Muertes célebres en el arte - Ego Sum Qui Sum

Breaking

PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 3 de noviembre de 2023

Muertes célebres en el arte

Saludos desde el camposanto. Les doy la bienvenida a otra entrada sobre arte, esta vez como especial para el Día de Muertos. O cualquier día en que se sientan algo mórbidos. Hoy nos toca reflexionar sobre la muerte, y por eso aquí vienen algunas pinturas célebres. 

La muerte que más ha sido representada en el arte occidental debe ser la de Jesucristo. Junto a él, hay montones de santos y mártires. Y es que la religión cristiana puede llegar a ser bastante mórbida, rozando la necrofilia. Pero dejemos esos motivos de lado; no hace falta, pues la muerte en el arte occidental está fuertemente influida por la imaginería religiosa, incluso si el tema es profano.

En esta selección verán sucesos históricos, mitológicos o legendarios. En su mayoría encontraremos los cuerpos ya inertes, pero también veremos a los finados en el instante previo a su extinción. La muerte les llegó por la violencia, la enfermedad, algún trágico accidente o la propia mano. 

Cleopatra
de Artemisia Gentileschi (1635)

La historia: Cleopatra, reina de Egipto, y su amante Marco Antonio, prominente militar romano, se aliaron contra Octavio, pero éste resultó vencedor. Cuenta la leyenda que los hombres de Octavio hicieron llegar a Marco Antonio la falsa noticia de que Cleopatra había muerto. Él, desesperado, se quitó la vida. Cuando Cleopatra lo supo, hizo lo propio. Se dejó morder en el pecho por un áspide, una venenosa serpiente del desierto. Así murió, a los 39 años de edad, la última descendiente de los conquistadores macedonios. O quizá todo fue invención propagandística de Octavio, para ocultar un cruel asesinato; no podemos saber a ciencia cierta.

El arte: Existen muchas representaciones de la muerte de Cleopatra. El episodio se presta a ser romantizado, pues se trata de una bella mujer que escoge quitarse la vida por amor. Elegí la de Gentilleschi porque, a diferencia de otros cuadros hechos por pintores masculinos, no trata dotar el momento de erotismo. En la escena vemos a las sirvientas de Cleopatra descubriendo el cuerpo de su reina. El áspid, más bien pequeño en esta versión, aparece retorciéndose frente a la difunta, la cual parecería dormida a primera vista, hasta que notamos la languidez de su cuerpo en una pose que no sería cómoda y una expresión inerte en su rostro.

La muerte de Sócrates
de Jacques-Phillippe-Joseph de Saint-Quentin (1762)

La historia: Sócrates, el primero de los grandes filósofos atenienses, fue condenado a muerte por un tribunal. Se le acusaba de corromper a la juventud y negar la existencia de los dioses, aunque lo más probable es que la facción democrática quisiera eliminarlo por sus nexos con los oligarcas. Como sea, su condena fue algo injusto. Pero Sócrates no desesperó; había que obedecer la ley bajo la que hemos acordado vivir, incluso cuando se use en nuestra contra. Y no había por qué temer a la muerte. La serenidad con la que el filósofo aceptó su destino fue ejemplar. Sus amigos y discípulos lo acompañaron en sus últimos momentos y pudieron despedirse de él. Sócrates bebió la cicuta, el poderoso veneno con que lo habían sentenciado a morir, y se fue en paz, según nos narra su discípulo Platón.

El arte: Quizá la versión de Jacques-Louis David es la más famosa, pero ya tenemos otra pintura de ese mismo señor aquí abajo, además de que su representación de Sócrates, con el físico de un dios olímpico, siempre se me ha hecho medio ridícula. En esta obra de Saint-Quentin vemos una representación más honesta del anciano filósofo en el momento en el que sucumbe al veneno. La copa vacía yace a sus pies, mientras él parece perder el equilibrio. Sus amigos lamentan su muerte y hasta los soldados atenienses que lo custodiaban parecen asombrados. La escena casi parece el martirio de un santo cristiano, y no es casualidad si la historia de Sócrates ha sido leída con esa lente por varios siglos.

