“Buenas noches. El señor Carl Laemmle piensa que no serĂa amable presentar esta pelĂcula sin una amistosa advertencia. Estamos a punto de conocer la historia de Frankenstein, un hombre de ciencia que se empeñó en crear a un hombre a su imagen y semejanza sin tener en cuenta al Todopoderoso. Es una de las historias más extrañas jamás contadas. Trata de los dos grandes misterios de la creaciĂłn: la vida y la muerte. Creo que los impactará. Puede ser que los perturbe. Incluso puede que los horrorice. Si alguno de ustedes no quieren someter sus nervios a tanta presiĂłn, ahora es su momento para… bueno, quedan advertidos.”
Edward van Sloan en la presentaciĂłn de Frankenstein, 1931
Existen dos versiones
fundamentales de Frankenstein. No, no
me refiero a las dos ediciones de la novela, la original de 1818 y la revisada
por Mary Shelley para volverse a publicar en 1831, que para nuestros propĂłsitos
cuentan como una sola. Quiero decir que existen dos versiones que han servido
para construir el mito de Frankenstein: la novela y la versión cinematográfica
de Universal Pictures. Prácticamente todos los elementos del mito que han pasado a formar parte de la cultura popular provienen de
una u otra. Éstos son, por asà decirlo, los textos fundamentales, y todas
las demás versiones son derivativas.
En la primera entrega de esta
serie les conté la vida de Mary Shelley para poder entender cómo se fue
gestando la que serĂa su obra más famosa. En esta ocasiĂłn les quiero contar la
biografĂa de otra idea, la del monstruo
de Frankenstein, desde que Mary le deseĂł prosperidad a su “horrible progenie”,
hasta que nació en la forma del filme clásico.
A. Mi horrible progenie
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La primera adaptaciĂłn teatral |
Nuestra historia comienza en
realidad 1823, apenas cinco años después de que Mary Shelley publicara su opera prima, cuando se estrenó una
adaptaciĂłn teatral del dramaturgo Richard Brinsley Peake. Hoy poco conocida por
el gran público, esta obra tiene el mérito de haber popularizado la historia de
Frankenstein y de haber introducido algunos de los lugares comunes que
normalmente se asocian a ella.
En Presumption; or, The Fate of Frankenstein, como se titulĂł, el
monstruo es un bruto mudo (con la piel azul, ni más ni menos); Frankenstein
cuenta con un asistente jorobado llamado Fritz, y aparece por primera vez la
frase It lives!
Mary Shelley vio esta
adaptaciĂłn en teatro (fue junto con su padre, William Godwin), y segĂşn
escribiĂł, se divirtiĂł mucho, y aunque considerĂł que la historia no habĂa sido
bien manejada, le gustĂł la actuaciĂłn de T.P. Cooke como el monstruo sin nombre.
Ella no ganĂł un centavo de esta exitosa adaptaciĂłn, ni tuvo voz en ella, pues
en aquel entonces los derechos de autorĂa no impedĂan que cualquier hijo de
vecino hiciera adaptaciones de novelas a otros medios.
El legado de la obra de Peake
es ambivalente. Por un lado, popularizó la historia de Frankenstein mucho más
allá de lo que la novela podĂa lograr, pues aunque fue exitosa, su tiraje fue
bajo y dado que después de 1831 no hubo nuevas ediciones ni reimpresiones,
durante la mayor parte del siglo XIX no era fácil de conseguir. Por otro lado,
contribuyĂł a cimentar en la imaginaciĂłn popular una visiĂłn equivocada de la
historia, una en la que el monstruo no es más que una bestia afásica, una
máquina asesina sin alma ni emociones. Además, fue aquà donde comenzó la mala
costumbre, imposible de extirpar, de llamar “Frankenstein” a la criatura en vez
de a su creador.
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Caricatura polĂtica de tiempos de la Guerra de Crimea |
A lo largo del siglo XIX
aparecieron otras adaptaciones libres de la novela de Mary Shelley, sobre todo
inspiradas por la obra de Peake y repitiendo los mismos elementos que
terminarĂan volviĂ©ndose clichĂ©s. Para la dĂ©cada de 1830, el monstruo de
Frankenstein ya se habĂa convertido en un personaje bien conocido en la cultura
popular anglosajona, haciendo Ă©nfasis en su aspecto aterrador, nunca con una
mirada compasiva. Por miedo a la censura y el escándalo, los productores de
teatro retiraban cualquier implicaciĂłn religiosa o polĂtica que pudiera
resultar controvertida, y en cambio presentaban la historia como un espectáculo
barato de espantos, con algunos toques de burlesque.
