I
LA VERDAD Y LA JUSTICIA
Hace no mucho tiempo presencié una
discusión en Twitter sobre la etnicidad de Cleopatra. Se había anunciado que la
actriz Gal Gadot, famosa por su papel como la Mujer Maravilla, había sido
elegida por Patty Jenkins para interpretar a la célebre reina egipcia. Muchas
personas se quejaban de esa elección, y aseguraban que Cleopatra había sido una
mujer negra y por tanto debía ser interpretada por una afrodescendiente. Como
suele ser, la polémica inició en la anglósfera, pero para cuando yo la caché,
se estaba dando en el Twitter de habla hispana, y algunas cuentas a las que
sigo participaban de la polémica.
No voy a entrar en detalles sobre el
debate en sí; bástenos apuntar que ésa es una cuestión que se discute entre los
historiadores expertos, y que pueden checar lo que se sabe al respecto en esta entrada de Wikipedia. Lo que me interesa aquí son las razones que llevaron
a estas personas a concluir que Cleopatra era negra.
Leyendo sus comentarios, pude ver que no
hacían esas afirmaciones porque tuvieran mucha información acerca del antiguo
Egipto en general o de Cleopatra en particular. De hecho, demostraban una
terrible ignorancia al afirmar cosas como: “Cleopatra era egipcia, Egipto está
en África, los africanos son negros; ergo, Cleopatra era negra” (la etnicidad
de los egipcios es también tema de controversia; pueden conocer lo que dicen los expertos por acá). Tal era su desconocimiento, que muchas personas que
afirmaban con vehemencia la negritud de Cleopatra expresaban sorpresa cuando
alguien les revelaba que su familia era de origen griego.
El caso es que, después de un rato
leyendo estos intercambios, pude darme cuenta de algo: estas personas afirmaban
que Cleopatra era negra porque pensaban que ésa era la postura progresista.
Es decir, la discusión no se trataba de cuáles son los hechos, sino de cuál
es el bando en el que me debo posicionar.
Interpretaron el casting como un
ejemplo más de whitewashing, cuando un actor blanco es elegido para
interpretar a un personaje histórico o ficticio que originalmente era de color.
En estos casos, la posición de los progresistas ha sido oponerse a la práctica,
por considerarse racista. Y no cuestionaban si en verdad éste se trataba de un
caso de whitewashing porque no podían poner en duda la posición progre:
Cleopatra era negra y negarlo es racista. La indignación masiva debía
ser legítima.
Esto último es el meollo del asunto. Quiero
hablar de cierta actitud constante que se ve en la progreósfera, en particular
la tuitera. No es una crítica contra los movimientos por la justicia social; si
ustedes siguen este blog, sabrán que yo he escrito mucho para defenderlos. Es
una crítica a ciertas actitudes en la que las personas interesadas en la
justicia social adoptan un solo criterio para saber si algo es cierto o
correcto. Básicamente, sólo quieren saber cuál es la postura progre y
adherirse acríticamente a ella. Si la postura progre dice “Cleopatra era
negra”, como progre no necesito saber más, excepto que tengo que defenderla.
Esto viene, por supuesto con una
contraparte. Quien se opone a la postura progre, debe estarlo haciendo desde el
racismo, la misoginia o alguna otra forma de mentalidad reaccionaria. Entonces se
vuelve objeto legítimo de la indignación y la furia. Y ése es precisamente el
problema: la renuncia a informarse o reflexionar más allá de lo que la comunidad
woke ha considerado que es “lo que se debe pensar”.
Ejemplos de esta actitud los encuentro
en Twitter todo el tiempo y sobre casi cualquier tema; déjenme compartirles un
par de los más graciosos. En la entrega de los Oscar anteriores unas personas
se quejaban que el premio por mejor guion se hubiera dado a Taika Waititi, un
hombre, y no a Greta Gerwig, una mujer. Una tuitera respondía que estaba bien
porque Gerwig es mujer, pero blanca (sólo tiene una opresión), mientras que
Waititi es mitad maorí y mitad judío (dos opresiones). Es decir, la discusión
nunca fue sobre cuál guion era el mejor y por qué, sino a qué guionista había
que apoyar según sus opresiones, porque apoyar a los más oprimidos es lo más woke.
En otra ocasión, un tuitero woke expresaba
su consternación sobre lo que había dicho Martin Scorsese acerca de las
películas de superhéroes: “eso no es cine”. ¿Tomaba en consideración la calidad
artística de las películas de Marvel para concluir si Marty tenía o no razón?
Nah. Se planteaba la dicotomía entre rechazar el comentario de Scorsese porque
era elitista, o darle la razón porque Disney es un monopolio capitalista. Otra
vez una cuestión de estética se pretendía responder determinando quién está más
oprimido o quién más opresor. Como ahora no era tan fácil de resolver, el
tuitero parecía ansioso: no sabía qué opinar porque no sabía cuál era la
opinión woke.
