¿Qué es lo gótico? Muchas imágenes distintas pueden venirnos a la mente cuando escuchamos esa palabra. Podemos pensar en castillos y catedrales con altas agujas y grotescas gárgolas mirándonos desde sus cornisas. Quizá pensemos en historias de vampiros acechando por las brumosas calles de una ciudad decimonónica. O en hermosas jóvenes de pálido rostro ataviadas de negro. Quizá el vocablo nos remite más bien a lo obscuro, lo siniestro, lo macabro, e incluso lo melancólico.
Desde la caligrafía gótica usada tanto
en manuscritos medievales como en portadas de libros de terror, hasta la Ciudad
Gótica donde Batman combate el crimen… ¿Cómo puede ser que una misma palabra
evoque imágenes tan disímbolas? Eso es lo que aprenderemos en esta serie.
Acompáñenme en este viaje a través de los siglos para conocer la civilización,
el arte, las ficciones y las tribus urbanas que dieron origen a lo que hoy
llamamos Gótico. Ésta es la primera entrega; si quieren explorar la serie completa, pueden ir directo al Índice.
Capítulo Uno:
La Civilización Gótica
Etimológicamente… No se me duerman, hay
que empezar por ahí… Etimológicamente, les decía, gótico quiere decir “relativo
a los godos”, así que nuestro punto de partida es este antiguo pueblo
germánico, a los que los romanos llamaron gothi y que a sí mismos
se llamaban gut. Los godos son famosos por, nada más y nada menos,
haber destruido al poderoso Imperio Romano. Ésta es su valiente historia...
A. EL PUEBLO GÓTICO
Parece que los godos tienen su origen
en la región sur de Escandinavia, en la actual Suecia, ya sea en Götaland,
la punta más meridional de la península, o en Gotland, una gran isla entre
Suecia y Dinamarca, ya que ambas en referencias históricas han sido llamadas Gothland.
Lo más probable es que toda la zona haya sido hogar de pueblos emparentados con
los que después se llamarían godos.
Entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C.
los habitantes de Gothland comenzaron a migrar hacia Pomerania, en la costa del
Mar Báltico, en la zona norte de lo que hoy son Polonia y Alemania. Llamaron a
su nuevo hogar Gothiscandza. Atrás dejaron a sus parientes los gautas y
los gutes, que permanecieron en Escandinavia y son los antepasados de los
suecos actuales. En su nuevo hogar, los godos se establecieron como
agricultores más o menos sedentarios, formaron parte de la Ruta del Ámbar
que extendía el comercio desde Italia hasta Escandinavia y dejaron misteriosos
círculos de piedra, túmulos y estelas en los bosques. En ese entonces no
parecen haber sido muy belicosos, dadas las pocas armas que se han encontrado.
En el siglo I los historiadores romanos
empezaron a hacer referencia a los gutones como uno de los muchos
pueblos que habitaban la Germania. Para los romanos, Germania era todo
lo que estaba al este del río Rin. En efecto, los pueblos germánicos tenían orígenes
etnolingüísticos en común, así como ciertas características culturales afines y
religiones básicamente iguales. Pero no eran una sola cosa; cada pueblo
germánico tiene su propia historia, incluyendo la de sus enfrentamientos con
Roma, y hasta podríamos hacer una canción enlistándolos: alamanos, anglos,
burgundios, cimbrios, francos, hérulos, jutos, lombardos, marcomanos, sajones,
suevos, teutones y vándalos. Y eso es sólo mencionando a las que
principalmente dieron dolores de cabeza a los romanos en varios puntos de su
historia.
Parece que en el siglo I los godos
fueron vasallos de los marcomanos, el pueblo germánico más poderoso de
la región, y que vivían muy lejos de la frontera con la provincia romana de
Galia, la colindante con Germania. Los romanos tuvieron noticia de ellos, pero
no mucho contacto. Así que, contrario a lo que nos dicen en Astérix y los
Godos, no había de estos bárbaros viviendo en Germania junto a la Galia
en el año 50 a.C. Lástima.
A partir de mediados del siglo II, los
godos iniciaron una gran migración hacia el sur. Éste
fue un movimiento masivo, y pocos asentamientos godos quedaron en Gothiscandza.
Conforme los godos se movían hacia el sur, otros pueblos germánicos eran
desplazados hacia el oeste, como los marcomanos, que se vieron empujados hacia
las fronteras del Imperio Romano, desencadenando una serie de guerras
fronterizas. Una de estas batallas es la que vemos representada en la famosa secuencia inicial de la película Gladiador.
