Bradbury, Poe, Marte y los incendiarios de libros - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

miércoles, 6 de junio de 2012

Bradbury, Poe, Marte y los incendiarios de libros


Ray Bradbury naciĂł el 22 de agosto de 1920 en Waukegan Illinois y desde muy joven mostrĂł pasiĂłn por la lectura y la escritura. IniciĂł su carrera literaria publicando relatos cortos de ciencia ficciĂłn en fanzines hacia 1938. Estos relatos influidos por las aventuras de hĂ©roes fantásticos como Flash Gordon, John Carter y Buck Rogers y fueron publicados en un momento en que el gĂ©nero dejaba atrás la Era Pulp y comenzaba a tomar forma la que serĂ­a llamada Era Dorada de la Ciencia FicciĂłn. 

Su primer libro publicado fue la compilación de cuentos Dark Carnival, aparecida en 1947. Poco después publicaría su trabajo más famoso Las Crónicas Marcianas (1950), una compilación de cuentos que relatan la historia de la colonización de Marte por parte de los hombres de la Tierra. El éxito de esta obra le permitió publicar su colección de cuentos El hombre ilustrado (1951), la obra maestra de la distopía Fahrenheit 451 (1953) y la novela juvenil El árbol de las brujas (1972), entre una treintena más de libros.

Bradbury es uno de los grandes escritores de la ciencia ficción y uno de los que, junto con otros autores de la Era Dorada como Isaac Asimov, Arthur C Clarke y Theodore Sturgeon, convirtieron a la CF en un género serio, digno de la alta literatura. Su obra ha influido a las generaciones posteriores y él mismo recibió muchos premios de reconocimientos, entre los que se encuentra el título de Grand Master of Science Fiction, de Comandante de la Ordre des Arts et des Lettres de Francia y la National Medal of Arts de Estados Unidos. Murió en junio de 2012, a los 91 años de edad.

Por otro lado, la obra de Edgar Allan Poe (1809-1849), aunque denostada en su momento por algunos compatriotas suyos y despreciada por más de un crítico actual, influyó y sigue influyendo en muchos creadores, algunos de ellos con obras tan disímbolas entre sí que a veces es difícil reconocer una fuente común. Entre los autores que han reconocido la influencia de Poe en su carrera se encuentran Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Julio Verne, Arthur Conan Doyle, HP Lovecraft, Julio Cortázar y, desde luego, Ray Bradbury.

Éste fue siempre un bibliófilo, según él mismo lo declara, que pasó gran parte de su infancia en las bibliotecas. Desde joven mostró predilección por la obra de Poe, entre otros clásicos de la literatura anglosajona. El autor recuerda haber escrito en su juventud un poema en el que se declara hijo de los amores prohibidos entre Emily Dickinson y Edgar Allan Poe, lo que da cuenta del lugar especial que el escritor bostoniano ocupaba entre los ídolos de Bradbury. El presente ensayo se centra en la influencia que el poeta de Baltimore tuvo en el de Illinois.

Dos de los cuentos de Bradury en particular comparten a Poe como figura en torno a la cual se desarrolla la trama, al igual que reflejan el eterno temor del escritor: la posibilidad de un mundo sin literatura.

           
Primero tenemos Usher II, aparecido en 1950, cuyo mismo título nos remite directamente a Poe; de hecho, el relato comienza con una cita del primer párrafo de La caída de la casa Usher. Este relato describe un futuro en el que las obras literarias, cinematográficas y teatrales que tuvieran un tema fantástico fueron prohibidas en la Tierra. Un hombre, William Stendahl (otra referencia literaria), se refugia en un recientemente colonizado Marte para crear allí su casa de ensueño: una réplica exacta de la casa de Usher, tal como fue descrita por Poe, y habitada por robots que emulan personajes de literatura fantástica. Para la construcción de la casa y de sus habitantes, Stendahl contó con la ayuda de Pikes, un experto en efectos especiales. Cuando todo está listo, Stendahl invita a su nueva atracción a un grupo selecto de conocidos:

Personas eminentes, sí, eminentes todas ellas, miembros de la Sociedad de la Represión de la Fantasía[1], enemigos de la fiesta de Todos los Muertos y del día de Guy Fawkes, cazadores de murciélagos, incendiarios de libros, portadores de antorchas; ciudadanos pacíficos y limpios, ciudadanos que habían, todos ellos, esperado a que los hombres toscos llegaran a Marte, enterraran a los marcianos, limpiaran las ciudades, construyeran pueblos, repararan las carreteras y suprimieran todos los peligros. Después, cuando ya todo estaba tranquilo, vinieron ellos, los aguafiestas, gentes con ojos color de yodo y sangre de mercuriocromo a imponer sus Climas Morales, a repartir bondad.

A media fiesta en la nueva mansiĂłn Usher, se aparece, muy oportuno, el inspector Garret de Climas Morales, para anunciar que pronto llegarĂ­an el equipo para echar abajo la construcciĂłn. Stendahl lo invita a que, mientras tanto, se una a la fiesta. Entonces comienza la venganza. Stendahl mata uno a uno a sus invitados de formas que recuerdan a las historias de Poe: El pozo y el pĂ©ndulo, Los crĂ­menes de la calle Morgue, El entierro prematuro… Cada vez que un invitado muere de esta forma horrible, un doble robĂłtico se presenta en su lugar, de tal forma que hace creer a los demás invitados que los que en realidad están muriendo son los robots. Garret, impresionado por las espantosas escenas que presencia, acepta las copas de vino que Stendahl le ofrece una y otra vez, hasta que, sin darse cuenta, el inspector queda completamente borracho. Entonces su anfitriĂłn lo conduce a su fatĂ­dico destino: ser emparedado vivo, justo como en El barril de Amontillado.

-¿Garret? –llamĂł Stendahl en voz baja. Garret callĂł-. ¿Sabe usted por quĂ© le hago esto? Porque quemĂł los libros del señor Poe sin haberlos leĂ­do. Le bastĂł la opiniĂłn de los demás. Si hubiera leĂ­do los libros, habrĂ­a adivinado lo que yo le iba a hacer, cuando bajamos hace un momento. La ignorancia es fatal, señor Garret.

Una vez concluida la venganza, Stendahl y Pikes huyen en un helicóptero, mientras la segunda casa de Usher colapsa y es tragada por la laguna negra delante de ella. El cuento termina con el párrafo final del texto de Poe.


El otro cuento se titula Los desterrados (publicado a finales de 1949) y su argumento es el siguiente: en el futuro, después de que las buenas conciencias destruyeron la literatura fantástica, la Navidad y el Halloween, los seres fantásticos y sus creadores se refugiaron en Marte, aún fuera del alcance de los hombres de la Tierra. Allí están Ambrose Bierce, Nathaniel Hawthorne, Algernon Blackwood, Arthur Machen, Charles Dickens y el mismísimo William Shakespeare, todos ellos presididos por Edgar Allan Poe. Se da a entender que hay muchos otros exiliados en Marte, pero son los mencionados quienes forman parte de la acción.

-Es usted un hombre siniestro, señor Poe.
 
-Soy un hombre asustado y lleno de odio. Soy un dios, señor Dickens, como usted, como todos nosotros. Y no sĂłlo amenazaron nuestras creaciones… nuestros personajes si asĂ­ lo prefiere. Las suprimieron, quemaron, destrozaron y censuraron. Acabaron con ellas. ¡Nuestros mundos se derrumban! ¡La lucha alcanza a los dioses!