II
WOKE THIS WAY
Éstas son sólo anécdotas y
necesitaríamos estudiar e investigar más el asunto antes de considerarlas
representativas; por lo pronto, en mi experiencia, me da la impresión de que son
demasiado frecuentes. Y si bien ahora les hablé de casos bastante triviales, la
cosa puede llegar a ponerse fea, porque el decidirlo todo por “¿cuál es la
opinión progre?” en vez de desarrollar nuestros propios criterios de valoración,
puede llevarnos a creer o difundir información falsa y saltar a conclusiones
infundadas, que a su vez pueden guiarnos a acciones injustas.
Vamos a ver un ejemplo reciente. En 2020
Netflix estrenó Mignonnes, una película francesa sobre un grupo de niñas
preadolescentes que se meten a un concurso de baile sensual. El escándalo se
desató en redes sociales, con miles de personas manifestando su rechazo a una
cinta que, asegún, promovía la sexualización de las niñas. Incluso se pedía a
la gente que cancelara sus cuentas de Netflix por “transmitir pornografía
infantil”.
Lo que estas indignadas personas no
sabían era que la película en realidad era una crítica y denuncia de una
cultura que hipersexualiza a las niñas. La directora Maïmouna Doucuré, de
origen senegalés, quería habar también de la desigualdad social, la marginación
y el racismo sufrido por los inmigrantes en Francia y el choque cultural entre
personas de raíces musulmanas con el mundo moderno. Es decir, es una cinta muy,
muy progre. Pero en un principio, cientos y miles de personas ni se molestaron
en averiguar. Simplemente vieron en redes alguna publicación que denunciaba
“esto está mal” y entendieron que lo woke era sumarse a la condenación
total, y seguir viralizando la denuncia.
La moraleja de esta situación, me
parece, es que nunca es suficiente el sólo querer ser woke, es necesario
tener conocimiento, saber discriminar la información, saber usar el pensamiento
crítico. De lo contrario, nos pueden vender toda clase de charlatanerías y
hasta horripilancias.
La mercadotecnia siempre está tratando
de colgarse de lo que parezca en onda; vean toda esa moda de “girl power” y
“eco-friendly” completamente hueco. Corporaciones monopólicas hipercapitalistas
nos venden superhéroes y fantasías con codificación progre, pero con mensajes superfluos
y tibios. Pero eso es lo de menos: piensen en cómo se ha usado la retórica
progresista para promover la transfobia.
Así que, cuando encuentras una pieza de
información, antes de creerla y viralizarla, piensa: ¿Tienes suficientes
elementos para concluir que es verdad? ¿Plantea una argumentación bien
sustentada? ¿O es sólo que te pareció como “lo woke”, lo que todos los
demás wokes están compartiendo y por lo tanto tú también debes hacerlo?
Pero todo esto que acabemos de discutir
es sólo un aspecto de un problema más amplio. Suele decirse que la izquierda de
la justicia social se ha vuelto demasiado radical, se ha convertido en una
suerte de secta religiosa dogmática que no admite crítica ni disenso, y de ahí
las “cancelaciones” y linchamientos masivos en redes.
Creo que sí hay algo de ello; la idea de
que sufrir opresión es igual a poseer virtud tiene un eco muy cristiano. Pero
creo que el problema de fondo no es que el wokismo de redes sociales sea demasiado
radical; por el contrario, es que es terriblemente superfluo.
III
LA TRIBU MORAL
¿Por qué a una persona le importaría
tanto tener la opinión progre correcta? En realidad, deberíamos preguntarnos
primero: ¿por qué a una persona le importaría sumarse a las causas justicia
social? En primer lugar, porque le afecta directamente, si forma parte de un
grupo que sufre una opresión sistémica. Pero, ¿por qué se preocuparía tanto por
las opresiones sistémicas de otros grupos? Es de suponerse que por la empatía
por el sufrimiento ajeno, la indignación que causa la injusticia, el afán de
vivir en un mundo mejor y, por qué no, el deseo de ser buenas personas, de
hacer lo correcto.
Idealmente, estos nobles sentimientos
nos guían. Pero también están otros, muy humanos, como nuestra necesidad de
pertenencia, de sentirnos parte de algo; y de reconocimiento, de que nos vean
como individuos valiosos y especiales, y no sólo como uno más del grupo. Estos
sentimientos no son intrínsecamente malos ni buenos, el problema es lo que
somos capaces de hacer con tal de satisfacerlos.
A éstos se suman otros instintos
sociales que pueden ser bastante siniestros: la ira que provoca la transgresión
a las normas del grupo y el afán de castigarla; el anhelo de sentirnos mejores
que los demás, de superarlos en la jerarquía; la satisfacción de ejercer poder,
ya sea de forma individual o colectiva; el doble estándar moral que hace
legítimas ciertas crueldades contra ajenos y traidores, y el placer de ver
sufrir a quien consideramos que lo merece.
A principios de 2021, cuando acababa de
suceder el asalto de fanáticos trumpistas al Capitolio de los Estados Unidos,
muchas personas se burlaron señalando que ahora los Estados Unidos se habían
convertido en una “república bananera”. Entonces vinieron los tuits regañando a
esos tuits. Uno en particular decía que el término era racista y denigraba
a los países que habían sufrido dictaduras y golpes de estado patrocinados por
E.U.A. Pero entonces llegó otra persona a regañar a ésta, diciéndole que, si
tanto le importaba el racismo, entonces no debería usar una palabra racista
como ‘denigrar’.
