Marte... el Planeta Rojo... la Estrella de la Guerra... Nuestro mundo hermano ha cautivado la imaginación de las personas desde que existen registros. Su color, su proximidad, la posibilidad de que albergue vida, el probable futuro que nuestra humanidad podría tener en él... todo esto nos ha fascinado a lo largo de los siglos y prueba de ello es la extensa literatura que sobre el Planeta Rojo se ha escrito.
La mayoría de ustedes habrá
escuchado hablar de La guerra de los
mundos de HG Wells, de las Crónicas Marcianas
de Ray Bradbury, y recientemente, con la nueva película, de John Carter de Marte de Edgar Rice
Burroughs. Pero hay mucha más literatura sobre Marte… tanta, que sería un
despropósito tratar de ocuparse de toda. Por eso, he decidido concentrarme en
la literatura anglosajona escrita entre 1880 y 1912. Verán, John Carter no fue
el primer terrícola que visitó nuestro planeta vecino. Otros antes que él se
habían pasado a dar una vuelta para descubrir sus misterios.
Pongámonos en contexto. En 1877
el astrónomo italiano Giovani Schiaparelli observó con su telescopio el Planeta
Rojo y describió sus mares, continentes y canales. Llegó a la conclusión de que
Marte era un mundo seco y moribundo, con escasos mares y cuyos habitantes
debían usar canales para aprovechar la poca agua que les quedaba.
Mapa de Marte, según Schiaparelli |
Esta idea concordaba con la
hipótesis nebular defendida por muchos científicos en la época, según la cual
el sistema solar se había formado a partir de la condensación de una nube de
gases. Según esta hipótesis, los cuerpos más lejanos del sol eran los más
antiguos, y por lo tanto estaban en una etapa más avanzada de su evolución, y
quizá más próxima a la muerte. Ello implicaba que, de existir seres
inteligentes en Marte, estarían muy avanzados con respecto a nosotros, y los
escritores de ciencia ficción de finales del siglo XIX y principios del XX
tomaron estas ideas como fuente de inspiración.
Across the Zodiac de Precy Greg (1880)
La primera novela de ficción
marciana fue escrita por el inglés Percy Greg. Trata de un narrador anónimo que
viaja al Planeta Rojo en una nave llamada Astronauta,
capaz de repeler la gravedad de la Tierra.
En esta novela Marte debe su
color rojo a su vegetación y su atmósfera, y el planeta presenta climas y
paisajes variados, con montañas, océanos, campiñas y tundras heladas, pero se
diferencia de la Tierra en que su superficie alberga menos agua y más masa
continental. Sus habitantes son prácticamente iguales a los humanos, con la excepción
de tener pechos más amplios, para dar espacio a unos pulmones poderosos que
puedan extraer el oxígeno necesario de la tenue atmósfera marcial.
¿Suena interesante? Sí, al
principio lo es. La mejor parte del libro es el viaje por el espacio y la llegada
al Planeta Rojo. Lo demás es basura. ¿Por qué? Bueno, resulta que Percy Greg
era un tipo violentamente reaccionario, incluso para los estándares de su
época. Toda su novela (que no es nada corta: 400 páginas) es apenas más que un
panfleto en el que este triste hombrecito utiliza el escenario marciano como un
pretexto para despotricar sobre porqué la democracia es cosa del diablo, porqué
todos deben creer en Dios, porqué la naturaleza debe ser sojuzgada por el
hombre, porqué en el futuro todas las razas que no sean arias deberán
desaparecer, porqué progreso significa homogeneización cultural y, en fin,
porqué las mujeres deben permanecer en el hogar haciendo cosas de mujeres. En
conclusión, se trata de un libro aburridísimo que sólo le recomiendo a quien
quiera adentrarse en los orígenes de la ciencia ficción temprana…
Unveiling a Parallel de Alice
Ilgenfritz Jones y Ella Merchant (1893)
El mundo tuvo que esperar otros
13 años para leer una nueva novela marciana. Ésta trata de un narrador
desconocido (otra vez) que llega a Marte aprovechando unas corrientes cósmicas
o no recuerdo que galimatías por el estilo, volando en un aeroplano (¡el primer
uso registrado de esa palabra, antes de la invención de los Wright!).