Guiados por el legendario rey Filimer
(del cual no sabemos si existió en verdad), los godos entraron en una nueva
tierra a la que llamaron Oium (algo así como “país acuático”), entre la
ribera del Danubio y las costas del Mar Negro, en lo que hoy es Ucrania. Es un
territorio de llanuras muy fértiles entre el mar y numerosos ríos. Entre sus
habitantes estaban los sármatas, jinetes nómadas de la estepa, de los
cuales los godos aprendieron las artes de la equitación, arquería y cetrería.
También, por estar rodeados de agua, los godos le entraron a la navegación, en
la que se volvieron muy buenos, gracias a las enseñanzas de sus otros vecinos, los también germánicos hérulos.
B. EL REINO GÓTICO
Fue por estos años que en las crónicas
romanas comienza a aparecer el nombre de Gothi, para referirse a
los habitantes de más allá del Danubio. Parece ser que los romanos nunca
hicieron la relación entre estos gothi y los gutones que
habitaban Germania un par de siglos antes. Vaya usté a saber.
En Oium los godos establecieron un reino
muy poderoso que se extendía por territorios de las actuales Ucrania, Rumania y
Moldavia, y que tenía su capital en la legendaria Áhreimar, a orillas del río Dniéper.
Desde allí, a partir del siglo III, se dedicaron a lo que mejor hacen los
pueblos bárbaros: ¡el pillaje! El ascenso del reino gótico en Oium coincidió
con el inicio del Bajo Imperio, la época en la que los romanos trocaron
su pasatiempo predilecto, “la conquista del mundo”, por la menos elegante
actividad de “putearse entre ellos mismos”. Ver la historia de este periodo en
retrospectiva es doloroso; equivale a atestiguar cómo un amigo está no sólo
enfermo y en agonía, sino además tomando todas las malas decisiones
imaginables.
De hecho, la primera Guerra Gótica
(hubo un chingo) se dio justo en el contexto de la Crisis del Siglo III,
conocida también como “la época en la que Roma valió madres”. En el 249 los
godos, bajo el mando del rey Cniva, cruzaron el Danubio y entraron en la
provincia romana de Tracia (en la actual Bulgaria), saqueando y devastando con
singular alegría. En el 251, Cniva enfrentó a las tropas romanas en la Batalla
de Abrito, y no sólo las derrotó, sino que mató al emperador Decio y
a su hijo Herenio. Como sucede con muchos de estos personajes bárbaros, no sabemos cuándo nació ni cuándo murió Cniva y sólo hay fechas de sus enfrentamientos con Roma.
Durante las dos décadas siguientes, ya
fuera por mar o por tierra, los godos se dedicaron a asaltar ciudades y
puertos del Imperio Romano en los Balcanes, Grecia, Asia Menor y hasta el
Mar Egeo, llegando tan al sur como Chipre. Todo con lujo de violencia y saqueo,
claro está, que por algo son bárbaros.
Por supuesto que los romanos habían
conquistado medio mundo con igual lujo de violencia y saqueo, pero la mayor
parte de lo que sabemos de esa época fue escrito por grecolatinos, así que
nos quedamos con la conclusión de que masacrar gente para saquear sus casas es
de salvajes, pero masacrar gente para luego esclavizar a los que queden,
imponerles tributos, hacerles honrar a un señor que vive bien lejos y a lo
mejor construir una terma en la localidad es el colmo de la civilización.
Toda esta fiesta de pillaje y
destrucción terminó en el año 269, cuando los godos fueron derrotados en la Batalla
de Naisso por el emperador Claudio el Gótico (214-270), quien adoptó ese
nombre precisamente por haberse coronado como vencedor de los godos. Esta
victoria aseguró la supervivencia del Imperio por un par de siglos y calmó un
poco los ánimos de los godos, aunque volverían a las andadas poco después.
Los historiadores romanos nos han dejado
descripciones de los godos como personas altas, atléticas, de cabellos
rubios y piel pálida, así que podemos adivinar que serán interpretados por
actores kenianos en la adaptación de Netflix. Los godos iban vestidos con
pantalones y pieles de animales, lo que parecía escandaloso a los viejos
romanos con sus togas, porque todo el mundo sabe que la gente civilizada deja
que el aire le refresque los genitales.