En 1880 la novela original
comenzĂł a aparecer en nuevas ediciones, gozando de un segundo aire de
popularidad, y asĂ surgieron nuevas adaptaciones teatrales. De todas formas, Frankenstein no dejĂł de ser considerada
una obra menor, indigna de la atención de los académicos y fueron los
estereotipos creados por las adaptaciones teatrales, y después las
cinematográficas, los que dominaron en la visión del gran público. Hasta la
dĂ©cada de 1970 es que la crĂtica literaria empezĂł a revalorizar la obra de Mary
Shelley (y de su madre, Mary Wollstonecraft), en parte gracias a la segunda ola
del feminismo.
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La adaptaciĂłn de Webling |
Recientemente se ha
redescubierto una de aquellas adaptaciones, que tiende el puente entre las
versiones de teatro y la clásica de cine: la obra escrita por la británica
Peggy Webling y que fue presentada por primera vez en 1927. Durante mucho
tiempo me preguntĂ© por quĂ© la pelĂcula de James Whale era tan diferente a la
novela, y asumĂa que los guionistas simplemente habĂan escrito lo que Dios les
habĂa dado a entender a partir de una sinopsis mal leĂda. Pero no, resulta que
Universal Studios comprĂł los derechos del libreto de Webling para que fuera la
base de su producciĂłn.
Aunque el guiĂłn de la peli
cambiĂł todavĂa muchas otras cosas, en la pieza teatral ya introducĂa algunos de
los elementos que caracterizarĂan la pelĂcula: el nombre de VĂctor cambia a
Henry, el de Henry Clerval cambia a Victor Moritz, el padre de Frankenstein es
un barón y un viejo cascarrabias, y hay una niña ahogada por accidente. Por lo
demás, la obra de Webling diferĂa muchĂsimo de la novela, prácticamente creando
una historia nueva con algunos de los nombres y situaciones ya conocidos.
B. Gritos en el silencio
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El Golem |
Si el siglo XIX fue prolĂfico
para el teatro, el siglo XX fue sin duda la centuria del cine. En tiempos tan
tempranos como 1910 apareció la primera adaptación cinematográfica de Frankenstein, un cortometraje de 15 producido
por los estudios de Thomas Edison. En 1915 se produjo una más, Life Without a Soul, y en 1920 la
italiana Il Mostro di Frankenstein.
Las tres cintas eran mudas (naturalmente) y las Ăşltimas dos se han perdido por
completo.
Los años posteriores a la
Primera Guerra Mundial fueron fértiles para el desarrollo del arte
expresionista en Alemania, una escuela en la que se formaron grandes maestros y
produjo imperdibles clásicos del cine silente. La estética expresionista se
caracterizaba por el uso estilizado de la fotografĂa, el diseño de producciĂłn,
el vestuario y el maquillaje para crear atmósferas dramáticas, grotescas y
tenebrosas. Algunas de las producciones más representativas de aquellos años se
convertido en clásicos del horror y la ciencia ficción: El gabinete del Doctor Caligari (1920), El Golem (1920), Nosferatu
(1922), El mago (1926) y MetrĂłpolis (1927).
Menciono precisamente Ă©stas
porque tendrĂan una gran influencia en la pelĂcula de la que tratamos. En El Golem tenemos a una criatura
humanoide artificial muy parecida en su concepciĂłn al monstruo de Frankenstein;
en El mago podemos ver a un hechicero
maligno con un asistente jorobado que trabaja en una torre durante una noche
tormentosa; en MetrĂłpolis aparece el que
serĂa el arquetipo del cientĂfico loco en un laboratorio lleno de maquinaria
electrĂłnica extravagante.
