Hay un cuento de Borges del que podemos estar
seguro que su composición y tema fueron influidos por las lecturas que el
argentino hizo de Lovecraft: There Are More Things [leer aquí], que el mismo Borges le dedica al
autor de Providence.
“A la memoria de Howard P. Lovecraft” reza el
epígrafe que encabeza el cuento, aparecido en la colección El libro de
arena, de 1975. En el epílogo de dicho libro, Borges dice:
“El destino que,
según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento
póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario
de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula There Are More Things.”
El texto, de nueva cuenta, está narrado en primera
persona y el protagonista es, como suele ser, un alter-ego del mismo Borges,
que viaja a la campiña argentina para investigar acerca del misterioso
extranjero, llamado Max Preetorius, que adquirió la propiedad rural de su
difunto tío. El protagonista hace algunas indagaciones entre los vecinos, que
sólo pueden decirle que había algo muy extraño en cuanto a las modificaciones
que Preetorius hizo a la vieja casa. Un evento fortuito, una tormenta, sirve de
excusa para que el protagonista entre en la casa y descubra que tanto la
construcción como el mobiliario están adaptados para un habitante que no puede
ser humano, y que incluso debe estar constituido de acuerdo a desconocidas
leyes de la biología y de la física. Al final, el protagonista se enfrenta a la
aparición del ser desconocido.
Las referencias a Lovecraft son bastante obvias en
cuanto a la trama se refiere. Si los relatos del estadounidense tienen como
escenario predilecto la Nueva Inglaterra rural, Borges nos traslada aquí a la
campiña argentina. En muchos de los textos del escritor de Providence hay un
narrador en primera persona que investiga algún suceso extraño, aterrador y
prohibido, impulsado por una curiosidad que le resultará fatal. Así se describe
el protagonista de There Are More Things:
“Sé que mi rasgo
más notorio es la curiosidad que me condujo alguna vez a la unión con una mujer
del todo ajena a mí, sólo para saber quién era y cómo era, a practicar (sin
resultado apreciable) el uso del láudano, a explorar los números transfinitos y
a emprender la atroz aventura que voy a referir. Fatalmente decidí indagar el
asunto.”
Como en muchos cuentos del estadounidense, en el de
Borges ocurren hechos extraños alrededor de la llegada del curioso personaje,
tales como la aparición de un perro mutilado y decapitado. De la misma forma
que en la mayoría de los cuentos del ciclo de Cthulhu, un aroma nauseabundo
emana de la aborrecible casa. Y como en El horror de Dunwich (uno
de los cuentos lovecraftianos mencionados por Borges en su Introducción
a la literatura norteamericana, leer aquí), la casa del cuento de Borges es
modificada para albergar a una criatura de origen desconocido. En There
Are More Things el protagonista describe lo siguiente:
“Ninguna de las
formas insensatas que esa noche me deparó correspondía a la figura humana o a
un uso concebible. Sentí repulsión y terror […] ¿Cómo sería el habitante? ¿Qué
podría buscar en este planeta, no menos atroz para él que él para nosotros?
¿Desde qué secretas regiones de la astronomía o del tiempo, desde que antiguo y
ahora incalculable crepúsculo, habría alcanzado este arrabal sudamericano y
esta precisa noche?”
Al igual que los personajes de Lovecraft (como
en El color que cayó del cielo, otro de los cuentos mencionados en
la Introducción, leer aquí), el alter-ego literario de Borges
empieza sus pesquisas entre los vecinos, recogiendo rumores y confusos
testimonios que le insinúan la verdad poco a poco y de forma vaga (“La
abominación tiene muchas formas”, le dice un testigo). Como el protagonista
de Las ratas en las paredes (también mencionado en la Introducción, leer aquí), el narrador de There are more
things sufre de un sueño perturbador que anticipa el descubrimiento
final. Lovecraft escribe:
“Me retiré
temprano, muy cansado, pero me vi turbado por sueños de la más terrible
naturaleza. Me pareció haber estado mirando hacia abajo desde una altura
inmensa, hacia una gruta en penumbras, llena de suciedad, en la que un demonio
porquero de barbas blancas guiaba con su bastón a un rebaño de bestias fofas,
cubiertas de hongos, cuya apariencia me llenó de una repugnancia innatural.
