De retrofuturismos, paleofuturos y todos los punks - Parte I - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 19 de abril de 2024

De retrofuturismos, paleofuturos y todos los punks - Parte I


¡Hey, humanos! ¿Quieren probar un poco de… ¡RETROFUTURISMO!? Tenemos de todo: cyberpunk, steampunk, dieselpunk, clockpunk, stonepunk, atompunk, sandalpunk… Vengan, entren por este para nada sospechoso tĂşnel que quizá no conoce final ni tiene mucho sentido…

 

Si no tienen idea de quĂ© significan todas esas palabras que acabo de decir, no se preocupen: muchas personas están en la misma situaciĂłn. Esta colecciĂłn de etiquetas es un punto de encuentro entre el vasto mundo de la ficciĂłn especulativa y la cultura de Internet, obsesionada por clasificarlo todo. Tiene que ver con narrativa, claro, ya sea en literatura, cine, cĂłmics o videojuegos… Pero tambiĂ©n con A E S T H E T I C S, artes visuales, diseño y vibras estilĂ­sticas en general.

 

Y hay muchísima confusión al respecto, de modo que me he decidido a escribir el siguiente debraye con el objetivo de aclarar términos y ver si encontramos algún consenso para dejar de hacernos bolas. No se preocupen: éste no será como esos textos o videos en los que alguien se pone a enumerar torpemente las características de un supuesto subgénero que lleva el sufijo punk, para luego enlistar dos que tres obras famosas. Porque eso es precisamente lo que nos tiene en este caos.

 

I. EL FUTURO YA NO ES COMO ANTES

Paleofuturos: Arte futurista de Arthur Badebaugh, década de 1940

Ok, primero lo primero. ¿QuĂ© es eso de retrofuturismo y paleofuturos, y cuál es la diferencia entre una cosa y la otra? Y más importante: ¿a quiĂ©n le importa? La respuesta a esto Ăşltimo es: a gente muy ñoña. Sobre lo primero, hace muchos años me encontrĂ© con un blog que lo explicaba muy bien y me aclarĂł muchas cosas. Por desgracia, no he podido encontrar de nuevo aquel texto, no sĂ© si porque el blog ya no existe o porque Google se ha vuelto una porquerĂ­a. En realidad, no es tan difĂ­cil de entender:

 

Paleofuturo viene del griego palaios que significa “antiguo”. Los paleofuturos son los “antiguos futuros”, es decir, la forma en que obras hechas en el pasado representaban lo que podrĂ­a ser el futuro. Ciencia ficciĂłn viejita, vaya, en la que la representaciĂłn de “el mañana” ha quedado muy superada por el ulterior desarrollo tecnolĂłgico y cultural.

 

Paleofuturos.
Viñetas francesas de 1900 que imaginaban el año 2000

Retrofuturismo viene del latĂ­n retro que significa “hacia atrás”. Una obra es retrofuturista cuando se inspira en las visiones pasadas del futuro (o sea, los paleofuturos). Desde el presente, se basa en cĂłmo el pasado imaginaba (o podrĂ­a haber imaginado) los posibles futuros. Ciencia ficciĂłn nostálgica, vamos, en la que se representa “el mañana” como sabemos que nunca fue y que ya nunca podrá ser.

 

Piensen en esto como la diferencia que hay entre lo vintage y lo retro, que la generación hípster puso tan de moda. Si en una tienda te encuentras un vestido fabricado en la década de los 80, es vintage. Si te compras un vestido hecho de forma que imita el estilo ochentero, entonces es retro.

 

 Arte retrofuturista contemporáneo.
Una escena steampunk, de Syrena Li, y una dieselpunk, de Anthony Brault 

Es aquí donde comienzan los problemas, porque mucha gente bienintencionada en línea confunde los géneros retrofuturistas con los paleofuturos que los inspiraron. Por ejemplo, el retrofuturismo por excelencia, el más amplio y popular, es el steampunk (del que di una breve introducción por acá), que se inspira en la ciencia ficción clásica del siglo XIX, como la obra de Julio Verne y H.G. Wells, y en la Revolución Industrial. Suele ambientarse en la época victoriana o en mundos inspirados en ésta.

