Introducción
Como todos los años, este octubre me he
puesto a ver las pelis de terror que han visto la luz últimamente, y a subir
las respectivas reseñas en mi
página de feis. Entre que busco recomendaciones en aquellos sitios de
Internet que prometen listas de las mejores pelis de miedo de los últimos años,
y entre que decido si pongo las reseñas en una
de mis carpetas o en
la otra, me reencuentro un viejo dilema: ¿qué es lo que hace que una peli
sea de terror?
Al ver que algunos títulos que no
considero “de terror” aparecían con frecuencia en estas listas (como Black Swan) o que películas que me
habían recomendado como “de terror” no me parecieron tales (como Get Out y Grave), regresé a plantearme esa misma duda y a poner a prueba las
respuestas tentativas que me daba desde que era un pequeño obsesivo con una
compulsión por clasificarlo todo.
No me quiero clavar con la diferencia entre “horror” y “terror”, que hay gente que le quiere dar muchas vueltas al asunto y se dicen cosas como que “uno es como el erotismo y el otro es como la pornografía”, pero ya ni me acuerdo de cuál era cuál, si bien como emociones humanas podemos percibir que no es lo mismo sentirse horrorizado que sentirse aterrado. Por pura comodidad y sin razones teóricas de por medio, en este par de entradas llamaré "terror" al género (ej. "pelis de terror") y "horror" a la reacción emocional.
Al fin y al cabo estamos en una discusión bizantina porque en la realidad, aunque clasificar las cosas puede ser útil para entender
el mundo y no hacernos tantas bolas, lo cierto es que siempre habrán casos
fronterizos difíciles de delimitar, más aun tratándose de algo tan ambiguo como
los géneros cinematográficos. Que son dos, realmente: ficción y documental, y
que son los de ficción los que se subdividen en todos esos que conocemos, más
para cuestiones mercadológicas que para análisis teórico. Y eso hay algo
llamado teoría de los géneros (genre theory, no confundir con teoría de género, o gender theory, que es a lo que le tienen miedo los derechairos),
pero neta que no me ha servido de gran cosa.
¿Cuál dirían ustedes que es el
elemento fundamental de una película de terror? Quizá podríamos pensar en la emoción que se supone debe producir. Ya
desde tiempos del teatro griego se había delimitado que la diferencia
fundamental entre los dos géneros, la tragedia
y la comedia, radica
principalmente en que una busca conmover mientras que la otra pretende hacer
reír. Podríamos extender esa diferenciación clásica hacia los géneros contemporáneos
en el cine. Así, la aventura
pretende estimular nuestro, eh, "espíritu de aventura" (a falta de un mejor nombre, y perdonen por la rebuznancia), la acción algo así como nuestro "espíritu de lucha" (mismo caso) y el cine de terror
busca producir miedo.
Aristóteles hablaba de la catarsis, la experiencia del público al
contemplar las desgracias que sufren los personajes de una tragedia. El público
podía así experimentar la tristeza y otras emociones fuertes, pero seguros de
no ser ellos los que corren dichos peligros. De la misma manera, puede reírse
de lo ridículo representado en las comedias, sin ser ellos los que se sometan
al ridículo. Extrapolando al buen Aris podríamos suponer que el cine de terror
nos permite experimentar miedo, una emoción primaria y evolutivamente muy útil,
sin correr riesgos innecesarios. Ahora bien, ¿cómo logra el cine de terror
causarnos miedo?
La raíz del miedo
Súbanse conmigo al tren del mame
de inventar conceptos, por qué diablos no, que al fin hoy en día cualquiera
puede volverse teórico en Internet. Así, he decidido clasificar tres tipos de
reacciones emocionales (espanto, suspenso y horror) que se generan mediante la
combinación de tres tipos de elementos narrativos (audiovisuales, actanciales y
argumentales).
