EROTISMO, HORROR Y PORNOGRAFĂŤA ENTRE MONSTRUOS HORRIBLES Y MUJERES HERMOSAS
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Barbara Bach en L'Isola degli uomini pesce (1979) |
Publicado originalmente en Memorias de NĂłmada
ADVERTENCIA: La siguente entrada contiene imágenes de sexo explĂcito y discute temas de violencia sexual. No es apta para menores de edad, personas hipersensibles a estos temas o beatos con prejuicios moralinos. NSFW. Se recomienda discreciĂłn. Fuera de aquĂ, niñato.
Por supuesto, los 80
Un chico y una chica pasan el
rato en una tienda de campaña en la playa. Él la impresiona con un acto de
ventriloquĂa que, por alguna razĂłn, logra convencerla de desnudarse por
completo. Pero se ven interrumpidos por el arribo de un visitante inesperado:
un monstruo mitad pez y mitad humano. El chico pronto cae muerto bajo las
garras de la criatura; la chica sale huyendo en toda su desnudez por la playa,
sĂłlo para ser sorprendida por un segundo monstruo, que la toma, la arroja
bocabajo al suelo y luego se coloca sobre ella para penetrarla desde atrás. La
pelĂcula es Humanoids from the Deep (1980).
Una astronauta explora unos
pasajes oscuros en un planeta ignoto. Cuán grande no será su terror cuando vea
tras de sĂ a un monstruoso gusano gigante que la toma por sorpresa. Con sus
mĂşltiples tentáculos y trompas que expelen un lĂquido viscoso, el monstruo la
sujeta, la somete, la desuda y, por Ăşltimo, la monta. Podemos ver cĂłmo la
bestia empieza a empujar entre las piernas de la mujer y, en un instante, sus
alaridos de dolor se convierten en gemidos de placer. El orgasmo es tan intenso
que ella muere enseguida. La pelĂcula es Galaxy of Terror (1981).
Una joven que se hospeda en una
cabaña en el bosque escucha de pronto ruidos a mitad de la noche. Como dicta la
convenciĂłn y contra toda lĂłgica, decide salir a investigar “Hola, ¿hay alguien
ahĂ?”. SĂşbitamente el bosque se vuelve contra ella. Ramas ásperas y parras
rugosas salen de la espesura, le sujetan los brazos, la hacen caer al piso y le
arrancan la ropa. Algunas de las ramas están estrujando sus senos y jugando con
sus pezones mientras otras le obligan a abrir las piernas. Ella se resiste,
pero la fuerza vegetal demoniaca es muy superior, y cuando sus piernas quedan
abiertas de par en par, una rama se mete entre ellas y la penetra. La pelĂcula
es The Evil Dead (1981).
No es incomprensible que estas
escenas tuvieran lugar en pelĂculas de terror a principios de los 80. DespuĂ©s
de todo, la década anterior vio un aumento de imágenes violentas y sexualmente
explĂcitas en el cine, incluso en el más mainstream
y comercial, y las escenas de violaciĂłn se volvieron algo relativamente comĂşn.
Pensemos en pelĂculas como Straw Dogs y A
Clockwork Orange (ambas de 1971) que muestran perturbadoras imágenes de violaciones. Hasta
el sutil Alfred Hitchcock impactĂł a su audiencia con Frenzy (1972). Incluso cuando las violaciones no aparecĂan en
pantalla, eran a menudo elementos importantes de tramas en las que la violencia
reinaba, como en Dirty Harry (1971) o
Death Wish (1972). Esto para no
hablar de que los 70 fueron la era dorada de las pelĂculas sexploitation, un subgĂ©nero de la Serie B, que mezclaban sexo y
violencia con mucha generosidad.
Esto se debiĂł por un lado al
relajamiento en la moral sexual y la censura en el mundo occidental a partir
del paso de las contraculturas en la segunda mitad de la década de los 60. Por
otro lado, los 70 marcaron el inicio de una era de mayor violencia, crisis
econĂłmica y criminalidad en las ciudades, todo ello bajo la sombra de la guerra
de Vietnam, que dio fin a la “edad dorada” del capitalismo, de paz y
prosperidad, que se vivió en las dos décadas anteriores. Era natural que el
cine reflejara los temores una sociedad en crisis, y es quizá por ello que las
cintas de acciĂłn y ciencia ficciĂłn fueron tan sombrĂas y violentas.