Al igual que muchos autores de
“romances científicos” (como se les llamaba en esa época a las obras de
proto-ciencia ficción), las estadounidenses Jones y Merchant aprovechan un
escenario fantástico para exponer sus ideas filosóficas y políticas. En este
caso, lo que buscan es promover ideas feministas. Así, plantean un Marte en el
que existen dos países. En el primero hombres y mujeres han alcanzado la
igualdad, pero en el vicio: las mujeres fuman, beben, juegan, son promiscuas,
frecuentan prostíbulos, practican la lucha libre y, en fin, se divierten de lo
lindo.
En el otro país, hombres y
mujeres han alcanzado la igualdad en la virtud: no sólo hay igualdad entre
hombres y mujeres, sino que ha logrado establecer una sociedad equitativa y
justa en todos los niveles, y libre de toda forma de miseria, crimen y
corrupción. Aquí las innovaciones técnicas producto de la revolución industrial
sirvieron para aliviar la carga de los trabajadores y permitirles aspirar a una
mejor calidad de vida, no para enriquecer más a los dueños de los medios de
producción. Asimismo, en ese maravilloso país, aunque hay diferencias entre la
cantidad de riquezas que poseen los ciudadanos, no existen ni las fortunas
exageradas ni la pobreza. Además, toda forma de enriquecimiento diferente al
trabajo honrado, como la especulación, la usura y las apuestas, han desaparecido
por completo.
Ahora bien, aunque esto puede
sonar igual de sermoneador que Across the
Zodiac, esta novelita es mucho mejor que los berreos de Percy Greg. No sólo
el discurso ideológico es más simpático, sino que la novela está muy bien
escrita, es breve, amena y tiene diálogos muy interesantes que invitan a la
reflexión.
Eso sí: de Marte, nada. Excepto
por su atmósfera rosácea y las dos lunas que se ven en el cielo, la historia
bien pudo haber transcurrido en cualquier lugar del mundo y habría dado
exactamente lo mismo.
Journey to Mars de Gustavus W Pope (1894)
Al año siguiente aparece esta
otra novela marciana, del Dr. Pope, un médico estadounidense y un intelectual
con diversos intereses y amplias lecturas que quedan reflejadas en su novela. Journey to Mars cuenta la historia del
teniente Frederick Hamilton, de la marina estadounidense, que tras sufrir un
accidente en una expedición al Polo Sur, se encuentra con una colonia de
marcianos en el continente antártico, con los cuales emprende un viaje al
cuarto planeta. Allí conoce la naturaleza y la sociedad marciana, se enamora de
una princesa, y vive diversas aventuras.
Esta novela está a medio camino
entre el discurso utópico que caracterizaba los romances científicos de la
época, y las odiseas de aventura, amor y suspenso de las novelitas pulp de las décadas siguientes. Como
novela utópica describe las maravillas de la sociedad marciana, que ha superado
la guerra y la injusticia gracias a sus avances científicos, al mismo tiempo
que advierte sobre los peligros de mestizaje racial y alaba a un Dios
todopoderoso, omnisciente y masculino. También en ella los marcianos honran al
teniente Hamilton cantando el himno nacional de los EUA, después de mostrarles
que este país es la más grande civilización del mundo (pfff, gringos).
En cuanto a novela de aventuras, Jorney to Mars, tiene algunos episodios
muy emocionantes, que incluyen riesgosas hazañas en el Polo Sur, escape de
peligros en el espacio, una batalla entre narvales y peces espada gigantes,
vuelos en águilas colosales, duelos de esgrima y una improbable fuga de una
lúgubre prisión para rescatar a una bella princesa. Como se darán cuenta, tiene
mucho de lo que caracteriza a las novelas de John Carter, por lo que se
considera su antecedente más temprano. Pero Pope es un narrador inexperto: su
novela tiene más de 500 páginas y abunda en descripciones estériles y episodios
que no llevan a ninguna parte.
Lo más interesante de este libro
es su introducción, pues se trata de uno de los primeros textos sobre ciencia ficción. Allí Pope dice
que ésta es la
literatura que corresponde al mundo de grandes cambios y avances científicos y
tecnológicos en que le ha tocado vivir; que las obras que se insertan en dicho
género no tienen por qué ser cuentos de hadas de simple evasión, sino tratar
temas humanos, y que deben apegarse con suma fidelidad a los conocimientos
científicos. Por lo demás, vale la pena leerla, en especial si tienen
curiosidad de conocer a los antecesores de John Carter.
