Publicado originalmente en Voz Abierta
Tenemos que hablar de Hannah
Baker y ya hasta se nos hizo tarde. Hannah es la protagonista de 13 Reasons Why, miniserie de Netflix
basada en el bestseller de Jay Asher.
Si por alguna razón no se han enterado (quiere decir que el tren del mame no ha
pasado por su casa), la serie trata del suicidio de Hannah y de las trece
cintas de audio que dejó ella como testamento de sus razones para hacerlo.
Al igual que Beto
Nieto, caí en esta serie casi por accidente, porque mi novia la estaba
viendo. Al principio pensé “ash, qué flojera, drama de adolescentes” y me
esperaba algo tipo Gossip Girl o por
el estilo. Pero después de los primeros dos capítulos la serie me tuvo
totalmente enganchado.
¿Por qué? Tiene una buena
narración que atrapa al espectador con la expectativa del qué va a pasar.
Cuando inicia la serie, Hannah ya se ha suicidado, así que por ahí no hay
sorpresa. El punto es entender la serie de sucesos y conflictos que la llevaron
a ello. La narración está estructurada de forma muy inteligente para ir
revelando al público la información importante justo en el momento en el que
debe hacerlo. Con el recurso narrativo de las cintas, el espectador sigue a
Clay, el ship de Hannah, mientras
reconstruye paso a paso la historia previa al suicidio. Al mismo tiempo, nos
enteramos de las repercusiones que la muerte de Hannah ha tenido en su
comunidad, el típico pueblito gringo suburbano. Aunado a ello está la
brillantez de las actuaciones de nuestros protagónicos, Katherine Langford como
Hannah y Dylan Minnette como Clay, y en general de todo el reparto.
La serie no es perfecta, ni de
lejos. Me gustó mucho y me pareció relevante, aunque no pueda decir que la amé.
Sin duda resultó mucho más interesante e inteligente de lo que esperaba. Con
todo tiene sus defectillos. Hay mucho rollo que se siente como relleno, mucho
hacerla de emoción en vez de pasar a lo siguiente (¡Clay, ponte a escuchar las
malditas cintas!), soluciones obvias que no se toman para prolongar la historia
(¡Clay, ve con un adulto ya, maldita sea!) y lo que yo llamo “la idiotez Lost”, que consiste en mantener un
misterio para que el público siga viendo y que al final la revelación ni sea
gran cosa.
Pero no son las virtudes o
imperfecciones técnicas y de realización lo que han puesto esta serie en la
mira de medio mundo, sino, como es costumbre en estos tiempos, el mame. Aunque
en general se ha ganado críticas muy favorables, también ha desencadenado una
polémica debido a ciertas acusaciones, en particular que la historia de Hannah
es una romantización del suicidio.
Respondiendo a estas críticas,
tengo que empezar por decir esto: Gente, las obras creativas, ya las consideren
arte o entretenimiento, no tienen que ser Dora
la Pinche Exploradora. No tienen la obligación de ser educativas,
perfectamente diseñadas por expertos en psicopedagogía para lograr con
precisión el aprendizaje deseado en el público. Así que dejen de esperar y de
exigir que 13 Reasons Why sea un
manual para la prevención del suicidio en adolescentes. No lo es, ni tiene por
qué serlo.
Ahora bien, la serie es un
interesante y a veces fastidioso revoltijo entre lo complejo y lo
estereotipado. Nuestros personajes principales, Hannah y Clay, tienen un mucho
de fantasía para adolescentes recetada. Hannah es una chica talentosa, bonita y
muy cool, pero que por alguna razón no es de “los
populares”, lo cual puede alimentar la fantasía de chicas ordinarias que en el
fondo de su corazón quieren descubrir que son extraordinarias. Clay es un chico
flaquito, tímido y nerdoso que por alguna
razón se gana el cariño y apreciación de una chica súper bonita, lo cual va
directo a alimentar las fantasías de todos los chicos tímidos del mundo (yo
incluido).
Nuestros personajes secundarios
son también estereotipados. Ahí tendrán a la chica rica súper popular y súper
culera, a la amiga que también es popular pero no es mala onda, al atleta
bravucón descerebrado, y su tradicional panda de patiños. Además, claro, está
el mejor amigo gay, quien es cool
alternativo, es decir, que si bien no es de los populares está diseñado hasta
la última línea para resultar admirable a los Millennials.
Tengo que decir también que no sé
qué pensar de la estricta diversidad racial de los personajes. Los hay de todos
colores. Ése no es el problema. El problema es que todos los habitantes de este
típico pueblito gringo parecen ser ciegos al color y que se vive en un mundo
postracial en el que de verdad en un
mismo grupo de amigos hay negros, asiáticos y latinos y para nadie es un issue. Y no es que esté mal porque ése
es precisamente el mundo en el que queremos vivir todos los que no somos
neonazis o kukuxklanes, sino porque se me hace raro ese detalle utópico en una
serie que por lo demás pretende ser muy realista.