 

Bien, pues en esos “bestiarios” de retrofuturismos que aparecen por las redes nunca faltará quien ponga precisamente Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) o La guerra los mundos (1899) como ejemplos de steampunk. ¿No es eso gracioso? ¡¡Pero están mal!! Éstas son la clase de obras que han inspirado el steampunk, pero no son steampunk. Son simplemente, ciencia ficciĂłn decimonĂłnica o, como se le llamaba en esa Ă©poca, scientific romance.

 

Los paleofuturos nos muestran la forma en que los creadores del pasado imaginaban cómo podrían desarrollarse la ciencia, la tecnología y la cultura en un futuro, ya fuera lejano o cercano, basándose en sus conocimientos, sensibilidades e influencias. En el retrofuturismo los creadores están conscientes de que miran hacia el pasado, hacia futuros que nunca existieron y que ya nunca podrán existir. Y no se limitan a simplemente copiar el estilo de la ciencia ficción de otros tiempos; incluyen sus propios conocimientos, sensibilidades e influencias, que habrían sido completamente ajenas a la mentalidad de antaño. Paleofuturos y retrofuturismo tienen raíces y filosofías muy distintas.

Paleofuturos: Portada de la revista Popular Mechanics, 1932

En fin, parece que ha habido retrofuturismo por lo menos desde la década de 1970, que es justamente cuando la ciencia ficción ya estaba consciente de sí misma, de su historia y su legado, y es también cuando se ve que la Edad Dorada había quedado atrás. Wikipedia cita como uno de los primeros ejemplos a The Space Machine (1976) de Christopher Priest, que es un pastiche de la obra de Wells.

 

Sin embargo, el retrofuturismo realmente se disparó y derivó en múltiples subgéneros y microgéneros a principios del siglo XXI. Creo que esto responde a dos cosas. Uno, el avance tecnológico se hizo tan acelerado que se volvió difícil imaginar cómo sería el futuro, pues lo más probable era que cualquier visión quedaría rápidamente obsoleta y anticuada. Dice J.J. McCullough que las generaciones que estaban vivas y conscientes a lo largo del cambio de milenios han visto el mundo transformarse más drásticamente que ninguna otra antes o después. A lo mejor exagera, pero no demasiado.

 

Lo que me lleva al punto Dos, el zeitgeist nostálgico generalizado que ha marcado la cultura de nuestro siglo, que a su vez es una reacción al desencanto por el desarrollo de la historia. El futuro en las historias clásicas de ciencia ficción parecía, si bien no necesariamente utópico, por lo menos emocionante. Es difícil creer en un mañana así cuando hemos estado enfrentando tantas crisis sociales, económicas y ambientales en tan pocos años.

 

Además, la aceleraciĂłn ha sido sobre todo en las tecnologĂ­as de la comunicaciĂłn y la informaciĂłn. Tenemos computadoras creando “arte”, pero seguimos trabajando 48 horas a la semana para enriquecer a un puñado de miserables, mientras las promesas de los viajes espaciales, abundancia universal o la cura de enfermedades parecen un chiste cruel. Creo que fue Buzz Aldrin quien dijo: “Nos prometieron ciudades en la luna. Ahora tenemos Facebook”.

 

Paleofuturos: arte de Dean Ellis, década de 1970

El futuro dejó de ser ese horizonte imaginativo dinámico y emocionante y se fue convirtiendo en una extensión burda del presente, que a su vez se convierte en una extensión burda del pasado. El Internet, que a principios de siglo se presentaba como una nueva frontera llena de potenciales emancipadores, es hoy usado para vigilarnos masivamente, el contenido que consumimos nos es escogido por algoritmos y la mayoría de los usuarios pasa todo su tiempo en los mismos cuatro o cinco sitios, propiedad de un puñado de corporaciones. No por nada la serie de ciencia ficción más influyente de la última década es Black Mirror (desde 2011), que proyecta las ansiedades actuales sobre el cyberpespacio hacia escenarios hiperbólicos en un futuro tan próximo que se distingue poco de nuestro presente.

 

En fin, ante todo esto parece lo más natural que volviéramos la mirada hacia atrás, hacia épocas que parecían más simples. O sea, el retrofuturismo viene del mismo lugar que nos ha dado la interminable oleada de refritos, secuelas y pastiches de la cultura pop de las décadas pasadas (desde Stranger Things a la última entrega de Cazafantasmas), o expresiones artísticas interneteras como el vaporwave y el synthwave. Parafraseando al filósofo Mark Fisher: cuando el futuro se cancela, el presente se inunda de pasado.