War of the Worlds de HG Wells (1897)
He aquí la mejor obra literaria y
la más importante de esta lista, y por mucho. La anécdota es bien conocida: un
buen día los ingleses están disfrutando de su vida y de ser el imperio más
poderoso del mundo cuando de pronto caen desde el espacio unos cilindros
metálicos gigantescos que contienen marcianos hostiles y sus máquinas de
guerra.
Para nosotros, lectores del siglo
XXI, las historias de invasión extraterrestre están tan choteadas que son hasta
motivo de parodia (Los marcianos llegaron
ya / Y llegaron bailando ricachá). Pero en la Era Victoriana ésta era una
novedad: la idea de que pudiera llegar de pronto algo incomprensible e
implacable y simplemente aplastar todo nuestro mundo resultaba (y resulta, si
lo piensan bien) aterradora.
Wells era un hombre de ciencia,
un filósofo y un poeta, y todo ello queda marcado en la más famosa de sus obras
literarias. Siguiendo las ideas científicas de la época, Wells imagina un Marte
moribundo, de cuyos habitantes se ven obligados a huir en busca de los recursos
abundantes de la joven Tierra. Si otros escritores imaginaron aventuras
coloniales o fábulas utópicas en mundos lejanos, Wells hace caer todo el terror
del cosmos sobre nosotros. Él es también el primero en imaginar que los
marcianos no tendrían que ser para nada como los seres humanos, que no somos la
creación más perfecta del universo, y que los caminos de la evolución podrían
producir cualquier cosa.
En La guerra de los mundos están ausentes el heroísmo y el
patrioterismo que impregnarían la ficción de invasiones extraterrestres
posteriores, en especial las de Hollywood. Aquí no hay la premisa de “lucharemos
hasta vencerlos”. El protagonista no es un brillante científico ni un valiente
soldado, sino un hombre común que por una serie de coincidencias logra sobrevivir
a la invasión. Y es que al final, la humanidad no es victoriosa, es apenas
superviviente gracias a una casualidad. El clero y el ejército, guardianes de
la integridad espiritual y física de una nación, son representados en dos
personajes, un cura y un artillero. La fe, y más aún, la cordura, del clérigo
colapsan al momento de la invasión y el artillero se convierte en un animal
rastrero y salvaje que se escabulle entre las ruinas de la civilización con el
único objetivo de sobrevivir.
La guerra de los mundos constituye, ante todo, una lección de
humildad. Wells pone a los británicos en el lugar de los pueblos que el Imperio
ha destruido, y aún más, pone a los seres humanos en el lugar de las criaturas
a las que ha sometido por milenios. Es una obra básica no sólo de la ciencia
ficción, sino de la literatura universal, y una que debe leerse (Wells es
también un gran prosista, así que vale la pena leerlo en inglés).
Edison’s Conquest of Mars de Garret P Serviss (1898)
La guerra de los mundos fue un éxito rotundo, así que no tardó en
aparecer una secuela no oficial del otro lado del Atlántico. Garret P Serviss
era científico y colaborador de Thomas Alva Edison y escribió esta novela para
exaltar al inventor, a los Estados Unidos, a la raza blanca, a la civilización
occidental y al imperialismo (pfff, gringos).
¿La historia? Después de
sobrevivir a la invasión marciana, los países de la Tierra, bajo el liderazgo
de los Estados Unidos (¿quién si no?), deciden emprender una expedición
punitiva contra el Planeta Rojo. Edison encabeza la expedición, con ayuda de
sus nuevos inventos: naves eléctricas que pueden viajar por el espacio. Después
de algunas peripecias, los terrícolas llegan a Marte y acometen un espantoso
genocidio contra la población de Marte. ¡Yeah!
El mensaje de Wells era: “¡Miren,
hombres y mujeres del mundo! Tengamos humildad: no somos nada, no somos la más
grande creación del universo, sino un montón de animalitos con delirios de
grandeza. Pongámonos en el lugar de los otros, de los débiles, de los
sojuzgados… Empecemos a tratarnos los unos a los otros con mayor humildad y
misericordia. Tengamos compasión y comprensión por nuestros hermanos animales…”
El mensaje de Serviss es:
“Yeeee-ha! We’re America!
We’re gonna kick all your asses, because we’re the coolest country in the world
and we have Jesus on our side! Here we come, Martians! Losing a war? Ha! That’s
never going to happen to us!! Yeee-ha! God bless America!!” (pfff,
gringos).