Por cierto, si buscan imágenes de godos en Internet, es muy probable que les pongan ilustraciones de otros guerreros bárbaros, como los celtas. Los godos se distinguen por sus escudos redondos con una maza de metal en el centro que servía para dar catorrazos, mientras que los celtas tenían escudos alargados, y además usaban trenzas y bigotes como Obélix. Los cascos góticos no tenían cuernos ni alitas (los vikingos tampoco), pero como durante un tiempo estuvo de moda representarlos así, encontrarán mucho arte decimonónico con esas características. A veces también se les representa con cascos prusianos, pero éstos son un invento de los alemanes del siglo XIX, así que nada que ver.
No todos los godos se dedicaban a la
violencia; de hecho, la mayoría de los pobladores eran campesinos pacíficos. La
sociedad gótica estaba organizada en clanes familiares, que estrechaban
lazos de lealtad unos con otros a través del matrimonio e intercambio de
regalos. Vivían sin muchos lujos, pero quienes podían se adornaban con
hebillas y prendedores de oro. Los godos mostraron un gran talento para la orfebrería,
porque, bárbaros o no, les gustaban las cosas bonitas.
Un rasgo característico de los godos
eran sus carromatos, verdaderas casas rodantes que ocuparon para sus
grandes migraciones y que, según nos cuentan las crónicas, estaban adornadas
con mucho colorido. Cuando se asentaban, vivían en casas comunales
hechas de materiales perecederos.
Originalmente, los godos practicaban un paganismo
relacionado con el de sus parientes lejanos los vikingos, con dioses que son
prácticamente los mismos, pero con otros nombres y atributos un tanto distintos.
Así, Odín era Gaut, Thor era Fairguneis y Tyr, el más importante para los
godos, era llamado Teiws. Del nombre godo de Odín, por cierto, vienen el alemán Gott y el inglés God para referirse a Dios.
En el siglo IV, gracias al contacto con
los romanos, algunos godos comenzaron a cristianizarse, no sin que
hubiera resistencia por parte de ciertos líderes. Esto fue posible gracias a la
labor evangelizadora del obispo Ulfilas (311-383), cuyos padres habían sido
griegos cristianos capturados por los godos en una de sus incursiones. La variante
cristiana que este santo promovió entre los godos fue el arrianismo, que
se distinguió del catolicismo porque no reconocía a la Santísima Trinidad ni
creía que Jesús y Dios padre fueran la misma persona. Esto es importante
porque, aun cuando la mayoría de los godos se hubieran vuelto al cristianismo,
su fe arriana les enfrentó a los cristianos católicos, que eran mayoría en la
parte occidental del Imperio.
Ulfilas desarrolló el alfabeto gótico
y escribió la Biblia gótica para este
propósito; hasta entonces los godos usaban runas para escribir, como otros
pueblos germánicos (y tampoco escribían mucho). Como podrán ver, este sistema
de escritura no se parece en nada a lo que conocemos como “letras góticas” y
que en las tiras cómicas de Astérix son usadas para representar la lengua
gótica. Pero para saber de dónde salieron estas últimas, y cómo se les empezó a relacionar con lo germánico tendremos que chutarnos
mucha historia todavía.
C. LAS GUERRAS GÓTICAS
Las guerras civiles y luchas internas por el poder entre romanos favorecieron a los godos.
Por un lado, podían dedicarse a saquear alegremente a las ciudades del Imperio;
por otro, al ser reclutados como mercenarios en las guerras civiles, obtenían
cuantiosos botines, adquirían conocimiento de las estrategias militares romanas
y, en algunos casos, ciertos líderes godos tuvieron acceso a rango y honores
dentro del ejército imperial, así como aceptación y prestigio para sus familias
en la alta sociedad romana.
Por otro lado, los godos capturaban
habitantes del Imperio para esclavizarlos, mientras los romanos hacían lo
propio con los godos. Así, los godos fueron romanizándose y, al mismo tiempo, el
Imperio se fue germanizando.
Esto se dio sobre todo a partir del
siglo IV; durante el reinado del emperador Constantino el Grande (272-337), unos 40,000 godos
fueron reclutados para cuidar la nueva capital de Constantinopla.
Poblaciones enteras de estos germanos pasaron a vivir dentro de las fronteras
del Imperio, con algunos individuos gozando de buena posición.
Ese mismo siglo vio el reinado de Ermanaric (291-376),
quien expandió el reino gótico de tal forma que su influencia llegó a sentirse desde
el Báltico al Mar Negro y desde el Danubio hasta los Urales. Los reyes
godos eran tan poderosos que se podían dar el lujo de negociar en plan de
iguales con los emperadores romanos. Éste fue el primer estado poderoso que
existió en el territorio de lo que alguna vez sería Rusia.