De igual forma, quizá ésa es la
razĂłn de que los 70 fueran una Ă©poca idĂłnea para el desarrollo del cine de
terror, que dio algunas de sus obras maestras en aquellos años: Rosemary’s Baby (1968), The
Exorcist (1973), The Texas Chain Saw
Massacre (1974), The Omen (1976), Halloween (1978) y Alien
(1979), por dar algunos de los más señeros ejemplos. Algunas de ellas ya
involucraban violencia sexual. En Rosemary’s
Baby la personaje titular es tomada por Satán estando drogada y
semiinconsciente; en The Hills Have Eyes
(1977), un psicĂłpata mutante viola a una adolescente, mientras que en The Entity (1982) un ser invisible asalta en repetidas ocasiones a la protagonista.
Desde luego, esto trascendiĂł la
dĂ©cada, y ejemplos de pelĂculas de horror que incluyen violencia sexual (ya sea
perpetrada por humanos o criaturas sobrenaturales) pueden encontrarse a lo
largo de los años y hasta la fecha, como parte de tendencias que fluctúan. El contexto histórico y las
tendencias culturales de la época nos explican por qué los monstruos violadores
empezaron a aparecer sin pena ni pudor en el cine de terror de los 80, que era
de lo que originalmente querĂa hablar en este texto. Pero al investigar me topĂ©
con que en realidad el tropo se remonta hasta tiempos muy antiguos y se expresa
en géneros narrativos muy distintos, no sólo en el horror. Me encontré ante un
panorama muy interesante. Hagamos un recorrido.
El toque de un monstruo
Las historias de seres
sobrehumanos que tienen relaciones sexuales con hombres y mujeres normales son
tan antiguas como la narrativa misma. Dioses, ángeles y demonios, ya sea
mediante la seducción, el engaño o la fuerza, se aparean con humanos en muy
diversos relatos de la mitologĂa. Los Ăncubos y los sĂşcubos de la antigua
sumeria eran demonios a la vez seductores y posesivos, y conocen equivalentes
en muy diversas tradiciones. Los centauros y faunos de la mitologĂa griega eran
conocidos por su gran potencia sexual y su aficiĂłn a raptar hermosas doncellas.
Los cuentos de hadas como Caperucita Roja
o La Bella y la Bestia tienen sutiles
connotaciones sexuales.
La literatura de horror, creada
especĂficamente alrededor de temas siniestros y macabros, con el propĂłsito de
producir miedo, surge como tal a finales del siglo XVIII, parte del
Romanticismo. Desde un inicio estuvo Ăntimamente relacionada con la sexualidad,
de formas más o menos veladas y sugestivas. El viejo tĂo sĂłrdido o el monje
decrĂ©pito que acosa a la heroĂna de la tĂpica novela gĂłtica puede tener algo
más en mente que sólo volverla loca para robarle su herencia, aunque las buenas
costumbres impedirán explicitar de quĂ© se trata. Desde sus orĂgenes en la
literatura anglosajona a principios del siglo XIX, los vampiros han estado
rodeados de un halo de sensualidad malsana pero irresistiblemente erĂłtica.
Es quizá en lo más Ănfimo de la
literatura popular, las revistas pulp
de principios de siglo XX (y sus antepasados victorianos, los penny dreadfuls) en donde podremos
encontrar los primeros ejemplos explĂcitos de violaciones de jĂłvenes hermosas a
manos de villanos en historias de horror, por lo comĂşn humanos dementes y
retorcidos (o hasta deformes).
Estas publicaciones se caracterizaban por su
sensacionalismo barato y, ya que nada apela a nuestros instintos más básicos como el sexo y la
violencia, los autores, ilustradores y editores sabĂan que combinarlas era una apuesta
segura para atraer a su poco refinado pĂşblico, principalmente compuesto por
varones de clase media y trabajadora. Incluso si la historia no incluĂa una
violaciĂłn, las portadas casi siempre mostraban a una hermosa joven (con escotes
generosos, vestidos cortos o de plano la ropa desgarrada) vulnerable ante el
poder de un villano o un monstruo.
