En 1914 las naciones de los
checos y los eslovacos no tenían estado propio, sino que se encontraban
repartidas entre dos grandes imperios, el Ruso y el Austro-Húngaro. Además,
miles de emigrados se encontraban dispersos por toda Europa y hasta en los
Estados Unidos.
En el Imperio Austro-Húngaro,
checos y eslovacos eran considerados ciudadanos de segunda, y no gozaban de
reconocimiento como naciones, con todo y que Bohemia era la región más
industrializada del imperio, y tenía un nivel de desarrollo comparable al de
Francia y Alemania.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, muchos checos y
eslovacos (sobre todo de los primeros) que vivían en los países Aliados se
enlistaron como voluntarios para pelear contra las Potencias Centrales. Su
anhelo era construir una patria propia, liberar a sus compatriotas en casa del
yugo en que los tenía el Imperio
Austro-Húngaro, y creían que, si los ayudaban a ganar, los Aliados
apoyarían su proyecto de formar un país independiente.
La primera unidad checoslovaca se
organizó en Francia apenas iniciada la guerra, y contaba con sólo 316
voluntarios, que pelearon como parte de la Legión Extranjera. Poco a poco sus
números fueron creciendo y pronto comenzaron a llegar voluntarios desde los
Estados Unidos. Algunas unidades también se formaron en Italia y Serbia.
Bajo la dirección del checo Tomáš Masaryk[1]
y el eslovaco Milan Štefánik se organizó la Legión como un cuerpo autónomo, que
recibió la aprobación del gobierno francés a finales de 1917, y a la que le
tocaría pelear en el último año de la guerra.
Tomas Garrigue Masaryk |
Pero la verdadera odisea de la
Legión Checoslovaca se dio en Rusia. Muchos checos y eslovacos vivían allí y se
ofrecieron para luchar contra las Potencias Centrales. Así se formó la Česká Družina, o Compañía Checa, desde
1914. Se nutría de voluntarios, pero también de entre prisioneros de guerra,
pues los austriacos habían conscripto a los checos y eslovacos para luchar en
su ejército y los rusos habían capturado a muchos de ellos. Estos se cambiaban
de bando de muy buen grado y resultaban de gran utilidad pues por lo general
hablaban más de una lengua y conocían las tácticas austriacas.
La Legión era coordinada desde
los cuarteles centrales en Francia, por Masaryk, aunque dada la enorme
distancia que la separaba del mando supremo, tenía que arreglárselas por sus
propios medios. En julio de 1917 los legionarios alcanzaron la gloria en la batalla se Zborov, cuando
atravesaron líneas enemigas, pasando por campos de alambres de púas, y cayeron
sobre las trincheras austriacas. Los legionarios enfrentaban a una fuerza
superior en números: eran 3,500 contra 5,000. Pero su carga fue tan
contundente, que 3,300 de los austriacos se rindieron y fueron tomados prisioneros.
Es decir, los legionarios capturaron casi a un enemigo cada uno. La batalla no
cambió el curso de la guerra, ni nada, pero fue un hito para la Legión
Checoslovaca, que atrajo cada vez más y más voluntarios, hasta que llegó a
contar con más de 50 mil hombres en Rusia.
La legión en Rusia |
Pero las cosas cambiarían
drásticamente con el triunfo de la Revolución
de Octubre en 1917, que llevaría a los bolcheviques
al gobierno. Un soviet independiente se organizó en Ucrania, donde la Legión Checoslovaca estaba peleando, cuando ese
país, otrora parte del Imperio Ruso, firmó el armisticio con las Potencias Centrales en febrero de 1918.
El mes siguiente, la Rusia soviética haría lo propio.
¿Qué hacer? De pronto una fuerza
de 50 mil hombres se encontraba varada. No tenían un país al cual volver,
porque Chequia y Eslovaquia seguían bajo el poder de Austria-Hungría. No tenían
aliados a los cuales unirse, porque se encontraban al otro lado de Europa, más
allá del inmenso territorio ahora controlado por las Potencias Centrales. Eran
un ejército sin patria, lejos de cualquier campo de batalla.