 

Ok, éstas son generalidades, y no significa que toda la ciencia ficción del siglo XXI haya sido nostálgica o pesimista; sólo explica por qué hemos visto tanto de esto en nuestros tiempos. Otro factor, por cierto, ha sido la llegada de Internet: permitió que se formaran comunidades de entusiastas de expresiones culturales que no habrían triunfado en el mainstream. Conectó a los ñoños, pues, que son los que han creado las decenas de etiquetas confusas y contradictorias terminadas en punk.

 

II. EL CIELO EN FRECUENCIA MUERTA

Cyberpunk: Blade Runner (1982)

Entendida la diferencia entre paleofuturos y retrofuturismo, pero antes de explicar todos los subgéneros que han proliferado, tenemos que hablar del cyberpunk, que se origina a inicios de la década de los 80. Se trata de uno de los más importantes desarrollos en la historia de la ciencia ficción y hablar de su origen, raíces culturales, filosofía e impacto podría dar para un libro completo, así que me limitaré a exponer lo básico.

 

El ethos del cyberpunk se puede resumir en la frase hi tech, lo life, “alta tecnologĂ­a, baja calidad de vida”. Sus historias se suelen ambientar en entornos urbanos distĂłpicos, megalĂłpolis opresivas en las que el poder de las grandes corporaciones capitalistas es omnipresente, mientras el declive social se expresa en forma de desigualdad, pobreza, adicciones y crimen. Los temas recurrentes del gĂ©nero incluyen la alienaciĂłn del individuo en la sociedad moderna, el uso de la alta tecnologĂ­a para enriquecimiento de las Ă©lites y control de las masas, y la difuminaciĂłn de las fronteras entre lo humano y lo artificial. Sus protagonistas suelen ser marginados sociales, individuos solitarios y renegados.

 

El cyberpunk es hijo de su tiempo: una Ă©poca de crisis econĂłmica en la que el crimen violento estaba a la alza, las ciudades estaban deterioradas y atestadas, los polĂ­ticos neoliberales quitaban las riendas al capitalismo salvaje y la tecnologĂ­a cibernĂ©tica por fin comenzaba a formar parte de la vida cotidiana. Se suele citar tres obras clásicas como las que fundaron y dieron forma al gĂ©nero: la pelĂ­cula Blade Runner (1982) de Ridley Scott, la novela Neuromancer (1984) de William Gibson y el manga Akira (1982-1990), asĂ­ como su adaptaciĂłn en anime (1988), ambos de Katsuhiro Otomo. Por cierto, la obra que inaugurĂł el cyberpunk mexicano es La primera calle de la soledad (1992) de Gerardo Horacio Porcayo.

 


El cyberpunk NO es retrofuturista; presenta un futuro como parecía probable a los creadores de entonces. No obstante, tiene un papel fundamental en el surgimiento de los retrofuturismos. Para empezar, con el nombre, que apareció por primera vez como el título del cuento Cyberpunk (1983), de Bruce Bethke. La parte de cyber se refiere a la tecnología, claro está, y la parte de punk, a su espíritu contracultural y rebelde, crítico de la sociedad de su época.

 

El nombre steampunk fue el primero en derivar de ahĂ­, y bastante pronto, tambiĂ©n en la dĂ©cada de los 80. Quien lo acuñó fue el escritor K.W. Jeter, por analogĂ­a con cyberpunk y medio en broma, para referirse al tipo de retrofuturismo con el que Ă©l y otros contemporáneos estaban experimentando. Parece que despuĂ©s de eso vendrĂ­a el nombre dieselpunk, para el retrofuturismo inspirado en la primera mitad del siglo XX, especialmente la etapa entre el inicio de la una guerra mundial y el final de la otra. El resto es historia; la palabra punk dejĂł de tener relaciĂłn alguna con la contracultura para convertirse en un sufijo que indica algĂşn tipo de obra fantástica, ya no sĂłlo los retrofuturismos. Para inventar un nuevo “gĂ©nero” basta con agregar punk a cualquier palabra que más o menos indique el tema o estilo: desertpunk, oceanpunk, splatterpunk, decopunk, afropunk, solarpunk…

 

Por otro lado, el cyberpunk mismo ha inspirado su propio retrofuturismo, obras que intentan captar la estética y el espíritu del género como se veía en la década de los 80. No debería sorprendernos; luego de cuatro décadas, el cyberpunk se siente poderosamente actual, el género que mejor representa la realidad del capitalismo tardío. Además, incluso si el cyberpunk es distópico, estéticamente es fascinante, y a pesar de su atmósfera pesimista, ofrece fantasías de rebeldía antisistémica.