El atractivo de esta combinaciĂłn
sexo-violencia / erotismo-horror es innegable. Hasta finales de los 60 la violencia
sexual explĂcita era monopolio de aquellas publicaciones, pero la estĂ©tica de
las portadas pulp fue reproducida en
los afiches de las pelĂculas de monstruos, y no solamente de las de Serie B,
sino de las grandes producciones de los más prestigiados estudios
hollywoodenses. Nunca verĂamos una violaciĂłn, ni siquiera insinuada, en las
pelĂculas de horror clásicas de las dĂ©cadas de los 30, 40 o 50. Pero en los
pĂłsters, asĂ como en algunas escenas que no podĂan faltar, invariablemente
tendrĂamos la imaginerĂa correspondiente:
un monstruo masculino que captura y somete a una bella mujer vulnerable y
aterrorizada (aqui una galerĂa de ejemplos).
Ahora bien, existen muchos
motivos por los que un creador puede decidir narrar (o sugerir) una violaciĂłn
en sus historias. Puede por ejemplo, querer enfrentar a su pĂşblico con una
realidad atroz, un aspecto de la existencia en este mundo violento y sexista
que a menudo se ignora o se minimiza. O puede querer usarla como recurso
sensacionalista fácil que sabe que incomodará y/o incitará el morbo en su
pĂşblico. O quizá de plano podrĂa pretender erotizarla o romantizarla, que ello
también tiene un largo historial en la narrativa.
Tratándose de una pelĂcula o
relato de horror se podrĂa decir que la violaciĂłn es un elemento más de
los que están ahà para horrorizar al público, como lo están todos esos
asesinatos, torturas y mutilaciones. Pero en definitiva, hay ocasiones en las
que no se puede dudar, pero ni un poquito, de que su inclusión incluye cierta intención morbosa, erótica o pornográfica para satisfacer a un público principalmente masculino.
Gemidos para Pie Grande
Como dije, la erotizaciĂłn y
romantizaciĂłn de la violencia sexual tiene un larguĂsimo historial. Es decir,
relatos en los que una violaciĂłn se plantea a propĂłsito como un elemento
erótico o romántico, y no como la atrocidad que en realidad siempre es. En lo
personal creo que hay un poco de eso en toda aquella imaginerĂa de monstruos
abductores de la literatura y el cine. Que hay y ha habido (probablemente desde
siempre) quien se sienta excitado por la idea de que una criatura inhumana
tenga coito (consensuado o no) con una hembra humana, queda demostrado por el
hecho de que existe un amplio y variado submundo de pornografĂa de monstruos.
Creo que podemos estar de acuerdo
en que el objetivo de la pornografĂa es estimular el apetito sexual de quien la
consume, y para un nĂşmero sorprendentemente amplio de lectores y espectadores
(incluyendo muchas mujeres), ello se logra con una buena escena de sexo entre
monstruos y hembras humanas. No he podido encontrar informaciĂłn que indique
desde cuándo existe material erótico que las incluya (sin que sean parte de
historias de terror), pero definitivamente el boom de esta tendencia se dio recientemente gracias a Internet.
La red de redes permite encontrar
con facilidad contenidos que satisfagan todos esos fetiches de los que nos
avergonzamos ante familiares y amigos. Para quienes que tienen talento y
creatividad (aunque sea muy poco), les facilita hacerse de un público ávido de sus más
perversas creaciones. AsĂ, desde un inicio hubo foros de Internet en los que se
podĂan compartir narraciones, dibujos o historietas creadas por fans (muy a
menudo, fanart y fanfiction sexualmente explĂcitos de personajes de la cultura pop;
Regla 34 del Internet: si existe, hay una versiĂłn porno de ello). Dentro de
todo ello, el porno con monstruos no se hizo esperar.
Quizá ello se debió a la
influencia del hentai, el porno dibujado japonés (ya sea como imágenes, videos
o historietas), que se hizo masivamente accesible en Occidente a partir de la
llegada de Internet. Las historias de monstruos folladores en el hentai son
harto comunes, pero un subgĂ©nero en particular es caracterĂstico de la
pornografĂa nipona: los tentáculos.
Hay antecedentes antiguos, como la pintura El sueño de la esposa del pescador de Katsushika Hokusai (1814) muestra a una mujer interactuando erĂłticamente con un par de pulpos, y no es la Ăşnica de su Ă©poca. Sin embargo, la moderna pornografĂa de
tentáculos inició (but of
course!) a mediados de la década de los 80, como una respuesta a una prohibición impuesta
a la industria del hentai, que les impedĂa mostrar penes.
Si en vez de falos se usaban los tentáculos de un monstruo, demonio o
cefalĂłpodo, la prohibiciĂłn no aplicaba. Fue un Ă©xito rotundo y, como muchos
otros tropos provenientes de la pornografĂa nipona, fue imitado en Occidente y
adaptado a los gustos locales.
