El 21 de noviembre de 1922 el
New York Times publicó un artículo sobre Adolf Hitler, entonces ya líder del
Partido Nazi, y cuya popularidad estaba ascendiendo de forma impresionante.
La pieza describía la
habilidad de Hitler para encender los ánimos de las multitudes que lo
vitoreaban. Sin embargo, el Times aseguró que "numerosas fuentes
confiables" afirmaban que el supuesto antisemitismo de Hitler era sólo un
acto, un truco; que el austriaco simplemente usaba un discurso de odio contra
los judíos para mantener entusiasmados a sus seguidores y así fortalecer su
organización para finalmente llevar a cabo sus verdaderas agendas políticas.
Que no había nada de qué preocuparse.
En 1933 Hitler llegaría al
poder en Alemania y haría realidad el contenido de sus discursos. Primero
fueron guetos, luego campos de concentración y finalmente campos de exterminio
en los cuales murieron aproximadamente 6 millones de seres humanos, principalmente
judíos.
En junio de 1936, en medio de
una multitud que saludaba a Hitler, August Landmesser se negó a reconocer al
tirano. Nunca antes, quedarse con los brazos cruzados había sido tan grande
gesto de valentía y dignidad...
...Y amor, pues Landmesser
también tenía en mente a su esposa Irma, que era judía, y a la hija que tenía
con ella. Las mujeres de su vida eran deshumanizadas por el discurso de odio
del régimen nazi.
En 1938, Landmesser fue
arrestado por "deshonrar a la raza" y llevado a un campo de
concentración. Nunca volvería a ver a su esposa (entonces encinta) ni a su
hija. Irma sería arrestada poco después, y tuvo que dar a luz a su segunda hija
en prisión.
Irma murió en las cámaras de
gas en 1942, y August fue conscripto en la "infantería penal" para ir
a luchar en Croacia, donde murió en 1944.
Las niñas Ingrid e Irene
fueron separadas y cada una se refugió con diferentes familias. Sobrevivieron a
la guerra, y al crecer, una de ellas adoptó el apellido de su padre, y la otra
el de su madre, para mantener su memoria.
Octubre de 1936. Hitler y Mussolini habían consolidado sus
dictaduras en Alemania e Italia. La Guerra Civil Española, que daría como
resultado el régimen de Francisco Franco, había iniciado ese mismo verano. El
fascismo era visto aun como una ideología política aceptable por las tímidas
democracias occidentales, libre para competir entre otras posturas y agendas.
Oswald Mosley, líder de un movimiento fascista británico,
anunció marchas y mítines de sus camisas negras (a la usanza de Mussolini) en
la zona de East End de Londres. Sus partidarios lanzaban discursos incendiarios
contra los judíos y los migrantes, a quienes acusaban de todos los males de la
sociedad. Miles de ellos marcharían justo por el barrio judío el domingo 4 de
octubre.
Casi 100 mil vecinos del lugar, entre judíos y gentiles, presentaron
una petición al gobierno para declarara ilegal esa marcha. Por esos días,
linchamientos y asesinatos contra judíos eran ya comunes en los países
gobernados por el fascismo. Sin embargo, el gobierno no sólo desoyó la
petición, sino que asignó 7 mil oficiales de policía para asegurar libre paso a
los marchantes.
Pero llegó ese día y sucedió lo inesperado. Judíos,
irlandeses e ingleses; obreros, estudiantes, amas de casa y pequeños
comerciantes; laboristas, socialistas, comunistas y anarquistas; hombres y
mujeres, conformaron un contingente antifascista que superó en número a los
fascistas y a la policía. Construyeron barricadas, y armados con utensilios de
cocina, botellas y ladrillos, hicieron retroceder al contingente fascista. La
marcha fue cancelada.
El grupo antifascista coreaba el lema "They shall not
pass!", es decir "¡No pasarán!", en alusión a los republicanos
españoles que resistían la agresión franquista. Ese día, los fascistas no
pasaron.
Un mural conmemora la Batalla de Cable Street, como fue
conocido el combate.
Joe Louis era el boxeador negro más aclamado de los Estados
Unidos. Max Schmeling era el boxeador ario más aclamado de la Alemania Nazi. La
pelea estaba destinada a ser legendaria.
En 1936, la primera pelea fue ganada por Schmeling: nocaut
en el duodécimo round. Su victoria fue usada como arma propagandística del
régimen nazi: era la prueba de la superioridad de la raza aria.
Dos años después llegó la revancha. Louis noqueó a Schmeling
en el primer round. Hitler estaba furioso y ordenó dejar de usar a Schmeling
como propaganda.