La muerte de Marat
de Jacques-Louis David (1793)

La historia: Jean-Paul Marat se convirtió en una de las figuras clave de la Revolución Francesa, pero sobre todo, del Régimen del Terror, cuando el gobierno revolucionario apuntó sus armas contra el pueblo mismo. Marat se encargaba de "descubrir" a los enemigos de la Revolución, llenando listas y listas de ciudadanos que serían condenados a la guillotina, sin más evidencia que su propia paranoia. Marat padecía una enfermedad de la piel que le causaba una horrible comezón, lo cual no mejoró su salud mental. Sólo podía encontrar algo de alivio remojado en una bañera de agua fresca. Con la mitad del cuerpo bajo el agua, Marat trabajaba en sus listas. Una joven heroína, Charlotte Corday, visitó a Marat un día con la promesa de darle más nombres. Pero cuando estuvo cerca del delator, sacó un cuchillo de entre su ropa y lo apuñaló hasta matarlo. Así moría el responsable de tantas muertes en un momento peculiarmente sanguinario.

El arte: Pues, como ya les habíamos adelantado, aquí está la famosísima pintura de David. El artista era amigo del revolucionario Marat, así que podemos imaginar el dolor e indignación que debieron dominarlo cuando se enteró de su asesinato. David era un radical jacobino, partidario del Régimen del Terror, y su obra contribuyó a la canonización de Marat como santo de la Revolución (no es broma, hicieron un altar de su bañera). Las similitudes con las representaciones de Cristo son evidentes; incluso la herida de la cuchillada asemeja a la que la lanza romana dejara en el costado de Jesús. El lánguido brazo derecho recuerda a la Piedad de Miguel Ángel. 

La muerte de Juana de Arco en la hoguera
de Hermann Stilke (1843)

La historia: Desde 1337 se peleaba en Francia un cruento conflicto que sería conocido como la Guerra de los Cien Años, pues los reyes de Inglaterra reclamaban su derecho al trono francés. En 1429 las tropas francesas resisitían el sitio en que las tenían sus enemigos ingleses en la ciudad de Orléans, cuando vieron llegar a una joven de 17 años, vestida con armadura de combate, cabalgando un corcel, y portando un estandarte. Juana decía recibir mensajes divinos que la guiaban para luchar por Francia. La joven se convirtió en una inspiración para su pueblo. Pero en 1430 fue capturada por sus enemigos, quienes la acusaron de herejía, blasfemia y brujería. Fue condenada a morir en la hoguera con tan sólo 19 años de edad.

El arte: Stilke hizo varias pintuas sobre la vida de Juana de Arco: en batalla, en la oración y, ahora, al momento de su muerte. La joven levanta su mirada hacia el cielo mientras un público variopinto observa la escena. Hay un marcado contraste entre quienes se conmueven ante la imagen y quienes permanecen impasibles. Juana fue canonizada y hecha santa patrona de Francia, por lo que no es raro que se le representa con una expresión similar a la de muchas otras santas mártires en la historia del arte.

Descubierta ahogada
de George Frederick Watts (1850)

La historia: Hacia el final de su vida, el poeta Thomas Hood escribió varias obras denunciando los horrores de la pobreza en el Londres industrial de su época. En 1844 publicó el poema El puente de los suspiros, sobre una joven que se había quitado la vida arrojándose al Támesis desde el puente Waterloo. El poema insinúa que la joven estaba desesperada tras haber quedado encinta; el amante la habría abandonado y la familia la habría expulsado de casa. La pintura de Watts se inspiró en ese poema.

El arte: Las ropas de la muchacha sin nombre son sencillas, lo que indica que es de clase trabajadora. El cuerpo de la joven aparece con los brazos extendidos, reminescente de la crucifixión. Pero esta joven mártir es víctima del capitalismo, que domina el fondo de la pintura en la forma de la ciudad industrial oscurecida por el smog. Watts produjo otras tres pinturas en las que retrataba la realidad social de su época, pero nunca consiguió venderlas; no era un tema al que los ricos coleccionistas quisieran dedicar su atención.