 

Cyberpunk: Akira (1988)

Y es aquĂ­ donde empiezan los problemas taxonĂłmicos. Pues, ¿quĂ© es el cyberpunk? ¿Un gĂ©nero, un movimiento, una estĂ©tica? Quizá es las tres cosas, pero en ese caso, ¿pueden separarse las unas de las otras? Por ejemplo, una obra clásica del gĂ©nero es The Matrix (1999), que cumple con todos los tĂłpicos, pero su estilo visual es muy diferente a, digamos, Blade Runner. La cinta de Scott tiene un sabor indiscutiblemente ochentero, mientras que la de las Wachowsky tiene una estĂ©tica propia de finales de siglo, que en retrospectiva ha sido catalogada como Y2K. Muchos episodios de la ya mencionada Black Mirror son tĂ­picamente cyberpunk en el tipo de historias que presentan, pero su estĂ©tica es más bien mundana, apenas futurista.

 

Sin embargo, cuando obras contemporáneas se consideran de “estĂ©tica cyberpunk”, la referencia suele ser la ochentera. De entre las obras cyberpunk más destacadas de los Ăşltimos años están el videojuego Cyberpunk 2077 (2020), y las cintas Tron: Legacy (2010) y Blade Runner 2049 (2017); todas forman parte de franquicias iniciadas en los 80 y por eso tiene sentido que su estĂ©tica sea retro. Pero, ¿esto es realmente cyberpunk? Si no están tratando de visualizar el futuro como lo podrĂ­amos imaginar ahora, sino como se hiciera cuarenta años atrás, ¿no serĂ­a más bien una especie de retrocyberpunk o neocyberpunk?

 

¿QuĂ© hay de obras que sĂłlo copian la estĂ©tica y algunos tĂłpicos sin honrar la filosofĂ­a del gĂ©nero? Internet está lleno de imágenes geniales y de listas de reproducciĂłn con mĂşsica chida, todas inspiradas en los estilos de los 80. No me quejo, pero si el cyberpunk no sirve ya para poner en evidencia las más angustiantes tendencias de nuestro presente, y se convierte más bien en una fantasĂ­a escapista hacia mundos imaginarios “como los de antes”, ¿no se ha traicionado su esencia?

 

¿Cyberpunk, retrocyberpunk o neocyberpunk? Arte de Artur Sadios (2017)

Si existe algo asĂ­ como una versiĂłn Wario del cyberpunk, serĂ­a la pelĂ­cula Ready Player One (2018) de Steven Spielberg. Incluye realidades virtuales, megalĂłpolis distĂłpicas y un heroico equipo de cibernautas rebeldes. Pero con toda su nostalgia ochentera y desfile de  “propiedades intelectuales” se convierte en una fantasĂ­a onanista nerd que celebra la enajenaciĂłn mediática y el consumismo capitalista, y se regodea en nuestra incapacidad de imaginar futuros distintos. ¿CĂłmo le llamamos a esto? ¿Anti-cyberpunk?

 

Bueno, ya. Quizá sea pura ociosidad tratar de encontrar categorías y límites precisos. Después de todo, esto de clasificar géneros, estilos y corrientes artísticas funciona de lejitos, pero una vez que te acercas a observar detalles te das cuenta de que las fronteras son difusas y las definiciones insatisfactorias. Como sea, esto nos ha servido para ver dos formas en las que el asunto de la clasificación se vuelve innecesariamente confuso: que se usa una misma etiqueta para referirse a tendencias retro y a las obras originales que las inspiraron, y que se usa una misma etiqueta para categorizar géneros narrativos por un lado y estilos visuales por el otro.

 

¡Vaya relajo! Y eso que todavĂ­a no nos metemos a repasar todos los cattlepunk, lunarpunk, gothicpunk, seapunk, raypunk, biopunk… Pues cuando lo hagamos tendrán una idea del caos en el que se ha convertido todo eso. Pero ya me extendĂ­ demasiado; tendremos que dejarlo para la prĂłxima.

 

CONTINĂšA EN LA PARTE II

En el mundo de las imágenes generadas con IA la estética cyberpunk es extremadamente popular.

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