Entonces llegó Conan el Cimerio... - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 5 de septiembre de 2011

Entonces llegó Conan el Cimerio...

Saludos, lectores de la Edad Hiboria, hoy quiero compartir con ustedes mis experiencias e impresiones de Conan el Cimerio, el original, el literario:


Hither came Conan, the Cimmerian, black-haired, sullen-eyed, sword in hand, a thief, a reaver, a slayer, with gigantic melancholies and gigantic mirth, to tread the jeweled thrones of the Earth under his sandalled feet.

Robert E. Howard es un caso curioso en la historia de la literatura norteamericana. Al igual que su colega y amigo cercano, H.P. Lovecraft, Howard desarrolló su carrera en un medio literario considerado entre los de más baja categoría: las revistas pulp. Pero Howard, al igual que Lovecraft, demostró que su calidad autoral era mayor que el medio en el cual publicaba, y como inmejorable ejemplo de esta afirmación tenemos las historias de Conan el Bárbaro.

Robert Ervin Howard nació en Cross Plains, Texas, en 1906. Fue un muchacho por un lado atraído hacia los libros y la vida solitaria, y por otro un entusiasta del boxeo y el fisicoculturismo, que gustaba de visitar los vastos e inspiradores paisajes de su estado natal, y en general el sur de Estados Unidos. La madre de Howard, Hester, fue una influencia determinante en su vida; le inculcó el amor por la literatura, la poesía y la historia. Pero más aún, la enfermedad de Hester, tuberculosis, y su lenta e inevitable decaída a lo largo de los años, fue algo que lo marcó de forma definitiva. 

Aunque nunca se le diagnosticó clínicamente, datos de su biografía permiten deducir que Howard padecía depresión crónica. Esto, aunado a sus vastísimos conocimientos de historia universal, le hizo desarrollar una visión oscura y pesimista del devenir histórico; para él, la civilización humana recorría ciclos interminables de barbarie, desarrollo, decadencia y barbarie otra vez; la violencia y la bestialidad se imponían siempre a cualquier intento civilizatorio y todo acto cometido por los mortales era algo por completo fútil.

Ante tan sombría visión del mundo, Howard se suicidó en 1936, cuando tuvo la noticia de que su madre, única persona con quien había construido una relación estrecha, había entrado en un coma del que no despertaría. Howard tenía sólo treinta años de edad y había recientemente alcanzado el éxito editorial, gracias a personajes como Kull, Solomon Kane y, desde luego, Conan.

Las historias de Conan se ubican en la imaginaria Edad Hiboria (Hyborian Age), una época prehistórica, anterior al cataclismo que dio origen al mundo actual. Howard creó esta era por dos motivos; primero, porque el escenario ficticio le permitía mayor libertad creativa, en contraste con la inevitable rigidez que le imponían los escenarios reales de la ficción histórica, en la que ya tenía experiencia. La segunda razón fue que este escenario, de una era anterior a toda la historia conocida, le permitía enviar a su héroe a tener aventuras muy diversas en tierras dispares y que en la historia real no habrían podido coexistir: en la Edad Hiboria existían tierras que equivaldrían a la Europa medieval, al Egipto antiguo o a la América colonial.

Desde luego, estas historias no dejan de ser escaparates en los que autor obsequia a los lectores de pulp lo que buscan: aventura tras aventura a un ritmo trepidante, tierras exóticas, sangrientas batallas, monstruos, hechiceros, y damiselas semidesnudas que se derriten por el protagonista. Pero los relatos de Conan son mucho más que eso.


La Edad Hiboria podrá ser imaginaria y estar llena de magia y criaturas imposibles, pero los hechos que tienen lugar en esta época ficticia son construidos por Howard con base en sus conocimientos y su visión de la historia, que es antitética de las nociones románticas que por lo regular dominan la fantasía heroica. Howard no imagina reyes sabios, héroes que luchan por sus ideales, ni gestas para vencer al mal; en el mundo de Conan, los gobernantes rigen para su propio beneficio, los conflictos bélicos se libran por razones de interés, en cada rincón del mundo el hombre depreda al hombre, las victorias en la guerra conllevan la violación de mujeres y la masacre de niños, y no vence el más bondadoso, ni el que tenga la razón, sino el más fuerte. Y por más guerras que se libren, por más reyes que suban al trono o sean derrocados, por más imperios que surjan y decaigan, la humanidad no avanza hacia ningún lado, sino que repite el mismo interminable ciclo de matanza y destrucción sin sentido.

