Salvete omnes! Estamos de vuelta con este análisis
innecesariamente sesudo sobre Gladiador, una de mis películas favoritas.
En la entrada anterior vimos que el conflicto entre Maximus y Cómodo es el
corazón de la película, y cómo se delinean estos personajes como perfectamente
opuestos, en especial en cuanto a su relación con Marco Aurelio. Hoy vamos a
hablar de cómo la peli retrata a la civilización romana y lo que eso nos dice
sobre cómo la cultura contemporánea la entiende y la interpreta. Vamos, pues…
LIBER SECUNDUS:
MORITURI TE SALUTANT
I. DRAMATIS PERSONAE
Si existe tal cosa como un reparto perfecto, Gladiador lo
tiene. Ya vimos cómo las actuaciones de Russell Crowe como Maximus y Joaquin
Phoenix en el papel de Cómodo son de los puntos más fuertes de la película.
Veamos ahora a los demás:
Lucila: Annia Aurelia Galeria Lucilla, interpretada
por Connie Nielsen, es el personaje más importante después de la triada Maximus
- Marco Aurelio - Cómodo. La Lucila histórica sí conspiró para eliminar al
patán de su hermano, pero éste descubrió el complot, la exilió a Capri y poco
después la hizo asesinar. Cómodo reinó diez años después de eso. Lucila estuvo
casada con Lucio Vero, amigo y colaborador cercano de Marco Aurelio, con quien
compartió el poder durante varios años. En la película Lucila aparece como una
viuda y madre soltera. En la realidad sí se casó de nuevo, con Claudio
Pompeyano, quien de hecho la sobrevivió varios años.
Nielsen interpreta soberbiamente a una mujer valiente que
tiene que conspirar para derribar a un tirano, estando bajo el poder directo
del mismo. Estamos en el año dos mil, la época en la que los productores
pensaban “un personaje femenino es suficiente, si ponemos más van a pensar que
es una película de niñas”, así que no esperen que cumpla con el test de
Bechdel.
Lucio: Lucius Aurelius Verus, interpretado por Spencer
Treat Clark. Lucila sí tuvo un hijo con Lucio Vero, pero éste murió joven, y ya
no estaba para cuando Cómodo asumió el poder. El hijo que Lucila tuvo con
Pompeyano, en cambio, sí habría tenido la edad del personaje interpretado por
Clark.
Meter al segundo matrimonio de Lucila en la historia sólo
habría complicado más las cosas y eliminado la posibilidad del romance sugerido
entre ella y Maximus. En realidad, estos personajes cumplen la función de verse
como paralelos a la esposa e hijo que Maximus perdió, y eso motivara al
personaje (y a los espectadores) a querer protegerlos.
Quinto: Quintus Aemilius Letus, interpretado por
Tomas Arana. Fue el prefecto de los pretorianos de Cómodo. Los Guardia
Pretoriana era un cuerpo de élite del ejército romano que servía directamente
al emperador y era el encargado de protegerlo a él y a su familia. Jugaron un
papel fundamental en la política imperial, especialmente con su costumbre de
cargarse a los emperadores cuando éstos les hubieran hartado. Eso fue
precisamente lo que hizo Quinto: participó en la conspiración para que Narciso
asesinara a Cómodo.
En la película, Quinto es un personaje al que los roleros
podrán identificar como un lawful neutral, alguien que sigue las reglas
y acepta el orden establecido, sin muchas convicciones morales propias. Por eso
era un leal capitán para Maximus, pero en cuanto a Cómodo asumió el poder, aceptó
su autoridad. Sin embargo, las atrocidades de Cómodo fueron tantas que él mismo
no pudo seguir haciéndose de la vista gorda y, aunque no lo mató activamente,
sí impidió que los pretorianos intervinieran en duelo final que costó la vida al
tirano. Muy poco y muy tarde, Quinto. No sean como él, a los tibios nadie los
quiere.
Próximo: Personaje ficticio interpretado por el
veterano Oliver Reed. Antiguo gladiador, ahora dueño de gladiadores. Próximo
tiene una evolución opuesta a la de Quinto: pasa de ser un antagonista a un
aliado del héroe. Al principio parece indiferente al destino de sus esclavos y
al final termina arriesgando -y perdiendo- la vida para ayudar a Maximus. Esto
también nos muestra que es tanta la virtud y honor del hispano, que termina
tocando hasta a un hombre cínico y convenenciero.