Dejando de lado que eso de “¡denigrar
es una palabra racista!” debería ser el
ejemplo estándar de una falacia etimológica, vamos a preguntarnos, ¿qué
necesidad? ¿Cuál era el punto de venir a reclamar a un perfecto desconocido al
respecto? ¿Sirve a un deseo de mejorar el mundo, de corregir una injusticia? ¿Es
una falta tan grave que no puede pasar desapercibida? ¿O es que simplemente nos
da la oportunidad de imprecar a alguien, de gozar por un momento de un
sentimiento de superioridad sobre la otra persona?
Así vemos cómo Twitter y otras redes
sociales se convierten en foros en los que unas personas regañan a otras por no
ser suficientemente woke. Honestamente, yo no veo en esos casos el deseo
de educar o de hacer que alguien cambie su actitud; veo el gusto de ponerse
encima del otro, de decir: “¿Te quieres ver woke? Pues yo soy más woke
que tú”.
El regaño por lo regular es fastidioso e
irritante, pero la actitud detrás puede derivar en una pesadilla. Porque cuando
cientos y miles de personas se unen a un solo esfuerzo, diciéndote lo horrible
persona que eres, y cómo deberías irte a la mierda, la cosa ya va mucho más
allá de “querer un mundo mejor”; esto ya se trata del placer de formar parte de
una muchedumbre en la que cada individuo es anónimo, pero juntos son poderosos
y capaces de hacer mucho daño…
IV
CANCELAD, MIS PEQUEÑOS, CANCELAD
Escribo estas líneas a unos días de
haberme enterado de la
“cancelación” de Lindsay Ellis en Twitter. Lindsay es una YouTuber de
cultura pop, misma que analiza desde una óptica de izquierda. Es muy buena, y
siempre muy cuidadosa con lo que dice o hace. Pues bien, hace unas semanas tuiteó
algo diciendo que la serie Avatar, la nueva entrega de Disney, Raya,
y un montón de ficción fantástica juvenil contemporánea tienen tantos tropos en común
que ya debería haber un nombre para el subgénero. Una sección de Twitter
entendió que lo que ella quería decir es que las fantasías inspiradas en temas
orientales eran todas iguales, lo que les pareció una opinión racista. Al poco
tiempo llegaron cientos y después miles de tuits acusándola de racista,
insultándola y diciendo que era una persona horrible. Lindsay terminó cerrando temporalmente
su cuenta (y luego publicó un
muy sentido video al respecto).
El término “cancelar” puede significar
muchas cosas. Cuando los medios mainstream hablan con pánico de la
“cultura de la cancelación”, normalmente se refieren a cuando alguien critica
públicamente a una celebridad o una obra, por algo problemático que habrían
hecho o dicho. Rara vez se refieren a asuntos como estos, en los que una
persona de izquierda es atacada masivamente en redes sociales por otras
personas de izquierda. Creo que no lo hacen, porque al público en general no le
preocuparía tanto que una videoensayista progre sufra acoso en línea como que
un señor diga que Pepe Le Pew es sexista.
Entonces, tenemos por un lado una narrativa ficticia que provoca pesadillas a los señoros, según la cual la
generación de cristal anda cancelando a Dragon Ball, al Señor Cara de Papa, y
ya no me acuerdo qué más; cosas que, cuando tienen alguna base en la realidad,
sólo son exageraciones desproporcionadas de casos en los que alguien dijo en
algún momento “che, esto es medio discriminatorio”. No quiero demorarme mucho
en esto.
Pero luego está un fenómeno muy real del
que hemos visto casos muy concretos, en los que una persona hace o dice algo
considerado “incorrecto” y se gana por eso acoso, insultos y calumnias en redes
sociales. A eso es a lo que, para efectos prácticos, llamaremos “cancelar”.
Para entender mejor este fenómeno, y otros relacionados, les recomiendo tres
videos, uno de T1J, otro de
The
Take, y sobre todo, el de Contrapoints, que es todo un documental al respecto. De hecho,
este último nos da una guía muy útil: los tropos de la cancelación.
1.- Presunción de culpabilidad: Esto
implica asumir que la acusación es cierta sin dudarlo ni por un momento.
2.- Abstracción: Después de interpretar lo que una persona hizo o dijo de la peor manera posible y atribuyéndole las peores intenciones, y en vez de decir específicamente qué sucedió (“Lindsay dijo que varias obras fantasía contemporánea tienen mucho en común”) se formula la acusación de forma vaga y general (“Lindsay hizo un comentario racista”).
3.- Esencialización: La idea de que
“cada quien hace lo que es”, pasamos de “Lindsay dijo algo racista” a “Lindsay es
una racista”. Y si la persona en cuestión había trabajado en favor de la justicia
social, no importa, eso era hipocresía. En cambio, son las pequeñas y
esporádicas infracciones las que revelan “quién es realmente”. Así, ya se no se
trata siquiera de criticar una acción, sino de atacar a una persona por lo
que es.
4.- Pseudomoralismo y pseudointelectualismo:
Ésta es la parte en la que gente a la que no le importa tanto la supuesta falta
en sí, la utiliza como pretexto para atacar a la persona acusada, ya sea porque
le cae mal, le tiene envidia, o simplemente porque disfruta de hacer esta clase
de cosas.