Yo mismo juguĂ© a deconstruir algunos de los lugares comunes de este tipo de materiales en mis relatos Tentáculos y Hentai, parte de mi novela Frikifilia (aprovecho para hacer el comercial), y en esta misma entrada, al describir las escenas de las pelĂculas de terror.
Con la apariciĂłn de diferentes
programas de fácil acceso, en la presente década llegó la posibilidad de que
casi cualquier usuario pudiera hacer animaciones pornográficas en 3D, algunas
de las cuales ven de tan alta calidad como los mejores videojuegos del mercado.
Con ello, la animaciĂłn porno (monstruos incluidos) ya no era monopolio de JapĂłn
y sus estudios de hentai. Y, por supuesto, los monstruos (con o sin tentáculos)
figuran ampliamente en estas obras, que van desde gifs animados hasta
cortometrajes completos.
Por otro lado, hubo quien
encontrĂł en las oportunidades de autopublicaciĂłn que ofrecĂa Amazon una mina de
oro: historias erĂłticas protagonizadas por monstruos y mujeres. Son relatos
breves, cuya autorĂa por lo general no es profesional (y cuya
calidad literaria es risible) en los que alguna criatura mĂtica, prehistĂłrica o
sobrenatural toma contra su voluntad a una o varias mujeres bellas, que al
principio se horrorizan pero al cabo terminan sintiendo orgasmos Ă©picos con los
inverosĂmilmente grandes falos de la bestia (e incluso enamorándose de ella).
Fue Virginia Wade (es un nom de plum)
la que abriĂł las puertas del diluvio cuando se le ocurriĂł la extravagante
historia de un grupo de jĂłvenes excursionistas que son asaltadas por
el mismĂsimo Pie Grande, en la ahora clásica novela corta Moan for Bigfoot. Lo curioso es que la mayorĂa de las autoras y del
pĂşblico son mujeres. El Ă©xito de estas obras de infraliteratura ha sido tan rotundo que algunas autoras hasta se pudieron dar el lujo de dejar sus trabajos y vivir de ello. El resto es historia.
Pero, ¿por quĂ©?
No fueron ellas las primeras mujeres que escribieron este tipo de material erĂłtico. No olvidemos el Ă©xito de las CrĂłnicas vampĂricas de Anne Rice. Y ya en tiempos del pulp Leah Bonah Drake, entre otras, escribiĂł para la legendaria Weird Tales los poemas They Run Again y The Wood-Wife, sobre encuentros sugestivos de mujeres con hombres lobo y demonios:
Sister, listen! . . . The King-Wolf howls!
The pack is running! . . . Drink down the brew,
Don the unearthly, shaggy cowls, —
We must be running too!
Ya hasta existen entradas de Wikipedia para explicar qué es la teratofilia (atracción sexual hacia los monstruos) y la exofilia (atracción sexual hacia seres sobrenaturales). Esto ha llamado la atención tanto
de los moralistas habituales como de cientĂficos sociales y psicĂłlogos que
tratan de explicar el por qué de esta fascinación.
Por ejemplo, Scott A. McGreal en Psycholgy Today
propone una explicaciĂłn tentativa que podrĂa ser refutada o comprobada con
ulteriores investigaciones. Empieza por señalar que las fantasĂas de violaciĂłn
son más comunes entre mujeres de lo que uno pensarĂa. Esto podrĂa explicarse porque en la imaginaciĂłn de la mujer su “depredador” es una figura masculina, oscura y peligrosa, que demuestra su poder y fuerza, a la vez que ella puede percibirse como alguien tan atractiva y sensual que aquĂ©l no puede resistirse a su deseo de poseerla. Todo esto se presenta como algo sumamente erĂłtico.
Lo anterior, sobra decirlo, no significa que las mujeres quieran de hecho ser violadas; nunca la violencia sexual ni las faltas al consentimiento están justificadas. En una fantasĂa, la persona tiene completo control de todo lo que pasa, y sea cual sea el escenario, todo sucede bajo la direcciĂłn de quien imagina. No es asĂ en un caso de abuso sexual, en donde hay una vĂctima y un victimario.