Entre las citas famosas de la película, Próximo dice que
sólo somos “sombra y polvo”, porque la vida humana es efímera y frágil. Al
principio la frase tiene un sentido nihilista: no somos nada, así que nada
importa. Al final, cuando la repite como sus últimas palabras, tiene un sentido
más cercano a la filosofía estoica de Marco Aurelio: la vida es breve, así que
aprovecha cada oportunidad de hacer el bien. Próximo se va complacido de haber
hecho por lo menos un acto noble y desinteresado.
Graco: Personaje ficticio interpretado por Derek
Jacobi. Como en el caso de Richard Harris, la elección de este actor veterano
remite a la Era Dorada de la épica histórica. Jacobi interpretó al emperador
titular en la miniserie Yo, Claudio (1976), basada en la novela homónima
de Robert Graves.
Graco representa lo que idealmente debería haber sido un político
romano. Un hombre honesto, íntegro, valiente al enfrentarse a la tiranía,
inteligente y astuto… Claramente es un hombre de clase alta, como dan a
entender sus modales y forma de hablar. “No presumo ser un hombre del pueblo,
pero sí procuro ser un hombre para el pueblo”.
Dudo que la elección de su nombre sea casualidad; los
hermanos Tiberio y Cayo Graco fueron célebres políticos de tiempos de la
República cuyos esfuerzos se centraron en aumentar el poder de la gente común
en oposición al aristocrático Senado. Ambos fueron asesinados por la
aristocracia.
Hagen y Juba: Los dos amigos gladiadores de Maximus,
interpretados respectivamente por Ralph Moeller y Djimon Hounsou. Tampoco es casualidad
que el primero sea un germano, es decir, proveniente de la frontera norte del
Imperio, y el otro un nubio, proveniente de la frontera sur. La película comete
el error de presentar la sociedad romana como homogéneamente blanca, lo cual definitivamente
no era, pero por lo menos nos da un grupo diverso y variopinto de
gladiadores heroicos. Estos personajes están para mostrarnos que Maximus es
capaz de convivir con personas de cualquier origen, que las trata con respeto y
dignidad, y que acaba ganándose la lealtad de quienes le rodean. Además, son
los dosmiles, así que todo salvador blanco necesita un mejor amigo negro que le
diga cosas sabias.
II. ROMA VICTRIX
Veamos la secuencia inicial de Gladiador. Tras un
breve párrafo que nos pone en contexto histórico y espacio temporal, nos vamos
a Germania para atestiguar el final de las Guerras Marcomanas, en las
que las legiones del emperador Marco Aurelio derrotaron a las tribus bárbaras;
en concreto, estamos cerca de la base militar de Vindobona (actual Viena,
Austria). El conflicto histórico que retrata es cien por ciento real no fake, y
sí se dio a finales del reinado de Marco Aurelio, quien en efecto estaba ahí
personalmente.
Es el sitio ideal, porque en este prólogo podemos darnos
cuenta de dos cosas: de cómo Scott decide caracterizar a los romanos en
oposición a los bárbaros germanos, y además cómo va pasarse la exactitud
histórica por el Arco de Constantino. Si consideramos que el arte de narrar
implica comunicar de forma efectiva información a nuestro a público, no podemos
negar que Scott es un maestrazo.
Véase nomás cómo está retratado el lugar, una tierra helada
e inhóspita, cubierta de bosques oscuros; estamos en las fronteras mismas del
Imperio, donde acaba la civilización e inicia la barbarie. Miren cómo el
glorioso ejército romano aparece bien ordenadito, uniformado y limpio; todos
los legionarios marchan al unísono, disciplinados, scutum en alto y pilum
en mano. Adoptan la formación de tortuga cuando las flechas enemigas
llueven sobre ellos y jamás pierden el porte y la elegancia.
En cambio, los bárbaros aparecen como una horda de gente
peluda y desaliñada; literalmente emergen del negro bosque ataviados con
pieles de animales, casi como cavernícolas. Antes de aparecer en pantalla son
precedidos por el cuerpo decapitado de un mensajero romano, porque son unos
salvajes que matan a los emisarios, cosa que ninguna persona civilizada hace.
Su líder es un gigante barbado que grita quiensabequé en su incomprensible y
áspera lengua, y además tiene el descaro de presumir la cabeza del desdichado
mensajero. Cuando los proyectiles romanos comienzan a caer sobre ellos, se
quedan ahí paradotes como imbéciles, demasiado salvajes para preocuparse por el
propio bienestar o para saber usar un escudo.