Todo marchaba relativamente bien hasta
que empezó a marchar relativamente mal. Una nueva amenaza proveniente de las
estepas asiáticas irrumpió en Europa oriental en la década del 370, un nuevo
poder en la región que incendiaría el continente y pondría todo de cabeza. Sí,
estamos hablando de estos tipos:
De todos los pueblos bárbaros a los que
Roma enfrentó, los hunos eran los más feroces. Irrumpieron en el reino
gótico, devastándolo por completo y sometiendo a sus habitantes. Los hunos eran
tan aterradores que muchos godos prefirieron probar suertes enfrentando al
Imperio Romano antes que caer en las manos de estos jinetes asiáticos. El líder
godo Fritigern dirigió a un enorme contingente de su pueblo en una
nueva migración, esta vez hacia el oeste, y pidió refugio al emperador Valente (328-378) dentro de las fronteras del Imperio.
El emperador aceptó; los godos debían
convertirse en súbditos romanos, dejar sus modos de vida violentos y a cambio
les dejarían cruzar el Danubio para pasar del Barbaricum al Imperium.
Eran chorromiles de güeritos, por lo que se necesitaba de una organización
logística muy bien planificada y ejecutada para evitar problemas. Lo malo es
que Valente le encargó el asunto a funcionarios corruptos y gandallas,
que sometieron a los refugiados a malos tratos, hacinamiento y hambrunas. Más y
más godos iban llegando a la ribera del Danubio, mientras los romanos no
dejaban pasar sino a unos pocos, en especial varones jóvenes en edad de
combatir que pudieran reclutar para el ejército. Obligaron a los refugiados a
pagar por la comida que les proporcionaban, y cuando los godos se quedaron sin
tesoros, los romanos les hicieron vender a sus niños como esclavos.
Harto de la situación, Fritigern dijo fuck
this shit y se levantó en armas contra los romanos, en una gran
rebelión a la que pronto se unieron godos que vivían como inmigrantes o
esclavos en el Imperio. Los godos se dedicaron a asolar la provincia de
Tracia a partir del 376.
El conflicto llegó a su clímax en 378
con una devastadora derrota romana en la famosa Batalla de Adrianópolis,
en la que el mismo Valente perdió la vida. Fue tan contundente el resultado de
esta batalla que muchos historiadores consideran que aquél fue el punto de
no retorno hacia la caída de Roma, que tendría lugar un siglo más tarde. Y
quiero enfatizar que esto pasó porque los romanos no quisieron dejar de ser
culeros con un grupo de refugiados de guerra.
El siguiente emperador, Teodosio (347-395),
concedió a los godos tierras en Tracia como foederati, pueblos asocidados que no estaban sometidos a Roma como conquistados, pero que gozaban de ciertos beneficios a cambio de que
permanecieran fieles al Imperio y le prestaran servicio militar. A partir de
aquí podemos hablar de la escisión del pueblo gótico en dos ramas: los
ostrogodos, o godos del este, que permanecieron bajo el dominio de los hunos
en Europa oriental; y los visigodos, o godos del oeste, que pasaron a
formar parte de la esfera romana, en cuya historia este pueblo bárbaro jugaría
un papel definitorio.
D. EL SAQUEO DE ROMA
Los años de los que vamos hablar ahora
son de caos absoluto, una época terrible para estar vivo. El Imperio se
estaba cayendo a pedazos; los romanos estaban en guerra civil constante,
mientras los pueblos bárbaros entraban y salían de sus fronteras como Juan por
su casa o de plano arrancaban de sus manos provincias enteras; las poblaciones
eran constantemente saqueadas y devastadas, pero no había hacia donde huir;
ninguna alianza perduraba, casi ningún gobernante dejaba el poder sin que lo
asesinaran, y ningún territorio era ocupado por una facción durante mucho
tiempo.
Teodosio puso a prueba la voluntad de
los visigodos en su guerra por el trono contra Eugenio (345-394), que a su vez
utilizó a los francos, otro pueblo germánico que andaba aterrorizando el
occidente del Imperio. En la Batalla del Frígido del 394, destacó un nuevo
caudillo godo, Alaric (370-410), quien dirigió a sus fuerzas contra los francos
aliados de Eugenio. Pero esta victoria para Teodosio resultó carísima para los
godos, quienes pusieron la mayor parte de los muertos; parece ser que el
emperador los mandó en la vanguardia precisamente para reducir sus números y
hacerlos más controlables. A pesar del enorme sacrificio de los godos, éstos no
fueron recompensados justamente por el Imperio, y Alaric fue alimentando un
resentimiento que pronto volvería contra Roma.
