Carlos Manzo y el narcogobierno asesino - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 5 de diciembre de 2025

Carlos Manzo y el narcogobierno asesino

Esta entrada se publicó con una semana de anticipación para mis mecenas de Patreon
Quiero agradecer especialmente a quienes donaron para que pudiera reparar mi compu: Gabriel Puente, Berenice Zúñiga y Diana Pinto. ¡Mil gracias!


Escribo a finales de noviembre de 2025. En lo que va del año 10 presidentes municipales han sido asesinados en México. El homicidio del más reciente, Carlos Manzo, alcalde Uruapan, Michoacán, sacudió al país este 1 de noviembre. Que la situación es alarmante no es noticia. Pero hoy lo que quiero es hablar de los discursos, narrativas y agendas que han surgido alrededor de este acontecimiento. Vamos, pues.

EL MÁRTIR DE URUAPAN


No quiero concentrarme demasiado en la figura de Manzo en sí. La oposición partidocrática ha querido canonizarlo, como si hubiera sido un gran rayo de esperanza para el país y que ahora nos lo han arrebatado. La izquierda, dentro y fuera de Morena, ha querido minimizar el asunto, o de plano satanizar al fallecido, tildarlo como un protofascista cuya muerte no hay que lamentar.


La verdad es que yo no sabía gran cosa del hombre antes de su asesinato. Por lo que he estado leyendo desde entonces, parece que honestamente tenía deseos de enfrentar al crimen organizado de frente, y que por eso era muy popular en su municipio y su estado, sobre todo porque la gente tiene la impresión de que ningún otro gobierno hace nada al respecto. Al mismo tiempo, su propuesta de confrontación era una repetición a menor escala de lo que ya se había intentado en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) y su infame “guerra contra el narco”, y que dio como único resultado una explosión descontrolada de violencia que ha llenado el país de fosas clandestinas.


Se le ha llamado, para bien y para mal, el Bukele mexicano, pero él mismo rechazó esa etiqueta. Algunos izquierdistas han querido acusar a Manzo del asesinato de periodistas, para lo que no hay ninguna prueba, y de promover el uso de la fuerza letal extralegal, para lo que hay solamente algunas frases que sólo interpretando de la manera menos caritativa pueden entenderse así. Así que tampoco parece haber sido el aspirante a dictador que quieren plantear.



Es cierto que Manzo, antiguo militante de Morena, pidió ayuda al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, y que éste apenas le mandó algunos agentes de la Guardia Nacional para protegerlo (y que no hicieron un buen trabajo). También es cierto que la presidencia no envió más ayuda porque no consideraba adecuada la estratega de Manzo.


Entonces hablemos más bien de los discursos que se han estado armando alrededor de este personaje y su muerte, que son sobre todo relatos auxiliares de unas narrativas acerca de la realidad que vive el país y la naturaleza del gobierno de la Cuarta Transformación, y a qué agendas sirven dichas narrativas. He hablado ampliamente de esto en mi entrada respectiva sobre Imaginación política y praxis de la impotencia. No quiero repetirme demasiado, así que les recomiendo encarecidamente que chequen ese texto, porque mucho de lo que hemos estado viviendo en México desde noviembre de 2025 ejemplifica lo que ya había dicho entonces. Igual tendré, inevitablemente, que reiterar algunos puntos de aquel texto. 


Es muy delicado tratar este asunto; no quiero que se entienda que los horrores que ha vivido el país bajo las administraciones de Obrador y Sheinbaum son menos horribles que los que se vivieron bajo las de Calderón y Peña. No quiero que se entienda como un “pero el PRI robó más”. Las deficiencias, corruptelas y abusos de la 4T deben ser señaladas y denunciadas. Sólo advierto que no hay que permitir que eso nos lleve a anhelar el regreso de fuerzas políticas que, bajo cualquier medición objetiva, lo hicieron peor, especialmente si esas fuerzas políticas ahora están adoptando discursos cada vez más radicales, como veremos más adelante.