Esta caracterización de romanos y bárbaros es necesaria, porque
si los germanos no parecieran unos putos orcos que quizá comen bebés, corremos
el riesgo de detenernos a pensar por qué le estamos echando porras a una
superpotencia imperialista que literalmente le está prendiendo fuego al
bosque, casi como que con napalm, en vez de a esa pobre gente que nomás está
defendiendo sus tierras contra una maquinaria de guerra imparable. Curioso que esto
venga de un británico… Curioso…
Y si creen que estoy sobreinterpretando, hay una parte en la
que los germanos entonan un cántico de guerra, sacado directamente de la
película Zulú (1964), una película épica sobre la lucha de un regimiento
británico contra una horda de zulúes en la actual Sudáfrica. Un canto africano
no tiene nada que ver con los pueblos germánicos, a menos que quieras hacer un
paralelismo entre los heroicos romanos que pelean contra los bárbaros
norteños y los heroicos británicos que pelean contra los salvajes
sureños… Póngale un pin a esto, porque va a ser importante después.
Volviendo a lo del napalm, eso de las flechas
incendiarias está muy chetado si estás jugando Age of Empires, pero
resulta que es algo que nunca pasó, menos con tecnología de la Edad del Hierro.
Y es que si disparas una saeta con fuego pueden pasar dos cosas: se apagan las
llamas por la fuerza del viento durante el vuelo, o la flecha se consume y se
vuelve inútil. Y ni siquiera me hagan empezar con que la caballería romana
tiene estribos, una pieza de tecnología que nos parecería súper sencilla y
obvia de implementar, pero que a nadie de este lado de los Urales se le
ocurriría hasta que llegaran los hunos desde las estepas asiáticas, ya muy al
final de la época romana. Pero bueno, está peligroso subir actores a caballos
sin estribos, así que eso lo podemos perdonar.
Pero de que todo esto se ve chido, se ve chido. Que
es el meollo del asunto, porque Scott ha dicho mil veces que NO LE IMPORTA, y cada
vez que un profesor de historia viene a decirle “Oiga, sir Ridley, eso nunca
pasó”, su respuesta estándar es “¿Ah sí’ ¿Y tú cómo sabes? ¿Estuviste ahí?”. Y
antes de cualquier persona tenga la oportunidad de responderle “Señor, así no
es cómo funciona la cosa…”, él ya se fue a dirigir otra secuencia épica.
El adjetivo viene a la perfección, porque esta quejumbre
quisquillosa se olvida ante la espectacularidad de la secuencia, con
música de Hans Zimmer, por si fuera poco, y ya que estamos en eso, aprecien lo
magnífico de la fotografía y el montaje. Así que les repito que mis notas no
son para demeritar la peli, sino para aprovecharla y que aprendamos algo.
Por último, nomás para acabar con esto, de todas las cosas
que están obviamente mal, la que me hace más ruido es el grito de batalla de
nuestro héroe Maximus: Roma victor. Como buenos angloparlantes, todos en
la producción parecen olvidar que en otros idiomas que no son inglés los
adjetivos sí tienen género, y que como Roma es un sustantivo femenino, el
adjetivo debe serlo también, así que la frase debería ser Roma victrix,
o sea, “¡Roma victoriosa!” Puedo excusar las inexactitudes históricas, pero no
que hablen mal la lengua de Virgilio, faltaba más.
III. NON SEQUITUR
Si la batalla sirve como prólogo, el primer acto de la
película es en el que se toman las decisiones y ocurren los acontecimientos que
van a marcar el camino de cada personaje: la charla de Marco Aurelio con
Maximus, la confrontación entre Cómodo y su padre y el asesinato del emperador.
La forma en la que los personajes reaccionan a este hecho es lo que sella su
destino: Maximus se niega a reconocer a Cómodo y lo pierde todo, mientras Quinto
se doblega y asciende en la jerarquía. Lucila se queda a medio camino: saluda
al nuevo César, pero antes le da una bofetada para dejarle en claro que sabe lo
que hizo y que no está contenta.
Maximus es condenado y llevado lejos para ser ejecutado.