Luego tenemos al mismo Conan, quien, hay que aclarar, no es el bruto casi afásico e iletrado que se ha representado en diversos medios. Conan es un personaje rico, multifacético, que encarna la filosofía de Howard sobre la civilización y la barbarie.

Conan pertenece a la raza de los cimerios para quienes la vida significa luchar y sufrir en vano, y tras la muerte sólo les queda un eterno vagar por una tierra fría y oscura. El único placer para ellos se encuentra en el frenesí del combate. El haber nacido y crecido en ese país, dotó a Conan de fuerza y vitalidad tales que no tenía rival entre las naciones civilizadas, que crean individuos relativamente débiles y temerosos. Conan es una fuerza de naturaleza, un ser que no se ve a sí mismo diferente de las fieras salvajes. Pero al mismo tiempo, Conan busca y espera más de la vida que sus compatriotas, y por ello sale de Cimeria, para tener aventuras en todo el mundo de la Edad Hiboria, y encuentra el placer de vivir no sólo en la batalla, sino también en la camaradería, en la juerga, en la comida y la bebida, en el amor de las mujeres e incluso en la música y la poesía.


Conan es, además, un hombre de gran inteligencia y destreza, capaz de pensar estratégicamente y aprender una gran cantidad de idiomas. Posee también un código de honor inquebrantable que le impide traicionar su palabra, dañar a personas inocentes, o forzar a las mujeres a unirse a él contra su voluntad. Pero incluso esta alta inteligencia y esta sólida moral son producto de la barbarie, como Howard se encarga de dejar en claro, pues, por una parte, en las condiciones adversas en las que se ha desarrollado Conan, sólo un hombre de gran astucia, capaz de adaptarse a cualquier situación, podría sobrevivir; y por otra parte, es la civilización, corrupta y decadente, la que lleva a los hombres a la degradación moral.

En las historias escritas por Howard, vemos evolucionar a Conan desde ser un joven impulsivo listo para decapitar a quien lo mire feo, hasta convertirse en el rey de Aquilonia, que gobierna con justicia y honor, e incluso patrocinando las artes. Pero Conan tampoco es un “noble salvaje” idealizado y romántico. Es solamente un hombre, endurecido y enriquecido por una vida de constantes luchas, privaciones y pérdidas.

Decía que Conan encarna la filosofía de Howard sobre la civilización y la barbarie. En efecto, Conan es presentado siempre como un hombre superior a sus contrapartes civilizadas. Ello le permite a Conan sobrevivir en un mundo caótico y cruel, en el que el odio irracional y la ambición desmedida son la norma. En realidad, aunque Conan triunfa sobre sus enemigos en todas las historias, muchas terminan con matanzas de sus aliados y seguidores, o hasta de pueblos enteros habitados por hombres, mujeres y niños, que caen bajo el inmisericorde filo de la espada.

La barbarie es la condición natural de la humanidad. La civilización es antinatural; es un capricho de las circunstancias. Y la barbarie siempre prevalecerá.

Por otro lado, está la superioridad moral de Conan, quien no ha sido afectado por la decadencia del hombre civilizado, que busca sólo el placer sensorial pasivo y la acumulación interminable de riquezas inertes. Dice el Cimerio: 

En mi tierra a veces hay hambrunas; pero la gente tiene hambre sólo cuando no hay comida en lo absoluto. Pero en los países civilizados he visto a gente enferma de glotonería mientras otros se mueren de hambre. Sí, he visto a hombres caer y morir por inanición frente a los muros de tiendas y almacenes repletos con comida.

