La pluma de Mariana Enríquez me
cautivó cuando leí su relato “La casa de Adela” en la colección Insólitas;
de hecho, fue mi cuento favorito de la antología. Bien, resulta que el relato
está retrabajado en Nuestra parte de noche como uno de sus capítulos más
importantes.
Vamos, ¿qué puedo decir acerca
de este libro? A veces me topo con piezas de literatura tan grandiosas que me
hacen sentir como un tonto. No porque la obra sea inaccesible; todo lo
contrario. Es que no me siento con la capacidad para hacer el análisis que se
merece; ésta es la clase de libros que marcarán un hito en la literatura
latinoamericana, que se volverán objeto de estudios y tesis. Es una novela para
leer muchas veces, y creo que cualquier comentario que pueda emitir ahora
quedaría lejos de hacerle justicia.
Oh, pero no quiero que se
piense que se trata de algún mamotreto pretencioso que sólo la academia sea
capaz de apreciar. Lejos de ello. Una de sus grandes virtudes consiste
precisamente en que resulta una obra apasionante, incluso si lo único que
deseamos como lectores es dejarnos llevar por la trama, y no penetrar en sus
niveles más profundos.
Bueno, basta de palabrería
estéril. Les debo un análisis profundo y nerdoso como los que nos gustan en
este su blog. Baste por ahora algunos comentarios y una enérgica recomendación.
Y empecemos por satisfacer una duda: ¿de qué va?
Va de muchas cosas, pero
podríamos decir lo siguiente: en Argentina existe un círculo de aristócratas
que practican el esoterismo y la brujería; se llaman a sí mismos la Orden, y
tienen sus raíces en Inglaterra. Durante décadas han probado contactar con
entidades sobrenaturales en busca del secreto de la vida eterna; por fin
encuentran una que les promete ese don a cambio de adoración y de sacrificios
(o así lo han entendido ellos), un ser al que adoran como si se tratara de un
dios, a quien llaman la Oscuridad.
Entre un coro de personajes
vívidamente construidos, nuestros protagonistas son una familia. La madre,
Rosario, es la hija rebelde de una de los altos miembros de la Orden. El padre,
Juan, es descendiente de inmigrantes suecos empobrecidos, adoptado por la Orden,
que codicia sus habilidades como médium. El hijo, Gaspar, ha heredado los
poderes del padre y está señalado por la Orden para sucederlo como contacto
entre este mundo y la Oscuridad.
Vale, hasta ahora no les he
dicho casi nada. ¿Qué tipo de novela es? Una muy especial. Tiene momentos de
verdadero espanto, y en general una atmósfera muy pesada y tensa, salvo algunos
pasajes que sirven de alivio. Se dice que vivimos momentos de un renacimiento
de la ficción de horror, tanto en el cine como la literatura. El nombre de
Mariana Enríquez suele mencionarse cuando se habla del tema, incluso en lengua
inglesa.
Pero sería inexacto
clasificarla simplemente como una novela de terror, pues la gama emocional por
la que se extiende va mucho más allá de sólo el miedo. “Fantasía oscura” podría
ser un término más adecuado, aunque con las grandes obras literarias las
etiquetas genéricas siempre se quedan cortas. ¿Podríamos hablar de algo así
como un “realismo mágico oscuro”? La literatura latinoamericana tiene una muy
reconocida tradición de entremezclar los elementos que en otras culturas son
considerados fantasiosos con retratos muy precisos (y a veces muy crudos) de la
historia y la realidad social. Hay quien afirma que la obra de Enríquez representa
un movimiento llamado “nuevo gótico latinoamericano”.
Nuestra parte de noche cuenta una historia que se extiende a través de las
décadas de los 60, 70, 80 y 90. En ella el horror sobrenatural está siempre
acompañado por los muy reales horrores humanos de la historia reciente de
Argentina. La dictadura militar, con sus asesinatos en masa y sus
desapariciones forzadas, es el telón de fondo de buena parte de la novela.
Incluso antes y después del fin de tal régimen, las atrocidades de la
desigualdad, la explotación y el colonialismo quedan patentes.
Las familias adineradas que
integran la Orden son de origen europeo. Son aliadas de la dictadura militar, e
incluso sin ésta son intocables. En el aspecto mundano se han hecho ricas a
través de la explotación de los pobres y de los indígenas. En el aspecto
ultramundano, en la búsqueda de la inmortalidad han utilizado a sus médiums
(todos ellos provenientes de entornos empobrecidos) como herramientas, hasta
llevarlos al desgaste y la muerte. El colonialismo y la explotación continúan
hasta en la magia.
Y, sin embargo, reducir los
elementos mágicos de la novela a una simple metáfora de las injusticias
sociales sería burdo. Nuestra parte de noche es un portento de
imaginación. No dejo de preguntarme si Mariana Enríquez ha basado todos sus
pasajes en las auténticas creencias de sectas esotéricas, o es que ha metido de
su cosecha. Como fuere, sus descripciones de paisajes ultraterrenos y las
discusiones de los personajes sobre filosofía mística son impresionantes.