Tras eliminar a los pretorianos, el héroe escapa. A continuación viene la parte
más absurda de la película, que no es poco decir. En cuestión de días, y con
una herida infectándosele en el brazo, Maximus cabalga desde lo que hoy es
Austria hasta lo que hoy es España. Además, parece que nunca se topa con
otras poblaciones ni nada, como si hubiera un enorme descampado entre una
provincia y otra, y no un imperio populoso lleno de ciudades y carreteras
pavimentadas.
A pesar de su milagrosa velocidad de traslado, Maximus no
llega antes que los soldados enviados a masacrar a su familia. Tras colapsar
por completo entre el corazón roto y la herida infectada, Maximus es encontrado
por traficantes de esclavos que lo llevan a… ¡África! Concretamente a Zuccabar,
en la actúa Argelia. Nunca vemos el viaje por mar, así que suponemos que
Maximus estuvo inconsciente durante todo este tiempo.
Nada de esto tiene mucho sentido. Que unos esclavistas se
tomaran la molestia de cuidar a un hombre herido y transportarlo a través de
tierra y mar para venderlo como esclavo es algo bastante jalado de los
pelos. Sobre todo, un ciudadano romano no podía ser convertido en esclavo nada
más porque lo encontraran tirado por ahí. Podríamos pensar que, como lo habían
declarado proscrito, los esclavistas podían tomarlo a voluntad; pero Cómodo
creía que Maximus había muerto, así que no es como que hubiera anunciado a todo
el mundo que el general había caído en desgracia.
Por cierto, aquí cabe preguntarnos, si Maximus eliminó a
todos los pretorianos que lo iban a ejecutar, ¿quién le dijo a Cómodo que había
muerto? ¿Quién encontró los cuerpos de los pretorianos y decidió que podía
simplemente decirle al emperador que la condena se había cumplido? ¿Quinto?
Sepa.
Pero bueno, todo esto tenía que pasar, o no
tendríamos película. Después de todas estas conveniencias de la trama, empieza
lo bueno, con Maximus ya convertido en Gladiador.
IV. PANEM ET CIRCENSES
Si les preguntara cuál es el edificio más emblemático del
antiguo Egipto, ¿qué me responderían? La Gran Pirámide, probablemente. ¿Y de la
antigua Grecia? El Partenón, apostaría. La tumba de un monarca y el templo de una
diosa, lo esperable. Si les pregunto cuál es el edificio más emblemático de la
antigua Roma, ¿cuál dirían? El Coliseo, ¿verdad? O sea, un lugar para el
entretenimiento, y uno muy salvaje, viene a ser el símbolo de toda una
cultura. ¿No les parece curioso? Como si en mil años lo más representativo de
la cultura mexicana fuera el Estadio Azteca…
Cuando entendemos lo importantes que eran los juegos
circenses para los antiguos romanos nos damos cuenta de que en muchos aspectos
no somos tan diferentes a ellos. Es por eso que nos resulta tan actual la
expresión de Juvenal panem et circenses, “pan y circo”. El poeta
se refería con desdén a cómo la clase gobernante distraía al populus romanus
repartiendo comida barata y organizando espectáculos. Esto, según Juvenal,
hacía a los ciudadanos olvidar su derecho de nacimiento a participar en
la vida cívica y vigilar las acciones de los políticos, mientras éstos se
dedicaban a satisfacer sus propios deseos, dejando de lado el bien común. Vaya,
cosas que siguen pasando.
Por cierto, a pesar de lo que muchas veces se cree, el
Coliseo no era un circo, sino un anfiteatro. De hecho, su nombre oficial
era Anfiteatro Flavio, por el emperador que lo mandó a construir, y le apodaban
“Coliseo” por la estatua de un coloso que se alzaba junto al lugar. Los
anfiteatros eran los lugares para ver combates de gladiadores, peleas entre
animales, ejecuciones de condenados a muerte y representaciones de batallas
históricas. Los circos, en cambio, eran recintos para carreras de carros y otro
tipo de espectáculos, precisamente como el Circus Maximus, el más
grande de Roma.
El retrato de los juegos de gladiadores en la película no
está tan alejado de la realidad, salvo algunos detalles. En general no eran
tan caóticos como aparecen en el anfiteatro de Zuccabar, en que parece que
nomás echan a un montón de vatos random a matarse como Jove les diera a
entender. Aunque quizá el punto era mostrar que ese lugar estaba en el culo del
Imperio. Es cierto que la mayoría de los gladiadores eran esclavos, pero no
todos, ni tampoco los combates siempre tenían que ser a muerte. Es
verdad que algunos gladiadores podían volverse auténticas celebridades, aunque
era su amo quien más se beneficiaba de sus victorias. Un gladiador exitoso era
como un buen caballo de carreras; se le daba la mejor alimentación, atención
médica y entrenamiento, y se les consentía con muchachas o muchachos, según su
gusto. Pero, ultimadamente, quien se llevaba la mejor parte era el señor rico
de quien era propiedad.