En serio, Serviss ignora por
completo la lección de humildad que Wells trataba de transmitir. El
protagonista de Wells era un hombre común, pero el de Serviss no es sino Thomas
Alva Edison que, recuérdese, no era un científico, sino un empresario, o séase,
el héroe capitalista gringo por excelencia. Para el autor del joven imperio, la
visión del hombre común no importa, sino la del gran hombre, la del héroe. Y
los marcianos no son ya una civilización avanzada, sino un montón de bárbaros
que no valen más que “apaches o mexicanos” (¡textual!).
Pero dejando de lado la mierda
ideológica, en realidad esta novela resulta muy interesante y entretenida. Es
la primera obra de ciencia ficción en la que se mencionan: trajes espaciales,
como escafandras adaptadas para el viaje interplanetario, que además cuentan
con bocinas y auriculares telefónicos en los cascos para que los viajeros puedan
comunicarse con sólo conectar un cable de teléfono de un traje a otro; rayos
desintegradores que convierten lo que tocan en nubes de átomos; personas
abducidas por extraterrestres para ser usadas como esclavos; batallas espaciales
entre flotas enemigas; píldoras de oxígeno para los viajeros del espacio… en
fin, todo un deleite para los fans del Steampunk.
…Y por cierto, en este libro
aparece por primera vez en la historia la idea de los “antiguos astronautas”, o
sea de que la Tierra fue visitada en el pasado remoto por extraterrestres, los
cuales construyeron las pirámides de Egipto. Sólo para que quede claro que esta idea surgió de una historia de ciencia ficción y no de las “imbestigiasiones” de los
ufólogos.
A Honeymoon in Space de George Griffith (1901)
En esta novelita inglesa, una
pareja de recién casados se va de luna de miel en un viaje por el Sistema
Solar. Los protagonistas son un lord inglés y su esposa estadounidense,
respectivamente el amigo y la hija de un brillante científico que descubrió la
antigravedad y construyó el Astronef,
la nave espacial que los lleva tener una luna de miel en el espacio.
Lord Redgrave y su esposa visitan
la Luna, Venus, Ceres, Júpiter y sus satélites, Saturno y, lo que es de nuestro
interés, Marte. Griffith representa a Marte como un planeta más antiguo que la
Tierra, moribundo, frío y casi deshidratado; como otros autores, le atribuye
poca gravedad y explica su color por su atmósfera rojiza.
Típicamente antropocentrista,
Griffith sitúa seres humanos habitando todo el sistema solar, incluyendo al
Planeta Rojo. Asimismo, se figura que todos los mundos han seguido un camino
evolutivo más o menos análogo al de la Tierra. Siendo Marte más viejo que
nuestro planeta, los marcianos son representados como seres humanos que evolucionaron
hasta alcanzar un grado de fría racionalidad que ha desterrado todas las
emociones.
No obstante su fría racionalidad,
los marcianos se han convertido en algo tan inhumano que los torna salvajes, y
en cuanto ven a la joven esposa, los marcianos quedan embriagados por su
belleza y tratan de apoderarse de ella (está claro que todos en el universo se
mueren por una gringa). Esta situación lleva a que las ametralladoras del Atronef abran fuego sobre la multitud
marciana, acción totalmente justificadas por los protagonistas, quienes
sostienen que a los marcianos no puede considerárseles humanos.
El anglocentrismo de Griffith
llega a niveles verdaderamente ridículos cuando se descubre que los marcianos
¡hablan inglés! ¿Cómo es esto posible? Simple: los marcianos habían alcanzado
un grado supremo de racionalidad, y el lenguaje más racional que podría existir
en todo el puto universo es, desde luego, el inglés, por lo que éste evolucionó
de forma independiente en el Planeta Rojo (pfff, británicos).
Como historia de ciencia ficción,
tampoco aporta mucho: no imagina nuevas tecnologías y casi todo lo que se
describe diferentes mundos del Sistema Solar había sido tratado en por otros
autores. Con todo, A Honeymoon in Space
tiene algunos puntos de interés. Las visitas a otros mundos son más
imaginativas que la de Marte, y el concepto del viaje turístico por el espacio
permite al lector transportarse por los escenarios fantásticos que cautivan la
imaginación.