Entonces, mientras el porquero se detenía y cabeceaba reflexionando sobre su
trabajo, una enorme multitud de ratas llovió sobre el hediondo abismo, cayendo
para devorar bestias y hombres por igual.”
Con muchos menos elementos de pesadilla, y con más
erudición, pero con igual capacidad de perturbar el ánimo del lector, Borges
relata el sueño de su protagonista:
“Aquella noche no
dormí. Hacia el alba soñé con un grabado a la manera de Piranesi, que no había
visto nunca o que había visto y olvidado, y que representaba el laberinto. Era
un anfiteatro de piedra, cercado de cipreses y más alto que las copas de los
cipreses; no había puertas ni ventanas, pero sí una hilera infinita de hendijas
verticales y angostas. Con un vidrio de aumento yo trataba de ver el minotauro.
Al fin lo percibí. Era el monstruo de un monstruo; tenía menos de toro que de
bisonte y, tendido en la tierra el cuerpo humano, parecía dormir y soñar.
¿Soñar con qué o con quién?”
Recursos como los anteriores permiten que el terror
se destile con lentitud, hasta que en el desenlace el protagonista se enfrenta
con una terrible realidad que su cordura no puede soportar[1]. Así se enfrenta el narrador de There Are
More Things a la revelación final:
“Me sentí un
intruso en el caos. Afuera había cesado la lluvia. Miré el reloj y vi con
asombro que eran casi las dos. Dejé la luz prendida y acometí cautelosamente el
descenso. Bajar por donde había subido no era imposible. Bajar antes que el
habitante volviera. Conjeturé que no había cerrado las dos puertas porque no
sabía hacerlo. Mis pies tocaban el penúltimo tramo de la escalera cuando sentí
que algo ascendía por la rampa, opresivo, lento y plural. La curiosidad pudo
más que el miedo y no cerré los ojos.”
El escenario rural, la fatal curiosidad del
protagonista, el narrador en primera persona, la participación de un misterioso
extranjero, el repulsivo hedor, la pesadilla, la lenta decantación del miedo,
la presencia de un ser de naturaleza indescriptible e incomprensible… todos son
elementos que remiten directamente a la narrativa del escritor de Providence.
El anterior es un buen ejemplo de lo que se decía
antes, acerca de cómo Lovecraft, visceral, busca lo que repulsa a la razón,
mientras que Borges, intelectual, apunta hacia lo que desafía a la
inteligencia.
Más bien, en There Are More Things, es
como si Borges se viera atrapado en un cuento de Lovecraft. El lugar es
Argentina, el estilo narrativo es el de Borges y el protagonista el típico
alter-ego borgiano, un hombre extraordinariamente culto y obsesionado con la
filosofía, la metafísica, la teología, el ajedrez y los laberintos.
Lovecraftianos son la atmósfera y los sucesos. Y es precisamente esta
oportunidad de leer a un gran escritor adentrándose en los mundos de otro lo
que hace de There Are More Things un cuento tan valioso y
sobresaliente, pues es siempre muy grato para el lector apasionado encontrar
estos pequeños milagros en los que confluyen las obras de dos de sus autores
más admirados.
Espero que este recorrido por las obras de Borges y
Lovecraft haya sido de su agrado y que les haya motivado a leer a estos
autores, o a releerlos bajo una nueva luz. Muchos saludos.
3 comentarios:
Buena trilogía de entradas, gracias de nuevo por las ligas de las lecturas.
Saludos.
Gracias a ti, Syous, nos estamos leyendo.
Verdadera manera de distinguirse de sus competidores es el servicio que usted proporciona
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