Creo que el gobierno de la Cuarta Transformación no es más corrupto o más represivo, o que tenga más nexos con el crimen organizado que cualquiera de los anteriores. Creo que sí es un tanto menos neoliberal y un tanto más progresista, pero está muy lejos de ser lo suficiente.


También, como he dicho antes, los datos no señalan que estemos peor que antes de la llegada de Morena al poder. Desde el sexenio de Vicente Fox (2000-2006), han muerto más de 115 alcaldes, y el gobierno que tiene el récord en este rubro es el de Calderón. Los índices de homicidios a nivel nacional han estado descendiendo de forma sostenida desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia (2018-2024). Siguen siendo inaceptablemente elevados, porque empezamos ya desde una cima muy alta..


La oposición ha empleado lo de “abrazos no balazos” como si fuera una política de estado  y no una ocurrencia de Amlo en la mañanera. Mucha gente está convencida de que el gobierno de la 4T no está haciendo nada sobre el crimen organizado en lo absoluto, cuando en realidad, Sheinbaum incluso ha sido más confrontativa que Amlo al respecto. Puede argumentarse que el gobierno no hace lo suficiente, o que no sabe qué hacer, o que está superado. Pero no que éste sea un problema particularmente de la 4T o que el de Sheinbaum sea un narcogobierno. 


De nuevo tengo que aclarar: ni niego ni defiendo la realidad de la corrupción, la ineptitud y el autoritarismo de Morena, ni de los vínculos probados de varios de sus personajes con el crimen organizado. Lo que niego en el terreno es la pretensión de que tales condiciones son inauditas en la historia nacional reciente, la idea de que “nunca habíamos estado peor”. Y me opongo rotundamente a la prospectiva de que la única forma de resolver esto es derrocando a la 4T y devolviendo el poder al PRI o al PAN, o peor, a una alianza de ambos que se haya radicalizado hacia la derecha (encabezada por Salinas Pliego, para acabarla de amolar).


LA MARCHA “GEN Z”


Es una estrategia común de los gobiernos autoritarios el achacar cualquier muestra organizada de descontento social a las acciones de fuerzas externas e ilegítimas. Por ejemplo, en tiempos de Díaz Ordaz se decía que el Movimiento Estudiantil era una creación del “comunismo internacional”. Recuerdo bien que en tiempos del YoSoy132 los medios de comunicación trataron al movimiento como un grupo de choque manipulado por Amlo. ¿No es eso lo mismo que pasa cuando desde el gobierno se culpa a la “extrema derecha” de estar detrás de la marcha del 15 de noviembre? Bueno, no realmente. 


Una de las razones por la que las teorías de la conspiración son absurdas es que no es posible mantener un secreto guardado por mucho tiempo, en especial si involucra a muchas personas y tiene que ver con actos de gran impacto social y político. Siempre la verdad se filtra por algún lado. Y en este caso, nunca se pudo demostrar, por ejemplo, que el YoSoy132 fuera otra cosa que un movimiento espontáneo de bases orgánicas. En cambio, las evidencias documentadas de que el supuesto “Movimiento de la Generación Z” fue una iniciativa impulsada desde la derecha sólo se suman día con día. Sabemos que la convocatoria en línea estuvo impulsada por cuentas cercanas al PAN y el PRI, a Ricardo Salinas Pliego y a la organización de extrema derecha libertariana Red Atlas. Y más recientemente se reveló que un joven influencer, de entre los más ruidosos promotores de la marcha y alguien que aseguraba ser “apartidista”, en realidad tiene un contrato con el PAN por 2 millones de pesos


Aunque es evidente que hubo un buen número de jóvenes presentes el mero día, el grueso de las personas que se movilizaron ese día, como se puede ver en todas las fotografías y videos, estuvo formado por señoras y señores de mediana edad para arriba, de clase media o media alta. Es la misma gente (y lo admiten en las entrevistas) que fueron a las manifestaciones de la Marea Rosa, el INE y el Poder Judicial


Son los papás, tíos y abuelos que están convencidísimos de que el país no ha estado peor en toda su historia, porque se los dicen y repiten cadenas de WhatsApp y reportajes de LatinUs y TV Azteca, aunque en su entorno inmediato su calidad de vida no haya cambiado gran cosa en los últimos años. También creen que su realidad clasemediera es la de todo el país, que la mayoría de la población piensa como ellos, y por eso se muestran incrédulos cuando Morena gana elecciones o se muestran los altísimos índices de aprobación de Claudia Sheinbaum. Y claro, no saben lo que es One Piece ni en qué consiste la nomenclatura de las generaciones.