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MetrĂłpolis |
La estética del expresionismo
fue adoptada con entusiasmo en Hollywood, a donde muchos artistas europeos
emigraron en los años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. El
estilo expresionista fue especialmente prĂłdigo en los Universal Studios, que
produjeron joyas como El Jorobado de
Notre Dame (1923) y El Fantasma de la
Ă“pera (1925), ambas protagonizadas por Lon
Chaney. Estas superproducciones, de gran calidad artĂstica y efectos
especiales que siguen maravillando a los espectadores de hoy, fueron en sus
tiempos Ă©xitos rotundos.
Con la llegada del cine sonoro
el heredero al trono de Universal, Carl Laemmle Jr., un apasionado de las
historias de terror, se empeñó en producir la primera versión de Drácula con sonido. Dirigida por Tod
Browning y protagonizada por el legendario Bela Lugosi, se estrenĂł en 1931 para
convertirse en un éxito e iniciar uno de los momentos más gloriosos en la
historia del cine: el
ciclo de horror gĂłtico de Universal.
Después de Drácula, el paso obvio a seguir era Frankenstein. En un principio Laemmle encargó la producción al
director Robert Florey, quien querĂa como protagonista a Bela Lugosi. La visiĂłn
que tenĂa Florey era una simple reiteraciĂłn de las obras teatrales y las
pelĂculas silentes que le habĂan precedido: una historia mĂnima en la que el
monstruo no serĂa más que una bestia sin mente que destruye todo a su paso (ni
siquiera se trataba de una versiĂłn fiel del libreto de Webling, en el cual
supuestamente debĂa basarse).
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PĂłster promocional de la que habrĂa sido la versiĂłn con Bela Lugosi |
Bela Lugosi odiĂł el guiĂłn y el maquillaje. Se
dice que, al rechazar el papel, el actor hĂşngaro exclamĂł: “Yo fui una estrella
en mi paĂs. ¡No serĂ© aquĂ un espantajo!”. Sea como fuere, Florey Lugosi
quedaron fuera del proyecto, que fue puesto en manos de un artista recién
llegado, James Whale.
C. James Whale y sus monstruos
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James Whale y Boris Karloff en el set de La novia de Frankenstein |
Whale naciĂł en 1889 en una
familia inglesa de clase trabajadora. En su temprana adolescencia tuvo que
dejar la escuela para trabajar y ayudar a su familia. Desde muy joven demostrĂł
facilidad para el dibujo y el arte, y empezĂł a ganar un dinerillo extra como rotulista.
Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, Whale se enlistó en el ejército
y partiĂł para el frente. LlegĂł a ser teniente y en 1917 fue capturado por los
alemanes en Flandes. En el campo de prisioneros organizĂł, junto con otros
soldados, un grupo de teatro de aficionados, que le permitiĂł sobrevivir al
tedio y los horrores de la guerra.
Terminada la guerra y vuelto a
su patria, se dedicó al teatro como actor, director y diseñador de
escenografĂa. En 1928 llegĂł su gran Ă©xito, al dirigir Journey’s End, del dramaturgo R.C. Sherriff, en la que trabajĂł por
primera vez con Colin Clive. La obra, un drama de la Primera Guerra Mundial,
recibiĂł elogios por todas partes y le ganĂł a Whale la oportunidad de montar la
obra en Nueva York. En los Estados Unidos, la representaciĂłn siguiĂł cosechando
Ă©xitos, lo que llamĂł la atenciĂłn de Hollywood.
Los productores de cine querĂan
a personas con experiencia en el teatro para ayudar con las partes habladas en
la Ă©poca de transiciĂłn del cine mudo al sonoro. Los primeros trabajos de Whale
en el cine fueron como “director de diálogos”, pero pronto le llegĂł una gran
oportunidad: dirigir la versiĂłn cinematográfica de Journey’s End, que apareciĂł en 1930 para convertirse en un Ă©xito de
crĂtica y taquilla.
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James Whale |
Una segunda cinta suya sobre la
Gran Guerra, Waterloo Bridge, se
convirtió en otro gran éxito al año siguiente, y Carl Laemmle Jr. le ofreció
cualquier proyecto que Ă©l quisiera. Whale escogiĂł Frankenstein. En un principio no se tomaba muy en serio las
producciones de horror de Universal, pero querĂa intentar algo que fuera
distinto a los dramas de guerra y pensaba que podrĂa dar un giro interesante al
clásico de Mary Shelley, de modo que le dio una revisada completa al guión.