Entonces, ¿qué hay de especial
acerca de esta serie? Bueno, como ya dije, que cuenta una historia intrigante y
tiene buenas actuaciones. Pero lo más relevante en ella son los temas que
aborda. No se trata sólo del suicidio y de la depresión que crece y se desarrolla
antes del acto. En 13 Reasons Why
podemos ver retratados realidades crudas de la vida adolescente.
El bullying, o acoso escolar, sufrido por nuestros dos protagonistas y
algún otro personaje, es uno de los temas centrales. Aunque se quiera minimizar
por los primitivotes del “pos le metes un chingadazo a quien te chinga y ya,
buga buga”, sabemos que es un problema real que puede ser devastador para
jóvenes sensibles o emocionalmente inestables, y que combatirlo es
responsabilidad de padres, maestros, tutores y estudiantes.
Otro es lo que en inglés llaman slut-shaming, y que consiste en
humillar, calumniar, acosar o segregar a una mujer “por puta”, es decir, por
llevar a cabo acciones o tener actitudes (o que simplemente corra el chisme de
que lo hizo) que son percibidas como “promiscuas” en esta sociedad hipócrita,
doblemoralina y sexista. Es un fenómeno que puede destruir la vida social y
afectar la salud mental de una jovencita, como le sucedió a Hannah.
Y claro, el paquidermo en nuestra
sala: la violación. No les diré quién, si no la han visto, pero hay violación
en esta serie. Más aún, es una crítica y una denuncia de la cultura de la
violación. Porque el problema no es sólo que un criminal viole, sino que éste y
quienes conocen el caso ni siquiera lo consideran una violación “de verdad”, de
modo que permanece impune, incluso protegido por su estatus social, mientras la
víctima queda como la culpable de lo que le pasó.
Ya al finalcito, la serie incluso
sugiere la posibilidad de un tiroteo escolar, otro tema espinoso en la cultura
estadounidense y que ya se está contagiando a otros países, incluyendo nuestro
México. Desde luego, eso se relaciona con todo lo anterior.
Algunas de las críticas más
mamonas que he escuchado sobre la serie es que la tal Hannah no tenía razones
para suicidarse. Que es una exagerada y que lo que le pasó no era para tanto.
Estas personas están totalmente perdiendo de vista el punto importante.
Obviamente NO existen razones objetivamente válidas para suicidarse. Lo que
existe es una enfermedad llamada depresión. La suicida no es una escuincla
caprichosa ni exagerada. Es una persona enferma que requiere atención y ayuda.
Creo que quienes acusan a la
serie de glorificar el suicidio hacen una interpretación simplista digna de
viejita religiosa que se escandaliza por todo. En ningún momento se dice que
Hannah tenga razón por haberse
suicidado. Su acto jamás se justifica.
La serie trata de hacernos comprender su punto de vista y los de algunos
personajes que la rodean. Eso es lo que hace el arte narrativo: invitarnos a
comprender diferentes perspectivas, sin que ello implique que éstas son cien
por ciento acertadas.
De hecho, uno de los puntos que
más me gustaron de 13 Reasons Why es
que, en un principio, cuando Clay empieza a escuchar las cintas, toma al pie de
la letra todo lo que dice Hannah, porque la de ella es la única perspectiva que
conoce. Luego, cuando las cintas comienzan a hablar de él, Clay exclama “¡Pero
si no fue así como pasó!”, lo cual es el meollo del asunto. La depresión
trastorna las percepciones de las personas, que de por sí puede ser muy
diferente dependiendo del punto de vista de cada quien. Esta serie lo reconoce
y he ahí una de sus principales fortalezas.
Otro punto que toca es el de la
lejanía de los adultos del mundo adolescente. En parte puede entenderse como la
confirmación de un cliché típico de las historias infantiles y juveniles: los
adultos están ausentes, completamente ajenos a la vida tormentosa de los
chicos; no se puede confiar en ellos, de modo que los chicos deben resolver sus
problemas solos. Esto puede considerarse un mensaje negativo, cuando
quisiéramos que los adolescentes tuvieran la confianza de buscar ayuda en los
adultos.
Pero no es un cliché sin
fundamentos en el mundo real. A menudo los adolescentes perciben así a los adultos, pero también con frecuencia las cosas son así. Yo trabajo con adolescentes
todos los días y muchas veces me pongo a pensar cuán poco sé de ellos y sus
vidas. Es verdad que habitan un mundo que nos es ajeno. Sí, los adultos fuimos
adolescentes, pero constantemente olvidamos cómo era serlo y estamos tan
preocupados por hacer de ellos lo que queremos que sean que hacemos caso omiso
de lo que son ahora. La serie es un jalón de orejas para todos nosotros.