Su exilio es perturbado cuando un cohete de la Tierra parte en camino hacia el Planeta Rojo. En ese cohete van los Ăşltimos ejemplares de los libros de los autores en el destierro, quienes temen haber sido alcanzados finalmente por su destino. Se inicia la resistencia: las brujas de Macbeth arrojan maldiciones contra los tripulantes de la nave, Poe dirige un ejĂ©rcito de criaturas imaginarias contra los invasores…

-Todo a lo largo del mar muerto he estado llamando a los otros. Mis amigos y los amigos de ustedes. Todos están allĂ­. Los animales y las viejas y los gigantes de dientes blancos y afilados. Las trampas ya están preparadas, y los pozos, sĂ­, y los pĂ©ndulos. La Muerte Roja. –Se rio suavemente-. SĂ­, tambiĂ©n la Muerte Roja. Nunca pensĂ©… no, nunca pensĂ© que un dĂ­a la Muerte Roja iba a existir de veras. Pero ellos la han pedido, ¡y la tendrán!

Mas todo es inútil: el capitán de la nave quema los últimos libros y con ello desaparecen sus autores y sus criaturas, perdidos para siempre en el olvido.

 

El fin de la literatura es un peligro del que Bardbury ha intentado advertir a la humanidad en numerosas ocasiones. Había vivido la época de las hogueras literarias de Hitler y Stalin, y cuenta que, cuando tenía tres años, lloró amargamente al escuchar la historia del incendio de la Biblioteca de Alejandría. Antes de estos cuentos había escrito Bonfire y Bright Phoenix, y después escribió una de sus obras maestras y clásico obligado de la literatura distópica: Fahrenheint 451.

Usher II y Los desterrados sobresalen por el hecho de que en los mundos que describen está prohibida exclusivamente la literatura fantástica, a diferencia de las otras obras en las que se pierde toda la literatura en general. En Usher II, el protagonista exclama:

-Oh, ya nadie se acordaba de Poe, de Oz y de los otros. Pero yo tenĂ­a mi pequeño refugio. Unos pocos ciudadanos conservamos nuestras bibliotecas hasta que llegaron ustedes, con antorchas e incineradores, y destrozaron y quemaron mis cincuenta mil libros. Un dĂ­a atravesaron tambiĂ©n con una estaca el corazĂłn del DĂ­a de Todos los Muertos, y les dijeron a los productores de cine que si querĂ­an hacer algo se limitasen a repetir y repetir, una y otra vez, a Ernest Hemingway. ¡Dios Santo, cuántas veces he visto Por quiĂ©n doblan las campanas! Treinta versiones diferentes. Todas realistas. ¡Oh, el realismo! ¡Oh el aquĂ­, oh el ahora, oh el infierno!

Mientras que los personajes de Los desterrados sostienen esta conversaciĂłn:

-¿No conocen la historia?

-Me la imagino. El psiquiatra de ojos brillantes, el inteligente sociĂłlogo, el pedagogo resentido de boca espumosa, los padres antisĂ©pticos…

La idea de Bradbury es siempre la misma: la fantasía es reprimida por una sociedad que la considera dañina para la mente humana, la cual debe permanecer concentrada en el aquí y en el ahora, en la realidad, en el mundo material. Más evidente en Los desterrados que en el otro cuento, está el resentimiento de Bradbury contra la ciencia, que todo lo invade, todo lo esteriliza, y que arranca su encanto al mundo.

Quizá sea difĂ­cil para nosotros, en nuestro contexto mexicano y contemporáneo, aprehender del todo la idea y el temor de Bradbury. En nuestros dĂ­as vemos cĂłmo la estrategia de los medios masivos de comunicaciĂłn (sobre todo la televisiĂłn, pero tambiĂ©n el cine y la literatura comerciales) consiste en velar la realidad social de nuestro mundo con fantasiosas evasiones. Se nos invita constantemente a ignorar la realidad de un mundo lleno de injusticias y desigualdades, para sumirnos en cĂłmodas, anodinas e inofensivas distracciones. 