Sólo les quedaba una opción:
alcanzar el frente occidental, llegar hasta Francia, para allí continuar la
lucha contra las Potencias Centrales. ¿Pero cómo? No podían atravesar
territorio enemigo y los puertos rusos en el Mar Negro y en el Báltico estaban
bloqueados. Sólo había un camino: hacia el este, atravesando la estepa
euroasiática, Siberia, hasta
alcanzar Vladivostok, el puerto más
oriental de Rusia, un viaje de casi 10 mil kilómetros.
La Gran Guerra en 1918 |
Masaryk negoció y obtuvo permisos
de los gobiernos de Ucrania y Rusia para que la Legión pudiera atravesar sus
territorios en paz, como civiles neutrales a los conflictos internos de estos
países. Pero la cosa no sería tan sencilla, pues el Imperio Alemán lanzó un feroz ataque contra estos países para
forzarlos a aceptar condiciones de paz draconianas. La Legión tuvo que pelear
contra los alemanes en la Batalla de
Bakmach, de la que salió victoriosa.
Tras este triunfo, la Legión
salió de Ucrania y entró al territorio ruso, donde debían rendir parte de su
arsenal a cambio del salvoconducto para atravesar Siberia, según el Acuerdo de
Penza (redactado ni más ni menos que por un joven Iósiv Stalin). Pero no habría paz para los checoslovacos: con el
estallido de la Guerra Civil Rusa,
la presencia de los legionarios en el país era una carta salvaje para muchos
intereses opuestos.
Los bolcheviques no confiaban en
los legionarios, pues temían que pudieran unirse al Ejército Blanco, sus enemigos. Eso era justo lo que querían los Aliados, que la Legión ayudara a
derrocar a los bolcheviques para instaurar en Rusia un gobierno que reanudara
la guerra en el frente oriental contra las Potencias del Eje. Estas últimas,
por su parte, querían evitar que la Legión saliera de Rusia y llegara hasta el
frente occidental, y preferían que su presencia allí exacerbara el caos en el
país. Los legionarios sólo querían llegar a casa.
La Legión tenía su propio tren acorazado, un transporte colosal,
algo así como un tanque hecho para andar sobre las vías. El problema es que el
camino ferroviario transiberiano estaba en muy malas condiciones por tramos
enteros, y que en ese momento muchos querían usarlos. Eso incluía a prisioneros
de guerra alemanes y austriacos, liberados tras la paz de Brest-Litvosk, que volvían a sus hogares hacia el oeste,
y que consideraban a los checoslovacos como sucios traidores.
Además, el caos en el vastísimo
territorio ruso provocó que los acuerdos firmados con el gobierno bolchevique
tuvieran que ser renegociados en prácticamente cada estación por la que la
Legión tenía que pasar. El avance era muy lento, y la Legión se veía obligada a
hacerlo por grupos pequeños, de modo que llegó un momento en que sus números se
encontraron dispersos a lo largo de las
vías transiberianas.
Las tensiones se fueron acumulando
y en mayo de 1918 se dio una disputa entre los legionarios y un grupo de
prisioneros húngaros en Chelyabinsk. Leon
Trotsky, como comisario de guerra del gobierno de Lenin, ordenó que los
legionarios fueran desarmados y arrestados. Los legionarios se negaron y,
hartos de la situación, tomaron Chelyabinsk
por asalto, liberaron a sus compañeros presos y enviaron un ultimátum al
gobierno bolchevique, para que los dejaran llevar a Vladivostok de una buena
vez.
Así inició la guerra entre el
Ejército Rojo y la Legión Checoslovaca, un enfrentamiento entre dos fuerzas
formidables que se extendió por el resto de la primavera y el verano de ese año.
Los legionarios tenían la desventaja de estar en territorio extraño y
desconocido, pero aun así pudieron hacerse con el control de un largo tramo de
la ruta transiberiana, incluyendo varias ciudades de la región. Dicho de otra
forma, la Legión Checoslovaca conquistó una buena parte de Siberia.
La ruta del ferrocarril transiberiano |
Con ayuda de la Legión, el
Ejército Blanco logró derrocar a todos los gobiernos bolcheviques en Siberia
para finales de aquel verano. La Legión se dirigía a Ekaterimburgo, donde el zar y su familia se encontraban presos.