Pollice verso, de Gérôme |
Aunque hay representaciones del gesto con el pulgar hacia
arriba y hacia abajo en el arte romano, hasta la fecha no sabemos qué
significaba exactamente. El gesto fue popularizado por el pintor francés
Jean-Léon Gérôme en la obra Pollice verso. Tal frase, que se
traduce como “pulgar invertido”, se encuentra en algunos textos romanos pero,
de nuevo, no sabemos con certeza dónde debía apuntar el dedo para significar
tal o cual cosa. La película asume que hacia arriba significa “vive” y hacia abajo
significa “muere”, lo cual está es fácil de entender para un público moderno.
En la película hay una parte bien mensa en la que
aparecen unos tipos repartiendo volantes que promocionan los combates. Goey, no
existía la imprenta y aunque fuera posible poner a cien esclavos a hacer
papeletas a mano, los materiales de escritura eran demasiado valiosos como para
andar regalando a los transeúntes. Lol.
La cosa con Gladiador es que trata de quedar bien
con Dios y con el diablo. Quiere mostrarnos que los combates de gladiadores
eran una cosa brutal, un elemento decadente que manchaba la civilización
romana. Se supone que tal nivel de violencia nos horrorice. De paso, es un
comentario poco sutil a la industria del entretenimiento contemporáneo y cómo
nos embrutece.
La condena de esta barbarie está en boca de los personajes
buenos. Se nos dice que Marco Aurelio prohibió los juegos en Roma, lo cual es
históricamente falso, pero como en esta película el emperador filósofo ya era
presentado como un hombre sabio y bueno, habría sido disonante implicar que
algo tan horrendo no le molestaba. Graco, haciendo eco de Juvenal, expresa con sorna
que Cómodo está usando los juegos para manipular al pueblo.
“Roma
es la muchedumbre. Haz trucos de magia para ellos y se distraerán. Quítales sus
libertades y todavía clamarán. El corazón vivo de Roma no está en los mármoles
del Senado, sino en la arena de Coliseo. Él les traerá muerte… Y ellos lo
amarán por eso.”
Y claro, está el reclamo de Maximus dirigido tanto al
público del anfiteatro como a la audiencia del cine:
“¡¿Acaso
no están entretenidos?! ¡¿No es esto para lo que están aquí?!”
Pero, eironeia, al mismo tiempo, esa misma violencia
es recreada con un realismo impresionante, gracias a la magia del cine. Con la
magistral dirección de Ridley Scott, estas secuencias de combates no son sólo
espectaculares: se ven hermosas. Es en las peleas de gladiadores en las
que Maximus, que lo había perdido todo, conquista la fama, la lealtad de sus
hombres y el amor del pueblo. Es probable que la reacción la audiencia en la
sala de cine se parezca más al entusiasmo de la chusma que al digno reclamo de
Maximus.
Condenar la violencia y al mismo tiempo glorificar la
violencia. Claro, en el caso de la película, tal violencia es ficticia y nadie
salió lastimado… Excepto el doble de riesgo que se partió la crisma cuando ese
carro se estrelló contra la pared. Como sea, nos lleva a reflexionar sobre la
responsabilidad ética en el arte y sobre el riesgo siempre latente de que
al hacer el retrato de algo negativo (violencia, abuso, discriminación)
parezca que se está trivializando o glorificando. Es una discusión necesaria
que debemos tener constantemente, así como debemos practicar y fomentar la
lectura crítica del arte y entretenimiento. No sea que nos distraigan con puro
pan y circo.
Una cosa más: noten que mientras Maximus no aprueba que un
niño tan joven como Lucius presencie los juegos, Cómodo considera que eso lo
fortalece. Es el villano, que paradójicamente no cumple con el ideal de chad que
promueve en otros, quien cree que la exposición a la violencia es lo que
cultiva la virilidad.
