Hola, soy Maik. Hoy vengo a impartir una breve lección de historia, y a invitar a unas reflexiones relevantes para nuestros tiempos. Usemos lo que sabemos sobre el pasado para comprender nuestro presente, que de eso se trata. Mira este cartón:
Esta caricatura sobre Martin Luther King Jr.
apareció en la década de los 60. En ella se insinúa que el carácter pacífico de
su movimiento es falso y que su verdadera naturaleza es violenta. Qué curioso cuando,
desde la escuela hasta la cultura pop y los memes de Internet, hacen énfasis en
la estrategia no violenta de MLK como paradigma de lo que debe ser un
movimiento social.
Ahora, mira esta caricatura sobre Black Lives
Matter:
Cuando se habla de movimientos sociales de hoy,
nunca faltan voces que tratan de compararlos con aquellos de antes. El
feminismo de ayer, contra las locas feminazis de hoy. El pacífico Martin Luther
King contra los vándalos de Black Lives Matter. La gloriosa Résistance
antifascista de antaño, contra los peligrosos matones de Antifa. Aquellos
movimientos, aquellas luchas del pasado, estuvieron bien, lo hicieron de la
forma correcta, y pelearon por las causas justas. Las de hoy son malas
imitaciones, indignas de la memoria de los héroes del pasado, que sólo traen
caos y problemas, y que incluso pueden llegar a ser un peligro.
Pero basta estudiar un poco de historia para saber
que las críticas que se hacen hoy en día contra distintos movimientos
sociales, son básicamente las mismas que se hacían antaño. El guion ha
cambiado poco; tan poco, que podemos tomar una caricatura anti-sufragista de
inicios del siglo XX y una caricatura antifeminista de inicios del siglo XXI y
ver que dicen básicamente lo mismo.
Hace un siglo decían estas cosas de las
sufragistas: que querían destruir la familia, que querían tener supremacía
sobre los hombres, que eran mujeres feas, antipáticas y poco femeninas. ¿Acaso
no has escuchado que dicen exactamente lo mismo acerca de las feministas
modernas? “Pero hay mujeres que critican el feminismo actual, aunque
reivindiquen el clásico.” ¡Gran cosa! También
hubo mujeres que se oponían al sufragio femenino.
Algunas personas parecen creer que el movimiento
sufragista consistió solamente en marchas y protestas pacíficas, pero no fue
así. Las sufragistas históricas rayaron paredes, rompieron ventanas, irrumpieron en
eventos públicos, vandalizaron edificios y en ocasiones se liaron a golpes con la policía.
Deja te cuento algo. En marzo de 1914 la sufragista
Mary Richardson
vandalizó la famosa pintura de Diego Velázquez, La Venus del espejo como
una forma de protesta. Su mensaje era “se preocupan más por los derechos de
una mujer pintada que por los de las mujeres reales”. El mensaje puede ser
poderoso, pero en lo personal, ni me parece bien dañar una obra de arte, ni
creo que este acto en particular haya servido de mucho para la causa.
Sin embargo, no creo que eso baste para
deslegitimar un movimiento ni sus objetivos. Antes bien, conocer ésta y otras
historias me ha servido para entender que lo más probable es que este tipo de
cosas son casi inevitables. Para que tu movimiento triunfe, tienes que involucrar
a toda la gente que puedas, y entonces no puedes controlar que todas las
personas tengan buenas ideas o sean perfectamente disciplinadas, o que piensen
todas exactamente igual que tú. De todos modos, el caso de Mary Richardson ha
pasado como una anécdota curiosa, mientras que el movimiento sufragista cambió
la historia. Así que cuando veo cosas que no me parecen bien en el marco de
movimientos que por lo general apoyo, trato de recordar que, aunque criticarlos
puede ser pertinente y válido, a fin de cuentas son inconveniencias menores,
detalles en procesos mucho más trascendentes.
¿Qué hay del pacifismo de Martin Luther King? Es
cierto que él personalmente predicaba la no violencia como método de lucha, no
sólo por ser más efectiva, sino por ser moralmente superior. Sin embargo, aunque
no aprobaba los disturbios como forma de protesta, los comprendía como
expresión desesperada de un pueblo que no había sido escuchado. Su actitud
no era “qué malos los revoltosos que arruinan nuestra lucha” sino “miren, esta
violencia es el resultado de la injusticia, y si no queremos que haya más problemas
así, hay que corregir la injusticia”. Además, no tenía control absoluto sobre
todas y cada una de las personas que lo siguieron o participaron en sus
manifestaciones, así que no siempre podía evitar que las cosas se pusieran punk.