5.- Imperdonabilidad: La persona acusada
no puede dar explicaciones ni ofrecer disculpas que valgan. Los ataques
continúan hasta que los atacantes se cansan. Las faltas de una persona son
archivadas para traerlas a colación cada vez que la furia se reavive, sin
importar si la persona se disculpó e hizo aclaraciones en su momento y otras
mil veces.
6.- Transitividad: La persona atacada se
vuelve radioactiva para sus amistades y contactos, a quienes se les exige
posicionarse “del lado correcto”, o se les amenaza con sufrir las mismas
consecuencias.
7.- Binarismo: El mundo es entendido
como una lucha sin cuartel entre el bien y el mal. La persona que hizo algo es
mala, y todo el mal es igual, sin escalas. Sólo hay racistas y no-racistas,
nunca personas en proceso de aprendizaje que cometen deslices comprensibles.
Haber dicho algo racialmente insensible es igual a ser un supremacista blanco
de la Alt-Right; no hay puntos intermedios.
Esto parece un fanatismo demencial
propio de una cultura woke que se ha salido de control, pero al repasar
los puntos me di cuenta de que me resultaban muy familiares. Para ser más específicos,
me recordó a las dinámicas sociales de adolescentes de prepa…
V
CHICXS PESADXS
Piensen por un momento y acuérdense de
la prepa, en particular del círculo de los chicos y chicas ‘populares’. Si no
se acuerdan de su prepa, seguro tendrán en mente series y películas que tratan
de estas cosas. Sabemos que en la adolescencia si no te adaptas no sobrevives,
y que la chaviza tiende a hacer lo que hacen los demás porque nadie quiere que
le dejen fuera. Sabemos que hacer ciertas cosas te ganan “puntos sociales” en
la jerarquía, y que hacer otras te los quita, y por ello a veces hacen cosas nomás
por la aceptación, o por verse cool y recibir reconocimiento. Y sabemos
bien que, a veces, la mejor forma de ganar de ascender en la jerarquía es
logrando que alguien baje.
Piensen en las veces que algún
adolescente (más comúnmente UNA adolescente, porque #misoginia), se le acusa de
haber cometido una falta contra las convenciones sociales. Digamos que se dice
que Fulanito se drogó en una fiesta, o que Menganita le puso el cuerno a su
novio, o que Perenganito dijo tal cosa a espaldas de su mejor amigo, o qué sé
yo. A lo mejor ni siquiera hicieron nada, sino que se pelearon con alguien por
motivos completamente personales y luego ese alguien inventó un chisme. Sabemos
cómo funciona la cosa: los rumores crecen exponencialmente y cada quien le
agrega de su cosecha, y al rato tendremos que Menganita no sólo se besó con
otro tipo, sino que se lo cogió, o que llevaba un año cogiéndoselo en secreto,
y que se embarazó y se la llevaron a Canadá para abortar o sepa la madre. No
falta la esencialización: Menganita es una zorra; Fulanito es un
drogo, etcétera.
El caso es que los chismes y rumores
provocan que el chico o chica pierda a sus amistades. “Tienes que dejar de
llevarte con ella, ¿eh? Si no, te van a cortar a ti también”. ¡Hay que dejar en
claro quién es leal a quién! Y, claro, la personita atacada se convierte en
blanco legítimo de burlas y acoso: se vale tratarla mal por lo que hizo y
por lo que es. Y llegamos al punto en que escuincles a los que ni les va ni
le viene, ni piensan que el haberse metido seis cocaínas o haberse fajado al
novio de la amiga es taaan malo, participan de esto porque hay cierto gusto
malsano en hacerlo.
Estos mecanismos de exclusión,
ostracismo y humillación pública han existido siempre y en muchos círculos
sociales, desde los clubes de clase alta hasta el mundo de los negocios,
pasando por los grupos de compraventa de señoras en Facebook. Por eso es
ridículo (y peligroso) que desde la derecha y el centro quieran hacernos creer
que esto es un problema intrínseco de la izquierda y de la generación de
cristal y que amenaza el tejido de la civilización occidental. Hago la comparación con una prepa para subrayar
cuán inmaduro y frívolo es. Precisamente eso es lo exasperante, pues si
queremos construir una mejor sociedad no podemos seguir reproduciendo las
dinámicas de “vigilancia y castigo” de siempre.
O sea, no es que la bandita progre de redes
sociales se porte así porque le importa la justicia social de forma tan
profunda que se vuelve fanática. Es, por el contrario, que le importan más
otras cosas. Le importa más cultivar su identidad de persona recta y virtuosa;
le importa más ser aceptada por la tribu y ser popular dentro de ella; le
importa más arrastrar a las personas que, por otras razones, le desagradan; le
importa más la satisfacción de sentirse superior a alguien más, de ejercer
poder para castigarle.
En una
entrada anterior mencioné cómo muchas veces los escépticos de Internet
creen que sus críticas a la justicia social están basadas en la pura
racionalidad, cuando en realidad son prejuiciosas e ignorantes. Están tan
convencidos de su propia superioridad intelectual que no ven sus sesgos. Bien,
pues los wokes de Internet están tan convencidos de su propia
superioridad moral que no se dan cuenta de que no es la convicción ética lo que guía
su actuar, sino impulsos mucho menos nobles.