Ante la proximidad de los legionarios, los bolcheviques ejecutaron a la familia
real, terminando para siempre con la
dinastía Romanov en Rusia. La Legión llegaría menos de una semana demasiado
tarde.
Pero el Ejército Rojo comenzaría
la contraofensiva y los legionarios, sin la posibilidad de obtener refuerzos y
luchando una guerra que no les interesaba en una tierra extraña, empezaban a
desesperar. En octubre de 1918 la nueva República
de Checoslovaquia fue creada por la comunidad internacional y Masaryk se
convertiría en su primer presidente. La Legión tenía ya una patria pero
atrapados en la estepa eurasiática, no podían ir hacia ella.
Para finales de 1918 Europa estaba
en paz, pero no así Rusia. Terminada la Primera Guerra Mundial, los Aliados
comenzaron a enviar tropas a Siberia para apoyar al Ejército Blanco. 1500 soldados
ingleses, 4000 canadienses, 2300 chinos, 2500 italianos, 7000 japoneses y 7900
estadounidenses desembarcaron en Vladivostok y penetraron en diversas regiones
y ciudades de Siberia.
La Legión Checoslovaca había
atravesado una guerra mundial, dos revoluciones rusas y ahora se veía envuelta
en una guerra civil que se había vuelto internacional. Sin nada más que hacer, durante
el siguiente año los legionarios se dedicaron a cuidar las rutas de
abastecimiento para el gobierno contrarrevolucionario de Aleksandr Kolchak, líder del Ejército Blanco.
Sin embargo, en 1919 la
contraofensiva soviética en Siberia comenzó a hacer retroceder al Ejército
Blanco. Tras la caída de Omsk, capital
de Kolchak, en noviembre inició la Marcha
del Hielo, con el Ejército Blanco y miles de refugiados huyendo hacia el
oriente a través de los helados territorios de Eurasia.
La Legión se declaró neutral,
pero los Aliados no estaban dispuestos a permitir que Rusia quedara bajo el
poder de los comunistas, de modo que ordenaron a los legionarios escoltar a
Kolchak hacia Vladivostok. Los legionarios estaban hartos de ser usados en
guerras extrañas y, para dejar en claro que el conflicto en Rusia no les concernía,
y que no debían lealtad alguna a las potencias Aliadas, entregaron a Kolchak a
los bolcheviques. Los Blancos considerarían esto como una traición, pero los
Rojos estaban más que satisfechos, y otorgaron a la Legión los salvoconductos
necesarios para evacuar.
Mientras la mayoría de los Aliados
se retiraba de Siberia, mientras el Lejano Oriente ruso se disputaba entre la
República Soviética de Chita y el Gobierno Provisional de Priamur
(contrarrevolucionarios apoyados por Japón), en diciembre de 1919 el primer
barco de transporte partió de Vladivostok para llevar a los legionarios a casa.
La última de las 32 naves zarparía en septiembre de 1920.
Abordar el barco no era el final.
A los legionarios todavía les faltaba atravesar los océanos, siguiendo una de
las dos rutas: bajando para rodear el Índico y llegar al Mediterráneo a través
del Canal de Suez, o cruzar primero el Pacífico, después el Canal de Panamá
para llegar al Atlántico y por último a Europa. Tras llegar a su nueva patria, Checoslovaquia, los legionarios todavía
tendrían que ver guerra una vez más, defendiendo sus fronteras de Polonia y Hungría que no estaban conformes
con los territorios que los acuerdos de paz tras la Gran Guerra les habían
otorgado.
Los legionarios fueron recibidos
como héroes en su patria y se les levantaron varios monumentos. Al retirarse
del ejército, muchos de los legionarios escogieron una vida pacífica como
profesores de escuela. Su aventura, una más grande que la vida misma, nos
muestra que la Primera Guerra Mundial fue verdaderamente mundial, y que la historia que creemos conocer es a menudo mucho más rica, complicada y
dramática de lo que parece a simple vista.
Este texto forma parte de la serie La
Gran Guerra, sobre el conflicto bélico mundial que formó el mundo moderno.
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Principales fuentes consultadas:
[1] Es
en honor a este señor que tiene ese nombre la lujosa avenida comercial de la
Ciudad de México. Apuesto a que no sabían eso.
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