Ofelia
de John Everett Millais (1852)

La historia: Hija de una noble familia danesa en la obra de Shakespeare, Ofelia se ganó el amor del príncipe Hamlet, por desgracia para ella. Desgarrado por la revelación de que su padre había sido asesinado por su tío, Hamlet poco a poco descendía en la locura y su comportamiento se hacía más errático y violento. En una escena, Hamlet la agrede verbalmente, cuestionando su amor y fidelidad; en otra, parece querer seducirla. La paranoia lleva a Hamlet a matar accidentalmente Polonio, el padre de Ofelia. Con el corazón roto, Ofelia pierde la razón y más tarde se quita la vida arrojándose a un riachuelo.

El arte: La muerte de Ofelia no aparece en escena; en cambio, nos es narrada a través del personaje de la reina Gertrudis, madre de Hamlet, y esa descripción de enorme belleza lírica ha cautivado la imaginación del público por siglos. En esta obra del pintor prerrafaelista el pálido rostro de Ofelia, que flota por el agua, contrasta con el colorido de la naturaleza en las orilas del arroyo. También son coloridas las flores de las guirnaldas, que corresponden con las que Shakespeare describe, aunque Millais añade una más: la roja amapola, que representa el ensueño y la muerte.

La muerte de Chatterton
de Henry Wallis (1856)

La historia: Thomas Chatterton era un hijo del Romanticismo. Creció en la pobreza y sin su padre. Niño prodigio, estudiaba todo lo que podía y publicó sus primeras obras de poesía a los 11 de edad. Aunque se ganó el aprecio de lectores cultos, nunca logró tener una carrera lucrativa. Llevado a la desesperación por la pobreza, se quitó la vida tomando arsénico, en agosto de 1770. Tenía 17 años de edad. Genio, poeta, suicida, muerto joven, Chatterton tenía todo para convertirse en un héroe del Romanticismo y una inspiración para la siguiente generación de literatos. Así fue, y su obra fue reconocida póstumamente.

El arte: De nuevo, tenemos a los prerrafaelistas, que técnicamente son el movimiento posterior al Romanticismo, pero vaya que son románticos en su espíritu, si no en su técnica. Llaman la atención los colores vivos en los extremos del heroico poeta: el rojo de sus cabellos y el azul de sus pantalones. El artista imagina el cuarto del genio adolescente hasta el más mínimo detalle, incluyendo la vista desde su ventana y los restos de las obras literarias que él hizo trizas antes de fenecer. Es una visión trágica, sí, pero de cierta manera hermosa.

Muerte Julio César
de Jean-Léon Gérôme (1867)

La historia: Tras vencer a Pompeyo en la guerra civil, César se declaró dictador vitalicio de la República Romana. Era un rey en todo menos en el título. Muchos senadores lo consideraban un traidor a la República y conspiraron para matarlo. El complot estaba encabezada por Casio, y contó con la participación de Bruto, hijo adoptivo de César. El 15 de marzo del año 44 a.C., César fue emboscado en el Senado y apuñalado varias veces por los senadores, que ocultaban sus armas bajo sus togas. Se dice que Casio exclamó Sic semper tyrannis, "sea siempre así con los tiranos". Aunque serían recordados como algunos de los traidores más pérfidos de la historia, Casio y Bruto se consideraron a sí mismos Liberatores, libertadores y salvadores de la República. No sospechaban que ésta ya estaba tan muerta como César...