Pero pongámonos en el contexto de Bradbury cuando escribiĂł estos textos. A principios de la dĂ©cada de los 50’s ya se estaba perfilando lo que serĂ­a el macartismo en los Estados Unidos: una Ă©poca de “cacerĂ­a de brujas” por parte de los sectores más reaccionarios de la polĂ­tica norteamericana y que incluyĂł la persecuciĂłn de gran cantidad de libros. Bradbury cuenta que en 1953 el senador Joseph McCarthy habĂ­a obligado al ejĂ©rcito a retirar algunos libros “corruptos” de las bibliotecas en el extranjero. El antes general, y entonces presidente Eisenhower, “uno de los pocos valientes de aquel año”, ordenĂł que devolvieran los libros a los estantes.[2] Por aquellos dĂ­as muchos libros fueron retirados de las bibliotecas y escuelas pĂşblicas, entre ellos Robin Hood, que por aquello de “robar a los ricos para darle a los pobres” era considerado propaganda comunista. 

Por esos años tambiĂ©n saliĂł a la luz el hoy infame libro La seducciĂłn del inocente (1954), del psiquiatra Fredric Wertham, en el que acusa a los cĂłmics, historietas, revistas de pulp y otras formas de literatura popular, de pervertir las mentes de los niños y inducirlos al crimen, las drogas, el comunismo, la homosexualidad y otras “degeneraciones”. El libro causĂł alarma entre padres de familia bienintencionados que iniciaron una campaña de censura, la cual derivĂł en la creaciĂłn y aplicaciĂłn del sistema de autocensura conocido como Comics Code Authority.[3]


NĂłtese tambiĂ©n que en ambos cuentos, aparte de la prohibiciĂłn de la literatura fantástica, se prevĂ© la aboliciĂłn de festividades de origen pagano como son la Navidad y el Halloween, y en especĂ­fico la figura de Santa Claus que aparece como uno de los desterrados en Marte. Bradbury tiene razones para temer este escenario ya que en 1951 hubo una quema pĂşblica de imágenes de Santa Claus por parte de catĂłlicos fundamentalistas en Dijon, Francia. Poco antes, en 1949, un banco de Michigan habĂ­a desplegado un letrero con la leyenda “No existe Santa Claus: Trabaja, gana, ahorra”[4]. Otras manifestaciones en contra del viejo bonachĂłn sonaban con fuerza en Estados Unidos y Europa, tal como aĂşn hoy no faltan quienes ponderan los efectos nocivos que la Navidad y el Halloween tienen en las mentes infantiles. 

Es cierto que muchos de estos eventos ocurrieron despuĂ©s de la redacciĂłn y publicaciĂłn de Los desterrados y Usher II, pero nos dan una idea clara del ambiente que se vivĂ­a en esa Ă©poca: la censura era un temor constante para los escritores. 

Además, debemos tener en cuenta de que las obras fantásticas cuya destrucciĂłn teme Bradbury no son el entretenimiento simplĂłn con el que la gente se evade de la realidad social y del mundo en el que vive. Recordemos que la buena literatura fantástica no es de evasiĂłn, sino, por el contrario, de confrontaciĂłn con las grandes verdades de la vida. No es lo mismo la fantasĂ­a anodina y producida en masa de la tĂ­pica “novela de aeropuerto” que la fantasĂ­a cargada de contenido poĂ©tico y filosĂłfico que se encuentra en la obra de Poe, Bierce y Machen, del mismo Bradbury y ya no digamos de Shakespeare. 

Cuando Bradbury se lamenta de la insistencia de unos cuantos hombres estrechos de mente (“antisĂ©pticos” es el adjetivo que más utiliza) por hacer descender las mentes soñadoras a la realidad, no se refiere a la realidad total del mundo, esa que es necesario conocer para transformar y mejorar, sino a esa realidad grosera, pedestre y anodina de la existencia cotidiana, de las preocupaciones superfluas, de lo material y lo econĂłmico, esa realidad clasemediera, insulsa, mediocre y conformista que el escritor lleva a sus Ăşltimas consecuencias en Fahrenheit 451.[5]


Pero, ¿por quĂ© Poe y porquĂ© Marte?