A la muerte de Teodosio en el 395, el Imperio
quedó dividido entre sus dos incompetentes hijos Honorio (el Imperio
Romano de Occidente) y Arcadio (el Imperio Romano de Oriente, mal
llamado “Bizantino”), aunque en realidad los que tenían el poder eran sus
ministros y generales. Alaric quería mejores condiciones para los visigodos, no
sólo ser foederati, sino parte del Imperio, con todas las ventajas que
eso implicaba. Con el pretexto de la muerte de Teodosio, se fue sobre el
Imperio de Oriente y arrasó los Balcanes y Grecia entre el 395 y el 397 hasta
que Arcadio (395-408), controlado por el eunuco Eutropio, finalmente le concedió
el título de magister militum, un nuevo hogar en las tierras de
Iliria y el derecho a cobrar impuestos en grano y oro para mantener a su gente.
Pero sucedió que, por intrigas
palaciegas dignas de Game of Thrones, Eutropio perdió el poder y fue
ejecutado, y los nuevos titiriteros de Arcadio ya no reconocían la obligación
de honrar el pacto con Alaric. Además, decidieron que a partir de entonces Iliria
era parte del Imperio de Occidente, así que el problema sería de Roma y no de
Constantinopla, bai.
Alaric intentó marchar hacia Italia para forzar al Imperio de Occidente a un buen trato,
pero fue derrotado en dos ocasiones por Flavio Estilicón (359-408), un brillante militar
romano de origen germánico y verdadero poder tras el trono de Honorio (384-423).
Estilicón optó por la paz y por darle a Alaric lo que quería.
Los romanos no confiaban en los bárbaros
y sentían que las concesiones de Estilicón eran actos traicioneros. Instigado por
su ministro Olimpio (en más intrigas palaciegas que harían sonrojar a Littlefinger),
Honorio no sólo mandó a asesinar a Estilicón, sino que organizó una masacre
de familias de origen germánico en Italia. Esto provocó una deserción
masiva de soldados germánicos en las filas del Imperio, que rápidamente fueron
a unir sus fuerzas a las de Alaric, quien entonces invadió Italia, liberó a
decenas de esclavos de origen gótico, arrasó con poblaciones enteras, y en
408 le puso sitio a la mismísma Roma.
Alaric mantuvo a Roma como rehén durante
dos años. Él no quería destruir el Imperio ni la Ciudad Eterna; sólo quería
que reconocieran a su gente como parte de la civilización romana, con todas
los derechos y privilegios que eso entrañaba. Pero los romanos de esta época
eran demasiado obtusos y arrogantes, y no les caía el veinte de que ya estaban más p'allá que p'acá y que no era momento para ponerse sus moños. Entre negociaciones fallidas,
traiciones, y pérdida de tiempo nomás haciéndose güeyes, terminaron por
agotar la paciencia de Alaric, quien ya no pudo contener la ira de sus hombres
y les dejó saquear Roma en el 410.
Roma ya no era la capital del Imperio;
ésta era Ravena desde el 402. Pero en la ciudad fundada por Rómulo todavía
estaban el Senado y el Papado, era hogar de muchas familias aristocráticas y
por supuesto que tenía un significado simbólico tremendo. En 800 años Roma
no había sido profanada por un ejército extranjero. Ahora la Ciudad Eterna,
que había conquistado al mundo, se hallaba bajo el poder de los bárbaros. Como
se podrán imaginar, fue un evento traumático para los orgullosos romanos.
Con todo, el saqueo de Alaric fue relativamente
moderado. Dejó que su gente se llevara todos los tesoros que pudiera, pero mantuvo
la violencia contra las personas y la destrucción contra edificios al mínimo,
y respetó las iglesias cristianas (él mismo era cristiano arriano). Para el rey
godo, el que las cosas hubieran haber llegado a esto era un fracaso.
Alaric murió pocos meses después. Su
cuerpo fue inhumado siguiendo la costumbre gótica; el río Busento, en el sur de
Italia, fue desviado temporalmente, y en el fondo se enterró al rey godo con
sus tesoros. Después dejaron que el río volviera a su cauce y cubriera su
tumba por siempre. Los esclavos que habían hecho la excavación fueron ejecutados
para que nunca revelaran el lugar.