Los elementos auditivos y
visuales en las películas de terror son de lo más básico y consisten en señalizadores de peligro, imágenes y
sonidos que percibimos como amenazantes y activan de inmediato nuestros
primitivos sensores de alerta: gritos, aullidos, rugidos, música siniestra o
silencio absoluto, sangre, cráneos, cadáveres, objetos afilados, oscuridad y
penumbras, etc. Estos elementos pueden formar parte del escenario y así
contribuir a la creación de la atmósfera deseada, o conformar el aspecto del
monstruo (y los visuales están en el póster de la peli para que el público sepa
de qué va).
Con elementos actanciales me
refiero a la agencia o personaje que realiza una función dentro de una
narración, en el sentido usado por Algirdas Greimas (ni viene al caso invocar a
Greimas, pero suena mamalón). En este caso, el actante por excelencia en el
género de horror es el monstruo, un
ser al cual percibimos como una amenaza que podría matarnos o hacernos daño;
puede ser una entidad sobrenatural, un engendro de la ciencia o simplemente un
asesino psicópata o un animal salvaje. Lo importante es que el monstruo tiene
una relación con los demás personajes como la que tiene un depredador con sus
presas.
Visualmente se construye con los
señalizadores de peligro: colmillos, garras, ojos grandes y amenazantes (o
ausencia de ojos), rostros deformes o casi humanos (o el uso de una máscara o
maquillaje), etc. Si estos seres además violan el orden natural del mundo que
conocemos, son entes que no deberían existir o tienen poderes que hacen casi
imposible defenderse de ellos, el miedo que producen puede ser mayor.
Por último tenemos pos elementos
argumentales, es decir, lo que sucede. En nuestras pelis se trata de situaciones de pesadilla: tortura,
mutilación, canibalismo, encierro, muerte propia o de seres queridos, estar rodeados
de enemigos que se camuflan como personas ordinarias, estar bajo el poder de
alguien o algo de lo que no podemos protegernos, ser incapaces de confiar en la
propia razón y los sentidos, etc.
Ahora veamos las reacciones
emocionales que este tipo de películas pretenden generar mediante la
combinación de esos elementos y que son a lo que indistintamente nos referimos
cuando decimos que “sí da miedo”. Una sería el sobresalto y es la más fácil y barata. Consiste en atrapar desprevenido al
espectador con algo sorpresivo. Un monstruo que salta de pronto frente a la
pantalla o un sonido súbito en medio del silencio… Lo importante es ese
contraste entre la quietud y un sobresalto inesperado, que es lo que nos
espanta.
Claro que el cine ha evolucionado
y desarrollado los “falsos sobresaltos”, momentos en los que la cinta nos
presenta señales que –como hemos aprendido con los años- anuncian la llegada de
un sobresalto y con ello nos ponen alerta sólo para engañarnos después. Desde
luego, también hemos aprendido que después de un falso sobresalto por lo
general viene un sobresalto verdadero cuando bajamos la guardia.
Otra emoción, más compleja y
difícil de lograr, es el suspenso,
una forma de tensión o ansiedad que como espectadores experimentamos cuando
sabemos o sospechamos que los personajes están en peligro, pero no estamos seguros de lo
que va a pasar. Es lo que nos tiene “a la orilla del asiento”. Claro, para que
esto funcione, tenemos que interesarnos en los personajes y en lo que les suceda,
y pensar que de verdad pueden estar en peligro. En cuanto a que tememos por los personajes, el suspenso
es una forma de miedo. Ignorancia sobre la naturaleza de la amenaza o
ambigüedad sobre su presencia pueden acentuar el estrés, que en último grado
puede convertirse en desesperación o paranoia.
Por último tenemos el horror mismo ante lo que se presenta en
pantalla. Nos horroriza lo que vemos;
la simple idea de vivir algo así, de enfrentarnos
a monstruos o dementes como aquellos, de encontrarnos en escenarios similares,
nos parece horrible. Para que funcione, el horror debe presentarse en una situación verosímil (que no es lo mismo que realista, ojo), de forma que nos permita por un momento suspender nuestra incredulidad y sumergirnos en las ilusiones que la ficción plantea. En un grado
máximo, que pocas películas logran, esa sensación permanece después de los
créditos finales: a nivel irracional y primitivo tememos que cosas como las que acabamos de presenciar nos sucedan
de pronto (funciona mejor si estamos pachecos… me han contado).