A pesar de todo, Schmeling no era nazi. Se opuso públicamente
a varias políticas del régimen y salvó a dos chicos judíos de la persecución de
la Gestapo. Como castigo, Hitler lo envió a una misión suicida en Creta, de la
que sin embargo regresó con vida.
Louis, por su parte, se enlistó en el ejército estadounidense
cuando inició la guerra. En las fuerzas armadas se practicaba la segregación, y
él mismo fue enviado a servir en un cuerpo exclusivo para negros. Así, con todo
y ser un héroe nacional y un símbolo de esperanza para los afroamericanos,
sirvió en un ejército que lo discriminaba por su raza. Cuando le cuestionaron
al respecto dijo "Hay muchas cosas que están mal en este país. Pero Hitler
no va hacer que estemos mejor."
En una ocasión alguien le dijo al periodista deportivo Jimmy
Cannon que Joe Louis era un orgullo para su raza.
-Así es -respondió-, es un orgullo para su raza: la raza
humana.
Seguramente hemos visto muchas versiones de esta imagen. El
origen de este popular meme se remonta a 1939, en el contexto la Segunda Guerra
Mundial. El gobierno británico colocaba éstos y otros carteles por Londres
cuando la ciudad sufría los constantes y atroces bombardeos de la aviación
nazi. La idea era alentar al pueblo londinense a mantener la moral elevada.
Otros carteles contenían leyendas como "La libertad está en peligro,
defiéndela con todas tus fuerzas" y "Tu coraje, tu alegría, tu
resolución nos traerán la victoria".
Flema británica: es justo lo que se necesita para mantener
la calma cuando te está bombardeando la Luftwaffe.
Casablanca es una de las más célebres obras de la Era Dorada
de Hollywood, ambientada en la epónima ciudad Marroquí, entonces bajo el
régimen fascista de la Francia de Vichy, títere de la Alemania Nazi.
Hay una escena en este filme en la que, para acallar a unos
alemanes que cantaban en el Café de Rick, el héroe checo Victor Laszlo, hace
que la banda toque "La Marsellesa". En seguida, un coro de refugiados
de guerra se une, con el llanto en la garganta y lágrimas en los ojos.
¿Conmovedora, verdad? ¿Y si les dijera que no es actuación?
En 1941, cuando se rodó la película, la Segunda Guerra
Mundial estaba en curso. Francia estaba bajo la bota de la Alemania Nazi, Gran
Bretaña resistía a duras penas y los Estados Unidos no tenían visos de querer
meterse. No es sólo que Michael Curtiz, el director, fuera un judío húngaro con
familia aún en Europa. De hecho, él consiguió a actores y extras que fueran
realmente refugiados de guerra.
En especial la actriz Madeleine LeBeau: ella apenas había
logrado escapar de Francia en 1940 con los nazis pisándole los talones. Ninguno
de ellos estaba seguro de cómo terminaría el conflicto o de si alguna vez
volverían a sus hogares en libertad. Es decir, cuando ustedes ven las reacciones
de los parroquianos del Café de Rick, están viendo la pasión real de seres
humanos reales.
Aquí la memorable escena:
Ésa es la traducción del alemán "Arbeit macht
frei", frase que ostentaba la entrada del campo de exterminio de
Auschwitz, en Polonia, el mayor de los mataderos nazis y en el que más de 1
millón de personas (judíos, gitanos, eslavos, presos políticos, homosexuales y
testigos de Jehová) perdieron la vida.
La frase se encontraba también en otros campos de
concentración y era uno de los lemas que el régimen nazi había heredado de la
República de Weimar. Su origen parece estar la novela moralista de Lorenz Diefenbach,
titulada precisamente Arbeit macht frei, en la que exhorta a estafadores y
tahúres a buscar el camino de la virtud en el trabajo honesto.
Sin embargo, en las puertas de Auschwitz, la frase se
presenta como una burla de crueldad inhumana: los prisioneros eran esclavizados
hasta que ya no resultaban útiles y entonces se les asesinaba. Un recordatorio
de que un régimen tiránico y opresor puede prometerte toda clase de recompensas
si "trabajas duro". Promesas que no tiene la menor intención de
cumplir.
No muchos lo saben, pero los cómics del Capitán América,
creado por Jack Kirby y Joe Simon en 1941, aparecieron varios meses antes de
que Estados Unidos entrara a la Segunda Guerra Mundial. Con todo, ya desde el
primer número podemos ver en portada al Capi metiéndole un buen puñetazo al
mismísimo Adolf Hitler. No a todos les gustó esta idea.