Bradbury, como lector y como escritor, conoce el grado de elevaciĂłn que alcanza la mente humana a travĂ©s del ejercicio de la literatura fantástica y es por ello que escoge a Poe, un eterno marginado por haber tenido la valentĂ­a de preferir los sueños a la realidad. Recordemos que Poe dedica su Ăşltimo libro, Eureka, “a los que sienten más que piensan, a todos los soñadores y a quienes creen que los sueños son las Ăşnicas realidades”. Esta frase le queda a la perfecciĂłn a un romántico como Bradbury. 

Marte, por otro lado, era aquella frontera que anhelaban Bradbury y los soñadores de su Ă©poca; era todo un planeta desconocido e inexplorado al que parecĂ­a factible llegar, un mundo lejano de la realidad cotidiana, pero estrechamente cercano de aquellos que tenĂ­an la visiĂłn y el ensueño; era la expectativa de nuevas e insospechadas aventuras que revivirĂ­an la Ă©poca de las exploraciones y los viajes maravillosos; era la esperanza de la oportunidad para iniciar una vida nueva en un mundo nuevo. Hoy, a 34 años de que la sonda Viking I que el Planeta Rojo no era más que un desierto rocoso y frĂ­o, no faltan autores que prefieren soñar con un Marte rebosante de vida. Cuando en 1976, despuĂ©s de que el Viking I enviara a la Tierra las fotografĂ­as de la superficie marciana, un entrevistador le preguntĂł a Bradbury: “¿CĂłmo se siente con esta noticia? ¿DĂłnde están las ciudades marcianas y todos los seres vivos?” “No sea ingenuo” respondiĂł Bradbury “¡Nosotros somos los marcianos! Vamos a estar aquĂ­ un millĂłn de años. Por fin, ¡somos marcianos!”[6]. VeintisĂ©is años antes, Bradbury concluĂ­a sus CrĂłnicas Marcianas con el siguiente pasaje:

-Siempre quise ver un marciano –dijo Michael-. ¿DĂłnde están, papá? Me lo prometiste.

-AhĂ­ están –dijo papá, sentando a Michael en el hombro y señalando las aguas del canal.Los marcianos estaban allĂ­. Timothy se estremeciĂł. Los marcianos estaban allĂ­, en el canal, reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert y papá y mamá. Los marcianos les devolvieron una larga, larga mirada desde el agua ondulada…

Otro detalle a considerar: el del resentimiento de Bradbury hacia la ciencia, que resulta en cierta forma sorprendente en un autor de ciencia ficciĂłn. Poe dice en Los desterrados: “La ciencia infestĂł la Tierra, sin dejarnos finalmente más salida que el Ă©xodo” y, poco antes:

-Esos jĂłvenes del cohete, tan limpios, sacerdotes de un nuevo culto. Alrededor de los cuellos, colgados de cadenas de oro, escalpelos. Sobre la frente, una diadema de microscopios. En los dedos santos, unas urnas de incienso humeante que son en realidad unos hongos germicidas para destruir la supersticiĂłn.

De nuevo hay que ponernos en el contexto: en los Ăşltimos años la ciencia habĂ­a producido la bomba atĂłmica y las atrocidades de “cientĂ­ficos locos” como Josef Mengele habĂ­an salido a la luz. En esos dĂ­as la ciencia y su hija predilecta, la tecnologĂ­a, se presentaban como una paradoja que lo mismo podĂ­a conducir a la humanidad a una nueva edad de oro, o causar su destrucciĂłn. Bradbury, fiel a la tradiciĂłn romántica de la que ha bebido, pone en boca de Poe el anhelo de las Ă©pocas oscuras, plagadas de bellas y poĂ©ticas supersticiones:

Siempre podemos esperar una de esas guerras atĂłmicas, la decadencia, la vuelta a las Ă©pocas oscuras, el retorno de la supersticiĂłn. Entonces podrĂ­amos volver a la Tierra, todos nosotros, sĂłlo en una noche.