Tienen derecho a manifestarse, por supuesto, pero lo anterior nos muestra que se trata simplemente de la tropa anti-Amlo usual, y no de “una nueva generación rebelde”, y ciertamente no un movimiento análogo a los encabezados por la juventud en otros países, que fueron los primeros en alzar la bandera de Monkey D. Luffy. 



Pero aquella manifestación muestra algunos signos de algo más siniestro y peligroso que empieza a tomar forma. Algunas fotografías muestran a por lo menos un sujeto que usaba una camiseta con una esvástica. Algún otro llevaba una bandera hispanista y uno más una libertaria, representando a dos corrientes de derecha radical (aunque socialmente menos estigmatizadas que los nazis) que desde hace una década han ido ganando terreno entre varones jóvenes gracias a Internet. Un nazi es ya demasiado, pero el chaval es representativo de una tendencia documentada del crecimiento de las juventudes neonazis en México.


Creo que podemos asumir que estos individuos representan una ínfima parte del contingente y que muy poca gente los habrá topado en ese momento. Quiero pensar que los señores y señores boomers que vieron la bandera libertariana y la hispanista sabían menos de ella que del Jolly Roger de One Piece. Pero sería rarísimo, por no decir alarmante, que alguien no supiera qué es una esvástica y cualquier persona decente manifestaría su repudio a quien la usara de forma tan desvergonzada. Quiero pensar también que los dones y doñitas que lo toparan se habrían desconcertado y quedado sin saber qué hacer, dada su falta de experiencia en movimientos sociales que no sean de dones y doñitas. Pues cualquiera debería saber que si hay un nazi en tu marcha y no lo sacas, estás anunciando que los nazis son bienvenidos a tu movimiento, que tienen ahí un espacio seguro donde serán, al menos, tolerados.


Lo que quiero decir es que la presencia de símbolos y expresiones de extrema derecha, que forman parte de ideologías de odio, pueden no representar el sentir de cada persona individual que asistió a la marcha ni decir nada de sus propias razones para estar ahí. En cambio sí nos habla del carácter general que adquirió la manifestación. O sea, fue el evento al que los nazis se sintieron motivados a asistir.


Luego tenemos las cuentas de extrema derecha que dieron su apoyo a la marcha antes y después (incluyendo los trolls fachos usuales que se aparecen por mi blog para hablar pestes del feminismo y el colectivo lgbtq+) y las expresiones emanadas de cuentas y grupos de la supuesta Gen Z, como una que pedía el regreso de los Camisas Doradas, el partido fascista que surgió en México la década de los 30 y que fue análogo a los movimientos de Hitler y Mussolini. De nuevo, podríamos descartar estos ejemplos como expresiones minoritarias, que resaltarlos es hacer cherry picking, pero siempre queda la pregunta: ¿por qué precisamente esta marcha, este movimiento, es el que se gana la simpatía de los fascistas?



Otro tanto se puede decir de otras expresiones en la marcha: llamados a que Donald Trump invada el país, apoyo a las pretensiones presidenciales de Ricardo Salinas Pliego, proclamas religiosas, mensajes misóginos y antisemitas contra la presidenta… Todas las cuales nada tienen que ver con el supuesto motivo principal de la marcha: protestar contra la narcoviolencia y en particular por el asesinato de Carlos Manzo. De hecho, los organizadores de la marcha ni siquiera se molestaron en contactar a la viuda de Manzo, quien anunció que no participaría.