El arte: La muerte de Julio César es quizá el asesinato político más famoso de la historia, y existen muchísimas obras de arte que lo retratan. Escogí ésta de Gérôme porque es una de las que nos muestra la escena después de los hechos. César aparece como una figura solitaria en un rincón de la composición. No ya la figura semdivina, digna hasta el último aliento, como muchas veces se le representa, sino un manojo de tela y sangre, abandonado en la oscuridad de un Senado que sin duda no era tan grande ni majestuoso en la realidad. El cuerpo yace al pie de la estatua de su rival derrotado, Pompeyo; cuenta la leyenda que la sangre de César manchó la escultura. Al final, después de tantos triunfos violentos, toda una vida puede quedar reducida a esto. El grupo de tiranicidas festeja con las dagas asesinas en alto y casi podemos escuchar el clamor: Sic semper tyrannis

El suicidio de Séneca
de Manuel Domínguez Sánchez (1871)

La historia: Séneca, el ilustre filósofo romano de origen hispano, tuvo como discípulo a nada menos que el emperador de Roma. Séneca quizá habría soñado con ser un segundo Aristóteles para un segundo Alejandro, pero su discípulo estaría lejos de ser ilustre: se trataba de Nerón, uno de los más infames tiranos de la historia romana. Al principio Séneca fue asesor del emperador, pero conforme el tiempo avanzó su influencia sobre Nerón fue declinando. Además, éste se fue volviendo cada vez más inestable, paranoico, iracundo y cruel. Séneca se alejó de la corte y de Roma para llevar una vida tranquila dedicada al estudio. Pero en el año 65 a.C., tras un fallido complot para asesinar a Nerón, el emperador inició una purga de todos los que creía sus enemigos. Así, ordenó a Séneca que se suicidara, si no quería ser enjuiciado como traidor y que su familia perdiera sus bienes. Fiel a su filosofía estoica, Séneca aceptó su destino; se cortó las venas en una bañera, tras despedirse de familiares y amigos.

El arte: El mismo Domínguez describe que en su pintura está Séneca, después de abrirse las venas, se había metido a la bañera, y sus amigos, poseídos por el dolor, juran matar a Nerón. El estilo y el tema de esta pintura son típicos del academicismo: la antigüedad clásica representada siguiendo las reglas del arte, con mucha claridad y realismo, atención minuciosa a los detalles y gran maestría técnica. Al mismo tiempo, idealiza aquello que representa, deja de lado los aspectos "vulgares" de la realidad, para mostrar sólo lo magnífico y majestuoso. Así, el triste episodio de la muerte de Séneca se convierte no sólo en un martirologio para el sabio romano, sino en un momento que anuncia la futura llegada de la venganza justiciera.

Iván el Terrible y su hijo
de Ilya Repin (1885)

La historia: Hablando de tiranos, quizá el más celebre de los monarcas absolutos de la Rusia zairsta es Iván III, apodado el Terrible por sus enemigos. Los que tienen el poder temen sobre todas las cosas a perderlo, nos enseñó un hombre muy sabio, y tal fue el caso de Iván mientras envejecía en el trono, viendo complots regicidas en todas partes (que los hubo, pero él no sabía para dónde acusar). Su hijo, el zarevich Iván, poco a poco fue distanciándose de su cada vez más inestable padre. La discordia llegó a su punto máximo en noviembre de 1581,cuando Iván el Terrible atacó a su nuera por "vestir de forma indecente" y la golpeó tan fuerte que le causó un aborto. El zarevich confrontó a su padre, y éste, acusándolo de incitar a una traición, lo golpeó en la sien con su cetro real. En seguida se arrepintió, tomó a su hijo en brazos y llorgó amargamente su crimen.

El arte: En contraste con la ordenada pintura anterior, el realista Repin nos muestra un escenario no sólo trágico sino caótico. Los muebles volcados, la alfombra arrugada y manchada de sangre, el cetro filicida tirado en el suelo... Todo es indicio de violencia. Miren el cuerpo laxo del zarévich moribundo, con una mano en el suelo y la otra posada levemente sobre el brazo de su padre; se supone que, antes de morir, lo perdonó. La imagen más poderosa de todo el cuadro es el rostro del zar, enloquecido por la pena, sumido en la desesperación. Esa mirada se clava en el alma de quien la observa y no es fácil de olvidar. Repin no sólo estaba retratando un acontecimiento histórico: hacía una denuncia de la violencia política llevada a cabo por el régimen zarista contra los disidentes en la década de 1880. De Iván a los Románov, la monarquía rusa estaba manchada de sangre.