Sin contar que nunca falta la gente externa que aprovecha la confusión para
hacer desmadre.
Lo que es más, a pesar de que MLK era súper
estricto y disciplinado con esa de la no violencia y no darle causa a los criticones
para berrear, ni a las autoridades para reprimir, de todas formas los medios
y la opinión pública lo tachaban de extremista
y alborotador, y a sus tácticas de provocativas. Como hoy, cuando atletas
negros se arrodillan durante el himno nacional en forma de protesta; difícilmente
se puede ser más pacífico que eso, pero a mucha gente le indigna la falta de respeto.
Piensa: las marchas, los plantones y las huelgas son de lo más pacifista que
hay, pero como interrumpen el tráfico y estorban a la gente, siempre son criticadas
duramente por una buena parte del público y los opinócratas. ¡Pero ésas eran
precisamente las tácticas de Martin Luther King!
Eso sin mencionar que el movimiento del Dr. King no
fue el único que existió en aquellos años. Desde Malcolm X a los Black Panthers, otros colectivos no renunciaron a usar métodos de confrontación y
acción directa para luchar contra la supremacía blanca. Todos ellos
contribuyeron al cambio social que se dio en la década de los 60. De hecho, el
contraste con los movimientos más “radicales” empujó a las autoridades a buscar
entendimiento con el de MLK, que en comparación parecía menos peligroso.
¿Qué hay del movimiento por los derechos LGBTQ+?
Empezó como un disturbio contra la policía en Nueva York, e incluyó pedradas,
saqueos y toda la cosa. Tampoco fue bien visto con buenos ojos por mucha gente:
“maricas causando destrozos”. Piensa en eso cuando te escandalicen los atuendos
del desfile del Pride. Si los movimientos sociales fueran aprobados por las
mayorías desde un inicio, no serían necesarios; se dan precisamente para
cambiar la visión que las mayorías tienen sobre un asunto, y esa lucha no
siempre es sencilla, se enfrentan siempre al poder, y por lo general toma mucho
tiempo.
En este video sobre la ciencia
del activismo, Rebecca Watson nos explica que los movimientos de
protesta pacíficos son más efectivos que los violentos para traer cambios
sociales. Pero, ojo, que también aclara que por la oposición pacíficos vs
violentos no se refiere a “marchas bien educadas” vs “protestas con grafitis y
pedradas”, sino “protestas con o sin catorrazos” vs “insurrecciones armadas”.
También explica que los movimientos sociales que emplean tácticas incómodas,
que al gran público pueden parecerles “extremas”, son en un principio
impopulares, pero los que más posibilidades tienen de lograr cambios reales.
“Pero aquellos movimientos querían algo bueno, no
las locuras que quieren los de ahora”, piensan algunos, o incluso, que la
justicia ya se logró con aquellas luchas y que ahora ya no hay nada que pedir.
Pero mira, en aquel tiempo también mucha gente pensaba que la sociedad ya
era justa así como estaba. Que era lo natural y correcto que las mujeres
estuvieran subordinadas a los hombres, que las minorías raciales permanecieran
segregadas y que la diversidad sexual fuera escondida. Y que, si ese orden se
alteraba, las cosas se pondrían muy mal.
Cuando Mary
Wollstonecraft empezó a publicar sus ideas feministas a finales del siglo
XVIII, intelectuales varones dijeron que si su proyecto se llevara a cabo, la
sociedad inglesa se desmoronaría. Un crítico comentó que, si las mujeres pedían
igualdad de derechos, luego los animales también lo harían. ¿No te parecen
familiares esas acusaciones? Y lo mismo se dijo de las sufragistas a principios
del siglo XX, y de las feministas de segunda ola en los 60 y 70. Las razones
y objetivos de estos movimientos suelen presentarse de forma caricaturizada,
como hombres de paja, para asustar al público ante un escenario distópico.
De Martin Luther King se
dijo que era un comunista, agente de la Unión Soviética, que quería
desestabilizar a los Estados Unidos. Los segregacionistas en los estados del
sur aseguraban que los negros estaban contentos con el orden de cosas y que
eran “agentes externos” los que los estaban alborotando. Lo mismo se dijo de
Nelson Mandela en su lucha contra el Apartheid en Sudáfrica. Seguro muchos lo
creían de verdad, quizá otros sólo querían hacerlo creer, pero el caso es que
en aquella época cualquier movimiento social era tachado como parte del
complot comunista internacional. Recuerda esto cuando hablen de
conspiraciones malvadas que supuestamente controlan los movimientos sociales
actuales para “destruir Occidente”. No, George Soros no financia
Black Lives Matter.