El reparto fue casi perfecto. El
atribulado Colin Clive como Henry Frankenstein; el flemático Edward van Sloan
como el doctor Waldman; Dwight Frye como el jorobado Fritz; Frederick Kerr como
el viejo barĂłn… Y por supuesto, el inigualable Boris Karloff como el monstruo.
William Henry Pratt naciĂł en
1887, de una ilustre familia inglesa. Sus ocho hermanos mayores llegaron a ser diplomáticos.
Parece ser que adoptĂł el nombre artĂstico de Boris Karloff porque le sonaba
exĂłtico y porque no querĂa avergonzar a su distinguida parentela mientras Ă©l
buscaba la fama en el teatro canadiense, a principios del siglo XX.
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Boris Karloff |
En 1918 llegĂł con sus amigos
teatreros a California y decidiĂł probar suertes en Hollywood. Anduvo trabajando
por aquĂ y por allá, en papeles muy pequeños, a menudo de extra, en pelĂculas
mudas por las que recibĂa muy poca paga. AdquiriĂł cierta notoriedad apareciendo
en papeles un poco más relevantes en pelĂculas de gángsters. En 1931 Karloff
tenĂa 44 años de edad y no pensaba ya que alguna vez alcanzarĂa el estrellato.
Entonces vino Frankenstein.
Cuenta la leyenda que Karloff
estaba un dĂa almorzando en la cafeterĂa de los estudios cuando James Whale lo
vio y quedĂł fascinado por la forma de su cabeza y por su altura: era el
monstruo perfecto. Pero no fue solamente el aspecto fĂsico lo que Karloff trajo
a la producciĂłn. Aun bajo kilos de maquillaje, su excelente interpretaciĂłn
logrĂł transmitir la complejidad emocional de un ser solitario y atormentado, a
la vez aterrador y patĂ©tico. Era la pelĂcula nĂşmero 81 de Karloff, pero a
partir de entonces gozarĂa de fama mundial y estatus de leyenda a lo largo de
su vida.
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Jack Pierce maquillando a Karloff |
HabrĂan de sumarse otros dos
elementos imprescindibles para crear un clásico. Uno, el maquillaje del genio
Jack Pierce, que se convirtiĂł en el aspecto arquetĂpico del monstruo, la imagen
que a cualquiera le viene a la mente cuando escucha el nombre Frankenstein. Dos, los efectos
especiales elĂ©ctricos creados por Kenneth Strickfader, artĂfice de todos esos
aparatos con luces y chispas que forman parte del escenario en uno de los
momentos más icónicos de la historia del cine, la secuencia de la creación del
monstruo.
D. El legado
Para beneplácito de cinéfilos y
fans del horror por generaciones siguientes, Whale supo conjugar todos esos
elementos, creando una pelĂcula que serĂa un Ă©xito comercial y de crĂticas
absoluto y que dejarĂa huella en la cultura. Tras este triunfo Whale dirigiĂł
otros proyectos que pasaron a formar parte del canon de Universal, The Old Dark House (1932), la excelente El hombre invisible (1933) y la que
serĂa la obra maestra del gĂ©nero, La
novia de Frankenstein (1935).
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La novia de Frankenstein |
Considerada casi universalmente
como una cinta superior a su predecesora, La
novia de Frankenstein, a mi gusto, es menos una secuela que el segundo acto
que le hacĂa falta a esta historia para estar completa. En esta cinta Whale
gozĂł de mucha mayor libertad creativa para crear una historia subversiva sobre
la otredad y la marginaciĂłn que, si bien no sigue literalmente la novela de Mary
Shelley, sĂ que capta su espĂritu. Whale podĂa entenderlo bien: Ă©l era un
artista abiertamente homosexual en una sociedad acostumbrada a la hipocresĂa.
Digo que existen dos versiones
de Frankenstein, la de Mary Shelley,
y la de James Whale. Es la segunda la que nos dio no sĂłlo es aspecto fĂsico y
la personalidad del monstruo, sino elementos como el laboratorio en la torre,
la secuencia de la creaciĂłn con la tormenta elĂ©ctrica, la frase It’s alive! It’s alive!, la turba
iracunda armada con antorchas y tridentes, el molino en llamas… La novia de Frankenstein añadirĂa otros
elementos más al mito: la torre fulminada, el monstruo que habla torpemente, los
personajes de la Novia y el doctor Pretorius, y la misma frase “dioses y
monstruos”.