Muerte de un campesino
de Eduardo Sívori (1888)

La historia: No hay mucha, porque éste es el caso de uno de esos innumerables personajes anónimos cuya colectividad verdaderamente constituye la Historia misma, pero que siempre se quedan fuera de la narración. En este caso, es un campesino francés, pintado por las manos de un artista argentino. La pintura nos habla de la carencia en la que vivía la clase campesina, que ante la enfermedad o el hambre tiene poco con qué defenderse.

El arte: Sívori fue el primer gran maestro de la pintura realista argentina. Pudo estudiar en Europa e inició su carrera artística en Francia, donde logró entrar al Salón de París con esta obra. El movimiento realista, a diferencia del academicista, no huía de los aspectos más sórdidos de la realidad contemporánea. Al contrario, los traía a la luz, los ponía delante de los ojos de la sociedad para que mirara y estuviera consciente. En la imagen, el cuerpo tieso y desnutrido del campesino anónimo yace en el lecho, mientras la que (podemos adivinar) es su esposa, apenas se permite llevarse la mano a la cara para llorar. Un niño se abraza a ella, mientras una niña, inconsciente de lo que pasa a su alrededor, continúa jugando en la pieza. Habría poco espacio para el duelo; la dura vida debía continuar al día siguiente.

Lamento por Ícaro
de Herbert James Draper (1898)

La historia: Ésta se la saben. Para escapar de la ira del rey Minos de Creta, el genio inventor Dédalo había creado para él y su hijo Ícaro unas alas artificiales que les permitían volar. Las alas estaba pegadas con cera, por lo que Dédalo advirtió a su hijo que no debía volar demasiado alto, cerca del sol, porque el calor podría derretir la cera y destruir las alas... Y como buen hijo adolescente, Ícaro no hizo caso, voló  cerca del sol, sus alas se deshicieron y él cayó a su muerte en el océano.

El arte: Desde la Antigüedad, Ícaro ha sido un símbolo de cómo el orgullo humano puede llevar a su propia destrucción. "Voló demasiado alto" es una frase común para referirnos a alguien de gran talento que sin embargo se excedió más allá de sus capacidades y causó su propia caída. Curiosamente, en esta pintura las alas se ven bastante completas, como si no se hubieran dañado. Ícaro, entonces, más que un joven cualquiera, parece un ángel. Las ninfas que lo rodean lloran su muerte, pero su padre Dédalo está por completo ausente. Así, todas las figuras en la obra son jóvenes de cuerpos hermosos; ¿y qué hay más hermoso y más trágico que la muerte sumada a la juventud y la belleza?

La niña y la muerte
de Evard Munch (1899)

La historia: El pintor noruego Edvard Much perdió a su madre cuando él tenía apenas 5 años de edad. El asesino fue la tuberculosis, enfermedad que arrebataba la vida de las personas a diestra y siniestra antes del descubrimiento de los antibióticos. Años más tarde, una de sus hermanas sucumbió a la misma dolencia. Su otra hermana, Laura, entró en depresión por esta causa. Los niños Much fueron criados por un padre benévolo, pero rígidamente religioso hasta el punto de la obsesión, lo que marcaría al artista para siempre.

El arte: Ah, por fin llegamos a las vanguardias. Munch es uno de los más famosos artistas del expresionismo (seguro conocen su cuadro El grito), un estilo que no pretende retratar la realidad veristamente, sino plasmar las emociones y sentimientos que aquello representado debería transmitir. En este caso, la tristeza de la escena nos sobrecoge con dolor. El cuerpo de la madre está ya tan pálido que empieza confudirse con las mismas sábanas del lecho en el que yace. La expresión de la niña, con los ojos muy abiertos y las manos tapándose los oídos nos habla de su desesperación, miedo y desamparo. Casi nos hace querer gritar con ella.