Con lo que sí se relacionan esas consignas es con un proyecto de ultraderecha, el postfascismo o conservadurismo radicalizado cuyo desarrollo llevo documentando en este blog desde hace 10 años. Más adelante volveremos a eso.


Hay muchas, muchísimas razones legítimas para estar en contra de este gobierno, y quien quiera sumar sus fuerzas a una causa de verdad sólo tiene que buscarle. A finales de octubre, campesinos mexicanos protestaron y cerraron carreteras durante dos semanas hasta que obligaron al gobierno a negociar. El 13 de noviembre, en el Zócalo, los profesores de la CNTE estuvieron protestando por su derecho a una jubilación digna y fueron atacados con gases lacrimógenos, un ejemplo de represión que los medios mainstream ni de lejos han reportado tanto como lo que sucedió el día 15. El 23 de noviembre, se dio en varias ciudades una marcha por la reducción de la semana laboral a 40 horas.


Días antes, el 8 de noviembre, marcharon en la CDMX jóvenes no sólo para exigir justicia ante la narcoviolencia, sino en memoria de los estudiantes de Ayotzinapa, en contra el genocidio en Palestina, en pro de las 40 horas y otras causas que sí tienen que ver con los intereses y necesidades de las generaciones más jóvenes. Además, esta marcha abiertamente repudió a la que se realizaría más tarde, denunciándola como lo que fue: un intento de capitalizar el descontento legítimo de la población y canalizarlo para beneficio de la oposición partidocrática.


Entre paréntesis, es gracioso (pero no gracioso de risa), que mientras los defensores rabiosos de la 4T declaran que todas las marchas en su contra, incluyendo la del 8 de noviembre, son ilegítimas y perpetradas por el PRIAN, los opositores igualmente rabiosos afirman que aquélla no era más que una marcha falsa organizada por Morena para deslegitimar la del día 15. Son tan parecidos, pero no lo notan porque no sacan sus cabezas de sus respectivos esfínteres.




La marcha del 15 no sólo no recogió los reclamos de esos movimientos, sino que días antes quienes la promovían se mostraron hostiles a ellos. ¿Por qué? Ni el PRI, ni el PAN ni Salinas Pliego manifestarían su apoyo a las protestas del movimiento magisterial, o de las comunidades indígenas, o de los campesinos, o de las feministas; no denunciarían los problemas de la desigualdad, la crisis de vivienda, el colonialismo o la destrucción de la naturaleza. Simplemente porque nada de eso conviene a sus intereses, y si tuvieran hoy el poder, tratarían esos temas con indiferencia u hostilidad iguales o peores que Morena.


¿Por qué, en cambio, las derechas han hecho de la inseguridad su causa? El crimen es algo que nos toca a todos, sin importar nuestras simpatías partidistas, y es algo que siempre mueve las fibras sensibles de la clase media. Pero incluso en ese rubro no proponen más solución que regresar a la estrategia fallida que sumió al país en un baño de sangre desde el sexenio de Calderón.


De hecho, por lo mismo canonizaron a Carlos Manzo: porque sirve a su narrativa de que lo que necesitamos es regresar a la “mano dura”. Nada dicen, en cambio, cuando las víctimas son los indígenas de Guerrero o los ambientalistas de Michoacán, por mencionar dos casos que ocurrieron muy cerca del asesinato de Manzo. Pues ultimadamente lo que les molesta no es ni la corrupción, ni la represión, ni la violencia, sino que sea el gobierno de Morena el único que tenga la oportunidad de aprovecharlos.