Las turbas linchadoras de Twitter son el
ejemplo más extremo de estas actitudes, pero en realidad están presentes en
muchas de nuestras interacciones en redes, y todos hemos caído alguna vez en
ellas, sin que ello signifique que seamos unos fanáticos incorregibles. La
moraleja es, como siempre, antes de actuar, detenernos a pensar un segundo.
¿Cuál es el punto de regañar a una
persona bien intencionada que usó una palabra ‘incorrecta’? ¿Es en verdad
educarla para que no vuelva a caer en el error? ¿Es realmente contribuir a una
sociedad más justa? ¿O es el puro gusto sentirse en una posición se
superioridad frente al otro?
¿Para qué exhibir la publicación
ambiguamente problemática de una persona? ¿De verdad te parece una falta importante?
¿O es que esa persona te cae mal y te da gusto encontrarle una falla? ¿O la
persona ni te importa en sí, pero encuentras cierta satisfacción en el acto de
humillarla?
¿Cuál es el punto de hacer un call
out a una obra de hace décadas o siglos a la que nadie está prestando
atención? ¿Para qué sobreanalizar un elemento mínimo de un producto popular e
interpretarlo de la peor manera posible? ¿Se trata de invitar a la reflexión
sobre los valores de la cultura para poder cambiarlos?
¿Cuál es el punto de hacer un sermoneo
público? ¿De verdad tienes algo que contribuir a nuestra comprensión de las
injusticias del mundo? ¿O estás aprovechando una primicia para llamar la
atención de sobre ti y que todos aprecien tu gran virtud?
VI
DEJAR EL CASTILLO DEL VAMPIRO
Una vez más tengo que aclararlo: no quiero
que se tomen estas palabras para condenar los esfuerzos de las personas en
favor de la justicia social. Gente tonta hay en todas partes y, más importante
aún, todos pensamos o decimos cosas tontas en algún momento.
En mi entrada anterior el objetivo no
era criticar al escepticismo como tal, sino ciertas actitudes tóxicas y ciertos
individuos obtusos que se niegan a reconocerlas y dejarlas de lado. Es lo mismo
lo que pretendo hacer aquí: ayudarnos a detectar cuando caemos en estas
actitudes para aprender a evitarlas, o para ya dejar de prestarle a atención a
quienes no quieren dejar de caer en ellas.
¿Por qué? No sólo porque el acoso a
gente cuyas culpas no son proporcionales al castigo es una forma de injusticia.
Es que, si queremos difundir nuestros valores para hacer un mundo mejor,
necesitamos dejar de perder tiempo y esfuerzo en cultivar egos y en peleas
internas sin sentido.
Pero además porque así no se logra gran
cosa contra la derecha. No puedes “cancelar” a Agustín Laje o a Ben Shapiro;
puedes criticarlos, insultarlos y burlarte de ellos, pero su barrio los
respalda. No puedes aplicarle la “ley del hielo” a quien ni le hablas ni le
importa si le dejas de hablar. Sólo puedes cancelar a alguien de tu misma
comunidad, y por eso los casos de linchamiento se dan de izquierdistas contra otros
izquierdistas a los que consideran tibios, falsos o traidores. Esto da como
resultado expulsar a zurdos de sus comunidades o dividir a la comunidad en quiénes
ya cancelaron y quiénes no, fraccionando más y más las fuerzas de quienes tienen
la convicción de que van a cambiar al mundo.
Esto de ser tan manipulables lo pueden
aprovechar los mismos derechistas. Entre los que azuzaron el acoso a Lindsay
Ellis había por lo menos un vato blanco con un perfil en el que fingía ser una
mujer de color, y fueron los cripto-nazis los que tenían archivadas algunas de
las publicaciones incriminatorias y quienes luego las compartieron con los wokes
indignados. Como dicen, un progre no pensaría en ir con los amigos de un blanco
supremacista y correr el rumor “tu cuate no es tan racista como dice ser; una
vez le habló con cortesía a un negro”. Pero los fachos sí pueden llegar con los
progres y decirle: “esa YouTuber no es tan woke como dice ser; una vez
dijo una cosa racista” y será suficiente para que arda Troya.
Conclusión: la ética del progresismo no
es suficiente si se reduce a una lista de “pecados que merecen castigo”
diferente a la de otras generaciones o tribus; también necesitamos trabajar en
la forma en la que razonamos sobre lo que es y no es correcto, que
supere las estructuras de pensamiento tribales de la prepa, y que también vaya
más allá de la moral religiosa con sus ideas sobre pecado, culpa y expiación,
de los maniqueísmos blanco-negro y del énfasis individualista en la virtud
personal, que desvía la atención de las estructuras sociales.
En otras palabras, no sólo necesitamos
tratar de hacer lo correcto, necesitamos aprender a pensar mejor,
ejercitar una mente crítica. De lo contrario, no estaremos trabajando por una
sociedad mejor, sino sólo portándonos como un montón de chicas pesadas.