En 1939 aparecerĂa El hijo de Frankenstein, dirigida por
Rowland V. Lee, que aunque no está a la altura de la anterior, sigue siendo una
muy buena pelĂcula y un epĂlogo casi perfecto a la bina que habĂa creado James
Whale. Esta fue la Ăşltima actuaciĂłn de Karloff bajo el maquillaje del monstruo
y contĂł con la participaciĂłn de un brillante Basil Rathbone como el hijo de
Henry Frankenstein y con una exquisita estética expresionista. Además,
introdujo otros dos elementos al mito: el inspector de policĂa Krogh, encarnado
por un gigantesco Lionel Atwill; y sobre todo, Ygor, el deforme y taimado
asistente del doctor Frankenstein, interpretado soberbiamente por Bela Lugosi.
En el imaginario popular, Ygor se fusionarĂa con el jorobado Fritz para
conformar un personaje recurrente en otras adaptaciones y derivaciones.
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El monstruo y Bela Lugosi como Ygor en El hijo de Frankenstein |
En los años siguientes, Frankenstein darĂa otras secuelas, cada
vez peores y más ridĂculas. En ellas el monstruo se convirtiĂł en un antecedente
de lo que despuĂ©s serĂan personajes como Jason de Viernes 13 o Michael Myers de Halloween:
brutos sin pensamiento ni emociones que mueren al final de cada pelĂcula para
ser revividos de la forma más inverosĂmil (o de plano sin mediar explicaciĂłn)
en la siguiente. Lejos habĂamos quedado de la brillante y multifacĂ©tica
interpretaciĂłn de Karloff.
En El fantasma de Frankenstein (1942), a mi gusto la peor y más
aburrida de la serie, el monstruo fue interpretado por Lon Chaney Jr., mejor
conocido por ser también la estrella de El
hombre lobo (1941). Bela Lugosi regresĂł en el papel de Ygor, que aquĂ se
dedica a extorsionar al otro hijo de
Frankenstein para que traspase su malicioso cerebro al de la criatura, lo cual
sucede en el clĂmax de la cinta.
Luego vendrĂa Frankenstein contra el hombre lobo
(1943), en la que Bela Lugosi se pondrĂa, por fin, en el papel que habĂa
rechazado más de diez años antes. La pelĂcula es una chorrada, pero por lo
menos es divertida y hasta incluye un número musical. Además, constituye el
primer crossover en lo que se estaba
perfilando como el primer universo compartido de la historia del cine. AsĂ, en
1944, casi 70 años antes que Los
Vengadores, apareciĂł La casa de
Frankenstein, en la que por fin se reunieron los tres monstruos clásicos de
Universal. A Ă©sta siguiĂł La casa de
Drácula (1945). Al final, a los pobres monstruos no les quedaba más que
autoparodiarse y asĂ llegĂł Abbott y
Costello contra los fantasmas (1948). En estas tres Ăşltimas el monstruo fue
interpretado robĂłticamente por el luchador profesional Glen Strange.
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Frankenstein contra el hombre lobo |
A finales de la década
siguiente, la británica Hammer
Films iniciarĂa su propia franquicia con La maldiciĂłn de Frankenstein (1957), con Peter Cushing en el papel
del cientĂfico y Christopher Lee como la criatura. Hammer produjo cinco
secuelas y un refrito entre aquel año y 1974, que se centraban en las andanzas
del perverso doctor Frankenstein y no en ninguno de los monstruos que Ă©l crea.
La cantidad de cintas
inspiradas, aunque fuere muy lejanamente, por la novela de Mary Shelley y las
dos pelĂculas de James Whale, es enorme. La mayorĂa de ellas son, claro está,
absolutas basuras, pero dan cuenta de la permanencia de Frankenstein y su
monstruo en nuestra cultura. Después de esta reseña histórica, les compartiré
un análisis de las que considero son las pelĂculas que forman la filmografĂa
básica e indispensable. ¡Hasta entonces!
Continuará en…
Fuentes:
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