It,
una de las novelas más exitosas de Stephen King, apareció originalmente en
1986. Con el éxito de la segunda parte de la nueva adaptación cinemática (que
reseñaré en la próxima entrada), Stephen King está de nuevo en boca de todos. Es un buen momento para
revisar esta épica novela de terror, quizá la más conocida del amo
contemporáneo del género, una mezcla de maestría literaria y estética pulp,
de muestras de absoluta genialidad y de pintorescas tonterías. Mild
spoilers ahead!
¿Qué
es lo genial? La estructura narrativa, el manejo del tiempo, en que se
intercalan pasado y presente con precisión muy bien calculada, y se entretejen
a lo largo de los capítulos, hasta que uno y otro se fusionan en el mismo plano
narrativo. Pues la relación entre pasado y presente, entre memoria y olvido, es
uno de los temas centrales de la novela.
Derry,
la pequeña ciudad en la que transcurre nuestro relato, es también magistral. Esta
localidad, con sus episodios inusitados de violencia y la inconsciencia
voluntaria de su población, es más que un escenario y se convierte en un
personaje en sí mismo. King no idealiza el típico pueblito estadounidense, como
nos hemos acostumbrado a ver en películas hollywoodenses. Tampoco idealiza la
década de los 50, a la que la nostalgia gringa suele blanquear. En el Derry de
la época del rock & roll hay racismo, pobreza, clasismo, violencia y
corrupción.
Lo
mejor, no me queda duda, es el retrato que King hace de la infancia y de sus
poderes intrínsecos. El poder de las amistades más auténticas y sinceras que se
conocen en la vida. El poder de la creencia pura que sólo se da en esos años.
Por eso sólo los niños pueden enfrentarse al monstruo. Los adultos encuentran
siempre la manera de racionalizar lo que ocurre en Derry, pero los niños
entienden rápido “aquí hay un monstruo” y sólo ellos son capaces de tener la fe
en que pueden vencerlo.
Pero
no se crea que la infancia está idealizada. Al contrario, el retrato que hace
King de la vida de un niño creciendo en un pueblo de Nueva Inglaterra es duro y
a veces brutal. Los padres son abusivos o ausentes, las madres son neuróticas y
sobreprotectoras, los bravucones reinan bajo la ley de la selva. La vida de
estos niños, que juegan entre los basureros y los terrenos baldíos, puede estar
llena de ingenuidad y fantasía, pero es realmente violenta.
King,
por cierto, demuestra aquí ser un excelente narrador no sólo para episodios
siniestros, sino también para los violentos. Tiene un talento impresionante
para describir luchas y persecuciones; cuya intensidad física los lectores
pueden sentir como si estuvieran ahí. Pasajes como la balacera, el incendio, la
pelea de rocas o la huida de Beverly de su hogar paterno son de lo mejor. Junto
a ellos, desde luego, están los momentos perturbadores. La narración del
asesinato de un bebé me sobrecogió; la descripción de los túneles bajo la
ciudad me contagió la claustrofobia.
Los
capítulos sobre la infancia de nuestros personajes están tan bien logrados, y
los que se dedican a la vida adulta son tan inferiores, que a menudo, mientras
leía, habría querido que King se limitara a escribir una historia de fantasía
oscura sobre niños y dejara de lado la adultez de nuestros héroes. Sin embargo,
si hubiera hecho eso, nos perderíamos de uno de los mensajes más importantes:
la necesidad de recordar y recuperar esos poderes de la infancia.
El
bien y el mal, la dualidad del alma humana, es un tema fundamental en King. Los
seres humanos, en tanto individuos o sociedades, son capaces de terribles
atrocidades o de gran valentía. Pero por encima de ellos y por debajo de ellos,
están el Bien y el Mal cósmicos. La maldad de las personas posibilita al Mal
sobrenatural, que a su vez alimenta e inspira las perversidades humanas. A su
vez, el Bien guía a los bondadosos y se nutre de sus acciones.