E. LA CAÍDA DE ROMA
Tras la muerte de Alaric, los visigodos
se asentaron en el sur de Galia, donde se dedicaron a pelear contra los
romanos y otros pueblos bárbaros por igual. Resulta que mientras Alaric hacía
de las suyas en Italia, otras tribus germánicas habían cruzado hacia el
occidente y llegaron hasta Hispania: los suevos, alanos y vándalos. Con la
esperanza de lidiar con todos de una vez, Honorio prometió reconocer el
reino de los visigodos a cambio de que éstos echaran a los otros bárbaros
de Hispania. Lo cierto es que Roma nomás sobrevivía porque los bárbaros también
tendían a pelearse entre sí todo el tiempo, así que la cosa era un
merequetengue de alianzas y traiciones.
Los visigodos aceptaron la propuesta y se fueron contra los otros bárbaros de Hispania en el 418; fue así como
llegaron familiarizarse con el país que al poco tiempo conquistarían. En recompensa
Roma les cedió el territorio de Aquitania, pero los visigodos pronto se quedaron con
un buen pedazo de Galia e Hispania.
Mientras tanto los hunos habían
estado haciendo de las suyas en el oriente de Europa. Ahora estaban gobernados
por el legendario Attila (395-453), el Azote de Dios, cuyo caballo pisaba y nunca
volvía a crecer la hierba, y quien definitivamente no se parecía a Gerard
Butler. Tras haber devastado las provincias del Imperio de Oriente, el fiero
rey de los hunos decidió probar suertes contra el Imperio de Occidente.
En el 451 se dio una batalla inédita.
Una desesperada alianza de romanos, galos, francos, visigodos y sajones,
bajo el mando del último héroe romano, Flavio Aecio (396-454), se enfrentó al
inmenso ejército de Attila, que además contaba con un montón de gente a la que
había conquistado, incluyendo a los ostrogodos, hérulos y otras tribus. Así que
sí, ésta fue una ocasión para que visigodos se enfrentaran contra ostrogodos.
No se tienen muchos detalles de esta Batalla de los Campos Cataláunicos
(vaya, ni siquiera estamos seguros de en dónde ocurrió), pero fue la última
gran victoria de Roma, el canto del cisne para un ejército que alguna vez había
conquistado el mundo.
Frustrados sus planes de conquistar
Galia, Attila se dirigió hacia Italia, arrasando todo a su paso. Antes
de llegar a Roma, el rey de los hunos fue abordado por el papa León I
que conferenció con él. No se sabe de qué hablaron, ni qué tanto habrá dicho el
papa. La leyenda cristiana dice que Attila quedó tan intimidado por la santidad
del Sumo Pontífice que retrocedió aterrorizado. Probablemente León nada más le
prometió tributos si se iba en paz. En fin, a nosotros nos gusta pensar que fue
algo así:
Attila murió en el 453, probablemente asesinado por una de sus
esposas/esclavas, porque era un vato todo meco. Roma se había salvado de la
furia del Azote de Dios, y el imperio de los hunos se desintegró rápidamente.
Qué bien. Lo malo fue que poco después, en el 455, los vándalos saquearon Roma.
Qué mal.
En el 429, tras haber sido expulsados de Hispania
por los visigodos, los vándalos se habían ido a conquistar el norte de África,
donde establecieron su propio reino con capital en la milenaria ciudad de Cartago. Unos años más tarde, zarparon hacia Roma para
saquearla en el 455. La destrucción y carnicería fue tal que hizo parecer a los
godos de Alaric como buenas gentes.
Pero regresemos con los ostrogodos.
Tras la derrota en los Campos Cataláunicos y la posterior muerte de Attila, los
hunos ya no eran tan fuertes ni tan temidos como antes. Los ostrogodos,
dirigidos por su rey Ardaric, se rebelaron contra los hunos y los
derrotaron en la Batalla de Nedao en el 454, con lo que ellos y otras
tribus germánicas recobraron su independencia. Poco después, con ayuda del
Imperio de Oriente, los godos ganaron la supremacía en Panonia,
provincia romana que incluye territorios en las actuales Austria y Hungría.