Mas ni siquiera Conan puede librarse del destino ineludible de todo ser humano, tal como lo entiende Howard: que no importa lo que uno haga en vida, la existencia misma es enteramente fútil. Conan tiene una vida de aventuras muy diversas en los rincones más alejados del mundo en el que habita, y llega a convertirse en un rey poderoso, respaldado por su pueblo. Pero al final, todas las hazañas de Conan no valen nada; pasados algunos años tras la muerte del héroe, los bárbaros pictos, hicarnianos y cimerios destruyen Aquilonia, borrando toda huella de la existencia de Conan. Más aún, poco después, un cataclismo universal transforma los continentes y mares, destruye todas las civilizaciones existentes y envía a la humanidad de vuelta a la Edad de Piedra.


Al igual que Howard, el mismo Conan es embargado por el sentimiento trágico de la vida. En The Phoenix in the Sword encontramos el siguiente pasaje:

Su risa se desvaneció como si se quitara una máscara, y su rostro y su mirada envejecieron súbitamente. La irracional melancolía de los cimerios cayó sobre su alma como una mortaja, paralizándolo con un demoledor sentimiento de la futilidad de los actos humanos y la insignificancia de la vida. Su reinado, sus placeres, sus miedos, sus ambiciones, y todas las cosas terrenas se le revelaron de pronto como un puñado polvo y juguetes rotos.

Es esta visión de la vida, la civilización y la historia lo que enriquece y da complejidad a Conan el Cimerio y a las historias que protagoniza. Conan es un personaje mucho más complejo y multifacético de lo que uno podría esperar de un héroe de aventuras fantásticas publicadas en revistas pulp

Con todo, las virtudes de las historias de Conan no se reducen simplemente a ser un manifiesto de la deprimente filosofía de Robert E Howard. Éste, siendo un gran narrador, sobresale por la vitalidad que le imprime a sus historias, cargadas de fuerza y energía, en las que el autor se luce tanto por su vertiginosa narración de trepidantes aventuras, como sus espléndidas descripciones de escenarios fantásticos. En sus cuentos puede encontrarse de todo: bandidos, piratas, hechiceros, monstruos y hasta seres de otras esferas. Uno puede seguir las aventuras de Conan por el mar, la selva, el desierto, los bosques, las montañas, las ruinas de ciudades olvidadas y los palacios de grandes capitales.

Conan se ha convertido una figura arquetípica en la cultura pop, y Robert E Howard, su trágico creador, merece un lugar especial entre las letras anglosajonas, así como sus libros merecen un lugar especial en los anaqueles de cualquier aficionado a la literatura fantástica.


Mis historias favoritas de Conan:

  • The Phoenix on the Sword
  • The Frost-Giant’s Daughter
  • The Tower of the Elephant 
  • The Scarlet Citadel 
  • Queen of the Black Coast 
  • Xuthal of he Dusk 
  • The Vale of Lost Women 
  • The People of the Black Circle 
  • The Hour of the Dragon 
  • Beyond the Black River
  • The Black Stranger
  • Red Nails

Más arte sobre Conan:








 Miscelánea: Parodias e imitaciones de Conan





FIN


Más de fantasía y clásicos del pulp en este blog:

5 comentarios:

dull dijo...

Comentaré como es debido, hasta despues de ver la película. Es una asignatura que debo cumplir de lo contrario Crom y Mitra me maldecirán.

Mientras tanto te felicito por tus conocimientos cimerianos. saludos!

m. Isaac. V.R. dijo...

EPIC!
Chingón Maik.

Carlos dijo...

Muy buena entrada, me ha motivado a buscar y conseguir las aventuras del "bárbaro éste" (ojo, no me refiero a usted, me refiero a Conan) [sólo bromeo, no se me vaya a encabritar] :)

Maik Civeira dijo...

Ya vi la película. Es una mierda.

Anónimo dijo...

si muy pesima y terrible la ultima pelicula de conan se de muchos y mejores actores que hubieran interpretado mejor a conan que el casi desconocido momoa su interpretacion esta en nada esa pelicula me decepciono crom deve estar retorciendose de asco por semejante bodrio prefiero los libros y comics de conan

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