Por
otro lado, están las partes bobas de la novela. La razón por la que no me dio
miedo es que pedía demasiado de mi suspensión de la incredulidad. Algunos
pasajes en verdad siniestros me fueron arruinados porque King iba demasiado
lejos. Me encanta que la entidad se aparezca como diversos monstruos clásicos
de la cultura pop, pero siento que King lo arruina metiendo siempre pompones y
globos para dejar en claro que se trata de Pennywise. Cosa que además no tiene
sentido, dado que el payaso no es ni siquiera la forma original de Eso.
Me
gusta la cosmogonía que se inventa King, todo eso de la Araña y la Tortuga.
Pero si en una historia juvenil, por más macabra que fuera, quedaría muy bien,
en una que quiere ser de adultos me pareció demasiado estrafalaria para tomarse
en serio. Lo mismo con episodios como el de la estatua de Paul Buyan que cobra
vida. Aunque quizá todo eso está allí para reforzar el punto central de la
novela: enfrentar, siendo adultos, los terrores infantiles con las fantasías y
esperanzas de la niñez.
Alguna
vez leí una parodia sobre cómo los hombres escriben personajes femeninos: She got up, her
boobs bouncing beneath her nightgown; she boobed her boobs boobily and boobed
back with her boobalicious boobs. Bueno, pues King escribe así. Es
claro que él es un hombre de bubis, pero la atención que le presta a los senos
es tan excesiva que se vuelve ridícula, siendo el principal rasgo que describe
de todos los personajes femeninos, incluyendo a una Beverly de 11 años. De
hecho, la joven Beverly se me hizo sexualizada en exceso. Puedo entender que King
está hablando de la pubertad, la época del despertar sexual, cuando los cambios
en cuerpo y mente son el centro de la vida de un joven. Pero nada de ello
justifica, LA escena… ¿Ya saben cuál? Sí, ESA. Tan horripilante que fue excluida
de las adaptaciones cinematográficas. Fue totalmente gratuita e innecesaria,
claramente escrita bajo los influjos de alguna droga.
Por
último, está la extensión. Aunque la narración de King es casi siempre dinámica
y cautiva al lector desde las primeras páginas, hay algunos pasajes demasiado
prolijos que bien podrían haberse omitido. De por sí es difícil mantener la
calidad en una obra de largo aliento y, tras las más de mil páginas, a King por
momentos se le escapa de las manos.
Claro,
están las repeticiones tópicas y típicas de King, de ésas que permiten jugar el
Stephen King Drinking Game. Te tomas un shot si: la historia transcurre
en Maine, hay una pandilla de chavales, hay un bravucón que carece por completo
de cualidades redimibles, fanáticos religiosos que son bien mierderos como
personas, padres abusivos, un personaje que es escritor, otro que es un adicto
recuperándose (doble shot si son el mismo personaje), y así por el estilo. De cierta
forma, It es como una versión extendida de The Body (en
la que se basa la estupenda cinta Stand by Me), pero con un payaso monstruoso añadido.
Pero
la balanza se inclina, por mucho, hacia el lado positivo. La novela más célebre
de Stephen King merece la fama que tiene. Es un clásico, y una gran obra
literaria por sus propios méritos. Con la caracterización de sus personajes y
del mundo en el que viven, es un testimonio de toda una sociedad y de su época,
un retrato de una niñez como ya sólo las viejas generaciones conocieron, un
recordatorio, tan universal como específico, de nuestros viejos temores y de la
forma de enfrentarnos a ellos.
Continúa en esta segunda entrada con las reseñas de la miniserie de 1990 y las nuevas películas. ¡Nos vemos!
2 comentarios:
¡Genial artículo! Vamos en la misma línea, hice una comparación entre "la primera mitad" de la miniserie original y el remake de 2017, y tengo en el horno el mismo ejercicio con las segundas partes. Espero terminar de releer el libro y sacarlo antes que tus reseñas, no quisiera leer lo tuyo por accidente antes y terminar basándome en él, que estoy seguro será buenísimo.
Hola! Muchas gracias! Espero con ansias tus reseñas!
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