Después de décadas con gobiernos
inestables, guerras civiles e invasiones, tras haber perdido prácticamente todos
sus territorios, el Imperio Romano de Occidente cayó de una vez y para
siempre en el 476, cuando los hérulos, bajo el mando de Odoacro (431-493),
depusieron y tomaron prisionero al último emperador, el joven Rómulo Augusto (465-511). Aunque la verdad es que
Roma ya no era muy imperial que digamos, se considera que ésta es la caída
definitiva del Imperio, pues Odoacro no se coronó a sí mismo emperador, sino
rey de Italia, nominalmente vasallo del Imperio de Oriente. Adiós, Imperio
Romano, que la Fuerza te acompañe; te veremos regresar en forma de malas
secuelas e imitaciones baratas a lo largo de los siglos.
F. DESPUÉS DE ROMA
Por esos mismos años el Reino
Visigótico gozaba de muy buena salud, con un territorio que abarcaba el sur
y oeste de Galia y casi toda la Península Ibérica. El cambio de poder en Roma
no les afectó tantito y los visigodos simplemente negociaron con Odoacro cómo
habían quedado sus fronteras.
Quienes no estaban muy felices con la situación
eran los romanos del Imperio de Oriente (mal llamados “bizantinos”, ash,
cómo me molesta eso), que no confiaban en Odoacro, y que ahora veían con temor
que los ostrogodos se estaban volviendo muy fuertes. Para matar dos pájaros de
un tiro, el emperador Zenón (425-491) ordenó a Theodoric el Grande (454-526), rey de los
ostrogodos, invadir Italia y deponer a Odoacro. Theodoric entró a Italia en
493 con suma facilidad; invitó a Odoacro a negociar, pero en vez de ello lo
asesinó y se hizo con el control del país. Así nació el Reino Ostrogótico,
con capital en Ravena.
Parecía que visigodos y ostrogodos ahora
serían vecinos, pero ésta es la época de mayor caos en la historia de Occidente
y para nadie las cosas permanecían estables por mucho tiempo. El Reino Visigótico
sufrió el ataque de los francos, quienes terminaron por expulsarlos de Galia,
misma que pasaría a llamarse Francia en manos de sus nuevos
conquistadores.
El Reino Ostrogótico alcanzó su máxima
extensión bajo el reinado de Theodoric, pero tras la muerte de éste en 526 hubo
peleas por el poder que lo debilitaron. Poco antes había llegado al poder en
Constantinopla el ambicioso Justiniano (482-565), que quería restablecer la
grandeza del Imperio Romano volviendo a unir las dos mitades por la fuerza.
Tras haber derrotado a los vándalos y reconquistado el norte de África para el
Imperio de Oriente en el 534, el hábil general Belisario (500-565) se lanzó a la
reconquista de Italia en nombre de Justiniano.
La guerra entre el Reino Ostrogótico y
el Imperio de Oriente por el control de Italia se prolongó entre el 535 y 554,
devastó por completo el país, redujo la población y hasta incluyó otro saqueo
de Roma, esta vez por los ostrogodos en el 546. Además, al año siguiente de
concluida la guerra, el general bizantino Narses (478-573) tuvo que repeler las
invasiones de los francos y los alamanos. El caso es que la región quedó
jodidísima, no sólo para los romanos de oriente, sino para los ostrogodos. En
el 568 otro pueblo bárbaro, los lombardos, invadió y conquistó Italia,
estableciendo un reino que duraría doscientos años. Primero derrotados por los
romanos de oriente y luego por los lombardos, los ostrogodos simplemente
dejaron de existir como un pueblo distinto.
Sus primos visigodos, por su parte,
prosperaron durante los dos siglos siguientes en Hispania, con su
capital en Toledo. Una minoría de nobles visigodos controló a una
población muy superior de hispano-romanos, en parte gracias a que conservó
lo que pudo de las instituciones imperiales, y adoptó el catolicismo como
religión y la lengua latina como oficial.
Este reino terminaría abruptamente con la
conquista árabe. Roderic, o Rodrigo, el último rey godo, murió combatiendo
a los árabes en el 711; para el 716 casi toda la península estaba bajo el poder
de los nuevos conquistadores. Para entonces los visigodos, que siempre fueron
minoría, ya se estaban asimilando a sus súbditos hispano-romanos. Dicha fusión
fue total tras la conquista árabe, cuando los últimos nobles visigodos se
refugiaron en el reino de Asturias, el último bastión cristiano durante
los siglos de dominio musulmán que siguieron. Pero ésa es otra historia.