Vayamos recapitulando. Existe cierto discurso
recurrente, incluso dominante en ciertos medios, que quiere hacerte creer que:
a) Los movimientos sociales de antaño fueron
perfectamente civiles y educados, cuando en realidad incluyeron tantas ventanas
rotas y paredes pintadas como los de ahora.
b) Que los movimientos sociales de antaño
lograron todo lo que tenían que lograr, cuando en realidad obtuvieron victorias
decisivas, pero parciales, en una lucha por la justicia que continúa hasta nuestros
días.
¿De qué consiste todo esto? Primero, recuerda que,
de fondo, el
meollo de toda postura conservadora es mantener el statu quo, en
especial preservar los privilegios y poder de quienes gozan de ellos. Recuerda
también que lo progresista y lo conservador dependen del contexto histórico y
social de cada situación, y que es siempre relativo. Los movimientos del
pasado tuvieron que luchar contra las corrientes conservadoras de ese momento,
las que se resistían a la posibilidad de un cambio social, especialmente si
ello significaba que un grupo perdería sus ventajas sobre otros.
Con mucho trabajo, la visión impulsada por estos
movimientos, o por lo menos una parte de ella, fue imponiéndose, ya no como una
demanda de cambio radical, sino como parte de una nueva normalidad. Se
reconoció el derecho al voto de las mujeres, se hizo ilegal la segregación
racial, etcétera. El radicalismo de ayer es el sentido común de hoy. Ya
convertidas en parte de la normalidad, el conservadurismo no podía seguir
oponiéndose a estas conquistas (algunos todavía lo hacen, son los
reaccionarios). Entonces su nueva meta es evitar a toda costa que ocurran más
cambios. De modo que se vuelve necesario deslegitimar tanto los nuevos
objetivos como los métodos de los movimientos, que creas que la igualdad ya
se logró, que pedir más es un despropósito, y que “ésas no son las formas”.
De la misma manera, cuando ponen, a manera de
contraejemplo al activismo, historias de mujeres o miembros de grupos marginados
que destacan profesionalmente, de lo que se trata es de mandar el mensaje de
que el único esfuerzo válido es el de la superación personal, no
el del cambio social. Porque es precisamente éste el que pone en peligro al statu
quo.
Esto que estoy diciendo no necesariamente es
una estrategia consciente por parte de cada persona que demuestra rechazo hacia
estos movimientos. Más bien estoy explicando la función que cumplen estos
discursos en el marco de la guerra cultural. Puse por ejemplos algunos de los casos más universalmente conocidos, referentes al contexto estadounidense y europeo (que nos es familiar por las películas y otros medios), pero aplica igual a los movimientos en nuestra América Latina. Creo que, a fin de cuentas,
cuando se habla sobre feminismo, huelgas de trabajadores, protestas contra el
racismo, o lo que fuere, lo que quiero decir con todo esto es:
1. Cuando escuches de un movimiento social que
es sólo una bola de lunáticos que quieren destruirlo todo y colapsar la
sociedad, piensa que exactamente lo mismo dijeron de movimientos
históricos que ahora son canonizados.
2. Cuando el discurso sobre un movimiento
actual se centre en los actos reprobables, recuerda que los movimientos del
pasado incluyeron esa clase de cosas, y piensa que, aunque puedes no estar de
acuerdo, es posible que no se trate de algo representativo del movimiento, ni
que sea suficiente para deslegitimarlo por completo.
3. Cuando te digan que las demandas y objetivos de un movimiento son absurdas o peligrosas, recuerda que las demandas de movimientos en el pasado, como el voto femenino o el derecho a la no discriminación, hoy son consideradas de sentido común, pero en su momento fueron radicales.
Esto no significa que debas caer en el efecto de
Galileo: se rieron de Galileo y tenía razón, pero no cualquier charlatán del
que se rían tiene razón. Más bien que no te quedes con una visión superficial
de los movimientos actuales, que profundices un poco antes de casarte con una
opinión. Es decir, pregúntate si la caracterización de estos movimientos que ha
llegado hasta ti no es el equivalente a esas caricaturas con las que iniciamos
esta entrada. Si la información que recibes viene del equivalente actual a los que en el pasado dijeron que el voto femenino o la mezcla de razas destruirían a la sociedad. Pregúntate si, de haber
vivido en tiempos de la esclavitud, habrías
estado a favor o en contra de ella. A fin de cuentas, tarde o temprano, el
cambio va a llegar, y cuando en el futuro mires a este momento ¿qué pensarás?
Ésta es la primera de dos introducciones para
hablar de movimientos sociales de hoy. En la próxima hablaremos de si en realidad son las élites gobernantes las que llevan a cabo el cambio social.
Spoiler: NO.
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