Lieutenant Gullivar Jones: His Vacation de Edwin L Arnold (1905)
No, no me equivoqué yo. Se escribe Gullivar, no Gulliver; los editores de esta segunda edición le cambiaron el nombre a propósito. |
Y llegamos con el antecedente más
inmediato de John Carter: Gullivar Jones, creado por el británico Edwin L
Arnold. La historia: el teniente estadounidense Gullivar Jones es transportado
en una alfombra mágica hacia el planeta Marte, gracias a una coincidencia por
demás extraordinaria. Cae en una región habitada por los Hither (“los de acá”),
vecinos de los Thither (“los de allá”). Los primeros son una raza hermosa que
se dedica al placer y a la pereza. Los últimos son una raza de guerreros
bárbaros, que una vez al año visitan a los Hither, para reclamar a la doncella
más hermosa del lugar. Resulta que la doncella reclamada por los bárbaros es la
princesa Heru, de quien se había enamorado el héroe. Así, Gullivar, para
rescatar a su amada, emprende una travesía que lo lleva por mares, ríos,
bosques, tundras y ciudades encantadas.
Se trata de una fascinante novela
de aventuras, llena de sorpresas, suspenso y comedia, en la que el autor
británico aprovecha varias oportunidades para burlarse de la arrogancia yanqui.
Gullivar no es el típico héroe gringo perfecto: teme y duda, se cansa y padece
hambre, bebe y se emborracha, es despreocupado, arrogante y atrevido, y si
tiene éxito es en gran parte gracias al azar. Gullivar no es un héroe porque
sea perfecto sino precisamente porque supera todos sus vicios y adversidades
para recuperar a la bella princesa. Esto lo hace un personaje mucho más
interesante y entrañable que el acartonado John Carter de Burroughs.
En un episodio, Gullivar encuentra
una tierra sin dueño y la reclama en nombre de su nación en virtud de la
Doctrina Monroe (pfff, gringos), algo por demás ridículo teniendo en cuenta que
Gullivar está solo en un planeta distante y no tiene forma de hacer válido su
reclamo. Cuando un marciano le pregunta qué es la doctrina Monroe, Gullivar
responde que “en pocas palabras, significa que no puedes tocar nada de lo que
es mío, pero debes compartir conmigo todo lo que es tuyo”. Epic LOL.
Marte es descrito como un mundo
maravilloso de aventuras que incluyen una pelea entre bestias gigantes en un
bosque nocturno; un recorrido por el helado Río de la Muerte y una noche en el
castillo de una ciudad embrujada.
Gullivar Jones es una novela divertida y apasionante, con más
contenido de lo que uno pensaría y con muchas imágenes poéticas muy
afortunadas. Es ciertamente uno de aquellos libros que me gustaría haber
descubierto en la adolescencia.
John Carter of Mars de Edgar Rice Burroughs (1912)
Hemos llegado al final de nuestro
recorrido. En la entrada anterior me explayé sobre esta trilogía de novelas que
tienen como protagonista al héroe John Carter, el capitán confederado que llega
a Marte por quién sabe qué cosa de magia y cuerpos astrales. En Marte (o
Barsoom), Carter hace gala de sus virtudes: es valiente, fuerte, hábil, no le
tiene miedo a nada, nadie puede vencerlo, los hombres lo admiran, las mujeres
lo desean, sus enemigos le temen y al final termina convirtiéndose en el warlord de todo el Planeta (pfff,
gringos).
Como dije en la entrada anterior,
lo mejor de estas novelas son los mundos que Burroughs crea con su inagotable
imaginación y las aventuras que tiene el protagonista, que siempre vienen unas
detrás de la otra, a un ritmo trepidante que mantiene al lector al filo de la
página.
Como vimos hoy, John Carter no
surgió de la nada, sino que fue el último y más famoso de una larga serie de
personajes que visitaron el Planeta Rojo. Así que si ustedes están con ganas de
ciencia ficción vintage, les recomiendo leer estos libros. Y si estos libros no
se les antojan, pues por lo menos ya conocen de qué van y pueden imaginárselos.
Los dejo para soñar con todas las aventuras posibles e imposibles que se pueden
vivir en un mundo de arenas rojas y estrellas prístinas…
Mi calificación personal de estos libros |
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[1]Epígrafe
que HG Wells incluye al principio de La
guerra de los mundos. La cita es del Somnium
(1571) de Johannes Kepler, a su vez citado por Robert Burton en The Anatomy of Melancoly (1621).
1 comentario:
Me encanta ese "pfff... Gringos", ¿pero que podemos hacer? Es parte del encanto de esos libros.
Saludos
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