El prometido moribundo
de Agnes Ranbusch Slott-Moller (1906)

La historia: Según una leyenda popular danesa que data de tiempos medievales, la noble doncella Liden Kirsten iba a casarse con el príncipe Buris. Pero aunque los jóvenes estaban muy enamorados, no estaban destinados a pasar la vida juntos. Buris cayó mortalmente enfermo; cuando Liden lo fue a visitar, lo encontró tan moribundo que ella fue abrumada por una pena muy profunda. Cubrió de besos a su amado, quien después de morir le heredó todos sus tesoros. Esto iba contra los deseos de la madre del príncipe, quien quería repartir esa riqueza entre sus otros hijos.

El arte: Slott-Moller fue famosa principalmente por representar episodios históricos y legendarios de su Dinamarca natal. Su obra se inserta en el movimiento simbolista y expresa notorias influencias de los prerrafaelistas. La historia de Liden se preservaba en una balada popular que luego fue adaptada a una ópera con libreto de Hans Christian Andersen. En la imagen vemos la ternura de la joven besando la mano de su amado, que con el torso desnudo se muestra débil y pálido, ya muy cercano a la muerte. Él, débil, le presenta los tesoros que ella habría de heredar. Y, ok, esta pintura no es precisamente "célebre", pero la escogí porque cuando era un joven universitario me impactó. El amor nunca es más ingenuo, apasionado y sincero que en la juventud; al crecer nos volvemos más cínicos y cautos. Si la tragedia interrumpe ese amor juvenil, se vuelve más poético, pues de alguna forma preserva su inocencia y autenticidad por siempre.

Niño muerto
de Olga Costa (1944)

La historia: En el México en la primera mitad del siglo XX seguían dominando tradiciones católicas cuyos orígenes se remontaban a tiempos de la Colonia y que hoy nos parecen algo extraños. Una de ellas era la forma en la que se velaba a los niños pequeños. Con el cuerpo fuera del ataúd y cubierto de flores, era presentado como si estuviera dormido. El tremendo dolor que debía desgarrar a su familia tenía que ser sublimado en una casi celebración de que un nuevo angelito había sido elegido para ir con Dios. Según la tradición, los espíritus de los muertos volvían a recoger las lágrimas de los vivos dolientes. Como no se quería que los angelitos tuvieran que volver por las lágrimas, el llanto estaba prohibido en los funerales infantiles. 

El arte: Nada como visitar nuestro México lindo para cerrar este recorrido, pues nuestro país es famoso por las sui generis expresiones culturales alrededor de la muerte. Como otros artistas que marcaron el desarrollo de la pitnura mexicana en el siglo XX, Olga Costa era de origen extranjero, concretamente alemán. Quizá fue ese distanciamiento lo que le permitió apreciar la riqueza cromática de nuestro país y su naturaleza. La escena representada en esta pintura era común en la fotografía de su época, en especial con las clases populares, entre quienes la mortandad infantil era dolorosamente alta. Con sus colores variados, la representación de las flores y los rostros morenos de sus protagonistas, Costa había lgorado captar un pedacito del alma mexicana.

Y con eso terminamos este especial de Día de Muertos. La representación de la muerte puede ser una denuncia de las injusticias, la sacralización del difunto, un recordatorio de la futilidad de los actos individuales, una forma de mover a la empatía por una experiencia que todos como especie compartimos o una manera de valorar el breve tiempo que tenemos en este mundo. 

¿Qué les pareció la colección? ¿Cuál pintura les gustó más? ¿Cuál creen que hizo falta? Me gustaría leer sus comentarios. ¡Feliz fin de la Temporada Espeluznante!

Hey, éste es un blog en el que un día hablamos de furras y al otro de historia del arte. Si te gustan estas ñoñadas cultosas, puedes ayudarme a seguir creando con una subscripción mensual en Patreon. O igual puedes hacer una sola donación en Paypal. También ando en YoutubeTik TokFacebook y Twitter. Mientras tanto, te dejo con otras entradas que serán de tu interés:

No hay comentarios.:

Apóyame en Patreon

Apóyame en Patreon
Si te gusta mi contenido, pudes ayudarme a seguir creando