V. URBS AETERNA
Lo primero que Scott nos enseña de la Ciudad Eterna es una
toma aérea en que se ve majestuosa. Apreciamos mejor las colosales
dimensiones de todo cuando la cámara nos lleva al nivel de la calle, para
ver el desfile triunfal con el que Cómodo entra a la capital (eso sí pasó). Roma
parece sacada de una era mítica, algo así como Minas Tirith. Bien, pues ahora
vengo a arruinarlo todo: la ciudad está demasiado limpia y demasiado blanca;
hoy sabemos que los edificios se pintaban, y encima que a los romanos les
gustaba grafitear las paredes con mensajes chuscos y dibujos obscenos. Además,
las calles debían estar llenas de lodo, basura y excrementos (tanto humanos
como animales).
De todos modos, contemplar Roma en su apogeo debía
haber sido una experiencia sobrecogedora, especialmente si venías de tierras
lejanas. Como Juba, quien se queda boquiabierto cuando mira el Coliseo: “No
sabía que se construían cosas así”. De hecho, Roma aparece por primera bastante
ya avanzado el metraje. Hasta ese momento hemos oído mucho de ella, pero sólo
hemos visto tres locaciones, todas muy poco impresionantes: Vindobona, que es
un simple campamento de pabellones en los lindes de un bosque nevado; el hogar
de Maximus, literalmente una finca rústica en medio de la nada; y Zuccabar, que
es un pueblucho apestoso en el desierto africano. Esto es adrede para que el
impacto de contemplar a la capital del universo sea tanto mayor.
¿Qué, pues, quiere decirnos Gladiador sobre Roma? En una
famosa escena durante el primer acto de la película, Marco Aurelio pide a
Maximus:
-Dime
otra vez Maximus, ¿por qué estamos aquí?
-Por
la gloria del Imperio, señor.
-Ah,
sí. Ya recuerdo… ¿Ves ese mapa, Maximus? Ése es el mundo que yo he creado. Por
25 años yo he conquistado, derramado sangre, expandido el Imperio. Desde que me
volví césar he vivido cuatro años sin guerra. ¡Cuatro años de paz en veinte! ¿Y
para qué? Traje una espada. Nada más.
-César…
-No
me llames así. Ven, conversemos como hombres. Maximus, habla.
-Cinco
mil de mis hombres están allá afuera congelándose en el lodo. Tres mil de ellos
están golpeados y heridos. Dos mil nunca se irán de este lugar. Me niego a
creer que pelearon y murieron por nada.
-¿Y
qué quisieras creer?
-¡Pelearon
por ti! Y por Roma.
-¿Qué
es Roma, Maximus?
-He
visto mucho del resto del mundo. Es brutal y cruel y oscuro. Roma es la luz.
-¡Pero
no has estado ahí, no has visto en lo que se ha convertido!
Este diálogo nos revela la idea de Roma de la que
quiere convencernos esta película: como LA civilización en un mundo primitivo y
barbárico, y más aún, como una luz en la oscuridad. Ese ideal, sin
embargo, se ha corrompido por las ambiciones personales de los hombres que la
gobiernan. Al final de la película, tras haber vencido a Cómodo, Maximus dice:
“Hubo
alguna vez un sueño que fue Roma. Éste será realizado. Tal es el deseo de Marco
Aurelio.”
Segundos después, tras que el héroe exhalara su último
aliento, Lucila declara:
“¿Vale
Roma la vida de un buen hombre? Alguna vez creímos que sí. Hagan que volvamos a
creer. Él fue un soldado de Roma. Hónrenlo.”
Todo es bien bonito y conmovedor, pero no tiene nada que ver
con cómo Roma se veía a sí misma. O sea, los romanos sí se sentían
culturalmente superiores a los pueblos del norte de Europa, que usaban
pantalones, como salvajes. Pero no tenían mucho que presumir a griegos,
egipcios, persas o chinos contemporáneos, aunque ya hubieran conquistado a los
dos primeros. Sobre todo, los romanos no se pusieron a someter a medio mundo
porque creyeran en una misión civilizatoria; lo que buscaban era
tierras, botín, tributos, esclavos, controlar rutas de comercio, asegurar
puntos estratégicos contra sus enemigos y esa clase de cosas. Y eran
brutalmente honestos al respecto.
¿Saben quiénes sí han tratado de convencerse a sí mismos de
que conquistaban para llevar la luz de la civilización al mundo? Los imperios
modernos. En particular, el británico en el siglo XIX y el americano en el XX.
O sea, los países de donde vienen el director y los productores de la película.