En el abordaje de estos temas, 13 Reasons Why resulta ser más compleja
de lo que le di crédito al principio y de lo que pueden admitir las lecturas
que quieren ver en todo un llano panfleto. Para bien o para mal, la serie pone
a pensar y a discutir asuntos de la vida adolescente que hasta ahora habían
sido ignorados por la discusión mainstream
debido a su sordidez y estatus de tabú. Pues si hay algún mensaje claro y
positivo de esta serie es que deberíamos ser más gentiles los unos con los
otros, cuidar más a nuestro prójimo y no quedarnos impasibles ante el
sufrimiento, el abuso y la injusticia. Es en este sentido en el que me parece
una obra de gran relevancia y agradezco que haya irrumpido en nuestro menú.
¿Quién debería verla? Todo mundo,
creo, a menos que de plano les parezca demasiado aburrida (lo cual encuentro
del todo concebible). Creo que hasta los que se convertirán en sus detractores
deberían echarle un ojo para contribuir a la discusión. Ya que es una serie que
aborda temas “fuertes”, creo que su público principal son más los adultos
jóvenes que los chavos. Entiendo la preocupación de quienes opinan que
adolescentes deprimidos o con tendencias suicidas podrían encontrar en ella
validación a sus percepciones erradas. En ese caso, creo que sería importante
que la vieran con el acompañamiento, o por lo menos con los comentarios, de un
adulto competente.
Por último, para los que quieran
complementar con un caso de la vida real, les recomiendo el documental Audrey and Daisy, también en Netflix, que
trata de dos jovencitas que sufrieron violación, una de las cuales se suicidó.
Es una contundente exposición de la cultura de la violación en el mundo
contemporáneo.
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6 comentarios:
Sólo diré que después de ver la serie, me dieron ganas de abrazar fuerte a mi hija,decirle que el acamino tiene tramos muy obscuros pero que siempre pasan y cuando qiedan atrás se puede ver que en realidad eran grises. Que siempre puede contar con mi apoyo,mi concejo y amor.
En resumen me dejó con la necesidad de poner especial atencion a sus sentimientos y percepciones.
Vale: Entonces fue algo positivo. Me alegro :)
Mi novia igual se puso a verla, vi los dos primeros y me dió mucha pereza y dejé de verla con ella, pero ella sí la terminó.
Como la cuentas se escucha bastante interesante, pero me da repelús cada vez que veo una serie con ese fenómeno que llamas "la idiotez LOST". Así que no la veré.
AMÉ ESTA SERIE
Hay muy poco que pueda añadir a lo que has dicho: cultura de la violación, suicidio, hostigamiento escolar, etc. Así que abordaré otros temas.
Primero, la narración: sí, tiene algo de relleno, pero mantiene enganchado. Lo importante de la narrativa son los diferentes objetivos, no sólo de Hannah y Clay, sino los demás. Y es que no hay villanos aquí. Salvo un personaje, es difícil ver a los demás como villanos. Cada uno es trágico en su caso, y aquellos que empiezas por odiar en el primer episodio, terminas por compadecer en el último.
Segundo, la banalidad del mal: "todos matamos a Hannah Baker", dicen en algún momento. De cierta manera, es verdad. Eso debe debe despertar el más ferreo criticismo de los que ven la serie. Porque todos (sí, todos) hemos hecho algo para estar en las cintas; tal vez no tan culeros como unos, pero sí de descuidados como otros. Todos pasamos por un drama adolescentes, y "no es para suicidarse". El problema es que también hubo alguien del otro lado, alguien al que pudimos dañar, que pudo haberse suicidado. Eso es lo espinoso de la serie: algunos han sido Hannah Baker, pero la mayoría han sido los que están en las cintas. ¿Cómo digerir ser el malo? La respuesta es que no se puede, que es más complicado, y que no todo cabe en una dicotomía simplista.
Tercero, la verdad: después de pensar un rato cuál es el conflicto en esta serie, es claramente Clay contra los otros miembros de la cinta. O lo que es lo mismo: la verdad y justicia contra la mentira y el encubrimiento.
La mayoría de los que están en las cintas han perdido mucho por el sistema, entendiéndolo como la sociedad en un todo, y les tomaría poco hacer lo correcto. Si no lo hacen es por miedo a las consecuencias. Pero las consecuencias, comparado con lo que ya pierden, son insignificantes. Sin mencionar que uno hace lo correcto porque es lo correcto, no porque le convenga.
Entonces, al tener una idea de lo que la sociedad debería ser, y al enfrententarse con lo que es, unos intentan mantenerla igual para no perder lo poco que tienen; nos llevan a todos a un mundo kafkiano en el que nada de lo que digas o hagas tiene sentido, y todos avanzan sin saber por qué. Otros intentan revolucionar el mundo, enfrentando las instituciones que se suponen deben protegernos a todos.
Hay algo que no entiendo: ¿por que simplemente no le cortan una oreja y le queman un ojo a Hannah?
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