En fin, el caso es que quien quiera protestar contra el gobierno tiene opciones de hacerlo sin marchar lado a lado con neonazis, cristeros, fans de Trump o lamebotas del tío Richi. Pues al estar ahí, quieras o no, estás contribuyendo con tu presencia, con tus números, a darle impulso y legitimidad a sus agendas


Sé que no podemos esperar a estar todos de acuerdo para tomar acciones en contra del poder en situaciones de urgencia nacional. Es cierto que necesariamente se tienen que formar alianzas con grupos con los que se tienen diferencias, y que siempre va a haber oportunistas queriendo jalar agua para su molino. Pero creo que “no aliarse con nazis” no es un estándar muy alto: es el mínimo de la decencia. Entonces puede ser que digas “bueno, yo no sabía que había nazis y no estoy de acuerdo con ello”, y vale, pero a la próxima mejor no vayas a la marcha que atrae a los nazis. 


Ahora que, si decides seguir compartiendo espacios con la peor gente, que no te sorprenda que los demás te consideremos parte de ella y te tratemos acorde. Puedes odiar a Morena todo lo que quieras, pero si eso te lleva a desear que nos gobierne Salinas Pliego o nos invada Trump, es que odias a Morena más de lo que amas a México.


EL POSTFASCISMO EN MÉXICO


El PAN ha estado vinculado a la extrema derecha desde su fundación, que incluía simpatías abiertas hacia la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. No se puede decir que el PAN haya sido siempre fascista, pues su cara pública ha tirado la mayor parte del tiempo hacia el área entre el centro-derecha y un conservadurismo católico que, comparado con lo que se ve ahora, se antoja moderado. Las candidaturas de Ricardo Anaya y Xóchitl Gálvez apostaban a un centrismo tecnocrático que se opusiera al populismo altisonante de Morena.


Sin embargo, los elementos fascistoides nunca se han ido de Acción Nacional, es sólo que no estaban al frente. El sexenio de Vicente Fox (2000-2006) empoderó al Yunque, una secta ultracatólica con presencia a ambos lados del Atlántico. En 2021 militantes y políticos panistas tuvieron una muy publicitada reunión con representantes del partido neofranquista español Vox. En su momento, la corriente principal del PAN repudió tales acercamientos. Ese mismo año WikiLeaks reveló la existencia de una “red de la intolerancia” que vinculaba a Vox, el Yunque y otras organizaciones de extrema derecha con algunos sectores del PAN. Ahora, con su  “reinvención” de octubre de 2025 bajo el lema “Libertad, Patria y Familia”, (un guiño al clásico lema del fascismo italiano), el partido parece haber abrazado una postura más radical hacia la derecha.


Este proceso lo hemos visto en otros países: los partidos conservadores dan espacio a movimientos extremistas porque les dan victorias electorales. Al final, el partido termina absorbido por esos elementos y transformado en una agrupación francamente de extrema derecha.


Por otra parte tenemos a Ricardo Salinas Pliego, quien empezó siendo uno de los millonarios consentidos del régimen obradorista, pero se fue distanciando poco a poco de la 4T por diferencias de intereses y, ahora que el gobierno le exige el pago de una deuda fiscal milmillonaria, se ha convertido en uno de sus principales detractores. Desde entonces ha seguido el mismo camino de otros plutócratas alrededor del mundo, manejando un discurso cada vez más radical y altisonante, que en su caso emula al de fantoches como Javier Milei y su mantra “zurdos de mierda”



Salinas Pliego ha anunciado abiertamente sus intenciones presidenciales y es claro que, de hacerlo, correrá con una plataforma ultraderechista. Que tiene sentido: siempre ha sido la alta burguesía la que financie al fascismo. Ahora, uno de los hombres más ricos del país se presenta como víctima de “persecución política” porque le están pidiendo que pague sus impuestos. Y, por supuesto, al PAN le gusta la idea de competir en 2030 con él como candidato.


No faltan las figuras mediáticas como el ex actor Eduardo Verástegui, que lleva años cultivando un discurso lgbtfóbico, y que infamemente hizo un saludo nazi en una convención ultraconservadora en febrero de 2025. Ahí mismo, por cierto, estuvo Salinas Pliego despotricando contra la igualdad. También tenemos a Lilly Téllez (quien por cierto llegó a un puesto de elección popular gracias a Morena), que repetidamente ha ido a Fox News a pedir que Donald Trump intervenga en México, asegurando que es lo que la mayoría de los mexicanos desea.