En ese entonces el nazismo era considerado una opción
política válida como cualquier otra en Estados Unidos, donde había agrupaciones
más o menos abiertamente nazis. Además, la mayoría de los estadounidenses
consideraba que la guerra en Europa no era asunto suyo y que debían permenecer
en el aislacionismo.
Para miembros de movimientos filo-nazis como "America
First", el poner en la portada de un cómic a un personaje golpeando al
gobernante legítimo de un país amigo era una ofensa imperdonable. Máxime cuando
los creadores eran ambos judíos.
La editorial recibió múltiples insultos, peticiones para
despedir a Simon y a Kriby e incluso amenazas de muerte por parte de los nazis
locales. La cosa se puso tan grave que el mismo alcalde Nueva York, Fiorello
LaGuardia, proporcionó seguridad para cuidar a la comañía y a los creativos.
Resulta que LaGuardia no sólo era anti-nazi, sino que le gustaban mucho las
historietas y aquel cómic del Capi le había caído de maravilla.
Entonces, ¿está bien golpear nazis en la cara? Sí, sí lo
está.
Theodor Seuss Geisel, mejor conocido como Dr. Seuss, es
recordado con cariño como el creador de Cómo el Grinch se robó la Navidad y
otras hermosas historias infantiles clásicas. Pero también tuvo una etapa como
caricaturista político.
En 1941 publicó la caricatura que aquí se ve. Representa a
una madre leyendo la historia de Adolfo el Lobo (Hitler, claro está). La
leyenda reza:"...Y el lobo masticó a los niños y escupió sus huesos...
Pero ellos eran niños extranjeros, así que no importa."
La crítica iba contra el aislacionismo de los
estadounidenses ante el avance de los nazis en Europa. Muchos refugiados,
especialmente en nombre de sus niños, habían solicitado asilo en los Estados
Unidos, pero se les había negado debido al rechazo de una buena parte de la
sociedad. La playera de la mujer en el cartón dice "America First",
referencia a un grupo aislacionista filo-nazi que se oponía a acoger
refugiados.
Entre los niños refugiados a los que se les negó asilo se
encuentra la tristemente célebre Anne Frank.
Otoño de 1943, las tropas británicas y norteamericanas
avanzaban hacia el norte por la Península Itálica, obligando a las fuerzas de
la Alemania Nazi a replegarse. Entonces Heinrich Himmler, y el entomólogo Erich
Martini llevaron a cabo un plan: atacar a los Aliados con mosquitos portadores
de malaria.
Para ello inundaron los caminos que llevaban a Roma, usando
en reversa las bombas que normalmente se empleaban para drenar los ríos y
pantanos. Después, los nazis soltaron millones de larvas de Anopheles
labranchiae, una especie de mosquito portador de la malaria.
Las tropas británicas y estadounidenses fueron tratadas con
la medicina correspondiente, por lo que el plan de los nazis fracasó. Sin
embargo, la población italiana local no estaba preparada para esto: los casos
de malaria pasaron de 1,200 en 1943 a casi 55,000 el año siguiente. La malaria
siguió siendo un grave problema de salud pública en la región hasta que los
pantanos fueron drenados nuevamente en 1950.
La región, fluvial y pantanosa, siempre había sido
problemática, y desde tiempos romanos se habían llevado a cabo grandes obras
hidráulicas para impedir el estancamiento de agua y la proliferación de la
enfermedad. Su nombre, por cierto, viene del italiano medieval "mala
aria", un mal aire, pues se creía que el aire de los pantanos la producía.
En la imagen se puede ver a dos soldados africanos luchando
en Francia en invierno de 1944. Con la mitad de Francia bajo el gobierno de
Vichy, títere de Hitler, y la otra mitad bajo control directo del Tercer Reich,
la Francia Libre dependía de sus tropas coloniales para hacer la guerra.
Más de 200 mil soldados africanos pelearon como voluntarios
por la Francia Libre en la Segunda Guerra Mundial. 25 mil de ellos murieron en
combate y otros tantos miles fueron masacrados por los nazis en campos de
prisioneros. Uno de esos soldados, y que logró escapar "por un pelo"
de ser asesinado por los nazis, sería el futuro presidente de Senegal, Leopold
Senghor.
Una vez liberada Francia, Charles De Gaulle consideró que
era demasiado peligroso tener a tantas tropas africanas en Europa, por lo que
ordenó el "blanchiment" (blanqueamiento) del ejército, sustituyendo a
los soldados negros por nuevos reclutas blancos.
A pesar de su valerosa contribución a la derrota del nazismo
y la liberación de Francia, los soldados africanos sufrieron discriminación y
malos tratos. No se les pagó lo prometido y se les negó el derecho a una
pensión, además de que fueron borrados de la historia nacional.
