
ejemplo, una obra clásica del género es The Matrix (1999), que
cumple con todos los tópicos, pero su estilo visual es muy diferente a,
digamos, Blade Runner. La cinta de Scott tiene un sabor indiscutiblemente ochentero, mientras que la de las Wachowsky tiene una
estética propia de finales de siglo, que en retrospectiva ha sido catalogada
como Y2K. Muchos episodios de la ya mencionada Black Mirror son típicamente
cyberpunk en el tipo de historias que presentan, pero su estética es más bien
mundana, apenas futurista.
Sin embargo, cuando obras contemporáneas se consideran de
“estética cyberpunk”, la referencia suele ser la ochentera. De entre las obras
cyberpunk más destacadas de los últimos años están el videojuego Cyberpunk 2077 (2020), y
las cintas Tron: Legacy (2010) y Blade Runner 2049 (2017); todas forman parte
de franquicias iniciadas en los 80 y por eso tiene sentido que su estética sea
retro. Pero, ¿esto es realmente cyberpunk? Si no están tratando de visualizar
el futuro como lo podríamos imaginar ahora, sino como se hiciera cuarenta años
atrás, ¿no sería más bien una especie de retrocyberpunk o neocyberpunk?
¿Qué hay de obras que sólo copian la estética y algunos
tópicos sin honrar la filosofía del género? Internet está lleno de imágenes geniales
y de listas de reproducción con música chida, todas inspiradas en los
estilos de los 80. No me quejo, pero si el cyberpunk no sirve ya para poner en
evidencia las más angustiantes tendencias de nuestro presente, y se convierte
más bien en una fantasía escapista hacia mundos imaginarios “como los de
antes”, ¿no se ha traicionado su esencia?
¿Cyberpunk, retrocyberpunk o neocyberpunk? Arte de Artur Sadios (2017) |
Si existe algo así como una versión Wario del cyberpunk,
sería la película Ready Player One (2018) de Steven Spielberg. Incluye realidades
virtuales, megalópolis distópicas y un heroico equipo de cibernautas
rebeldes. Pero con toda su nostalgia ochentera y desfile de “propiedades intelectuales” se convierte en
una fantasía onanista nerd que celebra la enajenación mediática y el consumismo capitalista, y se regodea en
nuestra incapacidad de imaginar futuros distintos. ¿Cómo le llamamos a esto?
¿Anti-cyberpunk?
Bueno, ya. Quizá sea pura ociosidad tratar de encontrar categorías
y límites precisos. Después de todo, esto de clasificar géneros, estilos y
corrientes artísticas funciona de lejitos, pero una vez que te acercas a
observar detalles te das cuenta de que las fronteras son difusas y las
definiciones insatisfactorias. Como sea, esto nos ha servido para ver dos
formas en las que el asunto de la clasificación se vuelve innecesariamente
confuso: que se usa una misma etiqueta para referirse a tendencias retro y a
las obras originales que las inspiraron, y que se usa una misma etiqueta para
categorizar géneros narrativos por un lado y estilos visuales por el otro.
¡Vaya relajo! Y eso que todavía no nos metemos a repasar
todos los cattlepunk, lunarpunk, gothicpunk, seapunk, raypunk, biopunk… Pues
cuando lo hagamos tendrán una idea del caos en el que se ha convertido todo
eso. Pero ya me extendí demasiado; tendremos que dejarlo para la próxima.
En el mundo de las imágenes generadas con IA la estética cyberpunk es extremadamente popular. |
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