Por último, tenemos la apropiación de los símbolos de One Piece, que empezó cuando se supo en nuestro país de las masivas protestas juveniles en países como Nepal, Indonesia, Perú y Francia. Desde un inicio se trató de un intento de cooptar un símbolo de rebeldía, tal como en 2019 hizo la oposición prianista con los chalecos amarillos del movimiento francés (mismó que se deslindó de sus wannabes mexicanos). Y ya hemos analizado cómo a la derecha le gusta manejar un discurso de impostada rebeldía.


Todo esto ya se estaba gestando desde antes del lamentable asesinato de Carlos Manzo, que vino como anillo al dedo a personajes y grupos que ya pretendían “rebelarse” contra la 4T. Me queda claro que la marcha del 15 de noviembre estuvo planeada desde el principio para ser el pistoletazo de salida de un movimiento de extrema derecha, mismo que vemos configurarse frente a nuestros ojos, y que es análogo a los que han aparecido en otros países, como los encabezados por Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y Nayib Bukele, sólo por mencionar a los de este continente. Esto, repito, no quiere decir que cada individuo presente en la marcha apoyara tal proyecto, pero tampoco eso sería necesario para que podamos decir que la marcha, en su conjunto, estaba concebida para impulsarlo.


Hablar del 15 de noviembre como si se hubiera tratado simplemente de una expresión de descontento social como cualquier otra, insistir en que provenía orgánicamente de “los jóvenes”, tratar la respuesta del gobierno como si fuera “persecución contra sus críticos”, tal como han dicho algunos opinócratas, (por ejemplo Alberto Figueroa en entrevista con Carmen Aristegui), es de una deshonestidad tremenda, que no puede más que servir a intenciones igualmente deshonestas.


Mural por las personas desaparecidas en México

Claramente este proyecto pretende sumar a sus filas la mayor cantidad de personas que pueda. Como las esvásticas todavía espantan a la gente que se considera decente (o deberían), y la causa del empoderamiento de los multimillonarios nunca será muy popular, las narrativas que satanizan al gobierno de la 4T tienen que basarse en cuestiones que cualquier incauto pueda percibir como amenazantes.


Tenemos causas reales de descontento: los inaceptables niveles de violencia del crimen organizado, y el autoritarismo y la corrupción de Morena. Esto puede atraer a algunas personas con legítimos reclamos. No muchas, sospecho, porque quien se preocupe realmente por esos temas investigará un poco y se dará cuenta de que no será a través del movimiento de los sombreros que se resolverán.


Luego tenemos las narrativas victimistas, mayormente imaginarias, que azuzan a las clases medias: que si la 4T es una dictadura, que si es un narcogobierno, que si está oprimiendo a los empresarios, que si le quita el dinero a la gente que trabaja duro para dárselo a los vagos, etcétera. Éstas son las que atraen a whitexicans clasemedieros y gente con síndrome de Doña Florinda. 


Por último estarán los discursos abiertamente reaccionarios, en contra del feminismo, de las personas lgbtq+, de los diversos activismo populares, de fantasmas como “el wokismo” o la “ideología de género”, etcétera. Qué tan grandes serían las masas atraídas por este discurso, está por verse, pero definitivamente lo es más que hace unos años. 


El obstáculo principal que tiene la derecha mexicana es que, a diferencia del movimiento MAGA gringo, no ha sabido ser populista, mientras que Morena es experta en el juego de la demagogia. Bien podría ser que la deriva fascistoide no le funcione a la oposición y termine abandonando ese barco. En fin, todo está en veremos…


LA REPRESIÓN MORENISTA


El 15 de noviembre un grupo de encapuchados atacó de forma coordinada la muralla de vallas metálicas que protegían el Palacio Nacional. Llevaban pinzas, mazos y otras herramientas pesadas, y sabían bien qué hacer con ellas, pues lograron derribar por lo menos una de las planchas de metal. Todo esto indica claramente que estas acciones estaban planeadas desde un principio.