FIN
Glosario:
Call out: Es denunciar
o acusar públicamente a una persona, un grupo por haber hecho algo problemático,
o a una obra de arte o entretenimiento por tener algún elemento problemático.
Justicia social: Conjunto de ideales, valores y movimientos que
tienden a la reducción o eliminación de las opresiones y desigualdades
sistémicas, tales como el racismo, sexismo, clasismo, etcétera.
Problemático: Es un término sombrilla que sirve para designar una
acción o expresión que es o puede ser interpretada como racista, misógino,
clasista, homófobo, xenófobo o discriminatorio en general.
Social Justice Warrior (SJW): Se dice de una persona preocupada y comprometida con
la justicia social. De forma peyorativa, quiere decir alguien obsesionado con
estos temas hasta el fanatismo y la intolerancia. En Latinoamérica viene siendo
similar a “progre”.
Virtue signaling: Cuando una persona lleva a cabo una acción con el
objetivo de ser vista como moralmente virtuosa, aunque se trate de algo sin
importancia o que ni siquiera tenga sentido.
Woke: Literalmente, ‘despierto’, una persona consciente de
las opresiones sistémicas y de lo que hay que hacer para combatirlas. De forma
peyorativa, se refiere a una persona preocupada por verse súper despierta, más
por ego que por otra cosa. A veces usada como sinónimo de SJW. En español, a
veces satirizado como guok.
Wokescolding: Es cuando una persona regaña o sermonea a
otra por alguna acción o dicho que, según el regañón, no cumple con ser lo suficientemente
woke.
13 comentarios:
Meh, la misma paparruchada de siempre con Twitter: es una vulgar olla de grillos. Volviendo al tema central, esto es como cuando en la peli Alexander se insinuó que Alejandro Magno jugaba espadazos con su compa. Grecia se ofendió pero pues no hay más...bien decía el cerdo priista evasor de impuestos al que conocimos como "Juanga" : Lo que se ve, no se juzga.
Le doy la enhorabuena por haber abierto los ojos a la existencia de una cultura de la supresión, como quiera llamarla. Usted se ha concentrado en las redes sociales, pero lo mismo ocure en los campus universitarios, Ponga Brett Weinstein donde ha puesto Lindsay Ellis y "joderle la carrear académica" donde ha puesto "cerrar cuenta de Twitter" y verá por qué nos hemos estado desgañitando criticando su artículo sobre ateos y SJW.
Enhorabuena, repito, por haber abierto los ojos. Sólo un pequeño detalle. Donde dice "Rara vez se refieren a asuntos como estos, en los que una persona de izquierda es atacada masivamente en redes sociales por otras personas de izquierda" esto es inexacto. La gran mayoría de las víctimas de los wokes son personas de izquierda moderada.
Otra cosa que usted toca pero en lo que hay que profundizar: el absurdo del concepto interseccionalidad. ¿Quién está más jodido, un minero blanco de Virginia Occidental o Michelle Obama? Le puedo demostrar matemáticamente que, en general, es imposible saberlo. El concepto está MAL de entrada.
Un saludo.
Los siete puntos son excelentes. Con su permiso, se los robo, atribuyéndolos, por supuesto.
Mi estimado Maik, llevo leyéndote durante muchos años y debo decir que si bien, la entrada es muy buena como siempre. Llevo demasiados artículos en los que vas cayendo en un sostenido sesgo ideológico, simplemente no puedes salir de la dicótoma de izquierda buena derecha mala, me atrevería a decir que tienes esa obsesión y tal vez no la estás notando.
Ojo, no digo que estés negando que dentro de la izquierda hay personas muy locas y extremistas, pero siempre acabas en el mismo punto de "si en la izquierda hay gente muy equivocada con ideas extremistas... pero en la derecha son peores porque derecha mala izquierda buena".
En la entrada sobre la versión de la liga de la justicia criticabas que Zack Snyder no hiciera lo suficiente para calmar a la ola de troles derechoso que hacen cosas malas y adoptaba una postura muy tibia. Estás haciendo precisamente eso. Todas tus críticas a la izquierda acaban cayendo en posturas tibias porque "no importa que tan mal estén algunos miembros marginales y muy contados de la izquierda, los de la derecha son peores".
La falta de autocrítica acabó convirtiendo movimientos muy nobles y de buenas intenciones en auténticos hervideros de odio, si realmente las personas con ideología de izquierda quieren hacer las cosas bien, más que atacar e los extremos y caer en el tribalismo de izquierdoso contra derechoso en que si alguien de la izquierda hace algo malo, no es tan malo porque no es toda la izquierda pero si alguien de la derecha hizo algo malo, toda la derecha está mal porque derecha mala izquierda buena.
En verdad admiro la mayoría de tus puntos de vista y opiniones, de la cuales aprendí mucho, sin embargo ese sesgo que tienes cada vez se nota mas, y así que muchos miembros de la derecha son fascistas y fascistoides, muchos miembros de la izquierda lo son.