McGreal señala la tendencia
presente en muchas personas, en especial las muy imaginativas y de mente
abierta, a explorar (aunque sea en la imaginaciĂłn) situaciones erĂłticas diversas o
hasta exĂłticas y extravagantes. Pero si esto bien podrĂa explicar las fantasĂas
de violación a manos de seres fantásticos que tengan la apariencia básica de
hombres atractivos (como vampiros, faunos, demonios o extraterrestres), sigue
siendo difĂcil comprender las fantasĂas que involucran bestias como yetis,
dragones, hipogrifos o velocirraptores.
McGreal sugiere que estas
criaturas despliegan virtudes masculinas que comĂşnmente muchas mujeres
encuentran sexualmente atractivas: fuerza, vigor, pasiĂłn, deseo de dominio y
hasta cierta inteligencia y sensibilidad ocultas. De hecho, la autora Alice Xavier señala que una diferencia importante entre el erotismo con monstruos y la simple zoofilia es que los monstruos deben tener inteligencia y sentimientos humanos o casi humanos para que la fantasĂa sea completa. Para McGreal, las fantasĂas con monstruos serĂan el resultado de llevar estas
tendencias erĂłticas tan comunes hasta sus Ăşltimas consecuencias.
El atractivo del porno tentacular,
me parece, es más fácil de explicar. En él se suman diversos fetiches y
fantasĂas tales como: violaciĂłn, bondage,
escenarios irreales, y doble o triple penetración simultánea. Además, ya que
las mujeres por lo regular aparecen suspendidas en el aire y los tentáculos se
encuentran bastante lejos del cuerpo del monstruo, esto permite contemplar la
escena desde diferentes ángulos y hacer acercamientos audaces sin que nada
estorbe a la vista.
En los libros erĂłticos que se
venden en Amazon o la fanfiction que
se halla en diversos foros, obras escritas por y para mujeres, el placer, el
deseo y hasta el enamoramiento de la protagonista son fundamentales. Pero en el
hentai y el porno, cuando sus creadores y consumidores son principalmente varones, esto
parece ser más bien la excepción. De hecho, el asalto, de una violencia
chocante, muy a menudo incluye la total humillaciĂłn, sometimiento y degradaciĂłn de
la vĂctima (y, en ocasiones, la muerte).
Saltan a la vista las diferencias
entre, por un lado, una fantasĂa concebida por mujeres para otras mujeres, que
tiene un sentido de aventura, de empatĂa con el otro y hasta de empoderamiento; y por otro, una
fantasĂa completamente androcentrista y misĂłgina en las que los hombres pueden
imaginarse en el papel de los monstruos, tan poderosos que pueden poseer a
cualquier mujer sólo tomándola entre sus garras, sin que la voluntad y los
deseos de ellas importen en lo absoluto. AsĂ que sĂ, señores: esto es tambiĂ©n parte de una cultura de la violaciĂłn.
Lo anterior nos muestra la necesidad urgente de contar más con la mirada femenina en nuestra cultura erĂłtica, que se beneficiarĂa mucho de abrazar los valores que las mujeres han impreso en los materiales creados por ellas mismas, en oposiciĂłn a la misoginia presente en lo que los varones han estado creando por generaciones. El Ă©xito de la reciĂ©n galardonada The Shape of Water, en la que una mujer tiene una relaciĂłn romántica con el Monstruo de la Laguna Negra, es una muestra de cĂłmo pueden ser historias erĂłticas guiadas por el espĂritu de aventura y exotismo a la vez que por un erotismo empático.
Como fuere, Ă©ste es un tema que puede explorarse desde la psicologĂa, los estudios culturales o la teorĂa de gĂ©nero. Aunque quizá, como dice Howard en Scientific American, las fantasĂas de monstruos folladores son un ejemplo más de cĂłmo la sexualidad humana es tan variada y contradictoria que muchas de sus expresiones escapan la explicaciĂłn. Sea como sea, lo cierto es que el porno con criaturas fantásticas es mucho más que una moda pasajera, sino que parece algo que se quedará por mucho tiempo.
FIN
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Fuentes:
- TV Tropes tiene algunas entradas al respecto: The Touch of the Monster, Monster Misogyni y Mars Needs Women
- Tentacle Rape en el blog del Dr. Mark Griffiths, incluye muchos enlaces interesantes con informaciĂłn sobre el tema.
- MONSTER PORN: Amazon Cracks Down On America’s Latest Sex Fantasy, Bussiness Insider
- Bigfoot, sexy? Erotica author explains Salon
- Monster Porn and the Science of Sexuality, Psychology Today
- What “Monster Porn” Says About Science and Sexuality Scientific American
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