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jueves, 26 de enero de 2023

Ruinas en la nieve

Gato mirando el patio cubierto de nieve

 

Es enero. Aún hay días de frío en el hemisferio septentrional y algunas personas desidiosas seguro que no han quitado su árbol de Navidad. Yo soy una de ellas, usted disculpe. El caso es que todavía es invierno, mientras nos queden inviernos en este planeta cada vez más caliente, y por eso quiero aprovechar para compartir con ustedes un poco de arte níveo.

 

El año pasado, más o menos por estas fechas, les compartí algunas obras de arte gótico invernal que nos dan una visión alternativa a la imaginería colorida y cursi que esta temporada inunda nuestras vidas. El propósito era mostrar esa cara oscura del invierno, del frío como agente de la muerte y la nieve como símbolo de la desolación.

 

Ruinas de una cripta en invierno

Cuando estaba haciendo la selección, me topé con la obra de un artista alemán que tenía suficientes trabajos relacionados con el tema como para merecer una galería propia. Se trata de Wilhelm Steuerwaldt (1815-1871), un pintor tan poco conocido que ni siquiera tiene una entrada de Wikipedia en un idioma que yo pueda leer, y las notas biográficas que he podido encontrar de él son tan escuetas que prácticamente sólo hablan de sus lugares y fechas de natalicio y defunción. Así que vamos a ponernos bien hípsters.

 

Steuerwaldt hizo varias pinturas que nos muestras castillos, abadías y otros edificios antiquísimos cubiertos de nieve. Son en general menos lúgubres que las de la otra selección, porque representan escenas diurnas y no transmiten tanto ese sentimiento de devastación. Pero sí hay algo de melancólico en todas ellas. Vamos a hacer un recorrido pictórico mientras les comparto un poco de información y algunas reflexiones.

 

Ruinas de una abadía en la nieve

Wilhelm Steuerlwaldt nació en Quedlinburg, una pintoresca ciudad en la actual región alemana de Sajonia-Anhalt. Sabemos que su padre fue maestro de dibujo, y que él se dedicó a la pintura toda su vida, llegando a realizar más de 200 cuadros.

 

Echando un vistazo a la arquitectura y la naturaleza de la región, no es de extrañar que el artista se sintiera llamado a poner en primer lugar precisamente esos dos elementos. La arquitectura antigua parece haber formado parte importante de su vida. Nació en un edificio histórico, el Finkerherd, que data de la Edad Media, y vivió hasta casi sus últimos días en otro, la Klopstockhaus, lugar de nacimiento del escritor Friedrich Gottlieb Klopstock, uno de los padres de la literatura alemana. Fue durante unos tres años aprendiz de Carl Hasenpflug, pintor arquitectónico de la vecina ciudad de Halberstadt.

 

El castillo Falkenstein en Harz

En cuanto a la naturaleza, la región de Sajonia-Anhalt cuenta con hermosos e imponentes paisajes del macizo del Harz, una gran cordillera montañosa de picos nevados. El Brocken, el pico más alto de esta cordillera, es considerado desde hace siglos como lugar de encuentro para las brujas y figura en el Fausto de Goethe.

 

El castillo de Eltz

Ya fuera que a Steuerwaldt le fascinara el tema o que fuera lo más pedido por sus clientes, el caso es que son los edificios antiguos en la nieve lo más representativo de su obra. En particular, parece gustarle mucho eso de enmarcar una escena exterior en los arcos o umbrales de algún edificio. Su trabajo es típico del Romanticismo: el contraste entre la naturaleza y la arquitectura, lo eterno y lo efímero. Los románticos estaban enamorados de la arquitectura medieval, en especial la gótica, y de sus ruinas, que para ellos eran testimonio de la pequeñez de los asuntos humanos frente al tiempo y las fuerzas de la naturaleza.

 

Escena de invierno

¿Qué sensaciones les transmiten estas imágenes? ¿Soledad? ¿Melancolía? Quizá, pero también tienen algo de idílico. Si bien casi no aparecen figuras humanas en estas pinturas (mención honorífica merece el michi), hay huellas de la actividad humana reciente, como herramientas dejadas a un lado, o alguna luz en la lejanía. Y los edificios no se ven del todo arruinados; especialmente los castillos conservan mucho de su majestad.

 

Un arco con una vista a un castillo medieval

Así que estas pinturas también pueden transmitir una sensación de paz, de que todo el trabajo está hecho ya, y entonces podemos descansar. Como de una mañana de vacaciones o una tarde perezosa. Y conforme los inviernos se hacen más calurosos, salvo alguna tormenta invernal catastrófica, escenas así serán menos comunes.

 

Paisaje de invierno con un río congelado

Es irónico, o quizá no, pero yo me crie entre Yucatán y Tabasco, dos de las tierras más tropicales que ustedes se puedan imaginar. Sin embargo, desde pequeño he sentido una fascinación por la nieve, las montañas y los paisajes alpinos. Desde niño, y durante muchos años, mi gran sueño fue conocer la nieve. Hasta ahora sólo una vez en la vida he estado en un lugar nevado, cuando a los 18 años visité Suiza. La amiga que me recibió y guio en ese país, una gótica suiza muy guapa, no entendía por qué a mí me ilusionaba tanto algo que para ella era un fastidio, una cosa fría, húmeda y que se mete por todas partes.

 

Palacio junto al lago en invierno

Supongo que mis fantasías fueron en parte es el resultado de la colonización cultural. Desde que yo era niño la imaginería navideña, producida en los países del norte global, estaba dominada por motivos que eran completamente ajenos al mundo que yo conocía: nieve, coníferas, bosques, aldeas alpinas con arquitectura totalmente distinta a la que yo podía ver en la vida real.

 

Altar en las ruinas de la abadía

Supongo que es lo mismo con mi fascinación por lo medieval y la fantasía. Crecimos con cuentos de hadas europeos, que transcurrían entre bosques templados y castillos, escenarios que me eran doblemente fantásticos porque no se parecían en nada a la tórrida vegetación que rodeaba mis calurosas ciudades semimodernas.

 

Venga el aspiracionismo: las historias fantásticas, los escenarios idílicos no ocurrirían jamás en los barrios residenciales ni las rancherías de Mérida o Villahermosa, y de ahí el anhelo por las cumbres nevadas de los Alpes o los pintorescos pueblecitos de Alsacia, desde mi país corroído por la pobreza y el crimen. Se podría decir que estoy alienado, supongo. Ni modo.

 

Vista de un castillo a través de un arco

En fin, lo anterior es lo que me hizo reflexionar este recorrido por la obra de un pintor alemán del siglo XIX. Qué caray, ando nostálgico (para variar). Ahora cuéntenme ustedes qué les parece todo esto; no duden en echar sus comentarios.


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