            
Hasta ahora, sin embargo y en contra de los temores de Bradbury, no es la ciencia la que amenaza a la fantasĂ­a o al arte. La ciencia y el arte muy a menudo han caminado de la mano y se han inspirado mutuamente. El razonamiento cientĂ­fico y la invenciĂłn son, al igual que la creaciĂłn artĂ­stica, manifestaciones del poder de la mente humana que sĂłlo se dan en la libertad intelectual, y la bĂşsqueda del conocimiento en sus distintas formas; son propias de intelectos que valoran más lo espiritual que lo material. 

Yo diría al maestro Bradbury que no temiera a los sacerdotes del culto científico, sino a los mercaderes, a aquellos hombres que sólo ven valor en la mercancía y no conocen más realidad que la cotidiana; a quienes ven la vida como un continuo proceso de enriquecimiento material; a los que quieren sujetar las mentes a la inmediatez y dejar de lado toda fantasía, por no ser redituable; a los que, por tanto, no valoran la belleza, el arte, el conocimiento, la filosofía o la poesía. No, no son los hombres de blanco los que vendrán a prender fuego a los libros de Poe, pues, como dice el mismo Bradbury:



Para más de Bradbury, Poe, Marte y la ciencia ficción:


[1] OrganizaciĂłn que recuerda a la Liga de la Decencia o a la AsociaciĂłn Nacional de Padres de Familia.
[2] En su postfacio a la ediciĂłn de 1993 de Fahrenheit 451.
[3] En años recientes hemos visto otros ejemplos de este tipo de actitudes, cuando los padres de familia y organizaciones religiosas iniciaron campaña en contra de los libros de Harry Potter, por considerar que el contenido fantástico de los mismos perjudica a los niños en cuanto a su comprensión de la realidad.
[4] Tomado de Santa Claus: Una biografĂ­a de Gerry Bowler, 2005.
[5] En la educación actual se insiste a los pedagogos que hagan énfasis en la utilidad que las materias que enseñan tienen en la vida cotidiana de los alumnos. Es decir, se fomenta la formación de mentes que sólo funcionen en el plano de lo utilitario y lo cotidiano, negando cualquier elevación trascendental de la psique humana.
[6] PrĂłlogo de Ray Bradbury a la ediciĂłn especial de la revista National Geographic titulada Espacio: frontera del pasado y del futuro, publicada en 2009.

7 comentarios:

-antonio dijo...

Oye, pera tantito. Los tres grandes de la Edad de Oro de la CF fueron Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein. A Ă©ste Ăşltimo no lo mencionas ni en una entrada previa.

Maik Civeira dijo...

Tienes razĂłn, se me pasĂł mencionarlo. Pero el ABC son Asimov, Bradvury y Clarke. ¿Captas? A, B y C. :p

Alexia dijo...

OK, entonces tenemos el ABC de la ciencia ficción, y por otro lado Los Tres Grandes de la CF. Y me parece haber visto por ahí La Trinidad de la CF. La 2da y la 3ra son lo mismo? Mejor como dice Antonio, platiquemos más de Heinlein, hablemos de Todos Uds Zombies.

Alexia dijo...

Bueno, nomás digo, nada más soy lectora

Maik Civeira dijo...

Ay, me van a obligar a admitir con vergĂĽenza que no he leĂ­do a Heinlein. :p

Ognimod dijo...

Sobre Heinlein hay que saber tres cosas:

1) Era libertariano. La verdad es que lo podría dejar hasta ahí. Pero también:
2) Es un poquito más conciso que Ayn Rand. Un poquito.
3) Con Tropas del espacio (Starship Troopers) inventĂł las historias de marines del futuro peleando con aliens, y los que hemos visto pelĂ­culas como Alien 2 o jugado videojuegos como StarCraft, Halo o Quake 2 se lo debemos.

Maik Civeira dijo...

Ognimod: Bien dicho, bicho

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