Estamos ante una maestra del worldbuilding.
Veamos unos ejemplo de su
prosa:
“La Oscuridad crecía primero alrededor de Juan,
como si fuera vapor desprendiéndose de su cuerpo, y de repente -a Tali siempre
la tomaba por sorpresa ese momento- se alejaba en todas direcciones y se hacía
enorme y líquida, lustrosa más bien. Era difícil mirarla: más oscura que la
noche, compacta, tapaba los árboles, las luces de las velas y, mientras crecía,
elevaba a Juan, que flotaba, suspendido en la negrura de las alas. Los escribas
anotaban, Tali los veía, pero ella no escuchaba nada, nada más que jadeos y ese
batir de alas. ¿Qué escucharían los que escuchaban la voz de la Oscurdad?”
Y, algunos cientos de páginas
después:
“El camino después de la curva volvía ensancharse y se abría a una pasarela
flanqueada por árboles. Laura apuntó con el dedo a las ramas y Juan se acercó. Las
ramas y el suelo estaban llenos de huesos. Roídos la mayoría, limpísimos, y
viejos. En los árboles se armaban extrañas decoraciones, adornos de falanges y
fémures entrelazados, unidos con ramas finas, formas delicadas, geometrías de
carnívoro. Juan tocó algunas, trató de memorizarlas. Parecen una escritura, le
dijo a Laura. En el suelo, los huesos estaban desparramados sin objetivo claro.
¿Vendría alguien, más tarde, a entretenerse armando estos colgantes? Juan tocó
una de las decoraciones, que se desprendió y cayó en su mano abierta, como una
fruta madura. La observamos. Formaba un signo, un sello. Juan dejó la mano
abierta y cayeron tres más. Él agradeció y las guardó en el bolsillo.”
Pero el libro es todavía más
que eso. Es también sobre lo difícil de las relaciones humanas: entre amantes,
entre padres e hijos, entre amigos con los que compartes el mismo trauma… Es un
libro sobre la contracultura, desde la psicodelia del Londres sesentero, hasta
el undeground lgbt en la Argentina de los 80. Nos habla de lo pesados
que son algunos legados generacionales, con los que sin embargo tenemos que
aprender a lidiar… Es lo que a menudo se conoce como “novela total”, al mismo tiempo
testimonio de una época y una cultura, y testamento de la condición humana
universal.
Caray, mientras más avanzo
con la escritura de este texto más fútiles me parecen mis esfuerzos. Siento que
derrochar adjetivos halagüeños tampoco aporta mucho a la conversación que
podamos tener sobre Nuestra parte de noche. Reviso mis notas (mentales)
en algún momento quería decir que se nota la influencia de Stephen King (lo
digo como algo bueno), en especial en los capítulos centrales, que se enfocan
en los años de pubertad de Gaspar y sus amigos, pero no hallo dónde hacer ese
inserto. Quizá lo mejor ahora sería retirarme humildemente y recomendarles con
ahínco la obra de Mariana Enríquez.
“Vamos a ver, dijo su padre, y cuando llegaron a
las rejas, cerradas con candado, le dijo pasá hijo, pasá si podés, y Gaspar,
confundido, le devolvió la caja donde estaba su madre y, cuando intentó empujar
la puerta, se dio cuenta de que no necesitaba una llave, que si quería abrirla
sencillamente la abría y cómo era posible eso no había manera de entenderlo,
pero de pronto la reja estaba abierta y solamente la había tocado -y había
pensado, sí, había pensado que podía abrirla- y su padre lo siguió sin decirle
nada, como si fuese lo más normal de mundo, y del otro lado, entre pastos altos
y sobre un camino embarrado, los charcos brillantes como espejos bajo la luna,
le tomó la cara entre las manos, se agachó para mirarlo a los ojos y le
acarició el pelo, la caja estaba en el suelo, entre los dos, y le dijo tenés
algo mío, te dejé algo mío, ojalá no sea maldito, no sé si puedo dejarte algo
que no esté sucio, que no sea oscuro, nuestra parte de noche.”
Hola, gracias por leer. Ahora sí, ésta es mi última recomendación literaria del 2023.
- Nuestros vampiros, nosotros mismos
- Insólitas. Escritoras fantásticas de Latinoamérica y España
- De los godos a las góticas: Una historia cultural
- DadaDan
- Claudia Jiménez Teutli
- M. Antonio R.C.
- Marcos
- J. Emilio Rodríguez
- Karen Cymerman
- Aswang
- Berenice
- Monte S
- Yussef Ríos
- Jolex41
- Carlos Morales
- Rodrigo Cervantes
- Diego Marín Alvarado
- Pamela Cárdenas
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