En el cine de terror, las otras dos emociones tienen que estar relacionadas con el horror. Es decir, el suspenso que se siente cuando nuestro héroe está, digamos, tratando de desactivar una bomba, pertenece al género de acción. En cambio, el suspenso que sentimos cuando un personaje entra en una casa oscura en la que sospechamos que hay algo horroroso, identifica al género de terror. Aquello que nos sobresalta debe ser igualmente horroroso. Puede ser un gato o algo así en algún momento de falso sobresalto, pero después tiene que ser aquello que protagoniza nuestra historia de terror.
En el cine de terror, las otras dos emociones tienen que estar relacionadas con el horror. Es decir, el suspenso que se siente cuando nuestro héroe está, digamos, tratando de desactivar una bomba, pertenece al género de acción. En cambio, el suspenso que sentimos cuando un personaje entra en una casa oscura en la que sospechamos que hay algo horroroso, identifica al género de terror. Aquello que nos sobresalta debe ser igualmente horroroso. Puede ser un gato o algo así en algún momento de falso sobresalto, pero después tiene que ser aquello que protagoniza nuestra historia de terror.
A veces también los elementos de
una peli de terror pueden generar repugnancia,
que es una emoción diferente al miedo (nos lo enseñó Intensamente, que cuenta como paper científico, ¿no?), pero que
funciona como una forma de reforzar la inquietud e incomodidad de los
espectadores. El empleo de imaginería gore, por ejemplo, o la fealdad de algunos monstruos, apela tanto a nuestro sentido del horror como al de la repugnancia.
Pero, ¿se trata del miedo?
A estas alturas habrán notado que
hay varios problemas con toda la chaqueta mental teorización anterior:
podrá servirnos para entender cómo una película de terror nos produce miedo,
pero no nos sirve para definir ni clasificar cuáles son pelis de terror y
cuáles no.
Todos los elementos que mencionamos
y todas las reacciones emocionales que describimos podrían bien estar en
películas de otros géneros. Una cinta de aventuras por lo general tiene
momentos de mucho suspenso en los que los personajes están en peligro y no
sabemos qué será de ellos. Una película de guerra, crimen o atrocidades
históricas puede presentarnos situaciones de pesadilla. Las historias de
fantasía heroica a menudo incluyen monstruos horribles y las de acción pueden
mostrar tanta sangre y desmembramiento como una de terror. Vaya, si nos fijamos
bien, la trilogía de El Señor de los
Anillos tiene todos esos elementos y causa todas esas reacciones emocionales
en diferentes momentos y a nadie se le ha ocurrido clasificarla como de terror.
Por otro lado, lo que le da miedo
a una persona puede dejar indiferente a otra. Lo que es más, películas de
terror han dejado de dar miedo con el paso de los años, como mis adorados clásicos
de Universal Pictures de los años 30. De hecho, muchos fans del cine de
terror estamos fascinados aunque las películas no nos den miedo. Si una comedia no diera risa, la consideraríamos
un fracaso. Pero una película de terror no tiene que dar miedo para ser buena. La Novia de Frankenstein es una de mis
películas favoritas de toda la vida: las actuaciones, el diseño de arte, la
dirección, el guión son extraordinarios. It
Follows me parece una de las mejores películas del género de los últimos
años, pero no me dio ni tantito miedo.
Entonces, ¿de qué se trata? ¿Cómo
podemos definir el cine de terror y diferenciarlo de géneros hermanos como el thriller? Quizá una comparación de los
elementos típicos de unos y otros nos ayude a despejar las dudas. Pero por
ahora ya me extendí mucho; dejemos eso para la próxima entrada. ¡Nos vemos!
2 comentarios:
Frankenstein, novela de Mary Selley (1818), da origen al género de terror. Y Le manoir du diable (1896) fue la primera película de terror. :)
Usté sí sabe :)
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