Don Luis: Primero, aprecio que usted aprecie mi texto y le agradezco las palabras amables. Dicho esto, me quedaría incómodo conmigo mismo si no aclarara algunos puntos:
-Yo no he "abierto los ojos" a nada. Este texto es resultado de meses de observación y reflexión, y es constante con otros, muy anteriores, que he escrito en el mismo tenor al criticar a la izquierda de la justicia social. Quizá no conoce mucho de mis textos, se formó una idea errónea de mí y por eso le sorprendió éste.
https://www.maikciveira.com/2017/03/no-hay-justicia-como-la-de-una-turba.html
https://www.maikciveira.com/2010/08/politicamente-incorrecto.html
-El caso de Brett Weinstein no es comparable al de Lindsay Ellis. Su universidad estaba llevando a cabo un evento para protestar contra el racismo y promover la reflexión entre su alumnado y profesorado. Es cierto que, estrictamente, nadie podía obligar a Weinstein a ausentarse ese día, pero ¿qué necesidad tenía de enfrentarse a la comunidad para defender su "derecho a hacer lo que queira"? El tipo queda como un cretino, y el enojo que causó fue justificado. Además, por dios, él y su esposa recibieron un cuarto de millón de dólares cada uno como parte del acuerdo con la universidad. Después de eso fue recibido con los brazos abiertos en la IDW. No se arruinó su carrera. Y tampoco me parece muy de izquierda, ni siquiera moderada. Es sólo otra anécdota encaminada a alimentar la narrativa de "las universidades son un hervidero de radicales" que asustan a los despistados. Tampoco veo cómo conocer el caso me hará entender la reacción de los escépticos a mi texto anterior.
Por último, como le dije, su "refutación matemática" del concepto de interseccionalidad no tiene ni pies ni cabeza. Es un Dunning-Kruger de manual, señor. De verdad, deje de hacerlo, queda en ridículo.
Saludos.
Joseph, gracias por leer y comentar. ¿Qué te puedo decir? Soy de izquierda, creo que nunca lo he ocultado. Pienso que, a nivel de ideales, sí: izquierda buena y derecha mala. Porque la derecha tiene como eje la preservación de las estructuras de poder y los privilegios, mientras que la izquierda tiene como eje la liberación del ser humano en igualdad. A nivel de personas, no; hay idiotas, fanáticos, miserables y gente decente tanto en la una como en la otra.
Yo procuro criticar la mezquindad, el fanatismo, la irracionalidad y la injusticia donde la detecto. Si te parece que hay casos que mi sesgo me está impidiendo ver, tus apuntes serán bienvenidos. Casos concretos, por favor, no generalidades tipo "te falta autocrítica", que puede ser cierto, pero es más productivo si añades "respecto a esto...".
Ahora bien, estamos viviendo una época de radicalización hacia la derecha, con gobernantes cuasi fascistas en el poder, con conspiranoias de extrema derecha pasando al discurso político común. No creo que hoy sea una equivalencia legítima tanto en la extrema izquierda como en la extrema derecha; una de ellas está gobernando naciones, es dueña de medios de comunación, y está bloqueando esfuerzos para luchar contra el cambio climático y la desigualdad. Los nazis están matando gente en la calle, vamos. Es que no hay punto de comparación. Mi tiempo y atención son limitados, así que tengo que escoger muy bien mis objetivos. Así que sí, escojo criticar a la derecha porque me parece más urgente.
Pero de nuevo, agradezco tus comentarios y tu atención.
Joseph_l182 y Luis Fernando Areán: les aconsejo que no pierdan su tiempo intentando razonar. Cuando alguien en vez de pronunciarse por la lógica y la razón lo hace por X espectro ("es que yo soy de izquierdas", etc) es alguien a quien no le interesan los hechos, a menos que sea para torcelos a voluntad y según favorezca a su ideología. Por eso ven a este individuo diciendo cosas al estilo "es que sí, hay alguuuunos malos dentro de las filas de la izquierda y los progres y SJW, peeeero miren que malitos son los de la derecha, si si si, la derecha es peor".
Lo que decía: hablar en abstracciones y no en concreto. ¿Cuáles hechos no me importan? ¿Dónde fallo en aplicar la lógica? Quién sabe. Uno sólo invoca a los hechos y la lógica de forma tan ritual como diciendo "Dios está de nuestro lado", y ya cree que tiene la razón y los demás quedan descartados.
"la discusión no se trataba de cuáles son los hechos, sino de cuál es el bando en el que me debo posicionar".
Tal cual, es el grano. Yo por eso ya no tengo identidad política. Antes me consideraba de izquierda, pero ahora para ser parte del club pareciera que debo tomar posturas con las que no estoy de acuerdo. Me siento excluido. De la derecha y del centro ni hablar. Creo que soy ecléctico y ya. Además hay algo sicológico en mi rechazo al Woke, siendo hombre y de piel clara, según esta ideología, prácticamente no puedo tener opinión legítima de nada. Solo puedo aplaudir y callar. Me gusta opinar, por eso me salí de la religión. Es algo paradójico viniendo de la izquierda, que por mis características fenotípicas se me crea incapaz de hablar con legitimidad política de ciertos temas.
Lo que dices de Lindsay me recuerda a la discusión de si Chumel era o no racista. Osea, el güey no es de izquierda pero tampoco es neonazi. Muchos de quienes lo criticaban en twitter ni siquiera habían visto un solo capítulo de El Pulso de la República o de su serie en HBO, que ya quitaron. Yo dejé de entrar a Twitter hace seis meses porque no lo aguanto. Solo hago bilis.