El único pueblo gótico que mantuvo su
lengua e identidad fue el de los godos de Crimea. Ellos habían colonizado
esta península durante su expansión por el Mar Negro en el siglo III, y habían
establecido su capital en Doros. No hicieron gran cosa de impacto histórico,
y a lo largo de los siglos estuvieron siempre bajo el dominio de alguien más,
como hunos, bizantinos, jázaros, mongoles y otomanos. Pero, eso sí, siguieron
hablando una variante de la lengua gótica y se mantuvieron como una población
distinta de sus vecinos, hasta tiempos tan recientes como el siglo XVI.
G.- EL LEGADO
Del Reino Godo en Oium nos han quedado
varios objetos de arte, en especial accesorios labrados en oro y otros
materiales preciosos o semipreciosos. Del Reino Ostrogótico nos quedan pocos
edificios, entre ellos el Mausoleo de Teodorico. También permanece el
Codex Argenteus, un manuscrito iluminado del siglo VI que contiene
parte de la Biblia Gótica, escrita en la lengua y con el alfabeto de los godos.
Como gobernaron por más tiempo y gozaron
de mayor estabilidad y prosperidad, el Reino Visigótico de Hispania tuvo la
oportunidad de influir más profundamente en la cultura y dejar un legado mayor.
Entre estas herencias se incluyen:
- La liturgia visigótica, una
forma de la misa que todavía se celebra cada 8 de diciembre en la fiesta de la
Encarnación, en la catedral de Toledo.
- La escritura visigótica, un tipo
de caligrafía que florecería en la Iberia medieval.
- La arquitectura visigótica, como
se ve en varias iglesias cristianas de la época.
- La Lex Visigothorum, que
mezclaba el derecho romano con las tradiciones germánicas y que fue la base de
los códigos legales hispánicos durante siglos.
- Por último, pero no menos importante, un
montón de palabras que pasaron a formar parte de la lengua castellana,
incluyendo, pero no limitándonos a: bigote, blanco, bosque, bregar, brindis,
embajada, escanciar, espía, espuela, esquila, fresco, ganso, guante, guarecer,
guardia, guerra, grima, heraldo, rico, rueca, tapa, tregua, yelmo…
- También un montón de nombres
propios, incluyendo los terminados en -aldo, -ando, -ardo, -berto, -dolfo,
-fredo, -ico y -mundo. Y sus respectivos patronímicos, que eso de que los
apellidos en español terminen en -ez (que significa “hijo de”; Fernández = Hijo
de Fernando) también lo introdujeron los visigodos.
- Como dato curioso, el nombre Gonzalo es una hispanización del germánico Gunther. La cosa fue así: Gunther se latinizó como Guntherus, que luego pasó a ser Gonzerus, Gonzero, y por último Gonzalo. Ya que la terminación -ez significa “hijo de”, y como mi apellido materno es González, me gusta pensar que tuve algún antepasado Gunther por ahí.
Bueno, pero ni la arquitectura, ni la
escritura ni el arte de los godos reales se parece mucho a lo que solemos
llamar “arte gótico”. Además, ¿en qué momento gótico pasó a tener la
connotación de “oscuro” o “macabro”? Para llegar a ello todavía nos faltan
muchos siglos por recorrer, pero podemos a empezar a comprenderlo teniendo en
cuenta el mayor legado cultural de los godos: su historia misma.
Los godos fueron enemigos de Roma
durante siglos, a lo largo de los cuales se presentaron como los bárbaros por
antonomasia, una fuerza salvaje proveniente de los oscuros bosques de Europa
oriental y septentrional. Estuvieron atacando al Imperio hasta finalmente
destruirlo por completo, dando origen a un nuevo periodo de la historia en
Occidente: la Edad Media.
Para la imaginación de siglos sucesivos,
los godos habían sido los destructores de la Antigüedad clásica y los artífices
del Medioevo, una época a menudo considerada de caos, violencia y oscurantismo.
Ante el pináculo de la civilización que era Roma, ellos representaban la
barbarie. Pero también podía interpretarse al revés: ante una vieja sociedad
jerárquica que se había anquilosado y entrado en decadencia, los godos
representaban un pueblo joven, vigoroso y libre.
Estas formas de mirar hacia atrás y
entender a los godos, su historia y su cultura sentaría las bases sobre las que
se construiría nuestra concepción de lo gótico, por un lado la visión del Renacimiento y la Ilustración, y por otro la del Romanticisimo. Pero ése será el tema de
nuestra próxima entrega.
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