La policía capitalina respondió y se enfrentó a este grupo, con macanas, escudos y granadas de gas lacrimógeno. Los videos y testimonios muestran que civiles que no tenían nada que ver con el reducido grupo de encapuchados fueron agredidos por la policía, varios de ellos con saña desproporcionada.


Las narrativas que han surgido respecto a estos eventos demuestran la polarización del país, como si hubiera dos Méxicos viviendo en realidades paralelas. Para la derecha, el gobierno llevó a cabo una represión contra manifestantes pacíficos, que no sólo fue injustificada y digna de las más crueles dictaduras, sino inédita en la historia del país. Si hubo un grupo de violentos, seguramente fue infiltrado por el mismo gobierno para desacreditar el movimiento. 


Para el morenismo, las acciones de la policía fueron intachables, y quien haya recibido un macanazo ese día lo merecía, por haber intentado un “golpe de estado”, o por haber ido a sabiendas de que habría un intento de golpe de estado. Incluso he visto a amlovers llamar “terrorismo” a lo que ocurrió ese día.


Bueno, vamos por partes. Días antes de la marcha del 15, entre las cuentas y grupos en los que se promovía, aparecieron mensajes llamando a derrocar al gobierno, tomar por asalto el Palacio Nacional y fantasías por el estilo. Con antecedentes como la toma del Capitolio de Washington por fanáticos de Trump en 2021 y el intento de hacer algo similar por parte de fanáticos de Bolsonaro en Brasil en 2023, no era descabellado considerar la posibilidad de que antimorenistas radicales quisieran seguir el ejemplo. Instalar vallas y tener a la policía preparada era algo bastante sensato.


Luego, actuar contra los grupos que amenazaban con derribar la barrera estaba no sólo justificado, sino que era el curso de acción a seguir. De dichos encontronazos 100 agentes y 20 civiles resultaron heridos, así que tampoco es que los manifestantes les hayan recibido con flores. Sí hubo razones para que la policía interviniera.


Periodistas agredidos

Pero también es cierto que gente que no la debía ni la temía fue atacada y herida por elementos de la policía. La Jornada, un periódico al que nadie acusaría de ser hostil a la 4T, reportó que le dieron palizas a periodistas. No estamos hablando de “te doy un guamazo y ya pa’ que te aquietes”, sino de “te rodeamos entre todos, te agarramos a golpes, te tiramos al piso, te damos patadas hasta que ya no te puedas mover, y encima de eso te insultamos, amenazamos de muerte y robamos tu teléfono, y nos vale madre que digas que no estabas haciendo nada o que eres periodista”. Estos hechos son reprobables y no se pueden justificar. ACAB incluye a los policías que trabajan para gobiernos de Morena, los mismos que pocos días antes de esa manifestación asesinaron a golpes a un joven de 21 años en la Ciudad de México.


Que las mismas fuerzas que organizaron estas marchas estén queriendo convencernos de que estos hechos representan un acto de represión inaudito en la historia de México sería hilarante por lo ridículo si no fuera indignante por lo grotesco. Ni siquiera hay que irnos tan lejos como la Masacre de Tlatelolco en el 68; yo sí me acuerdo del Martes 13, de Atenco y de Ayotzinapa. Todo esto mismo (acaso peor) lo hicieron el PRI y el PAN con quien les estorbara.


Lo irónico es que la retórica de los hinchas de la 4T son ecos de lo mismo que decían los apologetas de gobiernos priistas y panistas en su momento, culpando a las víctimas: “Son vándalos, enemigos del pueblo, algo estaban haciendo”, “¿Te madrearon sin qué tu hicieras nada? ¿Pues para qué vas a marchas golpistas?”, “¿Gasearon con lacrimógeno a una niña? ¿Pues para qué llevan niñas a las protestas?”. Y así por el estilo.