En 1938 el corredor de bolsa inglés Sir Nicholas Winton
viajó a Checoslovaquia para visitar a un amigo. Ahí conoció la situación de los
campos de prisioneros atestados de judíos y disidentes políticos que huían de
la región de los Sudetes, recientemente anexada por la Alemania Nazi.
Alarmado por las condiciones en que se encontraban los refugiados,
por la violencia que sufrían los judíos en territorio nazi, y por la certeza de
que Hitler pronto invadiría el resto de Checoslovaquia, Winton organizó el
rescate de 669 niños, que gracias a él pudieron escapar del Holocausto y
encontrar una vida segura en Inglaterra.
El gobierno español, en apariencias neutral, pero de hecho
aliado de Hitler, ignoraba sin problemas la realidad del Holocausto. No así el
jefe de la legación española en Budapest, Ángel Sanz Briz.
En 1944, cuando el Tercer Reich estaba a la defensiva y el
exterminio se aceleraba, Sanz Briz encontró un decreto de 20 años antes que
reconocía como ciudadano español a todos los descendientes de los judíos
sefardíes expulsados de la Península Ibérica por los Reyes Católicos.
Briz obtuvo la autorización y comenzó a literalmente sacar
familias enteras de los vagones que llevaban judíos a los campos de exterminio.
Sefardíes o no, Sanz Briz hizo lo que pudo y salvó la vida de 5 mil personas.
Gilberto Bosques era el cónsul mexicano en el puerto francés
de Marsella. Tras el ascenso de Franco en España, muchos habían huido a
Francia, pero ahora en 1940 este país había sido ocupado por la Alemania Nazi.
Entonces Bosques dedicó sus esfuerzos a salvar las vidas de
miles de personas amenazadas por el fascismo. Para ello, otorgó visas mexicanas
que garantizaban un salvoconducto para viajar a este país. Unas 40 mil personas
lograron escapar de la Francia ocupada y salvar la vida gracias a él,
incluyendo a personajes como María Zambrano, Manuel Altolaguirre, Max Aub,
Leonora Carrington y Brigida Alexander.
Bajo las órdenes del dictador portugués Antonio de Oliveira
Salazar, estaba prohibido a los diplomáticos portugueses ayudar específicamente
a los judíos, rusos o refugiados de otros países.
En 1940, el cónsul portugués en Burdeos, Arístides de Sousa
Mendes, era buen amigo del rabino Chaim Hersz Kruger, y le ofreció darle la
documentación necesaria para salir de Burdeos. Kruger se rehusó: no iba a dejar
a sus compatriotas y feligreses para salvarse él mismo.
Sousa tuvo un momento de iluminación: debía salvarlos a
todos. Así que desoyó las órdenes de su gobierno y decidió ofrecer visas
portuguesas gratuitas a todo aquel que lo pidiera. 38 mil personas, entre ellas
10 mil judíos, pudieron escapar de Francia gracias a sus esfuerzos.
Reza el Talmud "Quien salva una vida, salva al mundo
entero". Vidas como ésas son las que valen la pena vivirse.
6 comentarios:
"Entonces, ¿está bien golpear nazis en la cara? Sí, sí lo está."
No, no lo está: http://de-avanzada.blogspot.com/2017/01/Spencer.html
Jajaja. Lo digo medio en broma. Creo que el nazi merece un golpe en la cara por el puro hecho de ser nazi, pero igual sé que no resolvería nada y que tenemos que portarnos como gente decente.
Eso sí, si están amenazando con usar la violencia, entonces ya se vuelve legítima defensa pararlos en seco.
http://thoughtsonthedead.com/on-the-propriety-of-punching-nazis-an-faq/
No. Para eso hay un Estado. Si alguien te amenaza de hacerte daño, ¡lo denuncias! El vigilantismo sólo funciona en las películas de acción, porque son películas.
El enlace que me pusiste es prescindible; ¡vaya orgía de autojustificaciones para rebajarse al nivel de los fachas!
Idealmente sí, para eso es el Estado. Pero si el Estado no interviene, no respondes, y alguien te está agrediendo a ti o a alguna otra persona, debes actuar para defenderte. Ya quisiera ver que alguien se te acercara con intenciones agresivas o si vieras que un gandul está a punto de golpear a una persona débil, y no me dirás que si tienes un bate a la mano no lo usarás.
El enlace es prescindible, pero muy divertido xD Y tiene un punto: aunque le pongas en su madre al facho, no más por no ser tú un seguidor del nacionalisocialismo ni querer exterminar a las otras razas, sigues siendo moralmente superior al facho u.u
Que bellas historias, que miedo con la equiparable realidad geopolítica actual
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