Sobre lo que dices de como la derecha se aprovecha de los excesos de la izquierda para armar desmadre, busca los reportes de la Unión Europea sobre la injerencia de los medios rusos como RT en Europa. Rusia ha estado divulgando actos de woke a propósito para polarizar nuestras sociedades.
Muy interesante tu artículo manito, nada más que alguna vez me exhibiste en tu muro de fb sin conocerme nada más porque me contradije en mis posturas, “me contradije” porque de ambas publicaciones que compartí puse un mensaje muy escueto y asumir que me contradije fue hacer demasiada interpretación.
No tengo idea de porque te era importante ponerme como ejemplo o exhibirme aunque no utilizaras mi nombre, pero siempre pensé justo eso, que te daba cierto sentido de superioridad tildar a gente como yo (y como yo me refiero a personas encontrándose y en búsqueda de sus ideas) de inferiores para quedar bien con tus fans y que te hicieran fiesta.
En fin, el otro día leía de nietzsche y sobre el gran pensador que fue, cómo atribuía el valor de los seres humanos a su responsabilidad personal y su capacidad más allá de su contexto y cómo al final del día el genio en su día a día era un dependiente de las mujeres que lo atendían y un quejoso de sus circunstancias.
Leer tu artículo me hizo pensar en eso que leí acerca de él y me sentí muy tentada a juzgarte, a final de cuentas yo me acerqué a ti buscando contrastar mis ideas de centro que tienden un poco a la izquierda, me acerqué con apertura a revisar qué cosas nuevas podía encontrar, justamente eso hace que mis ideas siempre parezcan contradictorias, constantemente nueva información puede dejarme más dudas acerca de dónde estoy parada. La verdad me contradigo bastante seguido, pensándolo bien. Pero en tus redes encontré en ti y en un montón de seguidores gente dispuesta a atacarme por pensar ligeramente diferente a ustedes, a menospreciar lo que sé y asumir en nivel de mis conocimientos o la falta de ellos.
Digo, tú también tienes derecho a estar en tu proceso de reflexión, yo afortunadamente fui encontrando otros lugares más abiertos y nuevas fuentes de información pero me parece curioso tu artículo porque pienso que justamente yo soy ese público al que te refieres, una izquierda muy tibia o moderada a la que intentaste arrasar con aires de superioridad.
Te juro que no te digo nada de esto con ningún mal afán, jaja, está buena tu reflexión, solo espero que cuando otras personas de filosofías más tibias o moderadas se les acerquen hagas y hagan honor al artículo manitos, tienen peores enemigos que la gente que aun se está entendiendo y la gente que aun se está entendiendo puede ser igual de preparada e inteligente y no por ello estar completamente definida.
Saludos
Hola, Vane:
Gracias por leer y comentar. ¿Sabes qué? Tienes razón. Eso de aquella vez fue un acto impulsivo y nada bien pensado, fue juzgarte con dureza sin conocerte. Por favor, acepta mis disculpas.
"tienen peores enemigos que la gente que aun se está entendiendo y la gente que aun se está entendiendo puede ser igual de preparada e inteligente y no por ello estar completamente definida"
En eso también tienes toda la razón.
'El caso de Brett Weinstein no es comparable al de Lindsay Ellis. Su universidad estaba llevando a cabo un evento para protestar contra el racismo y promover la reflexión entre su alumnado y profesorado. Es cierto que, estrictamente, nadie podía obligar a Weinstein a ausentarse ese día, pero ¿qué necesidad tenía de enfrentarse a la comunidad para defender su "derecho a hacer lo que queira"?'
Maik Civeira,
Ahorita no tengo las fechas exactas pero entre el “Día de Ausencia” y el video de los estudiantes abucheando a Bret Weinstein pasaron al menos dos meses.
Los estudiantes NO le estaban exigiendo que se retirara porque era blanco, sino que lo estaban abucheando por las posiciones que tomó, sí claro, por el “Día de Ausencia” pero también por otros eventos que ocurrieron en esos meses. Dos ejemplos que recuerdo son un caso de abuso de los guardias universitarios hacia unos estudiantes negros y un enfrentamiento donde un estudiante le arrebató el micrófono al rector para pedir que se congelaran las colegiaturas.
Es Tucker Carlson quien supone que el video en donde lo abuchean corresponde al “Día de Ausencia” y que los estudiantes le están pidiendo que abandone el campus por ser blanco. Brett Weinstein nunca lo desmiente y así fue como se cristalizó el mito.
Es por esto que pienso que la forma más fácil de ver de qué pie cojean realmente este tipo de personas es "funar" alguna persona o cosa que a ellos les caiga bien. Ahí empiezan: "noooooooo let people enjoy things!" o que en realidad es una cosa/persona buena, no mala, o que en realidad es una cosa/persona mala, pero no importa porque "soy consciente de ello, su malignidad no me afecta a mí", o lo que sea.
Lo difícil es saber a ciencia cierta quiénes lo hacen a propósito (por hipocresía) y quiénes simplemente no se dan cuenta de que lo hacen. No ayuda en nada que muchos de los primeros todavía tienen un público -sea del tamaño que sea- que los defiende.
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