Éste es uno de los aspectos más alarmantes de todo esto. Ya desde Amlo el gobierno ha querido descalificar de “prianistas” o manipulados a cualquier expresión de descontento, desde las feministas hasta las madres buscadoras, hasta los defensores de la Tierra, (según los amlovers más atolondrados, hasta el EZLN es un arma del PRIAN, háganme el puto favor). Ahora no sólo serán prianistas, sino “ultraderechistas”, “fascistas” y “nazis”, contra los cuales será legítimo el uso de la fuerza y hasta pasar por encima las leyes y los derechos humanos si es necesario.  


De algún tiempo para acá, desde el chairisimo más rupestre he visto aplicar esas etiquetas a cualquier cosa que se oponga o sea crítico con la 4T, así sea Carmen Aristegui o el periódico El País. Ahora no han tardado en aparecer los hinchas más furibundos del morenismo declarando no sólo que este movimiento de los sombreros de paja es espurio, sino que todos los movimientos juveniles que han usado la bandera de Luffy han sido orquestados por la CIA, y que hasta el ánime mismo es de extrema derecha. Ni lo han visto, pero si es usado contra la sacrosanta 4T, debe ser malvado. (Igual me tocó leer una diatriba de que si Café Tacvba es crítico de Morena es porque siempre ha sido de derecha; es más, todo el rock ha sido siempre derechista, colonialista y enemigo del pueblo mexicano).


Por otro lado, que haya gente que sí le llama “fascismo” a todo lo que no le gusta no quita que el fascismo exista y sea un peligro y que en México la extrema derecha viene con un discurso anti-Morena. En fin, todo esto hará más complicado identificar, denunciar y combatir al verdadero fascismo.


Neonazis mexicanos

En los últimos días el gobierno de Claudia Sheinbaum parece estar más interesado en combatir a la oposición en una guerra de narrativas que en resolver los verdaderos problemas del país. Qué bueno que hayan exhibido los vínculos entre los perfiles que convocaban a la marcha y la oposición partidocrática rancia. Pero “por alguna razón”, no se esclarecen así de expeditamente los escándalos de corrupción de la misma 4T, sólo por mencionar algunos de los más notorios en los últimos meses:



Me parece sumamente gracioso que el inflencerucho que fue exhibido en la mañanera se aparezca ahora en los medios de comunicación masiva para quejarse de que “lo quieren silenciar”. Al mismo tiempo, parece que sí hubo una violación a sus derechos en cuanto al tipo de información que la presidenta reveló públicamente, algo que se está volviendo una constante en el actuar de los gobiernos de la 4T.


Entonces temo que todo esto sirva para una de dos cosas: a) hacer crecer un movimiento de extrema derecha como los que han tomado el poder en otros países, b) servir como justificación para que la 4T se vuelve más autoritaria y represiva no sólo contra esa extrema derecha, sino también contra grupos y movimientos que tienen razones legítimas para estar en su contra. 


Creo, sin embargo, que hay esperanzas. Creo que la mayoría de los mexicanos no son ni pejezombis incondicionales, ni zombis anti-peje. Necesitamos organizarnos nosotros mismos para luchar por los verdaderos intereses y necesidades de la gente común, no para empoderar fantoches con la esperanza de que ellos resuelvan nuestros problemas. Ni Noroña ni Salinas Pliego se merecen que una persona que vive de quincena a quincena desperdicie su energía defendiéndolos en redes. Mejor empleadas serían nuestras fuerzas uniéndonos para luchar por salarios más altos, jornadas laborales más cortas, acceso a la salud, respeto a la naturaleza y a los derechos humanos, equidad de géneros, autonomía de las comunidades indígenas, control de rentas y acceso a la vivienda, etcétera. Como siempre digo, la solución implica rebasar al gobierno por la izquierda.


La marcha del 8 de noviembre


Hola, gracias por leer y muchas gracias a mis mecenas. Así como como esta entrada salió una semana antes en mi Patreon, ya puedes leer ahí mismo la entrada de la próxima semana (y de paso ayudarme a llegar a fin de mes). Mientras te animas, aquí tienes algunos otros textos relacionados:



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