Bien curioso, ¿no les parece? La forma en la que se habla de Roma en esta
película corresponde con el viejo discurso de “la ciudad sobre una colina”
del excepcionalismo yanqui: la creencia de que Estados Unidos es una nación
extraordinaria, un faro de esperanza para el mundo, cuyo destino es el de toda
la humanidad.
La película está pensada para un público gringo que
se sentirá emocionalmente identificado con ese discurso. Quienes vivimos en la
periferia imperial y hemos sufrido la violencia de los imperios tenemos otra
perspectiva… O eso esperaría, pero el colonialismo cultural nos hace
identificarnos con los gringos y a ver el mundo desde su punto de vista, si no
nos ponemos atentos. Siempre desconfíen de quienes digan “akchuali, los
imperios eran buenos”, porque por lo general no están argumentando sobre el
pasado, sino sobre el presente.
A propósito, ya en la primera parte les había dicho que
Marco Aurelio para nada quería devolver a Roma a ser una república. De hecho, nadie
en aquella época siquiera imaginaba algo así. Administrar un imperio de ese
tamaño habría sido imposible sin una autoridad central… ¡Caray, era ya muy
complicado hacerlo así como estaban las cosas! Además, en aquel tiempo república
no implicaba una democracia en el sentido moderno, con elecciones
libres e igualdad de derechos para todos. Sólo los habitantes de Italia tenían
derechos como ciudadanos romanos, más los soldados que se ganaran la ciudadanía
tras veinte años de servicio militar (un ofertón, pero igual te podías morir en
el intento). Sería el emperador Caracalla quien hiciera ciudadanos a todos los
habitantes del Imperio, pero eso vendría algún tiempo después.
¿Por qué, entonces, convertir el “regreso a la República” en
la meta de los héroes de la película? De nuevo, porque es un objetivo político que
un público moderno puede comprender y con el que puede simpatizar. Para las
audiencias de los dosmiles (no estoy seguro de las de los dosmilveintes) la
democracia es algo bueno y una monarquía es algo menos bueno (aunque no
necesariamente malo, si el rey es el adecuado).
Claro, ultimadamente ésta es una película hecha por
anglosajones liberales, así que esa democracia tampoco puede ser demasiado
democrática. El populacho es superfluo y fácilmente manipulable por un
tirano demogago (“pan y circo”), así que no se le pueden confiar las decisiones
importantes. El poder debe quedar en hombres honestos y competentes, como
Maximus o Graco.
VI. QUOD IN VITA AGIMUS…
Gladiador es una gran película porque cuenta
una historia sencilla de traición y venganza; presenta a un héroe virtuoso que se
ve derribado hasta el suelo y tiene que enfrentar a un villano perverso que ha
robado el puesto de mayor poder imaginable. Tiene actuaciones de primer nivel,
un diseño de producción bellísimo, momentos conmovedores y secuencias acción
que después de 24 años no dejan de quitar el aliento. Sin necesidad de
profundizar en sus implicaciones, cualquiera puede dejarse atrapar por la
maestría de su narrativa y su realización. Es un clásico del cine, digna de las
epopeyas fílmicas de la Edad de Oro, y en su terreno no ha podido ser superada
en más de dos décadas (excepto, quizá, por la trilogía de El Señor de los
Anillos, pero ésta es fantasía pura).
Es claro que la cinta sigue moviendo a las audiencias,
incluyendo a las nuevas generaciones, y eso habla de sus méritos. A pesar de
sus errores históricos y sus sesgos ideológicos tan típicamente gringos, es una
gran oportunidad para discutir y aprender sobre la verdadera historia de Roma. También
nos da una pauta para reflexionar en qué consisten el heroísmo y la virtud, y
una inspiración para siempre resistir a la tiranía. Nos hace pensar en que a lo
mejor sólo somos sombra y polvo, pero nuestras acciones no son en vano. Después
de todo…
Quod in vita agimus, resonat in aeternum
FINIS
PD: Ya tengo también una reseña de Gladiador II pero, como dicha película, es innecesaria.
Gracias por leer. Conforme un año más termina, quiero
agradecer de todo corazón a mis mecenas en Patreon, sin quienes este
proyecto no sería posible:
- DadaDan
- Emanuel Vera Prestado
- Diego Marín Alvarado
- Aswang
- Monte S
- Berenice
- Claudia Jiménez Teutli
- Yussef Ríos
- J. Emilio Rodríguez
- Marcos
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